Capítulo 4
Sara.
— Karate Kid —le respondió su compañero, mientras le daba un mordisco a su burrito—. Creo que bien esa podría ser mi película favorita.
— ¿En serio? ¿Esa?
— ¿Qué tiene?
— Es aburridísima esa película —mustio ella— La única parte buena es el final. Todo lo demás esta para dormirse.
— ¿Y cuál es tu película favorita, chica de "gustos superiores"?
— Pfff, obvio. Terminator —le contesto ella, alzando los hombros, y sonriendo.
— ¿La de los robots asesinos? ¿En serio?
— Es más entretenido que ver a un adolescente hormonal robarle la chica a un sujeto.
— No, claro que no. Esa cosa no tiene el más mínimo sentido ¿Robots asesinos? ¿En serio? Por lo menos Karate Kid tiene más sentido.
— Si claro. Que un niño que entreno apenas un par de meses venza a un chico que lleva años entrenado tiene todo el sentido del mundo.
— Más que... robots que viajan en el tiempo, sí.
— Oh sí, claro, claro. Todo el sentido del mundo —le respondido ella con sarcasmo—. Solo falta que también me digas que te gusta Rambo.
— ¿Qué tiene? Es genial esa película.
— Gale, por favor —comenzó a reírse—. Si quisiera ver a Sylvester Stallone agarrándose a piñas con alguien, Rocky por lejos está mucho mejor.
— ¿La película aburrida de boxeo? Claro, es mucho más interesante que ver como un soldado desmantela un ejército entero.
— Es más realista –le dijo ella con una sonrisa, mientras le daba un sorbo a su vaso de refresco.
— ¡Pero su tú me acabas de...! —exclamo Gale, frustrado, cuando la radio de la patrulla lo interrumpió.
— A todas las unidades, se les solicita en el barrio angosto del lado sur del centro de la ciudad, por favor repórtense de inmediato si están en disposición.
— Mira, hasta que la noche por fin se anima —comento Gale, con sarcasmo.
Sara reconoció en seguida la dirección a la que se refería la radio, por lo que, asustada, y en un impulso, la tomo antes de que su compañero pudiera acercársele, tirándole su comida por error.
— Maldita sea, genial. Ahí se va mi cena —exclamo, molesto, mientras intentaba levantar su burrito del suelo de la patrulla. Sara solo le indicó que se callara, para que pudiera escuchar lo que decía la radio.
— Aquí la unidad 137 reportándose ¿Cuál es la situación?
— Varias llamadas de los lugareños del lugar han reportado disturbios y allanamientos de una de las moradas, comenzado un incendio en una de estas. También se reportaron algunos disparos, y lo que parecen civiles armados con lo que parece ser de un calibre pesado. Se necesitan refuerzos con urgencia. Se recomienda tomar las debidas precauciones.
— Mierda... —murmuro Sara—. Recibido, vamos para allá —le respondió, mientras colgaba la radio, y volteaba a mirar a su compañero—. Bueno, ya escuchaste, tenemos cosas que hacer.
— Espera... esa no es la dirección de...
— ¡Si! ¡Es su maldita dirección! ¡Debemos de apurarnos!
Sara acciono la sirena de la patrulla, y piso el acelerador, arrancando a toda velocidad. Tiro el vaso de refresco en uno de los pocos botes de basura con los que contaba la ciudad, y continuo con su camino, sin darle tiempo a su compañero de que al menos sujetara bien su bebida. Con suerte ya habrían llamado a los bomberos, y no toda la evidencia se habría perdido. Manejo por las calles, presionando el claxon repetidas veces para que los demás automóviles la dejaran pasar, metiéndose en carriles ajenos, y no respetando los semáforos.
— ¡Sara! ¡Mierda, relájate! ¡Vas a provocar que choquemos!
La chica no lo escucho. Siguió con su camino, dando giros bruscos, mientras su compañero se agarraba de donde podía, moviéndose de un lado a otro producto de la fricción.
Cuando al final llegaron al vecindario, la enorme masa de humo alzándose en el cielo comenzaba a hacerse presente, y las llamas del fuego se veían cada vez más visibles, en vueltas en una de las casas del vecindario. Habían llegado tarde.
Sara observo como alrededor del incendio, había varios chicos riendo y gritando, con armas de alto calibre colgándoles de sus pechos. Uno de ellos levanto el arma, y comenzó a soltar tiros en el aire, en modo de festejo. También le habían prendido fuego a una de las patrullas que habían llegado, y algunos cuerpos yacían muertos en el suelo. Los cuerpos de los primeros oficiales que habían llegado al lugar
—Hijos de puta... los mataron a todos —dijo Gale con miedo, observando la masacre.
— ¡Muévete! ¡O nosotros seremos los próximos! —le exclamo Sara, mientras tomaba una escopeta, y él le daba una de las armas reglamentarias—. No cometas nada estúpido, no quiero que mueras.
Sara salió de la patrulla, con escopeta en mano, mientras su compañero se quedaba atrás, intentando destrabar el cargador del arma; y se les acerco a los muchachos que seguían en su festejo, mirando las llamas del fuego.
— ¡Bajen las armas y pongan las manos sobre la cabeza! —les grito, apuntándoles con la escopeta. Pero solo recibió risas de burla por parte de ellos.
— No sabía que los cerdos tenían entre sus filas a perras tan bonitas —le dijo uno de ellos, mientras se giraba y la observaba con burla.
— Sería un desperdicio que solo fuera carne muerta —le dijo otro de ellos.
Sara ahora sabia lo estúpida que había sido al enfrentarse así con ellos, La superaban en número por mucho, además de que todos estaban armados hasta los dientes. Pero la impotencia de ver como quemaban la casa del sujeto que solo hace unos días planeaba interrogar la carcomía por dentro.
— ¡Bajen las malditas armas! —volvió a gritarles, atenta a que ninguno intentara hacer nada estúpido, y asesinarlo de un disparo.
— ¿Al menos sabes cómo usar esa cosa? —le respondió uno de ellos, riéndose.
En eso, uno de los chicos salió desde atrás, mostrando presencia y miedo solo con mirarlo. Era pelirrojo, de pelo rizado, con una edad aparentemente joven, de no más de 25, y con ojos que mostraban nada más que maldad, odio, y remordimiento. Pero sonreía, como si de un chiste se tratara. Un chiste bastante gracioso.
— ¿O si no que, perra? —le dijo entre dientes, aun embozando esa sonrisa.
A Sara le dio tal miedo, que estuvo a punto de accionar su escopeta contra aquel sujeto. Y eso fue lo que hubiera hecho, si no se hubiera percatado de lo cerca que ya estaba ese pelirrojo de ella. Cuando jalo el gatillo, el chico solo tomo el cañón del arma, y la desvió a un lado. Algunos cachos de los cartuchos le dieron en el hombro y el cuello, rozándoles y causándole pequeñas quemaduras y rasguños que comenzaron sangrar. Pero el chico ni se inmuto. Solo le siguió sonriendo.
— Parece que fallaste —le dijo, terminando con una risa.
Antes de que Sara pudiera hacer algo, el chico le arrebato la escopeta de las manos, y le dio un duro golpe con la culata del arma en el estómago, haciendo que se agachara, intentando recuperar el aire. Pero a los dos segundos, igual con el arma, recibió un duro golpe en la parte lateral de su rostro, como si de una bofetada se tratara, igual con la culata del arma, derribándola en el suelo.
Sara levanto la vista, y miro como el pelirrojo le apuntaba con la escopeta, justo en el rostro. Eso era todo, así es como iba a morir. Todo por su idiotez e imprudencia.
— ¡Sara, no! —grito Gale a lo lejos, comenzado a abrir fuego. Se había olvidado completamente de él.
Los disparos que soltó su compañero les dieron a dos de los chicos armados que estaban a su alrededor, que cayeron al suelo heridos. El pelirrojo al ver esto, levanto el cañón de la escopeta, y arrebato contra Gale. Sara solo escucho dos disparos del arma, y después los alaridos de su compañero, mientras caía al suelo. Lo habían herido
Antes de que sucediera algo más, llegaron más patrullas al lugar, de donde salieron varios oficiales, que, a diferencia de ella, que se paró y les dio una advertencia, comenzaron abrir fuego antes de si quiera decir una palabra.
Los chicos, como era de esperarse, les devolvieron el fuego de una manera ferviente, mientras buscaban desesperados donde cubriste de la lluvia de balas. Sara aprovecho la confusión, y aun en el suelo, le soltó una patada en la pierna al pelirrojo, haciendo que este se soltara la escopeta del dolor, y casi perdiera el equilibrio.
Cuando recupero su escopeta, intento apuntarle de nuevo, para ahora si asesinarlo, pero el chico fue más rápido que ella, y le soltó una patada en el rostro, que la dejo mirando borroso y nublado. Escucho más disparos, y algunos gritos de sus compañeros heridos. Cuando logro recuperar la compostura, el pelirrojo ya había desaparecido, y el fuego cruzado entre los dos bandos seguía.
Sara se levantó como pudo, y corrió hasta donde había visto a Gale caer en el suelo. Cuando lo encontró, ya había un oficial haciendo presión en su herida, para que no terminara por desangrarse. Le habían dado en el estómago, en la parte derecha para ser más exactos.
— ¿Estará bien? Gale por favor, resiste —su compañero aun seguía consiente, pero quizá por el dolor que sentía, no era capaz de pronunciar alguna palabra.
— Ya llamamos a una ambulancia, estará bien, el cartucho no le dio por completo, se expandió antes de que llegara a impactarle —le dijo el oficial que había ido a auxiliarlo—. Solo necesita resistir haya que la ambulancia llegue.
Sara estuvo a punto de decir algo, antes de que escuchara el sonido de las llantas rechinar en el pavimento. Se estaban dando a la fuga. Los malditos que habían quemado toda su evidencia, y habían herido a su compañero se estaban dando a la fuga.
— Déjalos, no valen la pena, son demasiados.
— Se están escapando... —Sara miro con impotencia, mientras los últimos de esos pandilleros dejaban de regresar el fuego, y se escapaban en sus vehículos.
— ¡Olvídalo! Ya no es nuestro problema, cumplimos con venir aquí. Ahora ayúdame a salvar a tu compañero.
Estaba entre la espalda y la pared. Arriesgarse a perder el único rastro de su evidencia, y que toda su investigación desapareciera como la casa que estaba en llamas en ese momento, o aferrarse a ella, aunque no le correspondiera. Aunque estuviera fuera de su deber. Tenía que elegir, y el tiempo se le agotaba.
— Estará bien —fue lo que le dijo, mientras le soltaba la mano a su compañero.
— ¿Qué? —el oficial exclamo, incrédulo.
— Es fuerte. Va a estar bien.
Acto seguido, sin escuchar alguna otra palabra, Sara se reincorporo de nuevo, tomo su arma, y corrió hacia su patrulla, donde una vez adentro, encendió la sirena, y arranco el motor, dejando a todos sus compañeros detrás, mientras el sonido de la ambulancia comenzaba a cercarse. Gale estaría bien, el chico era fuerte. No necesitaba de ella.
No tardo en alcanzarlos. Eran una fila de 4 autos en total, que se pasaban semáforos y calles indiscriminadamente. Incluso estuvieron punto de atropellar a un par de peatones, si estos no se hubieran apartado en el momento preciso.
Quizá si lograba que uno de ellos chocara, podría atrapar a un par, para después interrogarlos. Sí, eso era lo que tenía que hacer, desviar a uno del camino. Pero ¿Y los civiles? ¿Y si algún inocente resultaba herido por el desvió y choque de los autos? No podía permitirse el lujo de que gente inocente saliera lastimada por su culpa. Ya estaba rompiendo un montón de códigos y reglas solo por el hecho de continuar con la persecución. ¿Entonces cómo diablos se supone que los iba atrapar?
Interrumpiendo sus pensamientos, una bala impacto en el lado derecho del parabrisas de la patrulla, donde se suponía que estaba el copiloto. Sara miro al frente, y vio a ese maldito chico de cabello pelirrojo afuera de una de las ventanas del auto, en el penúltimo de a fila, con lo que parecía una "Carabina Gamo Cadet" en sus manos, disparando al vacío sin apuntar a algo exactamente. Otra bala impacto en el parabrisas del lado del conductor, a lo que Sara tuvo que agachar la cabeza, por miedo a que una de las balas los alcanzara. Los autos comenzaron a desviarse por el sonido de las balas, mientras que la gente que caminaba por la calle empezaba a huir despavorida, mientras que otros se tiraban al suelo intentando no ser víctimas del fuego cruzado.
Sara no podía devolverles el fuego, sus manos tenían que seguir en el volante, o terminaría ella chocando y perdiéndolos. No podía permitir eso, tenía que atrapar a los hijos de puta ¡Tenia que hacerlo!
Movió la palanca de velocidades, y acelero hasta donde la maquina pudo soportar. El para choques impacto con el primer automóvil, haciendo que el pelirrojo metiera la cabeza y se pusiera al cubierto. Volvió a retroceder y chocar, haciendo que el auto casi perdiera el control. Si lograba hacerlo una vez más, quizá lograría hacer que derraparan, y así se detuvieran.
En eso, la fila de autos doblo a la izquierda, haciendo que por la velocidad a la que iba Sara, se pasara de largo. Pero logro memorizar en la calle en la que los pandilleros iban, por lo que giro en la misma calle, y comenzó a perseguirlos con la cuadra de diferencia. La gente miraba espantada como la patrulla iba a toda velocidad, rompiendo cualquier limite. A ese punto, si algún distraído atravesaba la calle, Sara no tendría tiempo de frenar si quiera. Tenía que tener mucho cuidado, o confiar plenamente en su suerte.
Cuando por fin estuvo segura de haber logrado establecer cierta ventaja respecto a los pandilleros, giro a la calle a la que se encontraban ellos, y justo cuando pasaba uno a toda velocidad, Sara lo logro envestir. El impacto del auto hizo que este se volcara, dando varios giros por la inercia. El para choques de Sara logro resistir el impacto, por lo que el auto, pese que del capo estaba bastante dañado, todavía estaba en funcionamiento. Los demás autos simplemente aceleraron; pero Sara, en su afán de atrapar hasta el último de ellos, cegado por lo imposible que era esa acción, se limpió el labio roto que tenía por el choque, y volvió mover la palanca de velocidades, acelerando.
Ahora el auto que iba hasta atrás era donde se encontraba aquel tétrico pelirrojo. Algo le decía, que, si lograba atrapar aquel vehículo, obtendría todas las respuestas que estaba buscando. Solo tenía que desviarlo lo suficiente.
Pero con lo que no contaba, es que una vez estuviera lo suficientemente cerca de nuevo del auto, aquel chico se volviera asomar por la ventana, pero esta vez no con ninguna carabina, si no con algo mucho, mucho más pesado.
Una maldita RPG-7 (Una granada propulsada por cohete), que el pelirrojo saco por la ventana, y tambaleándose, intentando apuntar con ella, directo a Sara. En cuanto ella lo miro, supo que estaba condenada. Pensó en frenar el auto en seco, y meter la reversa para alejarse lo más posible de él, pero ya era tarde. Ese maniático había jalado el gatillo, y ni siquiera le dio oportunidad de bajar la velocidad.
El propulsor dio en el pavimento, y una onda explosiva de fuego se expandió dándole al costado de la patrulla, que, por la fuerza, y combinada con la velocidad a la que iba el vehículo, este término volcándose, volando un par de metros a la misma dirección en la calle en la que iba. Sara intento sujetarse de algo, pero era tarde, los cristales laterales, como el parabrisas se destrozaron por dentro, rasguñándole la cara y demás partes del cuerpo que no tenía cubiertas. Cuando el auto se estrelló con el pavimento boca abajo, Sara se dio un duro golpe en la cabeza que la dejo al borde de quedar inconsciente. La patrulla quedo varada en la calle, boca arriba, con el fuego en el suelo y alrededor del vehículo por la explosión. Sara estaba de cabeza, colgada de su asiento gracias al cinturón de seguridad. Estaba segura de que sangraba, pero le dolía todo el cuerpo, que no supo ni de donde rayos venían sus heridas.
Lo último que vio, fue los autos de los pandilleros alejándose, mientras una risa se escuchaba disiparse lentamente. Una risa desquiciada, de victoria.
Sara sabía que, si no se empezaba a mover, y salía lo más pronto de ese vehículo, la cosa no iba tardar en prenderse en llamas y explotar. Pero estaba tan adolorida y cansada, que el simple hecho de imaginar moverse, comenzaba dolerle. La sangre comenzó a correrle por la mejilla, y después por su ojo. Se había herido el brazo quizá, o una parte de su abdomen. Y para rematar, el penetrante olor a gasolina comenzaba a inundar el lugar. No le quedaba mucho tiempo, si algo no cambiaba en el próximo minuto, podía estar segura de que ese sería su fin.
Pero al menos pudo detener una de esas camionetas... y eso la consolaba. No todo había sido en vano, había logrado dentar a algunos de esos infelices. Solo le hubiera encantado poder... continuar un poco más...
Y las sirenas de las patrullas comenzaban escucharse a lo lejos. Sus compañeros habían llegado...
Pero antes de que otro pensamiento pudiera llegarle a la mente, la pedida de sangre logro cobrarle factura. Su cuerpo no pudo aguantar más, y perdió el conocimiento, en medio de todas las llamas y destrucción.
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