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Capitulo 39

Ya había pasado unos días desde que esa extraña y molesta policía había venido a interrogarme a mi casa. El lugar seguía siendo una autentica porquería, pero al menos ya me había dignado a lavar mi cabello y mi cuerpo, además de que también había ido a lavar mi ropa. Me encontraba lavándome los dientes con pesadez enfrente de ese mugriento espejo oxidado en el baño, haciendo buches con el agua, y escupiendo toda la porquería en el lavadero.

Era mi primer día de regreso a la escuela, después de que me metieran esa suspensión por deformarle con un cuchillo la cara a uno de los imbéciles amigos de Oscar. No tenía planeado ir, ni siquiera tenía planeado, aunque fuera regresar al colegio; pero Penny llego a plantarse fuera de mi puerta una noche entera, y me amenazo que no se movería de ahí, hasta que me dignara abrirle la puerta.

Estuvo más de 4 horas afuera, y al escuchar como titiritaba fuera del departamento, muerta de frio, y con la nariz llena de mocos, mi moral humana pudo más con mi orgullo, y la deje pasar, aunque eso significara que viera en el lamentable estado en el que me encontraba.

Después de hablar y hablar y hablar, y que me convenciera de mínimamente de bañarme y asilarme, aunque fuera un poco, logro regresarme las ganas de volver a la escuela, aunque fuera junto a ella. Esa noche también dormimos juntos; aunque no pasó nada raro, y lo único que hicimos fue dormir, la compañía de otro ser humano en ese lúgubre departamento fue como un enrome destello de luz en la oscuridad que me consumía.

Aunque no tuviéramos las mismas clases juntos, podríamos pasar tiempo los dos entre el intermedio de estas. Y si algo me faltaba urgentemente, era algo de contacto humano, para que no descendiera más ese poso de depresión y autodestrucción en el que ya me encontraba en camino.

Cuando estaba por ponerme la chaqueta negra de siempre, escuche como alguien tocaba la puerta, y me llamaba por mi nombre.

— Arthur, soy yo. Espero que ya estés listo, porque no te vas a zafar de regresar ¿bien? Te traje un sándwich... no sabía si te gustaba de atún, así que te traje de mermelada, pero si no te gusta la mermelada, puedo darte el de atún que yo tengo. Y si no te gusta ninguno de los dos... tengo galletas de avena, aunque siguen sin ser lo mismo que un sándwich.

Tomé mi mochila, y le abrí la puerta a Penny, encontrándola enfrente mío, intentando organizar sus bolsas con sándwiches y galletas. En cuanto me vio, su sonrisa me ilumino un poco mis ojos, a lo que yo pude sonreír levemente un poco también.

— Si sabes que no tienes que hacer nada de esto ¿verdad? Eres mi pareja Penny, no mi mama. No deberías molestarte tanto.

— Bueno, si algo tengo en común con tu madre, es que ambas te amamos. Y no me voy a quedar parada mientras veo cómo te estas hundiendo en tu propia miseria, echando a perder tu vida. Así que deja de ponerte tan melindroso, y acepta el sándwich que te traje —en eso, me extendido las dos bolsas, para que pudiera escoger una de ellas—. Entonces ¿Atún o mermelada?

Solo negué con la cabeza, suspirando con una pequeña sonrisa en mis labios, tomando la bolsa con el sándwich de mermelada, a lo que Penny solo me sonrió complacida.

Una vez cerrara la puerta de mi departamento con la defectuosa chapa, los dos tomamos el transporte público, donde me quede dormido sin querer en el hombro de Penny todo lo que duro el trayecto. Aunque los últimos días me la hubiera pasado acostado y durmiendo todo el tiempo, inexplicablemente me seguía sintiendo cansado, muy muy cansado, apenas dándome las fuerzas para mantener mis parpados abiertos. Penny no pareció importarle, ya que sentí su brazo acomodándose en mi espalda, dejando que me pusiera un poco más cómodo.

Aun no le había contado a Penny la razón por la que estaba tan triste y pesimista, pese a que me lo pregunto varias veces. No tenía los ánimos para mentirle sobre lo que en realidad estaba pasando, limitándome a contestarle solo que "por todo" estaba triste. Aunque ella claramente sabía que no era por eso, quizá vio prudente dejar de insistir con el tema, ya que no volvió a tocarlo. Quizá tendría la confianza de que en algún punto se lo pudiera llegar a contar, aunque ni yo estaba seguro de eso. Solo terminaría rompiéndole el corazón.

Una vez llegamos a la escuela, nos bajamos del autobús, y Penny, tomando mi fría y dura mano, quizá para que no me sintiera tan solo, entramos juntos.

— En cuanto terminen mis clases, te veo en el comedor. Traje algo de dinero para poder comprar un refresco o un café, no sé qué es lo que prefieras —me comento Penny con dulzura, mientras caminábamos por los pasillos, yendo a su salón de clases.

— Café... café está bien. Y no te preocupes por eso, yo los invito —le conteste, con una sonrisa tranquila, enseñándole un billete que tenía en mi bolsillo—. Y no se te vaya a ocurrir decime que no; ya hiciste mucho por mi trayéndome el desayuno, déjame compensarte, aunque sea un poco.

— Claro, claro, está bien. Te veo al rato entonces —me respondió Penny, con una risa nerviosa. En cuanto llegamos a su salón, se colocó enfrente mío, y se despido dándome un beso, que me dejo sonriendo como tonto.

Después de haberla dejado, camine por los pasillos de la escuela en soledad, hasta llegar a mi salón donde daban mi clase de literatura. Cuando entre y me acomode en mi pupitre, mirando todas las caras desconocidas, no pude evitarme sentir solo. Rodeado por 40 personas, y aun así sintiéndome tan aislado como si no hubiera nadie. Me era imposible también concentrarme; mi profesor hablaba y habla de la literatura del siglo XVII, y como había influido en los movimientos del barroco y no sé qué tanta mierda más que no lograba entender.

Mi cabeza estaba totalmente en otro sitio. Aunque mi mirada estuviera en el profesor, escribiendo un monton de términos en la pizarra, lo que en realidad miraba era el rostro de Astrid golpeado y sucio, mirándome con miedo y tristeza. Podía oler aun la sangre de Yael, y sentir como sus tripas caían en mis zapatos, con mis dedos pegajosos y mis uñas sucias y viscosas, enterrando el cuchillo en su estómago una y otra vez. El calor de las llamas en mi rostro, y las lágrimas en mis mejillas, golpeando esa puta cabina telefónica con todas mis fuerzas.

Mi cabeza me comenzó a doler, y empecé a sentirme tan mareado que pensé que me podría desmayar en cualquier momento. La voz del profesor me comenzaba a irritar... y mucho. Los mormullos de mis compañeros se escuchaban cada vez más y más alto, y la silla en la que estaba sentado a cada segundo que pasaba se ponía más incómoda. El momento cumbre sin duda fue cuando rompí el lápiz que tenía en mi mano, de tanto apretarlo. No soporte más, y decidí tomar mis cosas, y salirme del salón, sin importarme que todos mis compañeros y el maestro mismo se me quedaran viendo de forma extraña.

Cuando salí al pasillo, intenté tomar aire y esperar a que me calamara un poco. No sabía que mierda me estaba pasando, pero de lo que estaba seguro es que no era nada bueno.

Al final, decidí caminar un poco por los pasillos para ver si así podía sacarme toda esta tensión y estrés que llevaba encima Llegué a los comedores, los cuales estaban vacíos por la fría mañana. Decidí sentarme en una de las sillas, y apoyar mi barbilla sobre mis brazos, recostándome un rato, mirando el lugar con desdén.

Odiaba este lugar con cada célula de mi cuerpo. Pese todo lo que había pasado, seguía sin comprender por qué carajo continuaba viniendo aquí. Quizá por orgullo, o por miedo a decepcionar a mi madre. Ella siempre estuvo entusiasmada de que viniera aquí, pero yo tarde menos de una semana en detestar este lugar con toda mi alma.

Pero ya estaba aquí, y tenía que continuar con la fachada, al menos por mi madre, y por Penny. Cuando yo empecé a tomar mis propias decisiones, no deje de cometer estupidez tras estupidez tras estupidez. Quizá era eso en lo que realmente era malo; en tomar decisiones correctas. Quizá debí de haberme quedado como un mísero lavaplatos, ganando migajas a base de la sobreexplotación. Migajas, sí, pero migajas honradas. Migajas limpias de sangre, y de mentiras...

Aunque con ellas, probablemente mi madre hubiera muerto ¿y de que me serviría el honor y la honestidad, si al final me quedaba solo de igual manera? Todo era tan complicado en mi cabeza, que a veces solo deseaba que se apagara un momento, para dejarme de atormentar con tantos remordimientos pasados, que solo se encargaban de recordarme una y otra vez, que "volver al futuro" era ficción, e hiciera lo que hiciera, el pasado se seguiría quedando como pasado. Y nada ni nadie podría cambiar esa naturaleza...

— Sabía que vendrías; cielos amigo, me da mucho gusto volver a verte —escuche la voz de Chucho detrás mío, mientras me tomaba uno de los hombros, de forma amistosa—. Ni modo Esaú, me debes 10 dólares.

Cuando me giré, vi a mis dos amigos detrás mío. A Esaú con una cara amargada, entregándole a Chucho un billete, que recibió con una sonrisa triunfante.

— ¿Qué hacen aquí ustedes? —les pregunte con desinterés, volviendo a posicionar mi mirad a hacia la nada, a lo que los dos se sentaron en la misma mesa que yo, haciéndome compañía.

— Vine a recoger unos papeles, para ya darme de baja por fin de esta puta escuela de cagada —me respondió Esaú, mientras se tronaba el cuello—, el solo vino a clases, como tu supongo.

— ¿Así que al final desistirás?

— Nunca me gusto esta escuela, y la verdad, con el puto de Ezekiel haciéndonos la vida imposible, lo último que necesito es que un anciano que cree saber mejor que yo por un pedazo de papel llamado "doctorado" me esté reventando las pelotas. Así que si, desisto de esta escuela de mierda.

— Te envidio —le respondí con una mueca.

— ¿Y tú? ¿Qué te hizo levantarte finalmente de la cama, y volver a tocar los rayos del sol? —me pregunto Chucho, en tono de broma.

— Chantaje emocional, si quieres la respuesta corta —le dije con una sonrisa forzada, pero con la mirada más que desanimada—. Penny se plantó en la puerta de mi departamento hasta que le decidí abrir. Después me puso una cara de gatito suplicando, y me convenció de regresar aquí. Las cosas que hago por amor...

— ¿Por amor? —Chucho pareció reírse de mí, a lo que yo solo me voltee para mirarlo, extrañado—. Deberías de hacerlo por ti, no por ella. Está bien que sea tu novia y te amé y todo eso, pero no es tu madre, ni tampoco alguna especie de "salvadora" o algo así.

— Ya lo sé. Yo no le pedí que hiciera nada de todo esto.

— Pero lo hizo, porque te ama y se preocupa por ti. Pero no le dejes todo el trabajo a ella amigo. Si tú no te ayudas, nadie lo podría hacer —solo solté un bufido molesto al escuchar las palabras de Chucho. Sabía que tenía razón, pero no estaba de humor para escuchar sermones de nadie.

— A todo esto ¿Cómo sigues? Ya sabes, por lo que paso... —me pregunto Esaú, a lo que yo solo levante la mirada, y suspire con pesadez, volviendo a girar hacia la nada.

— Sigo con ganas de morirme —le contesté, riéndome forzadamente; pero al ver la cara de preocupación de mis amigos, supe que debía cambiar mi respuesta—. Pero estoy mejor, un poco mejor. Digo, al menos hoy no me desperté sintiendo culpa. Solo un recuerdo algo melancólico. La extraña mucho... y eso dudo que vaya a cambiar en algún punto, pero... creo que estoy comenzado a aceptarlo.

— Michael nos dijo que intento hablar contigo hace unos días, y parece que no salió muy bien —me dijo Chucho, con una leve sonrisa

— El tarado quería que regresara al negocio. Pero le dije que no. Estoy fuera.

— ¿En serio? ¿Ya no más desventuras mafiosas? —siguió bromeando Chucho, aunque no pude forzarme sonreír.

— No, termine con toda esa mierda. No más. Estoy fuera.

— Cielos... bastantes agallas las tuyas. Michael nos dijo que te pusiste histérico y le gritaste una bola de insultos en medio de la calle.

— Estoy harto. Ya no quiero saber nada de ellos nunca más, y si no le parece, bien. Me da completamente igual.

Chucho me miro desconcertado. Quizá porque no había visto esa faceta mía. Pero más que mostrarse enojado, o confundido, su mirada fue triste. Decidió sentarse enfrente mío, donde inclino sus brazos, y solo se me quedo mirando. Espere a que me dijera alguna idiotez como que no podía dejarlos solos, que estábamos juntos en esto, o que tenía que superar lo de Astrid. Espere cualquier cosa, menos lo que me terminó diciendo, lo que me hizo levantar mi mirada de inmediato.

— Quizá sea la decisión correcta.

— ¿Qué...? ¿Hablas en serio? —le pregunte, a lo que mi amigo solo me sonrió.

— Michael no se lo va a tomar nada bien, pero lo entenderá. No es como Oscar. Si lo que quieres es salirte de toda esta porquería, no voy a decirte que está mal. Cada uno de nosotros tomo decisiones incorrectas por las razones correctas; y en algún punto esas decisiones terminaran por sofocar a las razones. Y quizá contigo ese momento ya llego

Iba a contestarle algo a mi amigo, pero al final desvié la mirada detrás suya, y observé algo que no me gustó nada.

Uno de los amigos de Oscar estaba hablando con Penny y su grupo de amigas, pero más que hablar, parecía estar hostigándola. Se llamaba Zack. Era un tarado deportista capitán de algún equipo de mierda de la escuela. No sabía si de basquetbol o de Fútbol americano, alguna mierda así. Era uno de los amigos más fastidioso que tenía el tarado de Oscar, más por que como el idiota practicaba deporte, estaba en muy buena forma, y eso le daba motivos para fanfarronear. Pero al menos, de todos los amigos que tenía ese baboso, él no fue uno de los que me asaltaron en el baño la otra vez, porque si hubiera sido el caso, seguro que yo y Chucho hubiéramos perdido la pelea.

Me acerque un poco, para ver de qué mierda estaban hablando, pero sin llamar la atención demasiado. Cuando estuve a buena distancia, noté el que Zack abrazo despectivamente Penny con el brazo, lo que me hizo sentir una punzada en la espalda. Pero la cosa no empeoro hasta que vi la expresión de Penny, que estaba seria e incómoda, intentando sacárselo de encima disimuladamente, pero sin conseguirlo.

— ¡Bien, está decidido! Va a ser una noche muy divertida —exclamo Zack, con entusiasmo, abrazando más fuerte a Penny, con su grupito de amigos riéndose a su alrededor. Penny solo lo miro con amargura, y después soltó un bufido, molesta.

— ¿No me escuchaste la primera vez? Te dije que no. Voy a estar ocupada en la tarde, lo siento —le dijo, finalmente quitándoselo de encima, a lo que Zack solo la miro confundido.

— Ay por favor Penny, no te hagas del rogar ¿Qué vas a hacer aquí? no seas aburrida. Al menos acompáñanos de aquí a nuestros autos, y lo piensas un poco ¿no?

— No hay nada que pensar Zack, ya te dije que no iré a esa fiesta, no es tan difícil de entenderlo.

— ¿Qué? ¿Vas a quedarte a ver a ese rarito?

Penny inclino su cabeza claramente molesta, mirando a Zack de una manera nada amigable

— Si lo veo o no lo veo, eso no te importa. Es asunto mío.

— Por favor Penny ¿Cómo puedes seguir con ese... psicópata? Después de lo que le hizo...

— Basta ¿Si? No me interesa saber qué opinas de él. Ni siquiera lo conoces.

— Le corto la cara a un chico... con un cuchillo ¿Qué más necesito conocer? Además, estoy seguro de que ese enfermo tiene algo que ver con la desaparición de Oscar. Todo el mundo sabe que no está bien de la cabeza ¿Por qué lo sigues defendiendo?

— ¿Por qué te sigues metiendo en cosas que no te incumben? Es mi problema, mío y solo mío.

— Por qué... me importas Penny. Y no quiero que estés en peligro por estar con ese loquito de mierda que en cualquier momento podría hacerte algo a ti también —Zack le intento tomar las manos a Penny, pero ella se alejó al instante, metiéndolas en su chaqueta, y desviando la mirada, frunciendo el ceño.

— Ya te dije que no iré a ningún lado contigo. Hoy estoy ocupada.

— ¿Con él? ¡Está loco, Penny! ¡Loco! Es peligroso y...

— ¡Hey! Creo que fue clara la primera vez —finalmente me acerqué y me metí en la discusión, colocándome enfrente de Zack.

— Hablando del rey de roma... —me dijo Zack, con desprecio.

— Arthur... —sentí a Penny tomándome del brazo, para que me alejara de Zack, pero yo no cedi.

— Penny tiene razón ¿Por qué no te metes en tus putos asuntos, antes de estar husmeando en cosas de las que no sabes una mierda?

— ¿Qué es lo que no sé exactamente, Arthur? ¿Qué le desfiguraste la cara a un chico con una navaja? ¿Y qué dejaste a otros 3 en terapia intensiva? O aún mejor ¿Por qué no hablamos de lo que paso en primer año?

— Sera mejor que te calles, o si no...

— ¿Si no que? —me empujo con fuerza haciendo que casi me resbalara.

— ¡Arthur, no! —me tomo Penny con más fuerza del brazo, al ver que estaba dispuesto a regresarle el empujón—. Déjalo en paz, y vámonos.

— Un puto bicho raro, eso es lo que eres. Lastimas a todo el mundo y después te crees la víctima. Siempre justificando todas las mierdas que haces ¿no?

— Si dices una palabra más, juro que te hare tragarlas con todo y dientes.

— Quiero ver que lo intentes, gusano...

— ¡Hey ya basta! —Penny se terminó metiendo en medio, obligándome a que la mirara—. Ya basta... por favor Arthur...

Cuando la miré, supe que tenía que calmarme. No me miraba con compasión, o amor, ni siquiera tristeza o enojo. Era... miedo. Penny me tenía miedo.

Suspire, tome un poco de aire, y logre calmarme. Solo levante la mirada para ver a Zack con desprecio, antes de negar con mi cabeza, y darme la media vuelta para irnos de ahí, tomando a Penny de la mano.

— ¿Qué? ¿te acobardaste? ¿Eso es todo? —no me digne ni en girar la cabeza, lo que claramente solo hizo molestarlo más—. Está bien ¡lárgate! ¡que te siga defendiendo tu novia! Que no puedes si ella no da la cara por ti ¿verdad? Todavía haciéndote el valiente, fenómeno de mierda ¡me das asco!

Mi sangre estaba hirviendo por dentro, pero no le iba a dar ese gusto. Fue hasta que escuche pasos violentos detrás de mí, y después la sensación de que algo viscoso me cayó en la nuca, embarrando mi cabello.

Me pare en seco, y lentamente moví la palma de mi mano hacia mi cabeza. Intentando descubrir lo que me había caído. Cuando lo sentí, me gire despacio, y mire a Zack enfrente mío, quien tenía embozada una sonrisa burlona.

— ¿Me... acabas... de... escupir...? —le pregunte palabra por palabra, a lo que Penny paniqueada, intentaba jalarme del brazo sin éxito.

— ¿Qué le paso a Oscar, Arthur? ¿Me lo vas a decir? Asesino de mierda...

— ¡Ya déjame en paz! —le grite, intentando empujarlo, pero este me esquivo, tomándome de uno de mis brazos, haciéndome perder el equilibrio, lanzándome de forma violenta hacia el pavimento.

Zack se rio, mientras levantaba los puños. Yo furioso y avergonzando, me levanté lo más rápido que pude. Escuche a Penny gritar algo, pero en este punto ya no podía escucharla

— ¿Me querías molesto? Bien, me tienes molesto hijo de puta —exclame, mientras me quitaba la mochila y la lanzaba aun lado, junto con la chaqueta, a lo que Zack sonriente, me imito.

— Adelante, maldito raro. No sabes cuánto tiempo estuve esperando esto...

Cuando Zack se quitó la mochila, fue hacia mí con los puños en alto, apunto de atacarme, a lo que yo hice lo mismo, y levanté mi puño listo para asestarle un golpe.

Pero antes de que ninguno de los dos pudiéramos llegar a tocarnos, Esaú salió de la nada, y le asesto una dura patada a Zack en el estómago, haciendo que se deladeara hacia una de las mesas de piedra del comedor.

Yo me aleje, impactado. Me había olvidado por completo de mis amigos; cuando miré hacia atrás, vi a Chucho corriendo desde la multitud, mirando con los ojos abiertos lo que Esaú acaba de hacer. Pero mi amigo apenas había empezado. Tomo a Zack de la playera, y le asesto un golpe directo en la nariz, aturdiéndolo, para después soltarle dos rodillazos en el estómago, ocasionando que el aire se le saliera de los pulmones.

Las amigas de Penny, como los de Zack se amontonaron alrededor del lugar, lo que ocasiono que más personas les captara la atención, y se acercaran para ver qué era lo que estaba pasando. Esaú comenzó a soltarle patadas a Zack en el suelo, quien se había arrinconado en una de las mesas, intentando cubrir los golpes con la palma de su mano.

En eso, llego una de las profesoras corriendo, intentando tomar a Esaú del brazo, pero este, eufórico, simplemente la empujo con todas sus fuerzas, lo que hizo que la maestra perdiera el equilibrio, y cayera al suelo, siendo auxiliada por varios alumnos.

Esaú tomo a Zack del cabello, e impacto dos veces su cabeza sobre la mesa de piedra, para después arrojarla sobre el pavimento, y comenzar a patearlo ahí, mientras el pobre se arrastraba desesperado, intentando huir. Esaú lo jalo de la pierna, y lo regreso hacia él, donde comenzó a patearlo sobre el estómago y las costillas, con Zack haciéndose bolita intentando cubrir los golpes. Una multitud había rodeado a Zack y a mi amigo, con diferentes exclamaciones, algunas apoyando la pelea, mientras que otros rogaban por que se detuviera.

Esaú finalmente pareció cansarse, ya que dejo de patear a Zack por un instante, y parecía estar dispuesto a dejarlo en paz. Pero el tarado, en vez de aceptar la derrota y salir de ahí antes de salir más lastimado, saco lo que parecía una navaja pequeña de su calcetín, la cual utilizo para apuñalar la parte de arriba del tobillo de Esaú. Aunque la navaja no pareció perforarle de manera tan mortal a mi amigo, si se convirtió en una enorme molestia que no le dejaría pelear a gusto. En cuanto Esaú sintió el pinchazo, se devolvió y le dio una fuerte patada en el rostro a Zack para después sacarse la navaja de la pierna, y casi perder el equilibrio, teniendo que apoyarse en una de las mesas del comedor.

Zack intento levantarse para huir, adolorido, pero en su trayecto de escape, se topó conmigo frente a frente, por lo que furioso, trato de empujarme para quitarme de su camino; pero yo, que ya estaba eufórico desde antes, lo tome del cabello, y le estrelle la cabeza contra el pavimento. Una vez hay, comencé a soltarle patadas en el abdomen con todas las fuerzas que tenía, y a los segundos, Esaú se me unió, pateándolo con su pierna sana. Así estuvimos los dos como alrededor de 30 segundos, pisándolo y pateándolo en todo el cuerpo, mientras la enorme multitud que ya se había formado, se la pasaban gritando disparates al azar, que ya no podía estar seguro si es que nos seguían apoyando, o nos suplicaban que nos detuviéramos. Alguien me intento jalar del brazo para apartarme de Zack, pero yo de un manotazo la parte con todas mis fuerzas, escuchando como la persona caía al suelo.

Finalmente, llegaron las personas de seguridad de la escuela, con el director con ellos. Dos de esos gorilas me tomaron de los brazos y me sometieron con relativa facilidad, mientras yo gritaba y me retorcía como podía para librarme. Esaú golpeo a un guardia que trato de sujetarlo, con una patada directo al mentón que lo termino por derribar. Y aprovechando la contusión, salió corriendo hasta donde su herida se lo permitía.

Una vez me tiraron al suelo, pude ver alrededor con mis compañeros me miraban asustados. Chucho estaba entre ellos, no sabiendo que hacer, solo pudiendo mover sus manos nerviosamente, Y entre todos, vi a Penny en la multitud... que estaba tirada en el suelo, y una de sus amigas la estaba ayudando a levantarse del suelo. Su rostro como su ropa estaban llenas de tierra, y sus ojos los tenía llenos de lágrimas; cuando me miro, solo pude ver terror y decepción en sus ojos, para después desviar la mirada rápidamente, y salir del lugar con sus amigas.

Pero que idiota era.

Lo siguiente que recordaba después de que los guardias me sometieran, era estar en la oficina del director, lleno de tierra en la cara, con la chaqueta y la playera desarreglada, escuchando entre regaño y regaño al cansado hombre, sin prestarle mucha atención realmente. Solo podía pensar en Penny, y en lo estúpido, estúpido que era.

— ¿... entiendes ...? —el director seguía hablando, pero mis oídos no lograban concentrarse en lo que decía, solo palabras y frases al aire —...conductas inapropiadas que... —y seguía— ...intolerables y salvajes... —y seguía— ... se terminó —esa última frase termino por captar mi atención, alzando la vista, mirando a aquel pobre hombre que comenzaba a quedarse calvo por el estrés y la presión —¿Me entendiste Arthur? ¿Comprendes lo que te acabo de decir?

— Expulsión definitiva —le conteste, con frialdad, sin mirarlo a los ojos, solo haciendo una mueca en mis labios.

— Tú me orillaste a esto Arthur. Te advertí una y otra vez, te dejé pasar varias cosas que no debí de haber dejado pasar... y, aun así, desiste echarlo a perder. Lo que aún me carcome la cabeza es ¿por qué? —sentí la pesada mirada del director, lo que me hizo levantar la mía, y encararlo. Pero no supe que responderle — ¿Por qué Arthur?

— No lo sé... supongo que solo estaba... enojado.

— Enojado... ¿solo fue un berrinche?

— No... no fue un berrinche.

— ¿Entonces como prefieres llamarlo? ¿una rabieta infantil?

— No —ahora comenzaba a molestarme más.

— Eres un chico muy inteligente Arthur, eso lo sé. Pero tienes serios problemas emocionales que debes arreglar. No sé cómo estén las cosas en casa, pero si eso afecta...

— ¿Problemas en casa...? ¿emocionales...? ¿Qué mierda está tratando de decirme? ¿usted que sabe de mí? —le interrumpí, apretando mi mandíbula.

— ¿Yo?

— ¿Qué mierda es lo que sabe de mí? Usted no sabe nada, nadie sabe nada de mí, no saben por toda la mierda que eh tenido que pasar solo para estar aquí sentado ¿y me dice que solo soy un niño berrinchudo?

— A ver Arthur... yo no dije que... —le interrumpí, levantando mi voz.

— Deje de pretender saber cosas de mi que no tiene la más mínima idea. Usted es solo un hombrecito en una maldita burbuja de la cual es incapaz de ver más allá.

— Arthur...

— No, no me jodas con el "Arthur..." ¿me tiene lastima? ¿Qué es esa mierda de "eres un chico inteligente, pero debes arreglar tus problemas emocionales"?

— Oye...

— ¿Sabe por qué no me importa que me expulsen? ¡Por que no es nada para mí! ¡no me interesa! Se jactan de su puto "prestigio" en esta escuela de mierda cuando ni siquiera pueden controlar que sus alumnos sean unos pedazos de mierda insensibles y desgraciados con otros. Pase un puto infierno en mi primer año en este puto lugar ¡y a nadie le importo un carajo! hasta que claro, cuando llegue a mi limite ¡y les exploto todo en la cara! Hay si fue cuando les comenzó a importa ¿no?

— Sera mejor que calmes, o...

— ¡No me ayudaron! Su puto psicólogo de mierda solo me puso a hacer dibujos estúpidos diciéndome: "no estés triste Arthur, enojarse es malo, tienes que ser más paciente" —imite la voz chillona del terapeuta, azotando mis brazos contra el escritorio del director— ¡¿es una puta broma?! Y ni siquiera he empezado hablar de los jodidos maestros.

— Bien, suficiente, lárgate de mí oficina ¡ahora!

— Montón de engreídos rabo verde asquerosos acosadores ¿de qué te sirven tantos putos doctorados si eres una maldita porquería de persona? ¿si eres incapaz de enseñarle una mierda a un montón de pubertos, desesperarte, y culparlos a ellos? ¡No son más que abusadores! Tan desesperados por tener respeto, y lo único que causan es asco ¡asco!

— Bien, llamare a seguridad —el director se levantó, tomando el teléfono, pero yo no me detuve. Tome el teléfono con todas mis fuerzas y lo arranque del escritorio, azotándolo contra este, apoyándome.

— ¡No es nada para mi esta puta escuela de mierda! ¡es una puta bacteria! ¿tiene idea de lo que eh estado haciendo todo este último jodido año? ¿tiene idea lo que he vivido? ¿a lo que me eh enfrentado? Me muevo por mundos que ni siquiera es capaz de imaginar en su retrograda cabecita de oficinista ¡No tiene ni idea de lo que puedo llegar a ser capaz! Así que usted, su puta escuela de mierda, sus putos maestros narcisistas, y sus putos alumnos que no son más que malditas escorias desgraciadas, pueden chupármela. Estoy ya muy lejos, como no tiene idea. Soy como Doctor Who comparado con todos ustedes pedazos de porquería idiotas. Así que sí; adiós imbéciles. Hasta nunca.

Me aleje del escritorio, aun con la adrenalina recorriendo mi espalda, pero disipándose poco a poco, a cada segundo que miraba la expresión de director con miedo e incertidumbre. Mire el teléfono hecho añicos en mi mano, y no se me ocurrió nada más que arrojarlo hacia un extremo de la habitación, para finalmente darle una última mirada, y darme la media vuelta, tomando mi mochila, y cerrando la puerta de la oficina a mis espaldas. 

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