Capítulo 38
Sara.
El olor fue lo primero que Sara noto cuando llego al viejo edificio departamental. Era una combinación entre tabaco viejo, y humedad, con quizá algo de dulce, o parecido. Era un aroma muy empalagoso para sus paladares.
Sin duda, la zona en la que se encontraba, aunque no era la más violenta ni por lejos de toda la ciudad, sin duda era de las peores. Esos edificios habían sido construidos desde que ella tenía memoria, y desde el comienzo de la década, por los viejos y deteriorados que estaban, la clase baja de la ciudad que contaba con el suficiente dinero como para alquilar alguno, vivían en esos lugares. Sara no podía evitar sentir lastima por todas ellas; solo era gente sin oportunidades que buscaban sobrevivir de cualquier modo a la jungla en la que se estaba transformando la ciudad lentamente. No podía defenderlos tampoco, pero al menos los entendía.
Después de estar algunos segundos meditando frente a la puerta, intentando agarrar un poco de valor, Sara decidió tocar la puerta del viejo departamento que estaba frente suyo, sin más miramientos, con la esperanza de que el residente de este le abriera la puerta.
Pero, aunque la mujer espero pacientemente, no hubo respuesta, por lo que volvió a tocar la puerta ahora con más insistencia. Finalmente, después del tercer intento, se dignaron a abrirle.
Quien la recibió fue un chico ojeroso, de cabello negro y muy desarreglado, que llevaba pinta de no dormir desde hace varios días, y de tampoco estar comiendo muy bien. Tenía la ropa sucia y un poco desgastada, y el olor que desprendía era muy fuerte; una especie de combinación entre tabaco y algo de alcohol.
El chico la miro firmante, de pies a cabezas, sin mostrar ninguna emoción más que la indiferencia; por lo que Sara decidió empezar la conversación como se debía.
— Disculpe la molestia ¿aquí vive Arthur? Arthur... Miller, me parece —se detuvo un poco, intentado recordar el apellido del chico.
— Depende —le contesto el chico, al mismo tiempo que se cruzaba de brazos, y se recargaba en el marco de la puerta, con la mirada cansada— ¿Quién lo busca?
— Me llamo Sara —se presentó, intentando sonar amable—, de la estación de policía de la ciudad... específicamente, del departamento de personas desaparecidas.
— Aja...
— Y pues... quería ver si podía hacerle unas cuantas preguntas, para una investigación, si no le importa ¿Puedo pasar?
— Espere un momento... ni siquiera le eh dicho si soy ese tal "Arthur" al que busca.
— Bueno... —Sara saco de una carpeta que llevaba varios papeles, donde le mostro al chico uno de ellos, donde tenía la foto del expediente de Arthur— Yo veo que le tienes un parecido ¿no? —le contesto de manera bromista, mientras miraba la foto, y después el. El chico solo rechino los dientes molestos, y torció los ojos—. "violencia, problemas de ira y de control de emociones, peligroso sin tratamiento psicológico" vaya, y eso es solo lo que tu expediente escolar dice de ti. Parece que en tu primer año mandaste al hospital en una pelea a un chico... y apenas enviaste a otros tres, y le mutilaste la cara con un cuchillo a uno de ellos. ¡Pero qué me dices! Si ni yo en mis años de preparatoria conocí a alguien tan... problemático.
— Vaya directo al grano ¿sí? —les respondió el chico fastidiado, incorporándose de nuevo enfrente de la puerta.
— Como quieras —Sara paso de largo a la casa de Arthur, sin esperar a que él le invitara de manera verbal. Miro a su alrededor unos segundos, percatándose del enorme chiquero en el que vivía, teniendo cuidado de no pisar nada pegajoso en el suelo—. ¿Y dónde están tus padres? No me dirás que vives aquí solo
— No tengo padre. Y mi madre está enferma, está internada en el hospital. Tuberculosis.
— Ouh... lo siento mucho.
— No, no importa. Son cosas que pasan, supongo.
— Debe ser bastante caro tener que pagar todas esa facturas y medicinas para esa enfermedad tan... complicada
— No tiene ni idea...
— ¿Y de dónde es que sacas todos esos ingresos? Si es que puedo saberlo, claro.
El chico pareció morderse la lengua, y preocuparse al momento de responder la pregunta. Pero una vez la respondió, su expresión volvió a ser la misma indiferente de antes.
— Trabajaba en un club del centro de la ciudad por un tiempo. Me pagaban bien. Renuncié apenas, pero el tiempo que estuve ahí me sirvió para pagar todas esas facturas.
— ¿De verdad? ¿Cuánto tiempo lleva tu mama enferma?
— Desde que la diagnosticaron, un año con unos meses. Que está internada en el hospital... no estoy muy seguro, quizá tres meses, o un poco más.
— Cielos, ese trabajo debió de ser realmente bueno como para poder mantener las facturas de un hospital por tres meses. Demasiado bueno diría yo. Sin mencionar todos los medicamentos que debiste de pagar antes de que la internara.
Sara se sentía cruel, pero si algo le había enseñado sus años en el cuerpo policiaco de esa ciudad, es que cuando una persona está nerviosa, es más propensa a cometer errores, y halar de más. Y es justo lo que buscaba que le pasara a ese chico. Que hablara de mas, solo un poco...
— Yo no pague todas las facturas. El seguro del trabajo de mi madre nos cubrió un tiempo... hasta que la despidieron, claro. Pero mi trabajo también tenía seguro; claro que no sería lo mismo, yo no era el que estaba enfermo, pero las personas con las que trabajaba fueron bastante... flexibles, si quiere verlo de ese modo.
— Un seguro de salud entero... ¿solo por trabajar en un club nocturno? Wow...
— Usted lo dijo. Es un gran trabajo —le respondo el chico, embozando una enorme sonrisa, aunque su cara cansada y triste le delataba que era fingida—. Y si no le importa ¿Qué clase de preguntas quiere hacerme? Estaba algo ocupado, y me gustaría regresar a lo que estaba haciendo —Arthur se cruzó de brazos, con la mirada seria, haciéndose notar la molestia que sentía.
— Oh, nada importante. Sobre algunas personas que quizás conozcas. No sé si se te haga conocido el nombre de... "Ángel Marsh"
— ¿Ángel... Marsh? —le contesto, mostrando confusión en su mirada.
— Un chico desaparecido hace unos meses, de lentes, cabello largo, algo bajito...
— Lennon —Arthur desvió la mirada, frunciendo el ceño, dando un fuerte suspiro, sin dejar de cruzar sus brazos—. Lo conocía como "Lennon". No como Ángel Marsh.
— Bien, Ángel, Lennon, como lo conocieras...
— ¿Qué se supone que quieres saber más? Ya hablé con la policía antes, también mis amigos. No sabemos lo que sucedió.
— Tus amigos fueron los que hablaron con la policía, Arthur. Tu no. Falta tu testimonio por declarar, y quería saber qué es lo que tenías que decir respecto a la desaparición de ese chico.
— ¿Qué es lo que tengo que decir? Nada, no tengo que decir nada. Un montón de maricones ladrones nos tomaron de sorpresa, nos golpearon, nos robaron. Pero Ángel no estaba con nosotros ese día.
— ¿Ah no?
— No. Estaba con mis otros dos amigos, pero a Ángel no lo vimos esa noche.
— ¿Estás seguro? Su madre nos dijo que el antes de salir le comento que estaría con ustedes.
— Pues o Ángel mintió antes de salir esa noche ... o es usted la que lo hace.
— ¿Disculpa?
— No crea que no sé lo que está intentando. Solo está esperando que diga algo estúpido para que pueda incriminarme sobre la desaparición de mi amigo ¿Qué no necesita una orden o algo para poder interrogar de ese modo a un civil?
— ¿Quién dijo algo sobre "interrogar", Arthur? Relájate, solo estamos platicando.
— Pues ya no quiero platicar, y si no es mucho pedir, le sugeriría que se fuera de mi departamento, por favor. Tengo cosas que hacer.
— ¿Así y ya? Estas muy nervioso chico, relájate, toma aire, y sigamos platicando ¿No quieres ayudar a que encontremos a tu amigo?
— Ya paso más de un par de mes desde que desapareció... tengo entendido que las primeras 24 horas son las más importantes, y después de las 72 horas la probabilidad de encontrarlo vivo solo... descienden más y más.
— Parece que estas muy seguro de que no lo encontraremos.
— Solo soy... realista. Además, ya le dije; no puedo ayudarla en nada. No sé qué le paso a Ángel, ni donde está; así que... si eso era todo... por favor, le invito a pasar por la puerta, que tengo que hacer cosas, no olvide cerrarla, para que no entre ninguna rata—. Acto seguido, le dio la espalda, para dirigirse hacia su habitación.
— ¿Y qué me dices de Oscar? —Sara decidió soltar la bomba. El chico se estaba poniendo demasiado terco, y al pisar en hielo delgado, podría terminar cayendo al agua. Y estuvo en lo cierto; Arthur al escuchar se nombre, se paró en seco, y volteo su cabeza sutilmente. Se notó de inmediato que la pregunta le molesto, y mucho; incluso hasta había apretado los puños.
— ¿Oscar? ¿Qué Oscar?
— Puedes dejar de fingir Arthur —le reto Sara, mientras hacia una mueca en su cara—, supe la razón por la que le deformaste el rostro a ese chico. Al parecer, ellos te acusaban de saber el paradero de tu compañero.
— Ah, ese Oscar...
— Si "Ese Oscar". Pero aquí la verdadera cuestión es ¿Por qué esos chicos pensaran que tú sabes de su paradero?
— Yo que sé, estaban locos. Me atacaron con una navaja, y me amenazaron antes de preguntar.
— Ellos comentaban que tú te juntabas mucho con él en el último año. Trabajan en una especie de negocio... juntos, creo, o algo así explicaron.
Además, también comentaron que el escándalo que sucedió en el colegio el año pasado, en el baile de graduación, se comenzó por una pelea sangrienta que tuvieron tú y el. Decían que eran algo... unidos.
— ¿Yo, juntándome con Oscar? Jamás. Era un cerdo cruel, y la verdad, me alegra mucho que se haya ido; no lo soportaba.
— Mmmm se nota que le agarraste rencor ¿Por qué?
— Porque era un idiota. Un psicópata de mierda manipulador. Maltrataba a mi amiga, me maltrataba a mí; y aquí entre nosotros, estaba seguro de que estaba metido en cosas muy turbias.
— ¿Cosas turbias?
— No lo sé, el tarado siempre traía dinero y cosas lujosas, y nunca lo vi trabajando de nada, solo se la pasaba de vago en el colegio, y tenía bastante fama de estar metido en negocios... no tan rectos, digamos. No sé qué era, nunca me importo ni me importara la verdad.
— ¿Entonces por qué se pelearon esa noche en el baile?
— Por qué él quería meterme a esos negocios turbios. Por meses estuvo insistiéndome en que ganaría dinero fácil, que serían cosas sencillas y no sé qué más montón de estupideces más. Nunca acepte, y eso lo iba molestando poco a poco. Ese día en el baile de graduación, volvió a insistirme; me negué, esta vez un poco más molesto, él se puso violento... y después en un ataque de frustración, golpeo a su novia. Y eso fue lo que me hizo salirme de mis casillas.
— Entonces... nunca supiste en qué clase de negocios estaba.
— No, jamás. Luego me enteré de que desapareció a los pocos días que tuvimos esa riña... pero como ya le dije antes, me trajo más alivio que preocupación. De verdad espero que sea donde sea que este, jamás vuelva. Supongo que eso explica mi... breve, efímera, caótica, y muy desafortunada relación con Oscar ¿no? ¿Alguna otra pregunta? De verdad necesito que se vaya, para poder comenzar a limpiar todo este desastre.
— Si, si, solo una última cosa más. Tu... vecina —era la última carta que tenía Sara para poder romper a ese chico, y así solo quizá lograr sacarle, aunque fuera un poco de información—. No sé si ya te hayas enterado, pero la encontraron muerta a una orilla de la playa. Al parecer alguien dejo el cadáver ahí para que específicamente lo lograran encontrar.
— Astrid... —le chico bajo la mirada, y Sara noto la profunda tristeza que había en sus ojos. Toda la rabia y tensión que contenía en este, desapareció en cuestión de pequeños segundos—. Si... yo... su madre me lo dijo ayer. Me dijo que la encontraron con... heridas... al parecer ¿no?
— Muerte por hemorragia interna. Parece que la torturaron de múltiples maneras antes de darle la estocada mortal, aunque la autopsia reveló que no llevaba más de unas cuantas horas muertas cuando la encontraron a la orilla del mar; sin embargo, algunas heridas y cicatrices databan que se le fueron hechas unos meses atrás.
— Mierda... perdone es que... ella era mi... era mi amiga ¿sabe? Había desparecido hace unos meses y yo... todos pensamos que había huido de casa. De saber de todo el infierno que estaba viviendo...
— Había algo de ADN impregnado en su cuerpo —Sara regreso al tema de la desviación que Arthur intentaba darle. Se notaba que hablar de ello lo desestabilizaba mucho... y eso Sara podía ocuparlo a su favor—. Le pertenecía a un muchacho llamado Yael. La misma noche que encontramos a Astrid, alguien asesino a Yael, y le prendio fuego a su hogar. Todas las pruebas y el cadáver del chico, junto con el de su hermano quedaron hechos en no más que cenizas.
— ¿Debería estar feliz por eso? Por qué mire, lo estoy —Arthur embozo una enorme sonrisa fingida.
— Puede ser. Solo que ¿no te parece curioso que justo la misma noche que encontraron el cadáver de aquella chica, alguien mato y quemo vivo a su posible asesino? Y ni siquiera hablemos de lo que le paso a la casa de Oscar también días después de su desaparición.
— Quizá alguien la encontró. De Oscar, ya le mencione, estaba metido en asuntos turbios
— ¿Tú crees eso?
— No soy ningún detective, oficial, no tome tan enserio lo que digo. Quizá Yael le dio remordimiento, y termino suicidándose por todo lo que hizo.
— Interesante teoría Arthur... interesante.
— Si no le importa, ya no quiero seguir hablando de esta mierda. Ella era mi amiga, y lo que le sucedió no fue justo, en lo absoluto fue justo...
— Solo quiero averiguar qué es lo que está sucediendo, Arthur. Tres personas de tu círculo social han desaparecido en circunstancias muy sospechosas, además de que todas parecían estar involucradas en asuntos muy turbios, de los que tú dices no saber absolutamente nada.
Arthur cambio su semblante al escuchar lo último que dijo Sara, dejando la mirada indiferente y fastidiada, a una más seria, como molesta.
— Astrid no estaba metida en ningún asunto turbio. Su único error fue caminar sola por la calle, y ese puto psicópata la secuestro.
— ¿Secuestro? Arthur, yo nunca hable de un secuestro, ni tampoco de las circunstancias de su desaparición ¿Por qué las estas dando por echas?
— Yo... no lo sé. Supongo que solo estoy siguiendo mi lógica.
— Una lógica muy específica ¿no crees?
— ¿Por qué no nos dejamos de putos jueguitos de una vez, y me dice lo que realmente quiere?
— Solo quiero hablar, nada más.
— Aparte de pésima detective, mala mentirosa —Arthur se inclinó hacia ella, con los ojos muertos, lo que inevitablemente hizo que Sara de pusiera nerviosa—. Si lo que quiere es incriminarme de algún modo, tendrá que buscar una mejor manera de poder hacerlo.
— ¿Incriminarte? nadie está hablando de incriminarte Arthur.
— ¿Entonces por qué sigue actuando como si quisiera hacerlo? Parece que la palabra "sutileza" no le queda muy bien.
— Ya te lo dije como tres veces, solo intento descubrir la verdad de...
— Mire, quitémonos de problemas ¿quiere? —Arthur meneo la cabeza con fastidio— ¿Estoy arrestado?
— ¿Disculpe?
— Que, si estoy arrestado, o bajo sospecha, o alguna mierda así.
— No... no, solo estamos hablando.
— Bien, en ese caso, creo que eh dado por concluida esta conversación. Me tengo que ir al hospital a visitar a mi madre enferma de tuberculosis. Y tendré que pedirle una disculpa por llegar algo tarde, pero le contare de nuestra productiva platica. Sin más, la invito a pasar por la puerta. Gracias.
Sara mostro una mueca, pero sin refutarle más, solo se colocó de pie de donde estaba sentada, limpiándose su pantalón y la blusa por el polvo de la casa que le había llegado.
— Supongo que tienes razón. Ya no tengo mucho más que preguntarte, pero si llegas a saber algo, o recuerdas alguna cosa que logre ayudarnos un poco con la investigación, no dudes en acudir a la oficina.
— Si, si, como sea. Yo les diré; ahora adiós.
Una vez Sara salió por el portón, Arthur le cerró la puerta con fuerza en sus espaldas. La mujer suspiro con pesadez, y se dirigió hacia su patrulla, donde una vez hay, cerró la puerta, y apoyo si cabeza contra el volante, cansada y decepcionada.
— Maldito... —murmuro, molesta. No le había podido sacar nada, ni siquiera lo pudo hacer sudar. O el niño era muy listo, o ella era muy estúpida para interrogar.
Fuera como fuera, había perdido su oportunidad para poder avanzar con la investigación. Lo único que le quedaba, era seguir vigilando a esos niños hasta que alguno de ellos cometiera algún error, por más estúpido que fuera, con que pudiera abrir una pequeña brecha en esa armadura que tenían, podría hacerlos añicos. Pero por ahora, solo tenía que ser paciente. Y más paciente.
Sara, en un ataque de frustración, golpeo con todas sus fuerzas el volante con la palma de su mano; y después le lanzo otro golpe, y después otro y otro más hasta que por accidente le toco al claxon, haciendo un escándalo que hizo que saltara de su asiento. Y más fastidiada por el susto, no paro de golpear el volante hasta que sintió su mano roja por la fricción.
Una vez sacada toda su rabia, Sara saco de su bolsillo las llaves del auto, para ponerlo en marcha, y largarse de ese mugroso edificio. Miro una última vez hacia la ventana donde estaba el departamento de Arthur, y soltando una maldición, salió por la acera hacia la ciudad.
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