Capítulo 35
Sara.
La oficina de la comisaria siempre era más tranquila de noche que de día. No había gente corriendo de un lado a otro con papales encima, ni delincuentes esposados en los bancos, gritando todo tipo de insultos y estupideces con el único objetivo de molestar. Era esa razón por la que Sara prefería tomar los turnos nocturnos. Solía ser un poco más peligroso, pero también más tranquilo...
— Sara ¿Sara? —la chica escuchó la voz de su compañero a sus espaldas, por lo que dejo los papeles en los que estaba trabajando, y giro su silla para verlo.
— ¿Gale? ¿Qué pasa?
— Necesito que me ayudes con algo; alguien llamo al 911 diciendo que encontró un cadáver en la playa. Ya lo fueron a recoger y los forenses lo están examinando.
— Aja... ¿y que con eso?
— Bueno, tu eres la de los expedientes, querían ver si podías buscar el de alguna persona desparecida que tengamos que coincida con el perfil, para poder así reconocerlo.
Sara suspiro pesadamente, y se levantó de la silla, mirando a su compañero con fastidio.
— Bueno, dime que es lo que los forenses determinaron —le dijo, mientras iba caminado por los pasillos, hacia la cámara del archivero.
— Pues es una chica de 18 años, con múltiples fracturas en las costillas y órganos internos. Tez blanca, cabello negro, ojos color café claro, sin lunares ni tatuajes, de 1.67 de estatura, 42 kilogramos...
— ¿42 kilos? —se sorprendió Sara al escuchar la cifra.
— Y todavía no has escuchado lo demás... créeme, parece que la chica no la paso nada bien antes de terminar en ese lugar en la playa.
— Bueno... chica de 18 años con 1.67 de altura... cabello negro... —una vez llegaron a la cámara, Sara comenzó a buscar por los archivos, buscando las semejanzas físicas— ¿Cuánto tiempo llevaba la chica muerta?
— Una hora, quizá dos... el cadáver estaba bastante fresco cuando la encontraron. Murió de hemorragia interna según los forneces; parece que en una paliza se les paso la mano, y murió sin más remedio.
— ¿Alguna prenda o algo en particular?
— Pues llevaba un camisón blanco sucio y lleno de sangre... aunque también una chaqueta de mezclilla vieja; quizá al deshacerse del cuerpo alguien sintió algún remordimiento y no la quisieron dejar desnuda...—Gale se quedó callado unos segundos, analizando los detalles y la situación, y después continúo hablando—. De hecho, fue extraño, no se molestaron en ocultar el cadáver en lo más mínimo, solo lo dejaron a plena vista, casi como si quisieran que lo encontrara.
— ¿En serio...? —Sara dejo de prestarle atención a su compañero por unos segundos, enfocándose en mirar los archivos, e ir sacando los que coincidían con la descripción.
— Normalmente se desharían del cuerpo tirándolo en la basura de entre tantas bolsas... o como mínimo enterrarlo en algún lado, no dejarlo en plena vía pública para que lo hallaran.
Sara saco cuatro expedientes, y el extendió sobre la mesa, para que Gale los pidiera checar.
— Esos son todo lo que tenemos del último año de chicas de cabello negro de 18 años. Si ninguno te sirve, pueda sacar lo de los demás años antiguos... uno nunca sabe si puede encontrar a alguien que desapareció hace 5 años o más.
Gale comenzó a revisar los archivos, uno por uno, colocándolos la luz del foco, mirándolos detenidamente, negando con la cabeza y chasqueando la lengua insatisfecho.
— ¿Segura que estos son todos? No se parecen en nada a la chica que tiene los forenses.
— Si no está en los archivos, entonces lo más probable es que ni siquiera este reportada como desaparecida —le comento Sara, mientras se giraba de nuevo a la caja llena de documentos, revisando las carpetas de nuevo por si alguna se le había escapado.
— No lo sé... los forneces dicen que algunas heridas llevaban semanas, e incluso meses desde que se las hicieron— Gale seguía atento mirando las fotos de los expedientes, pero ninguna le convenida.
— Quizá fue violencia intrafamiliar; probablemente el padre la golpeaba, y al muy pedazo de mierda esta vez se le debió de pasar la mano y la asesino. Intento ocultar el cadáver, pero por las prisas y el miedo, solo termino abandonándolo —comenzó a teorizar Sara, siguiendo pasando de carpeta en carpeta—. No sería la primera vez que sucede, en esta ciudad la incompetencia paternal te sorprendería...
— ¿Tú crees? —se giró Gale, para mirar a su compañera que seguía ocupada buscando.
— Si no la han reportado como desaparecida... es lo más probable—Sara noto el silencio de su amigo, por lo que pensó que quizá lo había terminado por desanimar, y eso no era lo que ella quería.
Finalmente, Sara encontró un expediente extra, que sorprendida de que se le pudiera haber podido pasar, lo tomo y se lo paso inmediatamente a Gale para que lo revisara. En cuanto este abrió la carpeta y reviso las fotografías, se quedó quieto por unos segundos, ocasionando la curiosidad de Sara, y que esta se le acercara a él, para ver lo que había en el expediente.
— Astrid... —menciono Gale, mirando la foto de la chica con atención—. Es ella... a ella fue a la que encontraron.
— ¿Ella? —Sara miro con atención la fotografía del expediente. Ella le había echado un vistazo antes, cuando había entrado recién al departamento de desaparecidos, y comenzó a curiosear en los expedientes— ¿Estás seguro de que es ella?
— Bueno, habrá que hacerle pruebas de ADN y todo lo demás para identificarla al 100% —comenzó a decir Gale, mientras cerraba el expediente y se lo colocaba debajo de su brazo—. Pero... reconocería esa cara donde fuera, estoy casi seguro de que es ella.
— ¿Y hay alguna pista de quien pudo ser el infeliz que la asesino? —le pregunto Sara, curiosa.
— Bueno, encontraron algunos rastros de semen y ADN ajenos al de ella en todo su cuerpo, así que solo sería cuestión de analizarlos, y poder dar con la identidad del infeliz, o al menos algunos posibles sospechosos. Pero estoy seguro de que lo atraparemos.
Acto seguido, Gale salió de la habitación y se llevó el expediente, dándole las gracias a Sara, y dejándola de nuevo en sus asuntos.
La chica regreso a su escritorio, y suspiro con melancolía, volviendo a los apuntes que llevaba en la libreta.
Los lentes que se había encontrado varias semanas antes, en esa última escena del crimen que inspecciono, finamente la llevaron a algo: La mañana siguiente desde ese suceso, una madre llegó desconsolada al departamento de personas desaparecidas, queriendo reportar a su hijo, que había desaparecido la noche anterior.
Sara por consecuencia, termino ateniendo a la señora, ayudándole con los tramites que debía de hace para reportar a su hijo de ese modo, y que una nueva búsqueda comenzara suscitarse. Pero la señora, al mostrarle la foto de su hijo para poder comenzar, Sara no pudo evitar llamarle la atención de los peculiares lentes redondos que llevaba el chico en la foto; por lo que en una ocurrencia fugas, le pregunto a la señora exactamente qué día su hijo había desaparecido; y al notar que la fecha de desaparición, y la fecha del crimen en la que ella había encontrado los lentes coincidan a la perfección, solo fue necesario que Sara los sacara del archivo de evidencia, para que la señora los reconociera y confirmara que eran de su hijo.
Ángel Marsh; ahora con un nombre, Sara podía indagar mucho más con el asunto.
— Y dígame algo... ¿Tiene alguna pista de lo que pudo haber sucedido es anoche? Digo, ¿su hijo le comento algo sobre a donde iba, o que haría es anoche? —le pregunto Sara, con la esperanza de conseguir más información.
— Oh, mi Ángel siempre fue muy tranquilo... pero últimamente se consiguió unos amigos que lo sacaba a altas horas de la noche. Él decía que solo eran pequeñas fiestas para divertirse y distraerse un poco de la escuela, que a veces le resultaba brumadora.
— Entiendo...
— A veces regresaba con moretones en el rostro, pero cuando le preguntaba solía ponerse agresivo, y evitaba el tema, solo diciendo que había tenido una pequeña discusión con alguien, y que no había de que preocuparse. Una vez llegó con una enorme venda en la cabeza, después de haberse quedado en casa de un amigo toda la noche para un "proyecto escolar" —la señora se inclinó un poco, incomoda y desesperada, al ver que Sara anotaba y escribía todo lo clave en su libreta, para no olvidarlo después— ¿Todo esto es necesario de nuevo? Ya se lo expliqué a los agentes cuando les comenté que mi hijo desapareció, y les conté a donde había ido es anoche.
— Si, si, lo sé, sé que puede ser repetitivo, pero necesitamos conocer el panorama completo para poder entablar alguna búsqueda del paradero del chico; así sea cualquier pista que nos pueda guiar— le intento convencer Sara, a lo que la señora, aunque aún un poco incomoda, pareció comprender el asunto.
— Bueno... si usted lo dice... ustedes son los expertos.
— ¿Tiene alguna idea de quienes eran estos "amigos" con lo que su hijo se juntaba?
— Solo un par de nombres. Sé que a uno le decían "Chucho", y a otro... ¿Arturo? Creo, no lo recuerdo muy bien. Pero de uno si se me quedo grabado, por lo extraño que sonaba.
— ¿Si? ¿Y cuál es ese nombre? —le pregunto Sara, inclinándose hacia a la señora, ansiosa por la respuesta.
— Esaú... ¿Nieve? O Nevada... creo, algo así era... no estoy muy segura.
"Esaú Nevada". Sara ya había escuchado ese nombre antes... quizá en algunos expedientes de uno o dos años atrás. Si le echaba un vistazo, y tenían guardada la dirección del chico, quizá pudría ir a tocar un par de puertas para tener, aunque fuera alguna pista, e ir armando así el rompecabezas.
Cuando reviso, encontró el expediente de hace dos años de un chico de 16 que había sido arrestado en una redada de peleas y apuestas clandestinas, donde el participaba como uno de los luchadores ilegales. Pero el chico termino saliendo bajo fianza poco después. Era el único "Esaú Nevada" que tenían archivado; y con un poco de suerte, sería el mismo chico del que la mama del otro niño desaparecido estaba hablando. Investigando un poco más, encontró que el chico estudiaba en la misma escuela que Ángel, y aún que era un año mayor, estaban en el mismo curso, por lo que la idea de que este fuera el Esaú que buscaba cada vez cobraba más sentido.
Esa tarde fue a visitar el domicilio, con el objetivo de no hacer más que un par de preguntas y con suerte si presionaba lo necesario, Esaú diría algo equivocado que le permitirá sacar más información, y descubrir el trasfondo de todo. Pero cuando toco el timbre, una chica de quizá 20 o 19 años salió a recibirla, con la cara y el cabello un poco sucio, y ropa cómoda para estar en la vivienda.
— ¿Diga...? —le recibió la chica, un poco fastidiada en sus palabras, a recargado en el pórtico de la entrada.
— Ehmm... si... eh... ¿estas es el domicilio de Esaú Nevada? —le pregunto Sara, un poco nerviosa.
— ¿Quién lo busca? —le pregunto.
— Yo... quiera hacerle unas preguntas.
— ¿Preguntas? —Sara noto que la chica se ponía cada vez más a la defensiva.
— Si... soy del departamento de personas desaparecidas, y parece que un chico con el que Esaú tenía relación desapareció la noche anterior... y quiera hacerle un par de preguntas para ver si podría darme alguna pista o algo para saber el paradero del chico —Sara se sintió más segura, y miro a la chica con más autoridad que antes— ¿Eres su hermana o...?
— ¡Henrietta! —una voz grito desde atrás, en el interior del domicilió— Henrietta ¿Qué mierda estás haciendo ahí con la puerta abierta? ¡Las putas abejas pueden entrar! ¡Ciérrala por un demonio!
— Abuelo, cálmate, no hay abejas aquí —se giró la chica, hacia un anciano en silla de ruedas, el cual se veía bastante alterado—. Y no soy Henrietta, mírame bien el rostro.
— Henrietta basta, tú no sabes un carajo de las abejas, esos malditos bichos atacan primero a los ojos para después explotarlos con su veneno ¡Cierra la puerta de una jodida vez! Si voy a morir, será de una puta sobredosis, no por un puto bicho de porquería que prefiere suicidarse a huir... —el anciano se percató de la presencia de Sara, y la miro con desagrado e intriga— ¿Y esta ramera que o qué?
— ¿Disculpa? —Sara abrió los ojos exageradamente, y se sonrojo por la vergüenza.
— ¡Abuelo! —la chica le reprendió—. Es una policía... vino aquí a hacer unas preguntas.
— ¿Policía? —el anciano no cambio su expresión de desagrado en lo mínimo, solo la agravio más—. Esta es demasiado linda para ser policía, todos son unos cerdos corruptos; esta tiene más cara de ser reportera.
— No, yo no soy...
— ¡Lárgate de aquí chismosa casquivana! Jamás les diré donde enterré el sagrado testamento, primero muerto antes de rebelarlo; y dile a tu periódico de mierda que haga las hojas más suaves para poder limpiarme el trasero sin irrítame todo el culo — el anciano giro su silla de ruedas, y decidió regresar a la sala, donde siguió divagando con maldiciones y palabras al azar.
— Perdón, el viejo tiene demencia, pero nada de qué preocuparse, solo le gusta hablar de más a veces, tiene la lengua un poco filosa —se excusó la chica, mientras lazaba su cabello detrás de sus hombros para que no le cubriera el rostro.
— Es simpático —bromeo Sara, intentando cortar la tensión del ambiente— ¿Es tu abuelo?
— No, es de Esaú, yo solo... lo cuido cuando él no está. Suele ser un poco pesado, pero en la mayoría del tiempo suele ser agradable.
— ¿Entonces no eres hermana de Esaú?
— No, yo soy su... una amiga —le respondido la chica, poniendo una expresión algo triste en el rostro—. Me llamo Violeta, no Henrietta... es solo que el anciano a veces se confunde —rio un poco, estrechándole la mano a Sara.
— Buen yo soy Sara, como ya sabes, oficial de policía, a tus ordenes... —hablo rápido, para pasar lo más rápido que pudo al grano del asunto—. Y bueno, regresando al asunto, parece que Esaú no está en casa ¿me podría decir a qué hora podría regresar? Es que en serio, estas preguntas son demasiado importantes.
— Podría decirle... pero ni yo misma lo sé. Está en el hospital
Cuando Sara escucho semejante afirmación de la chica, se quedó congelada.
— En... ¿en el hospital?
— Si, parece que la noche de ayer algún tarado lo asalto a él y a sus amigos; y parece que los dejaron muy mal heridos... o al menos eso fue lo que me dijo la operadora del lugar cuando me llamaron.
¿Un asalto? Algo no cuadraba bien... pero Sara no quería apresurarse a sacar conclusiones de la nada, tenía que conseguir pruebas, o al menos algo de fundamentos para que el rompecabezas encajara.
— Entiendo... ¿y de casualidad, no sabrá en que hospital está internado?
Cuando la chica le dio la dirección, Sara no perdió el tiempo, y fue directamente al lugar. Pero en cuanto pregunto por Esaú Nevada, sorprendentemente descubrió que lo habían dado de alta... o que más bien el los obligo a que se la dieran. Frustrada, Sara pregunto si el chico no había venido acompañado por algunos otros más la noche que el ingreso; y cuando la operadora intento negarse, Sara tuvo que sacar su vieja placa de policía, para que no le pusieran tantas trabas.
Descubrió que dos chicos más, acompañados de un tercero que fue el encargado de traerlos al lugar esa anoche, habían ingresado junto con Esaú, los cuatro productos del mismo asalto.
Arthur Miller, quien recientemente se encontraba en coma por la golpiza y heridas que había recibido, y el segundo chico el cual, por más insistencia que hizo a los doctores y las secretarias, no pudieron conseguir su nombre. Pero si el que los había traído de emergencia: un tal Jesús Murcio.
No fue difícil encontrarlo. El chico se encontraba en la sala de espera, comiendo una barra de avenas, quizá a la espera de que le dijeran el estado sus amigos. Pero, aunque se veía tranquilo y amable a primera vista, en cuanto la vio acercarse con su uniforme de oficial, rápidamente se puso a la defensiva.
Solo se limitó a decir que todo lo que sabía ya se lo había dicho a la policía, y que no pensaba seguir hablando de tema. Cuando Sara intento explicarle sobre la desaparición de Ángel, el chico solo pareció ponerse aún más nervioso, pero volviendo a repetir lo mismo.
— Si quiere saber lo que se, puede consultar la declaración que hice a la policía local; no quiero hablar más del tema —y después se giró, dándole la espalda a Sara.
La chica no supo que más hacer. Intento seguir insistiendo, con la esperanza de que el chico para que se dejara de tonterías, y pudiera decirle algo útil, pero acto seguido, llego un hombre de tez clara vestido algo formal, pidiéndole a Sara que dejara de "acosar al chico". Cuando ella intento refutarle, al verle el rostro y reconocerlo, comprendió todo...
El mismo Alberto Connor fue quien la encaro para que dejara de molestar al chico. Los Connor estaban involucrados, después de todo. Y si la mafia estaba involucrada, ella sola no podría hacer mucho, solo un montón de puertas cerradas que ni a patadas podría abrir.
Ya no fue sorpresa alguna para ella que cuando intento consultar el testimonio del chico con la policía que había tomado el caso, se negaron compartirlo con ella. Esos bastardos seguramente habían sido sobornados al igual que todo el maldito hospital, ya que ninguna enfermera o doctor le quiso dar más información sobre el caso.
Y así regreso frustrada y sin respuestas al mismo lugar que había llegado, con la misma mafia que no le dejarían las cosas para nada fácil. No podía acercársele a Jesús, y el otro parecía estar en coma indefinidamente. Con un poco de suerte, no tardaría más que un par de semanas que despertara, y así poder agarrar a la mafia desprevenida e interrogarle. Pero para eso... tendría que esperar. Aunque antes, por las dudas, había conseguido la dirección del chico, para que una vez despertara lo pudiera sorprender en su casa, y no en el hospital donde probablemente la mafia tendría todos sus ojos puestos.
Un callejón sin salida que jamás termino por poder aclararse. Mientras esperaba a aquel chico despertara, solo le quedaba intentar vigilar a Jesús por su cuenta, ya que la oficina, al estar claramente corrompida y sobornada por los Connor, no le prestaron ningún presupuesto para poder seguir al chico, así que al final tuvo que hacerlo por cuenta propia. Pero al no encontrar nada interesante en el chico, además de que comenzaban a descontarle las horas que estaba siguiéndolo sin hacer nada, tuvo que dejar el caso un poco de lado.
El tiempo paso, las semanas fueron avanzando, y Sara frustrada, tuvo que ocuparse de otros asuntos, olvidándose por completo del chico que estaba en coma, que a cada semana que revisaba, seguía postrado en esa cama. Hasta que claro, una nueva pista pareció surgir de nuevo, desde las cenizas.
Sara se quedó pensando en aquella chica una vez se sentó de nuevo en su oscura oficina. Esa chica... ¿no vivía en el mismo edificio que el que estaba en coma? Después le llegaron los recuerdos que cuando fue a investigar la zona solo superficialmente. Había bastantes carteles de desaparecidos en donde salía la foto de la chica. Pero claro, una suposición no valía de nada. Necesitaba revisar que las informaciones concordaran.
Rápidamente, se levantó de la silla, y fue corriendo hasta la morgue, donde se encontró con Gale, cruzado de brazos, mirando como terminaban de examinar el cadáver de la chica.
— Hey Gale ¿Aun tienes el expediente de la chica? —le pregunto, a lo que su compañero solo la observó confundió.
— Si... ¿Por qué? —le pregunto, mientras los sacaba de bajo de su brazo, y se los mostraba, a lo que Sara se los arrebatos de golpe.
— Perdón, es que necesito revisar algo —le dijo ella, mientras revisaba las hojas, buscando la dirección.
Y cuando la encontró, no podía creer que de verdad ese caso antiguo podría volver a investigarlo. Eran las mismas direcciones.
— Ne... necesito irme
— ¡Espera Sara! Necesito esa carpeta —le exclamo Gale, a lo que ella solo se dio la vuelta, casi resbalándose con el suelo y se la entrego rápido— ¿Qué pasa? ¿encontraste algo?
— Si las muestras de semen o de ADN encuentran algún culpable, que sea yo la primera en saberlo... creo que tengo una nueva pista.
— ¿Pista? ¿pista de qué? —le pregunto Gale confundido. Pero Sara no le respondió.
En eso, cuando estaba Sara por salir de la oficina, se topó con una mujer que venía entrando, Era la madre de la chica, que había venido a reconocer el cadáver. En cuanto Sara estuvo frente a ella, sintió como el ambiente se puso más tenso, y una aurora de tristeza y desesperanza lo invadió todo.
— Oh disculpe, yo... vengo a ver a mi hija —le dijo la mujer a Sara, con la mirada baja—, recibí una llamada de que... habían encontrado su cadáver...
Sara se quedó helada. Nunca pudo soportar la muerte de adolecentes o niños, y la pasaba aun peor cuando tenía que infórmaselo a los padres y familiares...
Simplemente no podía soportarlo; fue es la razón por la que tampoco quiso ni siquiera mirar el cadáver de aquella chica. Sentía como el corazón se le encogía, y comenzaba a sentir algo combinado entre la empatía y el miedo y dolor con ansiedad, y en el peor de los casos, no podía hacer nada más que comenzar a llorar sin evitarlo.
Pero Gale la salvo justo a tiempo, yendo a recibir a la mujer, haciendo que Sara pudiera calmarse un poco.
— Si señora, nosotros hicimos la llamada, por aquí... sígame.
La mujer camino de largo por ellos, a lo que Sara le agradeció con la mirada a Gale, a lo que solo asnito, y guio a la mujer hasta la camilla, donde se encontraba su hija.
— Ya me dirás tu después que es lo que tramas... —le susurro, a lo que Sara solo embozo una leve sonrisa.
Rápidamente, Sara salió del pasillo, no antes sin escuchar lo que pareció un grito adolorido desde la sala de la morgue, donde acababa de entrar aquella mujer. Sara sintió un escalofrío horrible por todo su cuerpo, pero decidida irse del lugar, antes de que eso le comenzara a afectar más.
Sentía mucha lastima por aquella mujer... se suponía que los hijos debían enterrar a sus padres, nunca al revés...
De igual manera, su mente se quiso enfocar más en lo que significaba que las direcciones de aquellos dos chicos coincidieran.
Si Arthur Miller ya estaba involucrado en dos desapariciones... eso al menos debía de significar algo. Y Sara lo sabía.
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