Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 31

Nunca antes había venido a esta parte de la ciudad. Tenía fama de ser bastante hostil y peligrosa; fue una de las primeras cosas que me advirtió mi madre cuando llegamos aquí hace dos años. Y estando ahora dentro de esa zona, entendía perfectamente por qué la consideraban la zona podrida.

La entrada era un pasillo angosto, donde no más que algunos faroles colgados en los cables que atravesaban de un lado a otro eran la única fuente de iluminación. A los costados de esos pasillos, había todo tipo de puestos clandestinos con una lona como techo, sostenida por algunas vigas de madera para que no se viniera abajo. Los comerciantes no se veían los tipos mas amigables, como tampoco los compradores, que se movían por rapidez de un lado a otro, intentando mantener lo más posible el perfil bajo para no atraer ningún problema.

- Bien, recuerden, pongan cara de malos, o nos comerán vivos en este lugar -comenzó a decir Michael, en tono burlón, mientras empezábamos a caminar adentrándonos al primer callejón-. No miren a nadie directamente a los ojos, y no acepten nada si alguien se les acerca para venderles algo. Y si sigue insistiendo, sacan el arma para que los dejen en paz.

Esaú bufo, intentando aguantar la risa. Pero yo estaba demasiado desanimado como para la menos intentar sonreír. Metí mis manos a los bolsillos de mi chaqueta, y bajé la mirada, intentando hacer lo mismo que los demás, pasar desapercibido.

Chucho nos comenzó a dirigir por el lugar, adentrarnos cada vez más y más a este mercado clandestino. Me sorprendía las cosas que vendían, no solo eran baratijas como anillos, cadenas, collares o aretes, si no también había toda clase de ropa: chamarras, sudaderas, abrigos, camisas, zapatos, botas, hasta lentes incluso. No pude evitar pensar en Lennon cunado vi en una de las estanterías unos redondos, idénticos a los que usaba el. Solo pude suspirar con melancolía. Parecía ya una eternidad desde que lo habían asesinado, y aunque intentaba evitar lo más posible pensar en él, sabía muy en el fondo que solo hacia eso para no extrañarlo, y lastimarme más a mí mismo. Pero lo extrañaba, no podía negar y ocultarlo; lo extrañaba mucho...

- Este es el lugar -nos dijo Chucho, deteniéndose en frente de un local que estaba incrustado en uno de los edificios que conformaban el callejón

- Se ve del carajo ¿seguro que este es el lugar? -dijo Esaú, mirando con desdén el sitio.

- Aquí es. Déjenme a hablar a mi primero, quizá si nos comportamos como personas civilizadas, podamos sacarle información sin tener que romperle las piernas a alguien.

- Eso no va funcionar -canto Michael, a lo que Chucho solo torció los ojos, entrando por la puerta de la tienda.

Los tres entramos detrás suyo, alertas en todo momento por si veíamos algo extraño. El lugar era bastante cerrado, por todo el montón de cosas que tenía. Era muy variado, no solo tenía ropa y accesorios, si no también cosas demasiado aleatorias, como estufas, sartenes, cubiertos, sillas, todo tipo de estatuillas de barro o bronce, lámparas, llaveros, relojes, mochilas; y por supuesto, una gran variedad de carteras, desde las que estaban hechas de tela, hasta las de cuero. Todo encima en un montón de estantes, con papeles y carteles que indicaban su precio; la mayoría de las cosas bastantes baratas, como era de esperarse.

- Hey Luis ¿Qué tal? ¿Cómo estás? -se acercó Chucho al mostrador de la tienda, mirando a un chico de lentes, delgado, y el cabello largo hasta el cuello, cubriéndole mayor parte de sus ojos y orejas.

El chico entrecerró los ojos, y miro con extrañeza a Chucho, acomodándose los lentes arriba de su nariz. Chucho solo sonrió con nerviosismo, quizá esperando a que el chico lograra reconocerle, pero no sucedió; solo siguió mirándolo confundido.

- ¿Te conozco? -fue lo que dijo al final, a lo que Chucho solo se rio, intentando ignorar su vergüenza.

- ¡Pero que coas dices Luis! Claro que me conoces, antes venia aquí todas las semanas a venderles cartera s a ti y a Marco.

El chico se le acerco a Chucho, a lo que el mantuvo su sonrisa forzada, hasta que después de unos segundos, pareció reconocer a Chucho, ya que relajo la mirada y su expresión dura, recargándose en la silla del mostrador.

- Cierto, tú eras el de las carteras. Ya llevaba mucho tiempo que no venías por aquí eh. Perdón si no te reconocí a la primera, es que antes tenías el... tu cabello era más largo -le dijo el chico con una sonrisa relajada, mientras señalaba a la cabeza de Chucho, cubierta por su gorro

- Si bueno, ya sabes. Me lo corte una vez, y me gusto tenerlo así.

- Bueno, dime ¿en qué puedo ayudarte a ti, y a tus nuevos amigos? -le dijo Luis, con una sonrisa bastante amable, a lo que sentí que Chucho se puso un poco incómodo.

Yo comencé a mirar los objetos del lugar con curiosidad. Tenían demasiadas cosas, me sorprendía que nunca hubiera venido a este lugar en mi época donde antes lavaba trastes, y mi madre aún no se contagiaba de tuberculosis. Pude haber comprado varias cosas para la casa, con precios bastantes razonables. Mierda, incluso un ventilador para esas noches calurosas no hubiera estado tan mal.

- ¿No se encuentra Marco de casualidad? Es que en serio necesito hablar con él; quizá pueda ayudarme en algo.

- Bueno, él llega en un par de horas quizá, pero para eso estoy yo aquí. Dime que es lo que necesitas, quizá y pueda resolverlo.

En eso Chucho se volteo a mirarme, haciéndome saber que ahora era mi turno. Me acerque al mostrador, y saque la pulsera de Astrid, colocándola sobre la mesa, mientras me recargaba sobre ella, mirando directamente al chico.

- ¿De dónde salió esta pulsera? -le pregunte, llendo directo al grano.

Luis frunció el ceño en cuanto vio la pulsera, y después desvió su mirada de la mía, como si estuviera poniéndose nervioso.

- No lo sé, todos los días llegan personas a venderme todo tipo de cosas, pudo haber sido cualquiera.

- Ustedes tienen un registro de a quien le compran y a quien no. Lo sé, sé que tienen su inventario anotado en alguna parte. Siempre sacaban esa tonta libreta anotando todo lo que les vendían y en qué cantidad- intervino Chucho, pero el chico solo retrocedió por los nervios un poco detrás del mostrador.

- Sí, pero eso es cuando son objetos de mucho más valor. Esa pulsera la debí de haber venido como por tres o dos dólares, no valdría la pena anotarla en ningún lado.

- Bueno, entonces llévame con Marco. El de seguro recuerda quien le vendió esa pulsera, el hombre tiene una memoria de elefante -siguió insistiendo Chucho, a lo que yo decidí retroceder un poco, volviendo a mirar los objetos de la tienda.

- Ya te dije que el ahora no se encuentra. Acabamos de abrir la tienda, puede que tarde una o dos horas -volvió a decirle Luis, tornando sus nervios, ahora en ira.

- Entonces creo que esperaremos -le comento Michael con una sonrisa engreída, mientras desfundaba su arma, y se recargaba sobre la mesa, para que Luis pudiera verla claramente.

- Oye, si van a empezar con las amenazas será mejor que se largan de mi puta tienda -exclamó Luis ahora si molesto, pero Michael no retrocedió en ocultar su arma.

- Solo estamos conversando, ¿relájate quieres? No hay necesidad de que todo esto se no salga de las manos, y termine muy mal para ti.

- Muy bien, suficiente; no estoy dispuesto a aguantar más estupideces ¡fuera de mi puta tienda ahora!

Michael y Chucho comenzarán discutir con el chico, a lo que yo me aparte un poco, siguiendo mirando todos los objetos que tenía la tienda. Esaú estaba haciendo exactamente lo mismo, permaneciendo calmado y callado, observado todo lo que tenía a su alrededor.

La discusión ente Michael y Luis parecía ir escalando más y más, entre amenazas y gritos. Chucho decía algunas palabras, aunque eran opacadas por el volumen de voz de los otros tipos.

- Oye Arthur... -escuche la voz de Esaú llamándome, a lo que yo me gire curioso, para verlo-, creo que... necesitar venir a ver esto.

Cuando me acerqué a él, vi que estaba mirando un montón de chaquetas de mezclilla colgadas una sobre otra en uno de los estantes de la tienda. Cuando le pregunté qué era lo que quería que viera, el solo me señaló hace un anaquel de estas; a lo que yo confundido, solo hice una mueca intentando encontrar el misterio.

- Mira eso... -Esaú me señaló a una de las chaquetas colgadas, a lo que yo arquee la ceja confundido.

Era una chaqueta de mezclilla de mujer, algo rota de las mangas y el cuello por lo vieja que estaba, de color claro, y sin nada especial que varios parches sobrepuestos de Black Sabbath. No entendí al principio, pero después en una de las magas, vi una especie de mancha como café que desentonaba en el color de la demás tela. Algún idiota quizá le había tirado refresco o algo encima, y no pudo lavarla bien, y se quedo es mancha. Tenía otras, como en los bolsillos de esta, y una más en el otro brazo.

Entonces fue cuando reconocí la chaqueta.

Dejé de respirar por unos segundos, y mis ojos se abrieron tanto que pensé que se saldrían de sus pupilas. Voltee a mirar a Esaú, y supo que él también la había reconocido. Entonces, le indique con la mirada que fuera hacia la puerta, a lo que el entendió a que me estaba refiriendo, y fue a hacerlo.

Giro el cartel de abierto a cerrado, y después tomo la reja de metal, jalándola hacia abajo para cerrar en su totalidad la tienda, lo que hizo que claramente Luis se alterara y le preguntara que mierda estaba haciendo. Yo desenfunde mi revolver, y tome la chaqueta entremos brazos, yendo después directamente hacia Luis, que, al verme con el arma, solo se asustó más.

- Oye chico ¿q-que... que estás haciendo? -me dijo nervioso, mientras yo me le acercaba cada vez más y más, mientras tiraba los estandartes y los percheros al suelo de manera violenta, para que viera lo enojado que estaba realmente.

Finamente llegue hasta él, y le encañone el revolver justo enfrente de sus ojos, mientras que, con mi otro mano, le extendía la chaqueta para que pudiera verla. Michael y Chucho me miraron confundidos, pero no intervinieron en lo absoluto, Solo se quedaron viendo, expectantes a lo que yo estaba haciendo.

- Basta de juegos imbécil. Me vas a decir ahora mismo quien mierda te vendió esta chaqueta, o te juro que te vuelo la tapa de los sesos aquí mismo -le amenace, con mis ojos en llamas, dispuesto a quitarle diente por diente hasta que me diera una respuesta.

- N-no, pero ya te lo dije, yo no sé esa información, el que...

No pude controlarme, y solté la chaqueta para golpear con mi puño la pared donde tenía acorralado al chico, a solo centímetros de su rostro. En ese momento no me dolió el semejante golpe que le metí al concreto, pero sentí como mis nudillos comenzaban a escurrirles sangre por mis dedos.

- La próxima vez ese golpe no ira a la pared, ira a tus dientes -apreté mi mandíbula, mientras flexionaba mis nudillos, dejando que la sangre comenzara a gotear en el suelo-. Ultima oportunidad ¿De dónde sacaron esa chaqueta?

- ¡M-Marco es el que sabe eso! ¡el lleva los inventarios! Yo solo trabajo medio turno hasta que llega el, enserio, no sé quién nos venido la chaqueta

- Bueno ¿entonces donde encontramos a Marco? -le pregunto Michael, mientras se acercaba al chico.

Luis se quedó callado pro unos segundos, quizá dudando en si sería ético traicionar a su jefe y posible amigo de esa manera. Pero eso a mí no me importo en lo más mínimo. Lo golpe con el cañón del arma directo en el estómago, haciendo que se le saliera todo el aire, y cayera al suelo retorciéndose, a lo que yo le pise el pecho y las costillas, ejerciendo toda la presión que pude, hasta echar que uno de sus huesos crujiera como una ramita seca. Le quite el pie de encima, dejándolo respirar, pero el chico no paraba de agarrarse el estómago, gimoteando y lloriqueando.

- Esto puede ir de mal conforme tú lo decidas -le dije, de la manera más fría posible, a lo que el chico solo soltó un resoplido doloroso, siguiendo agarrándose las costillas-. Así que será mejor que me digas ¿Dónde podemos encontrar a Marco?

- E-en... está en el estacionamiento- finalmente respondió el chico, mientras apretaba los dientes, y algunas lágrimas de coraje y dolor se le salían de sus pupilas, recorriendo sus mejillas-. Hay deja su coche, y después se dirige aquí a la tienda. No tarda en llegar, quizá en una hora, o dos...

Me quede en silencio unos segundos, pensando en si confiar en él o no. Mire a Michael, y después a Chucho y Esaú. Los tres no sabían que decirme, y sabía que no me dirían nada. Así que la decisión estaba en mí.

- O-ye, oye hermano, por favor, te estoy diciendo la verdad, en serio por favor, no sé dónde saco esa chaqueta Marco, por favor... -el chico comenzó entrar en pánico, al ver que claramente estaba desconfiando de él.

Al final, solo solté un fuerte suspiro, frustrado y cansado, y tomé al chico del cuello, para después dar un fuerte golpe con la culata del revolver en la cabeza, dejándolo inconsciente.

Pasaron un par de horas después de eso. El tiempo de espera lo habíamos aprovechado bien, y estábamos listos para interceptar a este tal Marco, y hacerle un par de preguntas. Yo y Chucho estábamos ocultos a lo lejos detrás de unos arbustos y un poste de electricidad, a unos cuantos metros de donde estaba el estacionamiento, mirando cada auto sé que iba llegando, a la espera de este tal Marco. Esaú y Michael estaban en el auto, esperando pacientemente a que les diéramos la señal para que lo pusieran en marcha.

- ¿Es él? -le pregunte a Chucho, mirando ambos como llegaba un auto estacionándose, bajando un hombre de este con una chica.

- Mmm... no lo sé, no puedo verlo bien, la maldita luz no me deja ver nada-, Chucho se movió un poco, para tener mejor ángulo de vista-, no... no es el. Es demasiado joven, todavía tiene demasiado cabello ese chico.

Suspire impaciente, mientras volvía a guardar el arma, y me sentaba en el suelo, recargándome en el poste.

- Esto se está haciendo eterno, llevamos aquí más de media hora.

- Yo estoy muerto-me contesto mi amigo, mientras flexionaba las piernas-. De verdad que la idea de Michael de cavar en medio del bosque fue buena, pero no para mis pobres músculos. Siento que en cualquier momento voy a caerme desmayado. Y estoy lleno de tierra hasta en el cabello -se quitó su gorrito, sacudiéndolo en el aire, para volvérselo a poner.

- Si... yo también...

Chucho pareció verme desanimado, por lo que se acercó y se sentó al lado mío, terminándose de acomodar de nuevo su gorro en la cabeza.

- La vamos a encontrar Arthur ¿sí? Tranquilo, todo saldrá bien; ella va a estar bien-me dio una sonrisa forzada, pero yo solo pude bajar la mirada, mientras apretaba mis puños, lleno de frustración-. Llegaremos al fondo de todo esto; pero te digo, ella estará bien.

- Más vale que sea así -le conteste, pero sin atreverme a mirarle a los ojos-, porque si no es así, no sé si algún día pueda lograr llegar a perdonarme. No sé si pueda vivir con algo como eso

Chucho me miro con tristeza; solo atinó a colocarme su mano sobre mi hombro, frotándomelo en señal de apoyo; a lo que yo no pude evitar embozar una pequeña sonrisa. Todavía seguía sin creerme que mis amigos estuvieran aquí, después de todo lo que habíamos pasado, que no me hubieran dejado solo en esto...

- Todo estará bien Arthur, en serio -me sonrió con calidez mi amigo.

En eso escuchamos como un auto entraba al estacionamiento, haciendo que los dos nos levantáramos y nos pusiéramos alertas. Chucho se asomó por los arbustos, y entrecerró los ojos, forzando su vista para ver quién era el que venía en el auto. Yo saque mi revolver y una capucha negra, esperando a que me diera la señal para actuar.

- Si... si es el, vamos Arthur -me indico mi amigo, saliendo de los arbustos, yendo yo justo detrás de él.

El hombre termino de salir de su auto, cerrando la puerta con las llaves, cuando Chucho lo embisto haciendo que se golpeara contra la venta de su vehículo, mientras yo le colocaba la capucha en la cabeza, y le enterraba el cañón del arma en su espalda, para que supiera que estábamos armados. El hombre intento decirnos algo, pero la tela de la capucha le corto las palabras. Chucho lo tomo de las muñecas poniéndoselas de espaldas, y le coloco uno de esos cinchos de platico, atándolo al instante.

En ese mismo segundo, Michael y Esaú aparecieron con el auto, abriendo la cajuela enseguida, metiendo al hombre dentro de ella, cerrándola. Yo y Chucho nos subimos auto, y desaparecimos en la oscuridad. Todo había sido tan rápido, que me tarde en proceras que lo habíamos logrado; no nos tardamos ni 30 segundos en hacer lo que hicimos.

La zona estaba cercana al desierto de la ciudad, por lo que conducimos alrededor de unos 20 o 30 minutos, cuando llegamos a donde teníamos todo preparado. Marco estuvo pateando y gimoteando continuamente desde dentro de la cajuela, aunque no entendamos muy bien todas su suplicas y penitencias, por lo que Michael harto, le grito que se callara, o le cortaría un dedo cuando saliera del maletero. Todo el viaje estuvo relativamente tranquilo después de eso.

Cuando llegamos, estacionamos el auto en una zona apartada, lejos de la carretera, y después entre yo y Esaú abrimos el maletero, tomando Marco de los dos brazos, sacándolo bruscamente de esta, para después arrastrarlo por la arena.

- Vamos amigos ¿Qué mierda está pasando? Dígame algo-Marco chillo, mientras terminábamos de empujarlo, hasta llevarlo a un lugar específico, obligándolo a que se arrodillarla- solo díganme lo que quieren ¡por dios! - exclamo, cuando sus rodillas tocaron el suelo de manera violenta.

Fue en eso, cuando yo me encargue de quitarle la capucha de la cabeza violentamente, mostrándole al hombre lo que le esperaba si decida no cooperar: Frente suyo, estaba en lo que nos habíamos ocupado yo mis amigos las últimas dos horas: habíamos cavado una fosa enrome en medio del desierto, en modo de tumba, lista para ser utilizada.

- Oh no, no, no, no ¡esperen! ¡esperen! -comenzó a entrar en pánico Marco, mientras yo y Michael levantabas nuestros revólveres, listos para dispararle- ¡Aguarden! ¡no! ¡yo no fui! ¡fue el idiota de Alex, se los prometo! ¡No...!

Michael y yo nos miramos confundidos, para después ver a Chucho, que solo nos miró con una mueca confundió, levantando los hombros, y los mismo con Esaú, que tenía el hacha en sus hombros.

- Ya vsegda, vsegda drug kommunistov! navsegda! -comenzó a gritar desesperado, en un idioma extraño, quizá ruso.

- ¡Cállate idiota! -le exigió Michael, al mirase igual de confundido que todos nosotros.

- Ya vsegda, vsegda drug, drug-kommunist, krasnyy, krasnyy! -siguió gritando.

- ¡Cállate! -le volvió a gritar Michael, mientras yo solo miraba al pobre hombre confundo. Solo nos faltaba que hubiéramos tomado al equivocado-. No hablamos ruso ¿bien? Habla como la gente normal, por dios...

- No... ¿los envió Andrei? ¿vienen por Andrei? -dijo el hombre con miedo, mientras nos miraba de reojo a sus espaldas.

- ¿Andre que? -le contesto Michael extrañado.

- Oh dios mío -Marco descanso sus hombros, agachando la cabeza, como si estuviera aliviado. Muy aliviado-, dios santo... por un momento creí que... dios- al final se relajó, y solo se volteo a mirarnos, mucho más tranquilo- D-díganme ¿en qué puedo ayudarles? Solo díganme lo que quieran, e-en serio, lo que sea; hace demasiado frio aquí... -en eso, Marco miro a Chucho, y pareció reconocerlo, por lo que su semblante de miedo, se transformó en uno mucho más molesto- Tu... pero si tú eres el de las malditas carteras ¿no? ¿pero qué diablos está sucediendo aquí?

- Esto es lo que está sucediendo -le respondió Michael, sin darle oportunidad a Chucho de responderle- Mi amigo te hará algunas preguntas, y tú las responderás. Si lo que nos dice nos convence lo suficiente, entonces quizá no tengamos que dejarte abandonado en esa fosa ¿Qué dices? ¿harás las cosas fáciles?

- S-sí, sí, claro ¿q-qué es lo que necesitan saber?

Michael me indicó con la cabeza la señal para que entrara en acción, a lo que yo me dirigí al auto, y saque del asiento trasero la chaqueta de Astrid, para después ir directamente hacia Marco, colocándosela enfrente para que pudiera verla bien, acuclillándome.

- ¿De dónde sacaste esta chaqueta? -le pregunte, amenazándolo con la mirada.

- ¿Qué? ¿para qué rayos quieres saber eso? Normalmente nunca les pregunto de dónde sacan las cosas mis vendedores, ni tampoco me interesa incumbirme, solo causa más problema y...

- Bien, no me importa si no sabes de donde salió exactamente ¿Quién te la venido?

- ¿L-la chaque...?

- ¡Si idiota! ¡la chaqueta! ¿Quién fue el cabron que te la vendió?

- Y-yo... no lo recuerdo, recibo clientes diferentes todos los días, y yo-yo no...

Hice una mueca, furioso, colocándome de pie, haciendo un además con mi mano, para que Esaú y Chucho le dieran una sacudía, para meterle miedo. Esaú le soltó una pata directa a la espalda a Marco, haciendo que su rostro chocara con la arena, para después entre él y Chucho, tomarlo de los hombros, comenzando arrastrarlo hacia a la fosa.

- No, no, no ¡esperen! -comenzó a retorcerse el hombre en la tierra, intentando evitar que mis amigos siguieran arrastrándolo, pero era inútil, no podía contra los dos- ¡Se la manera de como recordarlo! ¡esperen un segundo, dios!

Esaú y Chucho lo soltaron en el instante que el hombre pronuncio esas palabras, obligándolo a que se levantara y nuevamente se pusiera de rodillas. Yo me le volví a acercar, pero ahora con mi revolver en mano, para que pudiera verlo bien, y supera que no me estaba con mentiras ni juegos.

- Bueno... habla.

- E-en la tienda, en la tienda donde vendo mis cosas, tengo una caja fuerte... y-yo ahí guardo algunas cosas de valor, y una libreta con mi inventario ¿sí? Puede que en esa libreta haya anotado quien fue el que me la vendió. Normalmente a los vendedores recurrentes que vienen, les tomo nota de los artículos que me dan, para después recompensarlos más tarde por su trabajo- en eso, giro su mirada a Chucho, entre molesto, pero también compasivo-, puedes preguntárselo a él; siempre anotaba su nombre cuando me daba sus tontas carteras, para después darle algo extra. Si el que me vendió esa chaqueta, me dio más cosas, seguramente esta anotado hay.

Mire a Chucho, para confirmar si la historia de esa dichosa libreta era cierta, a lo que él solo me asintió, respaldando lo que Marco me había dicho.

- Cuando llegaba a cierta cantidad de artículos vendidos, me daba un pequeño bono como recompensa-comenzó a decirme, mientras miraba a Marco al mismo tiempo, midiendo su reacción-. Era una forma barata de asegurarse de que no fuéramos con la competencia. Algo chantajista, pero al final, funcionaba.

- S-si me desatan, y dejamos toda esta mierda de enterrarme vivió, podemos ir a la tienda todos juntos, y les daré esa libreta ¿sí? E-es lo que puedo hacer, les digo la verdad...

Mire a Marco, con desconfianza, y después a Esaú y Michael, quienes también no estaban muy convencidos de lo que el hombre estaba diciendo. Pero Chucho tenía otra expresión; el sí confiaba en él, lo que a mí no me dejaba otras opciones; tendría que hacer lo mismo.

- Bien -le respondí finalmente, guardando el revolver en mi pantalón, indicándole a Esaú que le ayudara a levantarse-. Regresaremos a la tienda, pero será mejor que no intentes nada estúpido, o te juro que te vuelo la cabeza al primer indicio de que todo esto sea una mentira ¿estamos de acuerdo?

- Sí, sí, no haré nada estúpido, lo prometo -me respondido, mientras se ponía de pie, y flexionaba un poco las rodillas.

- Más te vale.

En eso, Esaú lo tomo del brazo, y lo obligó a avanzar hasta donde estaba el auto, con Michael volviendo a abrir la cajuela, a lo que Marco al ver lo que pretendíamos hacer, comenzó a clavar sus talones la tierra, evitando que avanzara.

- Oigan, oigan, no es n-necesario que hagan esto, me comportare bien, e-en serio.

- Ni hablar, tú vas para la cajuela, y será menor que esta vez no vayas pateando la puerta, o te romperé las piernas -le amenazo Michael, mientras ayudaba a Esaú a arrastrarlo, tomándolo de los brazos.

- No, en serio, les digo la verdad, no intentare nada... -en eso, cruzo su mirada con Chucho, quien solo lo observo nervioso- ¡Chucho! ¡Tú diles! ¡Vamos amigo! ¡No hare nada extraño!

Mi amigo no dijo ni hizo nada, solo se limitó a desviar la mirada, y subir al asiento conductor del auto, cerrando la puerta. Marco comenzó retorcerse, pero Esaú lo tomo de la parte trasera del cuello, y lo obligó a meterse en el maletero de nuevo, cerrando la puerta en su rostro, escuchando mormullos y ruidos apagados dentro; a lo que Michael azoto su puño sobre la cajuela, recordándole a Marco lo que iba a pasar si seguía haciendo su escándalo.

Después de unos cuantos minutos en la carreta, volvimos a la tienda, donde habíamos dejado atado a Luis y encerrado en una de las bodegas, para que no intentara hacer nada raro mientras terminábamos con el asunto de Marco. Cuando llegamos, sacamos a Marco de la cajuela, para después a punta de pisolita, obligarle a caminar hasta llegar a la pequeña oficina de la tienda donde tenía guardada su caja fuerte. No teníamos intención alguna de quitarle los cinchos de sus muñecas, para así tenerlo mucho más controlado.

Chuco y Esaú se quedaron a vigilar a las afueras de la tienda, para que ningún metiche fuera a meter las narices donde no les incumbía. Michael tenía a Marco sujeto del brazo, con el revolver apuntándole directo en el rostro; y yo yendo delante de ellos, siendo el encargado de tener que abrir la caja fuerte.

- Bien Marco, llego tu momento ¿cuáles son los malditos números de la caja fuerte? -se burló Michael, mientras presionaba el cañón contra su oreja, lo que solo hizo que el hombre se pusiera nervioso.

- Oigan, solo... prométanme que solo van a tomar la libreta ¿sí? En serio tengo cosas importantes ahí, y si las perdiera yo...

Michael no lo dejo terminar, golpeándole la nuca con el mango de la pistola, haciendo que Marco casi perdiera el equilibrio, pero Michael lo sujeto bien del cuello de la camisa, volviéndole a apuntar con el arma.

- La maldita combinación ¡ahora!

- No tomaremos nada más -le dije al hombre, intentando hacer que se tranquilizara, y me diera los números de una jodida vez-, solo tomare la libreta, te lo prometo.

- Es... 55, 43, y 27... esa es la combinación.

Comencé a mover la rueda de la caja fuerte, siguiendo los números que Marco me había dado, hasta que escuché el tronido de los metales moviéndose, haciendo que, al mover la pequeña palanca de esta, terminara por abrirse sin ningún problema. Dentro de la caja, había varios fajos de billetes, como algunos relojes que se veían bastante costosos. También algunos papeles sujetos a clips, algunas identificaciones falsas, y finalmente, la dichosa libreta, que era una especie de agenda de cuero, la cual cuando se la mostré a Marco, el me asintió confirmando que esa era al que estaba buscando.

- ¿Y bien? ¿Dónde mierda comienzo a buscar? -le dije, mientras cerraba la caja fuerte, y me le acercaba, hojeando la libreta enfrente suyo.

- No se... revisa la sección de ropa, y busca chaquetas de mezclilla... un par de meses atrás quizá; no he recibido mucho de esas últimamente, debe de estar por ahí.

Comencé a hojear la libreta, saltando las secciones de relojes, accesorios, y muebles, yendo directamente a las prendas de ropa. Estaba bastante vacía a diferencia del resto de las demás, por lo que, retrocediendo un par de meses, no tarde mucho en encontrar la chaqueta que estaba buscando.

- Aquí dice que... te la dieron junto con un pantalón negro... unas botas negras... una blusa morada... y una pulsera de hilo azul; todo en una maleta de viaje que también te vendieron- Todo eso era de Astrid, antes de desaparecer, era lo que llevaba puesto. Y su maleta... nunca llego a ese maldito centro de rehabilitación-. Todo esto vendido... excepto la chaqueta...

- Bueno, es que todo lo demás lo vendí barato; pero la chaqueta la subí de precio porque pensé que podría sacarle un poca más de dinero; aunque al parecer a los clientes no les gustó mucho esa idea...

No le respondí. Estaba furioso, triste; tenia tantas ganas de gritar y llorar. Quería ser optimista, pero mi mente no paraba de solo imaginarse una situación cada vez peor respecto a lo que le había sucedido a Astrid. A mi Astrid...

- Todo esto te lo vendió un tal... Raúl Aguilera... hace un par de meses -¿Raúl? No me sonaba ese nombre de nada.

- Si es lo que dice la libreta, es el entonces... -me contesto Marco, nervioso, a lo que yo solo cerré la libreta con fuerza, y la deje en el escritorio.

- ¿Y dónde es que puedo encontrar a este tal Raúl?

- Y-yo no sé eso; solo anoto el nombre, pero no voy a estar como idiota pidiendo y escribiendo la dirección de los demás.

- Podemos encontrarlo en el directorio Arthur -me sugirió Michael, mientras soltaba Marco, y lo empujaba lejos de el-. No puede haber tantos Raúl Aguilera en la ciudad. Daremos con el rápido.

- ¿Y ahora qué hacemos con él? -le pregunte a Michael, a o que el solo apunto su arma directo a su rostro.

- Nosotros nunca estuvimos aquí; una palabra a la policía, a tu familia, amigos, a quien sea, y te prometo que regresaremos por ti -acto seguido, después de terminar la amenaza, Michael guardo su arma, y desenfundo su enorme cuchillo, cortándole los cinchos de las muñecas a Marco, a lo que él solo comenzó a frotárselas, dolorido.

- N-ni una palabra, entiendo, entiendo, sin ningún problema.

- Bien, más te vale, porque no te conviene que regresemos.

Michael se dio la vuelta, dejando a Marco en la habitación, mientras comenzábamos a escuchar golpes provenientes de la bodega, quizá siendo Luis quien ya había recuperado la conciencia, e intentando salir de ahí a como fuera lugar. Di un resoplido por la nariz, cansado y triste, también dándome la media vuelta, sin decir una palabra. Aunque Marco me detuvo en el último segundo, intentando decirme algo.

- Hey chico yo... escucha, solo quería decirte, sea quien sea la persona por la que estés haciendo esto y estés buscando... tiene suerte de tener a alguien como tú que haga eso por ella... pero... no te hagas tantas expectativas ¿bien?

Lo mire fijamente intentando comprender lo que me estaba diciendo ¿era un tipo de consuelo o venganza por todo lo que le había hecho? Digo, después de todo unos minutos atrás había amenazado con enterrarlo vivo. Pero si era algún tipo de venganza, estaba siendo cruel. Muy cruel. Pero decidí pensar mejor que lo estaba diciendo con buena intención, y dejarlo pasar. Tenía que encontrar a Astrid, tenía que encontrarla viva, no había más opciones...

Tenía que lograrlo. Aunque una pequeña parte dentro de mí, sabía que lo más probable, era que no lo conseguiría. Quizá no de la forma en la que yo lo esperaba.

- Yo... lo tomare en cuenta -le dije, dándole una última mirada a aquel hombre, antes de desparecer por el portón de la oficina, saliendo de la tienda hacia la fría noche.

Ya casi Astrid, solo aguanta un poco más, ya casi...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro