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Capitulo 29

Me hice aún más para atrás, aterrado y furioso, a lo que la chica me volteé a mirar confundido, al igual que Michael y todos mis amigos.

Yo me coloque de pie, y me tambalee un poco, para después mirar a la chica, con mis ojos muertos, perdidos en la nada.

— ¿D-de... de donde sacaste esa pulsera? —le pregunte, aterrado por escuchar la respuesta.

— ¿M-mande? —la chica se dio la vuelta y me miro confundida, la que yo comencé a enojarme.

— ¿De dónde sacaste esa pulsera?

— ¿Q-que? Y-yo, y-yo no...

— ¡¿De dónde sacaste esa maldita pulsera?! —le grite, mientras desenfundaba mi revolver, y le apuntaba justo en el rostro.

Los ojos de la chica mostraron terror absoluto, al mismo tiempo que sentía las miradas sorprendidas de mis amigos.

— Arthur ¿Qué mierda estás haciendo? —se me acerco Michael, colocándose enfrenta mío.

— Sera mejor que te vayas con Aleksi, Michael... yo me quedare un rato con ella, tengo asuntos pendientes... —le conteste con frialdad, sin desviar mi mirada de aquella chica, al cual solo me miraba con miedo.

Michael me miro molesto, pero depuse miro a Aleksi que estaba recargado en una pared, igual de confundió que los demás. Y no sé si comprendió lo que pasaba, o simplemente estaba ansioso por salir del lugar, pero finalmente me termino haciendo una mueca.

— Más vale que no hagas que me arrepienta —me contesto, mientras pasaba de largo mío, e iba hacia el ruso, haciendo que se apoyara en su hombro, para sacarlo de aquel chico— Demian, nos vamos —le ordeno el chico, mientras comenzaba la marcha. Sentí una mirada de miedo hacia mí por parte del rubio, para después solo girarse, y seguir por detrás a Michael. Aunque este se detuvo, cuando vio que Chucho y Esaú no se movían de su lugar— ¿Vienen o qué? —les dijo, esperando una respuesta impaciente.

Chucho negó con la cabeza, y Esaú ni siquiera se molestó en reaccionar. Tal parece que no se iban a ir sin mí; y eso Michael lo entiendo, ya que puso su único cojo en blanco, y continuo la marcha, llevándose consigo a Aleksi y a Demian.

Cuando los tres desparecieron, Chucho se acercó a mi preocupado, tomándome del hombro, pero yo seguía con los ojos en llamas, mirando a la chica que se había arrinconado a una de las paredes, aun sin atreverse a si quiera ponerse de pie.

— ¿Me vas a decir que mierda está sucediendo, o que, Arthur?

Yo ignore directamente a mi amigo, y fui hacia la chica, tomándola del cuello de su playera, obligándola a que se levantara, para después azotarla contra la pared, presionándola, colocándole la boca del revolver justo dejaba de su barbilla.

— Lo preguntare una última vez ¿de dónde mierda sacaste esa pulsera?

— F-fue un regalo ¿sí? N-no sé de dónde vino... y-yo...

— ¿Si? ¿De quién? ¿Quién te la dio?

— ¡Fue de un aniversario! Mi novio me la regalo por nuestro aniversario... —la chica tenia hinchados los ojos por el llanto, y los cerraba de vez en cuando, intentando ignorar el cañon del revolver que tenía justo frente suyo—. Por favor, si quieres tómala, solo no me lastimes, por favor— me suplicó, mientras se desataba la pulsera de su muñeca, temblando.

— No la quiero—le conteste, furioso, jalando el martillo del revólver, listo para disparar— quiero al que te dio esa pulsera ¿Dónde lo encuentro?

— No... No te voy a decir eso, vas a matarlo, por favor, solo tómala y...

Me harté de ser amable. Moví mi revolver de su rostro, y le enterré el arma en su muslo derecho, jalando el gatillo.

La chica grito desesperada entre llanto, cayendo al suelo al instante.

— ¡Maldito hijo de perra! ¡Estás bien puto loco! ¡¿Qué te pasa?! —me grito, entre llanto, desesperado, mientras se sostenía la pierna con fuerza, la cual ya había comenzado a sangrar.

— ¿Dónde encuentro al desgraciado que te dio esa maldita pulsera? —le respondí, furioso, mientras me le acercaba, y le pisaba la pierna herida, haciendo que solo gritara más fuerte— ¡Dímelo!

— ¡Arthur, por un demonio, fue suficiente! ¡Ya déjala, vas a matarla! —me dijo Chucho, poniéndose enfrente mío, intentando apartarme de la chica, poniendo sus manos sobre mi pecho para que retrocediera.

— ¡No! ¡Está perra sabe dónde está Astrid! ¡Tiene que decírmelo! —le grite a Chucho, quitándomelo de encima de un empujón.

— ¿Cuál Astrid? ¡Yo no conozco a ninguna Astrid maldito lunático! ¡Solo toma la puta pulsera y déjame en paz! ¡Por favor, no sé qué más quieres que te diga!

— Quiero saber dónde puedo encontrar al malnacido que te dio esa jodida pulsera —le contesté, levantando a cada palabra mi tono de voz— Así que o me dices, o va la otra puta pierna— volví apuntar mi revolver, a lo que la chica solo se encogió lo más que pudo, intentando cubrirse el rostro con sus brazos.

— ¡No voy a traicionar a mi novio! por favor, no me hagas hacer eso, vas a matarlo... por favor, por favor, te lo suplico.

Apunte el arma hacia su otra pierna, y presione el gatillo, pero Chucho movió mi brazo, desviando el tiro y haciendo que la bala se fuera a estampar al concreto de la pared. La chica solo gimió asustada, cubriéndose la cabeza con sus manos temblorosas.

— ¡Puta madre! ¡Arthur basta, por un demonio! ¡vas a matar a alguien! —me grito mi amigo, pero yo me lo quite de encima.

Impaciente, me acerqué a la chica, y le puse el revolver entre su mejilla derecha, jalando el martillo del arma de nuevo. La ira me estaba controlando, ya no me importaba nada, solo quería que la maldita abriera la boca de una buena vez.

— Cinco segundos para que me digas donde lo encuentro, o juro que te vuelo la jodida cabeza, y consigo otra forma de dar con él. Uno.

— No, por favor, espera, no puedo hacerlo, por favor, por favor— la chica volvió a entrar en pánico, cerrando los ojos mientras las lágrimas recorrían sus mejillas.

— Dos.

— Arthur... —escuche la voz de Esaú atrás mío, pero no me importo.

— Tres.

— ¡Por favor, no conozco a ninguna Astrid, te estás confundiendo, por favor!

— Cuatro

— ¡Arthur, ya basta! —me grito Chucho desesperado, intentando tomarme del brazo, pero lo quite de encima de un empujón.

— Cin...

— ¡Está bien, está bien! — grito la chica al final, desesperada y con la voz rota—. Te lo diré, te lo diré... Por favor...

Quité el arma de su mejilla, y me puso de pie, aun mirándola de la manera más fría que pude.

— Habla.

— Solo... Prométeme que no vas a matarlo, por favor... Es un buen chico, solo hemos tenido mala suerte, te lo suplico, por favor, por favor, no lo mates...

— Eso depende si es que copera, y no hizo lo que creo que hizo. Ahora habla, o esta vez no habrá cuenta regresiva.

La chica solo volvió a echarse a llorar, abrumada y aterrada. Y entre lágrimas, fue que me dijo una dirección.

Los momentos después de que la chica me diera la dirección fueron muy borrosos. Quería moler a golpes a todo mundo, quería encontrar un culpable y matarlo de las peores maneras posibles. Mi sangre hervía, y estaba permitiendo que eso me dejara llevar.

Pero también el peor miedo que había sentido alguna vez estaba creciendo en mi pecho. No quería ni pensar en que algo malo le hubiera podido haber ocurrió a Astrid. Que no hubiera huido, y que le hubiera pasado algo mucho, mucho peor...

En este punto, prefería mil veces que se hubiera largado con mi dinero a darse la buena vida, a lo que la otra opción significaba...

Finalmente, en un punto estábamos de nuevo en el auto de Chucho los tres. Michael debió de irse en cuanto pudo, confiando en que nos reuniríamos más tarde con él en el club nocturno de su abuelo. Y aunque el tiroteo aún no había terminado del todo, nos fue bastante fácil escabullirnos entre los lugares, pasando por la reja y corriendo hacia el bosque para salir de ese infierno de una buena vez por todas.

Pero cuando llegamos al auto, y cerré la cajuela con fuerza antes de subirme en el asiento del copiloto; Chucho y Esaú se quedaron muy callados, quizá esperando alguna explicación de lo que acaba de suceder. Y se las debía después de todo, se las debía. Se quedaron conmigo, y me ayudaron en lo que pudieron. Era hora de que supieran lo que estaba pasando.

Pero las palabras no me salían, no quiera hablar de ello, sentía que la garganta se me cerraba, y las lágrimas estaban a punto de salir por mis ojos. Estaba muy frustrado como para intentar explicarme con ellos. Pero tenía que hacerlo, tenía que decirles todo; aunque no supiera ni por donde mierda comenzar a hablar.

Pero Chucho fue el que inicio la conversación, quizá al darse cuenta de lo mucho que me costaba a mi hacerlo.

— Astrid... —sentí como mi corazón se detenía solo de escuchar su nombre en la boca de mi amigo—. Ella fue la chica que te robo tu dinero ¿no? La que desapareció...

Yo solo asentí con la cabeza, mientras desviaba mi mirada hacia la ventana. Tenía muchas ganas de llorar, pero no quería hacerlo frente a ellos; no porque no les tuviera confianza, sino porque ni yo mismo quería romperme emocionalmente en este momento. Tenía que ser fuerte, para lograr encontrarla.

— No crees que haya desparecido. Le sucedido algo ¿no? —Esaú hablo desde el asiento trasero, inclinándose hacia delante para que pudiera escucharlo.

— Ella antes de desaparecer... me regalo una pulsera, para que nos acordáramos uno del otro. Ella usaría una, y yo otra. Y la pulsera que termino quedándose ella, fue esta — saque la pulsera de hilo del bolsillo de mi chaqueta, extendiendo la mano para que Chucho y Esaú pudieran verla bien—. Y esa chica la tenía puesta. Quizá no sepa ni tenga nada que ver con Astrid, pero puede guiarme a alguien que si sepa. Y necesito saberlo, necesito saber lo que en realidad sucedió...

— Bueno, a Michael no le va a gustar nada que nos desaparezcamos, así como así esta noche; al menos tendremos que avisarle— me comentó Chucho mientras ponía en marcha el motor del auto.

— ¿Desaparezcamos? —le pregunte, confundido.

— Si... no voy a dejarte solo en esto ni de chiste Arthur. Llegaremos al fondo de todo.

— Yo tampoco iré a ningún lado —le siguió Esaú desde atrás, colocando su mano sobre mi hombro en señal de apoyo—. Esa chica era tu amiga, y mereces saber qué fue lo que le sucedió. Lo que en verdad sucedió.

No pude evitar sonreír conmocionado. Sabía que mis amigos estaban más que cansados después de todo lo que había pasado esta noche, como para que todavía me atreviera a exigirles que me ayudaran con esto. Pero, aun así, después de todo, estarían conmigo. Y llegando a este punto, necesitaba todo el apoyo posible para lograr mantenerme en pie.

— Gracias chicos. En verdad... gracias.

Chucho saco el auto del bosque, rumbo a la carretera, donde después de unos minutos en el que los tres nos quedamos en silencio, pasando por las luces de los faroles, y la oscuridad de la ciudad, llegamos hasta el club nocturno de Don Armando; donde como era de esperarse, estaba más que animado, probablemente producto de la celebración por la misión exitosa que habíamos tenido.

Cuando llegamos al estacionamiento, los tres nos bajamos del auto, entrando por la entrada principal del bar, donde todos estaban celebrando y bebiendo, cantando canciones y haciendo el ridículo. Sabía que todos eran hombres de Don armando, ya que reconocí algunos rostros de los rusos que habíamos conocido, logrando también visualizar a Jack y Michelle en una de las esquinas bebiendo y riéndose. Pero no habíamos venido a celebrar, teníamos que encontrar a Michael para avisarle que esta anoche tendríamos otros asuntos pendientes de que ocuparnos.

Caminamos un rato por el lugar, buscado a Michael en algún lado, pero solo nos topamos a dos de los dos hermanos rusos, Yurik y Levka, abrazándonos y agradecido por haber rescatado su hermano, que supongo que se encontraba en alguna enfermería curándose todas sus heridas. Después de avanzar otro par de metros, nos encontramos con Alberto, que ya se encontraba un poco ebrio, felicitándonos por nuestro gran trabajo. Fue cuando aproveche para preguntarle donde demonios estaba su hijo, y el solo me señalo hacia una de las mesas, donde el tarado estaba bebiendo con dos de las chicas más pálidas que había visto alguna vez en mi vida. Cuando me acerqué más, pude reconocer a la rusa que me había estado hostigando con mi apellido unas horas antes.

— ¡Hey, pero si es el inglés! —exclamo al verme. Note que tenía una pequeña herida en una de sus cejas. Probablemente se la había hecho en batalla, en la operación de rescate.

— ¡Arthur! —se levantó Michael de la mesa, feliz, a lo que yo solo le sonreí pasivamente— ¿Dónde se habían metido? Tardaron bastante en llegar, se están perdiendo su propia fiesta. Lo hicimos bien muchachos ¡lo logramos!

— Si, si Michael, es maravilloso, pero... —tuve que suspirar un poco, para tomar algo de valor—. Tenemos unos asuntos pendientes que hacer, me temo que tenemos que irnos. Solo no quería que te preocuparás por nosotros.

— ¿Irse? ¿pero a donde mierda van a irse? —Michael cambio su expresión feliz una bastante confusa, tal como pensaba que lo haría.

— Tengo... necesito resolver algo, y no puedo esperar más. Lo siento.

— ¿Qué? ¿Tiene que ver con a con la chica que estabas maltratando haya? antes de que nos fuéramos.

Yo solo le asentí a modo de respuesta. No quería ser tan detallado, ya que Michael ni siquiera sabía de la existencia de Astrid, y no sabía si era buena idea decirle a él lo que estaba pasando, respecto a la confianza que nos teníamos.

Pero mi amigo me tomo del brazo, y me indico con un gesto que saliéramos del lugar, para que pudiéramos hablar más tranquilos, lejos de la música y de la gente que celebraba. Le dijo la rusa que volvería enseguida, a lo que ella solo me miro con ternura y se despidió de mi con la mano, a lo que yo no supe muy bien como devolverle el gesto, solo dándole una sonrisa bastante estúpida y nerviosa.

Cuando los cuatro salimos del club, nos dirigimos al estacionamiento, donde la música aún se escuchaba de fondo desde el edificio, pero el silencio de la madrugada fue suficiente para que pudiéramos escucharnos todos mutuamente. Nos colocamos enfrente del auto estacionado de Chucho, donde Michael recargo su espalda sobre la cajuela, apoyándose.

— Bueno Arthur, dime que mierda está sucediendo de una buena vez —me exigió Michael, mientras cruzaba sus brazos, esperando una respuesta de mi parte— Tú no eres de los que golpea a una mujer solo porque sí; ni tampoco de los que desaparece para ser el vengador trastornado del momento. Debe ser algo bastante serio...

— Si... lo es.

— Bueno, sigo esperando ¿me vas a decir o te seguirás haciendo el misterioso?

— Yo... yo... —desvié mi mirada de los ojos de Michael, quizá para no sentirme tan intimidado. Chucho y Esaú estaban detrás mío, en completo silencio, mirando como Michael me fusilaba con la mirada.

— ¿Y bien? —comenzaba a ponerse impaciente, no dejándome más opciones.

— Tuve una amiga... hace un tiempo. Ella despareció cuando le di algo de dinero para resolver algunos problemas; y creí que me había abandonado. Pero la chica que capturamos en aquellos túneles... tenía un artículo que solo le pertenecía a mi amiga.

— ¿Un artículo? ¿Qué? ¿Un anillo, arete?

— No... una pulsera. Una pulsera de hilo.

Michael entrecerró los ojos un poco, mientas soltaba una leve sonrisa en sus labios.

— Una... pulsera ¿de esas baratas que venden en los mercadillos?

— No exactamente... pero sí. Es esta —saque la pulsera de mi bolsillo, dándosela a Michael para que la viera. Sonrió más, como si todo esto fuera alguna clase de broma mediocre.

— Mataste... ¿mataste a una pobre chica por una pulsera, Arthur? —Michael me desvió la mirada, ahora dirigiéndola hacia Chucho y Esaú, que habían estado en silencio todo este tiempo— ¿ustedes están de acuerdo con esto?

— No esta... la chica no está muerta —interrumpí, antes de que mis amigos pudieran contestarle a Michael; a lo que él solo se cruzó los brazos, mientras me miraba con la deja arqueada.

— ¿Ah no? ¿y el balazo que escuche por los túneles antes de irnos?

— Bueno... la lastime un poco quizá...

— Le dio un balazo en la pierna —me delato Chucho—, nada grabe, pero suficiente para que decidiera confesar.

— Le diste un balazo en la pierna... y que ¿la dejaste hay tirada? Esa chica ya murió desangrada.

— No la... no la dejamos tirada —ahora Esaú se metió a la conversación, mientras bajaba la mirada un poco cuando Michael le miro confundido.

— Estas recargado sobre ella —le dije, mientras señalaba hacia el maletero.

Michael abrió los ojos exageradamente, quitándose de inmediato de la cajuela de Chucho, para después mirarme horrorizado y confundido, captando lo que le habíamos querido decir.

— ¿Q-que...? ¿pero que hicieron montón de idiotas?

Mire a Chucho en busca de apoyo, pero mi amigo solo resoplo por la nariz con pesadez, mientras sacaba las llaves de su auto, y se acercaba a la cajuela para abrirla. Cuando lo hizo, y abrió por completo la puerta, los cuatro vimos a la pobre chica medio inconsciente, recostada. Le habíamos atado las manos por enfrente y sus tobillos con algo de cinta que Chucho había encontrado en la guantera de su auto. No creí que fuera a gritar, ya que cuando la metimos a la cajuela la chica estaba al borde de desmayarse por la pérdida de sangre, pero por precaución, decidimos colocarle también una tira de cinta sobre la boca

Habíamos envuelto su herida también con la cinta, en un intento por parar la hemorragia, lo que había funcionado, pero no sabíamos bien hasta qué punto ya que todavía la pobre mujer seguía viéndose cada vez más y más débil.

— Oh no... mierda —Michael miro con horror a la chica, mientras se llevaba las manos a la cabeza, pasándose sus dedos sobre su cabello— ¿Pero qué mierda les sucede montón de estúpidos? ¿qué carajo hicieron?

— Te lo acabo de decir —le respondí de manera seria, mientras miraba Michael, y después a la chica. Tenía los ojos cerrados, pero sabía que seguía vivía, por la respiración en su pecho.

— Y...y ¡¿Y para que mierda la trajiste Arthur?! ¿la quieres seguir torturando o que mierda?

— No, ya me dio una dirección. Pero necesito comprobar que no esté mintiendo; y como es la única pista que tengo sobre donde puede estar mi amiga, no pienso dejarla ir hasta que me dirija a otra.

— Maldito loco de mierda...

Michael comenzó a negar con la cabeza, mientras se alejaba de nosotros, caminando de un lado a otro, quizá pensando en todo lo que le dijimos. Pero lo que si era un hecho, era que le habíamos arruinado por completo la celebración de la noche, lo que me hacía sentir un poco culpable.

— Esa chica se va a desangrar —fue lo que me dijo Michael, después de unos segundos de absoluto silencio—. Tienes que conseguirle algún desinfectante, gasas decentes; con esa mierda puesta solo vas a conseguir que terminen por amputarle la pierna.

— Michael... —quería decirle que podría regresar a celebrar la fiesta, que solo había venido para avisarle y que no se preocupara; pero me interrumpió antes de que pudiera emitir otra apalabra.

— Olvídalo, van a hacer todo mal; esperen aquí.

Michael me paso de largo, cambiando de vuelta hacia el bar, sin darme oportunidad de hacer o decirle algo. Mire a Chucho, el cual solo me levanto los hombros haciendo una mueca; y después a Esaú.

Michael regreso con lo que parecía un botiquín, una chamarra gruesa para el, por las bajas temperaturas de la madrugada, su escopeta colgada en su cuello, un hacha, y una bolsa de plástico con varias cajas de munición; la cual me lanzo, haciendo que casi se me cayeran al suelo.

— Bueno, primero lo primero, tenemos que salir de este lugar, y encontrar otro más privado donde podamos curar a la chica; y después de que recupere la conciencia y no haya riesgo de que muera, podremos ir a la dirección de mierda que te dijo, y comprobar si es cierta.

— Michael, Michael ¿Qué rayos estás haciendo? —le pregunte confundido, a lo que él solo meneo la cabeza, mientras colocaba todas las demás cosas a un lado del auto de Chucho.

— Voy a ayudarles, porque claramente no tiene ni puta idea de lo que están haciendo. Si esa chica se te muere, despídete de poder encontrar a tu amiga.

— Pero... no tienes que hacer esto. Son cosas mías, y sé que estás cansado por todo lo que sucedido hoy... no es necesario, quédate y descansa, diviértete...

— No voy a ir a ningún lado —me contesto Michael, cruzándose de brazos—. Y tienes razón, estoy cansado como la mierda de todo lo que ha sucedido, pero ¿Qué clase de idiota seria si no ayudo a la persona que me ayudo antes? Tu estuviste hay cuando yo te necesite con todo este asunto del secuestro y el rescate. Es justo que también te ayude, porque créeme, lo necesitas —me dijo con una sonrisa burlona, meneando su cabeza hacia la chica, la cual seguía inocente, y temblando.

— Michael... yo... no quiero que...

— Deja de discutirme Arthur, no me vas a hacer cambiar de opinión. Iré contigo y punto. Además, veo que estos tarados decidieron lo mismo que yo —se volteo a mirar a Chucho y Esaú—, y no quiero ser la oveja negra del grupo. Así que mientras más rápido nos pongamos a trabajar, acabaremos más deprisa. Y encontraremos a tu amiga.

No pude evitar ocultar mi felicidad con una gran sonrisa. Ni siquiera sabía que decir, o como agradecerles lo que estaban haciendo por mí. Solo me quedaba agradecer al cielo por tener tan buenos amigos, de los que estaba seguro que no era merecedor, ni un poco...

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