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Capítulo 26

— ¿Te llamas Arthur? ¿en serio? ¿eres británico o qué? ¿por qué no Arturo? —me pregunto la chica que estaba enfrente mío, mirándome con sus enormes ojos de gato.

— N-no lo sé, mi madre me puso ese nombre ¿qué quieres que te diga? Quizá le gustaba como sonaba —intente responderle, desviando la mirada constantemente, intentando no quedar como un imbécil.

— Pues estas como finito ¿no? No pareces ser de aquí ¿Cuál es tu apellido? —siguió insistiendo.

— ¿Qué? ¿Para qué quieres saber eso? —le dije, más nervioso.

— Tu solo dímelo.

— ¿Es necesario? —se metió Michael en la conversación, intentando defenderme—. Solo danos las malditas armas, no es un club de citas para estar socializando.

— ¿Qué? tengo curiosidad, el chico tiene pinta de ser británico, solo quiero confirmarlo.

— No soy británico, soy... nací aquí ¿bien? No tiene mayor ciencia. Mi nombre es así porque...no sé, a mi madre le debió de haber gustado.

— ¿Cuál es tu apellido? Solo así estaré segura.

— Mira chica, estas en una línea muy delgada sobre lo que es una plática casual, al acoso— ahora se metió Esaú, quizá ya un poco molesto e impaciente de que la chica no quisiera ceder—. Ya te respondió mi amigo, ahora, si tan solo nos hicieras el favor de darnos las malditas armas para irnos de una vez...

— Es Miller —interrumpí a Esaú, para que la chica dejara de molestar de una vez—. Mi apellido es Miller ¿está bien? ¿podemos continuar?

— ¿Arthur Miller? —me contesto la chica, casi riéndose—. Definitivamente eres inglés, aunque bueno, para loes estándares europeos, si estas un poco rarito...

— ¡Nos puedes ya dar las malditas armas de una vez! —le grito Michael, casi arrancándose el cabello de la cabeza de la desesperación.

— Pero que genio ehh —le respondió la chica con indiferencia, mientras levantaba una caja pesada, y la colocaba sobre la mesa—. Si los capitalistas así tratan a una dama, prefiero a los comunistas por mucho... suelen ser más románticos.

Pude ver como Michael apretaba los dientes ya sacado de quicio, pero prefirió no decir nada. Esaú también ya se veía bastante impaciente. Aunque Chucho se veía raro; miraba fijamente a la chica como si los ojos le brillaran, y una leve sonrisa bastante boba. Tuve que chasquearle los dedos enfrente suyo para que reaccionara cuando la chica comenzó a repartir las armas sobre la mesa.

La chica era... peculiar. Era rusa, o al menos tenia pinta de serlo. Pálida como la nieve, algo alta, aunque no más que yo. Delgada, de ojos claro, y el cabello... como rubio, pero dándole más al blanco, un tono bastante raro. Comenzaba preguntarme si acaso todos los rusos eran rubios o le tiraban al rubio; porque al único que había conocido hasta ahora de cabello negro era al hermano del que había sido secuestrado, Levka.

La chica era linda, pero... había algo que me hacía ponerme nervioso cuando me hablaba. Era como si mirara un gato que se veía indefensito, pero el muy infeliz en cualquier momento me saltaría directo a los ojos, arrancándomelos. Era la sensación que me daba; más que mariposas en el estómago, miedo directamente. Aunque por la forma en la que Chucho la miraba ella, parecía pensar totalmente diferente a mí.

— ¿Entonces que se les maneja bien? ¿Las armas largas o cortas?

— Las cortas, pero... necesitaremos algunas largas para la misión —le dijo Michael, cruzando los brazos, mientras iba analizando arma por arma—. Una escopeta para mí, se manejar esas.

— ¿Y tú inglés? ¿Qué es lo que sabes manejar tú? —me sonrió la chica mirándome fijamente, a lo que yo nervioso solo me rasque la nuca del cuello, desviando mis ojos a otro lado.

— Y-yo no lo sé, se manejar mi revolver, pero no...

— Dale una carabina ligera —le contesto Michael por mí—. Con suerte, no se volará los dedos de las manos.

— Ok, una escopeta para el Casimiro engreído...—saco el arma de unas de las cajas, mientras Michael solo bufaba molesto—... una carabina para el inglés... ¿Y para ti...? —se le quedo mirando fijamente a Esaú entrecerrando los ojos, apuntándole con una de sus manos, quizá esperando a que le diera su nombre.

— Tengo mi revolver, estoy bien con eso, solo dame un par de cajas con munición, y me las arreglare con eso.

— Muy bien chico rudo, como tú quieras... —le contesto la chica, dándose la vuelta para buscar las cajas con la munición.

— Yo... f-falto yo —se movió Chucho aun lado mío para ser visible, extendiendo la mano tímidamente, como si quisiera saludarla.

— Oh cierto, no te había visto haya atrás —le respondido la chica, mientras le extienda la mano con las cajas de munición a Esaú para que las tomara.

— M-me... soy Chucho —le contesto, trabándose la hablar—, bueno, Jesús realmente, pero todos me dicen Chucho, así que, si quieres, puedes decirme así...

— Creí que, de este lado del mundo, a los perros se les decía Chucho —le contesto la chica con una sonrisa burlona.

— ¡¿Qué?! No, no, no, yo no...aquí no les decimos...

— Es broma, chico, regálate —le contesto ella riéndose, al ver que mi amigo estuvo punto de tener un ataque de pánico—, solo Chucho ¿no?

— Si, si... solo Chucho

— Bien "Chucho" ¿Qué arma sabes manejar?

— Eh... yo...

— Dale la más ligera que tengas —se le adelanto Esaú a la repuesta—, no maneja muy bien los altos calibres, tiene dedos frágiles; y la verdad no quiero que el muy tonto se vuele la mano por accidente.

— ¡Hey, eso no es cierto! Se manejar un arma grande —le contesto Chucho tajantemente, intentando salvar un poco de su dignidad.

— ¿En serio? ¿No te volaras la mano? —le respondido Esaú con una sonrisa sarcástica, mientras levantaba la ceja y cruzaba los brazos.

— ¡No...! Yo... dame esa —señalo a la que parecía una escopeta, pero más chica; una recortada.

— Te vas a volar la puta mano y yo no voy a ir ayudarte —le advirtió Esaú, pero Chucho siguió insistiendo en tomar aquella arma.

El pobre diablo solo quiera lucirse con la chica. Casi podía sentir pena por él.

— Bueno, si el niño quiere el arma grande, tendrá el arma grande —fue lo que le dijo la chica como si le hablara a un niño pequeño, pasándole la escopeta a Chucho, dándole un par de cartuchos consigo.

— Tengo 17 —fue lo que le respondido mi amigo, quizá sintiéndose ofendido por el tono en el que le había hablado la chica.

— Y yo 20, así que sigues siendo un niño para mí, Chuchito.

Pude sentir como mi amigo tomaba la escopeta molesto y avergonzado, bajando la mirada. Casi podía jurar que se había sonrojado, pero no sería yo el que se lo echara en cara.

— De todas maneras, dame la pistola más pequeña que tengas; el pobre tonto me lo agradecerá después —le escuche a Esaú susurrarle a la chica a lo que ella soltando una pequeña risa, se la paso por debajo de la mesa.

Michael, ansioso ya por salir de aquel lugar, le dio las gracias a la chica, y nos comenzó a empujar a los tres fuera del pasillo, saliendo ya de la diminuta habitación, dejando que más hombres pasaran de largo por nosotros hacia a la pequeña armería clandestina, para solicitar su armamento.

— Bien ¿y ahora qué? —le pregunto Esaú a Michael, mientras recargaba el tambor de su revolver con las nuevas municiones.

— Bueno, ahora falta ir por algún chaleco o algo para que no se mueran al primer balazo. Después iremos con Vlad y Jack, para que nos explique cómo va a estar la formación, y donde nos toca ir. Con suerte estaremos en uno de los costados cubriendo, y no en el centro donde estará la verdadera acción; aunque no les recomiendo que se confíen mucho, conociendo al infeliz de mi tío, el muy bastardo nos puede poner en una zona muy animada.

— Espera— Chucho se paró en seco, quedándose quieto, con las piernas casi temblándoles—, d-de verdad ¿vamos a ir?

Michael se le quedo mirando raro, para después levantar los hombros, desinteresado.

— Si, ya se los había dicho, creí que había sido bastante claro ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Te entro miedo o qué?

— No, no es miedo, es solo que... podríamos morir esta noche; y- y yo ni siquiera eh llamado a mi hermana, ni siquiera sabe dónde estoy, y yo no... no puedo morir así, sin al menos despedirme, o algo... y...

— Hey, hey, Chucho, respira ¿quieres? Mírame —Michael se acercó a él, colocando sus manos sobre sus hombros, intentando tranquilizarlo—, no vamos a morir, todo está bajo control ¿bien? Solo nos están probando, ya se los había dicho ¿lo olvidaste?

— Chucho tiene razón— me metí en la conversación, acercándomele a Michael de un costado—. Si muero esta noche, ni siquiera habré podido despedirme de mi madre, o al menos avisarle de algo; no le eh podido hablar desde la mañana y...

— Relájense todos ¿sí? Por dios— me interrumpió Michael, harto—. Nadie va a morir ¿entienden? Nadie, todo va a estar bien, solo es una prueba de valor, quieren ver si son lo suficientemente leales como para morir por la causa.

— ¿La qué? ¿De qué mierda estás hablando Michael? —ahora Esaú era el que hablaba, sonando alterado.

— Una prueba... ¿bien? Es una prueba para ver si pueden confiar en ustedes. Mi abuelo quiere saber si vale la pena conservarlos o... bueno ya saben.

— Así que... nos envía a un puto campo de batalla a morir por un sujeto el cual apenas recuerdo su nombre... ¿para probar si somos de confianza? —se alteró Chucho.

— Bueno... técnicamente... Don Armando los culpa a ustedes por lo que paso, así que un poco de responsabilidad no...

— Espera —Esaú le interrumpió, poniéndose enfrente suyo para que lo escuchara bien—, esto fue mi culpa, asunto mío, no de ellos ¿Por qué deben de pagar por algo que yo hice? Sin mencionar que el cretino de tu abuelo fue quien me mando en prime lugar

— Somos un equipo ¿o que no? Yo tampoco estoy saliendo impune ¿Quién crees que los va a acompañar en esa lluvia de balas? No hay favoritismos Esaú, dios, solo son códigos. Ustedes solo cállense, respiren, déjenme hablar a mí; y con algo de suerte salimos vivos de esta, y pueden que hasta les vuelvan a pagar ¿sí? Solo necesitan saber que pueden confiar en ustedes.

Cuando escuché la palabra "pagar", sentí una bocanada de satisfacción. El dinero que le había robado a Oscar se me estaba agotando cada vez que pasaban los días, y toda esta mierda en la que estaba metido no me había dado tiempo de siquiera poder buscar algún trabajo o algo parecido. Y no sabía cuánto tiempo más estaría en este agujero de mierda, así que si me daban algo de dinero extra ¿Qué clase de imbécil seria para rechazarlo? Además de que era eso... o terminar en algún barril en el desierto.

— Entonces... vamos, salvamos a ese imbécil que secuestraron, procuramos regresar con vida ¿y nos van a pagar? —Chucho parecía todavía no creérselo, pero su expresión de miedo cambio también cuando el dinero fue incluido en la conversación.

— Si, bueno, quizá no se lo mismo que lo que ganaban con Oscar, pero por algo se empieza. Vayan mostrando que son útiles, y chance hasta puedan recibir un aumento. Pero por ahora, solo concentrémonos en no entrar en pánico esta noche, y sobrevivir. Confíen en mí, todo está bajo control; solo... relájense.

— Si tú lo dices —le contesto Esaú mientras meneaba la cabeza con una mueca, pasando de largo suyo, continuando por el pasillo.

— Más vale que se así, porque te juro que, si me muero hoy, te voy a perseguir por toda la eternidad en tus pesadillas —le advirtió Chucho.

Michael solo le sonrió con nerviosismo, ya que el modo tan serio en el que Chucho lo había dicho, incluso me dio un escalofrió a mí. Chucho solo le entre cerro los ojos, para continuar detrás de Esaú, dejándome a mí y a Michael en el pasillo, juntos.

— ¿Qué? ¿Tú también tienes una amenaza sobre perseguirme aun muerto?

— No— le conteste, mientras colocaba mis manos en los bolsillos de mi chaqueta, descansando—, sé que sabes lo que estás haciendo, confió en ti. Solo procura que regresemos en una pieza todos ¿Si? —le termine por decir con una sonrisa, también pasándolo de largo, siguiendo a mis amigos por el pasillo.

Michael se quedó parado unos segundos, quizá analizando lo que le había dicho, para después simplemente sonreír, como si algo le hubiera dado gracia, y continuo detrás de nosotros.

El ambiente era muy hiperactivo en todos lados; todavía no podía creerme que se hiciera tanto alboroto por un chico secuestrado al cual solo había visto una vez. Debía se pariente de alguien muy importante, o Don Armando no se hubiera tomado tantas molestias al intentar rescatarlo.

Michael nos llevó hasta una habitación que se encontraba en la superficie del bar, teniendo que subir unos cuantos escalones para llegar a ella. Cuando entramos al cuarto, había una mesa en medio con varios planos y plumas, como fichas y más basura encima de ellos.

Don Armando estaba en medio trazando algunas líneas de ataque, con Alberto su lado, con los brazos cruzados, y un cigarrillo en su boca, mirando los movimientos de su padre. Y del otro lado, había un hombre bastante alto y fornido, quizá de dos metros o más, de cabello blanco por la edad, y una barba igual de blanca como la nieve. Tenía una mirada muy dura, casi como si se tratara de alguna máquina. Tenía los brazos llenos de tatuajes con formas raras, como también su cuello. El tipo debía rondar por los 50 o 60, pero estaba en tan buena forma, que, si se lo proponía, fácilmente terminaba partiéndome a mí en dos. Llevaba puesto una gabardina verde larga, que le llegaba hasta la parte baja de su pantorrilla, que lo hacía ver incluso más angosto de lo que era.

Cuando entramos a la habitación, pude ver como el levantaba la mirada, analizándonos de arriba abajo, para después reincorporar su compostura, para poder observarnos mejor.

— Así que ¿ellos son tus chicos, Armando? —le pregunto, con su típico acento ruso marcado.

— Si... son ellos —le respondido, para después girar su mirada hacia nosotros—. Chicos, él es Vlad; el líder de la comunidad rusa, que, por alguna extraña razón, no les gusta mucho el comunismo —nos presentó entre broma y broma, mientras el también dejaba de hacer lo que estaba haciendo, y se colocaba en medio de nosotros—. Vlad, ellos son... el "equipo" de mi nieto, Michael.

— Cuando me dijiste que eran niños, no creí que hablaras literalmente. Solo míralos, a este ni siquiera le ha salido un pelo de barba —se dirigió a mí, a lo que yo solo baje la mirada un poco apenado.

— Lo sé, lo sé, pero créeme cuando te digo que estos niños han vivido más cosas de las que tú y yo probablemente vivimos a nuestra edad.

— Bueno, cuando vives en una nación comunista dese niño, tienes una que otra anécdota que te podrían hacer retorcer del asco —bromeo Vlad, mientras seguía examinándonos con la mirada a cada uno—. Bueno ¿para que los querías traer? Supongo que nos pueden ser útiles en algo, siguiendo el hecho de que esto casi parece una misión suicida.

— Oh sí, sí que nos pueden servir de algo —comento Don Armando, mientas nos hacia un ademan para que nos acercáramos a la mesa, supongo para que prestamos atención a sus instrucciones—. Ustedes irán de apoyo para el equipo de sigilo de Michelle. La chica me estuvo insistiendo en que eran excelentes para el trabajo, y si tanto insistía, debía de ser por algo, Ustedes son los encargados de encontrar a Aleksi, el chico que secuestraron ¿Me van siguiendo?

¿Qué... nosotros... que?

Mire a Michael, en busca de quizá una respuesta, pero el pobre parecía igual de confundido que nosotros.

— Nosotros... ¿vamos a encontrar a Aleksi? —le pregunto Michael, mientras arqueaba la ceja con duda—. ¿Cómo se supone que vamos a hacer eso?

— Es bastante más fácil de lo que parece —se metió Alberto en la conversación, empezando a explicar el plan—, el lugar donde lo tienen, según el informante que se consiguió Michelle, es una clase de vertedero privado que convirtieron en una base. No es una base original de los Lirios, sino más bien del nuevo grupo que recientemente acoplaron a sus filas: motociclistas colombianos.

— ¿Motociclistas? ¿Cómo esos de las películas que se la pasan incendiando patrullas eh inhalando cocaína? —le pregunto en broma Michael, a lo que su padre solo lo miro con una mirada seria, diciéndole que no estaba para juegos.

— Los Lirios tomaron esa base prestada, por lo que ahora triplicaron el número de personas que vigilan el lugar; la mayoría siendo más Lirios, que los mismos motociclistas. Analizando el territorio, descubrimos que el lugar no es tan chico como parece, contando con algunos túneles subterráneos incluso, y una enorme reja con púas que protege todo el perímetro de intrusos, aunque un buen auto si lo estrellamos con suficiente fuerza, podría derribarlas sin ningún problema —Alberto se aclaró la garganta un poco, tosiendo, para después golpearse en el pecho y volver a hablar—. El equipo de Jack y Vlad serán los encargados de atacar directamente a la base, dando suficiente distracción para mover a todos los hombres en un mismo punto estratégico, manteniéndolo ocupados un buen rato.

— Y ahí es donde supongo entramos nosotros ¿no? —le dedujo Michael; a lo que su padre solo asintió complacidamente.

— Ustedes entraran por la reja opuesta, sin ruido y alboroto, lo más silencioso que puedan. El equipo de Michelle estar a la par suyo, pero solo como protección, ustedes son los que tiene que hacer el trabajo difícil; tu Michael, vas a ser quien los dirigía ¿bien? Michelle solo estará cubriendo tus espaldas.

Michael parpadeo varias veces, intentando procesar lo que le estaban diciendo. Era su primera misión en serio, y era el punto clave de esta, para variar. Si la cagaba, todo el rescate, toda una alianza, podían irse al traste juntos. No solo era decepcionar a su padre y a su abuelo, era decepcionar y fallarle a una mafia entera, y por lo tanto en el peor de los casos, causar que la guerra estuviera perdida.

Como me alegraba no tener que estar en los zapatos de Michael en este momento.

— P-pero ¿Por qué nosotros? Debe de haber persona mucho más calificadas que un montón de adolescentes que apenas y saben manejar un arma, Y no lo digo por mí, yo si se manejar un arma, pero lo digo por ellos —nos terminó señalando, lo que no pudo evitar que me sintiera un poco humillado por Michael.

— Es tu prueba de fuego, niño —le contesto Don Armando, con una mirada tan seria que incluso sentí un escalofrió—. Ya es hora de que demuestres quien es Michael Connor ¿no crees?

— Además, tengo entendido que tus amigos tampoco son unas blancas palomas ¿o sí? —le siguió Alberto a la conversación, mientras nos miraba a cada uno de nosotros por separado—. Por lo que tengo entendido, él tuvo una pelea a puño limpio con un sicario japonés altamente entrenado, y regreso para contarlo con nada más que un par de moretones y golpes en la cabeza —se dirigió a Esaú, mientras lo señalaba—. De él... bueno, de él no se mucho —tan rápido como miro a Chucho, desvió su mirada. No pude evitar sentir un poco de pena por el—. Pero el... —me señalo a mí—, el asesino a líder de una mafia, para después matar a su propio "jefe" muy entre comillas, porque Oscar no era más que un gusano. Pero igual tuvo los pantalones para hacerlo —termino, para después volver su mirada a la de Michael—. Como lo veo yo, estas en bastantes buenas manos ¿no crees? Digo, no deben de ser cualquier grupo de adolescentes como para que tú los estés defendiendo a cada rato...

No sabía cómo se supone que tenía que sentirme por eso. No podía ocultar que si estaba un poco orgulloso de mi mismo en el interior ¿pero orgulloso de que exactamente? ¿de ser un puto asesino a sangre fría?

Mire a Michael, pero este pareció tomárselo de otra manera bastante diferente a como yo lo veía. El sí tenía orgullo puro en sus ojos; orgullo hacia nosotros que pude notar, cuando nos miró a cada uno de nosotros.

— Si... quizá, quizá tengas razón. Quizá podemos hacer esto...

— No es "quizá" Michael le interrumpió Don Armando—. Pueden hacerlo, y deben de. Demuéstrame que tan equivocado estaba cuando te decía que mejor matáramos a esta bola de zánganos, y nos ahorráramos unos cuantos problemas, mientras tú los defendías una y otra vez.

¿Auch? Supongo.

— Además, ustedes siguen siendo jóvenes, rápidos y agiles. Lo harán mucho mejor que un montón de viejos a los cuales ya les está costando respirar —bromeo Vlad—. Sé que lo harán bien, confió en Don Armando. Usualmente, no suele tomar decisiones al azar.

— Váyanse ya de una vez a que les pongan algo para que no mueran al primer balazo. Partiremos en media hora, así que prepárense. Si tienen alguna pregunta... vayan con Michelle. Ella sabe mejor de que va el plan que yo mismo.

— No, no se preocupen, no los decepcionare —Michael sonrió satisfecho, dándose la vuelta para salir de la habitación, a lo que nosotros sin emitir ningún ruido, lo seguimos por detrás.

No había más que decir, parecía que todo lo tenían fríamente calculado, y no había gran cosa de que preocuparse. Solo el hecho de que era la única oportunidad que teníamos de, o ser más respetados en este lugar, o terminar muertos en alguna zanja.

Sin presiones, claro.

— "De él no se mucho" —le escuche comentar a Chucho detrás de nosotros, mientras caminábamos por los pasillos, fastidiado—. ¿Esa mierda qué? Según yo recuerdo, les salve el pellejo varias veces a ustedes; y logre atrapar a esos imbéciles que nos robaron en una persecución por carretera ¿Qué todos olvidan eso?

— No son competencias Chucho, relájate —le intente consolar, pero parece que no sirvió de mucho.

— Es fácil para ti decirlo; al menos dijo una cosa de ti; yo quedó como el idiota del grupo.

— Vamos Chucho, no eres el más idiota del equipo, ese puesto le pertenecía antes ah... —Esaú no pudo terminar, ya que al no fijarse por donde caminaba, choco con un chico que iba a toda prisa, tirándole las cajas de municiones que cargaba hacia el suelo.

— ¡Vamos amigo! ¡Maldita sea, mira por donde miras! —le respondió el muchacho enojado, mientras se tiraba al suelo y comenzaba a recoger las balas.

— Hey, yo lo... —intento disculparse Esaú, hasta que le vio el rostro al chico, con asombro— Hey, espera... yo te conozco...

Cuando Esaú dijo eso, arquee la ceja confundido, y me acerque para también poder verle el rostro. Y cuando se lo vi, era más que obvio que lo conocíamos.

— ¿Demian? —le dije, con una sonrisa bastante feliz de volver a verlo— ¿Qué estás haciendo acá? Tu cabaña del desierto está bastante lejos...

— Hey... pero si son ustedes —me contesto Demian al reconocerme, con una expresión bastante feliz en su mirada—. Con que aquí estaban; miren nada más, con que ahora trabajan en las ligas mayores, y eso que yo los creía ya muertos.

— Sí, es solo que... tuvimos suerte —le respondí, con una sonrisa nerviosa.

Cuando mire bien a Demian, observe que tenía una pequeña cicatriz en la parte baja de su ojo derecho, donde comenzaba la mejilla; como también una vendita que la tenía puesta en la parte de arriba de su nariz, como si hubiera recibido un golpe. No pude evitar sentirme mal, y recordar la razón por la que en primer lugar Don Armando se enteró de que yo había sido el culpable de la muerte de Oscar.

Aunque note que Demian parecía ser el que se sentía más mal, porque inmediatamente me desvió la mirada, como si estuviera avergonzado. Quizá pensaba que ahora teníamos una imagen de el a la de un traidor, pero como podía culparlo de algo que básicamente era mi culpa en primer lugar.

— Oye Arthur... solo... quería decirte que no me dejaron otra opción. Intente mentir, pero... bueno, ya sabes cómo son —se intentó explicar, bajando la mirada como un cachorro regañado.

— Olvídalo —fue lo que le respondí—, no debí ponerte en esa situación en primer lugar; sé que hiciste lo posible por ayudarnos, aunque no era tu responsabilidad. Está bien, déjalo así, no importa. Yo soy el que debiera pedirte disculpas.

Acto seguido, me arrodille en el suelo, y le ayude a Esaú levantar las balas que quedaban en el suelo, con Chucho detrás mío, imitando mi acción. Michael se quedó inmóvil, parado en el mismo lugar donde estaba, sacando otro cigarrillo de su cajetilla, encendiéndolo.

— Creí que estaban molestos por lo que paso... digo, cualquiera lo estaría si lo traicionaran.

— Ya te lo dije, no era tu responsabilidad, está bien Demian.

— Igual no nos fue tan mal —le comento Chucho, mientras a terminaba de meter algunos casquillos en sus respectivas cajas.

— Oigan ¿y dónde está el de lentes? Siempre estaba con ustedes ¿Qué se quedó dormido hoy o por que no vino?

La pregunta la sentí como una apuñalada en el esófago. Chuco y Esaú me voltearon a mirar con frialdad, pero sin decir una palabra. El silencio abrupto inundo el ambiente de tal manera, que no pude evitar sentir un escalofrió; lo que enseguida hizo que Demian supiera que algo no andaba bien. Pero al verle aun algo confundido, decidí armarme de valor, y responderle.

— No, el... el murió. Lo asesinaron hace un mes y algo... —le conteste mientras suspiraba pesadamente. Ni siquiera tuve el valor para mantener contacto visual. Aun me costaba mucho aceptar que Lennon se había ido...

— ¿E-en serio? —parece que la noticia no le cayó muy bien a Demian, por que vi como su expresión cambio tan bruscamente—. No... no lo habrá matado Don Armando ¿verdad?

— ¿Qué? No, no, no, él no fue... —le dije, antes de que Esaú terminara por responderle a Demian.

— Fue el puto de Ezekiel —sentí como Esaú apretaba los puños llenos de rabia—, nos embosco y lo mato.

— Ouh... el... es el líder de los Lirios ¿no?

— No por mucho, hasta que le corte la cabeza y la ponga en una pica.

— Esaú... —le respondió Michael mientras cruzaba los brazos, con el cigarrillo aun en los labios,

— Si, si, ya se, primero salvemos a Aleksi.

— Ya habrá tiempo para la venganza...

Esaú hizo una mueca con la boca, y se puso de pie, terminando de recoger las últimas balas, entregándolas a Demian.

— ¿Entonces ustedes son el equipo de rescate que dirigirá Michael? —nos dijo Demian, impresionado—, cielos, no dejan de hablar de ustedes en toda la base, algunos piensan que la van cagar en grande. Incluso empezaron a hacer apuestas; la mayoría a favor de que fallaran.

— ¿Si? —Michael arqueo su ceja, mientras sacaba de su bolsillo una cartera, y el entregaba un fago de billetes a Demian; debían ser al menos como mil o dos mil dólares—, apuesta todo eso a mi favor; y diles a esas perras que cuando queden en banca rota, a la próxima no se dejen llevar por las apariencias.

— ¿Y tú que harás Demian? ¿Solo llevaras armas y munición? —le pregunto Chucho.

— No, ya quisiera solo hacer eso —le contesto el mientras reía—, iré con el grupo de Michelle que se supone que tendrá que cubrirlos. Así que, estaré en una zona bastante más animada de lo que me gustaría a mí.

— ¿Tu? —le dije, realmente confundido, No tenía el más mínimo sentido que un niño de 14 años hubiera sido escogido para algo así— ¿por qué?

— Bueno, parece que esa tal Michelle quiere gente pequeña y ligera, para que podamos movernos haciendo menos ruido. Según, en sus palabras "ratones de campo" o algo así; eso fue lo que me dijeron cuando me trajeron del desierto.

— ¿Ratones... de campo? —le pregunte, indignado.

Demian solo levanto los hombros con indiferencia. No parecía importarle mucho si lo mandaban como carne de cañón a pelear o no; el solo obedecería lo que le dijeran.

— Entonces no tenemos nada de qué preocuparnos —le intento animarle Esaú, dándole una palmada al niño en la espalda—, lo harás bien, nos mantendrás a salvo.

Demian pareció sonrojarse un poco, evitando el contacto visual con Esaú.

— Claro... —le dijo Michael, aunque sin el mismo entusiasmo con el que lo había dicho Chucho, denotando la desconfianza que tenía hacia el plan de su tía.

— Y yo sé que ustedes no lo arruinaran trayendo a ese ruso de vuelta —fue lo que nos contestó Demian, mientras se volvía a acomodar las cajas de balas entre los hombros, y volvía a emprender su marcha —, así que supongo que los veré en un rato. Solo... no vayan a morirse.

— ¿Cómo podríamos? Estas tu para cubrirnos las espaldas —le contesto Esaú con una sonrisa, a lo que Demian se la devolvió, y desapareció entre los pasillos y la gente, a lo que inmediatamente Esaú volteo su cara hacia nosotros y nos miró a todos—. Estamos muertos.

— ¿Por qué Michelle escogiera a un niño para que nos cubra las espaldas? ¿tiene alguna clase de déficit de atención, o qué? —comento Chucho con sarcasmo, pero al mismo tiempo, con una cara bastante seria.

— Ella sabe lo que hace —la defendió Michael—, ya ah echo ella este tipo de cosas antes por su cuenta propia. Le gusta moverse como un gato en la oscuridad; despacio, en silencio, y mortífero. Si tenemos suerte, los Lirios no se darán cuenta que los estamos atacando por dos flancos, y bajarán la guardia.

— Pero... ¿niños? —insistió Chucho.

— Ella-sabe-lo-que-hace —le repitió Michael, dejando un espacio entre cada apalabra, y lanzándole una mirada asesina a Chucho; el cual ya no le refuto nada, más que por intimidación, quizá solo ahorrarse la molestia de seguir peleando.

— Bien ¿y ahora qué? Ya tenemos armas, munición, ordenes —comentó Esaú mientras levantaba ambas manos su pistola la caja de municiones en cada una de ellas.

— Blindaje —fue lo que le contesto Michael mientras lo pasaba de largo, y caminaba atropellando a medio mundo por los pasillos; a lo que nosotros lo comenzamos a seguir confundidos.

Michael llego hasta una habitación vieja donde se encontraba su tío Jackson, sacando cajas de unos almacenes oxidados. Jackson, al ver llegar a su sobrino, levanto la mirada, y por la forma en la que nos miró, parecía que estaba viendo a un montón de payasos preparando su disfraz para ir al circo.

— ¿Así que el grupito estelar de la noche ya está listo para graduarse? —nos preguntó con tono burlón, a lo que Michael torció su ojo.

— Deja el sarcasmo de lado, y mejor danos algo útil que sira para que no nos maten al primer balazo ¿quieres?

— Oite, desde que perdiste tu ojo te has vuelto medio engreído ¿no? —le contesto Jackson, sin quitar su sonrisa burlona—. De saber que de ahí provenía tu humildad, hubiera hecho lo imposible para el menos restaurártelo un poco.

— Solo... ¿ayúdanos sí? —le contesto Michael, teniendo que tragarse su ira.

— Pues lo único que tengo para ofrecerte es un monto de chalecos con hombreras.

— ¿Y las rodilleras y los cascos qué?

— Lo siento amiguito, llegaste tarde, mis hombres y los de Vlad ya los ocuparon todos. Estamos algo bajos con el surtido del blindaje. No creíamos que tendríamos tanta gente...

— ¿Se supone que nos las arreglemos con esto? —le respondo furioso Michael, mientras levantaba de la mesa los chalecos, y los azotaba contra la mesa en un arrebato.

— Es eso, o irte sin nada niño. Tú decides.

Michael apretó los dientes, pero finalmente cedió. Tomo los chalecos, y se salió de la habitación sin decir una palabra más, a lo que nosotros también lo seguimos. Su tío solo se quedó riendo, mientras cruzaba los brazos y negaba con la cabeza.

— Sera mejor que te apures chico, salimos en 20 minutos —le grito a lo lejos, sin que Michael se imputara y siguiera con su camino.

20 minutos, solo para tener absoluta incertidumbre de si volvería a ver a mi madre o Penny una vez más.

20 minutos, para saltar del sartén, directo al fuego.   

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