Capitulo 25
Nunca había visto tanto caos en un mismo pasillo, tanta gente moviéndose histéricos de un lado a otro, transportando armas, mapas, municiones, chalecos blindados, todos eufóricos y desesperados. Tuve que quitarme un par de veces del camino, pegándome a la pared, para que no me terminaran atropellado y pisando sin importarles lo más mínimo. Michael tuvo que jalar Chucho repetidas veces quitándolo del camino antes de que alguien pasar por encima suyo. Estaban demasiados concentrados como para fijarse en los adolescentes tontos que no tenía ni idea de donde mierda estaban metidos. Solo sabía que... ya estábamos aquí.
Cuando entramos a la oficina de Don Armando, este se encontraba de pie junto con Alberto, revisando varios mapas y papeles encima de su escritorio, moviéndose erráticamente de un lado a otro, tachando y dibujando líneas y flechas sobre estos.
— Esto está mal —le escuche decir a Alberto mientras enredaba sus dedos sobre su cabello, estresado, retrocediendo para ver el mapa en su totalidad—. Muy muy mal; no hay forma de que podamos movernos sin que nos vean venir. Si nos detectan, mataran al chico en cuestión de segundos, y todo nuestro maldito plan se ira por el puto excusado.
— No piensas con claridad, no van a matar al chico, es la única ventaja que tiene sobre nosotros, y ellos lo saben. Les sirve diez veces más un rehén que un cadáver.
En eso, Alberto nos volteó a mirar, con las ojeras remarcadas bajos sus ojos cansados, y su cabello alborotado de tanto estar enredándoselo a el mismo.
— Bueno, parece que el equipo maravilla por fin se ha vuelto a reunir —bromeo mientras nos miraba, para después volver poner la misma expresión preocupada, recargándose sobre el escritorio, mirando el mapa de nuevo.
— ¿D-donde...? ¿Dónde está Esaú? —me atreví a preguntar, tartamudeando un poco por lo nervioso que estaba por escuchar la respuesta.
Lo único que Michael me había dicho es que cuando llego a la base, estaba bastante mal herido y se podía levantar. "Medio muerto" fue la expresión que uso exactamente.
— Lo están curando una enfermera —escuche un acento ruso viendo de uno de los extremos de la habitación; para encontrarme con aquel chico rubio de la cicatriz acercándose a mí, con los brazos cruzados—. Está bien, solo necesitara un par de vendaje por algunos días, nada que un curita no pueda resolver.
Me le quede mirando unos segundos, intentando recordar su nombre, pero mi mente se quedó en total blanco. Al único que recordaba era al otro rubio que no llevaba una cicatriz, que se llamaba Aleksi. El chico pareció nota mi confusión, porque después me extiendo su mano, y se presentó.
— Soy Yurik —nunca había visto una cara tan seria y dura desde Oscar. Solo me quedaba esperar que no tuviera su mismo temperamento...
— Arthur —le respondí, devolviéndole el saludo, girándome para ver a Chucho, y presentarlo igual—. Él es Jesús, pero todos le dicen Chucho.
— Hey —les dijo, estrechándole también la mano.
Tengo que decir que el chico se veía bastante agradable cuando no estaba gritando insultos en ruso, e intentando matarnos.
— ¡Michael! Maldita sea, te tardaste siglos ¿Dónde está tu tío? Te dije que lo trajeras el también—. Don Armando finalmente se percató de nuestra presencia, dirigiéndose directamente a su nieto, casi ignorando que yo y Chucho nos encontrábamos también hay.
— Yo que sé— le respondió con tono ofendido Michael, levantando los hombros—, se estaba ocupando de unos drogadictos que le debían dinero cuando le llame.
— ¡Pues vuelve a intentar llamarle! Necesito a ese imbécil para poder hacer una estrategia que no termine con el chico o la mitad de mis hombres muertos.
Michael torció los ojos fastidiado, tomando el radio de comunicación que llevaba en su cinturón, intentando volver a contactarlo. Don Armando cruzo miradas conmigo, y me miro de una manera tan fría e indiferente, como si no fuera más que orto mueble inútil en la habitación, lo cual, en cierto punto, era cierto.
— ¿Por qué los trajeron a ellos? ¿De qué nos van a servir? —escuche que le comentó Don Armando a Alberto, sin siquiera tener la decencia de susurrar o murmurarle.
— ¿Qué quieres que les diga? Es el equipo de Michael, él sabrá para que los necesita. Además de que conocen al otro chico que inicio el ataque, quizá puedan ayudar a que se calme —le refuto Alberto, a lo que Don Armando solo rechino los dientes, inconforme.
En eso, escuche como alguien abrió la puerta estrepitosamente, provocando que captar la atención de todos. Una mujer de cabello castaño, quizá de unos 35 o 40 años, entro echa una furia, dirigiéndose directamente hacia Don Armando, como si fuera a apuñalarlo; y detrás de ella, un hombre de cabello castaño, delgado y mirada dura, que debía rondar por los 30.
— ¡¿Dónde carajo esta mi hijo maldita sea?! —fue lo que exclamo la mujer, alterada y molesta, encarnado frente a frente a Don Armando, hasta que el hombre alto la logro tomar de brazo, antes de que se le acercara más— ¿Dónde está? ¿Dónde está mi hijo? ¿Se lo llevaron verdad? ¿Esos malditos animales se lo llevaron? ¡Se llevaron a mi hijo!
— ¡Cálmate, solo empeoraras todo! —le grito el hombre, intentando sostenerla.
El hombre que le sostuvo del brazo tuvo que apartar a la mujer antes de que a esta se le fuera la mano y terminara por golpear a Don Armando. Pero el líder de los Connor ni se inmuto, solo miro a la mujer de manera seria, mientras esta comenzaba romper en llanto.
— ¿Quién? ¿A quién se llevaron? —le pregunte a Yurik que estaba a lado mío, mirando silenciosamente la escena.
— Mi hermano, —me respondió en seco—. Los putos Lirios se lo llevaron.
— ¿Qué? ¿Cómo mierda paso eso?
— Una misión para asesinar a su líder —me contesto aun sin mírame, poniendo toda su atención a la mujer que estaba en la habitación, al borde de tener un colapso—. Todo iba a bien, hasta que el puto maniaco de la espada apareció.
No supe que pensar cuando escuché lo que me dijo. Michael solo me había comentado que a Esaú le había ido terriblemente mal en una de sus misiones donde cazaba lirios; pero no me supo decir nada más. Así que al final logro encontrar a Ezekiel, pero las cosas no salieron como a él le hubiera gustado...
— ¡¿Dónde está mi hijo Armando Connor?! —volvió a exclamar la mujer, furiosa, pero Don Armando seguía sin expresar emoción alguna— Juro que si le pasa algo... yo...
— Lo encontraremos —se dingo a responderle finalmente—. Lo encontraremos, lo traeremos de vuelta ileso, y mataremos a cualquier idiota que ose impedírnoslo, o le haya tocado un solo cabello. Te doy mi palabra, Nyura, traeremos a tu chico de vuelta.
— Te dije que no estaban listos... yo... sabía que no lo estaban —le contesto la mujer, con lágrimas resbalándoseles en sus mejillas—. Solo traedme a mi niño de vuelta, por favor....
— Recuperare a ese muchacho, cueste lo que me cueste —termino por decirle, mientras pasaba de largo con ella, y se dirigía al hombre alto, para hablarle—. Prometo que lo hare.
El hombre solo le asintió con seriedad, como una muestra de confianza. Después Don Armando se dirigió a la salida de la oficina, con Alberto detrás suyo, probablemente para alistar el rescate. Pero justo en el momento donde pasaban por la puerta, apareció Jackson junto con Michelle, frente a su padre, ambos algo agitados.
— Perdón por llegar tarde, estaba ocupándome de algunas cosas, acabo de enterarme de lo del chico —le dijo Jackson, mientras tomaba aire y volvía a exhalar—. ¿Necesitas más gente?
— Un día de estos te daré una buena lección sobre la puntualidad —le contesto de manera agresiva, para después girar su mirada a la chica—. Michelle ¿Cómo van los preparativos?
— Estamos repartiendo las provisiones necesarias, municiones, armas, chalecos, solo estamos esperando a que des la orden —le respondido, como si estuviera orgullosa.
— Bien, hasta que algo nos sale mal; solo necesito afinar algunos detalles del plan, y estaremos listos. —le contesto igual de manera fría, prosiguiendo su camino hacia el pasillo, con los tres hijos siguiéndolo dese atrás, intentado alcanzarlo.
Yo me quede mirando a la nada como un tarado. No tenía ni puta idea de que, hacia aquí, o en qué diablos pudieras ayudarles. Solo era un mocoso que apenas y sabia manejar un arma, que había venido por que le habían dicho que el tarado de su amigo se metió en una pelea en la que casi no sale de una pieza.
Mire a Chucho, en busca de que el pobre pudiera deducir lo que estaba pensando, y me dijera algo para consolarme o al menos poder tranquilizarme un poco. Pero el muy tonto estaba igual o peor que yo. Su mirada era un completo manojo de nervios que si alguien pronto no le daba agua o le decía que tomara aire profundamente, le terminaría dando un paro cardiaco.
Michael estaba en su propio mundo. Había sacado una cajetilla de cigarrillos, sin importarle que estábamos en una maldita habitación subterránea donde el poco oxigeno que nos quedaba estabas a punto de convertirlo en nada más que nicotina, tabaco y a saber que otra combinación de porquerías que le terminarían provocando algún tipo de cáncer a la larga.
La mujer rusa había dejado de llorar, para volver su mirada llena de rabia hacia el pobre de Yurik, que al verla echa una furia, no pude evitar hacer una expresión aterrado, mientras retrocedía con miedo.
— Eto byl tvoy brat! Gde, chert voz'mi, ty byl, chertov idiot? Ty dolzhen byl zabotit'sya o nem, zashchishchat' yego —le grito la mujer furiosa al chico, mientras el solo bajaba la mirada, avergonzado.
— L-las cosas salieron mal. Se supone que sería un trabajo sencillo para terminar con esta guerra de una buena vez, pero apareció ese loco samurái con su espada enorme, y no jodio todo. No fue mi culpa, ni la de Aleksi, fue ese maldito psicópata.
La mujer le soltó una bofetada a Yurik, pero el chico ni se inmuto. Solo movió un poco la mejilla, lanzándole una mirada seria.
— YA skazal im, chtoby oni ne popadali v nepriyatnosti, i eto bylo pervoye, chto oni sdelali. Eto byla prosto glupaya razvedyvatel'naya missiya!
— ¿Me vas a explicar por qué fueron solos a intentar asesinar al puto líder de los Lirios? —ahora hablo el hombre castaño, mientras se cruzaba de brazos, molesto, esperando una respuesta—. Vlad está hecho una furia, le jodieron todo el plan a él y a nuestro anfitrión.
Yurik se quedó callado, en silencio, mirando hacia abajo. Podía notar la tensión en el aire, y yo solo me sentía como un impostor chismoso que no tenía nada que hacer hay, y no iban a tardar mucho echarme a mí y a Chucho de la habitación, Por lo que me acerqué a Michael, y le pregunté lo que en primer lugar había venido a hacer aquí.
— ¿Dónde mierda esta Esaú?
— ¿Ese tarado? Está en enfermería, síganme... antes de que esto se ponga más feo —me respondió Michael, mientras apagaba su cigarrillo, y salía del pasillo, conmigo y Chucho detrás suyo, mirando cómo se cagaban todo tipo de insultos en ruso al pobre de Yurik.
Aunque no entendía nada de ruso, por el tono en el que se las estaban diciendo, sabía que eran insultos.
Caminamos por los pasillos siguiendo a Michael, esquivando y evadiendo lo mejor que podíamos a todas las personas que iban moviendo cajas y armas de un lado a otro. El caos no había cesado aun cuando yo pensaba que al menos las cosas se irían relajando un poco ahora que todos los Connor estaban sincronizados para alcanzar un mismo objetivo. Michael solo miraba alrededor con indiferencia, sacando otro cigarrillo de su cajetilla, fumando en el trayecto, sin importarle que el humo se fuera cerrando en los pasillos. Últimamente tenía una pinta de que todo le estaba importando ya un carajo.
Cuando llegamos a la habitación, había varias camillas de hospital postradas en las paredes de un lado a otro. Debía de haber quizá unas 6 camas en total. El lugar, aunque era pequeño, como farmacia provisional funcionaba bastante bien para alguna emergencia; pero tampoco se podía hacer mucho si alguien estaba más grabe que una simple herida de bala, o algunos cuantos golpes.
Esaú estaba sentado en una de las camas de hasta el fondo, colocándose una de sus botas, listo para regresar al juego de nuevo. Tenía la cara con algunos curitas en la nariz, mejilla, y una venda que le cubría la nuca. Tenía el labio roto, pero ya cicatrizado, su ojo izquierdo algo hinchado, y en general algunos moretones en el rostro.
Enfrente de su cama, estaba el ruso de cabello negro, postrado en la camilla durmiendo. No se veía tampoco grabe, al igual que Esaú tenía algunas vendas en el rostro y moretones, pero nada que fuera algo de qué preocuparse.
Cuando Esaú levanto la mirada, en un principio pareció feliz de vernos, pero después bajo la cabeza, y volvió su expresión fría e indiferente. Parecía avergonzado, aunque no sería yo el que lo hiciera sentir más de ese modo. De eso se encargó Chucho.
— ¿Y bien? ¿Lo mataste? —le pregunto serio, una vez estando frente suyo, cruzando los brazos, a lo que Esaú solo levanto la mirada confundido.
— ¿Qué?
— ¿Mataste a Ezekiel? —le volvió preguntar—. ¿Cumpliste tu venganza?
— No —volvió a bajar la mirada, y Chucho solo comenzó a negar con la cabeza, como si estuviera decepcionado.
— Bravo, eres un grande —le respondió, con tono sarcástico, pero sin quitar su mirada seria de el—. Eres cinturón negro en hacer idioteces. Una máquina, el quinto dan.
— Cállate —le contesto desanimado, a lo que yo no pude evitar que soltar una pequeña risa.
Michael se acercó a un costado, para ver cómo se encontraba el ruso, que tenía las cobijas hasta la cabeza, cubriéndole todo el cuerpo. Escupió el humo del cigarrillo hacia un lado, y después regreso con Esaú, que termino de colocarse sus botas.
— Hey, hey ¿a dónde crees que vas? Te dan la paliza de tu vida ¿y ya quieres ir a recibir otra? —le dije, intentando detenerlo tomándolo del brazo, pero él se soltó de un jalé.
— Estoy bien Arthur, no fue nada —fue lo único que me respondido, de manera gruñona—, solo necesito un poco de agua en la cara, y estaré como nuevo.
— Esaú... —intente detenerlo, pero solo continuo con su camino, saliendo de la habitación.
Chucho me siguió por detrás, pero Michael decidió esperarnos en la habitación, terminando de fumarse el cigarrillo. Esaú camino por los pasillos, ignorándome a mí y a Chucho pidiéndole que se detuviera, hasta llegar a un cuarto que parecía un pequeño baño con inodoro y un lavabo, con un espejo mugriento colgado en la pared. Cuando intento lavarse las manos, pareció como si se hubiera mareado, porque ladeo mucho la cabeza hacia un lado, casi resbalándose de no ser por qué logre tomarlo de su playera a tiempo.
— ¡Estoy bien por un demonio! —me respondido frustrado, volviendo a intentar enjuagarse las manos.
Pero en cuanto intento lavarse la cara, un enrome derrame de sangre salió expulsado de su nariz, manchando todo el lavabo. Cuando Esaú se dio cuenta y bajo la cabeza, vio también que por su boca igual había comenzado a salir sangre, escupiéndola y enjuagándose los dientes con el agua del lavadero, limpiándose los labios y la nariz con su mano.
— Si a eso es a lo que le llamas estar bien... —le escuche comentar a Chucho detrás mío, mirando preocupado a nuestro amigo, a lo que él solo volteo a mirarlo con una mirada asesina, entrecerrando los ojos.
— Tienes un puto derrame interno Esaú, deja de ser terco, y descansa, aunque sea otro par de horas. Solo... siéntate un rato.
Esaú no me refuto de nuevo. Solo volvió a bajar la cabeza, cerrando los ojos, quizá para pensar, y después se recargo en el lavabo, con algunas gotas de sangre aun cayendo dese su nariz.
— Toda esta mierda es mi culpa, yo me lo busque solo... —le escuche murmurar, más molesto que triste, volviendo a levantar la mirada, mirándose en el espejo de aquel baño.
Sentí pena por él; y lo único que se me ocurrió fue colocar mi mano sobre su hombro, intentado de algún modo apoyarlo, pero pareció no ayudarlo mucho. Solo volvió a bajar la cabeza, cerrando los ojos con fuerza, y restregándose su mano por el rostro, volviéndose a limpiar la sangre que aún seguía salándole por la nariz.
— Solo... vamos a sentarnos ¿quieres? Y nos cuentas que sucedido.
Esaú, cansado, solo asnito con pesadez, volviéndose enjuagar la cara para terminar de limpiar la sangre, y tomando algo de papel para utilizarlo como tapón ante la hemorragia.
Cuando llegamos de nuevo a la habitación de las camillas, Michael nos miró con diversión, terminando por tirar su colilla al suelo, y pisarla para que se apagara, acercándose a nosotros.
— ¿Entonces que, chico rudo? ¿vas dejar de hacer estupideces y escucharnos de una buena vez?
Esaú miro a Michael molesto, sentándose en la camilla de hospital donde había pasado la noche, pero supongo que ya no tenía las fuerzas para contestarle, por lo que solo se limitó a ignorarlo.
Yo me senté a lado suyo, mientras Chucho iba y buscaba una silla, sentándose enfrente de nosotros, y Michael se limitaba quedarse de pie, recargándose en una de las paredes, cruzando los brazos, a la expectativa.
— ¿Y bien? ¿qué fue lo que sucedió? Escuche rumores de que apareció un psicópata con una katana que te dio el baile de tu vida —bromee un poco, para intentar alivianar la situación. Pero pareció que o funciono muy bien...
Esaú volvió a bajar a cabeza, recargándose sobre sus rodillas, para después cerrar los ojos, y soltar un pesado suspiro, quizá pensando en lo que iba a decir. Después volvió a levantar la vista, mirándonos a todos, y comenzó a hablar.
— Rastreamos a unos Lirios cerca de una estación de tren subterránea; cuando los encontramos, los golpeamos y los torturamos. Tuve que amenazar a uno con aventarlo a las vías del tren, colocado su cabeza en el borde, justo cuando el tren estaba a punto de pasar. Finalmente, uno de ellos soltó la sopa, y me dijo donde se encontraría Ezekiel; me dio un día, lugar y fecha, así que solo teníamos que verificar que fuera cierta la información.
— ¿Qué les hiciste a los Lirios? ¿Los dejaste ir? —preguntó Chucho curioso, pero Esaú solo negó con la cabeza.
— Les disparamos en las piernas, y los arrojamos hacia las vías; no podíamos arriesgarnos a que fueran a decirle a Ezekiel que planeábamos emboscarlos. Al final el siguiente tren que paso se encargó del resto.
Sentí como Chucho se puso algo incomoda hacia tal información, haciendo una mueca triste, y de desagrado. El pobre chico seguía siendo muy inocente, o al menos eso es lo que aun percibía de él. No lograba recordar si quiera si alguna vez él había matado a alguien a sangre fría con sus propias manos; pero era obvio que el tema de asesinar a alguien siempre le sentaba mal.
— ¿Y qué? ¿solo fuiste haya y comenzaste a repartir balas al azar con la esperanza de que Ezekiel asomara la cabeza? —le pregunto Michael con tono de burla, a lo que Esaú solo bufo algo molesto.
— Llegamos a una especie de club raro de motociclistas. Parece que Ezekiel tenía una especie de reunión especial haya, porque había varias camionetas aparcadas alrededor. Después de unos cuantos minutos, Ezekiel salió del lugar, con un montón de chicos detrás suyo cargando cajas y colocándolas en las camionetas. No teníamos ningún rifle o algo así, solo unos binoculares que habíamos comprado en una tienda de juguetes; así que no podíamos matarlo en ese momento, necesitábamos acercarnos un poco más.
— ¿Cajas? —eso pareció interesarle a Michael—, ¿Qué clase de cajas?
— No lo sé, eran algo grandes. Quizá llevaban armas o municiones, no prestamos mucha atención, solo queríamos ver por donde se iba el bastardo para tenderle una trampa en el camino.
— Bien... sigue contando la historia. Después necesitare que me pases la dirección de ese bar.
Esaú le asintió, para después volver a suspirar, y cerrar los ojos, tomándose un breve descanso para volver a pensar en sus palabras.
— Finalmente, todas las camionetas se fueron, tomando rumbos distintos; lo que nos dejaba a Ezekiel sin escolta, solo el imbécil con la espada, montado en su moto, yendo detrás del vehículo donde iba Ezekiel. Lo seguimos, nos adelantamos, y le pusimos una manguera con clavos que habíamos fabricado clandestinamente unas horas atrás; accionándola con varias cuerdas para que no la vieran desde antes, y poder colocarla justo en el momento que fueran pasando.
— ¿Y funciono?
— Claro que funciono. Yo... lo tenía en mis manos —comenzó a decir, volviendo a agachar la cabeza, avergonzado—, puede matarlo ahí mismo, y terminar con toda esta mierda de una vez; pero quería verlo sufrir... quería verlo suplicar. Me tarde al asesinarlo, y cuando estaba por hacerlo... ese puto loco salió de la nada, y desvió mi cuchillo con su puta espada.
— ¿Y tus amigos rusos qué? ¿No estaban contigo? —le pregunto Michael, ladeando la cabeza a un lado, acomodándose el vendaje de su ojo.
— El infeliz los fue eliminando uno por uno. Cuando me di cuenta, me encontraba solo, cara a cara con ese psicótico, con su enorme espada lista para rebanarme como jamón.
— Pero saliste vivo de ahí ¿no? ¿le pudiste ganar?
Esaú solo volvió a negar con la cabeza, mientras movía uno de sus hombros, intentando estirarlo para que el dolor se disipara.
— No, yo... Aleksi fue el que me salvo, el hermano de Yurik. Cuando ese bastardo estaba punto de encajarme la katana en las costillas, Aleksi salió y comenzó dispararle en el cuerpo. Yo sabía que tenía un traje blindado, y que las pequeñas balas que manejaba la pistola de Aleksi no haría más que unos cuantos rasguños y moretones. Lo sometió, y cuando vio que sus hermanos habían llegado para ayudarle, lo tomo como rehén. Fue en ese momento cuando los demás lirios aparecieron; no dejándonos más opciones que irnos del lugar; tuvimos que abandonar a Aleksi, o todos íbamos a terminar muertos.
— Y ahora, si el chico muere, nuestra alianza con los rusos se va a la total mierda —se burló Michael, poniéndose de pie, colocándole la mano en el hombro a Esaú, palmeándoselo un par de veces, como si lo felicitara—. Eres un maldito genio Esaú, espero que haya valido la pena todo el desastre que causaste.
— ¿Y tú que mierda estuviste haciendo, ¿eh? —se levando Esaú furioso de la cama, encarando a Michael—. Por lo menos yo hice algo, en vez de quedarme como una pequeña perra llorona en el hospital por meses, sintiendo pena por sí mismo, así que te vuelo a preguntar ¿tú que mierda hiciste?
— No actuando como un verdadero idiota, y pensar con la maldita cabeza antes de cagarla en grande —le contesto, mientras chocaba su hombro contra el de él, pasando de largo, dirigiéndose a la puerta.
— ¡Vete al diablo Michael! —exploto Esaú, encarándolo—. Además, tu abuelo fue el que tuvo la culpa en primer lugar; él fue el que me dio la tarea de matar interrogar lirios —soltó Esaú, a lo que Michael solo abrió los ojos, sorprendido.
— Eso... Eso no es cierto
— ¿Qué no? ¿Y por qué no vas y le preguntas? A ver qué mierda te dice. Si él fue el que me presento y le encargo a los hermanos rusos que me acompañaran.
Eres un mentiroso de mierda ¿Por qué carajo Don Armando te encargaría matar Lirios para luego tratare como un rebelde psicótico?
— Por qué de suponía que eran misiones secretas... Nadie tenis que saberlo, y tenis que ser en silenció y sin escándalos. Solo tenía que descubrí el paradero de Ezekiel, pero yo quería más... Yo quería ser el que asesinara a ese pedazo de mierda. Pero las cosas se me salieron de las manos, dejé de contenerme y comencé a cazarlos por mi cuenta. Pero tú abuelo comenzó todo, él fue el que me pidió en primer lugar que los asesinara.
— Vete a la mierda, eres un mentiroso... El no sería capaz de... —Michael se detuvo, pensando en lo siguiente que iba a decir—, el no sería...
— ¿Capaz de aprovecharse de una persona furiosa y resentida por intereses propios? —salió Chucho a la conversación, defendiendo a Esaú—. Claro Michel, un jefe de la mafia no haría tal cosa ¿Cómo crees?
— Ya cállense... Cállense los dos.
Michael solo se dio la vuelta, sacando otro cigarrillo de su cajetilla, colocándoselo en los labios, y fumándolo.
— No nos sirve una mierda que nos comencemos a pelear como animales, debemos estar juntos —le escuche a decir a Chucho mientas se colocaba de pie.
— Chucho tiene razón; debemos trabajar como un maldito equipo, eso es lo que somos después de todo ¿o no? —apoye a Chucho, mirando a Esaú y después a Michael, intentando persuadirlos. Pero Michael seguía sosteniendo esa mirada arrogante, y Esaú la de querer matar medio mundo.
— No lo sé Arthur ¿Seguimos siendo un equipo? —me miro Michael sonriéndome de manera sarcástica, escupiendo el humo del tabaco desde su nariz, para después girar la cabeza, y mirar a Esaú—. ¿Tú que dices? ¿seguimos siendo un equipo, o solo cuatro pendejos en una habitación que no se ponen de acuerdo?
Esaú suspiro molesto, volviéndose a sentar en la cama, mientras se tallaba la nariz y los ojos con una de sus manos. Finalmente levanto la mirada, cansado, y miro a Michael a los ojos de manera fría.
— Un equipo; seguimos siendo un equipo.
— ¡Bien! entonces lo primero que deberíamos de hacer es dejar de actuar por nuestra cuenta, y consultarlo con el equipo ¿no?
Esaú solo asintió levemente, aun con la mirada baja, pero eso pareció no satisfacer a Michael. Este se le acerco caminando, hasta estar a solo uno o medio metro de distancia, volviendo a inhalar el tabaco por la boca, para después expulsarlo por las fosas nasales, mirándolo de pie, mientras el seguía sentado.
— Necesito oírlo Esaú —le dijo, haciendo que mi amigo levantara la mirada, y lo viera a los ojos—. Necesito que me digas que puedo confiar en ti, y que ya no vas a hacer otra pedejada como matar lirios por tu cuenta ¿Puedes hacer eso? ¿Puedes decirme que podemos confiar en ti?
Esaú apretó los dientes, frunciendo el ceño, y soltando lo que parecía un gruñido. Pero al final, terminó cediendo.
— Como sea, sí. No matare a mas lirios por mi cuenta ¿está bien?
— Bien —le contesto Michael asintiéndole con una leve sonrisa, para después darle la espalda, y volver caminar hacia la puerta, para después girarse—. Entonces volvemos a ser un equipo. Y esta vez haremos las cosas bien. Sin hacer idioteces, sin actuar por cuenta propia, o adelantarse a algo. Nos cubrimos las espaldas entre todos, y trabajemos siempre juntos ¿bien? somos cuatro, pero actuamos como uno ¿todos a favor?
— Suena a comunismo —bromeo Chucho, riéndose de su propio chiste, intentando apaciguar un poco la situación.
— Algo así, solo que este si funciona. Entonces ¿está bien? No lo quiero volver a repetir, si vamos a hacer esto, necesito que todos se comprometan.
Mire a Chucho, y después volta a mirar a Esaú. No teníamos muchas opciones realmente, en cierto punto hasta sentía que estábamos en un lugar privilegiado. Digo ¿El nieto del jefe tratándonos como iguales? Para cualquier otro imbécil no seriamos más que una suela de zapato que se cambia y remplaza con solo chasquear los dedos; quizá Michael quería hacer la diferencia, quizá él quería ser el líder que nadie nunca pudo ser. Y era justo tratar de darle una segunda oportunidad, después de todo, él nos la estaba ofreciendo nosotros primero.
— Suena bien —fue lo que dije, volviendo a mirar Michael, que espera la respuesta de los otros dos—. Si trabajamos juntos, es más probable que podamos vengar a Lennon.
Chucho cruzo los brazos, y se quedó pensando unos segundos detenidamente, hasta que hizo una mueca con los labios, miro a Michael, y solo asintió levemente. Ahora solo faltaba Esaú, que seguía escéptico, ante todo.
— Vamos viejo, es la mejor opción. Y si te soy sincero, realmente no tienes muchas. Si te sigues haciéndote el lobo solitario, quizá no tengas tanta suerte como la tuviste esta vez. Sera más seguro si estamos todos para cubrirnos las espaldas ¿No crees?
Esaú volvió a quedarse en silencio, mirando de vez en cuando a Michael, para luego desviar la mirada a otro lado, No sé si era demasiado orgulloso como para aceptar ayuda, o simplemente no quiera darle el gusto a Michael sobre que tuviera la razón; a veces mi amigo podía ser una incógnita completa. Pero al final, solo negó con la cabeza un par de veces, y se removió los dedos en el cabello.
— Está bien, no más lobo solitario; lo prometo.
Michael pareció complacido al escuchar la respuesta. Pero antes de que pudiera decirle algo más, alguien toco la puerta desde la habitación. Cuando gire la cabeza para ver de quien se trataba, me sorprendido ver a Michelle parada a un costado de ella, algo inquieta y nerviosa.
— Michael ¿Puedes venir un momento acá por favor? Necesito hablar contigo rápido ¿quieres?
— Ehhh... si, aquí estoy, soy todos oídos —le respondió Michael, mientras extendía los brazos, pero sin moverse del lugar donde estaba parado.
— En privado, soquete.
— Ahh ya, pues decímelo antes —se rio, caminado hacia ella— ¿Qué pasa...? —le alcance a escuchar susurra, desapareciendo por el marco de la puerta.
No pude escuchar exactamente de que hablaron. Me quede en silencio junto con mis amigos, oyendo algunas palabras ambiguas y a medias de lo que Michelle le estaba diciendo a Michael. Parecía un poco enfadado incluso al hablar. Después de unos minutos, Michelle pareció irse a toda prisa después de haberle gritado algo a Michael, y este regresaba a la habitación, algo cabizbajo, mirándonos como perro regañado.
— Hey viejo ¿qué pasa? ¿Por qué esa cara? —le pregunte, nervioso de escuchar la respuesta.
— Bueno... ser mejor que vayan comenzado a preparase —nos dijo, casi como si estuviera apenado, o nervioso—. Me acaban de decir que Don Armando nos quiere en las primeras filas para la misión de rescate. Iremos a la boca del lobo.
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