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Capitulo 22

— Este lugar es horrible... quiero regresar a casa de una buena vez Chucho... quiero ir a mi cama y... solo dormir hasta que me canse de estar acostado —murmure con pesadez, recostado sobre mis propios brazos, mientras hacia un esfuerzo por mantener mis parpados abiertos, y no caer dormido en las mesas de la cafetería.

— Ni siquiera llegaste a la primera clase ¿Y ya estás cansado? Eres todo un caso.

— Yo no tengo la culpa que este lugar te succione lo último que nos queda de nuestras podridas almas. Solo enseñan patrañas aquí.

— Si tú lo dices Arthur... —me dijo Chucho con una mueca, mientras le daba una mordida a su sándwich

— ¿No piensas igual? No necesitamos que nos den un pedazo de papel solo para decirnos si estamos por encima o por debajo de los estándares de alguien. La escuela solo sirve para que te consigas un empleo de mierda en algún lugar donde desperdiciaras 40 años de tu vida, solo para que cuando termines no seas más que una pasa arrugada sin energías. ¿Y para quien trabajaste? Para una empresa que no le improntas una mierda, y jama le importaras.

— Veo que alguien ya empezó a escuchar mucho Pink Floyd —se burló Chucho mientras sonreía, dándole otra mordida a su sándwich.

— Cállate —bufe, mientras le devolvía la sonrisa. Él sabía que los había comenzado a escuchar por Penny.

Las vacaciones ya habían terminado, y las reinscripciones ya habían comenzado para cursar el siguiente año, que para mí fortuna, ya era el último para lograr graduarme. Aunque había pensado seriamente en desistir este año, pese a la promesa que le había hecho a mi madre, pensé que de esa manera me quitaría varios problemas de encima, contando con todos lo que ya tenía. De hecho, el día de las reinscripciones me había quedado dormido, desistiendo en siquiera salir de mi cama, hasta que Penny llego, y me obligo a meter los papeles sin que pudiera hacer mucho.

Esa chica se preocupaba demasiado por mí, pese a que mi madre seguía en el hospital, no bromeo cuando digo que en ningún momento sentí su ausencia. Penny venía a visitarme a revisar como seguían mis heridas y que no hiciera nada estúpido, y también que me alimentara correctamente y no me la pasara comiendo puras sopas instantáneas o comida chatarra de un solo dólar. Salíamos a comer a algún lado que no estuviera tan mal, o incluso ella me ayudaba a comprar mi despensa y elegir la mejor fruta y verdura, como también productos para que no me estafaran. Incluso hasta me enseñó a cocinar algo de arroz y sopa, para que no terminar muriendo de hambre. Aunque el arroz se me quemo la primera vez, quedando tan negro como carbón que no me dejo más opciones que regalárselo a los gatos de mi vecina, la siguiente vez pude hacerlo mejor.

Hasta me ayudo a limpiar mi cuarto y la casa en general una que otra vez. A veces podía resultar un poco mandona en algunos aspectos, pero yo también era un maldito desastre. Cuando descubres un nido de cucarachas muertas debajo de tu estufa, sabes que ya has caído bajo y necesitas que alguien te ayude. No podía quejarme tampoco; cuando esos ojos te miraban y te decían que tenías que barrer tu cuarto y poner algo de ordene n tu vida, era muy difícil poder decirle que no.

— Nunca creí decir esto, pero... extraño que Lennon este con nosotros —comento con melancolía Chucho, mirando hacia abajo, mientras terminaba por darle otra mordida a su almuerzo—, se siente muy... silencioso el lugar.

— Si... también extraño a Esaú, cuando esos dos tarados comenzaban a pelearse por quien tenía mejor gusto musical, o simplemente por alguna idiotez que salía en la conversación. Era... divertido... —yo también baje la cabeza— ¿Crees que se haya inscrito el también a la escuela?

— No, no lo creo. Esaú nunca fue un estudiante brillante, se la pasaba peleando con los profesores. A la maestra de salud ¿Recuerdas cuando le estampo el borrador en el rostro?

— Reprobado directo, y expulsado de su materia de por vida —no pude evitar soltar una risa, al recordarlo—, aunque él siempre dijo que valió la pena.

— "¿Solo reprobar su materia por tener la satisfacción de mirar a esa vieja con el rostro lleno de polvo de gis hasta en la lengua? Por supuesto que lo volvería a hacer otra vez sin dudarlo" —remedio Chucho la voz de Esaú, mientras no paraba de reírse.

— Ese chico no le tenía miedo a nada...

— No... no le temía a nada.

Nos quedamos en silencio por unos segundos, analizando lo que aquello significaba. Lo habíamos intentado, nadie nos podía culpar diciéndonos lo contrario; Esaú había tomado su propia decisión, y nadie tenía la culpa de ello, más que el mismo. Pero de igual modo, no podía evitar sentir una enorme culpa en mi interior que cada vez comenzaba a carcomerme más. Pensar que quizá pude haber hecho más, pude haberlo convencido de algún otro modo, o simplemente mi intento fue tan mediocre que cualquier persona me hubiera mandado al diablo. No importaba a que escenario me llevaran mis pensamientos, siempre terminaba como un imbécil que pudo haber hecho más por su amigo.

Fue entonces cuando Penny apareció de la nada, sentándose al lado mío, sacándome de mis trances y de mis pensamientos autodestructivos con solo escuchar su voz.

— Arthur, aquí este cielo, estuve buscándote toda la mañana —me dijo con emoción, mientras me daba un prolongado beso en la mejilla, que solo hizo que me sonrojara y la temperatura de mi cuerpo se elevara de manera exagerada.

Todavía no terminaba de procesar que lo mío con Penny en realidad estuviera pasando.

— Hey, hola —le dije nervioso, mientras bajaba la mirada para que mi amigo no me viera sonrojado, aunque ya era tarde, ya que se veía como el infeliz estaba mordiéndose la lengua, aguantándose la risa.

— Tú eres Chucho, ¿no? —le miro Penny amablemente, con una sonrisa—, lindo gorro el que traes puesto. Me gusta.

— Oh ¿en serio? Pues... gracias —le respondió algo apenado Chucho, mientras se acomodaba su gorro sobre la cabeza—. En realidad, me llamo Jesús, pero, todo el mundo me dice Chucho. Tu dime como quieras. Un gusto, oficialmente... Penny, ¿verdad? —le contesto entre bromas mi amigo.

— Sí, yo... solo Penny —le contesto con una risa nerviosa, mientras jugaba con su cabello, y se lo pasaba hacia aras para que no le estorbara en rostro— Arthur me suele halar bastante de ustedes, aunque bueno... parece que el otro se ha perdido el primer día de clases ¿No?

— ¿Esaú? —le respondió mi amigo, arqueando la ceja—, es un holgazán, probablemente se haya quedado dormido el muy tarado. Ya vendrá mañana, si no es que al muy sonso se le olvidado inscribirse.

— Esaú es... todo un caso Penny —le seguí el juego a Chucho, girando mi mirada para verla—, te caerá bien cuando lo llegues a conocer, es bastante simpático.

— No lo dudo —me respondió, para después girarse y mirar a Chucho—, Arthur no para de hablar de ustedes cuando estoy con él. Se ven que son bastante unidos. Me sorprende que se hayan llevado tan bien en tan poco tiempo; si lo hubieran conocido en el primero año, Arthur no se diferenciaba más que un bloque de hielo. Frio, callado, y un gruñón de primera. Solo yo y Oscar pudimos establecer un poco de contacto humano con él.

— Bueno, con tanta idiotez que decía ese imbécil, era bastante difícil de poder ignorarle —todavía no podía evitar que cada vez que hablaba de ese trozo de mierda, la visión de su caber putrefacto se colara en mi mente, atormentándome.

— Era gracioso a veces, aunque la mayor parte del tiempo si era un completo idiota —se rio Penny, al mismo tiempo que posaba una mirada nostálgica, y recargaba sus mejillas sobre sus brazos— todavía me sigo preguntando que habrá sido de él.

— A mí la verdad podría importarme menos —declaro Chucho, despreocupado —Me da igual si el baboso se fue del país o el estado, o esté tres metros bajo tierra pudriéndose con los gusanos, mientras no regrese para volver a joder, estaré feliz.

— Se ve que ustedes lo apreciaban mucho —se soltó a reír Penny, aunque con algo de pena—, y eso que el año pasado pasaban bastante tiempo con él.

— De los peores errores que eh cometido en mi vida —se lamentó Chucho, de forma sarcástica.

Penny se rio por la expresión que hizo Chucho, mientras yo solo sonreía, sin poder reírme, Aunque fuera una broma, no dejaba de ser una verdad, una bastante cruda y dolorosa.

— Cambiando un poco de tema, para no seguir hablando de ese imbécil... —Penny paso su mochila hacia delante, y saco lo que parecía una pequeña caja de cartón envuelta en ese típico papel colorido que se usaba para envolver un regalo, hasta con moño y todo—, feliz cumpleaños Arthur... aunque sea atrasado —se rio nerviosa, mientras me daba la cajita en mis manos.

— Oh... gracias —le dije, sorprendido, mientras tomaba la caja con una disimulada sonrisa. No sabía muy bien porque quiera disimular lo feliz que estaba de que alguien se hubiera acordado de mi cumpleaños, cuando ni a mí mismo me importaba mucho. Supongo que era un sentimiento encontrado que no sabía explicar muy bien.

— Espero que te guste, lo estuve guardando por un par de semanas, pero luego sucedido lo del asalto... terminaste en el hospital, sucedido lo de tu amigo, y pensé que quizá no estabas muy de ánimos como para recordarte tu cumpleaños.

— Oh no, es... es grandioso Penny. En verdad, gracias —le dije, sosteniendo la caja con aprecio.

Ni siquiera sabía que rayos podría haber adentro, pero supongo que eso era lo que me importaba menos. Fuera lo que fuera, el hecho de que Penny me lo hubiera dado ya significaba mucho para mí.

— Bueno, te dejo cielo, mis clases no tardan en comenzar, y ya sabes cómo pueden ser a veces de malditos los profesores en este lugar. Espero que te guste tu regalo. Te veo más tarde, cuídate —se despidió, mientras me daba un beso en la boca que no vi venir, y después se giraba para mirar a Chucho, que miraba todo atónito—. Fue un gusto conocerte Chucho, eres un chico bastante agradable, espero verlos después —le dijo con una sonrisa.

Después se dio la vuelta, y giro, yéndose hacia los edificios donde estaban los salones, no antes sin voltearse y despedirse de mi con su mano una última vez.

— Así que... le terminaste robando la chica a Oscar ¿Eh? —me dijo entre una risa Chucho, mientras me observaba con una sonrisa burlona.

— ¿Qué? No, claro que no —le respondí, haciendo una meuca como si estuviera ofendido, pare después bajar la cabeza hacia la mesa, para que solo Chucho pudiera escucharme —, ella fue mi chica primero, fue ese desgraciado el que me la robo a mí.

— Si claro, si tú lo dices... —me contesto de una manera sarcástica mientras se echaba ara atrás—. Te olvidaste demasiado rápido de la chica del cabello morado ¿Sabes?

— ¿Ella? —aun me daba un poco de rabia cuando recordaba a Astrid. No quería tener más en mi mente a esa maldita traicionera—, no fue más que una sucia ladrona embustera. Y siempre será eso para mí.

— Quién lo diría. La vez que los vi juntos no parabas de mirarla como un perrito feliz. Vaya chica... y eso que me callo bien la primera vez que la conocí, se veía bastante decente, linda, simpática... —me dijo en tono melancólico, mientras hacia una mueca de tristeza —. Aunque eso no quita que sí que eres patético cuando eres romántico; con solo tenerla enfrente tuyo se podía ver cómo te brillaban los ojos.

— Eso no es cierto —le refute, mientras cruzaba mis brazos, e intentaba aguantarme las ganas de reírme—. Ya veremos qué es lo que tú dices cuando te enamores de alguien.

— Pffff, eso jamás va a pasar —Chucho bajo la cabeza, mientras soltaba una ligera risa, que se notaba falsa a leguas—. Una vez me paso en la secundaria, no fue nada lindo, y no me apetece repetirlo para nada...

— ¿En serio? —no pude evitar embozar una sonrisa, imaginándome todo el drama.

— Seh... no quiero hablar de eso. Es una historia llena de drama, dolor, destrucción y.... más drama. Amor hormonal adolecente estúpido, solo eso. Y espero no volver a pasar jamás por algo igual, fueron tiempos muy oscuros Arthur. Tiempos que no pienso repetir.

No sé si fue el tono en el que me lo dijo, pero supuse que solo era sarcasmo con exageración, o una simple broma de algún rechazo que recibió en esa época. Lo decía entre serio y, pero con un toque burlón del que no estuve seguro. Aunque preferí dejarlo a la duda.

— Si tú lo dices...

— Pero... Penny es una buena chica. Es bastante linda, muy agradable, y amable. No vayas a comportarte como un idiota y... cuídala ¿Quieres? Es difícil encontrar personas así hoy en día —termino de decirme mientras tomaba un sorbo de su botella de agua, y arrugaba las servilletas y el papel en el que había venido envuelto su sándwich

— Por supuesto que lo hare. No soy Oscar, yo nunca le haría daño...

— Sí, sí, eso ya lo sé. Cambiando un poco de tema, no me dijiste que fue tu cumpleaños, te hubiera traído algo... o al menos felicitarte.

— Eso no importa —le dije, con diferencia, mientras levantaba los hombros—, paso hace semanas, cuando estuve en coma. Ni siquiera yo me acorde del hasta que mi madre me lo dijo cuando fui a visitarla.

— Mierda... ¿Te perdiste tu propio cumpleaños? Eso... eso si es triste viejo.

— Había cosas más importantes por las cuales preocuparse, que festejar que pase otro año más de mierda en este plano existencial de porquería.

— Sí que eres una bola de amargura Arthur —me comento mi amigo mientras reía, al mismo tiempo que tomaba otro sorbo de su botella de agua—, a todo esto ¿Qué fue lo que te regalo Penny? La otra vez se lució con esa chaqueta que te dio.

— Si, ella... ella es bastante buena cuando se trata de regalos.

— Entonces ¿Vas a abrirlo o qué?

Solo suspire, sonriendo, mientras le quitaba el laso a la cajita, y rasgaba el envoltorio con las uñas. Cuando lo abrí, sentí como mis ojos brillaban al ver el objeto, mientras lo tomaba de uno de sus extremos, y lo levantaba fuera de la caja, para que Chucho lo viera.

— Es... es un reloj de mano

— Y vaya reloj —me dijo mi amigo, mirándolo impresionado—, muy bonito; esa chica sí que te quiere.

Toda mi vida había querido uno de esos malditos relojes, pero por alguna razón nunca me di tiempo para poder ahorrar y comprarme uno. Ni siquiera cuanto empecé a ganar dinero con Oscar. Pero el hecho de que ahora tuviera uno de ellos en mi mano, me hacía sentir... raro. Estaba feliz claro, pero al mismo tiempo... sentía una satisfacción enrome por al fin tener uno de esos en mis manos.

Y más si me lo había dado la chica a la que amaba. Ese nivel de satisfacción no tenía precio.

— Sera mejor que nos vayamos yendo, o no llegaremos a la clase de matemáticas, Arthur —me comento Chucho, sacándome de mi trance, al mismo tiempo que se levantaba, y tomaba su mochila—, ya conoces a es hijo de puta, es capaz de cerrarnos la puerta en nuestras narices si llegamos tarde.

— Ehhh... si claro —me despabile, volviendo a la realidad y también levantando de la mesa tomando mi mochila— vámonos.

En el camino, me coloque el reloj en la muñeca izquierda, y acompañe a Chucho hasta el pasillo del segundo piso de la escuela, cuando todo el refresco que había tomado en el desayuno comenzó a hacer efecto.

— Espera, espera.... Tengo que hacer del baño ¿Me esperas un minuto?

— ¿En serio? —Chucho pareció algo fastidiado, aunque al final solo me asintió—. Está bien, pero apúrate, que no vamos muy temprano que digamos.

— Si quieres adelántate tú, y te veo en la clase.

— Ni loco, ese lunático me da miedo —bromeo, refiriéndose al profesor de matemáticas—, mejor espero a que vengas conmigo, y si nos regaña al menos no me sentiré solo.

— Bueno, como quieras, no tardare ni un minuto, solo espera aquí.

— Aquí estaré... no me moveré de aquí —me dijo mi amigo, mientas se recargaba en uno de los barandales del pasillo.

En cuanto entre al baño, casi corriendo deje mi mochila aun lado, y me dirigí a uno de los orinales, bajándome el cierre del pantalón, y haciendo de lo mío, disfrutando del momento.

Aunque la tranquilidad no duro mucho.

Cuando estaba por terminar, escuche como un grupo de chicos entraban al baño, y se posicionaban justo detrás de mí, rodeándome. Por reojo vi que quizás podían ser tres o cuatro, aunque no decidí girar mi cabeza hasta que pasaron más de diez segundos, sin moverse de su posición, aun mirándome.

— Vamos, hay más urinales del otro lado, ocupen uno de esos y dejen de estar mirándome como una banda de pervertidos ¿Quieren? —les dije molesto, aun sin girarme para verlos en su totalidad.

— ¿Dónde está Oscar, Arthur? —me respondió uno de ellos, bastante enojado por su tono de voz.

Cerré los ojos, fastidiado y ya enojado, sabiendo de quienes se trataban estos chicos. Subí el cierre de mi pantalón, y me di la vuelta para mirarlos. Eran cuatro, y ninguno de ellos parecía tener un semblante de querer tener una conversación amigable.

— ¿Qué les hace pensar que yo sé dónde está ese trozo de mierda? —les conteste, tajante, con la mirada seria y fría.

— La última vez que lo vimos, no dijo que tenía algunos asuntos que resolver contigo. Y cuando fue a verte... nunca más regreso.

— Pues yo que ustedes, me dejaría de estar preocupando por ese imbécil —bromee un poco, mientras levantaba los hombros en señal de indiferencia—. El escogió su camino...

Cuando dije eso, los chicos parecieron ponerse algo nerviosos, mientras yo intentaba mantenerme calmado y relajado, aunque por dentro también me estaba poniendo bastante nervioso.

— ¿Qué le hiciste, maldito psicópata? —finalmente hablo uno de los que estaba hasta el borde de la formación, con desprecio.

— ¿Y ahora por qué tan preocupados por él? Ya pasaron casi tres meses de eso, ¿y apenas se les pasa por la cabeza donde es que puede estar su amigo?

— ¿¡Que le hiciste!? —exclamó otro de ellos, ya desesperado.

— ¿Qué? ¿Se dieron cuenta de que ahora que el ya no está, ya no podrá pagarles todas las porqueras que se metían y bebían?

— Cierra la maldita boca, y responde nuestra pregunta —el chico de en medio parecía ser el más molesto de todos, con las venas del cuello marcándoseles por la ira. Pero igual, no me importo.

— ¿O qué?

El chico de en medio saco de su pantalón lo que parecía una navaja casera, envuelta en cuero e hilo, abriéndola para que pudiera ver lo filosa que estaba. Aunque si me alarme un poco en cuanto la vi, tenía que mantener la finta de que seguía relajado, con la situación en control.

— ¿Me vas a afeitar la barba, o por que traes ese cuchillito contigo? —seguí bromeando, aunque por el todo de mi voz ya se notaba que estaba algo nervioso.

— Te voy a abrir como un maldito pescado si lo siguiente que sale de tu boca no es una respuesta de donde esta Oscar.

— Bien, entonces en ese caso ¿Por qué no se lo preguntas a los peces?

Supongo que no fue tan buena estrategia provocar a eso chicos hasta el punto de agotarles la paciencia. Pero es que ya estaba harto de todo este asunto con Oscar, que parecía no acabar nunca. Si estos pendejos quieran vengar a su "amigo", no se las iba a poner tan fácil.

— Suficiente —declaro el de la navaja, apretando los dientes—, sujétenlo bien —le indico a los demás, mientras comenzaba acercárseme—, no quiero que se retuerza como una niña cuando le saque las tripas.

— ¿Me van a asesinar en el baño de la maldita escuela...? ¿En serio? Saben que no va a terminar bien para ninguno de ustedes ¿No?

— No me importa. Ya estaremos lejos cuando encuentren tu sucio cadáver en la máquina trituradora de carne de la cocina. ¿Y sabes algo? Quizás cuando todo esto termine, y nos hallamos desecho de ti, le hagamos una pequeña visita a la zorra de Penny, que creo ahora es tu novia ¿No? Je, maldito montón de buitres; solo esperaron a deshacerse de Oscar para que nadie pudiera decirles nada. Sí que nos vamos a divertir con esa perra y contigo; putos tortolitos...

Al escuchar eso último, sentí un escalofrió en mi cuerpo que solo me dio más miedo. Ahora sí que estaba en un aprieto bastante feo...

Pero fue justo en ese momento, cuando quizás ya por lo impaciente que estaba, Chucho entro al baño también.

— ¡Arthur, por un demonio, vamos a llegar tarde a la...! Ouh... —se quedó petrificado, mirando aquella escena. Pero cuando vio al chico con el cuchillo, no dudo ni por un segundo lo que tenía que hacer.

Chucho se abalanzo contra él, en un intento por arrebatarle el cuchillo de las manos, haciendo que los dos cayeran al suelo del baño, y comenzaran a forcejear. Yo aproveche la distracción, y tome desprevenidamente al chico más alto de los que me rodeaban del cabello, y azote su cabeza lo más fuerte que pude contra uno de los urinales, antes de que siquiera el chico pudiera reaccionar y ofreciera algo de resistencia.

El chico cayo con la frente abierta al suelo, llenando el lugar de sangre, probablemente inconsciente por el duro golpe que le había dado. El que estaba a lado suyo trato de atacarme, tomando de mi chaqueta con fuerza, intentando derribarme de algún modo soltándome patadas en las piernas para que así pudiera ceder.

Logre mantenerme en pie a duras penas, haciendo que el chico perdiera el equilibrio en un momento dado, y el fuera el que cayera al suelo, donde comencé a patearlo en las costillas y el estómago, también pisándole la cabeza y los brazos, no dejando que se levantara por ningún motivo. Aunque intento tomarme de las piernas para también derribarme, no le sirvió de nada, solo consiguió que le pisara de lleno toda la espalda y su cuello.

Cuando al fin me canse de seguir pateándole, y asegurarme por completo de que el infeliz no se volvería a poner de pie, fui con Chucho para poder ayudarlo; ya que el tercero de los chicos que faltaba por derrotar, lo había tomado por detrás del cuello, intentando sacarle de encima del que tenía la navaja.

Lo tome del cuello de su camisa, y lo jale lo más fuerte que pude al punto de asfixiarlo para que pudiera soltar a Chucho, y una vez termine de apartarlo, lo arrastre hasta donde estaban los lavabos. Intento levantarse, pero en cuando recupero el equilibrio, lo tome de una de sus orejas, clavándole las uñas para tener un buen agarre; y zote su cabeza contra el secador de manos, que quedo abollado al instante. El chico comenzó a golpearme en el estómago, e intentar rasguñarme los brazos para poder soltarse, pero mi chaqueta fue lo suficientemente gruesa como para protegerme de lo segundo, así que fue totalmente en vano.

Termine por azotarle la cabeza de nuevo un par de veces en el lavado, hasta que una de las esquinas del marfil termino por romperse, haciendo que el chico cayera al suelo sin más, sangrando de las cejas y con la nariz rota. No me canse, seguí pateándolo en las piernas y el estómago hasta estar completamente seguro de que el desgraciado tampoco se levantaría.

Y ya solo quedaba uno.

El chico tenia a Chucho contra la pared, intentando clavarle el cuchillo en el estómago, a lo que el ya con las pocas fuerzas que le quedaban, con una ceja rota y el labio partido, intentaba detener sujetándole el brazo.

Le quite el cinturón al primer chico alto al que había derribado, y con él, sin que el último de los amiguitos de Óscar lograra darse cuenta, se lo enrolle por el cuello, y tire hacia atrás, haciendo que soltara el cuchillo y a mi amigo al instante, intentando desesperado quitarse el cinturón del cuello.

No quería ahorcarlo; solo lo jale lo suficiente hasta lograr tirarlo al suelo, y colocarme encima suya para que no tratara de huir. Estaba demasiado enojado, sentía como las venas de mi cuello estaban tan marcadas por la presión, que pensé que explotarían. Apreté los dientes si los puños con fuerza, y le comencé a dar golpe tras golpe en el rostro, hasta romperle algunos dientes, y desfigurarle por completo la nariz.

El chico en uno de esos golpes, logro defenderse clavándome sus uñas en mi estómago, obligándome a que me apartara. No desaprovecho el momento, y me soltó una dura patada en el rostro que me aturdió por unos segundos, lo que le dio tiempo suficiente como para poder buscar su navaja en el suelo del baño, y después intentar arrastrarse hasta ella.

Pero cuando estuvo a solo un par de centímetros para llegar a ella, Chucho lo detuvo de una patada del lado lateral de su rostro, haciendo que su oído comenzara a sangrar.

Me puse de pie, y controlado por la ira y los deseos de venganza, tomé la navaja del chico, y después a el de su camisa, levantándolo boca arriba, mientras el intentaba zafarse clavándome sus uñas en mis manos.

— ¿Me repites lo que le quieras hacer a Penny? —la sangre la tenía hirviendo en ira — ¿Cómo también sobre lo que me querías cortarme como un pescado? ¿eh? ¿y luego arrojarme a la trituradora de carne? Bien, ahora veremos quien corta a quien...

Todavía no se el bien porque me enoje tanto con aquel chico; quizá porque me recordaba a Oscar, y lo cansado que ya estaba de ese maldito pendejo que aun lograba conseguir joderme después de muerto, o por toda la mierda y rabia que ya llevaba cargando desde lo de Lennon y Esaú. No sé por qué, pero lo que si sabía es que quería desquitarme con alguien; y esta era mi oportunidad.

La navaja estaba demasiado bien afilada, porque corto la piel como si no fuera más que simple papel o un pedazo de jamón demasiado suave. En un punto, los gritos que soltaba aquel chico me metieron la idea de que quizás sería bueno parar y hay dejarlo en paz; que ya había recibido suficiente con la paliza que les dimos a él y a sus amigos. Pero me obligue a recordar lo que ese infeliz estaba dispuesto a hacerme por un pendejo como Oscar, y lo que le habría echo después a Penny si tan solo Chucho no hubiera entrado por esa puerta...

La sangre le recorrió por todo su rostro, llenándoselo, como también la navaja y algunas partes de mis manos y rostro. Sabía que no lo había matado, porque una vez terminé, y lo solté, estaba gimoteando y llorando débilmente, como un estúpido animal, agarrándose el rostro.

Suspiré, dejando que lo último que me quedara de ira se fuera, y solté la navaja a un lado; para después tirarme al suelo, y poder descansar un poco, recargándome en la pared del baño

Cuando por fin me digne a mirar a Chucho, el pobre tenía la misma mirada que la vez que me había visto junto con el cadáver de Oscar, después de matarlo. Una mirada de miedo y horror, que más que molestarme, la comprendida. Quizás si... si me había sobrepasado un poco.

Segundos después, fue cuando aparecieron los profesores para ver todo el alboroto que se había armado en ese baño.

Y una hora después, estábamos yo y Chucho sentados en la oficina del director, aun con moretones y sangre en el rostro como también en nuestra ropa.

— Ni un día Arthur, ni un maldito día que empezó el nuevo ciclo escolar, y ya mandaste a tres personas a terapia intensiva, y aun cuarto con el rostro completamente desfigurado —comenzó a decir el director, algo enojado en sus palabras, mientras nos daba la espalda a mí y a mi amigo.

— ¿Qué quiere que le diga? Ellos se lo buscaron...

— Desde que llegaste aquí, no causas más que problemas —se giró, con el semblante serio—, primer año te peleaste con un chico hasta mandarlo a una ambulancia; segundo año, arruinaste por completo el baile de graduación, y metiste a la escuela en un enrollo con la prensa y la policía...

— Espere, ese yo no...

— ¡No, aquí es cuando tu cierras el pico, y escuchas al adulto! —supongo que ya lo había sacado de quicio—. Sé que tú lo hiciste; rumores más que nada, pero no me sorprendería en absoluto que tu hubieras sido el culpable de esa pelea esa noche. Y ahora esto...

Me quede en silencio, bajando la cabeza. Realmente, no sabía que decir, no podía defenderme, no tenía ni un buen argumento para hacerlo.

— Tienes mucha suerte que los padres no levantaran cargos contra ti. Al parecer uno de ellos reconoció que la navaja con la que desfiguraste al otro chico era suya. Así se confirma tu versión de que todo fue en defensa propia.

— Bueno, al menos tuvieron la decencia de decir la verdad.

— No lo hicieron; fue ese padre y su honestidad los que te salvaron el pellejo... —el director se sentó finalmente en su silla detrás de su escritorio, y se pasó los dedos pro el cabello, claramente frustrado y cansado—. Un día Arthur, un día en que no hagas alguna estupidez ¿Es mucho pedir?

— Mientras los problemas no me busquen... supongo que no —le respondí, levantando los hombros. No sabía muy bien que decirle, pero si lo que esperaba era una disculpa, no la iba a conseguir.

— Sé que no la estás pasando bien, la situación con tu madre y... bueno, todo lo demás. Y lo entiendo Arthur; fue por esa razón que decidí ya mejor no buscarte más problemas con el desastre que ocurrió el año pasado. Pero me haces todo mucho más difícil. Los padres quieren que te expulse —después giro su mirada a Chucho, quien había permanecido callado e inmóvil todo este tiempo—, a ambos.

Chucho suspiro molesto, y quizá decepcionado. A mí no me importaba mucho si me expulsaban, pero a mi amigo claramente le afectaba mucho más. Y después de todo el no tuvo la culpa de nada. Yo fui el que me puse loco y agresivo, el solo me defendió.

— Solo expúlseme a mí, el no tuvo nada que ver, solo entro al baño y vio que uno de sus amigos estaba por ser mutilado pro ese montón de lunáticos. Yo fui el que los molió a golpes y le desfiguro la cara al otro; no él.

— Es ya lo sé. Tu eres el que tiene un historial oscuro en esta escuela, Arthur; no él. Y tampoco sería justo que los expulse a ambos, si todo fue por defensa propia.

— ¿Entonces?

— Suspendidos. Por tres semanas —sentí algo de alivio al escuchar eso, y parece que Chucho también, aunque su cara molesta de saber que eso significaba perderse los primeros días del año escolar, tampoco cambio—. Pero eso si les advierto, a los dos. Un pequeño problema más que causen aquí, no me importa si solo es un insulto o una pequeña pelea; incluso si se tropiezan y le tiran alguien su comida, un solo problema más, y se van los dos de aquí ¿Me entendieron?

Suspire, conforme, a lo que Chucho también lo hizo. No sabía si estaba molesto o triste, o quizá ambas cosas. Pero sabía que todas estaban en contra mía.

— Ahora... lárguense de aquí antes de que cambien de opinión... vamos, fuera —fue lo último que dijo el director, mientras bajaba su cabeza, y apretaba sus dedos en su nariz, en un intento por relajarse un poco.

Yo y Chucho tomamos nuestras mochilas, y salimos de su oficina. Caminamos por los vacíos pasillo de la escuela, con el frio de la mañana, dirigiéndonos a la salida, los dos cabizbajos.

— Un día Arthur, lo único que quería era un día normal; entrar a la puta clase de matemáticas, y preocuparme por las tareas y exámenes, que por quien nos podría intentar matara cada cinco pasos —se comenzó a lamentar Chucho, mientras pateaba una bola de papel que estaba tirada en el pasillo.

— Lo sé, lo se... pero yo no tuve la culpa esta vez —intenté justificarme—, ellos fueron los que me buscaron.

— Si no le hubieras cortado la cara a ese pobre chico como un maldito maniaco... no hubiera pasado de una fuerte pelea en los baños, y hasta incuso ellos hubieran salido suspendidos, y no nosotros ¿Por qué mierda lo hiciste Arthur? ¿Cuál era la necesidad?

— Yo... no lo sé. Estaba enojado. Hemos cargado con muchas cosas los dos últimamente, y bueno... quería desquitarme con alguien.

— Bueno, ese "desquite" nos costó que casi nos expulsaran.

— No volverá a pasar, te lo prometo. Solo necesit...

Antes de que pudiera terminar mi frase, vi a Penny por un de los pasillos, sostenido unos libros, Quizá me estaba buscando, porque estaba revisando cada salón en busca de algo. Y cuando por fin me miro, fue corriendo directamente hacia mí.

— ¡Arthur! Pero... ¿Qué paso? Estuvieron diciendo que te peleaste, y que apuñalaste en el rostro a un chico y que...

— Amigos de Oscar —le respondí, sin rodeos—, creyeron que yo podría decirles donde estaba ese imbécil, pero cuando no les di la respuesta que querían, bueno... las cosas se salieron de control.

— ¿Po-porque? ¿Qué paso?

— Uno de ellos traía un puñal, y de no haber sido por que Chucho entro en el momento preciso, no tengo ni idea de lo que hubieran llegado a hacer con esa cosa. Así que solo me defendí y... quizá me emocione un poco de más.

— Oh Arthur —Penny me puso una de sus manos en mi mejilla herida donde había recibido uno de los cortes, quizá en un intento por consolarme—, mi tonto Arthur, ¿cuándo dejaras de pelearte cada tres días? Ni siquiera vamos un día que comenzamos — noté su sarcasmo, por lo que no pude evitar embozar una sonrisa, poniendo mi mano sobre la suya.

— Supongo que es todo lo que soy Penny, un luchador.

— Y un imbécil —escuche el comentario de mi amigo por detrás, a lo que Penny no pudo evitar reírse.

— Solo... no te metas ya en tantos problemas, no quiero ni imaginar el día que realmente salgas lastimado —la mirada de Penny se tornó triste y preocupada, por lo que intente subirle un poco los ánimos.

— Hey, soy invencible; nada puede hacerme daño, si pude con el imbécil de Oscar, todo lo demás es pan comido —quizá me lo decía tanto como para ella como para mí. Era invencible, o al menos quería motivarme un poco. Después de lo que paso con Lennon, motivación era de lo que más necesitaba.

— Mira, solo prométeme que ya no te vas a meter en tanto problemas ¿Si? Por mí ¿Puedes hacer eso? —la mirada que me lanzo Penny me hizo sentir tan vulnerable y culpable; como la que vi en los ojos de mi madre cuando le hice la misma promesa.

Estaba harto de mentir, pero... ¿Qué otra opción tenia?

— Te lo prometo —bajo un poco la mirada, intentado ocultar lo más posible la culpa de mis ojos. Incluso pude sentir como Chucho me miraba decepcionado al escucharme prometer semejante cosa—. Ve a clases, no te vayan a regañar por seguir hablando con nosotros; te veré después ¿Bien? Quizá vaya a visitar a mi madre, y arreglar un poco mi departamento...

— Está bien, solo cuídate Arthur —en seguida, me dio un beso en la mejilla, despidiéndose de mi—, y tu vigila que no se siga metiendo en problemas ¿Si? —se dirigió a Chucho, con una sonrisa juguetona.

— No te preocupes, no creo que el día pueda tornarse peor —le respondió el, devolviéndole la sonrisa.

Poco después, Penny ya había desaparecido de los pasillos, y nosotros estábamos saliendo de la escuela, caminando hacia el estacionamiento al auto de Chucho.

— Le romperás el corazón a esa chica ¿sabes? —Chucho fue el que volvió a romper el silencio, mientras caminábamos por la vereda.

— ¿Qué querías que le digiera? "Hey, no puedo prométete eso porque un imbécil con el cabello rojo quiere nuestras cabezas en una estaca". Si le digo algo como eso, la perdería para siempre.

— Lo sé, pero... no lo sé Arthur, es complicado ¿Por qué crees que yo no tengo novia?

— No quiero juzgar tus dotes para poder ligar, pero tampoco te diré que es fácil.

— Si solo con ver cómo le tienes que mentir a tu chica, se me quitan las ganas. Nunca me ha gustado mentir, me siento sucio y después culpable; es algo que no logro soportar.

— Si... yo tampoco lo disfruto, pero a veces no tenemos más opción. Si no mentimos, podemos romperle el corazón a alguien.

— No sé cuál de las dos cosas es peor.

— Yo tampoco...

Mientras íbamos acercándonos más y más, logramos visualizar alguien que estaba recargado en el capo del auto de Chucho, tranquilamente, mientras escupía humo de la nariz, con un cigarrillo entre los dedos. Aunque por la capucha que usaba, no logramos visualizar muy bien de quien se trataba, hasta que vimos varios vendajes cubriendo la mitad de su rostro.

— ¿Michael? —Chucho fue el primero en reconocerlo— ¿Q-que estás haciendo aquí?

— ¿Qué tal chicos? Supuse que saldrían más temprano de lo habitual cuando escuche lo que paso.

— ¿Lo que paso? —no pude evitar fruncir el ceño, confundido.

— Si, sobre lo de su pelea. Dicen que le cortaste todo el rostro a uno de los chicos; si te soy sincero, nunca espere algo como eso viniendo de ti —me dijo Michael, con una sonrisa y un semblante que mostraba sorpresa.

— Espera... ¿Cómo sabes que fue lo que paso?

— Tengo algunos pajaritos por ahí ¿Quién crees que logro convencer al padre de ese chico que confesara lo que en realidad sucedió? De no haber sido por mí, ustedes dos probablemente ya estarían expulsados.

— ¿T-tú fuiste el que hizo eso? —tuve que tomarme unos segundos para analizar la noticia

— ¿Qué fue lo que hiciste exactamente? —se adelantó Chucho, preguntado un poco más alarmado.

— Ya sabes, un par de amenazas por aquí, por haya; un padre siempre hará hasta lo imposible para poder proteger a su hijo. Una vez que amenazas desollarlo vivo y terminar el trabajo, cualquier padre se acojona —Michael lo dijo con tanta naturalidad, que sentí escalofríos. No como los que sentía con Oscar, pero sí bastante similar.

— Eres frio Michael —le dijo Chucho, en modo de broma, pero quizá con miedo también; lo pude notar en su voz —frio como la mierda helada.

— Bueno, uno tiene que serlo si se dedica a este tipo de cosas ¿no?

— Supongo que no estás aquí solo para presumir que nos acabas de salvar el pellejo —cruce los brazos, esperando la mala noticia. Michael no habría venido hasta acá si no fuera importante.

— En eso tienes razón Arthur... tienes razón —me respondió, mientras tiraba lo que quedaba de la colilla de su cigarro, y la pisaba con fuerza.

— ¿Y bien? ¿Qué es lo que sucede?

— Necesito que me acompañen a la base, para comenzar a planear y ver cómo podemos resolver este enrollo. Se trata de Esaú —la manera en la que lo dijo, me preocupo bastante. Se notaba la angustia en su voz.

— ¿Esaú? ¿Q-que? ¿Qué es lo que pasa con él? —a Chucho también lo note angustiado. Los dos estábamos esperando lo peor, pero deseando que no fuera así.

— ¿Recuerdan que les dije que las cosas con el podrían ponerse feas?

— Si...

— Bueno... las cosas... las cosas se salieron de control.       

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