Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2

Los rayos del sol en mi rostro fue lo que me despertó. No tenía ganas de levantarme, no tenía ganas ni de respirar. Quería quedarme todo el día en la cama, pudriéndome en mi soledad y culpa. Hasta que recordé que había quedado de verme con mis amigos en el puesto de hamburguesas que estaba cerca de la escuela. Supongo que tendría que levantarme después de todo.

Me levanté tallándome los ojos y fuí a lavarme la cara y los dientes. Cuando regresé a mi habitación, miré el revolver tirado en el suelo, a lado de un montón de basura que no me había molestado en recoger. Era obvio que este lugar necesitaba una limpieza urgente, pero ya sería más tarde. Desde que mi madre estaba en el hospital, me la había pasado comiendo comida instantánea y rápida: Hamburguesa, pizza, sopas instantáneas, papas, lo que fuera que no estuviera arriba de 5 dólares. Estaba en quiebra, me quedaban apenas 20 dólares para el resto de la semana y si no descubría un modo rápido de conseguir dinero, estaría en graves problemas.

Tomé las prendas que menos apestaran y decidí dejar esta vez dejar mi chaqueta en casa, la cuál seguía toda manchada de sangre desde aquel día. No la llevaría puesta hasta que descubriera el modo de lavarla.

Pensé en si me bañaba o no, pero cuando intenté girar la llave de la regadera, descubrí que me habían cortado el agua ¿Por qué me sorprendía? Con suerte y del lavabo aún salían un par de chorros.

Cuando salí del departamento, me percaté de un papel con un pegado en la puerta: "Aviso de desalojo" y un montón más de estupideces que no me moleste ni en leer. Bueno, un problema más para agregar a mi lista.

Arranqué el papel y lo hice bolita, para tirarlo al suelo, a un lado.

Cuando fui bajando las escaleras, uno de los gatos de la vecina de al lado saltó sobre mis pies, haciendo que casi me resbalara de las escaleras por el susto. El endemoniado animal sólo soltó un gruñido mientras se erizaba su pelo, para después saltar hacia delante y desaparecer. Me levanté molesto, soltando maldiciones, pero cuándo levante la mirada, por un segundo, juré ver a Astrid y el corazón se me detuvo. Pero luego ví las arrugas, el cabello enmarañado, y supe que no era ella.

— Disculpa ¿Tú eres Arthur? –me dijo la mujer, algo nerviosa, jugando son sus dedos.

— ¿Quién lo busca? –le respondí, limpiando el polvo de mi ropa, sin prestarle mucha atención.

— Perdón es que...soy tu vecina de arriba, creo que conoces a mi hija Astrid, ¿Cierto? –esas últimas palabras terminaron por captar mi atención, dejando de limpiarme y dirigiendo mis ojos hacia los suyos.

— Si...la conozco ¿Qué pasa?

— Es que...ya lleva varios días que no ha regresado a casa. Ella antes hacia este tipo de cosas. Se la pasaba todo el día afuera haciendo quien sabe qué tanto, pero por lo menos, regresaba. Todas las noches regresaba. Solo que esta vez...no lo ha echo.

— Tal vez huyó de casa, yo que sé –le conteste algo cortante. Ya no quería tener que ver nada con ella, ni con su familia, o algo que me relacionara, nada.

— No, no creo que haya hecho algo así –agachó un poco la cabeza. –Tengo que admitir que, no siempre me llevaba bien con ella - ¿No siempre? Se la pasaban gritando y jodiendose. Siempre escuchaba las discusiones –. Pero, últimamente, habíamos logrado arreglar las cosas... nunca tuvimos buenos momentos, pero parecía que nuestra relación estaba mejorando. Su padre también salió un par de noches atrás, y tampoco regresó. Empiezo a preocuparme de que tal vez les haya pasado algo, o peor, que su padre le hubiera hecho algo a mi hija. –Bueno...era claro que su padre no tenía nada que ver, yo era culpable de eso –. Tú salías con ella ¿No? Al menos eso fue lo que ella me decía cuando se iba de la casa.

— No...no realmente –mentí –Salimos un par de veces, sí, pero nada más que eso. Sólo éramos amigos...y aparte no la veía mucho –­­­­­­­­­­­­­­­­­No podía decirle que la había mandado a un centro de rehabilitación o comenzaría a hacerme más preguntas y si tenía mala suerte, descubriría lo que le sucedió a su esposo... Además, Astrid era una mentirosa, sea donde sea que se haya metido, ahora era su problema.

— Ouh –se miraba bastante decepcionada, seguro que pensaba que yo le daría todas las respuestas –Es que...en verdad que me extraña muchísimo que no haya regresado anoche. Ella no es así; no puedo evitar tener el presentimiento de que algo está terriblemente mal. La noche en la que desapareció, fui a la estación de policía, intentando presentar a mi hija como desparecida; pero los oficiales me salieron con que tenían que pasar 72 horas para poder reportarle de ese modo. Acabo de ir hacer el trámite, pero parece como si no les importara, solo lo metieron en un archivo...y ya.

— Es una mierda ese sistema...perdón por la palabra.

— No, no te disculpes, tienes razón. Es una mierda ese sistema; no puedo esperar 72 horas, sabiendo que algo malo le puede estar pasando –se me hacía demasiado raro que esta señora se preocupara, así como si nada por su hija. Tal vez la estaba juzgando demasiado y en el fondo si la quería –. Mis otros hijos fueron los que me informaron que se había marchado en la noche, pero ni ella les dijo a qué se iba, ni con quién. Sólo que tardaría en volver...Dios, sólo espero que no se haya metido en algo malo –parecía que estaba a punto de llorar, pero intentó mantener la calma y tranquilizarse. Miro hacia arriba, tomó aire y volvió a mirarme - Lo siento, es que, pensé que  tal vez tú sabrías donde se encontraba. Ella te tenía mucho aprecio ¿Sabes? Se la pasaba hablando de ti.

— ¿En serio? –eso me sorprendió, aunque fuera un poco.

— En serio –soltó una risa, aunque algo decaída –En verdad te quería mucho.

Después de eso, la mujer subió a su departamento y me dejo hay parado como imbécil, con más dudas en mi cabeza. Pero no podía permitir distraerme por más tiempo, tenía cosas más importantes por las cuales preocuparme que por una adicta que me había estafado.

Cuando llegué al puesto de hamburguesas, noté a Chucho más preocupado de lo normal, con sus dos manos cerradas tapando su boca, mientras sus piernas temblaban. Esaú y Lennon no se veían tan alterados, ellos dos comían plácidamente, mientras que Chucho apenas había tocado su comida, jugando con el tenedor picando sus papás, sin nada de apetito.

— Hasta que llegas –me dijo nada más me acerqué.

— Lo siento...es que había tráfico.

— Buen, no importa...siéntate ¿Si? Necesitamos hablar sobre algo.

— Bien –le dije, tomando asiento –¿Qué es lo que pasa?

— Chucho creé que nos están vigilando –dijo Lennon sin más, dándole una mordida a su hamburguesa.

— ¿Quieres cerrar la boca? –le dijo Chucho molesto, apretando los puños – Sólo te faltó gritarlo para que todo el puto mundo te escuchara.

— Venga ¿De verdad te crees eso? –se burló – Sólo estás exagerando.

— Lo mismo decías cuando el cabron de Oscar hacía exactamente lo mismo –le refutó.

— ¿Me van a decir de qué mierda están hablando? –dije finalmente, ya harto.

— Don Armando, Arthur; creo que Don Armando nos está espiando – fue lo que me dijo Chucho, sin rodeos.

— ¿Qué? –dije, confundido.

— Los cabrones nos espían, lo saben Arthur, saben que matamos al pendejo de Oscar –cuando se dió cuenta que estaba elevando la voz, volvió a los susurros –Ya lo saben.

— No...es imposible, no dejamos ni un rastro.

— Tal vez Demian les dijo –insinuó Esaú.

— ¿Demian? No, no creo, no veía intenciones de que el chico fuera delatarnos, además parecía bastante feliz cuando le entregamos su burrito.

— No es nuestro amigo, para él no somos más que un montón de extraños que sólo vió un par de veces. Dios ¿Por qué fuimos con él en primer lugar? Era obvio que nos iba a delatar –la desconfianza de Lennon se notaba a kilómetros

— A ver, relájense todos –me pasé mis dedos sobre mi cabello intentando tomarme las cosas con calma –¿Por qué dices que nos están espiando?

— He visto el mismo maldito automóvil estacionarse frente mi casa. Todas las noches, con las luces apagadas. Ayer intenté darles la cara, pero en cuanto vió que me acerqué, prendió sus luces y salió de ahí.

— ¿Y tú? –me dirigí hacia Esaú, que seguía comiendo.

— Lo mismo que Chucho, solo que era una camioneta. Al principio pensé que era un sujeto al cual se le habían terminado los espacios para estacionarse, pero noté que le había tomado cariño al mismo lugar las noches siguientes y comencé a sospechar...

Esto estaba mal. Si realmente Don Armando se había enterado de que asesinamos a Oscar, podíamos darnos por muertos, pero... ¿Por qué esperar tanto? Ya había pasado casi una semana desde que nos decidimos de su cuerpo. Además, si lo que querían era vernos muertos ¿Para qué tomarnos tantas molestias? ¿Para qué espiarnos? ¿No era suficiente con contratar a un sicario, que tocara a la puerta de nuestras casas y jalara el gatillo?

— ¿A ti no te ha pasado nada raro? –me dirigí hacia Lennon.

— No, todo normal y mirando tu reacción, sé que a ti tampoco te ha pasado nada raro. Tal vez sea una simple causalidad.

— No –le contestó Chucho –Las casualidades no existen –se giró para mirarme, con una expresión desesperada –Lo saben Arthur, saben lo que hicimos...

— Chucho, necesito que te calmes ¿Si? No sirve de nada que sólo nos preocupemos como un montón de viejitos. Todo estará bien, es imposible que se hayan logrado enterar, fuimos lo suficientemente cauteloso para no dejar ni una pista –siempre y cuando Demian no nos hubiera traicionado...

Chucho asintió inconforme. Se notaba que todavía seguía preocupado, pero decidió tomarse las cosas con calma. Si Don Armando nos quisiera muertos, era seguro que ya lo habría hecho. Pero aun así...algo estaba mal, todavía no estaba seguro de qué, pero tenía una corazonada de que algo estaba muy mal.

Cuando terminamos de comer, me despedí de mis amigos para poder ir a visitar a mi madre. Desde que despertó, la había estado yendo a visitar casi diario, para que no se sintiera tan sola en ese lugar tan lúgubre; pero antes de irme a la parada de autobús, Esaú me detuvo.

— Oye Arthur...necesito tu ayuda para algo –me dijo, mientras Chucho y Lennon terminaban de comer sus hamburguesas a lo lejos.

— ¿Ayuda? ¿En...?

— ¿Recuerdas que conservé la moto de Oscar?

— Ajá...

— Bueno, unos días atrás, cuando la estaba manejando, unos policías me detuvieron y me pidieron los papeles de la moto.

— ¿Papeles...?

— Los cabrones querían joderme, buscaban cualquier desperfecto para que los sobornara...lo cual terminó sucediendo. El punto es que no quiero volver a darle ni una sola moneda a esos puercos; pero necesito los papeles de la moto...

— ¿Y el punto es...?

Esaú se tardó un poco en contestar; miró hacia atrás, percatándose de que los otros dos no lo escucharan y nervioso, se volvió hacia mí.

— Necesito que me ayudes a buscarlos en la casa de Oscar.

Arque la ceja un momento, e hice una mueca.

— ¿Quieres buscarlos en ese basurero? –pensé que era una broma.

— Escucha, sé que es una idiotez, pero si no consigo esos papeles, algún puto policía querrá pasarse de listo conmigo y confiscármela; además de que antes trabajabas con él, así que quiero pensar que ya conoces el lugar.

Lo pensé por un segundo. Quería olvidarme del asunto de Oscar y continuar con nuestras vidas, e ir a ese lugar solo sería buscar problemas gratis. Era arriesgado y hasta estúpido. Pero luego pensé en lo corto que estaba de dinero...y en la alta posibilidad que había de que Oscar tuviera un pequeño botín escocido en alguna parte. Una vez lo había visto esconder su dinero en el patio, cavando un agujero para enterrarlo; seguro que si buscaba en ese lugar, encontraría algo útil. Y, a decir verdad, en mi situación tenía opciones muy limitadas. Era eso, o tener que volver a lavar trastes ocho horas al día con una paga de mierda.

Decidí correr el riesgo.

— De acuerdo, te acompañaré, pero con una condición –me le acerqué para que pudiera hablar en voz baja –Cualquier otra cosa que me encuentre, será mía ¿Bien?

— Bien –me dijo Esaú, sonriendo satisfecho –no me interesa nada más que esos estúpidos papeles. Quédate con lo que encuentres.

— En ese caso, mañana en la noche vamos. No quiero hacerlo a luz del día y que algún vecino metiche vaya a meter la pata. Aunque será más difícil, ya que dudo que ese lugar siga teniendo electricidad. Lleva algunas linternas, no quiero tardarme mucho tiempo buscando.

— Te recogeré a las 10 –me dijo mientras se iba a la moto –Yo diría que vayamos en la mañana, pero creo que tu lógica tiene más sentido; en la noche no habrá casi nadie, será mas fácil entrar y salir sin ser vistos.

Le asentí, y Esaú partió.

Cuando llegué al hospital, me percaté que habían movido de habitación a mi madre. Al principio entré en pánico, con el miedo de que la hubieran despojado por no haber pagado todos los gastos o alguna cosa así, pero al final me indicaron que la habían movido a cuidados intensivos, ya que la enfermedad acababa de expandirse a los pulmones y podía ser contagiosa, por lo que no me dejaron verla, o al menos hasta que su organismo pudiera mejorar un poco.

Así que frustrado, me quedé todo el día sentado con la esperanza de que los doctores me dijeran algo nuevo, pero cada vez que pasaban y les preguntaba, me seguían diciendo lo mismo: "Tu madre sigue en estado crítico, tendrás que esperar a que se establece para poder verla". No había nada que pudiera hacer, más que esperar. Y cuando finalmente el sol desapareció entre las colinas y la luna se apodero de los cielos, supe que era momento de irme. Una vez intenté dormir en el hospital, pero las bancas eran muy incomodas como para dormir sentado o acostado y el frio por las noches era infernal, como si estuviera en medio de un desierto. Estaba seguro que mi madre sobrevivirá una noche más, o al menos eso es lo que quería pensar para poder irme a dormir tranquilo.

Me fui deprimido al autobús, mirando la ciudad en la que me estaba tocando crecer. A veces extrañaba el campo y la vida tan sedentaria y simple que tenía. Aunque, debo de admitir, en ocasiones era la cosa más aburrida del mundo. Pero de todos modos extrañaba la tranquilidad de ir al lago y pescar hasta quedarte dormido, poder caminar por los senderos de tierra sin el miedo de que algún auto te arrollara o el aire puro que se respiraba; era lo que más extrañaba, poder respirar sin tragarte el humo de la fabricas y los autos. Era aburrido, claro, pero supongo que también tranquilo, un lugar idéntico para retirarte cuando fueras viejo. Si tenía suerte, podría envejecer en un lugar así, tal vez con hijos o solo, no me importaba, siempre y cuando tuviera paz.

El autobús me dejó a unas cuadras de donde estaba mi edificio. Tuve que caminar un poco para poder llegar. Había un par de vagabundos que intentaban tomar calor con un barril en llamas, mientras que otro estaba en una esquina, riéndose y hablando consigo mismo, con la mirada muerta.

Cuando pasé por la pared que daba a la entrada del edificio, vi un cartel pegado donde había varios avisos de personas desaparecidas. Había al menos 10, la mayoría siendo chicas, todas en el mismo rango de edad. Me llamo la atención y comencé a ver los nombres de todas; a ninguna la conocía, pero no podía evitar sentir tristeza; conociendo esta ciudad, probablemente ya estaban enterradas en algún lugar del desierto, o pudriéndose bajo el agua de las costas. Todas sin posibilidades de regresar a sus hogares. Una lástima...

Cuando llegué a mi departamento, el aviso de desalojo había vuelto, pese que lo había arrancado en la mañana. Estaban hablando en serio, pero eso me dió igual, volví a arrancarlo. Entrando al departamento, batallando con la chapa de los cojones que nunca quería soltar la llave, me di cuenta de que no había comido nada desde la mañana, pero tampoco tenía hambre. Un cigarrillo y podría aguantar hasta la mañana siguiente.

Cuando me quité la ropa y me puse el pantalón viejo que usaba para dormir, me dirigí a la ventana y tomé la cajetilla de cigarros del mueble de mi cama. Ahora que no estaba mi madre, no tenía la necesidad de esconderlos, aunque una parte de mi extrañaba hacerlo. Extrañaba todo antes de saber de a maldita tuberculosis. Extrañaba cuando mi única preocupación era no reprobar ninguna materia ese año y arreglar las cosas con Penny; ir al centro comercial con mis amigos y ver todos los discos de música que nunca podría comprar.

Las cosas eran antes tan fáciles... pero lo peor de todo es que en ese momento también me sentía desgraciado, torturándome con la idea de que todo era mejor antes de ir a la ciudad. Pero cuando todavía vivíamos en el campo, de igual manera pensaba también que mi vida era una mierda aburrida y que todo era mejor cuando era más pequeño. El pasado siempre era mejor... pero en ese pasado también era infeliz. Era esos momentos en lo que me odiaba más que a cualquier otra persona. Maldito hijo de perra, ¿Que nunca estarás feliz?

Un sonido me saco de mis pensamientos. No supe si fue el viento, un mosquito que paso cerca de mi oreja o alguna otra cosa que no debería haber tenido importancia; pero ese pequeño sonido fue suficiente para que desviara mi mirada a la ventana, dándome cuenta de que, también a mí me estaban vigilando.

Un automóvil negro, sin nada especial o llamativo, con los vidrios empañados fue lo que me hizo sospechar. La calle estaba completamente vacía, pero ese maldito auto era el único estacionado, casualmente. Alguien pensó que era una buena idea dejar estacionado un automóvil en la parte más peligrosa de la ciudad, sin supervisión alguna. Me costaba imaginar que alguien tendría esa idea tan estúpida, a menos que tuviera el cerebro del tamaño de una semilla, claro.

Apagué el cigarrillo y tomé mi revolver. Salí del departamento, con mi pantalón de pijama, los primeros tenis que encontré y una playera blanca, con el arma en el bolsillo de mi pantalón, por si tenía que sacarlo y me dirigí hacia la calle, no importándome que mis músculos se tensaran por el frio. No tardé nada en saber que el auto no se encontraba vacío; en cuanto me acerqué, las luces del auto se encendieron, cegándome los ojos por un segundo y escuche el sonido del motor arrancar.

— ¡Hey! ¡Hey! –comencé a gritarles, tapando la luz con la palma de mi mano la luz - ¿Quién mierda son ustedes? ¡Hey! –El auto avanzó hacia delante y se dió la media vuelta, ignorándome por completo.

Estaba furioso ¡si me estaban espiando! Por un segundo casi saco el arma para abrir fuego contra ellos, pero logré controlarme y no hacer algo estúpido. Pero tenía el coraje atorado en el pecho, así que, en un impulso, tomé una piedra que estaba en el pavimento y la arrojé lo más fuerte que pude hacia el auto, dándole a una de las ventanas traseras, rompiéndola. El auto solo tomó más velocidad y se terminó perdiendo entre la oscuridad de las calles, dejándome ahí parado como idiota, en pijama, muerto de frio.

Chucho no exageraba, alguien estaba acosándonos y solo podía ser una persona.

Y si era en la que estaba pensando, estábamos jodidos, muy, muy jodidos.     

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro