Capitulo 15
Ryuu.
Estaba sentado en una de las sillas de la enorme mansión, como siempre lo hacía antes de hablar con aquel que estaba a cargo de todo. Miraba el mango de su katana con curiosidad, observando cada mínimo detalle que estaba tallado en el metal de esta. Los dragones de plata, ahora llenas de pequeñas partículas de sangre causadas por todas las víctimas que se había cobrado con esa espada. Esos dragones representaban el honor y el valor de quien portara esa poderosa arma, pero Ryuu sabia más que nadie, que el creador de aquella pieza, estaba más que decepcionado del dueño de la espada. Todo lo que representaban aquellas figuras talladas, había sido corrompido por él. Un arma que no fue creada con el propósito de dañar a los demás, y mucho menos a los inocentes, pero que, sin embargo, funcionaba tan bien para eso...
— Hey, tu, samurái —alguien le toco el hombro, haciendo que levantara la mirada. —Ezequiel te está esperando en su oficina.
— Ya era hora, llevo casi 20 minutos aquí —le contesto el, mientras se ponía de pie, y se volvía a colgar la katana detrás de la espalda.
— Bueno, ya sabes cómo es el. Le gusta... tomarse su tiempo.
— Como sea, es lo mismo —levanto los hombros sin importancia, y comenzó a caminar por el lugar.
La fortaleza roja, ubicada cerca de la frontera de la ciudad, en lo profundo del frondoso bosque, le había pertenecido al anterior líder de los Lirios, y siempre funciono como centro de operaciones principal. El corazón del grupo, dirían algunos. Y aunque nunca fue acogedora, después de todo era funcional a su propósito: defenderlos de cualquier enemigo.
Básicamente, se trataba de antigua mansión a las afueras de la ciudad, que ninguna asociación cultural se había dignado a proteger o imponerlo como algún patrimonio de la humanidad o lugar histórico; incluso al grado de que ni el mismo gobierno estuviera consiente de la existencia del lugar. Nadie sabía con certeza quien la había construido, o porque había quedado abandonada en primer lugar.
Así que, a la falta de algún sitio donde los Lirios pudieran estar tranquilos en sus asuntos ilegales, el antiguo líder, Anthony, cuando la descubrió un par de años atrás, con los Lirios se estaban formando, supo que era el lugar ideal para establecer a su grupo criminal.
Y así, pasando los años, fueron adaptando el lugar a sus necesidades. La decoraron, la limpiaron, y le mejoraron el aspecto. Colocaron alfombras, ventanas, barricadas por si llegaran recibir algún ataque, y demás decoraciones para que no todo estuviera tan lúgubre. Por fuera, seguía viéndose como una mansión algo desecha y derruida por el tiempo, lo que incomodo un poco a Ryuu la primera vez que lo vio. Pero cuando estuvo dentro, la cosa cambio por completo. El contraste era simplemente irreal.
Cuando llego a la habitación principal, toco la puerta dos veces, esperando alguna respuesta de adentro, la cual, recibió.
— Si eres tu Ryuu, puedes pasar.
Cuando abrió la puerta, el olor a tabaco le llego a la nariz, teniendo que agitar un poco su mano para disipar el aroma.
— ¿Cuántos de esos llevas? Solo te estas pudriendo los pulmones –le dijo Ryuu, mientras cerraba la puerta detrás suya.
— ¿Qué ya no está podrido dentro mío? —le respondió con indiferencia sin moverse de donde estaba.
La habitación era oscura, solo una enorme ventana permitía que los rayos de la luz del sol pudieran atravesar la penumbra tan oscura. Tenía dos apartados aquel cuarto: La principal, por donde se entraba a un pequeño comedor, donde se llevaban a cabo reuniones y pequeños banquetes para el líder de los Lirios y sus hombres de confianza u aliados; y a la derecha, bajando un par de escalones, se encontraba un espacio, donde estaba un sillón que únicamente miraba una vitrina, para poder admirar lo que yacía dentro de ella.
Ezequiel se encontraba sentado en aquel sillón, con un cigarrillo en uno de sus dedos, escupiendo el humo sin importarle que se encerrara el aroma en el lugar.
— ¿De nuevo mirándolo? —le pregunto Ryuu, curioso.
— El... me dice cosas —le respondió el pelirrojo—. Me dice la clave, la clave para poder ganar, para poder vengarlo...
Ryuu, algo preocupado, giro su cabeza hacia el comedor, y miro un pequeño bote de pastillas tirados en el suelo, con las píldoras esparcidas por todo el lugar.
— No tomaste tus medicamentos de nuevo...
— No voy a drogarme con esas mierdas —le respondió con brusquedad, aun sin girarse para mirarlo—. Me producen sueño, no me gusta sentirme cansado.
— No son drogas, el doctor dijo que te ayudarían, para que estuvieras más... tranquilo.
— Que el doctor se meta esas pastillas por el culo. No volveré a tomarlas —acto seguido, apretó con los dedos la colilla de cigarro, y la tiro a un lado, mientras se levantaba del sillón, y se daba la vuelta, para mirar al asiático—. Y será mejor que dejes de insistir con lo mismo; no harás que cambie de opinión.
— Ezekiel, sé que te sientes mal por todo lo que paso, pero si no tomas esas píldoras, solo te sentirás mucho peor...
— Me siento mejor que nunca; cuando dejo de tomar esas mierdas, y dejo que mi cabeza se deje llevar... puedo verlo a él. Puedo verlo y hablar con el de nuevo.
— Pero... no es real —le contesto, poniendo una mueca en sus labios, lo que hizo que el pelirrojo bajara la mirada, cabizbajo.
— Eso me dejo de importar hace tiempo. Ya sé que no es real... solo que... me gusta hablar con el de vez en cuando. Me gusta escuchar su voz, aunque la mitad del tiempo me grite lo débil y lo patético que soy. Él no era así en vida, pero dentro de mi cabeza... no sé por qué es así. Aunque, de todos modos, el solo hecho de poder verlo, me hace sentir que el que aún no me ha abandonado.
— Las alucinaciones van a comenzar a afectar a tu cerebro Ezekiel. Corromperá tu juicio, y quizás tomes malas decisiones.
— ¿Así que a eso es a lo que le temes? ¿A que tome alguna decisión estúpida, y eche a perder el plan perfecto de tu gente en construir un imperio? —los ojos de Ezekiel se entre cerraron, mostrando enojo y fastidio en ellos, lo que incomodo un poco a Ryuu.
— No, no es eso, sabes que no me refiero a eso —le repuso, intentando excusarse.
— Entonces ¿A qué te referías Ryuu? —le respondió desafiante, mirándolo a los ojos enfadado.
— Yo... solo me preocupa que te dejes llevar por lo que hay en tu cabeza
— ¿Tienes miedo de que pierda el control? ¿De que el puto monstruo que está dentro enseñe los dientes? ¿Eso es lo que temes que pase si es que no tomo esas porquerías, Ryuu?
— Estas mal interpretando lo que digo, otra vez...
Para Ryuu ya no era tan raro que Ezekiel se pusiera violento de la nada. Había descubierto que mientras no le respondieras devolviéndole la misma violencia, terminaría por tranquilizarse, y volver a ocupar el cerebro antes que sus impulsos.
— ¿Entonces? ¿Qué es exactamente lo que me quisiste decir?
— Me preocupas, es todo. No tiene nada que ver con negocios. Solo... me preocupas.
Ezekiel se extrañó al escuchar eso, Ryuu pudo notarlo. La expresión que mostraba era de confusión, y parece que todo el ambiente tenso que tenía la habitación, desapareció en un instante. Pero luego, el pelirrojo solo soltó una pequeña risa, seguido de embozar una ligera sonrisa.
— Podrás ser un excelente asesino y todo lo que quieras Ryuu, pero no sabes mentir.
— Yo no estoy...
— Sí, claro que lo estás haciendo —le interrumpió—. Si estás aquí, ayudándome, son por negociosos, no por sentimentalismos baratos. Acéptalo, te prometo que no me enojare; si no les estuviera pagando lo que les estoy pagando, además de cumplir la promesa que Anthony le hizo a su gente antes de... bueno, explotar, te aseguro que ninguno estaría aquí. Estas por dinero Ryuu, no por otra cosa.
— Si quieres pensar eso, adelante, no te corregiré; solo... tomate las malditas pastillas. ¿Quieres?
Ezekiel solo se volvió a reír, y le dio la espalda al asiático, mientras se giraba a la ventana, y miraba a las afueras de la fortaleza, observando como sus hombres cargaban varias cajas, y las iban acomodando y transportando dentro de esta desde unos camiones bastantes grandes. Todo el equipamiento blindado que traían exportado, protección en pocas palabras, lista para la guerra.
— No te llame para que vinieras a decirme lo que tengo que hacer y lo que no, Ryuu, ni tampoco para observar tu lindo rostro y preguntarte que tal iba tu día.
— ¿Entonces?
— Son los puto Connor ¿Recuerdas que te dije que teníamos que limpiar la zona de esas escorias? Al menos por mientras nuestros alrededores, para que no lograran encontrar la fortaleza.
— Si, lo recuerdo. Toda la semana nos pasamos exterminando sus bases a dos kilómetros a la redonda ¿Por qué lo dices?
— Volvieron; parece que los hijos de perra volvieron a intentaron recuperar sus bases. Al menos solo un pequeño escuadrón. Mataron algunos de nuestros hombres, y se volvieron a apoderar del lugar, e instalarse.
— Ya sé a dónde va esto...
— Extermínalos como las ratas que son Ryuu. No quiero ningún sobreviviente. Los quiero a todos muertos, y sus cabezas en una pila. Las colocare a las afueras de su puta base; así se lo pensaran dos veces antes de volver intentar a tomarla.
— Bien... quieres que vaya un equipo conmigo oh...
— Son 20 los que están atrincherados como ratas, creo que podrás con ellos tu solo.
Ryuu asintió con la cabeza, serio, y después hizo una pequeña reverencia, como era acostumbrado en su país natal para mostrar respeto, aunque Ezekiel detestaba eso.
— Ya te dije que, si vuelves a hacer eso, tendré que córtate la cabeza a ti también.
— Entonces perderías la guerra —le contesto, con una sonrisa.
Ezekiel refunfuño molesto, y volvió a darse la vuelta, volviendo al sillón, contemplando lo que había en aquella vitrina. Ryuu lo miro, levantando una ceja, mirándolo desde atrás, sin llamar mucho a la atención.
Lo que tanto miraba Ezekiel en esa vitrina, y se quedaba perdido sentado en sus pensamientos, era un cráneo humano; un cráneo cubierto de oro que el mismo había mandado a que lo recubrieran, a modo de tributo a quien alguna vez le había pertenecido. El cráneo de Anthony, el anterior líder de los Lirios.
— ¿Te vas a quedar mirándolo, o iras a hacer tu trabajo? —exclamo Ezequiel algo molesto al notar que Ryuu seguía en la habitación, a lo que, intentando causar menos problemas, solo se dio la vuelta, y salió de la habitación.
Camino por los pasillos de la fortaleza, esquivando a varias personas que iban de un lado a otro, acomodando y guardando todo el nuevo cargamento que había llegado, hasta llegar a la puerta principal, donde había aún más personas, y varios camiones grandes llegaron al lugar.
Los camiones, rayando en la apariencia de ser algún tráiler, le resultaron bastante extraños a Ryuu, ya que su tamaño estaba muy desproporcionado para solo transportar equipamiento blindado. Fue cuando se encontró con Miles, el cual estaba ayudando uno de los conductores a estacionarse a un lado de la entrada de la fortaleza.
— Hey, Miles —se acercó a él, mientras este terminaba de dar las indicaciones.
— ¿Qué tal Ryuu? ¿saldrás de excursión o algo así?
— Quizá... pero eso no importa ahora ¿Estos son los camiones que traen las armaduras? —le pregunto.
— No, esos son los que están por haya —le señalo, a unas camionetas con el tamaño considerablemente más pequeño—. Estas son las que traen las motocicletas.
— ¿En serio? ¿Tan rápido? —le respondió, sorprendido— Ezekiel no me dijo nada, creí que llegarían hasta la siguiente semana.
— Yo también, pero parece que hubo un problema cuando las transportaron, y tus amigos decidieron acelerar el proceso. Y ahora están aquí, llegaron junto con las armaduras. Parece que ya estamos listo para destrozar a los Connor ¿No crees? —le dijo, bromeando, mientras le palmeaba la espalda.
— No, aun no –le contesto el, disimulando una sonrisa —¿Todas las motos son iguales? Viniendo de Kazuma, no me sorprende que sean así.
— Acertaste. Parece que todos tiene el mismo diseño, motor, y todo lo demás. Son Yamaha Rz 350.
— Era de esperarse. Son buenas motos, no las mejores, pero venga, pueden ser peores —Ryuu se acercó a una de las que estaban sacando de los camiones, y la miro con cuidado— Sí que son buenas motos ¿Todas son del mismo color?
— Bueno, Ezekiel escogió que fueran amarillas, para que sean identificables. Así que si, supongo que todas tienen el mismo color.
— ¿Y cuantas fue que pidió? No parece que esos camiones vayan a detenerse, solo veo que llegan más y más.
— No lo sé, quizá unas trecientas; Ezekiel pidió demasiadas, quería que al menos más de la mitad de sus hombres contara con una de ellas; ya sabes...
— Si... sobre la cuestión de rapidez y agilidad. Fue algo bastante inteligente de su parte, aunque claro, un mal movimiento con la moto en medio de alguna persecución o balacera, y todo podría irse al demonio.
Miles solo levanto los hombros, indiferente.
— Me gusta más una motocicleta que una estorbosa camioneta; aunque eso signifique sacrificar la protección. Pero para eso compramos esas mierdas ¿No? —le dijo entre risas, mientras miraba los camiones con las armaduras guardadas en cajas de madera grandes.
Ryuu solo le sonrió, confirmando lo mismo. Giro su cabeza, y vio como todos los demás chicos ayudaban descargar las motos, colocándolas y ordenándolas en una especie de fila india, para después repartirlas entre toda la agrupación. Todas del mismo color, con el mismo diseño, casi pareciendo clones de sí mismas.
— Bueno, tengo algunas cosas que hacer; dile a Ezekiel que tomare esta prestada, y que la considere ya como de mi propiedad —le dijo a Miles, mientras se montaba en la moto, y prendía el motor con las llaves que ya estaban sobrepuestas en estas.
— Si, solo que tienes que saber que... —el estruendoso ruido del motor interrumpió a Miles.
Ryuu acelero, y se perdió en el camino del bosque, yendo hasta donde estaba la base que los Connor habían reconquistado. Aunque a la mitad del trayecto, supo lo que Miles trato de decirle, y tuvo que hacer una parada de emergencia en una gasolinera, cargando todo el tanque. Tuvo que hacerlo lo más rápido que pudo, ya que la gente se le quedaba mirando raro por la enorme espada que tenía colgando de sus hombros. Una vez termino, salió lo más rápido que pudo de ahí antes de que alguien llamara a la policía y lo denunciara por portación ilegal de armas blancas.
Después de estar conduciendo un rato, comenzó a pensar en el plan que tendrá que llevar a cabo para lograr una emboscada perfecta. No llevaba ningún arma grande que pudiera servirle para atacarlos a distancia, solo su pequeña pistola que servía más a distancias cortas; aunque quizá los múltiples cuchillos y navajas arrojadizas que llevaba guardados en sus cinturones y pantalones podrían servirles.
La "base" no era más que una pequeña casa en un vecindario; así que al ser un espacio reducido con bastante gente dentro, tendrá una buena oportunidad para acabarlos cuerpo a cuerpo, aunque tendría que ser demasiado rápido, y así evitar que reaccionaran, y lo acribillaran a balas. Aunque su túnica por debajo llevaba un buen blindaje, quizá podría soportar cuatro o cinco disparos directos, pero soportar más disparos era imposible; terminarían llegando hasta su carne, y ese sería su fin. Tenía que ser rápido y cauteloso, sin errores. Todo tenía que ser perfecto.
Cuando llego al vecindario, ya había terminado de oscurecer. Buscando entre las casas, no le fue difícil encontrar la que se encontraba vigilada, con dos hombres sentados en el pórtico de esta, observando cautelosamente a la gente pasar. Si era lo suficientemente veloz, con dos cuchillos arrojadizos directos a su ingle debería bastar para una mantener el perfil bajo, y el factor sorpresa. Tenía que matarlos rápido, antes de que los vecinos denunciaran todos los disparos y el alboroto.
Y eso fue lo que hizo; saco dos de sus cuchillos y los puso entre sus manos; y sin detener la moto, paso de largo frente a ellos, y le lanzo las pequeñas navajas al mismo tiempo a los dos, dándoles directamente en el cuello, sin dales tiempo al menos de poder empuñar su arma, antes de que empezaran a asfixiarse con su propia sangre.
Ryuu giro la moto, y la estaciono gusto enfrente del pórtico, pasando por encima de los dos hombres, desangrándose. Se puso de cuclillas y recupero sus cuchillos, para después escabullirse, y darle un vistazo rápido a la ventana, calculado cuantas personas habían dentro.
Eran quizá 8, no tantas como Ezekiel le había dicho, pero no quería correr el riesgo de confiarse, y que de la nada, apareciera alguien debajo de la cama y lo sorprendiera. El espacio reducido sería algo que utilizaría a su favor.
Solo un pequeño distractor que nos los dejara reaccionar, y sería más que suficiente.
Tomo una de las granadas de humo que tenía en su cinturón, y la arrojo por la ventana; al mismo tiempo que se ponía su máscara para no ser reconocido.
Cuando la bomba explotó, y comenzó a escuchar los quejidos de asfixia, Ryuu se posiciono enfrente de la puerta, y la abrió de una patada. En cuanto estuvo dentro, miro a sus enemigos confundidos, intentando tomar sus armas y defenderse; pero el humo se había estancado tanto en la casa, que era imposible ver algo más haya de tus narices, además de que causaba comezón e irritación en los ojos.
Uno de los chicos, el que estaba más cerca de la puerta, al ver a Ryuu, intento apuñalarlo en el rostro, pero este detuvo su muñeca en el aire con su mano sin dificultad alguna, y después comenzó a apretarlo hasta que los huesos comenzaron a tronar, y el chico soltara el cuchillo sin opción alguna. El chico comenzó a gritar desesperado, intentando soltarse del agarre, pero era imposible, Ryuu tenía demasiada fuerza.
— Creo que no han entendido –exclamo, dejando pausas entre cada palabra, para que pudieran escucharlo mejor, con su voz grave, amenazante bajo la máscara—. Este es territorio de los Lirios ahora.
Acto seguido, le trozo la muñeca de un movimiento al chico, el cual antes de que comenzara a gritar, Ryuu desenfundo de su pantalón un cuchillo "Tanto", y lo comenzó a apuñalar en el estómago al menos cinco veces, antes de darle un tajo por completo en el cuello, medio decapitándolo, para soltarlo y dejarlo en el piso desangrándose.
Los demás, horrorizados, desenfundaron sus armas, empezando a abrir fuego contra Ryuu; pero quizá por la irritación que una sentían, y el inmenso humo que aún había en el aire, no lograron darle ningún tiro mortal, haciendo que Ryuu tuviera la oportunidad de deslizarse con agilidad al más cercano de ellos, desenfundando su katana, y cortándole todo el hombro derecho a este, casi amputándoselo. Sin perder el tiempo, se movió al siguiente al cual le soltó una brutal patada en el estómago, haciendo que el chico soltara el arma, para después decapitarlo de un tajo.
La cabeza cayó al suelo a pies de dos chicos, que al mirar lo que quedaba de su compañero, entraron en pánico y comenzaron a huir en dirección opuesta. Ryuu detuvo a uno de ellos lanzándole uno de sus pequeños cuchillos, dándole en la parte baja de la nuca, atravesándole todo el cuello y matándolo al instante; pero el otro logro esquivar el cuchillo, logrando huir hacia la puerta trasera de la casa.
Ryuu supo que tenía que abrirse paso lo más rápido que pudiera para evitar que ese cobarde lograra escapar. Así que, sin perder tiempo, se desplazó entre una maroma al chico más cercano que estaba, el cual intento dispararle con una pequeña pistola. Cuando estuvo frente a él, Ryuu tomo la muñeca del chico donde sostenía el arma, y con una fuerza y velocidad a la cual el pobre no pudo ni si quiera resistirse, Ryuu le movió el arma hasta su pierna, y le obligo a que se disparase a sí mismo. Con el chico gritando, Ryuu aprovecho y le rebano la garganta con la katana, haciendo que un chorro de sangre saliera disparado, manchando la pared de la casa.
Uno de ellos intento atacarlo, disparándole en el pecho, pero gracias a su traje blindando, la bala no logro atravesarle, dándole tiempo a Ryuu de que, una vez terminando de degollar al anterior chico, diera un giro sobre su propio eje, tomando la velocidad suficiente con la katana para rebanarle de un solo corte la cabeza al chico que le disparo; en seguida, esquivando el golpe de otro chico que intento golpearlo con una botella, haciendo que este se fuera para enfrente por el impulso del golpe, haciendo que el chico estuviera detrás de Ryuu, y el lográndole empalándole la katana desde atrás de su espalda, perforándole los pulmones, las costillas y el corazón, no dejando que el chico hiciera nada más que soltar un pequeño grito ahogado que fue interrumpido inmediatamente por su misma sangre, que llego hasta su garganta.
Enseguida, Ryuu desempalmo su katana del cuerpo de aquel chico, haciendo que cayera al suelo para terminar de desangrarse, y ataco al último chico que estaba enfrente, dando otro giro para intentar decapitarlo con la katana, para que tuviera una muerte limpia y rápida; pero el chico en un intento desesperado por escapar, se movió de la trayectoria del arma, y termino haciendo que la katana se incrustara en la mitad de todo su rostro; cortándole la mandíbula por la mitad, y haciendo que uno de sus ojos se saliera de sus cuencas, también deformándole la nariz completamente. El chico murió al instante, y su cuerpo de desplomo en el suelo, como el de todos los demás.
Ryuu echo rápido un vistazo a su alrededor, y verifico que no hubiera nadie más en la casa; lo que le dio la oportunidad de lograr alcanzar a aquel cobarde que había abandonado a sus amigos.
Corrió hasta la puerta trasera, donde a lo lejos, vio al chico correr a toda velocidad por la calle. Aunque Ryuu tenía la suficiente condición física para lograr alcanzarlo sin siquiera soltar una gota de sudor, todo le blindaje e equipo que tenía le jugarían en contra; por lo que se le ocurrió una idea, para ahorrarse un poco el esfuerzo.
Fue a toda velocidad hasta su motocicleta, y sin guardar aun su katana en su funda, prendió el motor de esta, y dio la vuelta hasta llegar a la calle donde se encontraba aquel chico, tratando de escapar.
Como era de esperarse, la motocicleta fue mucho más rápido que aquel chico, el cual, al mirar como su verdugo ya iba tras el a toda velocidad se dio la vuelta, y con las únicas balas que tenía, intento salvarse la vida. Fue inútil, las balas solo le dieron al aire, y una única logro darle en el brazo a Ryuu, el cual el blindaje logro protegerlo sin problema.
Ryuu extendió su katana, y como si se tratara de un bate de béisbol, y sin detener su motocicleta, le rebano la mitad del rostro al chico, lanzado un espectáculo de sangre, dientes y alguna parte de su lengua por el aire, cayendo al concreto como simples pedazo de carne, al igual que la mitad de su cuerpo, y el resto de su cuerpo.
Ryuu supo que, aunque fue espectacular el modo en el que logro asesinarlo, no fue tan buena idea hacerlo de ese modo, ya que casi terminaba dislocándose el brazo, lo que hubiera sido fatal; pero que, por fortuna, logro resistir el golpe.
Ryuu freno la moto de golpe; y se detuvo un segundo, para admirar el cadáver del chico. Le causaba gracia como en ese lado del mundo, la prensa se ponía loca cuando veía este tipo de cosas y le tomaban miles de fotos para que después publicarlas en el periódico con alguna frase ingeniosa como portada. Para ellos, no era más que un último espectáculo del cual podrían lucrarse un poco del fatal destino de algún pobre diablo.
Los vecinos del vecindario, después de escuchar tremendo escándalo de la masacre, era más que obvio que llamarían a la policía; por lo que Ryuu decidió regresar lo más rápido que pudo a la base de los Connor, para verificar que no hubiera ningún sobreviviente.
Cuando llego, miro los cadáveres, y verificando uno por uno, se percató de que todos ya habían perdido la vida. Reviso las habitaciones para ver sin encontraba algo que valiera la pena. Cuando estaba dispuesto a irse, escucho algunos ruidos en el baño, mormullos y movimientos. Ryuu se acercó con lentitud hasta la puerta de este, para escuchar con más claridad, y después de escuchar más ruidos de su interior, supo que alguien se estaba ocultando dentro de este.
Volvió a desenfundar su katana, y de un corte directo destrozo la perilla de la puerta, abriendo de una patada la puerta, apuntando su arma directo al cuello del quien se estaba ocultando.
— ¡Por favor, no, no! —suplico el chico, que alzo las manos, con su arma en una de ellas, tirándola hacia Ryuu—¡Me rindo me rindo! ¡Por favor... no lo hagas!
— Dame solo una razón para no rebanarte como cerdo aquí y ahora, maldito cobarde —A Ryuu siempre le asquearon las personas que decidían abandonar e huir de sus amigos en los momentos de crisis, No había nada más despreciable que eso.
— ¡Estoy de su lado! ¡Por favor! ¡Yo les ayudé antes! ¡Estoy de su lado! Por favor... —el pobre chico temblaba al hablar, y parecía que en cualquier momento se haría encima de sus pantalones.
— ¿En serio? ¿Y qué es lo que hacías junto a estos imbéciles? ¿eh? —Ryuu desconfiaba a más no poder, cualquiera diría lo que fuera para poder salvarse el pellejo.
— Puedes hablar con tu jefe; el me conoce, ¡sabe que estoy de su lado!
— ¿Si? —en los ojos de Ryuu, aun había duda, pero no quiera correr el riesgo. Quizá y si era un infiltrado; después de todo, Ezekiel tenía docenas y docenas de infiltrados en la mafia de los Connor— ¿Cuál es tu nombre?
— Me llamo Robert... Robert Fraga —titubeo con miedo.
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