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Capitulo 13

Tenía los ojos cerrados, sin escuchar nada a mi alrededor, más que el goteo del suero medicinal que estaba al lado de la camilla. "Drip, drip, drip, drip". Era como...si estuviera dormido, pero aun consiente. ¿Meditando tal vez? No, porque no me concentraba en nada, de hecho, me concentraba en no sentir nada. Ni siquiera escuchaba mi propia respiración, o los latidos de mi corazón...nada. Solo ese estúpido goteo, que sonaba como manecilla de reloj. "Drip, drip, drip" gota por gota. Todo se volvió tan complicado, que el simple hecho de abrir los ojos comenzaba a parecerme agotador ¿En qué momento fue que me metí en todo este enrollo? ¿Fue una sola acción la que me condeno? O ¿Fue el resultado de un número incierto de decisiones? que se fueron ilando y uniendo, hasta dejarme hundido en la mierda como lo estaba ahora. Quizá si estaba meditando, no sé, nunca supe cómo es que realmente uno debe de meditar. Pero, si no estaba meditando, entonces no sabía lo que estaba haciendo, quizá solo hacerme el estúpido, contando segundo a segundo, escuchando ese estúpido gotero. "Drip, drip, drip".

–¿Arthur? –la voz de mi madre fue la que termino de sacarme de mi transe –¿Estas bien? Te veo algo...aburrido.

–¿Qué? No, no, para nada. Es solo que...me quede pensando.

–¿Si? ¿Y en que pensabas?

–Yo...no lo sé ¿Quizá en todo? No han sido días fáciles –le dije, con una notaría pesadez en mi voz.

–Eso ya lo sé. Para nadie. Créeme que no es bonito estar postrada aquí, en esta cama, como un vegetal, todo el día. Si te soy sincera, es bastante aburrido –termino de decirme, con una leve sonrisa entre sus dientes.

–Ya me lo imagino. Cuando me enfermaba de gripe, era una tortura para mi estar todo el día en la cama.

–Lo recuerdo –rio con melancolía –tenía que obligarte a estarte quieto, pero tu solo querías salir al campo, a rodar en el pasto. O irte con esa niña todo el día a jugar... ¿Cómo era que se llamaba? Se me fue su nombre.

–Amy –le conteste riendo, recordándola–. Bueno, se llamaba Amapola, pero yo le decía Amy.

–¡Amy! Es cierto. La famosa Amy ¿Cómo fue que se me pudo olvidar?

–No lo sé, no hablo mucho de ella, supongo. Desde que nos mudamos aquí...

–Tú y esa niña eran inseparables. Todo el día jugando en el campo, atrapando ranas en el lago, o pescando en el rio. Te encantaba ir a pescar a ti, pero solo porque a Amy también le gustaba. Antes de eso, te parecía la cosa más aburrida del mundo

–Su padre era un pescador; recuerdo que estuve batallando para aprender a pescar solo para pasar más tiempo con ella. Nunca aprendí por mi cuenta, ella tuvo que enseñarme.

–Te la pasabas todo el día con ella... ¿Qué será de ella? ¿No has intentado volver a entablar contacto de nuevo?

–No, yo...no le eh hablado –le conteste, algo avergonzado.

La última vez que nos vimos, ella me había dado su número, para que siguiéramos en contacto, pero nunca me atreví a marcarle. Al principio solo se me olvidaba, pero después, simplemente decidí cortar el laso.

Amy fue la primera chica de la que me enamore, para sorpresa de nadie. Es de esos amores de infancia de los cuales solo tienes buenos recuerdos; pero nunca supiste a ciencia cierta de el por qué nunca llegaron a funcionar. Bueno, en mi caso, si sabía el por qué. Por ese puto examen para entrar a la preparatoria que logre aprobar, lo que desencadeno que me terminara de mudar, y dejara mi lugar de origen para siempre, y con él, el amor que le tuve a esa chica.

–Deberías llamarle, de seguro le alegrara el día escuchar la voz de un viejo amigo –insistió mi madre, pero yo solo la mire embozando una mueca, no muy convencido.

–De seguro ya se olvidó de mi –intente convencerla –Ya ha pasado tanto tiempo.

–Igual...quizá deberías intentarlo. Nunca sabes lo mucho que una persona pueda extrañarte, aunque no lo demuestre.

–Es...complicado –la verdad, es que tenía miedo al rechazo. No la culpaba, no había hablado con ella desde hace más de un año. Si me mandaba al diablo, estaba en todo su derecho.

–¿Y qué fue lo que paso con la otra chica? –pregunto mi madre, con una mirada inocente.

–¿Quién? ¿Penny?

–No, la otra. La que es nuestra vecina.

–Aahhh...Astrid... –me sentía mal de solo mencionar su nombre. Molesto para ser más precisos.

Ya habían pasado casi dos meses, pero el momento que la recordaba, sentía la apuñalada por la espalda, y la inocencia con la que había actuado. Era un chico más, ingenuo y estúpido, que se había cegado por una falsa ilusión de amor. Pero lo que había sentido fue tan real...

–¿Sucedió algo? –mi madre volvió a interrumpir mis pensamientos, dejando de lado mi autocompasión, y volviendo a la realidad.

–¿Qué? No, no pasa nada. Estoy bien –le respondí con una falsa sonrisa, intentando despistarla. Pero no funciono en lo absoluto.

–Si no pasara nada, no hubieras puesto esa cara de perrito triste. No me puedes engañar Arthur, soy tu madre. Se cuándo algo está mal.

Si tan solo supiera el lio en el que me había metido...

–No es nada importante –comencé a excusarme–. Es solo que...se marchó, y nadie sabe a dónde.

–¿Se fue? –mi madre parecía más confundida.

–Sí, ella...solo se marchó una noche, sin avisarle a nadie. Ni a su madre ni a mí. Solo se fue, como polvo en el aire.

–Vaya... –mi madre mostro algo decepcionada en la expresión de su rostro, bajando la mirada. –¿Y a donde crees que haya ido?

–No lo sé, a comprar droga supongo yo. Era solo una adicta estúpida.

–¡Arthur! –mi madre se mostró molesta al escuchar cómo me exprese de ella.

–¿Qué? Es la verdad. Ya tenía problema con las drogas antes. Quizá solo se marchó a consumirlas donde nadie la pudiera molestar.

–¿No la intentaste ayudar al menos? Se supone que eras su amigo.

–Sí, yo también pensaba eso, hasta que se marchó sin decirme nada–. Le conteste, lazando un poco la voz. No solo se había marchado, si no que se robó el dinero que le había dado, a gastárselo en quien sabe que cosas.

–¿Y qué tal si no se marchó? ¿Y si le sucedido algo?

–¿Qué le pudo haber pasado? –le cuestione–. Ella sabe cuidarse sola.

–Arthur, ya sabes cómo están las cosas en la ciudad. Para nadie es seguro estar caminando de noche en las calles. Pudo haberle sucedido cualquier cosa, y tu aquí diciendo que te abandono.

–No, es que yo...–reflexione por un momento las palabras que mi madre había dicho.

¿Y si tenía razón? ¿Y si nunca llego al centro de rehabilitación porque le sucedido algo? Si eso era cierto, entonces eso significaba que...

–Hey niño ¿Sigues aquí? –la voz de un enfermero interrumpió mis pensamientos. Me gire a él, y lo mire algo molesto L. a hora de visitas ya termino, deja a tu madre descansar un poco.

–¿Descansar más de lo que ya lo hago? ¡Estoy todo el día acostada! –ironizo mi madre, riendo.

–No te preocupes ma, volveré mañana. Si no me largo, este latoso no nos dejara de fastidiar –me levante del asiento, acercándome para darle un beso en la frente. Se supone que la tuberculosis ya se estaba controlando, por lo que el riesgo de contagio ya era mínimo–. ¿Quieres que te traiga algo de la casa? Para que te distraigas un poco.

–Un libro no estaría de más –me dijo, con una sonrisa relajada –Trame una de esas novelas que leías cuando todavía tenías la decencia de leer antes de atontarte con esa caja de imágenes. Solo nada que me vaya a dar sueño, por favor.

–Hare lo que pueda –le conteste sonriente, levantando mis hombros–. Te veo mañana, te quiero.

–Yo también hijo. Solo cuídate mucho...las cosas en la ciudad se están poniendo peligrosas.

–Lo hare –le respondí con la mejor sonrisa falsa que pude darle. Yo también esperaba tener cuidado...

Tome mi mochila y salí de la sala, con el enfermero detrás de mí con una expresión gruñona esperando a que terminara de marcharme por fin de ahí.

Camine por la calle, cabizbajo, hasta llegar a la estación de autobús. Tenía demasiadas cosas pasándome por la cabeza, demasiadas cosas en las cuales pensar. Ya había pasado una semana desde la reunión con los Lirios, y las cosas no pintaban nada bien para nadie.

Don Armando menciono algo sobre una guerra, sobre el chico pelirrojo insolente que tenían los Lirios como líder, y lo peligroso que todo podía ser. Parece que el precio de mi cabeza por la paz entre los dos grupos fue rechazado de escupitajo por los Lirios. Me aliviaba un poco que Don Armando no hubiera podido venderme de ese modo, aunque de igual manera, no me iba a dejar ir, así como si nada. Estaba atado a esa maldita mafia hasta que la guerra terminara. Ese era el precio que yo y mis amigos debíamos pagar para saldar nuestra deuda.

Soldados que serían utilizados como carne de cañón. Si sobrevivíamos, y ganábamos la guerra, nosotros y nuestras familias podríamos salir de este enrollo. No nos volverían a molestar, estaríamos fuera definitivamente. Pero solo si sobrevivíamos...

Un precio algo exagerado, diría yo ¿Pero que podía esperar de alguien como Don Armando? Lo más fácil para él hubiera sido dispararme en el momento que se entero que todo este lio había sido por mi culpa, y dejarse de tanto problema. Aun me preguntaba de el por qué había decidió no hacerlo ¿Por qué darme la oportunidad de salvarme el pellejo? Supongo que eran preguntas que nunca obtendrían respuestas.

Cuando llegué a la estación, me senté en una de las bancas, recargando mi cabeza contra el poste que sostenía el techo de esta, y cerré los ojos por un rato, intentando calmar mi mente. La paz duro muy poco. El sonido del claxon de un auto me hizo abrirlos de golpe, levantando mi cabeza. Era Chucho, al volante de su auto, ya reparado y pintado por todos los daños de la vez pasada, con Lennon en el asiento trasero.

–Es tarde –le dije solo verlo –Se supone que tendrías que estar aquí hace 10 minutos.

–Lo sé, lo sé, échale la culpa a Lennon –Se excusó Chucho, mientras me habría la puerta del asiento de copiloto.

–Ya pedí perdón, no tengo la culpa de que mi madre se pusiera sus moños en ese momento –le respondió Lennon desde la parte trasera del auto –Además, aun no es tarde. Podemos llegar ahí en 10 minutos.

–¿Trajiste mi pistola? –le pregunte a Chucho.

–Está en la guantera, con algunas municiones. No la vayas a sacar, no queremos llamar la atención.

Había decidido que la guardara el, ya que ni de broma hubiera podido llevarla al hospital con mi madre, ni andar paseándome tranquilamente por la calle con ella.

–¿Dónde está Esaú? –pregunte extrañado, mirando los asientos traseros en busca de mi amigo.

–Se adelantó –me respondió Chucho –Con eso de que ya tiene su propia moto. Ya debe estar haya; tenemos que apurarnos.

Chucho piso el acelerador, y salimos disparados de la estación.

El trayecto no fue tan largo como lo había pensado. El sol comenzaba a ocultarse entre las colinas, y no había tráfico en las calles. Chucho manejo tranquilo por la ciudad, hasta llegar al centro, donde los clubes y bares comenzaban a encender sus luces, dando aviso de que estaban abiertos.

–Deberían quemar este lugar –dijo Lennon con desprecio, mirando a la ventana.

–Podría ser peor –le respondió Chucho –Podrían abrir un casino aquí, y cuando suceda eso, preocúpate.

–Todos estamos cansados de este lugar Lennon –hable yo –Sigo sin entender por qué mi madre hizo que nos mudáramos acá.

–Tampoco esta tan mal –me intento animar Chucho, mientras daba un giro para entrar a la parte trasera del Bar de Don Armando, sobre el estacionamiento –Digo, si quitas la parte del crimen, la violencia, corrupción, y la desigualdad social, puede ser agradable.

No entramos por la parte subterránea como era de costumbre cuando veníamos aquí. Esta vez entramos por la puerta principal, como si no fuéramos más que clientes. Esas fueron las indicaciones que nos habían dado. El lugar estaba algo vacío, todavía la gente no había comenzado a llegar, solo estaban un par de hombres tomando unos tragos en la barra, y Esaú sentado con Michael en una mesa, hasta la esquina del lugar.

–Venga, siéntense rápido. Tenemos trabajo que hacer –nos recibió Michael con una expresión amargada.

–¿Ahora a quien debemos matar? –le respondí en modo de chiste, con la esperanza de que no se tratara de algo como eso.

Michael solo me miro con una sonrisa burlona, dándome la razón. Solo gruñí, y bajé la mirada. Mierda.

–Como ya saben, la reunión con los Lirios fue un jodido fracaso. Alguien le jugo chueco a mi abuelo, y soltó la sopa sobre que Oscar ya estaba muerto. Tenemos que descubrir quién fue el tarado que hablo, y darle una probada de lo que les pasa a los hocicones.

–¿Con que ahora le hacemos de detectives? –bromeo Esaú, recargando sus brazos sobre la mesa.

–Esto es serio –le respondió con frialdad Michael–. Algún pendejo pasado de listo le está pasando información a los Lirios, y tenemos que deshacernos de él antes de que vuelva a decir algo que nos comprometa a todos.

Era curioso. Fuera quien fuera el traidor, intencionalmente me había salvado la vida. La mía y la de mis amigos. Si no hubiera sido por él, Don Armando me hubiera hecho pasar por Oscar, y ahora estaría en manos de ese psicótico pelirrojo. Pero en vez de mostrarle algo de gratitud, ahora tenía que darle caza. La moral valía lo mismo que la mierda en este tipo de asuntos, y me hacía sentir enfermo.

–Al principio pensaron que fue uno de ustedes –continúo hablando Michael –Pero Michelle los defendió. Propuso que quizá fue uno de los tantos guardias que teníamos la vez que los capturamos. Había unas cuantas personas que escucharon toda la conversación que mi abuelo tuvo con ustedes.

–Pudo haber sido cualquiera en ese caso. Nos tomara días descubrir quien, y eso si optamos por dejarlos vivos –menciono Lennon, mirando el panorama de la situación. Pero lo dijo con una frialdad el hecho de matar gente... que me dio escalofríos.

–No vamos a matar a nadie inocente –dije, cruzando los brazos con la mirada seria.

–Sí, ya lo sé, yo tampoco propuse eso –me contesto Michael –Estamos bajo de personal como para que matemos al azar por instinto y suposiciones.

–¿Entonces que sugieres? –le cuestiono Esaú.

–Bueno... Jackson conocía mejor que a nadie a esos hombres. Estaban bajo su cargo después de todo. Y como los conoce, creo que tiene un claro sospechoso –saco uno de sus cigarros, y lo encendió, sin importarle que estuviéramos en un lugar cerrado –Su nombre es Claudio Torres, tiene una pequeña casa cerca del bosque de la ciudad, antes de entrar al desierto. El chico era relativamente nuevo en las filas de Jackson. Novato, joven, impulsivo, ambicioso, y algo cobarde. Jackson lo noto, pero pensó que con el tiempo se iría corrigiendo –hizo una pequeña pausa, para escupir el humo del tabaco –Si alguien pudo ser capaz de cometer alguna idiotez, fue el.

–¿Y si no fue él? –le pregunto Chucho, espático –¿Y si nos equivocamos de persona, y el traidor sigue haya fuera?

Michael solo levanto los hombros, embozando una mueca desinteresada, sin nada bueno que decir, aun con el cigarro en los labios.

–Sera un riesgo que debamos tomar. Además, lo sabremos después de ver como reaccione. Si mi padre me enseño algo, es que las palabras pueden ser igual de verdaderas como falsas. Pero los gestos, la reacción de la gente ante una verdad o mentira, es lo que define su veracidad. Un mentiroso, por más bueno que sea, siempre hará algo que lo delate. Solo hay que ser observadores.

–Bien, en ese caso, vayamos por el hijo de perra –termino Esaú, haciendo que todos nos colocáramos en marcha.

Chucho condujo, y Michael fue de copiloto, conmigo y con Lennon en los asientos traseros. Esaú decidió seguirnos detrás con su motocicleta, lo que nos dejaba más espacio en el auto.

El trayecto se hizo más largo de lo que esperábamos, ya que la dirección de este tal "Claudio" quedaba casi del otro lado de la ciudad, donde comenzaba el bosque, por lo que aun sin tráfico, nos tardaríamos al menos una media hora en llegar.

–Entonces Michael... tu eres el nieto de Don Armando –Lennon intento hacer platica, para que el trayecto no fuera tan aburrido y tedioso.

–Sí, pero... me gustaría que dejaran eso de lado. No significa nada.

–¿Solo tiene un hijo? O son más.

–¿Cómo que hoy andas muy curioso, no? –le respondió algo agresivo, evidentemente poniéndose incómodo.

–Vamos viejo, solo estoy aburrido. Y si estoy trabajando para una familia, al menos quiero saber quién es cada quien –Se excusó Lennon, levantando los hombros.

–Ese es un buen punto –le apoyo Chucho –Sería bueno tener algo de información.

–¿En serio quieren saber de mi familia? –volvió a contestarnos, torciendo los ojos, y escupiendo por la ventana más humo –Bien, les contare:

» Alberto es el mayor de todos. Mi padre y sucesor de Don Armando cuando el pase a una mejor vida. Es el más sereno de la familia. Calculador, tranquilo, piensa antes de actuar, y si les soy sincero, con una paciencia envidiable. Si alguien es el indiciado para dirigir todo cuando mi abuelo estire la pata, es el sin duda.

» Sigue su hermano menor: Jackson. Es todo lo contrario a mi padre. Mas irracional, impulsivo, con un temperamento muy explosivo, aunque muy bueno cuando se trata de pelear. Es un excelente asesino y sicario, pero como líder...no es la mejor opción, en mi opinión claro. No le quita que es un pilar fundamental.

» Después esta mi tía... Lara. De toda la familia, creo que ella fácil es la más decente. Es la menor de los tres, y la que decidió tomar un camino muy separado que el resto de la familia. Pero hasta eso, se lleva muy bien con su padre y sus hermanos. Nos ha visitado un par de veces, y parece que se tienen mucho cariño, pero no es muy unida a la familia como todos los demás. Y no la culpo; es difícil crecer en una familia como la mía.

–¿Y qué hay de la otra chica? –le pregunto Chucho –Esa que siempre se viste de negro. Siempre la veo pegada a Don Armando, creí que también era su hija.

–¿Quién? ¿Michelle?

–Exacto, ella.

–Ehhh... en teoría...no. Ella es adoptada. Hijastra para ser más específicos.

–¿En serio? –eso me sorprendió bastante.

–Sí, Don Armando la adopto cuando tenía 10 años. No se la historia completa, nunca quieren hablar de ello. Supongo que era pobre o algo así, y se apiadaron de ella, dándole un lugar en la familia. Había escuchado por ahí que mi abuelo en su época de juventud se había metido con una cualquiera, y esta quedo embarazada. A saber, que le paso a la pobre chica, pero cuando Michelle apareció, clamando ser la hija de esa prostituta, ellos la acogieron. Y bueno, mi abuelo podrá se muchas cosas, pero cuando se trata de su sangre, eso siempre será lo primero, así que decidieron cuidarla aun con las dudas. A veces pienso que ella es la que ocupa el lugar que mi tía biológica debió de llenar. Ella si tiene madera para este tipo de cosas.

–Vaya... –murmure. Los Connor eran una familia... algo curiosa.

–Son cuatro hijos en total. Todos igual de trastornados que su padre. Bueno...excepto Lara, ella si es agradable.

–¿Y no tienes primos, hermanos o algo así? –siguió preguntando Lennon.

–No, curiosamente primos no, mi padre es el único que ha tenido hijos. Tenía una hermana pequeña... pero murió a los pocos días de nacer, llevándose a mi madre con ella. Si no les importa... no me gusta hablar mucho de ello.

Nunca pensé que Michael tuviese en algún momento una hermana pequeña. Instintivamente eso me hizo recordar al bebe que dejamos huérfano ¿Habría sentido culpa acaso de eso? Sus ojos nunca mostraron nada, así que no estaba seguro. Pero de igual manera, si él tuvo una hermana en algún momento... quizá sintiera un poco de compasión. Michael seguía siendo un enigma para mí; un día podría comportarse como Oscar lo hacía antes, pero al otro ser una persona totalmente distinta. Una más humana quizá...

–¿Y ustedes? Ya saben mucho de mí, pero ¿Qué hay de ustedes? –corto el silencio Michael, mirando por el espejo retrovisor a Lennon y a mí.

–¿Yo? No tengo a nadie, es una familia muy pequeña en realidad. Solo cuento con mi madre— le respondí, intentando no sonar tan cortante.

–¿De verdad? ¿Solo ella? ¿No tienes algún hermano, tío, abuelos quizá?

–Hasta donde sé, soy hijo único –proseguí –Nunca conocí a mi padre. No creo que nos haya abandonado, cuando saco el tema, se nota que mi madre lo extraña, pero nunca quiere hablar del...Siempre evita o desvía el tema. Abuelos, que yo sepa están muertos, y tíos no tengo ninguno. Solo somos yo y mi madre.

–Vaya, tu sí que tienes familia chica –bromeo Michael, para voltear su mirada a la de Lennon–. ¿Y tú? ¿Qué me dices?

–Nada interesante, madre, padre...

–Espera –le interrumpió –Creo que llegamos.

Me asomé por la ventana, y vi que había un vecindario cerca, justo antes de que comenzara el bosque. Esaú iba detrás de nosotros, y acelero para colocarse en la ventanilla del auto, justo al lado de Chucho.

–¿Este es el lugar, Michael? –pregunto.

–No veo otro vecindario cerca, además de que esta es la dirección.

–¿Y cómo sabemos cuál es la casa donde vive este sujeto? –pregunto Chucho, recostando su barbilla en el volante.

–No es necesario –señalo Michael por la ventanilla a un hombre que salía de su casa, con una bolsa de basura ­–Es ese bastardo.

–¿Estás seguro? Ni siquiera vi que sacaras una fotografía o algo para reconocerlo –le recriminé, entrecerrando mis ojos para forzar mi vista, y así tener una mejor imagen.

–No necesito saber cómo luce. Mira en el bolso del pantalón. El muy maldito está usando un arma. Se delato solito el imbécil.

–¿Y qué hacemos? ¿Lo seguimos, o salimos del auto y le disparamos?

–No, no seas tonto Lennon. Hay mucha gente aquí. Tenemos que ser un poco más sigilosos.

–¿Y qué quieres hacer? ¿Lo matamos dentro de su casa?

–No es necesario –les comenté, mirando lo que el hombre hacia después de tirar la bolsa de basura –Se está dirigiendo al bosque.

–¿Por qué? –pregunto Chucho confundido, siguiendo con la mirada al hombre.

–¿Quizá va a la estación de autobús? –dijo Lennon.

–No sé, pero no hay que perder tiempo. Hay que seguirlo –ordeno Michael, haciendo que Chucho volviera a encender el motor –. Tu síguenos por detrás Esaú. Si la cosa se complica, disparas a matar.

–Bien.

Comenzamos a avanzar con lentitud hacia el hombre, que caminaba con calma a un lado del camino, con las manos metidas en su chaqueta. Se giró una vez, al notar el automóvil, pero pareció no darle importancia, supongo que esperaba que lo pasáramos de largo. Pero cuando noto que disminuimos la velocidad, comenzó a ponerse nervioso, empezando a caminar cada vez más rápido. Volvió a girar la mirada, esta vez mirándose más nervioso. No tardo en descubrir que lo estábamos siguiendo a él.

–Ya lo sabe, el maldito sabe que venimos por él, Chucho detente en... –Michael no termino su frase.

El hombre se giró con brusquedad, y desenfundó su arma a una velocidad endemoniada, disparando 4 veces contra el parabrisas del auto. Michael nos gritó que nos agacháramos, los pedazos de cristal comenzaron a volar por los aires. Chucho perdió el control del auto, y se desvió del camino hasta estamparse en uno de los árboles.

–¡Maldito hijo de perra! ¡Cabron y diez veces más cabron! –escuche maldecir a Michael, intentando salir a toda prisa del auto con su arma en mano.

–Mierda, creo que me lastime la pierna –gimió Chucho adolorido, con la cabeza ensangrentada por el duro golpe.

Alcé mi vista hacia la ventana, y vi como Esaú aun encima de su motocicleta, comenzó a abrir fuego contra el hombre, el cual también se desvió del camino, comenzado a correr por los árboles en un intento por perdernos.

–No puedo pasar con la puta moto –Dijo Esaú, estacionándose frente el árbol en el que nos habíamos estrellado.

–¡Pues déjala ahí! ¡Vamos por ese pedazo de mierda! –grito Michael histérico, empezando a correr detrás del hombre para no perderle la pista.

Yo comenzaba a recuperar mi compostura, cuando sentí que alguien me lanzo algo justo en el pecho; y cuando vi que era mi arma, Chucho me gritaba que saliera del maldito auto. Tome un poco de aire, para recuperarme del susto, el arma, y junto con Lennon salimos del auto, empezando así la persecución.

Michael es que el que iba a la delantera, intentando no perderle el paso al sujeto. Era complicado correr por el bosque, había ramas y hojas que tenías que hacer a un lado, o atropellarlas para que te pudieras abrir paso. Si no hubiera sido por que tenía puesta mi chaqueta, me habría raspado todos los brazos por las filosas ramas que colgaban cubriendo el sendero.

Cuando Michael logro tener una buena distancia con el chico al que perseguíamos, jalo el gatillo con la intención de darle, pero la bala impacto en la madera de uno de los árboles, haciendo que el chico comenzara a correr más desesperado. Esaú fue el que volvió a jalar el gatillo, peor la bala dio contra unas hojas que salieron volando por el aire, destrozadas.

–¡Maldito estúpido, voy a matarte! –grito Michael, volviendo a jalar el gatillo, pero sin suerte de darle.

Yo, Chucho y Lennon, al ser los menos atléticos, íbamos detrás, pero no lo suficiente como para perder de vista al chico. Chucho iba cojeando y quejándose entre murmullos y maldiciones, pero aun esforzándose por no quedarse atrás, mientras Lennon ya comenzaba a jadear, agotado. En un momento, el inútil debió pisar una piedra, porque resbalo tan violentamente, que rodo por la tierra raspándose los brazos y las piernas. Chucho se detuvo y lo ayudo a levantarse, casi jalándolo, mientras yo aún continuaba corriendo detrás de Michael y Esaú.

–¡Deja de correr Claudio! ¡Ya estas jodido! –le amenazo Michael, soltando otro disparo, sin darle a anda realmente.

El chico miro hacia atrás, sin parar de correr, y jalo el gatillo de su arma, pasando muy cerca de Michael, pero dándole a unas ramas que se destrozaron en el aire, haciendo que se tensara al correr, poniendo sus brazos como escudo. La siguiente bala no tuvo la misma suerte de impactar en alguna rama; roso el muslo de Esaú, haciendo que cayera al suelo de una manera muy violenta a la tierra, adolorido.

–¡Hijo de puta! –grito entre alaridos, mientras Michael se detenía para ver cómo estaba.

Quise detenerme, pero confiaba que Michael podría auxiliarle, y que la herida no fuera tan grave. El que se terminó deteniendo fue Lennon, para ayudar a Esaú, dejándonos a mí y a Chucho como única posibilidad de no perder de vista al bastardo, que claramente aprovecharía la ventaja que ahora tenía. Chucho no tardó mucho en quedarse atrás, el dolor de su pierna pudo más con él, haciendo que se volviera un poco más lento, por lo que ahora todo dependía de mí. Sabía que Michael aun estaba detrás de mí, ya que comencé a escucharlo maldecir y gruñir intentándose abrir paso por las piedras y hojas, pero ni de chiste lograría volver a tomar la misma ventaja que ya tenía.

–¡Déjenme en paz! ¡Yo no hice nada! –escuche gritar al hombre que origino la persecución, moviendo las ramas de un arbusto para abrirse paso.

Ese pequeño movimiento me logro dar la ventaja perfecta para que pudiera dar un tiro limpio. Apunte mi revolver lo más rápido que pude, y jale el gatillo sin pensármelo mucho cuando logre visualizar al chico corriendo. La primera bala la falle, haciendo que impactara en una piedra, pero la segunda le dio justo en la pantorrilla, perforándosela por completo.

El chico cayo de hocico en un pequeño canal de agua que pasaba por el bosque, destrozándose los dientes y la cara. Intento darse la vuelta, para dispararme con su arma, pero antes de que siguiera lograra apuntar, logre alcanzarlo donde había caído, y le dispare donde empezaba su muñeca, mutilándole casi por completo la mano, y haciendo que empezar a gritar horrorizado, presionándose la herida con recelo, como si eso de alguna manera pudiera detener el dolor.

–Hasta aquí llegaste pendejo –le dije con desprecio, mientras pateaba su arma lo más lejos que pude, para que no intentara volver a alcanzarla con su otra mano.

–¡Espera! ¡Espera por favor! ¡No me mates, no quiero morir, por favor! –comenzó a suplicarme, al borde del llanto.

En eso apareció Michael detrás de mí, jadeando, intentando recuperar el aliento, mirándome con orgullo, pero también cansado.

–Mira mis brazos, estúpidas rama afiladas, me dejaron jodida toda mi playera –me mostro sus mangas, que estaban rasgadas y rotas por la persecución. Después giro la mirada al muchacho, que seguía con sus lloriqueos, pidiendo piedad –. Veo que lograste capturar a nuestro amigo –dijo, burlándose.

Chucho apareció segundos después, también jadeando, y recuperando el aire en sus pulmones.

–Atraparon al maldito... –logro decir, mientras se apoyaba en sus rodillas, intentando respirar.

–¡No lo hagan! ¡Por favor! ¡No tienen que! –seguía lloriqueando el chico, aun sosteniéndose su muñeca destrozada.

–Así que tú eres Claudio Torres –comenzó a hablar Michael, como si se dirigirá a una babosa que se retorcía en sal –Nos vendiste maldita rata –le apuntó con su arma, justo en el rostro –. Mi tío te dio su confianza, un lugar entre sus filas, y tu solo le escupiste como gratitud ¡Estúpido cobarde de mierda!

–¡Yo no hice nada! ¡Soy inocente! ¡Están atacando a la persona equivocada!

–Todo rastro de inocencia que tenías se desvanecieron cuando intentaste matarnos, puto psicópata –le recrimino Chucho, aun tomando bocanadas de aire.

–El que es inocente de nada debe temer, y tu querido amigo, te delataste solo ¿A dónde ibas? ¿Eh? ¿Iba a ver a los putos de tus amigos los Lirios? ¿A venderles más información?

–¡Yo no hice nada! ¡Por favor! ¡Esto es un error!

Era claro que mentía. Chucho tenía razón, si hubiera sido inocente, no hubiera reaccionado de ese modo. De por si el imbécil, inocente o no, ya había marcado su destino al intentar asesinarnos.

–Si lo que quieres es que lo último que diga tu sucia boca sea una mentira, como desees, yo no tengo problemas –Michael jalo el martillo de su arma hacía atrás, listo para disparar.

–¡Espera! Espera... Te diere quien fue el que los delato –murmuro, en un intento de salvar su pellejo.

–Fuiste tú, no hay mayor ciencia –le refute, levantando mi arma para también acribillarlo.

– ¡Yo no le dije nada a los Lirios! Eso lo hizo Robert –gimió, soportando el dolor de sus heridas–. Robert Fraga. Yo solo le di la información ¡Él fue el que se la dio a los Lirios! Él fue el traidor.

Viéndolo de ese modo... quizá tenia sentido. Se corría menos riesgo si alguien que no estuvo en la reunión de confianza donde se contaron los planes, terminaba siendo el delator.

–De seguro también recibiste tu tajada del premio ¿No? –le escupió Michael, con desprecio –Maldito cerdo, hasta en tu último aliento traicionas a tus compañeros. Por lo menos tus últimas palabras sirvieron de algo.

–¡No! ¡Esperen, por f...! –Michael no lo dejo terminar.

Comenzó a jalar el gatillo repetidas veces, dándole en el estómago y en el pecho. Yo también terminé haciéndolo, le vacié mi cargador en todo su cuerpo, dándole en el cuello, la barbilla, los hombros y el pecho. El cuerpo del chico comenzó a retorcerse por el impacto de las balas, pero cuando la última de ellas le impacto, quedo inerte al igual que un muñeco.

Cuando termine de disparar, gire mi mirada, y me encontré con la de Chucho, atónito por lo que acaba de ocurrir. Quizá el esperaba que no le asesinara yo, o como mínimo que no le disparara; pero algo dentro de mi simplemente no pudo dejar el trabajo incompleto, y como si fuera ya más que un reflejo, solo comencé a jalar el gatillo.

Michael no le importo en lo más mínimo. En cuanto termino de disparar, guardo el arma en la funda que tenía en su pantalón, y saco un cigarro de sus cajetillas, encendiéndolo y comenzado a fumarlo, mirando el cuerpo inerte del tal Claudio.

— Así que Robert fue el soplón... –murmuro, pensativo.

— ¿Qué tiene ese tal Robert? –pregunte, curioso.

— Él fue el que delato a Claudio. El que nos dio las pistas de quien podía ser la rata –dijo, dando un pesado suspiro–. Claudio debió pasarle la información, y el cabron fue el que hablo con los Lirios. Pero que ojete, traicionar a su amigo de ese modo... todos, todos bola de traidores infelices.

— ¿Y ahora que haremos? –pregunto Chucho, nervioso.

— Por ahora, nada. Ya asesinamos a este maldito, ya habrá tiempo para matar al otro.

— Tenemos que volver con los demás, y ver como esta Esaú.

— Vámonos de aquí. Nadie encontrara el cadáver, cuando lo hagan, no serán más que un montón de huesos que los animales terminaron comiendo.

Volví a girar mi mirada al cuerpo del chico, tirado en la tierra, lleno de sangre y plomo. Fue cuando lo miré, y no sentí nada, que comprendí que esto de matar... ya no se me estaba complicando tanto.

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