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Capítulo 1

Cuando abrimos la cajuela del coche, el olor del cuerpo descomponiéndose nos llegó a nuestras narices. El olor a la muerte.

— Viejo ¿De verdad lo mataron? Creí que estaban bromeando –Demian fue el primero en hablar, mirando el cadáver con horror y desagrado. –Pensé que eran amigos...

— Bueno...no era nuestro amigo exactamente –se excusó Chucho, levantando los hombros.

— Era un cabron –le siguió Esaú –tuvo lo que se merecía.

— ¿Puedes ayudarnos...? –le dije. Era nuestra única esperanza o íbamos a estar realmente jodidos.

— Me van a meter en un problema chicos...digo, por algo él era su líder ¿No?

— Era un pendejo que voló muy cerca del sol y terminó quemándose –le respondió Esaú, cruzando los brazos.

— Vamos, nadie lo va a extrañar –le apoyó Lennon –Ni a Don Armando le caía bien.

— Sí, pero...

— Por favor –le supliqué, tenía que convencerlo a como fuera lugar –Necesitamos deshacernos del cuerpo. El cabron amenazó a mi madre y...tuve que hacer lo que hice. Te prometo que no le diremos a nadie que no ayudaste, necesitamos que nos ayudes esta vez y estaremos en deuda contigo, por favor Demian...

Demian volvió a mirar al cadáver. Las moscas ya habían comenzado a posarse en él y sus parpados entre abiertos dejaban a la vista sus ojos muertos. Comenzaba a tener un aspecto muy desagradable, pero, aún así, me costaba creer que ese de ahí era Oscar. Todavía no terminaba de procesar el hecho de que terminé la vida con una persona.

— Está bien –dijo finalmente –Les ayudaré, pero quiero un burrito de la ciudad, casi todo el día estoy en esta pocilga y realmente necesito comer algo más que no sea sopas instantáneas de microondas.

— Trato hecho –le dije sin pensarlo.

— De acuerdo...solo ayúdenme llevarlo adentro ¿Si?

Esaú y yo lo cargamos de los extremos, yo la cabeza y en las piernas. La cajuela de Chucho se había manchado por completo de sangre, pero el cuerpo ya había formado coágulos, por lo que había dejado ya de desangrarse.

Lo colocamos en la mesa, Demian comenzó a ponerse su bata y agarrar todas las herramientas que utilizaría, mientras colocaba el barril y el ácido en su lugar. Yo y Esaú nos quedamos parados, mirando como el niño revisaba el cuerpo con un poco de asco, sacando de sus bolsillos un par de cosas: Su billetera y lo que parecía ser un arma bastante pequeña, con la que posiblemente me hubiera disparado si no hubiera actuado tan rápido.

— Sí que le tenían maña...está lleno de agujeros –nos comentó Demian, terminando de revisar el cuerpo.

— Tuvimos una pequeña discusión antes y... pasó lo que pasó –aún recordaba como las balas le atravesaron la carne, mientras Oscar apenas entendía lo que sucedía. Una parte de mi aún se arrepentía de lo que había hecho...pero la otra, aún lo disfrutaba.

— Bien, pues...viene la parte fea –dijo mientras tomaba la cierra en sus manos - ¿Quieren salir o...?

— Llámanos cuando esté listo –le contestó Esaú mientras me tomaba del hombro y me encaminaba para salir de ahí. Demian sólo le asintió, poniéndose su visor y comenzando a marcar con un plumón las partes que cortaría.

Cuando salimos afuera, Chucho y Lennon nos esperaban recargados en el auto. Ya había anochecido y la temperatura comenzaba a descender, pero juro que esa noche, mi cabeza daba tanas vueltas, que se me olvidó las sensaciones de mi cuerpo. Comencé a sentirme mareado y cuando pensé que por un momento que me desmayaría, Esaú me tomó de los hombros y me ayudó a sentarme en el pórtico de la pequeña choza del desierto.

— Hey, hey ¿Te encuentras bien?

— Yo...yo lo maté, lo maté...lo... -mis manos comenzaron temblar y sentí como todo a mi alrededor colapsaba. En verdad había asesinado a alguien; pero ya sabía que eso sucediera tarde o temprano, pero lo que no sabía es que se sentiría de esta manera...

— Arthur, tranquilo ¿Vale? –Chucho se inclinó frente a mí para estar a mi nivel, intentando relajarme –Hiciste lo que tenías que hacer ¿Recuerdas? Tú mismo lo dijiste.

— Si...yo...lo hice. Hice lo necesario... -recordé mis palabras, pero ya no me consolaban como antes.

El hecho de que estuvieran destazándolo justo detrás de mí no me dejaba pensar tranquilo. Aunque fuera un maldito hijo de puta que odié desde el primer momento que me dirigió la palabra... me sentía como un monstruo. Tenía miedo a algo, pero no sé a qué ¿A un castigo divino? ¿A qué me juzgaran? ¿A que mis amigos me miraran de una manera diferente? ¿A que...en el fondo, me había gustado? Estaba a punto de volverme loco, era más que obvio que esa noche no podría dormir

— Se lo merecía Arthur –me consoló Lennon –Fue un hijo de puta con todos nosotros. No sabemos qué fue lo que paso ahí dentro los minutos que los dejamos a solas, pero lo que sea que haya pasado, debió de ser algo que terminó por romper tu paciencia.

Cerré los ojos e intenté tomar aire para no doblegarme ante el pánico. Tenía que ser frio ante esta situación o toda la vida me la pasaría culpándome por lo que paso. Lennon tenía razón, Oscar era un manipulador, egocéntrico, imbécil, celoso, exagerado, narcisista, destructivo y una horrible persona. Si alguien merecía estar en un barril de ácido...era él.

— Veamos el lado positivo –Chucho recobró la postura y me observó con una expresión feliz bastante forzada –Al menos ya todo terminó...

— Si logramos deshacernos del cuerpo, sí –Esaú volvió a cruzar los brazos –pero por ahora será mejor que no cantemos victoria.

— ¿A dónde llevaremos el cuerpo? No podemos llevarlo con el viejito ese del vertedero químico, seguro nos delata.

— No sye... ¿Lo enterramos? –sugirió Esaú.

— Claro, como tú nunca te cansas... -se burló Chucho.

— No es mi culpa que tengas el aguante de una anciana –le respondió.

— Venga, entonces entiérralo tú, quiero ver como se pone tu cara roja después de estar cavando al menos un metro de profundidad en el desierto con menos de 0 grados.

— Llevémoslo al mar –dije antes de que Esaú le pudiera responder a Chucho. Todos se me quedaron viendo. –Ahí nadie lo buscará –expliqué – llevémoslo a uno de esos acantilados y lancémoslo por la borda, que las olas hagan lo demás. Al final de la noche desaparecerá entre la espuma de la playa.

— ¿Hasta el mar? Pero tendríamos que cruzar toda la puñetera ciudad, tardaríamos horas.

— ¿Se te ocurre algo mejor?

— Supongo que prefiero conducir por unas cuántas horas, a tener que estar cavándole una tumba a ese imbécil –me apoyó Chucho.

Cuando me giré para ver a Esaú, supe que él también estaba de acuerdo, todos volteamos al mismo tiempo a mirar a Lennon, el cual parecía seguir en contra.

— Es democracia –levantó los hombros Esaú, lo que sólo hizo que Lennon gruñera.

Antes de que alguien más dijera algo, Demian salió de la choza, cubierto de sangre, quitándose el visor y los guantes.

— Ya está listo...si se esperan una o dos horas, el ácido ya lo habrá hecho papilla.

— Vale, eso nos dará tiempo –le respondió Esaú.

— Y... ¿A dónde piensan llevarlo? No creo que sea buena idea llevarlo con el anciano de los químicos...

— No, no lo llevaremos con él –le expliqué.

— Bueno, está bien, igual no me importa. Me deben una, una muy grande; y también mi burrito.

— Gracias Demian –le tomé del hombro –No sabes de la que nos salvaste.

— Y yo solo espero que no me hayan metido en problemas. Si hay algo que no le gusta a Don Armando, son los mentirosos; y yo soy pésimo mintiendo.

— No, no te preocupes, no se enterará.

— Eso espero...

Demian me palmeó el hombro y entro a su choza, probablemente a lamentarse por habernos ayudado. Chucho y Esaú metieron el barril en la cajuela, pero antes de irnos, Lennon nos recordó un detalle que casi se nos olvidaba.

— ¿Qué mierda se supone que vamos hacer con su moto? –nos la señalo. Esaú la había traído, ya que nos dio miedo dejarla ahí tirada, pero no habíamos pensado en que es lo que haríamos con ella después.

— No podemos pedirle a Demian que la disuelva, no nos cabe otro barril.

— ¿Y si la dejamos tirada? –propuso Chucho –Es menos alarmante que el cuerpo de una persona.

— No –le dijo con firmeza Esaú –Yo me la quedo.

— ¿Qué? –Fue bastante raro que Esaú quisiera conservar algo que antes le había pertenecido a Oscar, pero el parecía bástate firme con lo que había dicho –No me miren así, ya está muerto, ni que la fuera a usar.

— ¿Y tú por qué te la deberías quedar? –le cuestionó Lennon

— ¿Sabes manejar una moto? ¿Alguno de ustedes sabe manejar una moto?

— No, pero...

— Venga, entonces no me estén molestando. Ya es hora de que tenga mi propio medio de transporte, ya estoy harto de estar apretado en ese automóvil; y si te digo algo, esas cosas no son tan sencillas de conseguir.

— Está bien, como quieras –le dije levantando los hombros –Quédate la moto, pero ayúdanos a deshacernos de este idiota primero –le señalé con la mirada la cajuela.

Me subí al asiento del copiloto, Lennon se pasó para atrás y Chucho al mando del auto, mientras Esaú estrenaba oficialmente su nueva motocicleta. Tenía mala espina respecto a que Esaú conservara esa cosa, pero al final de cuentas, era sólo una moto y Oscar probablemente no la había usado ni dos días; no parecía ser algo tan grave.

Abandonamos el desierto al paso de una hora. Chucho iba escuchando "Another One Bites the Dust" de Queen en su estéreo, tal vez con la esperanza de hacer menos pesado el viaje y de paso tranquilizar los nervios de todos. Esaú iba a lado nuestro, disfrutando su nuevo vehículo dándole toda la brisa en el rostro; no tardaría mucho en comprarse unas gafas o un casco.

La noche era fría y solitaria, y yo aún no procesaba lo que acaba de pasar ¿Realmente todo había terminado? Quería pensar que sí, pero parecía estar en el mismo punto en el que había iniciado: Ya no me quedaba nada de dinero y eso empezaba a preocuparme, había sabido manejar bien hasta hora la renta del departamento, pero ahora con mi madre en el hospital las cosas habían cambiado. Todo lo que me quedaba de dinero, se lo había dado a Astrid...

Astrid... aún no dejaba de pensar en ella ¿En verdad me había traicionado? Al principio me negaba a creer esa idiotez, pero al pasar de los días...esa posibilidad iba creciendo y comenzaba a sentirme como todo un idiota que se enamoró de alguien que no debía. Y después pensé en Penny; no la había visto después de todo el alboroto que se había armado en el baile de graduación. Quizá debería ir a buscarla y preguntarle cómo estaba...bueno, si es que antes lograba superar el hecho de que había matado a su novio...o, mejor dicho, a su ex novio.

— Lennon se ha quedado dormido –me comentó Chucho, mirando al espejo retrovisor como Lennon apoyaba su rostro contra el cristal de la ventana.

— Debe estar cansado...como todos. Fue un día demasiado pesado.

— Ni que lo digas; pero me alegra que ya haya terminado todo. Ya no tendremos que seguir soportando todas las mierdas de Oscar.

— Si... en eso tienes razón.

Se prolongó un silencio incómodo que fue apaciguado un poco por la música. No estaba de humor para hablar con alguien y parece que Chucho lo notó, o eso pensé.

— Mira, Arthur...sé que todo esto debe ser difícil para ti, pero ya ha terminado, lo peor paso, podemos...continuar con nuestras vidas ¿Sabes? –no le respondí, sólo me quedé mirando a la ventana, sintiéndome como la peor mierda del planeta.

— No creí que se sentiría así –le dije finalmente.

— ¿Qué?

— Matar a alguien...no pensé que fuera a sentirme así.

— Debe ser normal, matar a alguien nunca es fácil, sea quien sea.

— No, digo...toda mi vida estuve rodeado de muerte. Todos nosotros. En las noticias, cuando Oscar ejecutaba personas frente de nosotros, cuando peleamos por nuestra vida en más de una ocasión; la muerte no era ajena para mí, pensé que estaría preparado cuando llegara el momento, pero, me siento como un niño asustado que rompió la vasija favorita de su madre. Oscar fue el pendejo más grande que conocí en toda mi vida, pero no puedo evitar...sentirme mal –en realidad era mucho más complejo que eso. No me sentía mal por haber asesinado a ese imbécil, me sentía mal por haber disfrutado...vengarme de él. Por haberlo disfrutado, pero no quería decirle eso a Chucho, ¿En qué lugar me ponía eso a mí?

— No pienses mucho en eso amigo, o te terminará consumiendo ¿Vale? Solo...hay que continuar, hacia delante.

Respiré hondo y le respondí con una sonrisa, asintiéndole. No podía hacer nada mejor que...pensar que Chucho tendría razón.

Después de un par de horas conduciendo, llegamos hasta un muelle, en un acantilado bastante alto que daba a la violenta costa que chocaba contra las rocas. La ciudad en sí, tenía muy poquitas playas, la mayor parte de toda la costa era estructuras rocosas que chocaban con las bruscas olas. Era el lugar perfecto para arrojar un cuerpo, o en nuestro caso, la papilla de uno.

— Entonces... ¿Solo lo hacemos rodar hasta que se caiga? –pregunto Chucho, abriendo la cajuela del auto.

— Esta muy alto ¿No creen? ¿No creen que el barril pueda romperse? –Lennon miraba el borde del acantilado, con vértigo.

— Tonterías –le contestó decidido Esaú –Se zambullirá en el agua antes de que se rompa.

— ¿Y si las rocas lo destrozan?

— Por eso tendremos cuidado al lanzarlo.

Sacamos el barril entre los cuatro y lo colocamos en posición. La brisa del viento nos daba en el rostro y sentía como mis músculos se tensaban por el frio, aún con la chaqueta puesta. No era normal que en pleno comienzo del verano hubiera tanto frio, pero en ese momento era lo que menos me importaba.

— Bien, a la cuenta de tres, lo hacemos rodar. Una...dos... ¡tres!

Lo empujamos con toda nuestra fuerza, hasta que por sí solo, el barril tomó impulso y salió disparado por la punta del acantilado, cayendo directo hacia las rocas de la costa. No había sido nuestro mejor trabajo al momento de apuntar. Me asomé para ver como caía hacia el agua, pero lo que ví fue como impactó contra las rocas y toda la plasta de sangre, tripas, piel y huesos explotaba contra la roca, destrozando el barril, esparciéndose por el mar, mirando como lo arrastraba. Miré a mis amigos y tenían la misma expresión de asco.

— Bueno...creo que hubiera dado exactamente igual si Demian lo disolvía o no –comentó Lennon frustrado. –Vaya pérdida de tiempo.

Mis amigos se dirigieron al coche, mientras yo me quedaba un poco más de tiempo mirando como el mar se llevaba lo que restaba de Oscar. Vaya chico más idiota, aún tenía grabadas en mi cabeza las últimas palabras que me dijo; "Sólo serás...otro pobre pendejo que terminó en una zanja, como muchos otros pobres pendejos". Curioso, ya que él fue el que terminó así; aunque no en una zanja, pero si en el fondo del mar, como muchos otros seguramente; olvidados, sin nadie que los extrañase; nadie que los buscase. Nadie extrañaría a Oscar, ni siquiera Penny. Todos estábamos mejor sin él...

Y después observé mis manos. Seguían manchadas de sangre y sentí algo de culpa al saber que esa sangre estaba ahí por mi culpa. Era un sentimiento raro, no me arrepentía de nada, pero al mismo tiempo... la sensación de satisfacción había desaparecido. Un cumulo de contradicciones que me despedazaban por dentro.

Miré hacia mi muñeca y ví la pulsera que me regalo Astrid. Sentí rabia; ya no tristeza, o esperanza, como antes, sino rabia, rabia contra ella. La muy perra me había engañado y abandonado; era igual que todos, solo que mi estúpido corazón me hizo pensar que sería diferente. Ya no más; tenía que crecer y madurar y aceptar que me habían visto la cara de idiota. Entender que el amor no es como lo pintan en las películas, canciones, o los libros jocosos. El amor era un veneno, un veneno dulce, sí, pero veneno a final de cuentas.

Me arranqué de un tajo la pulsera de la muñeca y la arrojé lo más fuerte que pude hacia el mar. Si ella me había olvidado, yo también lo haría. Se perdió a la vista casi al instante, y el mar se encargó de desaparecerla.

Sentí alivio en un principio, pero esa sensación duro poco; volví a sentirme como una mierda. Suspiré con pesadez y me di la media vuelta para ir con mis amigos que me esperaban, con la creencia de que ya todo había terminado.

Pero no había hecho más que empezar. 

      

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