[6] ARUNA
La tarde fue pasando. El sirenio que me había secuestrado mantenía en su rostro una pequeña mueca de suficiencia, antes había sido una gran sonrisa ante mi repentina sorpresa.
No había hablado desde entonces. Me había mantenido callada. Comí la carne que él había tenido guardada, la había cocinado en el fuego sin que yo le interrumpiera ni una vez.
¿Qué hacía un sirenio en estas tierras? Estaban totalmente extintos, los draconianos nos habíamos asegurado de que así fuese. Era el clan más fuerte en ese entonces, al único al que de verdad podría llegar a temerle el clan Draco. Al único contra el cual fuimos cuidadosos en nuestra batalla.
Y que él supiera dónde se dirigía mi hermano de antemano... Solo me daba dolor de estómago.
Algo estaba ocurriendo, algo grande.
El sirenio me había ayudado a montar mi caballo y lo hice sin rechistar. Había quitado sus manos de un manotazo cuando me sostuvo más de la cuenta.
Cuando el sol comenzaba a caer divisamos una gran línea de árboles a lo lejos. Ya era tiempo. El bosque de Ítatu se presentaba ante nosotros, era ahora o nunca cuando debía escapar.
El momento perfecto sería este, cuando él tenga en su cabeza solo la gran oportunidad, la esperanza aflorando su cuerpo. Lo destruiría.
No había vuelto a ponerse la capucha, así fue más fácil darme cuenta cuándo tenía un ojo en mí y cuándo no. Parecía más insistente que de costumbre al principio, como si mi silencio fuera mortalmente peligroso. Lo cual lo era. Hasta que al fin se fue cansando y tan solo me mantuvo a su par donde de reojo podría ver si hacía algún movimiento brusco.
Quería saber muchas cosas sobre él. Tenía muchas preguntas, pero me las callé todas. Aun así me fue difícil no repasarlas en mi cabeza.
¿Estás solo? ¿Hay más sirenios contigo? ¿Tu grupo se encuentra yendo en busca de mi hermano? ¿Cuál es tu nombre?
Quise pegar una gran sacudida a mi cabeza, tenía que concentrarme y ser paciente. Miré hacia otro lado que no sea él. El bosque estaba cada vez más cerca y la lanza se convertía en un objeto cada vez más tentador.
Sabía sobre el cuchillo que resguardaba pero correrle la capa sería algo más difícil. Piensa Aruna, piensa.
Mentalicé mis movimientos, los repasé y cambié a medida que íbamos acercándonos. Solo mis ojos se movían, se imaginaban tanto mis acciones como las de mi oponente.
Estaba claro que por la lanza y el formidable cuerpo del muchacho sería un guerrero. Tendría más fuerza que yo y me encontraba en la clara desventaja de estar atada de pies y manos.
Claro que no me daría por vencida tan fácilmente.
Así que me preparé, mis piernas estaban de su lado por lo que sería sencillo impulsarme. Las fui flexionando poco a poco, solo lo suficiente para que no lo notara. Visualicé dónde me agarraría, respiré hondo y... Salté.
Tomé con mis manos su cuello y su capa, ambos caímos por mi peso al suelo. El estar encima de él me dio la ventaja de acomodarme más rápido, tiré de su capa y lo golpeé en la cara para despistarlo nuevamente. Tomé la daga en su espalda y me tiré hacia atrás.
Apenas visualicé los detalles del mango, solo vi la decoración con azul y lo supe al instante: era sirenia también.
Corté la soga en mis pies rápidamente y mi corazón latió con más fuerza. Algo casi amenaza con noquearme, me caí hacia atrás. Con mis piernas atrapé el peso que quiso imponer con su cuerpo y lo tiré de costado. Me giré hacia la izquierda, intenté apuñalarlo pero él giró sobre la tierra escapando de la daga.
Me paré rápidamente, junto a él. Corté el aire varias veces, era rápido y ágil para evitarme. Tomó mis brazos para detener la caída de la daga a su rostro, gruñó ante el esfuerzo. Pateé su pantorrilla desestabilizándolo.
Caí sobre él, lo golpeé con el mango partiéndole el labio. El mundo pareció girar cuando su cuerpo ahora aprisionaba el mío, tenía que salir antes de que quede totalmente atrapada y sin fuerzas.
Necesitaba con urgencia mis dos manos separadas.
— Maldito, hijo de...
No pude seguir mascullando, él hizo algo que no me esperaba. Con su cabeza golpeó mi nariz dejándome totalmente aturdida, no la había partido podía asegurar pero sí que dolía. Juraba de que mi rostro estaba lleno de sangre.
Su movimiento fue lo suficientemente eficaz para tomar de mis manos su daga. Con una mano tomó las mías por encima de mi cabeza y con la otra usó la cuchilla contra mi garganta para que dejara de moverme.
No, no, no... No podía pasar. No podía perder.
Cerré mis ojos e intenté controlarme, respirar pausadamente y calmar mi corazón desbocado. Él no me mataría pero bien que volvería a atarme y llevarme a los terranos.
— ¿Has terminado? — Estaba enfadado, yo también.
Observé sus ojos, ahora lo tenía a centímetros de mi rostro. Podía ver cuán celestes eran. Impactante. Eso hizo que mi cuerpo se relajara poco a poco, algo muy contradictorio. Tensé mi mandíbula.
— ¿Tendré que llevarte con mi daga en tu cuello hasta el bosque o te comportarás?
— Puedes matarme aquí mismo, Terra jamás me tendrá.
— ¿Acaso no ves cómo estás? ¿No lo entiendes? — Él sonrió de lado, observó mi rostro por completo y tuve unas inmensas ganas de apartar la vista pero no lo hice — Ya ríndete.
— Creo que tú no lo entiendes — Contradije — ¿No sabes quién soy?
El revoleó los ojos.
— La princesita Draco.
— No soy como tus antiguas y aniñadas princesas, no me siento en el trono a esperar que mis súbditos salgan a ganar mis batallas — Espeté — Soy guerrera, princesa y muy próximamente una jinete de dragón. Peleo mis propias batallas sirenio.
Acerqué más mi rostro, solo para incomodarlo. Sonreí de lado cuando él se tiró hacia atrás y tensó cada uno de sus músculos. No apartó la mirada de mí.
— Y lo que es más importante — Murmuré contra su rostro — Soy fuego, soy voraz. Soy mortal.
Su mirada se quedó fija en la mía, parecía estar buscando algo en mis ojos o pensando en mis palabras. No lo sabía. Pareció eterno lo que se quedó mirándome hasta que por fin se irguió llevándome con él. Aún daga en el cuello.
Caminamos, mi espalda pegada a su pecho dado el poco o nulo espacio que dejaba entre la cuchilla y mi cuello. Tomó las riendas con una mano para hacer caminar a los caballos y nos dirigimos a paso lento hasta la entrada del bosque.
Sentí como cada uno de mis músculos se tensionaban, había cierta estática en el aire que me advertía que me estaba metiendo en terreno peligroso. Algo a cerca de ese bosque no parecía estar bien. Al menos no para personas como yo que no estábamos acostumbrados a aventurarnos, mucho menos éramos bienvenidos.
Gracias al bosque de Ítatu es que consiguieron los terranos sobrevivir a la guerra. Aún pude ver parada justo al límite algunos árboles muertos y calcinados, pero estaban cubiertos de moho y setas confundiéndolos como algo que realmente tiene vida cuando no era así.
Caeli fue la primer gran victoria. Cuando Siren y Terra se unieron contra nosotros en la batalla no se imaginaron que pudiéramos igualar sus tropas y hasta casi duplicarlas. Jamás pensaron que cada uno de nuestros habitantes sabía cómo defenderse a sí mismos, que nuestros dragones podían ser tan peligrosos como las criaturas acuáticas de Siren.
Es así como los obligamos a retroceder, atacamos y triunfamos. El clan Siren fue totalmente aniquilado, padre se aseguró de ello. Por eso mismo me resultaba completamente extraño que mi secuestrador, un sirenio, ande caminando como si esta isla le perteneciera.
Los terranos sobrevivieron a las tropas draconianas dado que se ocultaron en el inmenso e impenetrable bosque de Ítatu, territorio terrano. Nuestros guerreros estaban cansados y no éramos tan estúpidos como para siquiera intentar llegar hasta el corazón del bosque. Así que, como su líder había muerto ya, nos retiramos victoriosos. La isla era nuestra, los terranos que sobrevivieron y los contados caelios debían sumirse y prometer lealtad al nuevo régimen.
La mano del sirenio se posó en mi hombro y me obligó a arrodillarme. Ató los caballos a una rama procurando que los animales queden escondidos entre la naturaleza que comenzaba a crecer a partir de este punto.
Tuve que reprimir mis ganas de salir corriendo, ya no ganaría nada con eso. El sirenio estaba demasiado atento y era mucho más fuerte que yo, necesitaría otra estrategia.
Aún tenía un último plan. El cuchillo en mi bota sería lo que me salvara una vez en manos de Terra.
El sirenio me volvió a levantar tomándome del brazo y me empujó hacia adelante. Sentí un gran escalofrío, el sol apenas penetraba las copas de los árboles. No había mucho a lo que mirar ya que las sombras oscurecían el ambiente, además de que tenía que estar concentrada mirando el suelo donde las raíces se enroscaban a su antojo por encima de la tierra. No quería tropezar.
Sentí gruñidos que hicieron que me detuviera, lista para dar batalla si así la ocasión lo requería. Pero el sirenio volvió a empujarme para que caminara.
— Nada te ocurrirá mientras no intentes escapar — Susurró él.
No me había dado cuenta de que hasta su humor había cambiado drásticamente. Parecía algo más preocupado, o solamente más cauteloso. No lo sabía con certeza.
— ¿Frecuentas el bosque? — Pregunté notando como sus pasos eran menos torpes que los míos.
— Vivo en este bosque — Respondió asombrándome.
— ¿Hace cuánto tiempo?
— Desde la guerra — Lo comprendí, no tenía a otro lado al que ir y los terranos lo protegían — Tan solo tenía 11 años. Era un niño con una lanza en sus manos, reclutado para morir.
— Yo tenía 8 cuando mi madre murió y la guerra comenzó — Le expliqué, sin saber muy bien por qué — No vi a padre por casi un año entero. Solo éramos mi hermano y yo, nos cuidaban los sirvientes.
— Pero al menos tú sigues teniendo familia.
— Solo tengo un familiar, sirenio — Espeté — Solo uno.
Hubo silencio mientras seguíamos adentrándonos más y más en el bosque. Cada vez podía ver menos, me hubiera gustado tener las manos libres para alumbrar el lugar con mi fuego.
— ¿Qué es lo que harán conmigo? ¿Qué es lo que se viene?
Tenía una gran curiosidad por saber lo que pasaría. Más que nada porque debía idear un plan rápido que se ajuste a mis circunstancias si decidían matarme allí mismo.
— ¿No lo sabes? — Pregunté irónica cuando él no había contestado.
— ¿Dices además de tu inminente muerte? — Su tono de voz sonó enfadado — No, no lo sé. Pero la jefa es compasiva, te dará una muerte rápida.
— ¿Jefa?
— ¿Realmente creíste que todos los descendientes de Salumus habían muerto? Se equivocaron princesa, he aquí las consecuencias.
¿En qué tanto nos habíamos equivocado? Primero el sirenio que debería estar muerto, ahora también un terrano capaz de controlar la tierra.
¿Qué seguía? ¿Caeli nuevamente en auge? ¿Sus líderes también estarán vivos? ¿El clan Siren otra vez planea derrocarnos? ¿La guerra comienza nuevamente?
No lo sabía, no sabía nada de eso. Pero, lo que sí comprendía perfectamente era que una nueva etapa comenzaba a partir de ahora.
El clan Terra estaba vivo en las profundidades de ítatu y tenían con ellos a la princesa de Draco. Mi hermano también estaba allá fuera y vaya uno a saber a lo que se estaría enfrentando.
Varios sonidos de ramas quebrajándose me llegaron, pisadas fuertes y pesadas. Las ramas se movieron y el sirenio me hizo detener.
Delante de mí aparecieron terranos, todos ataviados en pieles con arcos y flechas que me apuntaban, cuchillos y lanzas. Sus rostros estaban pintados de color blanco y negro, algunos tenían detalles en amarillo.
Una figura más imponente se abrió paso entre toda la tribu, la niña se encontraba montada en el lomo de un gran y feroz lobo gris. En una mano sostenía una vara que parecía ser inclusive más larga que su propia estatura, su punta decorada con huesos, colmillos y lianas que se entretejían formando un círculo.
La niña no podía tener más de 15 años, tez oscura. Su cabello marrón caía en ondas llenas de trenzas, adornos y flores. Parecía tener una especie de armadura de plata tal vez, en el centro de su pechera se encontraba el logo del clan Terra, un árbol con raíces tan largas como sus ramas.
— Bienvenida princesa Aruna — Saludó cordialmente, como si yo no fuera su enemigo — Y bienvenido otra vez Narayan, me complace saber que tu misión fue un éxito y regresaste a salvo a casa.
Tardé unos segundos en darme cuenta de a quién le hablaba. Narayan, el sirenio que estaba a mi lado, se arrodilló hincando una rodilla en la tierra.
— Es un placer volver a verla, Jefa.
*****
¡Capítulo de regalo! Para los que no sepan, suelo dejar pequeños adelantos de los próximos capítulos en mi perfil. Tal vez quieran seguirme para no perderse de nada.
[ Canción: Here I Am - Tommee Profitt ft. Brooke ]
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