[3] ARUNA
Esto era realmente aburrido. Recorrer hectáreas de área muerta no era divertido sin alguien al cual molestar.
Cuando con mi hermano salimos un par de veces siempre lo hicimos por la puerta del lado oeste del imperio, en la ciudad de Syr. Recordaba los extensos campos carbonizados y sin vida pero no había recordado cuán interminables eran. Las pocas veces que lo recorrí Kalu jugaba carreras conmigo hasta que llegábamos a la zona prohibida y nos adentrábamos en ella.
Esta vez, tenía que direccionarme un poco lejos de la zona prohibida. Atravesar el doble de distancia para no ponerme en peligro innecesariamente e ir por el pequeño bosque en la colina de Ordovian. Según el mapa que tenía doblado y guardado en el libro que traje conmigo, justo al salir del bosque podría ver el primer poblado.
Sería mejor que me apurase, había salido de la ciudad de Syr justo cuando los primeros rayos de luz comenzaban a aparecer y ahora el sol estaba en mi cabeza. Por suerte no me generaba calor, aunque podría ser porque estaba acostumbrada a las fuertes temperaturas por los volcanes alrededor del castillo. Pero sí que comenzaba a fastidiarme.
Al principio había disfrutado de la calma y la soledad, ahora empezaba a desquiciarme. Me sentía inquieta sin alguien hablando a cada segundo a mi lado.
Obvio que jamás lo reconocería ante Kalu.
Así que me apresuré y comencé a galopar rumbo al bosque, quería llegar y cruzarlo antes de que anochezca del todo. Podría contra unos cuantos ladrones en busca de joyas y dinero pero con el humor que traía podría terminar calcinándolos. No sería un buen final.
Al menos no para ellos.
Cuando a lo lejos vi el bosque hice que mi caballo frenara. Escruté cada árbol con mi mirada, esperando ver sombras moviéndose y alertando de un nuevo viajero listo para ser atacado. Pero no vi nada, desde aquí era fácil no reconocer nada.
Bajé del caballo y tomé la cantimplora de agua, intenté que mi caballo tomara algo con un poco de ayuda de mis manos y le di una manzana. Yo comí una también, sentándome un rato sobre la tierra que ahora tenía cada tanto alguna mancha verde fértil.
Me aseguré de que la montura siga bien enganchada y mis cuchillos en su lugar, inclusive me tomé la libertad para buscar el libro, repasar el mapa y luego esconderlos dentro de mi armadura, apretados por el cinturón en mi espalda.
El sol ahora estaba descendiendo y la luz comenzaba a amainar. El sol siempre se escondía por el este, justo a mi espalda. Las vistas del atardecer desde la ventana de mi habitación eran espectaculares, parecía que las mismas montañas y volcanes se prendían fuego junto con el cielo.
Volví a subirme al caballo, me aseguré de esconder mi cabello rojo en mi capucha, y volví al trote. Saldría del bosque cuando la oscuridad se apodere del cielo por completo y encontraría una posada para quedarme en el pequeño pueblo de Ordovian.
Los árboles comenzaron a tapar la visión del cielo, eran más altos de lo que esperaba pero aún dejaban pasar algunos rayos de luz haciendo que el ambiente se vea encantado. Algunos insectos comenzaron a chillar e incluso las luciérnagas salieron de sus escondrijos.
Este podría ser el mejor momento y temporada del año para visitar el bosque, me sentía con suerte.
Hasta que el embelesamiento se rompió al crujido de una rama. Giré mi cabeza para aquel lugar, no habían movimientos. Si tenía algo de suerte solo habría sido alguna criatura del bosque, sino tendría que sacar mis espadas para luchar.
Y yo nunca le decía que no a una buena pelea.
Frené por completo cuando el sonido provino, ahora, de mi otro costado. Giré para ver en esa dirección y solo me llevó una fracción de segundo tirarme de costado para que una flecha no alcance mi cabeza.
Sentí mi mejilla escocer.
— Malditos traidores del imperio — Susurré.
Ahora sí que me hicieron enojar, pero ante todo pronóstico en mi cara solo había una sonrisa triunfante.
Desmonté ágilmente, por delante de mí ahora se encontraba un hombre delgado apuntando una flecha hacia mi dirección. Por detrás, otro más robusto y de espalda ancha sostenía una espada larga y puntiaguda. Finalmente, y del que supuse había oído ruido al principio, otro hombre apareció al costado del camino.
Todos estaban enmascarados y encapuchados, pero pude divisar que el último tenía uno de sus ojos una profunda cicatriz, esa herida le había dejado ciego de ese ojo.
No tuve tiempo para inspeccionar más detalles, me pegué espalda al caballo cuando otra flecha fue lanzada. A mi izquierda el tipo de la gran espada se había corrido de antemano y ahora se lanzaba contra mí.
Saqué tan solo una de mis espadas, frené su ataqué y con la mano que me quedaba aproveché para tomar un cuchillo de mi espalda y lo lancé al arquero que cayó muerto al instante.
Sin la distracción de tener que velar mi seguridad por sus flechas ahora tenía el camino libre para los otros dos hombres.
El tipo de la cicatriz estaba claramente enojado, su grito llegó junto a su ataque con una espada gruesa y de doble filo pero algo más corta que la de su amigo. Sus armas no eran de buen material y no estaban muy bien equipados en armaduras.
Frené su ataque y tomé la espada que me faltaba, con un elegante movimiento roté mi cuerpo y rocé el filo de mi espada contra su estómago. El otro hombre cortó el aire sobre mi cabeza con su espada, me había agachado justo a tiempo. Dejó un punto ciego a sus piernas por eso, rasgué su pantalón viendo como su sangre manchaba la cuchilla de mi arma.
No eran buenos empleadores de sus armas y no había gran destreza. Para un viajero normal ellos serían una gran amenaza, a mí comenzaba a aburrirme la idea de seguir peleando.
— ¿Eso es todo lo que tienen? — Dije dando unos pasos hacia atrás y dejándoles espacio para que respiren — Que decepcionante.
— Eres mujer — Gruñó el del ojo ciego.
Mi voz femenina los había sorprendido a ambos. Al instante, me desagradaron. Ningún leal al imperio diría esas palabras y mucho menos estarían sorprendidos. Tanto mujeres como hombres draconianos podían llegar a ser grandes contrincantes en batalla y todo mi pueblo sabía eso.
Daba igual de dónde vinieras, ni quién fueras. Daba igual tu sangre. Lo que valía en el imperio era el coraje, la valentía y el esfuerzo. Si sabías blandir una espada con destreza, eras alguien altamente respetable. Si morías en batalla, dando tu vida al imperio, se contarían grandes hazañas de ti en un futuro como si de un héroe o heroína se tratara.
Yo quería eso. Yo quería ser recordada de esa manera, una guerrera que triunfó. Quería que los niños me vieran pasar y quisieran llegar a ser como yo algún día, justo como yo miraba llena de adulación el recuerdo de mi madre.
— Claro que soy mujer — Exclamé vehemente — Y no solo eso...
Quité mi capucha, quería que supieran quién había ganado esta pelea. Quería ver en sus ojos el miedo y la irreversible perdición.
Sus ojos se ampliaron. Estaba segura de que los rumores de que los hijos del rey del imperio estaban en un viaje por la isla de Nyssa se habían extendido. Y ellos no esperaban tener la suerte de encontrarse con uno de ellos en su travesía.
El hombre de espada larga retrocedió unos pasos, como si no pudiera creer lo que estaba viendo.
Estaba claro que la mayoría de mi pueblo compartía los mismos rasgos que yo tenía, la piel blanca dado que las nubes de ceniza volcánica cubrían bastante el cielo; el pelo rojizo, o más bien anaranjado, y los brillantes ojos de color ámbar o marrones, inclusive verdes.
Pero ellos sabían que yo no era cualquier pueblerina del imperio. Claro que no.
Uno de ellos comenzó a correr repentinamente, alejándose de nosotros y gritando por ayuda. El del ojo ciego se quedó a enfrentarme.
— Al menos tu eres un oponente digno de morir por mi espada — Le dije.
Me posicioné con un pie adelante del otro en posición de lucha, una de mis espadas delante de mi rostro con la punta apuntando hacia el hombre. La de mi derecha justo en frente mío para bloquear cualquier ataque.
Dejé que atacara primero.
Sus ojos estaban furiosos, podía ver que la sorpresa en sus ojos se había ido junto al miedo. Él sabía que moriría corriera o luchara y prefería morir blandiendo su espada.
Por los mechones marrones que se divisaban por debajo de su capucha y la poca piel algo morena que podía ver en él supuse que descendía del antiguo clan Terra.
Bloqueé su ataque, corté nuevamente su estómago. Di un giro sobre mis talones y blandí la cuchilla hasta acertarla en su estómago. Se desplomó frente a mis pies, una muerte rápida.
Miré hacia el lado donde su compañero había corrido cobardemente. Lo pude ver a la distancia mientras seguía corriendo por el camino, me monté en mi caballo y galopé hasta alcanzarlo. Manejé las riendas con una sola mano, con la otra extendí mi palma en el aire. Los chispazos ocurrieron dándome una descarga de energía por mi cuerpo, el fuego apareció voraz y lo lancé contra el cuerpo de mi oponente que se consumió en llamas.
Frené y no miré atrás mientras daba la vuelta y volvía a mi recorrido para recuperar mi cuchillo e irme de ese bosque. Me daba igual los gritos agonizantes de mi víctima, se los merecía por cobarde.
— Soy la princesa del imperio — Terminé por mascullar.
Me estaba deteniendo cuando la brisa fría hizo temblar hasta los árboles. De repente, todos los animales dejaron de chillar. Las luciérnagas desaparecieron llevándose la luz y la paz del lugar. Los rayos del sol ya no calentaban ni alumbraban tanto.
Miré por sobre mi hombro, escruté todo el ancho bosque. No había nada por lo que temer a simple vista, pero sabía que una presencia estaba allí. Oculta ante mis ojos.
Decidí dejar mi cuchillo atrás, estaba demasiado inquieta por la nueva amenaza. Esta vez sí me preocupé.
Por mi cuerpo surcaron escalofríos que erizaron mis vellos. Ordené a mi caballo comenzar a galopar, corrió rápidamente por el camino pero no valió de mucho.
Sin verlo de antemano, algo se dirigió hacia mí. Estiré uno de mis brazos intentando protegerme de esa cosa pero ni el fuego hizo chispas en mi palma. Por primera vez en la vida, sentí terror.
La soga helada no solo se enredó en mi cuerpo y mi brazo, si no que me empujó del caballo debido a la velocidad y el peso.
Lo último que recuerdo es el golpe de mi cabeza contra el suelo y como todo se volvió negro.
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¿Hay algún personaje que venga gustándoles más que otro? Por momentos Aruni es mi favorita (tengo un par más de capítulos ya escritos), pero Kalu a veces me puede y mucho.
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