[17] ARUNA
El frío estremecedor que golpeaba contra mi piel fue lo que me despertó. La sensación de vértigo fue lo primero que sentí con el nudo en mi estómago y mis brazos trataron de aferrarse a lo único que me mantenía lejos de una caída libre en un acto reflejo. Todo lo que podía ver era blanco y más blanco, luego un cielo celeste que me habría deslumbrado de no ser por la sensación de pánico, la rugosa piel debajo de mis dedos me obligó a despegar mi vista del paisaje y focalizarme en mi captor.
El frizo me aferraba el cuerpo con una de sus patas, imposible sería liberarme de esas uñas que encerraban mi cintura, pero no es como si quisiera hacerlo de todos modos.
—¡Bájame de aquí! —grité contra el viento, tratando de no quedarme sin aire en los pulmones—. ¡Ahora!
El frizo rezongó en un gruñido e hizo caso omiso a mis palabras. En cambio, comenzó a descender, llevé mis brazos a mi cabeza y cerré los ojos. Estaba desprotegida y me sentía totalmente fuera de control, claramente no era lo mismo que viajar en el lomo del dragón al cual le tienes confianza. Claro que no.
Cuando la velocidad disminuyó logré separar mis brazos y abrir un ojo después del otro. Mi boca se abrió de par en par y no pasó ni un segundo en el que el grito salió de mi garganta a medida que el dragón esquivaba una lanza de hierro macizo pegándome un sacudón.
—¡Retrocede! ¡Ahora!
Pero fue inútil lo que le dijera. El dragón estaba empedernido en ir derecho a nuestra propia perdición.
No tenía ni siquiera tiempo de pensar lo que esas paredes congeladas en un gran círculo, protegiendo una gran ciudad, significaban. La fortaleza de hielo solo daba una respuesta clara: este era el mismísimo centro del clan Siren y el dragón me había vendido a ellos como un vil impostor. Pero los dragones no hacían eso simplemente porque sí, no cuando los suyos estaban siendo cazados y una de las lanzas casi lo derriba. No, esto era por algo más. Algo que no tenía tiempo de prestar atención o pensar porque me preocupaba nuestras vidas, no estaba tan segura de poder contra un batallón interminable de hombres con lanzas en el medio de la nieve y estando en mi estado de debilidad.
Decidí que debía mantenerme despierta y enfocada en solo una cosa: escapar. Me escabulliría de alguna manera, el dragón se cuidaría por si solo. Puede que sea tan terco como para ni siquiera querer irse, entonces simplemente iría a por otro. Ya estaba harta de este clan, de la nieve y del frío.
El dragón, alas extendidas y esquivando las flechas y arpones, repasó la gran ciudad amurallada de cerca. Los gritos me llegaron a los oídos, pude ver las casas de bloques de hielo, los sirenios correteando para esconderse o pelear, los abrigos blancos que trataban de camuflarlos con el ambiente. Entonces, observé como la ciudad terminaba abruptamente en una caída libre hacia el mar, uno amplio del que nadie había retornado si se había ido. El dragón dio la vuelta al instante, dejándome disfrutar poco del sol saliente y ese calor amortiguador sobre mi piel. Entonces fue cuando lo vi y comprendí todo, escuché el chillido desde la jaula en un sector de la ciudad donde otro frizo más pequeño nos observaba y trataba de liberarse de las rejas pesadas a su alrededor.
—Es tu hijo, lo quieres de vuelta —concluí.
Y ni un segundo después de eso las garras me dejaron caer. Grité de la impresión y mi espalda chocó con tablones que se partieron al instante dejándome sin aire y quieta durante largos segundos. A la distancia escuchaba el griterío de las personas, sabía que si no me movía en ese instante sería bocadillo de sirena en segundos, mas no podía más que boquear por aire mientras sentía mis músculos pinchar dolorosamente.
Me giré de costado, apretando los dientes e ignoré el dolor concentrándome en la casucha oscura en la que estaba metida. Me arrodillé con ayuda de mis manos y logré pararme soltando maldiciones que ninguna princesa debería de haber aprendido nunca.
—Si salgo viva de aquí no volveré a moverme nunca y tendré a Kalu de sirviente por el resto de mi vida, lo prometo —me quejé aún sabiendo que era demasiado terca como para no salir de casa en busca de nuevas peleas.
La puerta se abrió y mis instintos me llevaron a atacar por sorpresa. Pateé la entrepierna del sirenio y arrebaté de sus manos la lanza para noquearlo. Salté sobre su cuerpo y me abrí paso ante un gran patio nevado, casas congeladas alrededor y sirenios que se acomodaban en formación junto a la gran jaula del pequeño frizo. Su boca era prisionera de cadenas y grilletes, de esa manera no podía liberar su viento helado, pero la que sí podía hacer eso y ahora destrozaba todo el lugar era la mamá dragón.
Ese frizo volaba alrededor masacrando y masticando a todo aquel que se atreviera a lanzarle algo. La velocidad de su vuelo le permitía fácilmente esquivar los arpones que los sirenios preparaban y destruirlos en una pasada, si no fuera por esos dos sirenios que correteaban hacia mí me habría sentado a ver el espectáculo con la boca abierta de la impresión. Choqué el filo de la lanza con uno y derribé al otro deslizando una de mis piernas sobre el piso. En un rápido segundo la punta de mi lanza atravesaba su estómago y su compañero trataba de embestirme con un grito de furia ensordecedor, lo esquivé al último instante y rebané su carne haciéndole sangrar. Como no había tiempo que perder solo lo dejé allí tirado sin que pudiera levantarse y corrí al centro.
Cuando la multitud de sirenios se dio cuenta de mi presencia junto a ellos supe que esa pobre lanza en mis manos no podría contra todos ellos, la tiré dejándola de lado y extendí mis brazos a cada lado sintiendo el cosquilleo de poder que llegaba a mis manos. Las chispas hicieron ruido y el fuego brilló ante sus ojos, todos se quedaron helados ante mi presencia y algunos retrocedieron unos pasos.
Casi me lanzo hacia ellos cuando una sacudida del suelo se llevó nuestra atención. Mamá dragón se derrumbaba entre las casas a metros de nosotros, el hielo se partía cuando trataba de buscar estabilidad y su boca dejó de escupir hielo. Observé la dirección en la que había atacado, la nebulosa de la nieve se desvaneció para darme la vista de una mujer hermosa de cabellos negros y piel tornasolada, los ojos celestes brillaban maliciosos cual mar embravecido y en sus manos el agua danzaba a su merced.
Mi única posible reacción fue jadear. Su mirada pasó del dragón hacia mí, sonrió de lado con sorna y me desafió con un simple levantamiento de cejas. Era imposible que esa mujer de vestido negro pudiera luchar contra mí, no tenía habilidades de combate más que su poder del agua. Su apellido, Rayhad, me pareció totalmente en vano y desmerecedor. La belleza claramente sería su mayor fuerte, las palabras y la estrategia de mando como todas las anteriores emperatrices del clan.
Caminó hacia mí luciendo ese vestido pesado, negro, de piel que se abría en su pecho en un escote fino y largo dando la sensación de elegancia y majestuosidad. Yo no tenía ese estilo de ropa, detestaba que las faldas se me interpusieran a la hora de dar patadas o correr.
—Princesa —habló finamente—, es un placer conocerte al fin.
—Emperatriz —respondí sarcástica—, ¿debería inclinarme ante ti?
Lo hice, tomé mi falta invisible y actué tomando una estúpida pose y sonriendo al instante de lado dándole ver que ella me daba gracia y no temor.
—Sí, también me hablaron de tu falta de modales —afirmó mientras cruzaba sus manos detrás y levantaba su mentón dejando ver ese rostro pincelado a la luz del sol.
—Y a mí me hablaron de cómo todo el clan había desaparecido —contesté furiosa—. Pero ya veo que se escondieron como insectos debajo de las rocas.
El dragón pareció secundar mi respuesta porque su alarido embravecido resonó, se mantenía parada y medio cansada por lo que vislumbraba desde mi posición, atenta a nuestra conversación.
Miré hacia la jaula donde el pequeño frizo parecía estar entre entusiasmado por la llegada de su madre pero aterrado por la situación.
—Tienes algo que me pertenece —le hice ver—, entrégamelo y puede que convenza a ese dragón de no destruir toda tu ciudad de fantasía.
—Deberías de comenzar a respetarme un poco más, ¿sabes? —ella se encogió de hombros—. Después de todo tu vida está en mis manos.
Me reí indignada y justo en el momento en que una palabra listilla iba a salir de mi boca alguien me tomó por un brazo. Al instante me di la vuelta para golpearle, pero la descarga de frío me congeló en el lugar sin poder continuar con el golpe y el rostro que apreció frenó cualquier idea que pudiera surgirme.
—¡Ahora! —el gritó de la emperatriz llegó a mis oídos y estaba segura de que debía impedir cualquier acción que surgiera, pero mis ojos estaban clavados en los ojos celestes perturbados que me miraban.
—¿Por qué? —pregunté, como si no fuera obvio.
Después de todo lo que había pasado entre nosotros, incluso después de esa pelea en la que había perdonado su vida... lo único que podía hacer era preguntar el por qué. Estaba más que obvio los motivos para hacerlo, sin embargo, una parte de mí se sintió traicionada cuando congeló mis manos.
—Los siento, Aruna —susurró apenado Narayan.
Mi cerebro hizo un clic, mis ideas comenzaron a formarse y miré mis manos. Eso era ¡estaban congeladas! Narayan lo había hecho y... y los únicos con un poder como tal eran los descendientes de Selene Rayhad, diosa del agua encarnada en humana. Él tenía que ser familiar de la emperatriz.
Todo este tiempo había estado con un Rayhad, enemigo directo del imperio. Y la único realmente bueno que había llegado a hacer por mi pueblo era asestarle unos cuantos golpes. Pero lo bueno no contrarrestaba lo malo, le había dejado con vida, le había seguido y había confiado mínimamente en él. Pero, entonces, si él era un Rayhad ¿por qué mantenerme con vida? Mis ojos volvieron a los suyos que parecían los de un bebé dragón abandonado, me fue imposible comprender sus acciones.
—¿A qué estás jugando? —le cuestioné—. ¿Me salvas la vida para luego arrebatármela? —negué con mi cabeza sin creérmelo—. Si no eliges un lado, terminarás muerto.
—Te lo he dicho, quiero un mundo sin bandos —me respondió firme.
—¡Narayan! Enciérrala en su celda —le ordenó la emperatriz.
Él me tomó del brazo y me arrastró por el patio nevado. Vi sus prendas nuevas, estaba ataviado en un pantalón blanco y botas negras, tenía una especie de saco elegante en un tono azul marino que gritaba elegancia. Mentiría si dijera que no le quedaba bien, pero ese disfraz de la realeza en el que estaba metido no era uno que yo reconociera totalmente. La nueva versión de Narayan, con el pelo peinado y la cara limpia incluida, era la versión de la traición para mis adentros. Aun cuando realmente nunca fuimos aliados.
Miré sobre mi hombro, mientras me obligaban a caminar, hacia el lugar donde debería estar mamá dragón y todos los sirenios estaban haciendo su mayor esfuerzo para capturarla, con cadenas, lanzas y, sobre todo, el poder de una Rayhad que contrarrestaba las escupidas de hielo del dragón. Era inútil, supe que ese animal no tendría chances.
✽✽✽✽✽
Pasé un largo y desesperante tiempo dentro de una habitación congelada, techo, piso y paredes eran una gran capa gruesa de desquiciante hielo. Mis manos dolían un poco más a cada segundo que pasaban, pero estaba siendo soportable después de todo lo que había tenido que soportar para llegar hasta aquí. Quería maldecir al dragón por meterme en este embrollo, aunque sabía que sus instintos por recuperar a su cría eran mucho más fuertes; también tenía la boca abarrotada de malas palabras hacia Narayan, mas ninguna salió realmente, ya no tenía ganas de discutir. Había un suave frío, una suave calma que se aferraba a mi corazón y lo envolvía, era como si mi mente estuviera dormida por completa y no pudiera siquiera pensar en una estrategia para salir.
Suspiré, ya perdía la cuenta de las veces que lo hacía, mie estómago gruñó del hambre, ya era una sensación totalmente conocida para mí también. Lo único que restaba hacer era esperar a que algo mágico pasara, cerré mis ojos tratando de ahuyentar los ojos celestes que me habían apresado inútilmente. Le había dejado vivir, maldición, podría jurar que ni siquiera quería matarle realmente y cada uno de mis pensamientos siempre se desviaron a una excusa que se escuche lo suficientemente justificable. Entonces, que él venga a hacerme esto siendo que fue el primero en no querer enfrentarse a mí... tan solo me descolocaba por completo.
Miré la circunferencia que había en el suelo, a una esquina de esa celda. El agua en él me llamaba poderosamente la atención, tenía sed, pero tampoco era tan estúpida como para acercarme. Lo hacían a propósito, yo también habría hecho un sistema de ese estilo para quebrar al enemigo si tuviera en mi poder el control de las sirenas y los tritones. Si yo siquiera me asomaba estaría automáticamente muerta.
La puerta se abrió y Narayan entró con una bandeja de comida. Cerraron la puerta tras de si y se acercó cautelosamente hacia mí, no quise verle por lo que desvié mi mirada.
—¿Tienes hambre? —Me quedé callada, pero mi estómago me jugó una mala pasada gruñendo e implorando por comida sin mi consentimiento—. Vamos, come algo.
Él se acercó y tomó un trozo de pan para acercarlo a mi boca, apreté mis labios y desvié la cara.
—¿Cuántas veces me has dicho que somos enemigos? ¿Ahora que me comporto como uno te enfadas? —se quejó.
Tenía razón, lo miré con toda la furia que pude reunir en mis ojos para que no se atreva a seguir hablando sobre eso. Él tenía razón y era una hipócrita por molestarme cuando yo misma había querido que actúe de este modo, en ese entonces pensaba que haría las cosas más sencillas y las ganas de cortarle el cuello podrían aparecer y estar más que justificadas. Nunca lo estuvieron, ni siquiera pensaba que ahora mismo pudiera apuntarle con el filo de una espada sin que mis manos tiemblen. Lo detestaba por eso, por mi confusión y su confianza desmedida a sus acciones. Yo era la que siempre confiaba en lo que hacía, desde que lo había conocido había estado dando tumbos sin saberlo realmente.
—Interesante lo que dices —traté de desviar el tema hacia él—, no quieres matarme primero pero ahora me entero de que eres un Rayhad.
Agachó su mirada, aún en cuclillas frente mío, tomó aire y se atrevió a mirarme. Había cierta luz en sus ojos, una que podría llegar a denotar arrepentimiento, pero no estaba segura.
—Ella es mi hermana mayor, Dalai Rayhad, emperatriz de Siren y del océano —la presentó con un tono de ironía en sus labios—. Ni siquiera la reconozco Aruna, era el menor de cinco hermanos cuando la guerra explotó. La primera era Ishana, pero murió, entonces Dalai se hizo cargo cuando todos creyeron que habíamos muerto. —Volvió a intentar tenderme el pedazo de pan, lo dejó cerca de mis labios y ninguno de los dos retiró su mirada del otro cuando abrí mi boca y me dispuse a comer—. Tebas y Mina eran los otros dos, ambos murieron también. A Tebas y a mí nos habían enviado a la guerra, cuando todo terminó los terranos me escondieron para protegerme y mantuvieron contacto en secreto con Dalai. Siempre supimos del otro y jamás se interesó en buscarme o tratar de devolverme a casa. —Narayan se encogió de hombros mientras hacía una mueca con sus labios—. No es la misma niña con la que me crie. Y tampoco te mentí cuando dije que no iba a quedarme, jamás quise hacerte daño.
Tragué el pedazo de pan, me costó hacerlo pasar por mi garganta y no sabía si era por lo que me estaba contando o simplemente por la sequedad de mi boca. Podría justificarle el hecho de que la ayude, ella era su hermana después de todo y yo lo haría una y mil veces por Kalu, pero la cuestión aquí era que apenas se recordaban. Seguía sin entenderle.
—Agua —demandé secamente.
Él me obedeció al instante y me ayudó a tomar del vaso que había traído. Cuando mastiqué el siguiente pedazo de pan el apetito volvía incluso con más ansias.
—Envidio tu relación con Kalu, ¿sabes? —Narayan sonrió de lado algo nostálgico—. Yo tenía algo parecido con Tebas antes de que...
Se quedó en silencio, pero lo entendí perfectamente: antes de que muera. Antes de que alguien lo matara, probablemente un draconiano.
—Nos hicimos fuertes por la desgracia, Narayan, no hay nada que envidiar en ello —susurré recordando esa terrible noche.
Él frunció el ceño e inclinó su cabeza. Suspiré cerrando mis ojos y, no sabía el por qué, me dispuse a contarle sobre esa noche, sobre nosotros, para aminorar su dolor por la pérdida y abandono de su familia.
—Kalu no es realmente malo ¿sabes? —sonreí por su cara de incredulidad—. Sé que muchos lo ven como un gran y temible guerrero, tal vez te hayan llegado historias sobre él. Pero en el fondo, Kalu está mucho más perdido que yo; en el fondo no es tan fuerte. —Lamí mis labios y traté de no mostrar grandes emociones, por más que sea un recuerdo doloroso—. Esa noche mamá estaba contándonos una historia, vimos los pájaros volando en la ventana y automáticamente ella se alarmó. Nos tomó a nosotros y nos hizo correr por el pasillo, pero la ventana del corredor se rompió en pedazos y entraron varios caelios. Recuerdo el amarillo en sus ropas. —Tomé una gran bocanada de aire y me preparé para lo que seguía—. No voy a detallar, eran varios y mamá no tenía con qué luchar. Ella no era descendiente de Draco así que no tenía fuego, nosotros éramos muy chicos para realmente controlarlo y no lastimarla. Bajó a casi todos ellos cuando la mataron delante nuestro. —Me aclaré la voz al notarla algo floja y proseguí—. Corrimos a su cuerpo, Kalu y yo llorábamos a mares y él se quedó estático aferrándose a su cuerpo. El hombre vino a por nosotros con el cuchillo y supe que sería nuestro fin si no actuaba, si seguía petrificada en mi lugar. Pero algo se prendió por dentro, fue una chispa de adrenalina y confianza que nunca voy a saber de dónde salió. Tomé el cuchillo que estaba en mi madre y lo apuñalé antes de que él siquiera pudiera procesar lo que había ocurrido. Esa noche yo le dije a padre que Kalu nos había salvado, él se veía tan perdido y ajeno a todo que no quería que piensen que era débil. Todos creyeron que era producto de la primera vida que había arrebatado y de ver a mamá muerta. No volvió a decir palabra hasta el día siguiente cuando me agradeció y no volvimos a tocar el tema.
—Eres sorprendente Aruna —susurró Narayan seriamente.
—No es a lo que iba —me quejé ignorándole—. La cosa es, a veces las cosas no pasan como queremos. Tu familia te dejó o está muerta, a la mía la destrozaron. Cambiaría mil veces la vida de mi madre aunque me gane la desconfianza de Kalu y lo conozco lo suficiente para saber que él desearía lo mismo.
Terminé mi comida en silencio, con su ayuda. Cuando terminé él suspiró y me tomó de los brazos para pararme.
—Llegó la hora —dijo, mucho más serio que antes, me observó fijamente y tardó en reaccionar como si se debatiera por dentro. Entonces, susurró—: Espera a mi señal.
Parpadeé sin saber cómo tomar su comentario y fui arrastrada lejos de mi celda hasta el corredor y caminamos con más guardias a mi alrededor hasta el patio donde la jaula del pequeño dragón seguía en su lugar y ahora era acompañado por el gran cuerpo de su madre siendo aplastado por cadenas gruesas. Observé sus ojos medio descoloridos y supe que no se encontraba realmente bien, mucho menos al saber que podría perder a su cría. Sentí rabia por eso.
Antes de que me dejaran al medio y frente a un pequeño palco en la distancia donde pude a Dalai en un gran trono de hielo con terminaciones en puntas filosas, los guardias se abrieron en un gran círculo alrededor mío pero varios metros lejos y Narayan se apresuró para posicionarme como él quería para guiñarme un ojo y tocar con un solo dedo el bloque de hielo que aprisionaba mis muñecas. Mientras él se daba la vuelta vi el hielo resquebrajarse y sentí la sangre volver a correr poco a poco por mis dedos.
Dalai vestía un atuendo diferente. Era un vestido azul marino que arrastraba detrás de ella, mangas traslúcidas y una capa blanca de piel de animal. Derrochaba majestuosidad y ostentación con su mirada vacía al frente y mentón en alto. Tenía que ser unos cuantos años mayor que yo, pero se veía mucho más joven de lo que era.
—¡Sirenios! ¡Hoy se cumplirá nuestro anhelo más deseado, hoy se hará justicia por nuestros antepasados, nuestra familia, por nuestra forma de vida! —comenzó a hablar fuerte y claro, rodeé los ojos harta de los discursitos repetidos de siempre.
Una figura, que no era Narayan ni aquel hombre que se mantenía estoico y bien vestido al lado de la emperatriz, me llamó la atención. Estaba vestida con un color grisáceo con mangas amplias y falda lisa, apostaba que ese vestido se lo habían prestado, porque ella no era sirenia, ella era caelia. Su mirada parecía vacía y triste, las ojeras se acumulaban en sus ojos y tenía la panza abultada de una embarazada. Miré a Narayan en busca de respuestas pero él parecía tener su atención en su hermana que la miraba de reojo de rato en rato. Entonces fue cuando me di cuenta de la pequeña bestia que se mantenía sentada entre las piernas de el sirenio, como un tierno peluche de oso blanco aunque siendo capaz de arrancarte la mano con esos dientes y garras de animal.
—No vamos a perder más tiempo en ceremonias ni te daremos un juicio justo —declaró Dalai Rayhad.
Abrí mis ojos desmesuradamente mientras la gente a nuestro alrededor victoreaba. Ella estiró su mano, miré a mi alrededor y hacia los dragones que chillaron, observé mis manos y comencé a tironearlas del hielo con impaciencia tratando de que el hielo siga rompiéndose.
—¡Aruna corre! —gritó Narayan.
Cuando alcé mi vista y mis manos se separaron del hielo, el suelo bajo mis pies tembló y solo pude ver la figura del sirenio tratando de frenar a su hermana mientras yo caía hacia abajo y me hundía en el agua. Pataleé todo lo que pude, vi el blanco hielo alejándose de mí, hundiéndome más y más daba igual las brazadas que intentara dar. Si Narayan no venía a por mí yo estaba perdida. Traté de aguantar la respiración lo más que podía, el fuego no funcionaba debajo del agua. Sombras rápidas comenzaron a aparecer junto a mi desesperación y ni siquiera pude creerme que terminara mi vida de esta forma, las cosas no sucedían dos veces de la misma forma, yo lo sabía, así que Narayan no vendría a salvarme esta vez. Estaba sola y perdida. Estaba muriendo.
Las sirenas fueron acercándose cada vez más, tritones también. Uno a uno comenzaron a rodearme y sonreír con afilados dientes, cada vez más cerca y cada vez más cantidad. El agua fría dormía mis músculos, la falta de aire se robaba mis sentidos y mi boca no pudo evitar abrirse tratando de buscar aire que no había. Mis latidos se sintieron en mis oídos, cada vez más fuertes y aterradores, mi cuerpo convulsionó al ir tragando agua y más agua y llenándome los pulmones de ella. Entonces cesó, todo terminó.
Mis ojos se cerraron, las criaturas marinas se difuminaron. Mi vida iba acabándose.
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No me tiren con piedras, por favor. Para motivarlos un poquito les dejo este video (que si me seguis en instagram seguramente ya lo viste, pero si no aquí está).
Además quiero advertirles: ESTAMOS LLEGANDO AL FINAL OMG.
Quiero comunicarles que haré lo posible esta semana para acabar de escribir todo y así ustedes pueden tener su hermoso final con una graaaan maratón. Les iré comentando qué tal va todo por anuncios en mi tablero y por instagram.
https://youtu.be/lYOYsNiqmrc
Cambiando de tema, me puse el reto de hacer un libro en no más de 3 meses (algunos autores están participando también, si quieren hacerlo solo manden mensajito). Y cuestión que mañana presentaré el libro en mi instagram, pero no lo publicaré aquí en wattpad hasta no tenerlo completito. Así que si quieren ir a ver qué tal estén atentos a mis publicaciones en mi ig: hacheescribe.
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