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[13] KALU

Me dejaron en la noche totalmente solo, pensé que ellos vendrían a por mí para contarme las nuevas noticias con una sonrisa de oreja a oreja.

En cambio, me la pasé en la oscuridad de la celda, en silencio y ahogando cada uno de mis pensamientos. Pero las palabras del caelio se repetían con fuerza, incesantemente, hasta amenazarme con perder la cordura.

Estaba decidido, daba igual si fuera o no cierto, ellos pagarían por todo lo que estaba ocurriendo. Primero, la bruja me había dado esa maldición que aún estaba fuera de mis límites comprenderla. Después me tendieron una trampa, los caelios habían estado todo este tiempo recuperándose en la sombras como las ratas que eran. Además de que habían torturado y maltratado a mi futuro dragón, nadie lastimaba a los dragones y salían sin ser castigados por el imperio. Nadie.

Y, por último, tenían el atrevimiento de meterse con mi propia familia. Con la persona que más me importaba y la que había jurado proteger con mi vida pasara lo que pasara, desde que mamá había muerto delante de nosotros.

Keblas había dicho que había nacido de un monstruo. Claramente él no tiene ni idea de lo que un monstruo sería realmente capaz y yo estaba férvidamente decidido a demostrárselo.

La celda se abrió. La bruja que me había echado la maldición entró con sus harapos raídos y sucios acompañada de cuatro guardias. Levanté mi cabeza y mantuve mi mirada indescriptible, nada de facciones que demostraran sentimiento alguno. Nada que pueda delatar lo que estaba pensando hacer.

La vieja bruja terrana sonrió con sus labios agrietados, mostrando esos huecos que faltaban entre diente y diente podrido. La magia oscura la estaba consumiendo por completo, no me sorprendería que cayera como un saco de semillas, peso muerto y sin vida.

— Veo que has estado divirtiéndote — Dijo ella sonriendo de lado y observando cada punto de mi cuerpo cubierto en esa escamosa piel negra — No has perdido el tiempo ni un segundo. Tampoco te detuviste cuando aún no era tarde.

No le contesté, no le daría el gusto de molestarme. Seguí con mi mirada fija en su rostro sin inmutarme por nada. Aruna me había enseñado que, algunas veces, la indiferencia podía molestar más que un par de palabras.

Ella inclusive me lo había demostrado varias veces, cuando trataba de molestarme y simplemente me desquiciaba al ignorarme.

Se alojó un nudo en mi garganta ante la posibilidad de que eso jamás vuelva a ocurrir de nuevo.

— ¿Te han cortado la lengua? — Ella levantó con mucho esfuerzo una ceja, miró hacia uno de los guardias que negó con la cabeza — ¿Por qué tan callado príncipe? ¿Acaso se ha enojado por mi regalo?

Rio por unos segundos, hasta que su risa se convirtió en una mueca fastidiada al no alcanzarme con sus irritantes comentarios. Aunque por dentro, era otra cosa. Las ideas de cómo torturar a cada persona que estaba allí dentro de la celda era lo único que me distanciaba de sus palabras, la furia recorriendo mis venas y calentando mi sangre hasta hervir en mi mirada de desprecio.

La venganza anidando, susurrando a mi oído actos impíos.

Bufó y asintió, como si estuviera contestándose algo dentro de su cabeza. Me miró de pies a cabeza una última vez y se dio media vuelta.

— Te veré el día en que la muerte se nos presente — Habló mientras caminaba lentamente hacia afuera — Los cuervos así me lo han dicho.

Y con eso, simplemente se cerró la puerta y ya no hubo más visitas ni de guardias ni nadie por un buen rato.

No quise darles vueltas a sus palabras, demasiado preocupado por Aruna estaba ya. Tenía que salir de aquí y verificar que lo que me dijeron fue una vil mentira para quebrarme, que se equivocaban.

Porque ¿qué haría yo sin mi hermana? ¿Qué sería de mí?

Había pasado bastante tiempo cuando la celda volvió a abrirse, esta vez el caelio familiar de Keblas entró. Iba a mantener la misma fachada de indiferencia, pero algo me ganó de mano. La figura pequeña que lo acompañó y pasó por esa puerta para mirarme a los ojos.

Isis estaba allí, parada en nuevas sandalias mucho más cuidadas y ataviada en un vestido amarillo limpio. En su cadera colgaba, atada con una soga improvisada, la daga que le di. Corrió con rapidez y se colgó con sus brazos delgados a mi cuello.

— ¿Qué haces aquí? ¿Qué te han hecho? — Le pregunté rápidamente.

Ella era inocente, una niña que en manos caelias solo sufriría. Además ¿cómo había logrado meterse? Le dije que nos volveríamos a ver, yo iba a encontrarla ni bien saliera, no ella a mí.

Isis se distanció y me observó de arriba abajo, sus ojos gritaban preocupación. Pensé que mi nueva piel iba a aterrorizarla, pero no ocurrió. Simplemente sonrió cuando no vio ninguna herida grave.

— La encontré robando comida de las cocinas — Dijo el caelio — Trató de apuñalar a una cocinera diciendo que mataría a todos si te hicieron daño. No logré calmarla hasta que le dije que la llevaría a verte.

Bueno, tal vez no haya sido tan buena idea esa de darle la daga. Podía imaginarla con el filoso instrumento en mano, apuñalando y cortando el aire mientras trataban de detenerla. Con las fuerzas que me quedaban intenté no sentirme orgulloso por ello, puede que la sonrisa me haya delatado.

El bicho interrumpió mis pensamientos, se posó en la cabeza de la niña y me observó con sus ojos saltones.

— Me agrada la cocina, hay comida deliciosa — Dijo simplemente.

No quería saber qué clase de comida él la llamaba "deliciosa", suponía que carne sin cocinar o algo por el estilo. Tal vez incluso Isis logró sacarle un ojo a alguien y había alimentado al Zyrath.

— La usé como tú me enseñaste — Isis me regaló una gran sonrisa orgullosa — Cortar y apuñalar, cortar y apuñalar.

Con cada palabra fue moviendo su mano hecha puño, como si tuviera la daga entre sus dedos y no estuviera guardada en su funda.

— Aprendes rápido — Le concedí con una media sonrisa.

— Dijiste que lo ayudarías — El tono de Isis fue acusatorio, miraba al caelio con el ceño fruncido — No nos has mentido ¿verdad, Seth?

Seth debía ser el nombre del caelio, primo de Keblas. Lo observé también, él fácilmente podría haberle dicho alguna mentira a la niña para calmarla. No me ayudaría, claro que no. Una cosa era esa extraña amabilidad suya, solo porque en realidad odiaba a su familia. Y otra completamente diferente era lograr que todos murieran en mis manos.

Él pareció algo cohibido ante nuestras miradas, como si realmente lo estuviera sopesando.

— ¿Qué pasará si te libero? — Preguntó, en cambio.

Fruncí mi ceño, esa respuesta me sorprendió. Intenté no verme como si ya hubiera ganado la discusión, oculté la sonrisa que casi se me escapa y me preparé para convencerle.

— ¿No hay guardias afuera? Podrían escucharte y eso haría que tu primo tuviera una excusa para matarte.

Eso es, remarcarle lo que haría su familia por él era una buena forma de empezar. Ellos lo matarían, ya lo hacían sufrir bastante. Si me liberaba, ese sufrimiento se habría ido. Podría darme el gusto de dejarlo con vida, no era alguien que realmente me importara por más que sea de la realeza. No había sangre de los descendientes corriendo por él, podía dejarlo.

— No, están en la entrada a las mazmorras — Contestó — Pero ¿qué es lo que pasaría?

— Obtendría mi venganza por la muerte de mi hermana — Hablé con sinceridad — No voy a mentirte Seth, tu familia morirá por alta traición al imperio. Tomaré mi dragón e iré directo a ítatu.

No pensaba volver a Draco, no sin antes saber lo que realmente había sucedido con mi hermana.

Seth frunció sus rubias cejas, sus labios finos y tajeados se apretaron y miró hacia el suelo. Sus manos comenzaron a temblar, no es una decisión que él tomaría a la ligera. En realidad, no estaba seguro de que fuera una decisión que realmente tomaría.

Debía pensar, ser inteligente. Si iba a gobernar todo un imperio mis palabras tenían que valer, debía saber manejar a las personas y a grandes masas. Aunque ese siempre haya sido la especialidad de Aruna, por más que ella lo negara.

Entonces, comencé a persuadirle como aquella nueva voz vengativa en la parte trasera de mi mente que me rogaba con ansias acabar con todos de una vez.

— Seth ¿hace cuánto que te vienen tratando como si no valieras nada? — Cuestioné — Mírame cuánto me odian y lo que me han hecho, mírate tú. No estás muy alejado a mi realidad.

— Por favor, Seth — Imploró Isis, su cara se tornó inocente y con ojos brillosos de lágrimas — Por favor. Kalu es bueno, me dejó que lo acompañara. Me salvó de quedar abandonada para siempre.

Una vez había caído por esa misma carita inocente que Isis era tan buena en perfeccionar para dar lástima. De no conocerla, me lo hubiera creído. Tal vez sí estaba agradecida conmigo por haberla tomado bajo mi ala, pero esa cara de extrema inocencia era una mentira.

El caelio se estaba debatiendo demasiado, la cara de Isis hubiera funcionado al instante de no ser porque la vio queriendo apuñalar a todos en esa cocina. Sabía que la niña podía ser despiadada si así lo deseaba.

Vi como su cuello se contraía al tragar, como si tuviera un nudo en su garganta. Entonces abrió ligeramente los labios y nos miró decidido. Seth asintió.

— Te daré las llaves — Susurró.

La expectativa y las ansias me hicieron sonreír de lado, una sonrisa cruel por las ideas que tenía de cómo matar a cada miembro Le Blanc.

Isis copió mi sonrisa.

— ¿Significa que no habrá más cocina? — Le preguntó el Zyrath a la niña con un dejo de preocupación.

— Tranquilo, bichito — Dijo ella dejando mi regazo y tomando al bicho en sus manos para acunarlo en sus brazos — Kalu te conseguirá tu comida favorita.

Suerte que el caelio había salido por la puerta, porque de haber preguntado cuál era la comida favorita de ese animal estaríamos los tres tras las rejas.

Seth volvió con una llave de hierro, apta para la cerradura de mis cadenas. Por lo que pude notar, la llave tenía inscripciones y parecía estar bañada en escarcha. Como si estuviera congelada.

— ¿Cuál es el plan? — Preguntó, con mi llave hacia la libertad aún en su mano. Estaba siendo más precavido de lo que me gustaba.

Reuniendo toda la paciencia que traía conmigo le contesté, pensando en lo que a él le gustaría oír.

— Mataré a los guardias para que no te delaten. Si vieron a Isis creerán que ella me liberó robando la llave a hurtadillas y no que tú los traicionaste — Su barbilla temblequeó y apartó la mirada, me di cuenta que estuvo mal utilizada la última palabra y ahora debía corregirlo — Me encargaré de que tu primo tenga su merecido por lo que te hizo, no te preocupes. Solo tienes que entregarme la llave y salir de aquí normalmente.

— ¿Salir? — Cuestionó algo nervioso.

— Te llevas a Isis, le indicas donde está el dragón. Ella se encargará de liberarlo.

— ¿El dragón? — Los ojos de Isis se agrandaron de felicidad y júbilo — ¡Yo lo hago! ¡Yo lo hago!

— Tu vida será protegida por los míos, eso te lo prometo. Por haber salvado al príncipe del imperio solo te esperan grandezas — Alimenté su codicia — Grandezas que tu primo solo imagina. Podrás pedir lo que quieras.

Sus ojos brillaron tenuemente. Lo tenía.

— ¿Qué dices Seth? — Inquirí — ¿Vivirás bajo su sombra para toda la vida? ¿O dejarás de lado la cobardía? Mi llave es también tu llave a la libertad, solo necesitas entregármela.

Observó la llave que aferraba con una de sus manos, no podía escuchar sus pensamientos pero eran fáciles de adivinar. El muchacho estaba roído por dentro por la desgracia, la tristeza y la furia. Los mismos caelios habían criado al enemigo dentro de su casa, no me necesitaban a mí para destruirles.

Isis estaba tan expectante como yo, la tensión de la celda se palpaba como una bruma latente.

— Sería... traicionar a mi familia... — Susurró medio cohibido.

— De eso se trata la supervivencia. Egoístamente tienes que elegirte a ti mismo sobre los demás o dejarte pisotear ¿Qué eliges tú?

Hizo una mueca con sus labios y me observó a los ojos.

— Puedes unirte a nosotros — Agregó Isis — Puedes ser un draconiano.

— Pero un draconiano jamás se dejaría pisotear — Comenté, aún sosteniendo la mirada de Seth.

— No quiero que vuelva a humillarme — Seth exclamó con la voz ahogada, la tristeza en su rostro se convirtió en furia y determinación — Solo tengo una condición.

Me mantuve en silencio, mascullé en mis adentros. Se acercó unos cuantos pasos extendiendo su brazo cuidadosamente hacia mí, la llave estaba tan cerca que podía sentir el frío que desprendía.

— No mates a Aunídia — Me pidió — Está embarazada, el bebé es inocente.

Si yo dejaba con vida a ese bebé entonces crecería y se convertiría en un nuevo Keblas. No podía permitirlo. Además ¿por qué debía de tenerle compasión cuando ellos mismos mataron a un bebé de mi familia a sangre fría también? No. No cumpliría su condición.

Pero no se lo dije, sabía que iba a cometer alguna locura que nos afectaría a todos si yo no se lo prometía. Así que la mentira salió fácil y rápida por mis labios.

— No lo haré, no te preocupes.

Isis no esperó mucho más, estaba tal vez más ansiosa que yo. Arrebató la llave de la mano del caelio y corrió a los grilletes. Abrió uno por uno, la expectación de verme completamente liberado crecía cada vez más. Cuando la última cadena cayó al suelo el caelio estaba con la espalda apoyada contra la pared y mirada temblorosa. Sabía muy en sus adentros que no había tomado una decisión acertada, pero no sería yo quien se lo dijese.

— ¿Dónde está el dragón? — Pregunté, mientras que con sumo cuidado me paraba de mi lugar.

Mis piernas se sentían flojas, la energía que habían encarcelado dentro de mí es lo que me estaba manteniendo erguido. La oleada de calor la pude palpar por cada uno de mis poros, llenando la agonía de mi corazón con una promesa cálida de muerte y sangre.

Estaba contento, aquel bicho anidando en mi interior también rezumbaba de goce y júbilo ante la libertad.

— Eh... eh... — Tragó saliva y lo observé fijamente aguardando que sus ideas se aliñen y diera palabra — Está... eh...

Caminé lentamente hasta quedar frente a él. Desde la poca distancia sentí su respiración acelerada acariciar mi barbilla, noté un leve rastro de pecas sobre su nariz y nuestra diferencia de altura. Yo era bastante más alto que él, antes me había parecido que rozábamos la misma medida.

— ¿No lo recuerdas? — Consulté.

Encerré más su menuda figura, que parecía achicarse más contra la pared, poniendo mi brazo sobre su cabeza. Acerqué tanto mi rostro que nuestras narices casi se tocaron.

Su nerviosismo era como un dulce en mi paladar. Me agradaba verle frágil y sin salida.

— Encerrado, está encerrado — Respondió rápido, sus palabras se trabaron varias veces — En la arena, debajo. Abajo de la arena.

Sostuve su mentón obligando a que sus ojos me mirasen. El color amarronado era como un tenue avellana, uno brilloso y acaramelado. Definitivamente, el caelio tenía un encanto particular muy diferente a lo visto en casa.

— Si hubieras nacido draconiano nuestro primer encuentro hubiera terminado muy diferente — Susurré.

Y le solté.

Caminé hacia la puerta seguido de la pequeña Isis y el bicho. Abrí la puerta llenando el silencio del chirrido del metal y caminé lejos de la celda. Rumbo a mi victoria.


*****

Estoy sufriendo con Kalu, sus acciones lo llevan por mal camino ¿Dicen que cuando se entere que Aruna está viva vuelva a la normalidad? ¿O qué pasará?

PD: Isis es el personaje más terrorífico que escribí en mi vida AJAJAJAJ

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