[12] KALU
Nunca había sentido este tipo de dolor, ese incesante y que palpitaba en todo tu cuerpo haciéndote temblar. Causando que toda tu energía se consuma porque tu cuerpo está tratando de mantenerte con vida.
Sí, aún seguía vivo. Al menos podía sentir eso.
No sabía si sentirme aliviado o sentir miedo, porque ¿qué es lo que haría conmigo? Estaba seguro de que sería su juguete de torturas, aquel bastardo rey psicótico se divertiría de mil formas que no podía ni imaginar.
Tenía que salir de aquí cuanto antes.
Bueno, eso no sería tan sencillo tampoco. Estaba atado, había grilletes en mis tobillos y mis muñecas. Por alguna extraña razón se sentían helados contra mi piel, eso también me estaba quitando fuerzas para calentarme o crear fuego.
Mis párpados se sentían pesados, aun así, fui capaz de abrirlos con el tiempo. Lo poco que podía ver, gracias a una pequeña rejilla en la parte superior de la pared a mi izquierda, dio vueltas. Las paredes comenzaron a moverse pero sabía que era yo, mis sentidos estaban casi apagados.
No escuchaba más que ecos y sonidos burdos, mi visión en la oscuridad debería de acostumbrarse, no tendría que marearme.
Escuché pasos, como si el sonido se repitiera en todo el lugar, pero venían de aquella puerta metálica que estaba frente a mí. El lugar no era muy grande y no tenía nada más que paredes y piso de piedra. Solo la puerta y mi cuerpo apoyado en una pared fría, amarrado en grilletes, era lo que destacaba en la celda.
La puerta se abrió chirriando y mis tímpanos dolieron, no faltó la mueca en mis labios por eso. La figura que entró se llevó mi atención, era un hombre delgado y menudo, sostenía con sus manos temblorosas una bandeja con comida y agua.
Se agachó cauteloso, pude ver a pesar de la oscuridad y los mareos el gran parecido con el descendiente caelio. No sé qué habré mostrado con mi rostro, tal vez furia o asco, porque retrocedió rápidamente y vi cómo los músculos de su cuello se esforzaban por tragar saliva.
Su cabello desordenado era rubio, aún más rubio que aquél cenizo de su pariente. Piel más blanca y ojos marrones, pero aun así cada pincelada de sus facciones eran como las del rey.
— ¿Descendiente Le Blanc? — Pregunté, mi voz sonó rasposa.
Mi cuello palpitó, de la parte izquierda noté como aún la piel escamada había llegado hasta mi quijada y se mantenía allí ardiendo cada tanto.
Todo mi cuerpo parecía estar bajo la maldición ahora, toda la parte izquierda de mi dorso y mi pierna era como el carbón. Podía sentir mi piel normal por debajo de mi rodilla derecha, también se había frenado solo alcanzando mi hombro derecho y el comienzo de mi brazo. Mi rostro aún se mantenía tan parecido como el de mi hermana, aún debajo del hollín y la sangre.
— No — La voz del muchacho sonó temblorosa al responderme, se volvió a acercar tomando el vaso.
Él acercó el vaso de madera lleno de agua hacia mis labios, no pude evitar pensar en lo cerca que estaba mi mano derecha de su cuello. Las cadenas hacían un buen trabajo en estar lo suficientemente tirantes.
— Aunque lo intentes — Volví a ver al muchacho, que pareció leer mis intenciones — No les importaría, por algo estoy aquí.
Sus palabras me hicieron fruncir el ceño ¿Qué quiso decir?
Volvió a acercar el vaso hasta mis labios y no pude resistirme a tomar, mi garganta rasposa me lo pedía a gritos. Alivió un poco la sensación y lo siguiente que él hizo fue tratar de alimentarme.
— ¿Cuánto ha pasado? — Dije corriendo mi rostro de la cuchara.
Él retrocedió un poco y sus ojos fueron de mi rostro a la carne seca y negra en mi cuello.
— Unas dos o tres horas — Volvió a insistir con la cuchara y yo corrí mi rostro nuevamente — Si piensas que está envenenado deberías saber que mi primo ansía tenerte por un largo tiempo vivo.
Fruncí mi ceño.
— ¿Tu primo? ¿El descendiente Le Blanc? — Pregunté confundido, el muchacho asintió.
— Nuestros padres eran hermanos, pero su madre era la descendiente Le Blanc — Me explicó — Deberías comer un poco.
No entendía por qué el caelio respondía mis preguntas o me trataba civilizadamente. No cuando su padre seguramente murió en manos del mío. Algo me olía extraño.
No comí, él solo insistió una vez más para dejar las cosas junto a mí e irse. Pasó un tiempo en el que tan solo tuve que respirar profundamente para no perder la paciencia. Moverme significaba largos tirones de calor y frío. Calor ardiente y punzante por la maldición y frío por aquellas cadenas que parecían estar congeladas y aun así no se rompían. Esto tenía que ser magia prohibida o habían quedado aquí desde antes de la extinción de los sirenios.
No dejaban que utilice mis poderes. Tampoco podía moverme con soltura y no podía llegar a mi bota donde había un pequeño cuchillo guardado, tal como Aruna siempre me aconsejó tener. El resto de mis armas, incluso de mi armadura, estaban desaparecidas. Agradecí haberle dado la daga de Aruni a Isis o hubiera quedado en manos enemigas.
Intenté estirar mi cuello y mi espalda buscando algún alivio para mis músculos tensos, pero solo encontré lo contrario. Apreté mis labios para ahogar el jadeo de dolor.
¿Qué es lo que haría Aruna en estos casos? Piensa Kalu, se inteligente.
Ella haría que pierdan los estribos, sería tan molesta hasta lograr alcanzar el objetivo de ser desamarrada por la exasperación de su contrincante. El problema era que a Aruna la vivían subestimando, mi cuerpo y cara tan solo gritaban fortaleza. No lo lograría de ese modo.
La puerta volvió a abrirse. No era el muchacho esta vez, eran cuatro hombres con más cadenas para amarrarme.
— Su alteza quiere verte — Dijo uno de los soldados.
Me ataron nuevamente y ahogué muy en mi interior todo gesto de dolor. Cuando estuvieron seguros de tenerme con esos nuevos grilletes helados, decidieron sacar los viejos. Me pararon a la fuerza, más porque no tenía ánimo de hacerlo solo que por desobedecerlos. Caminamos hasta salir por un pasillo alumbrado cada tanto por antorchas y rendijas de luz. Tenía uno en cada punto de visión, iba a ser imposible con mi falta de energía luchar contra ellos.
Cada paso que daba fue una pequeña tortura, algo de lo que igualmente me iba acostumbrando. Y cuando terminé de subir una escalera de caracol y vi los nuevos pasillos me di cuenta de que las luces que se reflejan abajo no eran más que la luz que deslumbraba en todo el castillo. Cada uno de los pasillos estaba bien iluminado, paredes blancas y sin muchas decoraciones.
Cada tanto había banderines de blanco y dorado con el escudo de armas de Caeli, el dibujo de un ave blanca y elegante dentro de un escudo de lo que parecían ser ramas y hojas.
Seguimos caminando hasta que los pasillos se fueron ampliando y las puertas escaseando. Llegamos frente a puertas dobles de madera, no muy altas, con dos guardias apostados uno en cada lado. Arriba del marco nuevamente estaba el escudo Caeli, pero esta vez se trataba de uno hecho con hierro y pintado a mano. El ave sobresalía con sus plumas.
Abrieron las puertas y me empujaron hacia adentro. Era un gran salón amplio y largo, tanto como el que había en el castillo en Draco, pero a diferencia de ese, este no parecía tan hogareño. Las paredes eran pulcramente blancas, decoradas con lienzos de personas que no conocía aunque estaba seguro que todos ellos eran Le Blanc.
Al fondo, guiándonos por una alfombra de un tenue marrón, se encontraba el trono. Una de las sillas estaba al medio, era la de respaldo más alto y decoraciones más detalladas. Atrás del trono había una vista de todo el reino desde la altura y el cielo nocturno.
Mientras más me acercaba más me daba cuenta de la cantidad de soldados dentro de la habitación, todos ataviados en armaduras plateadas y con una especie de remera por encima, de blanco y el escudo distintivo.
El descendiente caelio se sentaba en el trono más grande, la mujer que con anterioridad había visto en el palco estaba sentada a su lado. Ahora que podía tenerlos más a mi vista encontré un detalle que se me había pasado por algo. La mujer estaba embarazada, su panza tenía un gran tamaño pero antes había pasado desapercibida en la distancia y entre las túnicas blancas y sueltas.
Ahora vestía un atuendo diferente, aún blanco y pulcro, pero ajustado justo por debajo de su pecho y sus brazos al aire libre decorados con pulseras doradas. Su cabello rubio estaba recogido con trenzas y adornado en una corona que simulaba el rostro de algún pájaro, plumas blancas reales entremezcladas con doradas. Ojos negros y pico curvo. El descendiente también tenía uno, pero era mucho más pomposo y de plumas negras, me hacía recordar al pájaro que tenía antes. A ella la hacía lucir imponente y majestuosa, a él un idiota.
— ¿Qué le ocurrió? — Susurró la mujer algo anonadada por mi aspecto.
— Sí — Dijo el descendiente Le Blanc mientras se paraba y miraba a su alrededor en busca de respuestas — ¿Qué le ocurrió? ¿Eres así de feo por nacer de un monstruo?
No pude evitar la ira y, doliera o no, traté de llegar a él para ahorcarlo. Los guardias que me sostenían por las cadenas me mantuvieron a raya y eso me hizo temblar de impotencia.
Era un futuro rey y mira a dónde había llegado.
La satisfacción al ver al caelio retroceder de miedo me calmó, una sonrisita genuina salió de mis labios. Él pareció enfurecerse por mi expresión.
— Debe ser magia negra mi lord — Contestó uno de los soldados a su lado, el que no llevaba casco y parecía viejo y experimentado — No estaba así al llegar a la arena, le está consumiendo.
— ¿A quién conocemos que tenga magia negra?
— El oráculo de Terra, mi lord.
El caelio sonrió satisfecho y volvió a sentarse en el trono mirándome enteramente.
— Búsquenla, vean si es cierto — Ordenó — Me gustaría saber cuánto me durará la diversión antes de que muera como la bestia que es.
El soldado inclinó su cabeza.
— Créeme, morirás antes de que yo lo haga — Amenacé.
No dejaría que sus inútiles manos me tocaran un solo cabello. Yo no iba a morir de esta manera, en tal deshonra y vergüenza. Haría lo que fuera posible para salir de esta y volver a Draco y cuando eso ocurriera prepararía un ejército liderado por Aruna, ambos quemaríamos todo hasta dejar la ciudad hecha cenizas. Esta vez ningún caelio sobreviviría.
— Creo que estás demasiado confiado — Él negó con su cabeza haciendo que algunas plumas y mechones rubios se sacudieran — No deberías. Tendré un hijo, por si no te has dado cuenta, que se llamará Aurelio. Será el lord de la ciudad y el futuro rey, hijo de Aunídia y Keblas Le Blanc. Para cuando él sea coronado parte de tu territorio estará en nuestro poder.
¿De qué estaba hablando? ¿Realmente pensaban que podrían ir en contra de los draconianos y no morir en el intento? Ya habían intentado esto una vez, salió mal. Clanes extintos. Entonces ¿cómo esperaban ganar siendo ratas escondidas y sin poder?
Solo pude bufar, fue más una risa sin gracia que un bufido.
— ¿Piensas que digo sandeces? — Ocultó, sin éxito, una gran sonrisa mientras apoyaba su mentón en una de sus manos — Draco ya está perdido. Tenemos a sus descendientes, solo nos falta matar al dragón mayor.
Abrí mis ojos ¿Descendientes? ¿Tenían a Aruna? No podía ser cierto, no podía guiarme por sus palabras cuando parecía estar anhelando el molestarme con ellas. Todo lo que él dijera podría estar usándolo solo para fastidiarme.
— Mientes — Espeté, tenso — Aruna no está aquí.
Ella se había ido hacia Siren. No podrían haberla capturado, era mucho más lista para evitarlo.
— Me da igual que no me creas, Terra la encontró cerca de su territorio y la han capturado. La noticia me llegó hace poco, ya debe haber pasado por su juicio.
Keblas Le Blanc miró sus uñas cuidadas y habló como si el tema no le importase. Me hervía la sangre.
Aruna no podía haber sido capturada y si así era yo no podía permitirme estar aquí por mucho más tiempo. Tenía que ir por ella. A menos que... No, no era tarde. La conocía muy bien, tal vez la información sea incorrecta o haya llegado tarde. Mi hermana no podía estar muerta.
Pero el solo pensar, el imaginarme que algo le pudo haber pasado me estaba destruyendo. El miedo se coló hasta mis huesos. Los mataría, toda la isla ardería.
Grité sin contenerme por más tiempo. Golpeé a uno de los guardias derribándolo y seguí para tirar las cadenas hacia mí y golpear a otros dos. El cuarto me atacó por detrás, rodeando mi cuello con una de las cadenas. Me aferré a ellas intentando quitármelas de encima, mi mano sin la capa extra de piel carbonizada comenzó a escocer primero. Me estaba quemando, la helada cadena estaba descamando mi piel buena.
El resto de los guardias, ahora más lúcidos y de vuelta en el ruedo, me golpearon hasta que caí de rodillas. Me estaban asfixiando.
— ¡No lo maten aún! — Escuché gritar al lord caelio — Envíenlo al calabozo.
Fui arrastrado fuera de la sala, medio inconsciente, tironeado de los brazos. Surcamos pasillos, todos se parecían entre sí y tenían el mismo techo blanco y pulido, decorado en arañas y velas prendidas.
Estaba empezando a aborrecer el color blanco.
Luego de que me arrastraran por una escalera oscura a la fuerza, me adentraron a una sala para dejarme caer en una silla. Me inmovilizaron en ella, atándome de pies, manos e inclusive la cabeza. No pude evitar sacudirme en el intento de librarme.
Mis manos, sin mucha fuerza, temblaban y tironeaban impulsadas por mis sentimientos más profundos.
Después de unos segundos alguien más vino, era aquel tipo que se encontraba al lado del caelio en la sala del trono. El soldado avejentado. Tenía el cabello blanco, al igual que la poca barba que traía, con ojos marrones llenos de arrugas a su alrededor.
Cuando habló, su voz sonó gastada.
— Tú y yo nos divertiremos un rato juntos — Se quitó los guantes que traía y tomó su espada envainada para dejarla en un rincón de la habitación rústica de piedra — Cuanto más cooperes, más rápido podrás morir. Porque créeme, implorarás la muerte draconiano.
Reí, algo sínico por los pensamientos que rondaban en mi mente. Ideas de cómo torturar a ese hombre, qué haría con él para ver su expresión de máximo sufrimiento.
— Te arrepentirás de esto — Advertí, en tono cauteloso y amenazador.
Su imaginación dejó un tanto que desear a la hora de hacerme sufrir. Fue por lo más sencillo y lo que había ya adivinado, esas costras pegadas a mi piel que le fue incapaz de arrebatar. Eso no significó que no doliera y que, durante una hora o dos, no lo intentara tan férvidamente lastimando mi piel buena. Después siguieron los golpes, arrancaron mi remera dejando a la vista todo ese entramado negro carbón y me azotaron. Nada dolió como debería.
Mi segunda piel terminó sirviéndome de algo, la maldición no hizo más que ayudarme. Era una capa que recubría mis músculos y mi carne, impenetrable. Y, por lo tanto, sin mucha sensibilidad.
Los golpes fuertes los sentía, sí. Pero a medida que ellos intentaban más y más quebrarme yo solo podía reír ante sus inútiles intentos.
Tal vez el que riera me hizo ver un poco ido, como si la locura amenazara con castigarme en cualquier momento. Lo único que me dejaba cuerdo en esta habitación se trataba de un sentimiento que me hacía sentir más ávido de llamas que nunca, pero contenido por esas cadenas y su magia oscura. Se trataba de venganza, hacia ellos y hacia los terranos, se trataba de nada más ni nada menos que Aruna y mi necesidad de encontrarla viva y a salvo, de degollar a todo aquel que le haya tocado uno solo de sus cabellos y castigar al que la haya deshonrado de la misma manera que lo estaban haciendo conmigo. Todos pagarían tarde o temprano.
Era una promesa susurrada a los dioses.
Cuando el viejo soldado no pudo sacarme nada más, ni una sola de sus tantas preguntas acerca del reino y sus defensas o planes, simplemente gritó una obscenidad para tomar sus cosas y retirarse con el resto de sus hombres. Dejándome olvidado, de vuelta amarrado en esa silla de metal, y algo delirante por las punzadas de tenue dolor en mi cuerpo.
Mi visión se desenfocó mientras miraba el hilo de sangre que caía de mi boca y empapaba mi pantalón.
Estaba seguro de haber perdido la consciencia por unos instantes, inclusive minutos, porque mis ojos se abrieron de par en par y levanté mi cabeza rápidamente al oír la puerta. El ruido me había sorprendido.
Volví a ver al muchacho caelio que me había tratado antes. Esta vez pude notar más diferencias entre él y el descendiente Le Blanc, como aquella mirada que denotaba pena y me hizo aborrecerla. También hubo una nueva adhesión a su contextura, un golpe en la barbilla que surcaba entre el color negro y piel.
Lo vi tragar saliva y apretar sus manos en la bandeja que traía. Cerró la puerta y caminó hacia mí, arrastrando sus prendas sueltas de color marrón claro. Sus vestimentas no eran tan glamorosas como las de su familia, aunque se mostraban bien cuidadas.
— ¿Te trajeron para asegurarse de que no muera todavía? — Pregunté cuando vi los ungüentos y la comida que dejó en el piso — Puedes decirles que no pienso morir en manos caelias.
El muchacho suspiró con cansancio y comenzó su labor. No pude hacer nada más que intentar ahogar cualquier quejido cuando comenzaba a poner una extraña pasta verde sobre las heridas al borde de la masa negra y mi piel lastimada.
— ¿Qué te ocurrió? — Preguntó, algo cauteloso y con la vista fija en mis heridas.
Sabía que se refería a la maldición, no a la tortura impuesta por los suyos. El que suspiraba ahora era yo, no tenía idea de lo que me había pasado. Todo lo planeado, todo lo que tenía pensado hacer... Simplemente cambió de un día a otro, empezando por esto.
— Fue en el valle muerto, una mujer utilizó magia oscura en mí — Expliqué — Al principio no ocurrió nada, luego comenzó a aparecer y a esparcirse.
— Escuché que Keblas pidió audiencia con el oráculo de Terra, la mujer apareció de la nada hace unos minutos — El muchacho asintió, como si ahora entendiera algo más — ¿Cómo apareció?
Intenté recordar, estaba en el puente a punto de cruzar y luego de haber matado a esos traidores al imperio. De repente, visualicé el patrón.
— Al matar — Él frunció su ceño y me observó fijamente, mantuve su mirada — Siempre después de matar, ahora lo veo.
— ¿Y sigues deseando la muerte de todos aquí después de saber eso?
Terminó con su trabajo, ahora tomando el vaso y obligándome a beber agua.
Pensé un rato su respuesta mientras sentía que mis labios volvían a estar hidratados, no secos y partidos.
— Ya estoy condenado — Dije finalmente.
El muchacho miró hacia el tazón de sopa en sus manos algo indeciso sobre lo que estaba, o no, a punto de hacer. Lo observé intrigado. Miró sobre su hombro, hacia la puerta dejándome a la vista de aquel golpe en su quijada.
— ¿Qué te ocurrió? — Pregunté sin rodeos.
Me miró y pestañeó algo confuso al principio.
— Supongo que no hice bien mi tarea la vez pasada — Se encogió de hombros — Debí haber muerto o al menos ser seriamente herido por ti.
Gruñí, ¿qué clase de familia era esta? No pensaba poder hacerle algo así a Aruna, no podía ni imaginarme el sentimiento de odio hacia alguien como ella. Ellos no eran hermanos, eran primos. Pero debieron de criarse juntos, aún más cuando solo se tenían a ellos mismos después de la matanza a su familia.
— Tu primo es un idiota — Concluí.
Él estiró su boca en alguna especie de sonrisa, logrando que sus labios se afinaran más de lo que ya eran. Se vio bien en él, ese estilo de sonrisa.
— Escucha — Susurró, manteniéndose más cerca y logrando distraer mi mirada hasta llevarla a sus ojos — He oído algo, pero si te lo digo debes prometerme no decir nada. Si ellos saben que lo sabes... Bueno, será obvio quién lo contó.
Fruncí mi ceño. Una manada de Ichigelascos hambrientos eran más confiables que este muchacho.
— ¿Por qué me dirías algo? ¿Por qué me ayudas?
— Eso no importa ahora, creo que es mejor si estás preparado para oír la noticia. No he sido apegado a mi primo, ni siquiera es un buen rey. Al menos me gustaría verlo frustrado.
Vaya uno a saber lo que aquel ser le hacía a este muchacho que tantas ganas tenía de ver a su propia familia en la desgracia. No tenía que preocuparse por eso, los vería arder en un futuro no muy lejano.
— ¿De qué noticia hablas?
— Escuché una conversación algo extraña entre el oráculo y Keblas... No pude escuchar mucho, solo palabras porque oí ruido y debí irme antes de que me atraparan.
Hizo una especie de pausa, fruncí mi ceño.
— Aruna está muerta.
No, no era cierto. Esto debía ser una trampa ideada por su primo para hacerme perder el control, para verme roto por dentro y encolerizado. Para torturarme.
Pero al ver los ojos de aquel muchacho, ese dejo de lástima que tanto estaba odiando, me hacían preguntarme si no sería verdad ¿A quién creerle? ¿Cómo saber si era cierto?
Siempre pensé que sentiría algo cuando Aruna dejara este mundo, o que ella lo haría si yo moría primero. Como un escalofrío, algo que nos avisara que nuestra otra parte ya no estaba.
Ella era mi hermana, lo era mi todo. Una parte tan incrustada en mi alma, la persona a la que más confianza le tenía, la única a la que amaba de verdad. Si ella se iba, se me iba lo más importante, mi última familia.
Si ella se iba, quedaría solo con mi padre. Mejor dicho, como mi padre.
Ahora lo comprendía, ahora sabía lo que los sentimientos de ira y pérdida podían llegar a hacer con uno. Veía las acciones de mi padre una vez que mi madre fue asesinada y me veía a mí mismo, vengándome por la muerte de la persona más preciada. Habíamos nacido y crecido juntos, sobrevivido a todas las tempestades uno al lado del otro. Nos habíamos vuelto fuertes gracias al otro, habíamos entrenado y estudiado, también nos habíamos metido en cientos de problemas.
No importaba si era o no cierto, el bichito de la duda ya estaba impregnándome de dudas e inquietudes. Punzando, escarbando en mis huesos e incubando un ardor diferente a cualquier otro que hubiera experimentado. Un ardor que clamaba no irse jamás, amenazando con destruirme, azotándome en la miseria y la desesperación.
Mi corazón latió con fuerza, sentí un dolor en mi pecho incluso más fuerte que cualquier herida.
Si Aruna estaba muerta... yo vería este mundo arder.
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¡AAAAAAAAAAAAAAAH! Súper intenso terminó ¿Qué podría llegar a hacer Kalu pensando que su hermana está muerta?
Quería subir doble capítulo esta semana, intentaré hacerlo para el viernes. Pero lo más seguro es que actualice recién el lunes porque este capítulo es solo de Kalu (fue mucho más extenso por eso), el que viene es el número 13 y ahí si tienen a Aruni y a Kalu.
¿Qué estará pasando con Aruna que no aparece mientras que a Kalu lo torturan?
Subí un videito por instegram hace poco, por si gustan de verlo me encuentran como hacheescribe.
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