[11] ARUNA
Narayan me arrastró por cada comercio buscando buenos precios.
— ¿Para qué quieres el menor precio cuando estás gastando mi dinero? — Le había preguntado.
Dio una excusa tonta sobre no desperdiciar y que no todos los draks eran míos. Daba igual. En cada puesto que nos frenábamos él se sacaba la capucha en un intento de que el vendedor no muera de los nervios al tratar con dos sospechosos encapuchados.
Narayan no tenía problemas en la ciudad portuaria, pero estaba claro que llamaba mucho la atención. No todos los días veías dos grandes océanos por ojos. Por otra parte, yo miraba sobre mi hombro todo el tiempo. Sentía la mirada de los falsos guardias de la ciudad ataviados en ropas draconianas. Todo en ellos los delataba si uno prestaba especial atención, su postura desconfiadas en vez de seguras, las armas de baja calidad, la falta de buenas armaduras y ese cabello marrón aburrido. También la falta de mujeres en la guardia.
— No necesito nada contra el frío — Volví a quejarme mientras vigilaba a dos sujetos al otro lado de la calle — Larguémonos de aquí, aún necesitamos ir al puerto.
Estaba claro que podría manejar un poco de viento fresco y nieve.
— Nos llevamos estas — Se decidió por fin, entregando las monedas grabadas con una cabeza de dragón al vendedor.
Me hizo acarrear parte de la compra hasta llegar a los muelles donde comenzó otra travesía en busca de la mejor embarcación al menor precio. Maldita sea, solo debía elegir cualquiera.
— No puedes elegir y ya — Me había explicado — La mayoría no resistiría las bajas temperaturas, ni tampoco algún que otro choque contra témpanos de hielo.
— Solo iremos por el canal principal, sin complicaciones — Me quejé exasperada, recordando que en el mapa los canales parecían ser amplios y no tan serpenteantes — Y el frío está viniendo, no habrá desprendimientos o algo así.
Narayan me observó indignado, como si hubiera algo que yo no pudiera entender. No se gastó en explicarme, solamente me ignoró para seguir en lo suyo.
El sol estaba bajando cuando conseguí que él comprara algo, como estábamos al otro extremo las sombras del atardecer comenzaron más temprano que si hubiéramos estado en Dohim. La noche nos resguardaría de cualquier peligro, ya no me fiaba de nada.
— Solo deja la maldita armadura, no la necesitarás. Es pesada, el agua te arrastraría hasta el fondo si algo ocurriera.
— Esta hecha con escamas por dos razones sirenio — Le expliqué y enumeré con mis dedos — Es impenetrable y ligera.
— Bien, entonces no te quiero escuchar quejándote sobre la cantidad de ropa — Me retó.
— Me quejaré cuanto quiera quejarme.
Bien, la capa de piel con este cuello peludo solo hacía que mi piel picara. El extraño abrigo de cuero y mi armadura no iban muy de la mano, tuvo que pedir talle más grande que el mío para que pudiera caber. Jamás había llevado tanta ropa en mi vida.
Por otra parte, mis nuevas botas no estaban nada mal. Aterciopeladas, cómodas y calentitas. Estaban suaves por dentro y acolchonadas con piel. Era la única adquisición con la que me quedaría, de eso seguro.
— Creo que pediré más botas como estas para mi próximo cumpleaños — Comenté mirándome mis pies.
Narayan paró lo que sea que estaba haciendo con las velas de nuestro pequeño barquito y me observó donde estaba sentada cómodamente con su ceño fruncido. Tal vez preguntándose por qué él estaba haciendo todo el trabajo mientras yo disfrutaba de admirar mis nuevas botas.
Luego siguió en lo suyo, sacudiendo la cabeza. Seguro recordando que no tenía ni idea de cómo manejar este monstruo de madera.
Cuando empujó con su pie la superficie de piedra para empujarnos, el vaivén del barco comenzó a adormecerme. Maldición, esto era paz y tranquilidad. No entendía cómo con Kalu nunca habíamos venido a los puertos a pasar un par de noches.
Comencé a disfrutar de nuestro viaje silencioso, yo estaba cada vez más acostada en el bote, y los últimos rayos de sol hacían un excelente trabajo en iluminar el ambiente de una manera perfecta. La luz revotaba en las islas congeladas para darnos la calidez perfecta.
Bostecé, Narayan sonrió de lado mientras seguía remando frente a mí.
Mis ojos se cerraron justo cuando el último rayo de luz se despedía de nosotros en el horizonte y las estrellas se abrían paso en el cielo nocturno.
*****
Desperté cuando el viento frío golpeó con fuerza mi rostro. Estaba acurrucada en la punta del barco con mi antigua capa haciendo de manta, yo no había colocado eso allí.
Subí mi mirada hacia el sirenio, no estaba remando. Se encontraba sentado de costado direccionando cada tanto con los remos y siguiendo la corriente que nos llevaba directamente entre las dos inminentes islas que ya estaban pegadas a nosotros.
— Maldición — Susurré, vapor salió de mi boca.
Narayan se dio la vuelta, vi su rostro medio iluminado por las dos lámparas de aceite del barco. Una junto al mástil y otra colgando por el frente del barco.
— ¿Imponente verdad? — Susurró él — No recordaba que fuera así. Lo había olvidado.
Él volvió la vista al frente. En medio de la noche y el silencio, solo se oía el leve vaivén del agua entregándonos un ambiente tranquilo pero sombrío al mismo tiempo.
Las islas eran grandes bloques de hielo que se alzaban sobre el agua y más allá de nuestras cabezas. Podía asegurar que tenían el tamaño monumental de la muralla draconiana. Me impresioné por la maravilla natural que creaba nuestro territorio, en este pedazo pequeño del mundo, a tan solo días de mi hogar. Esto no se veía a diario.
Los draconianos bien nos jactamos de nuestras hermosas montañas, iluminadas con la lava de los volcanes. Pero no teníamos nada que envidiarles a los sirenios, para nada.
— Oxidania a tu izquierda, Namea a tu derecha — Explicó Narayan — Las dos principales islas de entrada por el este del territorio Siren. Estaban pobladas por muchos asentamientos, vivían de la pesca. Las une el puente más grande de los tres puentes sirenios. Los otros dos son entre Anataria y Agyum por el sur y Afar y Viritos al norte.
El puente comenzó a hacerse presente, a medida que avanzábamos podía observar más nítidamente su figura. Era una estructura larga, que cruzaba de isla a isla, hecha de piedra que desaparecía de la superficie y terminaba a gran altura arriba nuestro en varios arcos. Toda la piedra estaba cubierta de escarcha y bien arriba los carámbanos filosos y puntiagudos daban la impresión de que podrían caerse y perforar el bote.
Narayan navegó entre dos de sus columnas.
— ¿Has estado en alguna de las islas antes? — Pregunté.
— Todas ellas — Susurró, ambos seguíamos susurrando a pesar de estar nosotros solos en este desolado lugar — Aunque no recuerdo mucho.
Sentía que nuestra voz podría perturbar la suave calma y el sonido del oleaje que adormecía y traía paz a nuestros oídos.
Seguí con mi vista por un largo tiempo hacia la estructura que dejábamos detrás, estaba segura de que de día sería mucho más impresionante. Volví mi vista al frente.
— Tal vez puedas volver, estoy segura de que Siren es mucho más seguro para alguien como tú que el resto de la isla. En realidad, es más seguro para cualquiera.
— No sé, pienso irme de aquí cuanto antes — Volvió su vista hacia mí, fruncí mi ceño y quise saber el motivo de sus palabras — Yo...
El barco dio una sacudida que me obligó a sostenerme de los lados y tratar de que mi estómago no expulse la poca comida que tenía dentro.
— Maldición ¿Témpanos? — Pregunté alarmada, el barco volvió a moverse por otro golpe más fuerte — Oh, maldición, maldición. Lo siento, debí escucharte. Maldición.
Por el amor de Draco, si sobrevivía a este paseo dejaría que el sirenio viviera e incluso dejaría que se quede con todo el dinero. Jamás hablaría de él a padre o siquiera a Kalu. Por favor.
— ¡No son témpanos! — Gritó él a mis súplicas.
Observé hacia donde él observaba, algo se movía por el agua. Apenas era visible algo con la poca luz que teníamos. Sentí un fuerte ruido, nos salpicaron agua y la lámpara del frente se apagó con el estallido del vidrio.
Narayan se paró en el barco, lanza en mano y dispuesto a atacar lo que sea que nos rodeaba.
¿Las serpientes marinas realmente existían? Porque si de eso se trataba, a la mierda con la búsqueda del dragón. Buscaría otro, cualquiera iría bien con tal de volver a estar en tierra firme.
Los draconianos estábamos indefensos en el agua, tampoco teníamos mar abierto como para aprender y nadar lagunas termales en las laderas de los volcanes ciertamente no debía valer.
Sentí mi corazón palpitar en mis oídos y mi pecho apretarse hasta doler.
Me obligué a dejar de temblar y a respirar pausadamente, llegué al mástil junto a Narayan medio gateando hasta ponerme de pie no sin soltar mi agarre de la vela. Con mi otra mano hice chispas, el fuego iluminó más que nuestra última lámpara de aceite.
Eso es, debía concentrarme en lo que podía hacer y eso era fuego. Aunque el fuego se extingue en el agua... Necesitaba un claro objetivo fuera de la superficie.
Vi cuerpos moviéndose en las profundidades, pasando por debajo de nosotros.
— Sirenas — Susurré medio aterrada; Narayan no lo confirmó, no hacía falta — ¿Es buena hora para decir que no se nadar?
El sirenio me miró como si no pudiera hablar enserio, hice una mueca de disculpa. Ningún maldito draconiano sabía nadar, a ninguno realmente le agradaba estar indefensos flotando en el agua infestada de criaturas sirenias.
Algo saltó hacia nosotros, no pude ver bien porque Narayan me empujó lejos con su mano en mi pecho. Aterricé de espalda en la base del barco, mi cabeza chocó con la madera y resistí en maldecir en voz alta. Abrí mis ojos, me impresioné la seguridad con la que el sirenio se mantenía firme en el barco tambaleante mientras con su lanza golpeaba y esquivaba las criaturas marinas.
Sus piernas estaban abiertas para mantener la estabilidad y podía vislumbrar como sus músculos se tensaban con los movimientos definidos y practicados con anterioridad. Por un pequeño instante vi al guerrero que había en él.
Sentí una suave voz a mis espaldas, si tuviera textura sería aterciopelada, si pudiera verla sería de un tenue rojo tibio, como los rayos del atardecer en Dohim. No pude evitar sentarme y darme la vuelta para ver de dónde provenía. Era dulce y melodiosa, no podía apartar mi mente de ella.
El rostro de una criatura del agua se asomaba cauteloso por el borde del barco, en el extremo donde estaba. Sus ojos eran más grandes que los humanos, sus pupilas eran de un celeste blancuzco. Cabello oscuro mojado y pegado a su rostro.
Era hermosa. Su voz era hermosa.
Los dragones me parecían criaturas burdas en comparación a esos rostros cincelados por un experto. A esos ojos cautivantes que detallaban mis facciones y movimientos con curiosidad inocente. Mis bellos se erizaron cuando de sus labios brotó una nota aguda, sacudiendo mi interior y ahogando todo sonido ajeno al suyo.
Esas cuerdas vocales rozaban la magia y convertían cualquier cantante de renombre en un fiasco.
Las manos sostenían el borde, con dedos con membranas entre ellos. Una de ellas se estiró hacia mí. No resistí ante su petición, ante el anhelo que rápidamente surcó en mis ideas llevándome al dulce olvido de mi situación en este barco. Ignoré los gritos de Narayan puesto que ya no tenían sentido, no quería escuchar su voz cuando tenía aquella criatura cantándome melodiosa y exclusivamente a mí. La sirena fue retrocediendo, yo fui siguiéndola con el temor de que todo acabara si se alejaba.
Estiré mi brazo hasta que mis dedos tocaron la superficie del agua congelada, buscando por aquel resonante y cálido sonido que aún seguía vibrando por más de que la cabeza de esa hermosa sirena estuviera bajo el oleaje.
Pero entonces solo sentí frío, eso hizo que reaccionara. Demasiado tarde. Ella estiró sus manos hasta tomar mi brazo y me arrastró hasta las profundidades.
*****
¡AAAAAAAH! Sé cuánto necesitan ver a Aruni vivita y coleando otra vez, sé cuánto sufren por esto. Perdonen *le tiran con piedras*. El siguiente regalo es para compensar el mal rato:
¡Moodboard de nuestro bello Narayan!
Lo de multimedia: Perdón, pero tenía que hacerlo AJAJAJAJA
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