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[10] KALU

Tuvimos que abrirnos del camino y ocultarnos entre árboles secos y algunos matorrales cuando una pequeña tropa de hombres a caballo galopaba con ferocidad dirección contraria a la nuestra. Estaba seguro de que yo era su objetivo.

Argana resultó ser un poblado como cualquier otro, al menos eso era lo que percibía a primera vista. También vivían de las extracciones en el risco lindante como Laurentus. Nos abrimos paso a pie, acarreando con el caballo tras nosotros e intentando pasar lo mayormente desapercibidos que podíamos. Pero, a diferencia a de otros pueblos y ciudades, Argana parecía estar mucho más poblada por alguna extraña razón.

Tal vez se trate de que estaba muy cerca de Ventuna. Pero nadie más que trabajadores y pueblerinos podrían pasear por estos lares ¿Cuál era la razón de todo este ajetreo entonces?

Intentamos no chocarnos entre las personas, todas iban en una dirección en particular en su mayoría, hacia el puente.

Había pueblerinos parados en frente de algunas chozas, gritando precios y promociones por la estadía de una o dos noches. No estaba acostumbrado a precios en el exterior y en zonas más rurales, pero estaba seguro de que todos esos draks no lo valían. Algo estaba ocurriendo, algún evento, algo.

Que gritaran que aceptaban caltios le decía a mi instinto que había ichigelasco encerrado.

Llegando al puente me llevé la grata sorpresa de que no estuvieran supervisando. Había unos cuantos guardias, otra vez ataviados con uniformes que no eran los suyos, pero nada de mirar papeles y hacer preguntas. Con suerte, pasaríamos desapercibidos entre el tumulto.

Llegando a cruzar, me paré tomando a Isis de su hombro para que no siguiera caminando. Un hombre gritaba a viva voz acerca de un espectáculo.

— Isis, ve a preguntarle de qué habla — Le pedí a la niña.

La esperé a unos cuantos pasos y vi cómo iba apresurada con pasitos cortos, pero rápidos, hasta el hombre.

— ¡Vengan a Ventuna! ¡En la historia no ha habido un espectáculo como este! ¡Compren sus entradas y conozcan a la gran bestia!

— Oiga, señor — Isis tomó con su mano el tapado del señor para llamar la atención — ¿Qué espectáculo?

— ¿No lo has oído? ¡Todo Caeli lo sabe! — Exageró el hombre, enfatizando con sus brazos y sin importarle decir el nombre prohibido del territorio a viva voz — Exploradores encontraron y atraparon a una gran bestia. Más grande que cien hombres, dientes afilados y más astuto que cualquier sirena ¡Capaces de comerte de un solo bocado!

Isis saltó hacia atrás ahogando un grito cuando le hombre la asustó acercándose a ella.

— Un dragón — Susurré, observé a la multitud y luego hacia donde Ventuna debería verse — Tienen un maldito dragón.

No sabía por qué, pero algo dentro de mí me decía que tendría una muy mala suerte esta vez. Hice puños mis manos y cerré los ojos, paciencia Kalu.

— ¡Y está en Ventuna! Se dará un espectáculo al atardecer ¡Todos están invitados!

Isis tomó una de mis manos, abrí mis ojos para observarla. Parecía cautelosa, sabiendo también lo que las palabras de ese hombre habían significado. Tenían un dragón encerrado, seguramente torturado y siendo el entretenimiento de idiotas caelios. Traté de ahogar mi rabia.

La tomé por la cintura y la senté arriba del caballo para no perderla entre el gentío del puente. El Zyrath se unió a ella.

Atravesamos el puente, mi vista al frente en todo momento aunque sin dejar de observar a los guardias. No parecieron notarme, no parecían notar demasiado acerca de nada.

El puente parecía ser de roca, pintado de blanco con una estructura elegante sobre nuestras cabezas. Se notaba la diferencia de presupuesto entre una ciudad y la otra, también estaba seguro de que si veía por el borde podría ver el precipicio del risco y a todo un grupo grande de trabajadores colgando y picando.

Llegamos al otro lado sin apuro alguno, la entrada a Ventuna se hizo presente. Apenas era un pequeño poblado que chocaba contra el desnivel de tierra, si mirabas hacia arriba podías observar la verdadera Ventuna.

Casas de roca blanca que asomaban al límite del precipicio, no había rastros del gran castillo blanco de Caeli desde aquí.

Nos abrimos de la gente y me fui hacia un pequeño callejón entre dos casas junto a la calle principal. Necesitaba un tiempo para pensar y estudiar la situación. Los elevadores estaban a solo unos metros de distancia y ni siquiera podía verlos con claridad debido a la cantidad de gente. Seguro habrá una gran cola para subir.

Bajé a Isis y nos sentamos enfrentados en el piso, espaldas contra las paredes. Yo medio asomado hacia la calle para estudiar el panorama. Tenía tiempo hasta el atardecer, cuando sería el espectáculo, por lo que observé el cielo para cerciorarme de que realmente sea así.

Mi corazón latía demasiado rápido cuando me ponía a pensar sobre el dragón. Debía de subir de todas maneras, si tuviera los ganchos y sogas y estuviera solo podría saltarme el paso de los elevadores. Pero desgraciadamente las cosas que Aruna se había preocupado tanto porque tuviera habían quedado en la montura de mi caballo, aquel que corrió en dirección contraria a la mía lejos del peligro en el valle muerto.

Así que no tenía de otra. Llegado a Ventuna, habría dos opciones. Si el dragón que mantenían encerrado se trataba de nada más ni nada menos que del rocacraneo que venía a buscar, entonces debía de ver la manera de liberarlo. Si no era él, podría seguir mi camino en busca de mi dragón y volver cuando lo tenga. De ninguna manera dejaría que se divirtieran con un animal noble como ese.

Isis comenzó a tararear mientras pelaba una naranja y trataba de sacarse el pelo de la cara. Suspiré y le ordené que se diera vuelta.

Comencé a peinarla, como pude, con mis dedos con paciencia y desatando nudo por nudo.

Mi cabeza también tenía otras nuevas preocupaciones. Si solo fuera el hallazgo de este dragón un golpe de suerte entonces estábamos fuera de peligro, pero si las personas habían comenzado a cazar dragones por lo que representaban para Draco... Maldición. Ni siquiera podía pensar una cosa así.

Hice que Isis tuviera sus manos levantadas a los costados y pasé mechones de pelos para que sostuviera cuando lo dividí en tres. Con su ayuda fui trenzando poco a poco su cabello.

Ella me pasó una tira de tela que tenía en su mochila, até el final de su trenza.

— ¿Dónde aprendiste a hacerlo? — Preguntó ella admirando el trabajo hecho.

— Solía trenzar el cabello de mi hermana.

— ¿Puedo trenzar el tuyo? — Sus ojitos brillaron.

No esa mirada compradora nuevamente, supliqué en mis pensamientos.

— ¿No que no sabías hacerlo? — Le recordé esperando que no me obligue a enseñarle.

— Sé trenzar otros, no el mío. Me gustaba peinar a mis muñecas.

Suspiré y terminé accediendo al cabo de unos segundos. Ella sonrió encantada.

Se puso a mi lado de rodillas, y comenzó a trenzar el poco cabello del lado izquierdo de mi nuca. Me concentré en comer y tomar algo.

— Me gustaría que bichito tuviera más cabello, entonces podría peinarlo también.

Observé al bicho, colgado sobre nuestras cabezas y tratando de cazar los pequeños pájaros que se posaban en el techo para descansar en el calor del sol. Su cola se movía de un lado a otro. Pero al escuchar las palabras de la niña la cola paró y él se dio vuelta estudiándonos.

Su silencio y ojos abiertos decían abiertamente que estaba aliviado de no tener el cabello largo. Sonreí.

Dejé pasar el tiempo, tuve tres trenzas juntas del lado izquierdo en poco tiempo. Comimos galletas e Isis jugó a cazar insectos para alimentar al bicho glotón. Entonces llegó la hora de partir. Los guardias simplemente estaban organizando a las personas, no las estaban seleccionando o revisando. Pero cualquier cosa podía ocurrir.

Pensé en qué hacer con el caballo, decidí venderlo. Había un establo cerca que me lo cambió por unos cuantos caltios. Caminamos, dos humanos y un bicho, hacia la fila de los elevadores.

Cuando estuvimos a unos cuantos metros actué descuidadamente, como si no me importara el hecho de que varios guardias dieran una segunda mirada precavida hacia mí. Después de todo, la capucha era algo sospechosa.

Me preparé, tomando mi espada cuando estuve a unos cuantos pasos. El sol ya estaba bajando por el este. No pasaría mucho para que empiece el espectáculo.

Deben de haber varias personas pensado lo mismo porque comenzaron a empujar y a apurar a los que trabajaban en el elevador. Eran tres de ellos en total, uno no funcionaba. Estaba destrozado, como si se hubiera caído. Esperaba que se debiera a la guerra y no a lo poco estable que esa cosa era, no me gustaría caer varios metros de altura tan cerca de mi objetivo.

Intenté ignorar a los que incitaban a caminar y gritaban a mi oído. Que estuvieran tan desesperados y frenéticos por ver al animal cautivo alimentaba mi ira.

Uno de los guardias que no había sacado su mirada de mí comenzó a caminar en nuestra dirección. Esperé lo inminente.

No sucedió. La gente empezó a empujar con más fuerza y a quejarse por el tiempo que les tomaba subirnos a la ciudad. Tomé a Isis en brazos para que no sea aplastada. El Zyrath se amuchó entre nosotros, colgado de un brazo de la niña.

— ¡No se apuren, todos van a ingresar! ¡Basta de empujar!

— ¡Nos lo perderemos!

— ¡¿Quién me devolverá el dinero si me pierdo el espectáculo?!

Hicieron pasar al siguiente grupo, nosotros incluidos, y entramos a la cabina de madera y metal. Sentí los engranajes funcionar luego de que cerraran la muerta, la cabina chirriaba y traqueteaba. Esto no podía ser seguro.

— ¡Wooow! Mira eso — Se asombró Isis.

No era para menos, las vistas eran increíbles. Podíamos ver el pedazo de Ventuna, el puente y todo Argana. Se veían las montañas de un lado y la tierra seca y rojiza del otro. Las nubes eran de un color anaranjado, parecían esponjosas y tibias. Los últimos rayos del sol estaban apareciendo por fin dando un gran espectáculo.

— ¿Así es como nos ven los dragones desde el cielo?

— Inclusive más pequeños — Le respondí.

Llegamos a lo más alto, nos dimos la vuelta y la puerta del otro lado se abrió para nosotros. El grupo entero caminó lejos del elevador, nadie volvió a subirse y simplemente bajó vacío para la siguiente ronda de turistas.

Me quedé sin aire cuando observé la ciudad a mi alrededor. Todo era paredes blancas, muy diferente a las negras manchadas por la ceniza volcánica de casa, los balcones decorados con flores de todos los colores. Los puestos vendiendo todo estilo de cosas, prendas, joyería, comida, juguetes.

El cielo era adornado por pájaros de todas las razas y colores que sobrevolaban las casas, algunos inclusive descansaban en los tejados.

Seguí a las personas que parecían apuradas por llegar al espectáculo. Suponía que irían a presenciarlo. Cuando doblé en una de las esquinas, al llegar a una amplia calle adoquinada, me quedé estático ante lo que veía.

Muy a lo lejos se podía divisar el castillo blanco, la casa de los descendientes de Mérida Le Blanc. Me habían contado historias y había visto dibujos del palacio que se elevaba por sobre todo Ventuna en la ladera de la montaña. Pero no había comparación a las vistas.

Aun cuando el castillo pareciera estar algo abandonado, con toda el ala y torre de la derecha derrumbada... Se podía apreciar lo que llegó a ser una vez.

— ¡Allí! — Señaló Isis.

Observé en la dirección a la que apuntaba, no podía ver gran cosa desde aquí. Las casas lo tapaban casi todo, pero había una especie de construcción más alta y grande. Y entonces lo vi.

Fuego. Llamas que se elevaban hacia el cielo y un grito agonizante. El espectáculo había comenzado, los gritos de la gente ya estaban presentes en el sonido ambiente.

Me apresuré en esa dirección con el corazón en la mano.

Cuando llegamos había algo de fila para comprar las entradas. Bajé a Isis y comencé a rebuscar los caltios en mi bolsa. Pagué por ambos y la volví a alzar para entrar juntos.

Al principio no pude ver absolutamente nada, algunos seguían entrando y cruzaban todo un pasillo. El del puesto de entradas me había dicho que tenía todo un tramo hasta arriba para encontrar mis asientos. Así que subí las escaleras, hasta que decidí salir. El lugar tenía un terreno llano al centro, gradas a su alrededor. Podía ver un palco mucho más cuidado y elegante. En el centro de él había inclusive una especie de carpa, allí estaban sentados un hombre y una mujer ataviados en ropas blancas y emplumadas.

Pude ver un lugar apartado junto a ellos, donde se paraba sobre una especie de sostén especial en madera un ave enorme. Plumas negras y cabeza blanca, era de un tamaño bestial y su pico curvo.

Volví a sentir el grito desgarrador, enojado. Fuego y humo nubló todo el campo haciendo que la gente gritara eufórica. Una cabeza se asomó entre el humo negro, escamas marrones y ojos grises sosegados en furia. Su trompa estaba cautiva en metal, aun así, era posible para él abrir lo suficiente para escupir una gran llamarada.

El sonido gutural se sintió en el silencio expectante, haciendo que el ambiente se torne tétrico. Me dieron escalofríos, Isis me abrazó más fuerte por el cuello.

— Te encontré.

*****

CHAAAN CHAAAN CHAAAAAN... SÍ, LO SÉ. SE LOS DEJO EN LA MEJOR PARTE.

Regalitos para calmar las ansias:

Nuestra pequeña y rara Isis. Y bueno, un mono es lo más parecido a un Zyrath en nuestro mundo, hagan la vista gorda con eso ¿ok? ajajajjsja

Y un pequeño edit que hice. Ahora todas estas cositas las pueden ver primero en mi cuenta de instagram: @hacheescribe ¡Vayan a seguirme!

https://youtu.be/jxN7WUCLhZQ

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