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[10] ARUNA

— Y dime por qué debería de hacerte caso — Le discutí — Estamos en guerra, en realidad tú y yo no deberíamos ni hablarnos. Somos enemigos mortales.

— No puedes ir gritando que eres la princesa Draco y has venido a rescatarlos — Argumentó — ¿Quieres pasar hacia Siren? Pues esa no será la forma.

— No puedo dejar a mi pueblo desprotegido, tanto adentro como afuera de la muralla son draconianos. Deben volver al territorio antes de que sea demasiado tarde.

Narayan bufó. Por un momento creí que no volvería a mediar palabra, pero parece que hacerme la contra era algo mucho más importante que callarse la boca para que mi paciencia no se agote. Quería arrancarle esa lengua honesta suya y aquellos ojos del color de un mar embravecido... ¡Aruna! ¡La pelea!

— Todos en un abrir y cerrar de ojos sabrían que la realeza está en el puerto de Pler. Todas las ciudades costeras lo sabrán.

— Y también sabrán que Caeli y Terra intentan derrocarnos — Me exasperé — ¿Sabes lo que pienso?

— No me importa lo que pienses — Lo ignoré.

— Pienso que eres un sirenio y yo una draconiana. Somos enemigos. Quieres que mi pueblo muera, eso es lo que a ti te conviene.

Eso era, simplemente no podría haber otra explicación. Yo no podía dejar a los míos desprotegidos cuando padre está a punto de enterarse sobre Caeli y Terra en auge, sabía muy bien lo que las acciones de todos desembocarían. Una vez más, los clanes restantes se debatirían los territorios hasta la muerte y extinción de todos menos uno.

De este lado de la muralla se perderían vidas inocentes, las casas se destruirían, serían saqueadas por los invasores. Los draconianos teníamos la obligación de protegerles dentro de la muralla.

— Créeme, entre los dos, soy el que menos quiere que personas inocentes sufran — Iba a discutirle, pero siguió hablando — Y no hago distinción entre clanes. Quiero a todos vivos por igual.

Maldición. Ese corazón blandito suyo haría que lo maten un día. Ni siquiera debía de esforzarme en hacerlo yo ¡Ja!

Preferí no seguir hablando. Pelear con él solo era divertido cuando yo tenía la razón, por lo que no gastaría saliva en seguirle. Me mantuve allí, sentada arriba del caballo y de brazos cruzados. Él estaba delante, tirando de las riendas. No podía creer que me había ganado en la discusión de quién debía de dirigir el caballo. Maldito saco de pescado sirenio.

— Te estoy escuchando.

No me había dado cuenta de que había refunfuñado en voz alta las últimas palabras.

— ¿Cuánto falta?

— Me has hecho esa pregunta hace unos minutos, no volveré a contestarla — Me daban ganas de estrangularlo.

Haré pescado asado de él.

— ¿No tienes una boca bastante peculiar para ser una princesa?

— Te he dicho que no soy una princesita de fantasía como las tuyas — Me quejé — Soy princesa, no pueden contradecirme, por lo tanto, de mi boca saldrán cuantas maldiciones quieran salir. Y te advertiré que tengo un gran repertorio de insultos a los animales marinos.

Lo escuché reír por lo bajo, vi sus hombros moverse. Sonreí levemente.

Fue inevitable que mis pensamientos vayan hacia una parte distante, donde mi imaginación nos veía a mí y a Narayan juntos como dos amigos más sin interferencias entre clanes. Su sarcasmo y honestidad hacía marañas mi paciencia, la cual no era mucha, pero mis comentarios listillos y nuestro parecido tono de humor haría de nosotros buenos camaradas. Inclusive amigos.

Pero él portaba el estandarte Siren y no había necesidad de banderas ni escudos de armas para saberlo. Sus ojos le delatarían de por vida. Así como mi cabello delataba mi procedencia.

Observé al horizonte, el sol ya nos estaba dejando atrás y la vista se iba aclarando. No pude evitar abrir mi boca del asombro. Era maravilloso.

A lo lejos, en la línea divisoria entre el cielo y la tierra, las montañas nevadas. Toda una placa blanca que cubría el horizonte. Una de las islas se veía a una pequeña distancia. La nieve lo cubría todo.

La costa resplandecía con ayuda del mar, el sol se reflejaba en sus aguas como si el fuego se hubiera convertido en líquido luminoso. Las olas rompían contra los muelles que parecían estar atestados de personas y barcos.

Comencé a escuchar el bullicio de las personas. El sonido de una carreta andando por detrás nuestro, me ajusté la capucha al igual que Narayan lo hizo con la suya. Pasó por nuestro lado, llevando a alguien dentro de la cabina de madera que acarreaban los caballos.

La ciudad portuaria parecía estar llena de vida, comercios y comida. A mi nariz llegó lo que a mi parecer sería un aroma distintivo de una ciudad portuaria: sal y pescado.

— ¿Esto es Pler? — Tuve que preguntar, necesitaba estar segura. Él afirmó — ¿Todas las ciudades costeras son así de... bonitas? ¿Aun cuando el invierno se acerca?

— No he estado aquí muchas veces y solo he visitado una más a unos dos días al sur. Pero dicen que es una de las más bellas. Al menos ahora lo es.

— ¿Qué quieres decir?

— ¿Nunca lo has oído? Ha habido tres ciudades portuarias realmente grandes y bellas, una quedaba en territorio caelio, la otra era esta. Pero ninguna se comparaba con la tercera, Ibería. Estatuas de hielo monumentales que te daban la bienvenida, suelo nevado y blanco. Hacía frío pero no tanto, en verano los días siempre estaban soleados.

— Suena a una gran vista.

— Hasta que los draconianos acabaron con todo — Algo se alojó en el fondo de mi estómago, como un peso muerto que no parecía querer desaparecer. Narayan era experto en esto de arruinar una buena y tranquila conversación entre nosotros — La última vez que vi la ciudad fue a los once, cuando marchaba hacia el este a la guerra.

Su voz sonaba melancólica. No pude dar ningún tipo de respuesta. Por alguna extraña razón, esta vez no me apetecía defenderme. No se sentía correcto, aun cuando sabía que lo era.

No debería afectarme un tonto recuerdo suyo ¿Qué comparación había entre una ciudad y una vida? Las ciudades se reconstruyen, en cambio la vida de mi familia nadie podría devolvérmela.

Como si me hubiera leído los pensamientos él preguntó.

— Dijiste que los caelios los traicionaron ¿verdad? — Afirmé solo con el sonido de mi voz — Nos fue enseñado que Draco quería poder y gloria. Solo eran asesinos crueles y despiadados.

— Puras mentiras.

Fuimos avanzando por una calle abarrotada de gente, parecía ser una de las principales y mientras que el terreno iba descendiendo se podía llegar a ver las múltiples cabezas uno al lado de la otra y la desembocadura de la calle en el muelle.

— ¿Cómo sé que no te han mentido a ti? ¿Cómo puedo fiarme de tu palabra?

— No hubieras escapado de Terra conmigo si no me creyeras — Apunté, pero aun así le concedí una respuesta — La vi morir delante de mis ojos, apenas salí con vida esa vez. Mi hermano y yo habíamos visto a los pájaros en la ventana esa noche, estábamos en el cuarto y mamá nos leía un cuento para dormir. Se aterró al verlos.

Los caelios tenían como animal de clan a los pájaros, cualquier tipo de ellos. Les ayudaban y los acompañaban. Ellos eran el viento después de todo, tenía sentido de que esperasen volar tan alto como sus aves.

— No pudimos hacer nada, Kalu y yo aún no controlábamos el fuego como lo hacemos ahora... Y mamá no era descendiente de Draco, padre lo es. Ella no tenía ese tipo de defensa.

— Me han llegado historias, decían que era...

— Una guerrera excepcional — Completé por él — Era bondadosa, cariñosa. Lo era todo.

Incluso, sin pensarlo, ella había sido la luz que mantenía unida a esta familia.

— No solo mi madre murió esa noche. Ella tenía una hermana menor, mi tío y ella habían tenido familia hace poco. Ni siquiera les importó que mi prima no pudiera ser heredera a la corona. Era un bebé inocente. Y también murió el hermano menor de padre. Y los guardias que nos protegían...

La lista era larga. Había sido una de las peores noches de mi vida. En realidad, la peor de todas.

La conversación no fue más allá, ambos sabíamos que realmente no íbamos a llegar a nada bueno con ello. Y el recuerdo no hacía más que entorpecer mis palabras por la sensación de ahogo en mi garganta. Simplemente decidimos mantenernos en silencio mientras nos acercábamos a la costa. Pude ver varias filas de comercios, la mayoría comenzaban a vender pieles y abrigos para el invierno. Las costas eran las primeras en sufrir. El invierno ni siquiera llegaba a Draco, por lo que no estaba acostumbrada a ello.

Recordaba una suave nevada tenue, los copos se deshacían en los dedos al querer atraparlos. Era demasiado chica como para siquiera recordar en qué ciudad estábamos en la isla, pero recuerdo que mamá estaba allí también.

El viento parecía estar fresco dado que las personas se mantenían todas con sus tapados, tal vez porque las brisas venían del oeste y no había mucho con qué frenar el frío que traían. Narayan no parecía tener frío, se mantenía bien con su remera y pantalones gruesos y esa capa de piel. Yo tenía una capa fina que el sirenio había rescatado de esa bolsa suya, donde habían estado mis cuchillos. Aun así, no tenía frío, mi sangre hervía por dentro calentando mi piel.

Observé una taberna a mi izquierda, parecía ser una buena choza con un piso de altura para habitaciones. Algunos caballos estaban enfilados y atados a un poste justo enfrente. Un niño se hacía cargo de ponerles agua en un bebedero.

— Parece un buen lugar — Dije saltando lejos del caballo.

Narayan me gritó que parase, no lo hice. Tenía hambre y necesitaba descansar. Entré a la choza, el ambiente dentro parecía caldeado por tanto calor de un fogón a una esquina del lugar. Mesas de madera distribuidas aquí y allá, una barra a la derecha con un señor robusto y de barba sirviendo tragos.

Miré sobre mi hombro, el sirenio estaba ahora de pie caminando hacia mí. Le había dejado al niño el caballo.

Entré y fui a la esquina más recóndita. Sentí varias miradas fijas en nosotros, tratando de vislumbrar nuestros rostros. Había dos hombres en el centro del lugar bebiendo y comiendo, sus barrigas tenían gran tamaño. En un extremo había un hombre solitario leyendo un libro mientras bebía algo caliente. En la barra, tres hombres que parecían conocerse y fueron los que más curiosidad tenían en nosotros.

Pantalones marrones, remeras de un amarillo oscuro y sucio. Tenían lo que parecía ser una pechera de cuero y espadas en sus cinturas.

Traidores.

Me senté en la esquina vacía, apoyándome en el respaldar y dejando mis pies cruzados arriba de otra silla a un costado. Narayan habló con el cantinero y se unió a la mesa justo frente a mí, sin dejar de recalcarme lo poco educado de mi posición.

Cuando nos trajeron la comida me senté como correspondía para complacerlo y no comenzar a pelear. Era un estofado de pescado.

— Adivinaré ¿No existe otra comida que no sea pescado en Pler?

— Es lo más abundante y, por lo tanto, lo más barato — Se excusó.

Comencé a comer y saqué mi destartalado libro y el mapa de su escondite cuando me aseguré de que ya no nos prestaban mucha atención. Dejé el libro de lado, sacudiendo la tierra seca de él. Al menos no lo había perdido por completo. Y abrí el mapa para estudiarlo.

Tendríamos que navegar por el canal principal, entre las islas Namea y Oxidania. Mi objetivo estaba más al noreste, me preguntaba lo que me convendría... Podría llegar a Ibaría, el puerto que Narayan tanto pareció anhelar, y dirigirme dirección norte o navegar entre las islas para no hacer el camino andando.

— ¿Qué es un ichigelesco? — Levanté la vista, Narayan estaba leyendo mi libro.

— ¡Dame eso! — Intenté tomarlo de sus manos, pero se hizo para atrás para estar fuera de mi alcance.

— Es un dragón, el más pequeño de toda la especie — Susurré — ¿Puedes dármelo ya?

Él ojeó las páginas con rapidez y terminó devolviéndomelo. Lo puse a una distancia prudente, debajo del mapa.

— ¿Es un libro de dragones? — Preguntó.

No sabía cómo, pero su curiosidad me resultó honesta. Todo en él me daba la sensación de estar hablando con el más viejo y sabio de los ancianos que trabajaban en el consejo del palacio. Tal vez, fue por eso que le contesté sin muchas trabas.

— Sí, escrito por un descendiente Draco hace muchos años. Obviamente este es una copia, pero no puede caer en manos ajenas — Dejé de observar el mapa para estudiarlo cuidadosamente al sirenio — Si cayera en malas manos... No quiero ni imaginar lo que pasaría.

Los dragones podrían hasta extinguirse. Nadie los estudiaba como nosotros, los draconianos, porque eran realmente difíciles de encontrar. Y si lo hacías, era realmente difícil que tuvieran confianza en ti.

— ¿Hasta dónde irás entonces? — Siguió preguntando — No he oído de dragones en territorio sirenio.

Lo miré detenidamente. Su capucha aún puesta, pero podía verle los ojos y esa ceja cortada ¿Cuáles eran sus intenciones? Cuando nos separáramos ¿Iría a avisar a alguien? O más bien ¿Por qué quería ir a Siren si estaba despoblado?

Pero no pude hacer ninguna de mis preguntas en voz alta. Tres figuras se pararon a un lado nuestro, eran los tres traidores de la barra. Pude divisar, con mi cabeza gacha, como el tipo de la esquina apartada se iba de la cantina apresuradamente. Los otros dos solo prestaron atención.

— Capuchas abajo — Nos ordenó el más corpulento de ellos.

Le envié una mirada de advertencia a Narayan, o manejaba la situación él o yo lo haría.

Y Narayan no querría ver como yo arreglaba las cosas.

Él bajó su capucha resoplando. Sus ojos fueron un claro distintivo de sus orígenes, los muchachos parecieron dudar. Se miraron entre sí y uno de ellos señaló con un movimiento de cabeza la lanza que Narayan tenía a un costado.

El corpulento me observó dubitativo, seguí comiendo como si nada de esto fuera realmente un problema.

— ¿Por qué tu compañero lleva armadura draconiana?

— ¿Ahora es un delito usar una? — Preguntó sarcástico el sirenio.

— No te hagas el listillo conmigo.

— No se hace — Intervine — Simplemente le gusta ser un grano en el trasero.

Narayan sonrió y levantó las cejas a los tres hombres.

— ¿Podemos seguir comiendo o de verdad pensarán que tengo a un infiltrado draconiano siendo quién soy?

Ahora yo quise reír. Ellos parecieron retroceder, primero un paso luego dos. Finalmente, solo pagaron lo suyo y salieron de la taberna. Idiotas.

Puse una de mis manos sosteniendo mi mentón y suspiré melancólicamente.

— Días atrás solo me hubiera divertido con ellos — Dije, haciéndome la imagen en mi cabeza — Tal vez quemaría uno o dos traseros.

— Es por esto por lo que no puedes anunciarte a todo el mundo.

Él tenía razón, aunque no lo diría a viva voz. Ahora, los draconianos ya no tenían el control en Pler. Estaba segura de que habría otras ciudades costeras iguales a esta, otros pueblos como Ordovian que lindaban con ítatu y ciudades caelias.

— ¿Cómo lo están haciendo? — Cuestioné — No toman el poder de ciudades enteras sin que el rey se entere.

— Solo es una suposición, pero supongo que estarán jugando a ser draconianos de día y rebeldes de noche.

— Manejan todo como si realmente fueran draconianos ¿Eso es lo que dices? Pagan los impuestos, trabajan para Draco... Pero las patrullas reales se darían cuenta.

Narayan rio sarcástico.

— ¿Quién dice que no son terranos o caelios usando uniformes reales?

Mis manos se hicieron puños. Esto era demasiado grande para mí, nunca había participado de las políticas o las guerras. Había estudiado estrategias, claro está. Pero no tenía experiencia.

Pero sí tenía algo como seguro, necesitaba ir por ese dragón cuanto antes y cueste lo que cueste. Kalu y yo debíamos volver a casa para prepararnos para lo que se avecinaba, que cada vez se hacía más y más grande. Ciudades controladas y clanes resurgiendo. No me sorprendería a esta altura saber que estaban preparando su propio ejército.

Era un plan enhebrado con cautela, fueron entretejiendo los hilos poco a poco hasta infiltrarse por completo en las ciudades. Y así evitar ser descubiertos.

Demasiados inteligentes y tenaces, pensé. Esperar tantos años para dar el golpe claramente no sería una táctica draconiana, nos gustaba ir de frene y al punto.

— Tú pagas dado que robaste todos mis ahorros.

Me levanté de la mesa, tomé mis cosas guardándolas en su lugar.

— Pensé que querrías descansar — Se quejó Narayan — Aún nos queda tiempo, tenemos que comprar abrigos y conseguir una embarcación.

— No, no tenemos tiempo — Mi corazón se estrujó — Mi hermano está yendo directo a la boca del lobo. Si Kalu no consigue su dragón para antes de que todo estalle... Entonces será demasiado tarde.

— Puede que él no sea el único en peligro — Lo ignoré.

— Y no dejaré a Kalu en manos caelias. Si tengo que prender fuego la isla entera para encontrarlo, lo haré. Nadie lastima a mi hermano.


*****
[ Las actualizaciones que vean de este apartado soy yo intentando corregir lo que wattpad hizo: me cambió los guiones largos a cortos]

Perdonen, pero yo aquí les hablaré como si los tuviera en frente y les estuviera cebando mate. Necesito descargar el fangirleo en algún lugar. Parece que soy lectora y no escritora sjaskja

Se viene un capitulazo de Aruna y Narayan que... UF. Siempre que termino de escribir sobre ellos digo que creo que son la mejor parte de la historia, pero cuando me voy por el lado de Kalu me digo que no, que estoy equivocada y Kalu me vuelve loca con Isis y el bicho.

¿Quién les gusta más? ¡Voten!

#TeamNaruna VS  #TeamTrioTétrico

Además, volviendo al capitulazo, se acercan las sirenas y una escena de Narayan sin remera que debería ser ilegalísima.

Para los que no estaban enterados: no se olviden de ver el apartado de "LOGROS"

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