Capítulo 7. El Abismo de los Granch
A decir verdad, Morgana se sentía como una especie de niñera... Una a la que no le pagaban en lo absoluto.
Ser la mayor del grupo en el que se hallaba le resultaba extraño, en especial porque ni siquiera su altura lo hacía evidente y, probablemente, si alguien los viera, pensaría que Morgana era menor de quince años.
De cualquier forma, la situación la tenía muy estresada.
Se odiaba por no haber insistido en desistir a acompañar a Jessica y sus amigos. Se odiaba por no haber podido resistido su propia curiosidad por querer saber si realmente sus padres estaban en Marzaba... Se odiaba porque ahora estaban en un mundo que no conocía, en unas instalaciones del Gobierno de Estados Unidos que al parecer se consideraban peligrosas, huyendo de personas que podían hacerles daño... Huyendo, más específicamente, hacia un lugar que podía resultar todavía más peligroso.
Aún recordaba al granch que los había atacado (y el cual había guardado Cian en el bolsillo de su pantalón), y la idea de estar yendo hacia más criaturas como aquel monstruo realmente la inquietaba. Aunque más le frustraba saber de todos esos problemas ya cuando no había marcha atrás... Si era honesta, Morgana ya se sentía más que arrepentida de haber cruzado el portal.
Sin embargo, también sentía un poco de inevitable curiosidad e intriga por el ambiente en el que se hallaba. Era extraño, sin lugar a dudas, pero a su vez emitía un aura diferente a cualquier otra; era calmante y surrealista.
Morgana nunca antes había estado en un bosque (como mucho, había ido a un parque), así que la experiencia era nueva para ella, y eso mismo le hacía sentir cierta inseguridad. No dejaba de preguntarse si estaban siendo seguidos conforme avanzaban por el bosque y se internaban cada vez más en él. Trataba de evitar mirar sobre su hombro, pues Auguste le evitaba poder ver más allá... Oh, sí, estaba cargando con él, lo que causaba que le fuera difícil seguir un paso acelerado. Pero vaya sí lo intentaba.
Morgana soltó un suspiro por décima ocasión, sacudiendo la cabeza. Habían estado siguiendo a Jessica por lo que parecía casi una eternidad, tratando de mantenerse a una velocidad de trote constante.
La incertidumbre de no saber cuánto faltaba para llegar al Abismo de los Granch le ponía los pelos de punta, mas al mismo tiempo no era como si estuviera ansiosa por querer conocer este lugar.
Mordió el interior de su mejilla, curvando sus labios en una mueca y empezando a sentirse cansada.
Jessica se detuvo de golpe, y los demás le imitaron.
—¿Oyen eso? —preguntó la niña con sus ojos abiertos de par en par.
Morgana prestó atención, esperando escuchar algo... Y unos instantes más tarde, llegó a ella un particular sonido, como el de las pisadas de un caballo, solo que multiplicado e intensificado. El suelo tembló a sus pies y sintió un escalofrío recorrer su espalda. Se adentró junto a los otros lo más lejos del camino de tierra que habían estado siguiendo.
—Creo que van a pasar cerca de nosotros algunos militares —susurró Jessica—, aquí no han podido transportar autos, así que todos van a caballo... Mientras no hagamos ruido pasarán de largo.
Jessica no parecía del todo convencida, sin embargo, era evidente que trataba de creer que era así. Morgana prestó suma atención al camino a varios metros de distancia de ella, viendo cómo este se iluminaba, probablemente a causa de una potente lámpara que llevaban consigo los militares que Jessica mencionó. Esperaba que decidieran no iluminar el lado en el que se hallaban... Si así era, estarían perdidos, aun si Morgana no sabía del todo lo que ocurriría de ser así.
Entonces, pasaron delante de ellos muchos caballos, llevando encima de sus lomos a personas uniformadas y armadas, con chalecos y casos. Resultaba extraña la mezcla que había entre la tecnología que ellos llevaban y el transporte en el que andaban que ya pocos usaban en la actualidad.
Morgana tuvo el instinto de retroceder, y así lo hizo, dando unos pasos hacia atrás.
En el momento en que lo hizo, una ramita crujió ante el peso de su pie.
Morgana abrió sus ojos de par en par, asustada. Y probablemente aquel sonido habría pasado desapercibido ante los militares sino fuera porque, de pronto, un par de aves sí lo oyeron, saliendo de forma súbita de entre los árboles y causando un considerable revuelo.
Jessica la miró con desconcierto, ensanchando sus ojos, y Cian, por otro lado, lució fastidiado. Unos de los caballos de los militares que habían quedado rezagados se detuvieron al verse intrigados por el ruido. Morgana sintió su corazón later con dolorosa fuerza contra su pecho.
¿Sería que eso era todo? ¿Y si los atrapaban y ahí concluía su supuesta aventura?
Decidió que no valía la pena perder tiempo pensar en ello, y contuvo la respiración, mirando a Jessica y preguntándole con los ojos cuál debía ser su próximo paso.
La niña no le miró de vuelta, e hizo un par de señas diferentes, señalandolos a ellos. Morgana no entendió lo que quería decir hasta que Jessica hizo que se dividieran en dos grupos... Y luego le fue evidente su plan: separarse.
Jessica se había puesto al lado de Dimitri y con Ágata. Lo que dejaba a Morgana con Cian y Auguste.
Ella no parecía dispuesta a discutir, y cuando Morgana notó que las personas uniformadas que iban a caballos bajaban de estos y empezaban a caminar en su dirección, Jessica les hizo una última seña, apuntando con su dedo hacia la izquierda, y luego hacia la derecha.
Entonces cada quien tomó su rumbo.
Cian la tomó de la muñeca, haciéndola caminar lejos de ahí y mirándola con leve resentimiento, como si fuera su culpa el que los hubieran descubierto... Aunque, si lo pensaba bien, quizá sí lo era. ¡Pero Morgana no quería estar ahí en primer lugar!
Ella decidió dejar de pensar en eso, frunciendo el ceño y evitando mirar por encima de su hombro, limitándose a seguir caminando hacia delante, siguiendo a Cian, quien caminaba con completa certeza, con sus ojos fijos en el suelo para evitar tropezar de la misma forma que ella había hecho.
No sabía cómo se sentía respecto a que ahora se hubiera separado de su hermano, pues la preocupación que yacía respecto a su estado permanecía ahí, y era inevitable, después de todo, al final todo salió con Dimitri separándose de ella; odiaba con profundidad esa sola idea. Morgana mordió el interior de su mejilla, conteniendo un suspiro y agudizando su oído en busca de saber lo que sucedió con los militares a caballo.
A juzgar por el silencio que ahora los rodeaba, supuso (esperanzada) que ellos no hubieran averiguado acerca de su paradero. Luego, deseó en silencio que no hubiera sido por ir detrás de Jessica, Dimitri y Ágata. Curvó sus labios en una mueca, sacudiendo la cabeza.
Unos metros más adelante, Cian finalmente se detuvo, encarándola y viéndola a los ojos.
—No creo que nos hayan seguido —informó con calma, aunque hubo un brillo de ligera preocupación en su mirada—, de cualquier forma, fue una buena idea separarnos, pues así llamaremos menos la atención y será más fácil nuestro camino hacia el Abismo de los Granch.
Morgana no supo qué responder, y asintió con la cabeza, dubitativa.
—¿Dimitri estará bien? —No pudo evitar preguntar.
Cian sonrió a medias.
—Está con Jessica —respondió—, seguro que estará bien.
En eso, Morgana de pronto escuchó un suave murmullo sin sentido pegando contra su oído. Tardó unos momentos en darse cuenta de que se trataba de Auguste, quien al parecer por fin se había despertado de su estado de inconsciencia.
—¿Qué sucede? —preguntó el niño con aire adormilado, probablemente queriendo informarse al acto de lo que había transcurrido desde que había perdido el conocimiento.
—Sucede que has estado durmiendo como un perezoso todo el rato mientras nosotros estábamos huyendo una vez más de este infernal lugar —se burló Cian.
Morgana no podía verlo, pero pudo imaginarse a Auguste fruncir el ceño.
—¿Eh? ¿De verdad? Lo siento mucho —murmuró el niño, luciendo genuinamente angustiado al punto que Morgana quiso decirle que no había tenido nada de malo que hubiera estado durmiendo.
Cian rodó los ojos.
—Es broma —dijo—, no te disculpes. Nos has teletransportado demasiadas veces en un día, mereces descansar. —Volvió su vista hacia Morgana, agregando—: ¿Puedes cargar con él más rato? Si hace falta, puedo hacerme cargo yo; soy más fuerte de lo que aparento.
Morgana no pudo discernir si aquello era verdad o no, sin embargo, negó con la cabeza.
—No me importa cargarlo —respondió, y era cierto. En el pasado, había cargado a Dimitri innumerables veces, aun si solo era un año y medio mayor que él—. Auguste no pesa casi nada.
—Puedo caminar si es necesario —intervino el aludido, aunque sonó un tanto aliviado por su respuesta.
—No lo hagas —contestó Cian con seriedad—, no tiene caso que te levantes si a los dos pasos te vas a desmayar.
Auguste no insistió.
Tras esa corta conversación, volvieron a ponerse en marcha.
Conforme el tiempo pasó y el extraño cielo morado empezó a oscurecerse hacia una tonalidad negra, Morgana se preguntó cuánto tiempo faltaba para llegar a su supuesto destino, pues aunque Auguste no pesaba demasiado, seguía siendo doloroso tenerlo en la espalda de esa manera, y sabía que el niño se debía sentir incómodo.
No obstante, cuando el bosque se comenzó a aclarar y los árboles a su alrededor dejaron de aparecer, llegaron a lo que parecía ser un risco. Entonces, Cian dijo:
—Bienvenida al Abismo de los Granch, Morgana.
Ella se sorprendió por unos momentos, esperando que se tratara de una broma, y se acercó al borde del risco, mirando más allá de él. Abajo, había una cuesta empinada de tierra y roca, y luego estaba un amplio camino en horizontal, cuyo lado opuesto a donde estaban ellos estaba protegido por una gran pared que formaba parte de una alta y grande montaña. El camino, que era tan ancho como un campo de fútbol, estaba confirmado por una especie de arena gris. Asimismo, había un par de árboles y arbustos muertos a su alrededor.
No emitía ningún aura en particular, ni tampoco algo que gritara “Abismo de los Granch”, no obstante, Morgana se alegró de que así fuera, pues quizá al menos podrían cruzar por ahí sin problemas y salir del lugar en el que fuera que se hallaran.
—¿Cómo vamos a bajar hasta allá? —preguntó hacia Cian, observando que el niño miraba con detenimiento el lugar.
—Sería más sensato ir por las esquinas del camino —comentó él con gesto pensativo—, pero eso implicaría el riesgo de dejarnos ver por alguno de los guardias o militares, además de que esta es la cuesta más adecuada para bajar y nos acorralaremos si seguimos caminando.
—O sea, ¿eso qué significa?
—Que vamos a tener que bajar como podamos. La última vez que vinimos, lo hicimos de día, así que la cantidad de Granch era mucho menor a la que seguro encontraremos dentro de poco. Sin embargo, no podemos darnos el lujo de esperar, y probablemente Jessica y tu hermano estén por delante de nosotros, así que tendremos que arreglárnoslas para bajar. Auguste, me temo que ahora sí tendrás que andar, porque si Morgana tropieza no quiero que caigas con ella.
La chica miró a Cian con molestia.
—Claro, como tú nunca te has equivocado —espetó.
Cian se encogió de hombros.
—No, en realidad no —respondió con una sonrisa burlona.
Morgana suspiró con exasperación, pero decidió que no iba a discutir con un niño. Dobló las rodillas para que Auguste pudiera bajarse de su espalda con facilidad, y una vez que el peso de su cuerpo desapareció de ella, Morgana sintió el alivio inmediato, dándose cuenta solo en ese momento del cansancio que la abrumaba.
Se obligó a no ahondar en ello, fijando sus ojos en Auguste, que ahora se estaba estirando un poco. Su rostro había adquirido color, y sus ojos lucían más despiertos que antes.
—De acuerdo —dijo—, ya podemos seguir adelante.
Cian asintió y los tres se pusieron en marcha.
El niño fue primero, empezando a descender por la cuesta empinada con cuidado y lentitud, balanceando su cuerpo hacia atrás y teniendo cuidado por donde pisaba. Después le siguió Auguste, y Morgana fue al final, teniendo la intención de alcanzar a Auguste en caso de que él resbalara.
Bajaron con tanto cuidado como les fue posible, pero era una apuesta arriesgada lo que estaban haciendo. Morgana tenía el corazón en la boca, sintiendo una especie de instinto materno que no sabía que tenía hacia Auguste y Cian, que se veían muy pequeños desde su reciente vista, y quienes podían resbalar y lastimarse por la cuesta en cualquier momento.
Apretó los labios en una fina línea recta y, justo cuando quedaban unos metros para llegar al final, de pronto su pie se hundió sobre un hueco en la tierra. Ella abrió sus ojos de par en par.
Logró sacar su extremidad sin problemas, no obstante, el esfuerzo que eso requirió causó que perdiera el equilibrio que le había costado establecer.
¿El resultado? Morgana dando un paso en falso y resbalando en la tierra. Su cuerpo se inclinó hacia delante y cayó sobre el suelo, dejándose llevar por las leyes de la gravedad y rodando de forma vergonzosa hasta el final de la cuesta.
Sin saber si se sentía más adolorido su orgullo o ella, Morgana parpadeó varias veces, habiendo acabado encima de su espalda con una perfecta vista hacia el cielo.
—¿Es que acaso te aburriste de caminar y decidiste rodar hacia abajo? —se mofó la voz de Cian, cuyo rostro apareció en su campo de visión unos momentos más tarde.
Morgana empezaba a irritarse de verlo.
—Oh, cállate o el segundo que se caiga de esa forma serás tú —le espetó.
El niño solo se rio entre dientes.
—Cian, no seas malo —dijo Auguste, y Morgana se alegró más de que él hubiera bajado sin problemas por la cuesta.
Ella soltó un suspiro, poniéndose de pie por su cuenta, sacudiendo sus ropas y haciendo una mueca al ver que se había raspado sus codos y, por lo mismo, su abrigo se había roto de aquellas zonas.
—¿Estás bien? —le preguntó Auguste, ladeando un poco la cabeza.
—Podría ser peor —respondió ella, encogiéndose de hombros y lanzándole una mirada irritada a Cian, que cubría su boca para evitar que la risa que brotaba de ella fuera demasiado evidente (aunque seguía siéndolo).
—Parece que las personas que los conocen no bromeaban con que tú y Dimitri tenían mala suerte —dijo Cian, divertido.
—Estás empezando a parecerme muy molesto —murmuró Morgana, sintiéndose de nuevo como si fuera una niñera a la que le habían encargado dos niños muy extraños.
—Ya me lo han dicho antes.
—Y asumo que sabes que tienen razón.
Cian se encogió de hombros, sin responder.
En eso, el retumbar de un par de fuertes pisadas pertenecientes a una gran y pesada criatura los sobresaltó a los tres. Incluso la expresión de burla desapareció por completo del semblante de Cian.
—Oh, maldición —soltó él, arrugando la nariz.
Morgana le miró, preocupada.
—¿Qué significan esas pisadas? —cuestionó a pesar de no estar segura de querer oír la respuesta.
—Dah. Es obvio que es un granch —respondió Cian, tensando la mandíbula.
—¿Y no puedes derrotarlo como lo hiciste con el otro?
—En primer lugar, no lo derroté, solo lo hice entrar en una especie de estado temporal, y en segundo, si nos pasamos derrotando a cada granch que encontremos, nos pasaremos la vida entera aquí, así que lo mejor será esquivarlos. Si tenemos suerte, el Granch también nos esquivará.
—¿No recuerdas que ellos siguen el Didalnio? —inquirió de pronto Auguste, parpadeando varias veces.
Cian maldijo aún más alto y con palabras que un niño de su edad no debería conocer.
—Es verdad, lo había olvidado —murmuró—, bueno, cambio de planes, tendremos que correr más rápido que el granch, y escondernos si nos alcanza.
—¿Escondernos dónde? —preguntó Morgana, aun si no entendía del todo la situación.
—¿Es que acaso yo debo pensarlo todo? —se exaltó Cian, meneando la cabeza con frustración—. No lo sé, haremos un hoyo en la tierra o qué sé yo. Por el momento hay que preocuparnos por huir y esperar a que Jessica, Ágata y Dimitri no hayan ido demasiado lejos.
—¿Y qué hacemos si el granch consigue atraparnos?
Cian bufó.
—Se nota que no has viajado nunca con nosotros… ¡No te preocupes por lo que pueda suceder hasta que esté ocurriendo! Es un puente que cruzaremos cuando lleguemos a él, mientras tanto, ¡hay que correr!
Con esto en mente, los tres se pusieron en macha, acelerando el paso tanto como podían. Morgana no volvió a cargar a Auguste, pues aunque hubiera querido, se sentía considerablemente adolorida por la caída, y dudaba que pudiera sostener su peso.
Correr con todas sus fuerzas tampoco significaba mucho, y lo único que esperaba era que estuvieran corriendo tan rápido como un niño en un triciclo. Soltó un suspiro, pasando una mano por su cabello y deseando tener algo para poder trenzarlo y agarrarlo, pues de otra forma, lo tenía suelto y le estaba causando calor y molestia.
No podía negar que se sentía asustada, y la probabilidad de ser capturada por un granch yacía latente en el fondo de su mente.
Morgana tragó saliva, mirando fugazmente al cielo y preguntándose cómo era que había terminado en esa situación.
Oh... Fuera como terminara eso, esperaba que al menos Dimitri no estuviera teniendo problemas, pues le estresaba la idea de que su hermano estuviera metiéndose en problemas y que ella no pudiera estar ahí para ayudarlo.
Mordió su labio inferior, curvando sus labios en una mueca y tratando de ignorar el dolor y cansancio que rodeaba su cuerpo.
Sí. Esperaba realmente que su hermano menor estuviera bien, o tanto como podía estarlo en ese desconocido mundo.
.
Gente, pregunta seria: ¿tienen hermanos? 🧐
Si es así, ¿son mayores o menores que ustedes?
Yo tengo un hermano mayor y otros dos menores, por lo que debo admitir que a veces me siento en la posición de Morgana y algunas otras en las de Dimitri 👌
Eso es experiencia:)
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