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Capítulo 4. El monstruo gris llamado granch.

Dimitri comprendía que lo que estaba sucediendo era una locura.

Es decir, era consciente de que estar de pie ante un grupo de cuatro niños que realmente tenían poderes era absurdo; no podía ocurrir. Sin embargo, a pesar de que esto era lo pensaba su razón y sentido común, había una parte de él que estaba realmente entusiasmada, creyendo cada parte de lo que Jessica había contado.

Solo le faltaba un perro parlante, un hombrelobo algo traumado, un par de trolls y esto sería bastante parecido al "Décimo Reino". 

Pero aquí no pasará eso.

—¿Qué quieres decir con que ya estamos involucrados? —inquirió Dimitri, parpadeando varias veces.

No se había querido levantarse del suelo por miedo a que el mareo que lo invadió antes volviera, por lo que seguía sentado, con sus piernas estiradas y sus manos apoyadas a sus costados.

Jessica soltó un suspiro exhausto.

—Como dije, esa es una larga historia —contestó—, y no voy a contarla en un baño. El plan era hablar con ustedes y convencerlos de venir con nosotros, pero ahora que estamos siendo seguidos por el Gobierno y por un granch no será tan fácil como eso.

—Fue tu culpa por no haber averiguado si nos seguían —masculló Cian, meneando la cabeza en desaprobación.

—¡No soy la única con ojos y vista! —espetó Jessica, ruborizándose y desviando rápidamente la mirada al suelo—, ustedes también pudieron haberlo visto... De cualquier forma, no tenemos a dónde ir, bueno, sí hay un lugar, pero está bastante lejos, y Auguste no tiene fuerzas para llegar hasta allá por el momento, así que tendremos que esperar unas horas y luego ponernos en marcha... A menos que encontremos otro sitio más cerca. ¿Conocen uno donde podamos hablar con calma? Así les podré contar la historia con todo y detalles...

—Hablas como si ya nos hubieras convencido de ir ustedes —le interrumpió Morgana, frunciendo el ceño con molestia—, ¿es que ya han tomado la decisión por nosotros o algo parecido?

Jessica esbozó una mueca en sus labios.

—No somos los malos aquí —dijo ella, cruzándose de brazos—, y tampoco vamos a decidir por ustedes. ¿Qué te parece si hacemos una tregua temporal y, hasta que yo les cuente todo, deciden qué hacer?

Morgana lució dubitativa.

—Aceptamos —intervino Dimitri, sabiendo que su hermana seguramente no habría hecho más que negarse.

A cambio, recibió una mirada furiosa por parte de la chica, mas Dimitri supuso que valía la pena..., aunque igualmente evitó mirarla a los ojos.

Los ojos de Jessica se tiñeron de entusiasmo.

—De acuerdo —contestó y, antes de que pudiera decir algo más, de pronto la puerta de los baños se abrió de golpe.

Los seis pegaron pequeños saltos en sus lugares por instinto. Miraron a la persona que había asomado la cabeza por la puerta.

Dimitri cayó en la cuenta de que se trataba de Sarah Anderson, la esposa de Den y, si no mal recordaba, también era profesora de Morgana.

Sarah estaba tan sorprendida de verlos que, por unos momentos, se quedó en silencio, como procesando sus presencias y tratando de asimilarlas.

—Uh... —dijo ella, parpadeando varias veces. Entonces, agregó—: ¿Qué hacen los chicos en el baño de las mujeres?

De todas las cosas que pudo haber preguntado, Sarah salió con eso... Aunque Dimitri no pudo culparla, pues a su perspectiva, lo más raro de la situación era que ellos se hubieran equivocado de baño.

—Estábamos hablando —contestó Jessica. En un parpadeo, esa mirada seria que tenía cuando estuvo hablando con ellos se desvaneció, dando paso a una expresión más inocente y tierna—, ya sabe, como una reunión secreta

Sarah dudó y sus ojos se enfocaron en Dimitri y Morgana.

—Pensaba que Den los había llevado al orfanato —comentó, frunciendo levemente el ceño.

A Dimitri no se le ocurrió ninguna excusa que justificara que hubieran regresado al restaurante y, por lo visto, a Morgana tampoco.

—Se encontraron con nosotros en el camino —respondió Cian por ellos con naturalidad y calma, dejando también de lado esa actitud algo demandante y airada que delató instantes atrás —, estábamos perdidos, así que nos trajeron de vuelta, y como nosotros no queríamos hablar con Den, les pedimos a ellos que vinieran aquí.

Sarah arqueó ambas cejas.

—Oh, ya veo —murmuró, claramente sin estar convencida—, pero qué raro, no los vi entrar, y eso que acabo de llegar... A todo esto, ¿en dónde está Den?

Dimitri recordó la última vez que habían visto al hombre. Bueno, su memoria estaba un tanto difusa por la confusión del momento, pero aun así sabía que Den había tratado de dispararle a ese extraño monstruo gris... Sin embargo, desconocía lo que había ocurrido con él después de eso, y con razones obvias, eso le inquietaba.

—Salió a contactar a la policía para encontrar a nuestros padres —mintió Jessica, encogiéndose de hombros, a la vez que miraba de reojo a Dimitri y Morgana.

De forma repentina, un ensordecedor ruido les llamó la atención a todos.

Parecía haber ocurrido afuera del restaurante. Se asemejaba bastante al que habían oído antes de que el auto de Den se estrellara contra un poste. Dimitri sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal y se puso de pie de un salto, tambaleándose un poco, pero consiguiendo mantenerse erguido.

—¿En serio esa cosa no podía mantenerse alejada unos momentos? —suspiró Jessica como un pensamiento en voz alta para sí misma. Se dirigió hacia los hermanos Ocasaki, añadiendo—: Si quieren más pruebas de que decimos la verdad vengan con nosotros, aunque tampoco los culparemos si deciden quedarse en donde están más seguros.

—¿Qué está ocurriendo? —cuestionó Sarah, confundida.

—¿Hay personas en este restaurante todavía? —preguntó Auguste a cambio, mirándola con el ceño fruncido.

Sarah titubeó.

—N-no habían clientes cuando entré —dijo, tartamudeando un poco—, pero en las cocinas se encuentran todos los empleados.

—Pues mientras se queden ahí estarán a salvo —contestó Cian, y se giró hacia Jessica—. ¿Cómo procedemos? Ninguno de nuestros movimientos es de combate, y no podemos huir sin llamar la atención de GEASP.

Jessica se encogió de hombros.

—Entonces habrá que improvisar —respondió con simpleza.

La niña hizo a un lado a Sarah, saliendo disparada fuera de los baños. Cian le imitó, llevándose consigo a Ágata, la pequeña que no había dicho ni una palabra en toda la conversación. Auguste, por otro lado, miró a Sarah, a la vez que decía:

—Le recomiendo que no se vaya de aquí.

Sarah abrió sus ojos como platos.

—¿Qué hay afuera? —cuestionó, y dudó al preguntar.

—Nada que valga la pena salir a ver —puntualizó Auguste, y señaló a Dimitri y Morgana—: Vengan conmigo. No sabemos mucho de ustedes, pero, como dijo Jessica, será mejor que vean por ustedes mismos que no mentimos.

A Dimitri no le gustaba demasiado cómo se oía eso, sin embargo, la curiosidad que tenía por salir del restaurante era demasiado grande, por lo que asintió con la cabeza. Auguste abandonó los baños; Dimitri le siguió, sin dejarle otra alternativa a Morgana más que imitarlo.

—¿Qué se te ha metido en la cabeza? —le espetó su hermana al oído cuando empezaron el efímero trayecto hacia la salida del restaurante—, ¿por qué pareces tan dispuesto a ir con estos niños? ¡Están dementes!

Dimitri le miró de soslayo, aunque rápidamente volvió su atención hacia Auguste para evitar perderlo de vista.

—Tienen poderes —le explicó a Morgana, como si fuera lo más obvio del mundo—, y quiero saber cuál es la historia que tiene Jessica por contarnos. Además, es claro que dicen la verdad, ya has visto sus poderes.

Morgana arrugó el entrecejo, abriendo la boca, lista para replicar, pero se quedó callada cuando finalmente salieron a las calles externas al restaurante Gold.

Afuera, en pocas palabras, era un desastre.

Varios postes de luz se habían caído encima de algunos autos, haciendo que sus ruidosas alarmas resonaran por toda la calle e intensificando el dolor de cabeza de Dimitri. Por otro lado, un pequeño incendio se estaba esparciendo por un contenedor de basura en el callejón junto al restaurante, iluminando lo demás con un aire tétrico y desagradable, y llenando el ambiente con un olor a quemado bastante desapacible.

No obstante, lo peor  de todo era el monstruo que estaba en el centro de la calle.

Era idéntico al que habían visto antes, y probablemente Dimitri habría creído que se trataba del mismo si no fuera por una significativa diferencia entre ambos: su tamaño.

Este monstruo era el doble de grande que el anterior, así que era más notable su horrible y confusa piel, al igual que sus ojos que no demostraban ninguna emoción.

La criatura era tan grande que no tenía mucho espacio por dónde moverse, por lo que sus inmensos brazos y piernas causaban destrucción entre las casas que les rodeaban.

Dimitri bajó la vista, dándose cuenta de que una figura muy pequeña a comparación del monstruo estaba de pie frente a él. Tardó en comprender que se trataba de Jessica.

—Pareciera que nunca aprende que no debe saltar al peligro sin pensar —murmuró Auguste. Su tono fluctuó entre la molestia y la preocupación.

—¿Esa cosa va a comérsela? —preguntó Morgana, sonando realmente mortificada y con sus ojos fijos en la escena que se desarrollaba ante sus ojos.

Dimitri también se sentía inquieto por que eso ocurriera, por lo que se alivió cuando Auguste negó con la cabeza.

—Jessica es muy hábil, no dejaría que la atraparan —respondió—, e incluso si el granch lo hiciera, no se la comería, en todo caso la haría prisionera dentro de su cuerpo... Eh, debe parecerles raro, pero es literalmente lo que hace.

Dimitri decidió no preguntar al respecto, y asintió con lentitud, mordiendo el interior de su mejilla con profunda vacilación.

—¿Y cómo derrotan a ese monstruo? —cuestionó él.

Auguste lo pensó por unos momentos.

—No podría hacerlo, los granchs son de esas pocas criaturas que son básicamente invencibles e inmortales... Aunque tienen un punto de paralización, en donde se convierten en pequeñas criaturas dóciles, pero solo les dura un día entero ese efecto.

Dimitri le miró, descolocado. ¿De dónde habían sacado una criatura como esa? Eso tenía mucho menos sentido que la historia de los poderes.

Volvió su vista hacia el particular granch, que no parecía ser la criatura más lista del mundo, pues le costó reparar en la presencia de Jessica, que agitaba sus brazos al aire y le gritaba para llamar su atención.

El granch se dobló sobre sí mismo, inclinándose hacia la niña y estirando su brazo izquierdo. Antes de que sus deformes dedos pudieran tocarla, súbitamente algo saltó desde el tejado de una de las casas cercanas a la espalda de la criatura.

Los ojos de Dimitri se abrieron de par en par al percatarse de que se trataba de Cian el que había saltado y que había caído justo en el cuello del granch.

Cian, de algún modo, consiguió aferrarse a la piel de la criatura, empezando a trepar por la misma hasta llegar a su nuca.

No se alcanzaba a ver mucho desde ahí, pero Dimitri observó que el granch había percibido la presencia de Cian, y ahora intentaba sacudirse para quitárselo de encima, como hacía alguien cuando sentía algo caminar cerca de su cabeza (y vaya que no era una sensación nada agradable).

Cian no cedió a sus movimientos. Alzó una mano, hundiéndola en la piel del cuello de la criatura hasta que la extraña sustancia que componía su cuerpo llegó hasta su antebrazo.

El niño no se soltó de su agarre sobre su espalda, aunque era evidente que estaba teniendo problemas para aferrarse.

Cuando sacó su mano del cuello del granch, lo hizo sosteniendo una extraña esfera blanca que brilló con fuerza ante la luz de la luna. Instantes más tarde, el granch perdió fuerza y altura, empezando a encogerse de forma rápida y constante.

Dimitri se quedó perplejo cuando entonces la criatura pasó de un monstruo grande e inmenso a un pequeño ser del tamaño de un hámster.

Su sorpresa aumentó cuando, en lugar del área en donde había estado de pie el granch, ahora se encontraban dos personas inconscientes.

Se dio cuenta de que reconocía a ambas.

Una era Den, y la otra el hombre del restaurante que se llevó al grupo de niños. Los cuerpos inmóviles de ambos yacían sobre el suelo, cubiertos por una extraña sustancia gris.

Dimitri parpadeó varias veces, restregando sus ojos y preguntándose si su vista no le engañaba. Por alguna razón, le costaba más creer esta nueva escena que las cosas que Jessica había contado antes.

Cian, ahora de pie ante los hombres inconscientes, se guardó la esfera en el bolsillo de su pantalón, inclinándose hacia el suelo y tomando al diminuto Granch de una pierna, haciendo que se levantara del suelo. Con una sonrisa triunfante, Cian caminó hacia Jessica, y ambos regresaron a donde Auguste, Morgana y Dimitri aguardaban.

—¿Verdad que soy genial? —dijo Cian con autosuficiencia, ensanchando su sonrisa y alzando al granch como prueba de lo que había hecho. No se le veía muy cansado por la peligrosa maniobra que acababa de hacer, e incluso Dimitri podía decir que lucía energético y ansioso, como un chihuahua

—No seas arrogante —respondió Jessica, aunque había un deje divertido en su mirada—, aún tenemos que irnos sin que el Gobierno vuelva a mandar a alguien en nuestra búsqueda.

Un par de sirenas de policía se oyeron a la distancia. Dimitri se estremeció al pensar en todos los estragos que debió haber causado el granch. No envidiaba el trabajo que seguramente tendría la policía esta noche.

—Pues no tenemos mucho tiempo —señaló Auguste, esbozando una mueca—, tenemos que irnos ahora. Creo que puedo hacer otro salto espacial, puedo regresarnos al callejón en el que estábamos antes —Miró a Morgana y Dimitri antes de agregar—: Ustedes estaban yendo a algún sitio, ¿verdad?

Dimitri dudó, viendo a su hermana de reojo. Ir al orfanato no le parecía la idea más sensata del mundo, después de todo, ahí había muchos otros niños, y seguro que la dueña del orfanato se volvería loca si llegaban con Cian, Auguste, Jessica y Ágata.

—¿Y si mejor vamos a mi escuela? —inquirió él como sugerencia—, mañana no tendremos clases por una excursión, y ahí nadie nos buscará, además de que a estas horas no habrá nadie.

Auguste lo pensó por unos momentos.

—¿Tu escuela era esa de donde tu hermana te recogió? —preguntó, y Dimitri asintió con la cabeza, aunque le inquietó un poco saber que les habían estado observando desde ese momento—, de acuerdo, entonces sí sé dónde queda. Hay que irnos antes de que llegue la policía.

—Esperen, no podemos dejar a Den así —intervino Morgana, frunciendo el ceño.

—La policía ya se hará cargo de él —contestó Cian, restándole importancia al asunto con un ademán de mano—. No es importante, y si le ayudamos es probable que se vea involucrado en nuestros asuntos. Créanme, no querría eso.

Morgana vaciló. Era evidente que seguía sin confiar en esos niños, y si era sincero, Dimitri tampoco lo hacía. Cada vez se convencía de que quizá no quería inmiscuirse en los asuntos que ellos arrastraban.

Se sorprendió cuando alguien le tomó de la mano, y al mirar abajo notó que había sido Ágata... ¿Ella en dónde se había metido? No recordaba que estuviera con Cian cuando este se lanzó por la azotea, ni tampoco estuvo con Jessica... Quizá había estado tan distraído mirando al granch que ni se dio cuenta que la niña estuvo todo el tiempo a su lado.

Saberlo no lo tranquilizó demasiado, y se limitó a tomarle la mano a su hermana, al igual que Jessica hacía con ella. Una vez cerrado el círculo, Auguste cerró sus ojos, concentrándose.

A diferencia de la vez anterior, Dimitri pudo ver con mayor claridad la forma en la que él relajaba su semblante y respiraba varias veces para poder centrar su atención en un solo punto.

Antes de saberlo, su entorno se disolvió como un lienzo de pintura al que se le había echado agua. La experiencia fue menos abrumadora y angustiante que la primera, sin embargo, aun así no resultó cómoda.

Cuando todo volvió a ser estable, Dimitri cayó en la cuenta de que se encontraban en su escuela. A pesar de que ya había visto los efectos de la habilidad de Auguste cuando él los transportó a los baños del restaurante, le siguió pareciendo bastante irreal y sorprendente saber lo que había ocurrido.

Se hallaban en el patio principal, que era grande y extenso. Había varios juegos a la distancia, como un par de columpios y un tobogán amarillo. El suelo era de tierra, y el camino daba hacia las puertas principales de la institución. No era una escuela muy grande o lujosa, aunque a Dimitri no le gustaba demasiado... Pero ese sentimiento se involucraba más con sus compañeros de clase que con lo demás.

Sacudió la cabeza cuando sintió un mareo invadirlo, y se tambaleó un poco, notando que ya había soltado a Morgana y Ágata. Auguste se había dejado caer en el suelo, y su pálido rostro hacía claro que no le había hecho bien hacer dos saltos espaciales de forma casi seguida.

—Vaya, conque así se ve una escuela desde adentro —comentó Cian con un aire de admiración. Aún sostenía al pequeño granch, y este daba patadas y golpes al aire con el propósito de intentar liberarse en vano—, siempre he querido ir a una.

—¿Nunca han ido a una escuela? —cuestionó Dimitri, sorprendido.

Jessica negó con la cabeza.

—El haber crecido en un par de instalaciones del Gobierno nos lo impideron —respondió con un leve toque de humor amargo.

—Bueno, pues las escuelas no son tan geniales —comentó Dimitri, encogiéndose de hombros—, no hay nada de lo que se hayan perdido.

—Eso dices tú —murmuró Cian.

—De cualquier forma —empezó diciendo Jessica, carraspeando con la garganta para llamar su atención—, creo que les prometí contarles nuestra historia, y eso haré. Así que pónganse cómodos.

Dimitri no estaba seguro de si realmente quería oír lo que tuviera que decir ella. No obstante, no dijo ninguna de sus dudas en voz alta, y se limitó a escuchar.

.

Vayaaa, estamos avanzando, damas y caballeros. Y debo confesar que estoy ansiosa por que lleguen las mejores partes... ¡Y todos los personajes que tengo planeados!

Aunque en el próximo capítulo solo podrán saber parcialmente por qué Dimitri y Morgana son tan importantes para Jessica y los demás 👀

¡Tengan paciencia que pronto todo se pondrá mil veces mejor!

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