Capítulo 23. El fin del principio.
Morgana no tuvo tiempo de procesar el hecho de que unos pesados escombros habían caído sobre ella y Ágata. Su primer instinto había sido proteger a la niña, aun si sabía que eso implicaba recibir el mayor impacto.
Sin embargo, lo siguiente que supo fue que todo estaba oscuro y que no era capaz de ver absolutamente nada.
Su nariz le picó y durante unos momentos solo hubo silencio. Sintió un profundo dolor en su espalda baja y maldijo por lo bajo, sintiendo las lágrimas arremolinarse en sus ojos y su vista nublarse.
Su cuerpo tembló y trató de incorporarse, pero enseguida se dio cuenta de que estaba atrapada bajo los escombros que habían caído en su dirección. Al menos la mitad de su cuerpo de cintura para abajo estaba apresada.
Morgana cerró sus ojos con fuerza, jadeando y mordiendo su labio inferior. Ágata yacía debajo suyo, y la niña la empujó con la suficiente fuerza para poder salir.
—¿Estás bien? —preguntó Ágata con palpable preocupación, abriendo sus ojos de par en par y arrodillándose delante de ella.
Morgana quiso responder con algo sarcástico como "No, estoy muriendo de dolor y mi columna y piernas están atrapadas para probablemente tener una escasa recuperación futura, pero sí, es obvio que estoy bien". Sin embargo, al ver que los ojos de Ágata estaban cubiertos de lágrimas, soltó un suspiro, agradeciendo que la adrenalina frenara un poco su dolor, y se limitó a decir:
—Sí, estoy bien... No es tan grave como parece.
Ojalá así fuera.
Ágata frunció el ceño, su labio inferior tembló y una lágrima resbaló por su mejilla.
—Lo siento —murmuró ella—, no queríamos mentirles... Nunca pretendimos hacerles daño. Solo queríamos recuperar a nuestros hermanos... Desearía... desearía que mi don me hubiera dicho que esto iba a suceder. —Su voz tembló y un par de lágrimas más cayeron de sus ojos—. Lo siento mucho.
Morgana la miró, suspirando y maldiciendo por lo bajo ser demasiado débil ante el rostro adorable y triste de Ágata. Sus manos temblaron a la hora de apoyarlas sobre el suelo y miró a la niña a los ojos.
—No te preocupes —dijo con esfuerzo, y sintió un sabor metálico penetrar su paladar... No le costó darse cuenta de que se trataba de sangre—, no estoy enojada contigo.
Ágata la observó, parpadeando varias veces.
—Estás sangrando —exhaló ella, y las lágrimas se hicieron más notables en su rostro.
Morgana apretó los dientes, percibiendo cómo la sangre se filtraba por ellos, bajando en un hilillo por su barbilla. Sabía que debía haberse hecho unas heridas de gravedad... Bastaba con haberse golpeado la columna para arruinar sus probabilidades de volver a caminar. Claro, si sobrevivía primero.
Sin embargo, a pesar de que existía un genuino riesgo de muerte, Morgana no se sentía asustada... Quizá porque todavía no procesaba del todo lo que sucedía, o en el fondo solo no quería creerlo.
Incluso, lo que más le frustraba era no poder ver lo que sucedía con el monstruo y su vista se limitaba a las grandes escaleras. Una cosa era resultar herida ella, pero la idea de que algo le ocurriera a Dimitri le resultaba insoportable.
Esperaba que al menos el idiota de su hermano hubiera pensado y decidido cumplir su promesa de huir de ahí... Se sentiría más tranquila si al menos supiera que así había sido.
Morgana soltó un tembloroso suspiro,
Y súbitamente, sintió que el dolor se detuvo.
Por unos momentos, Morgana ni siquiera lo creyó. Parpadeó varias veces, perpleja y tratando de moverse.
Descubrió, con sorpresa, que sí podía.
Con esfuerzo y problemas, salió de entre debajo de los escombros, dándose cuenta de que le resultó más sencillo de lo que esperó... Podía mover sus piernas y su espalda, como si nunca hubiera estado herida en primer lugar.
—¿Qué fue lo que hiciste? —cuestionó Ágata, con sus ojos abiertos de par en par.
Morgana negó con la cabeza.
—Yo no hice nada —respondió, esgrimiendo una mueca y poniéndose de pie, aunque tambaleándose un poco en el proceso.
Ágata rápidamente se acercó a ella, poniendo la mano de Morgana sobre su cabeza en un permiso silencioso de que podía apoyarse en ella. Morgana lo hizo, aunque se aseguró de no ejercer demasiada presión sobre la niña.
Ambas rodearon los escombros que habían caído en su dirección, avanzando con lentitud.
De pronto, Morgana gritó cuando de la nada todos los vidrios en la habitación se rompieron en cuestión de segundos, haciendo que los pedazos de cristal cayeran en todas direcciones. Incluso el ventanal circular en el techo explotó, y Morgana resguardó a Ágata en sus brazos, aunque por fortuna ningún vidrio cayó sobre ellas.
La chica alzó la cabeza, acercándose aún más hacia delante y deteniéndose cuando pudo obtener una vista completa de la inmensa sala y del monstruo que yacía ahí.
Morgana miró a su alrededor, y se sorprendió al ver que Thiago, quien se había golpeado fuertemente en la cabeza y había caído inconsciente, ahora se había incorporado, estando al lado de Jessica y sentado en el suelo. Más allá, Cian también estaba recuperado junto a Auguste.
¿Qué era lo que había sucedido? No tenía sentido.
Y el sentido de alarma se encendió en Morgana cuando recordó que no había visto a Dimitri.
Soltó un grito involuntario cuando observó con desconcierto el cómo inmensas grietas comenzaban a crecer por las paredes de la sala, volviéndose grandes y profundas. El suelo se resquebrajó, rompiendo su alrededor.
Una sensación electrizante recorrió el cuerpo de la chica, desde la boca de su estómago hasta recorrer sus extremidades con velocidad. Sintió algo familiar en aquella sensación... Algo que nunca en su vida había percibido antes, pero que, por alguna razón, se sentía como si lo conociera desde que tenía memoria.
Era una fuerza poderosa la que estaba ocasionando que lentamente la sala del Palacio estuviera agrietándose; una extraña y que le resultaba cercana.
Morgana entonces vio el origen de aquel poder.
Y junto a ello, halló a su hermano.
Dimitri se encontraba en el auge de la destrucción. Tan cerca del monstruo que había causado tantos problemas en un inicio que Morgana se preguntó cómo era posible que no se hubiera percatado de su presencia antes.
Y a pesar de que ahí estaba su hermano, Morgana no tardó en advertir que algo estaba mal.
Para empezar, el poder que rodeaba el cuerpo de Dimitri se sentía mal..., equivocado y fuera de lugar. Morgana no entendía cómo era que lo sabía, y solo era consciente de que tenía esta certeza.
Además, la otra señal que le hizo saber que las cosas no estaban bien era que su hermano no lucía como el de siempre. Su piel estaba pálida, su cabello alborotado y sus ojos... Sus ojos parecían pertenecer a alguien más; estaban oscurecidos y vacíos.
—¡Dimitri! —gritó Morgana, acercándose a él. Pero a medio camino tuvo que detenerse, pues una grieta más le hizo tambalearse.
El monstruo también pareció darse cuenta de que las cosas no salían como debieron ir mientras que su cola se agitó en el aire y soltó un profundo rugido, aturdiendo a todos. Dimitri, en cambio, no se vio afectado y las grietas se profundizaron aún más.
Un par de pedazos de concreto cayeron desde arriba, haciendo evidente que la sala estaba comenzando a derrumbarse... Si Dimitri no detenía lo que fuera que estuviera haciendo, los enterraría a todos vivos.
—¡Dimitri! —volvió a exclamar Morgana, sintiendo sus ojos escocer por el polvo y tierra que se levantaba. Maldijo al no obtener una reacción en su hermano, por lo que se giró hacia Ágata, diciendo—: Reúnete con Auguste y haz que te lleve con los demás afuera. Deben irse.
Ágata sacudió la cabeza en negación.
—No los dejaremos aquí... —trató de decir, mas Morgana intervino antes de que agregara algo más.
—Solo salgan de aquí, Ágata... O no podré perdonarlos por habernos engañado.
Había sido un duro golpe, sin duda. Y Morgana lo sabía, y justo por eso había usado aquella frase. Los ojos de Ágata se abrieron de par en par, inyectados en sangre por el constante llanto y llenándose de angustia.
—Yo... —volvió a intentar decir la niña, pero cuando recibió una mirada de advertencia de Morgana, acabó por decir—: D-de acuerdo.
La chica asintió, esbozando una sombra de sonrisa sobre la comisura de sus labios y observando cómo Ágata se alejaba de ella a trompicones, tratando de evitar las grietas más profundas y corriendo tan rápido como le fue posible.
Morgana suspiró, pasando una mano por su cabello en gesto nervioso y regresando su mirada hacia Dimitri. Podía sentir una fuerte corriente de aire recorrer el lugar, y le dio la impresión de que su hermano se hallaba en el ojo de una tormenta.
Apretó los puños, tensando la mandíbula y lanzándose hacia delante.
Nunca podría abandonar a su hermano, eso era algo que sabía y siempre supo. Así que le daba igual el precio que tuviera que pagar, lo pagaría si así aseguraba el bienestar de Dimitri... Tal vez por eso no se sentía del todo enojada con Jessica y los otros por haberlos manipulado y mentido, por traerlos hasta ahí mediante engaños. Tal vez era porque lo entendía... porque tenía la certeza de que, si Dimitri hubiera estado en el lugar de Thiago, Morgana habría hecho lo mismo que Jessica y hasta más.
Y era consciente de lo egoísta que era una decisión así. Sin embargo, también sabía que Jessica igual lo era y que, aun así, no le importó. Si lo hizo, no bastó para hacerla detenerse.
Aunque, en realidad, no tenía caso pensar en eso.
Ya se preocuparía por exigirle explicaciones a Jessica más tarde cuando salieran de ahí... Si es que salían.
Morgana tuvo problemas para acercarse a Dimitri, pero cuando estuvo a menos de dos metros de distancia suyo, se dio cuenta de que las grietas eran más amplias ahí.
Ella gritó el nombre de su hermano una y otra vez, mas él no mostró señales de oírla.
Uno de los pilares que sostenían el techo se derrumbó, rompiéndose justo encima del monstruo, que se había acorralado a sí mismo mientras trataba de comprender el abrupto origen del poder de Dimitri.
La criatura blanca soltó un alarido de dolor, quitándose el pilar destruido de encima y mostrando cómo había resultado herido, con su sangre goteando por sus escamas y emanando a borbotones de su herida.
El suelo tembló y las grietas en las paredes se profundizaron. El flujo del viento incrementó y otro pilar cayó al suelo.
Morgana sabía que todo se estaba derrumbando, y que si quería escapar de ahí con Dimitri debían hacerlo antes de que la sala (y parte del Palacio Real) se viniera abajo y los dejara atrapados ahí.
Rechinó los dientes al ver cómo una inmensa grieta se abría, trazando una separación entre ella y Dimitri. Morgana apretó los puños todavía más, arrugando el entrecejo y mirando a su alrededor con desesperación.
Debía llegar a su hermano, se dio cuenta, debía detenerlo antes de que fuera demasiado tarde.
Con esta determinación en mente y convenciéndose de que la brecha no era muy amplia, Morgana inhaló con fuerza y retrocedió para tomar impulso.
Y luego, saltó.
Afortunadamente, la grieta no era muy ancha, o al menos no al momento de saltar, pues cuando Morgana aterrizó al otro lado casi sin problemas, se mareó al ver cómo la abertura se abría, dejando entrever una oscuridad cuyo final no quería conocer.
Morgana tragó saliva y se incorporó, acortando la distancia que lo separaba de su hermano y tratando de no pensar en lo que pasaría si caía en una de las grietas.
—¡Dimitri! —gritó, sintiendo que el aire se volvía más denso al estar más cerca del chico, haciendo que se le dificultara respirar y caminar con normalidad—, ¡Dimitri!
Las lágrimas asomaron a los ojos de Morgana, aunque fueron rápidamente secadas por la fuerte brisa. Ella apretó los dientes y se acercó aún más, negándose a abandonar a su hermano; negándose a dejarlo ahí...
—¡Dimitri! —volvió a gritar, sintiendo su garganta seca.
Consiguió ponerse delante de su hermano y, con tanta fuerza como pudo reunir, apoyó sus manos en sus hombros, mirando directamente a sus ojos, cuyas pupilas yacían dilatadas y no parecían mirar a nada en concreto.
—¡Hermano! —exclamó Morgana, temblando al escuchar el derrumbe de otro pilar y ahora las escaleras destrozándose—, ¡no sé qué rayos te ha ocurrido, pero debes reaccionar! ¡Tenemos que salir de aquí!
Su hermano no dio señales de oírla, aunque sus ojos parecieron moverse por una fracción de segundo, mas el viento no menguó y la destrucción tampoco.
—¡Por favor! —suplicó Morgana—, ¡pelea contra esto que te haya ocurrido! ¡Haz que se detenga!
No hubo ningún cambio.
—¡Dimitri, si no te detienes nos matarás a ambos! —A estas alturas, Morgana ya estaba desesperada y con su tono de voz temblando.
¿Realmente no lograría que su hermano se detuviera? ¿Esa sería la manera en que ambos terminarían? No, no quería... No soportaba saber que Dimitri también moriría.
Morgana tensó su agarre en torno a los hombros de su hermano, y lo rodeó en un abrazo fuerte y estrecho, pasando sus brazos por su cuello y enterrando su rostro en su hombro.
—Por favor —volvió a decir, esta vez en un murmullo que evidenciaba que empezaba a sentirse cansada y le costaba mantenerse de pie—, por favor, sálvanos, Dimitri, detente y sálvanos a los dos.
Las lágrimas rodaron por sus mejillas, aunque Morgana no cedió su agarre y lo abrazó con aún más fuerza.
Lentamente, ella se dio cuenta de que el viento estaba cesando, al principio de manera casi imperceptible y luego, de golpe.
Morgana alzó su mirada, quedándose perpleja al darse cuenta de que la destrucción se había detenido, aunque eso era relativo, pues los pilares destruidos bastaban para hacer que el equilibrio de la sala entera pendiera de un hilo.
Se dio cuenta de que su hermano, quien ahora correspondía su abrazo y se aferraba a ella, estaba temblando con fuerza.
—Lo siento —murmuró Dimitri entre sollozos—, fue mi culpa haber venido... Debí haberte escuchado.
Morgana sintió que las lágrimas también asaltaban sus ojos y soltó un tembloroso suspiro.
—Está bien Dimitri —contestó en un volumen de voz lo suficiente alto como para que solo su hermano alcanzara a oírla—, no es tu culpa. Tú nos salvaste, ¿de acuerdo? Está bien...
Dimitri lloró con más fuerza, sin soltarla.
Morgana deseaba poder quedarse así, al menos hasta recuperar energía suficiente para moverse como quería. Pero sabía que no podía hacerlo, y que si se quedaban por más tiempo corrían el riesgo de quedar bajo el derrumbe que tarde o temprano (probablemente, más temprano que tarde) sucedería.
—Dimitri —dijo ella—, debemos irnos.
A decir verdad, a Morgana le aliviaba saber que Ágata había cumplido con su palabra y había hecho que los demás se marcharan... Sí, eso complicaba su tarea de salir de ahí ahora que Auguste ya no estaba, no obstante, la hacía sentir mejor.
Y, de pronto, Morgana se separó de Dimitri cuando escuchó un profundo rugido.
Oh, ¿ese monstruo seguía vivo? En cierto modo, tenía sentido, pero saberlo la hizo sentir fatal. Y se giró para mirar a la criatura.
El monstruo estaba malherido gracias a los escombros y vidrios que le habían caído encima, de eso no cabía duda. No obstante, también parecía tener suficiente energía como para hacerles daño.
Morgana era consciente de que no tenía muchas fuerzas, y apenas si podría salir de ahí caminando... Mucho menos sería capaz de esquivar a un desgraciado monstruo.
Aunque esa fue la última de sus preocupaciones cuando cayó en la cuenta que el rugido había causado que la sala se sacudiera aún más, haciendo que estuviera cerca de derrumbarse... Muy cerca.
Genial. Si no los atrapaba el monstruo, entonces lo haría el derrumbe.
—Debemos salir de aquí —masculló Morgana, mirando con angustia a la criatura, que parecía haberse dado cuenta que había sido poco inteligente rugir de esa manera y ahora observaba a su alrededor con gesto analítico.
Las grietas se ensancharon, y Morgana pasó un brazo por los hombros de Dimitri, acercándolo a ella y frunciendo el ceño. Abrió la boca para decir algo, pero se vio interrumpida por alguien más, que soltó:
—¡Vengan por aquí!
Morgana miró con desconcierto que se trataba de Auguste, quien estaba a solo unos metros de distancia.
Dimitri también se dio cuenta, y volvió su mirada en su dirección.
Realmente había regresado, comprendió Morgana, y no pudo evitar soltar un suspiro de alivio. Auguste se veía realmente mal y había un toque enfermo cubriendo su rostro, a su vez que de su nariz bajaba un hilillo de sangre, quizá por el sobreesfuerzo que estaba haciendo de su habilidad.
Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso al frente, el monstruo rugió una vez más, haciendo temblar el suelo y causando que la grieta que los separaba de Auguste se abriera aún más... Haciéndola imposible de saltar para dos adolescentes malheridos y cansados.
Auguste percibió esto y arrugó el entrecejo.
En menos de un parpadeo, el niño ya se había transportado delante de ellos.
El monstruo soltó otro rugido, esta vez de desesperación; tal vez frustrado ante la idea de saber que sus presas huirían.
Hizo amago de correr hacia ellos, mas no llegó a tiempo, pues en ese preciso instante, Auguste tomó a Morgana del brazo, y pronto los transportó muy lejos de ahí.
Morgana solo sabía que ahora estaban bajo el sol y un cielo anaranjado. También que se hallaba recostada sobre una superficie dura, que su respiración era entrecortada y su cuerpo entero le dolia.
No le importó nada más.
Cerró sus ojos solo por unos momentos, y se quedó pensando. Al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que Auguste los había llevado a la plaza de antes en donde se encontraban los demás.
La chica esbozó una débil sonrisa y volvió a cerrar los ojos.
De momento, no le importaba lo demás. Solo quería descansar por un momento.
Un poco. Después, se preocuparía por lo demás.
.
Okey, oficialmente hemos llegado al final (bueno, aún falta el epílogo). Así que, ¿qué tal? ¿Les ha gustado?
A mí me ha fascinado poder llegar hasta aquí, es un sueño hecho realidad 💞
No saben lo emocionada que me sentí releyendo este capítulo para editarlo, y me gustó saber que al menos no me sentía apenada como me sucedía con otras historias al editarlas 😂
Bueno, los veo de nuevo en el epílogo. Así que, por el momento, adiós 👀
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro