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Capítulo 22. El trato.

Dimitri estaba simplemente perplejo.

En cierto modo, aún no estaba seguro de haber procesado todo lo que había dicho la extraña mujer... Era como si en realidad no quisiera entenderlo o si solo no fuera capaz de hacerlo.

Todo había sido bastante apresurado, y apenas si Dimitri podía seguir lo que había ocurrido.

Aunque, de cualquier manera, no le quedó de otra más que despertar de su estado inicial de shock cuando la mujer rubia y desconocida dejó caer aquella misteriosa esfera que se transformó en un gigantesco monstruo.

La criatura era una que Dimitri nunca antes había visto. De cierta manera, se asemejaba a los granch, pero este monstruo era mucho más grande y feroz. Su piel era blanca con escamas gruesas, tenía una larga cola con enormes picos que sobresalían. Sus ojos eran carmesí y profundos, sus fosas nasales y hocico como el de un cocodrilo, aunque más pequeños. Sus fauces eran enormes y sus dientes filosos y desagradables.

La criatura, que había crecido de una manera instantánea y repentina, ahora estaba de pie sobre sus cuatro patas, haciendo aún más evidente la abismal diferencia entre las alturas de los miembros del grupo y la del monstruo.

La mujer que le había liberado había desaparecido en las escaleras, y si estaba a la vista, Dimitri no la halló. O mejor dicho, dejó de molestarse en buscarla, parpadeando varias veces y centrando su atención en el gran monstruo.

La criatura rugió con gran fuerza, sacudiendo las paredes y el suelo con su atronadora voz mientras mostraba sus enormes fauces que fácilmente podrían devorar un elefante.

Dimitri se quedó en su lugar, anonadado y sin saber cómo reaccionar.

Morgana, que se hallaba a su lado, le tomó del brazo, obligándolo a alejarse y tensando su mano. Dimitri la miró, observando que el rostro de su hermana estaba pálido y sus ojos abiertos de par en par, fijos en el monstruo, que seguía sin lanzar un ataque y se limitaba a rugir y sacudir sus enormes piernas.

—Tenemos que salir de aquí —exhaló ella. Luego, regresó su mirada hacia él, añadiendo en un hilo de voz—: Tú tienes que salir de aquí.

Dimitri abrió la boca para discutir o replicar, pero se sobresaltó que escuchó a Jessica gritar con desesperación:

—¡Teníamos un trato! ¡¿Cómo puedes dejarnos aquí?!

Volvió su mirada hacia el frente, dándose cuenta de que Thiago se había alejado de la silla en la que lo habían encontrado sentado. El chico se veía bastante mareado y las lágrimas seguían recubriendo una delgada capa en sus ojos.

—No debieron venir por mí —dijo él, temblando ligeramente—, jamás debieron volver si ya habían logrado escapar.

—No podíamos abandonarte —contestó Cian, determinado, aunque hubo un destello de duda en su tono de voz—. Todavía podemos derrotar hasta este monstruo, no deberíamos darnos por vencidos.

Thiago no contestó, volviendo sus ojos hacia la gran criatura, que había dejado de emitir rugidos y ahora los miraba muy fijamente, como si detrás de su tosco cuerpo se hallara una mente inteligente y aguda.

—Nadie más que yo es útil en este tipo de peleas —murmuró con tono bajo y voz rota—, deben irse mientras siga teniendo fuerzas para poder distraerlo. —Miró a Morgana y Dimitri, agregando—: Lamento que mis hermanos los hayan involucrado en esto.

—Solo intentábamos hacer lo correcto —contestó Jessica, con sus puños apretados y sus labios curvados en una mueca que daba indicios de retener el llanto que asomaba a ella—, lo sentimos... de haber sabido...

—No es el momento de hablar de eso —le cortó Morgana, chasqueando la lengua con evidente fastidio y furia—. Primero salgamos de aquí, y luego, les gritaré por la idiotez que cometieron al confiar en esa maldita mujer.

Auguste alzó la cabeza, pestañeando con fuerza y diciendo:

—Es verdad. Puedo sacarnos a todos de aquí... Pero tendrá que ser ahora o no tendremos oportunidad contra ese monstruo. Vamos, debemos actuar rápido y huir.

Dimitri asintió con la cabeza, mirando de soslayo al monstruo y sintiendo un escalofrío al ver que él seguía sin actuar. Bueno, mientras continuara así y les diera tiempo de escapar, estaría bien, pensó Dimitri, acercándose y haciendo amago de acercarse a los demás y así tomar sus manos.

Debían escapar de ese lugar antes de que fuera demasiado tarde.

Sin embargo, entonces la criatura volvió a rugir. Pero en esta ocasión lo hizo de una forma aturdidora y abrumante, haciendo tambalear a Dimitri y al resto, impidiendo que lograran acercarse y obligándolos a cubrir sus oídos en un vano intento por calmar el ensordecedor ruido.

Dimitri torció sus labios en una mueca, temblando de pies a cabeza y sintiendo cómo su cabeza empezaba a darle vueltas. ¿Cómo era posible que el rugido del monstruo hubiera tenido un efecto tan mortífero en él? Apretó los dientes, tensando la mandíbula y soltando una exhalación cuando el ruido y el temblor finalmente cesaron.

Hubo silencio por unos momentos, y cuando Dimitri retiró sus manos de sus oídos, agradeciendo que al menos sus tímpanos no hubieran reventado, aunque apenas si pudo pensar en ello.

Pues abruptamente, el monstruo embistió contra ellos.

El grupo se separó por instinto, corriendo de la manera en que podían para evitar ser aplastados por las gigantescas garras del monstruo. Dimitri corrió hacia la izquierda, siguiendo a Morgana y percibiendo la manera en que su corazón latía dolorosamente fuerte contra su pecho.

Miró sobre su hombro al ver que la criatura no le seguía... Sino que ya había atrapado su objetivo.

—¡Auguste! —chilló Jessica, haciendo resonar su voz. Sin embargo, ella estaba demasiado lejos, al igual que el resto.

Y la criatura bien lo sabía. Esta tenía acorralado a Auguste, quien tenía su espalda apoyada contra una de las paredes y sus rodillas flaqueando. Sus ojos estaban abiertos de par en par y sus manos levantadas, como si quisiera poner alguna especie de barrera entre él y el monstruo, cuyas fauces estaban a solo un par de metros de distancia y cuyos ojos le veían fijamente, como un depredador mirando a su presa.

Thiago, que era el más cercano, movió su mano, haciendo un ademán y haciendo que una de las ventanas explotara hacia dentro, haciendo caer sus pequeños cristales encima de la criatura con fuerza.

El monstruo rugió, molesto, pero su confusión bastó para que Auguste se transportara al otro lado de la inmensa habitación, lo suficiente lejos de la criatura como para que esta no se le acercara.

Dimitri, ahora ya más cerca de Auguste, se acercó a él, mirando lo asustado que lucía.

—¿Estás bien? —preguntó Dimitri, y Auguste asintió con la cabeza.

Regresando su mirada hacia el campo de batalla, Dimitri observó que ver a Thiago en acción era sencillamente deslumbrante. La habilidad del chico, más allá de ser poderosa y asombrosa, también era vistosa y genial... Sin duda, era algo increíble.

Thiago tenía sus manos arriba y había hecho explotar las ventanas más cercanas al monstruo. Luego, hizo levitar cada una de las piezas caídas de vidrio, clavándolas sobre la superficie de la piel de la criatura, haciéndola soltar otro de sus estruendosos rugidos.

El monstruo entonces se sacudió con fuerza y cargó contra Thiago, levantando su pata izquierda delantera y alcanzando a atizarle un profundo golpe.

Thiago no fue lo suficiente rápido para esquivarlo, y el impacto bastó para arrojarlo por los aires. El chico aterrizó sobre el suelo con un ruido sordo y doloroso. Su espalda se arqueó al caer, pero luego se mantuvo quieta.

Y él ya no se movió de ahí.

Dimitri abrió sus ojos de par en par, completamente paralizado y perplejo. Miró a Thiago, deseando poder acercarse y ser de utilidad... De poder luchar, pero no era así. No podía hacer más que mirar, y lo sabía. ¿Acaso esa era la definición de impotencia?

Observó con mortificación que de la cabeza de Thiago comenzaba a emanar sangre a borbotones, creando un pequeño charco carmín sobre el suelo. Los ojos del chico estaban cerrados y su pecho bajaba y subía de forma muy apenas perceptible.

Dimitri era consciente de que si no lo ayudaban pronto moriría, sino era que su vida ya estaba comprometida por el golpe.

—¡Maldito imbécil! —soltó Cian con su voz fluctuando entre la rabia y el llanto. El niño se hallaba a unos metros de distancia de donde estaba Thiago. A su lado estaba Ágata, quien también estaba petrificada y con su pequeño cuerpo temblando.

Cian gritó desde lo más hondo de su garganta y corrió hacia el monstruo. A medio camino, su cuerpo se transformó en un enorme y poderoso elefante dos veces más grande que uno normal.

Dimitri pudo ver que Cian no había elegido la apariencia de algo cuyas medidas conociera, pues era evidente que a simple vista, el elefante era defectuoso; su cuerpo no era del todo proporcional, como una cola más larga y una trompa más pequeña.

A pesar de su considerable tamaño, no llegaba al de la criatura... No obstante, a Cian no pareció importarle y embistió con sus cuernos un costado del monstruo.

Logró desequilibrarlo, rompiendo algunas de sus escamas y rasgando su piel en el camino.

Sin embargo, el precio por ello fue demasiado alto.

El daño que Cian le había causado a la criatura no había sido demasiado, y esta reaccionó casi de inmediato, lanzándole un tajo con sus garras al costado de Cian.

El niño regresó a su forma original de forma casi instantánea, desplomándose por el suelo. El enorme rasguño que el monstruo le había provocado en su forma de elefante permaneció cuando volvió a ser humano, y ahora había un corte profundo y desagradable en su costado izquierdo, sangrando sin control.

El monstruo hizo amago de querer terminar el trabajo, pero, antes de que pudiera siquiera alzar una garra, Auguste se transportó en cuestión de segundos hasta Cian, apoyando su mano en su cabeza y haciendo que ambos regresaran al lugar en el que antes se hallaba Auguste. Solo había sido una diferencia de unos pocos metros, pero esa era la que podía ser lo que separara la vida de la muerta.

Dimitri se detuvo junto a Cian, mirando su horrible herida y sintiendo sus ojos escocer al verlo. Su aspecto era desagradable, y de nuevo, era evidente que si no se detenía su hemorragia pronto perdería la vida.

—Debemos salir de aquí —murmuró Auguste. Él estaba temblando visiblemente, y cuando se quitó su capa para presionarla contra la herida de Cian, Dimitri pudo ver que un hilillo de sangre bajaba por su nariz... Se dio cuenta de que ya estaba empezando a abusar del uso de su habilidad.

Alzó la cabeza, mirando que su hermana estaba junto a Ágata, quien había corrido a la chica con lágrimas en los ojos. Morgana ahora abrazaba a la niña para consolarla, pero era obvio que también estaba por completo aterrorizada.

Jessica había conseguido llegar al lado de Thiago, y ahora tenía su mano apoyada en su cabeza, como tratando de definir la profundidad de su herida.

Y el monstruo volvió a atacar.

Se giró sobre sí mismo, sacudiendo la cola con ferocidad y dando con una de las columnas que sostenían el techo. Esta cedió a su peso sin oponer resistencia, haciendo que pedazos de concreto salieran volando en su dirección.

Dimitri se cubrió con las manos por instinto y, cuando las bajó, se quedó paralizado al ver que uno de los escombros había dado con el barandal de la escalera, destruyéndola y haciendo que cayera al suelo junto al pedazo de concreto... dando en el lugar en donde Morgana y Ágata se hallaban.

Dimitri no pudo gritar ante la profunda conmoción que sentía y observó con sus ojos abiertos a más no poder el cómo caían los escombros sobre su hermana y la pequeña niña. Morgana alcanzó a reaccionar a duras penas, cubriendo a Ágata con su propio cuerpo y recibiendo la mayor parte del impacto.

Los escombros cayeron sobre ambas, y ni siquiera fue capaz de ver lo que les había ocurrido.

Aunque era evidente que ninguna saldría ilesa de eso.

¿Por qué sucedía todo eso? Dimitri no lo entendía. Deseaba entenderlo.

Deseaba que todo terminara.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y finalmente pudo encontrar su voz, y gritó, tratando de correr hacia su hermana y sacarla de ahí.

Todo era su culpa, y lo sabía. Él la había hecho venir a este mundo... ¿Y para qué? ¿Para qué fueran manipulados por un grupo de niños y llevados a un sitio de muerte por razones que ni siquiera comprendían? Había sido un idiota... Era un idiota.

Pero no iba a permitir que su hermana pagara por ello. No podría.

Morgana no merecía eso... Ella era una gran hermana; lo único que había hecho había sido ayudarlo, y así había sido desde que tenía memoria. Y siempre lo supo, siempre fue consciente de ello...

Entonces, ¿por qué debía actuar terco con ella? Nada de eso habría pasado si se hubieran quedado en Dallas, si Dimitri no fuera un maldito que siempre deseó vivir una aventura como de las que siempre leía...

Era su culpa haber acabado en esa situación.

Y lo odiaba.

Daría todo por regresar a su orfanato con Morgana, por tener de vuelta a Den y Sarah con ellos y vivir la aburrida monotonía de la que antes se quejaba. Ya lo había entendido, ya había aprendido su lección... Y ahora solo quería volver a casa.

El monstruo rugió de nuevo, impidiéndole el paso al pisar con fuerza y hacer temblar el suelo.

Dimitri cayó de rodillas, maldiciendo por lo bajo entre sollozos y apretando sus puños. Trató de ponerse de pie y descubrió que no podía. Sus ojos estaban fijos en el suelo y las lágrimas resbalaban libremente por sus mejillas. Se sentía débil, estaba cansado... y sabía que no era nadie.

Y repentinamente, todo se silenció.

A Dimitri le costó un par de momentos darse cuenta de que ya no escuchaba al monstruo ni los otros ruidos de los que ni siquiera se había percatado del todo.

Solo había... silencio.

Alzando la mirada, Dimitri se quedó anonadado al descubrir que todo parecía haberse congelado. El monstruo estaba completamente inmóvil, sus fauces estaban abiertas, mas no rugían; y una de sus patas estaba levantada, mas no caía.

Era desconcertante.

Dimitri miró a su alrededor, avistando que los demás también estaban en el mismo estado. Thiago ya no sangraba, pero seguía herido, y a su lado estaba Jessica, a media acción de susurrarle algo que nunca sabría. También estaba Cian y Auguste, y este último con sus lágrimas congeladas a medio camino por el puente de su nariz.

—¿Qué rayos...? —exhaló Dimitri, descubriendo que podía hablar. Su voz se escuchaba ronca y el nudo en su garganta  hacía que fuera difícil hablar.

Y entonces, una voz habló:

—¿Cómo es posible que se hayan metido en problemas serios así de rápido?

Dimitri se sobresaltó, buscando rápidamente el origen de la voz. Su desconcierto aumentó cuando vio que había un gato al pie de las puertas de entrada... Sin embargo, no era cualquier gato.

Era Neil.

Y él estaba hablando.

—¿Q-qué? —balbuceó Dimitri, perplejo y parpadeando varias veces.

¿Pero qué era todo eso? Tal vez había caído inconsciente y ahora solo estaba soñando. Sí. Era una probabilidad.

No obstante, en el fondo Dimitri sabía que no se trataba de eso.

Neil lo observó detenidamente, y sus ojos azules brillaron con fuerza.

Sé que sospechabas de mí desde un inicio —continuó el gato. Era extraño, en realidad, él no movía sus labios, pero Dimitri escuchaba su voz, y sabía de antemano que pertenecía a él, así como sabía que se trataba de una voz masculina y joven—, aunque lo cierto es que me habría sorprendido que no lo hicieras si consideramos las circunstancias en las que nos hallamos.

—¿Qué eres? —cuestionó Dimitri, enjugando sus lágrimas y tratando de calmarse.

Hum, tú ya lo sabes —respondió Neil con calma, y por sus ojos cruzó un destello de diversión—. Soy un nheo, Dimitri.

—¿Eh? —fue lo único que el chico pudo contestar, sin saber si se sentía asustado o sorprendido.

Recordaba que Auguste había descrito a los nheos como una especie muy poderosa, aunque desterrada y exiliada por los hechiceros, y a su vez, rememoró la historia que había oído en el restaurante de antes sobre cómo un nheo había sido el responsable de la caída del Imperio antes regido en Allwer... Y la idea de haber sido acompañado por una de esas criaturas todo ese tiempo lo mortificó.

Y Neil pareció advertir en eso, pues dijo:

Oh, pero no te preocupes. No estoy aquí para hacerte daño. Si te seguí todo este tiempo fue porque estaba agradecido de que me hubieras liberado de mi prisión, y odio tener deudas con otros. Ahora, es momento de ofrecerte mi ayuda, Dimitri, si así lo deseas.

—¿Tu ayuda? —repitió él, parpadeando con fuerza.

Así es. Los nheos somos criaturas poderosas por defecto, mas lo somos aún más si estamos ligadas a otros por tratos especiales. Ahora mismo puedo presentir en ti un poder especial, así como en tu hermana... Sin embargo, está sellado por grandes fuerzas y no hay manera de que accedas a él por tus propios medios. Si me dejas liberarlo, aunque sea solo por un tiempo limitado, tendrás la fuerza suficiente para derrotar este monstruo.

Dimitri se quedó en silencio, pensando en esto y mirando a su alrededor. No conocía a Neil, y sabía lo imprudente que era llegar a un trato con él sin ser consciente de las consecuencias... Pero, ¿qué otra alternativa tenía?

Y, antes de que pudiera pensarlo del todo, su boca lo delató, preguntando:

—¿Puedes salvar a mis amigos?

Neil le miró, intrigado.

—¿Incluyendo a los niños que te traicionaron y usaron para llegar hasta su hermano? —inquirió.

Dimitri apretó los puños con fuerza. Estaba molesto por haber sido engañado y manipulado, era obvio... Pero Jessica y los demás no merecían morir por eso, aun si ellos les habían traído hasta ahí en primer lugar.

—Sí, incluyéndolos a ellos —se obligó a responder, porque sabía que era lo correcto... Lo que un héroe haría.

Hum, por suerte para ti ninguno de ellos ha perecido todavía —contestó Neil, sin cuestionar su decisión—, así que puedo salvarlos. Aunque solo me limitaría a curar sus más graves heridas, pero seguirían necesitando tratamiento médico.

—No importa —respondió Dimitri—, eso basta.

Neil pareció sonreír (si es que acaso los gatos podían hacerlo) y ladeó ligeramente la cabeza.

De acuerdo —dijo—, entonces, el trato es sencillo: yo libero temporalmente el sello que opaca tu poder para que puedas derrotar a ese monstruo y curo a tus amigos, ¿cierto?

Dimitri frunció el ceño.

—¿Y qué hay de lo que yo debo hacer a cambio? —indagó, pues sabía que los tratos no funcionaban de un solo lado... Y sabía que Neil tampoco lo ayudaría gratis.

Oh, no te preocupes por eso ahora —contestó el nheo—, me es suficiente con que estés ligado a mí mediante este trato, porque mientras así sea yo tendré poder... Y tú tendrás el tuyo, ¿verdad que es un lindo trato? —Neil sacudió la cabeza. Luego, en un gesto pensativo, acabó por agregar—: Hum, bueno, supongo que tampoco estaría mal que me debieras un favor.

Dimitri lo miró, sorprendido.

—¿Y eso es todo? —preguntó, dándose cuenta de que parecía sonar bastante bien.

Neil asintió con la cabeza, agitando sus orejas y su cola.

Eso es todo —contestó, y acto seguido, se acercó a Dimitri con agilidad, deteniéndose delante suyo y agregando—: Para formalizar este trato, extiende tu brazo.

Dimitri obedeció algo dubitativo, haciendo lo que le pedía.

Por mi nombre y por lo que represento como nheo —comenzó diciendo Neil, apoyando su pata esponjada y fría sobre el antebrazo de Dimitri—, juro llevar a cabo mi parte del trato. —Miró a Dimitri, expectante.

El chico dudó, dándose cuenta de que Neil esperaba que dijera algo similar.

—Y yo también juro llevar a cabo mi parte del trato —contestó él, sin saber si lo había dicho correctamente, y supuso que sí, pues Neil no le corrigió.

Entonces, el gato arañó el antebrazo de Dimitri.

Él se sobresaltó, confundido y alejando su brazo por instinto.

—¡¿Por qué hiciste eso?! —exclamó, mirando con mortificación la sangre que ahora emanaba de la herida en la superficie de su piel. Los tres cortes que Neil le había causado se alineaban uno al lado del otro, uniendo las gotas de sangre en un solo hilillo.

Es parte del trato —se justificó Neil con indiferencia—. Ahora, vamos, acaba con ese monstruo antes de que el sello vuelva a colocarse.

Dimitri abrió la boca, queriendo preguntar algo más. Sin embargo, el gato desapareció en un parpadeo y, a su vez, todo volvió a la normalidad y el ruido antes silenciado regresó de golpe.

Dimitri alzó la cabeza, encontrándose con el monstruo alzando su enorme pata con la intención de herirlo.

Pero él ya no se sentía igual que antes.

Había algo distinto. Algo que estaba creciendo dentro de su pecho.

Entonces, el sello que contenía el poder que todo ese tiempo siempre tuvo sin saber se rompió.

Y Dimitri perdió el control.

.

Díganme, camaradas, ¿tenían la sospecha de que Neil era un nheo🧐? Quiero decir, lo sugerí varias veces, pero no lo confirmé hasta ahora.

Uh, se siente tan bien escribirlo ahora. Esta escena la tenía planeada desde un inicio, ¿saben? Y fue genial por fin poder escribirla.

En fin, ahora estamos a un capítulo de finalizar esta historia, ¿cómo se sienten Bv?

Por cierto, este capítulo fue más largo de lo usual (solo un desfase de 500 palabras, nada grande), por si se lo preguntaban xd.

Y bueno, hasta la próxima ✌

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