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Capítulo 21. El momento de la verdad.

Justo cuando Morgana empezaba a cansarse de esperar, Cian finalmente apareció.

Al principio, ella no supo que se trataba de él, pues lo único que vio fue un pequeño pájaro que se posó sobre el suelo y que los miró fijamente.

Acto seguido, la ave se convirtió en un niño, transformando sus alas en brazos y sus patas en piernas y pies; su pico en nariz y labios y su plumaje en ropa y piel. Se trataba de Cian.

Él alisó su ropa, suspirando y pasando una mano por su cabello revuelto.

—Me pasé la última hora recorriendo este sitio —masculló él, luciendo algo irritado y cansado. Había un par de ojeras marcando su pálido rostro y era evidente que no había dormido en lo absoluto—, y no saben lo aburrido que fue ver que no aparecían. —Hizo un ademán con su mano, restándole importancia al asunto y suspirando de nuevo—. De cualquier forma, ya estoy aquí. Debemos irnos cuanto antes. Escuché alrededor que ya se corrió la voz de la presencia del granch.

—Auguste, llevanos cerca de la entrada del Palacio —dijo Jessica, señalando con su mirada las altas y descomunales puertas que protegían el interior del lugar.

—Aunque antes recuerda que no es necesario que te fuerces, y debes decirnos cuándo ya te sientas débil —agregó Cian, frunciendo levemente el ceño—, tú eres nuestro boleto de salida, y sin ti la huida está comprometida.

Auguste asintió con la cabeza y cerró sus ojos, concentrándose en silencio.

—Todavía puedo hacer otros tres saltos espaciales cortos y uno largo, que sería el de huida —informó.

El grupo rápidamente formó el círculo con sus manos al que ya se habían acostumbrado. Morgana, a esas alturas, se sentía como si hubiera hecho algo como eso toda su vida. Solo se sentía natural, a pesar de que no llevaba más de dos días de conocer a estos peculiares niños.

Hum, era extraño, pensó, el hecho de que en realidad fueran desconocidos y, a su vez, sintiera que los conocía profundamente. Quizá haber visto la desesperación y angustia en ellos le había dejado esa impresión.

Aunque apartó esos pensamientos de su cabeza cuando su entorno cambió en un santiamén. No había habido una gran diferencia, dado que seguían estando afuera del Palacio Real, pero ahora mucho más cerca.

A decir verdad, la habilidad de Auguste era perfecta para acercarse sin ser descubiertos, y quizá sería todavía mejor si el niño no tuviera que ahorrar energía cada cierto tiempo. Morgana suspiró, meneando la cabeza y escaneando su alrededor con la mirada.

No quería cometer ni un solo desliz con el plan. Haría lo necesario con tal de que todo saliera a la perfección.

Jessica también analizó sus alrededores, diciendo con tono bajo:

—No hay nadie por aquí, puedo ver la entrada de los muros y los guardias que custodiaban esta entrada ya están yendo hacia el granch. Es un monstruo bastante débil, por lo que no tardarán en derrotarlo, pero mientras tanto tenemos oportunidad de que no miren hacia acá. Cian, es tu turno.

El niño asintió con la cabeza. Luego, en cuestión de instantes, su cuerpo volvió a transformarse, solo que ahora no fue en un ave, sino en un gato. En Neil, mejor dicho, como habían planeado en un inicio (y eso hizo que Morgana se preguntara en qué momento Cian había tomado las medidas del pájaro en el que se convirtió).

Cian, ahora siendo un gato, se escabulló lejos de ellos con gran agilidad y rapidez, como un gran león que iba detrás de su presa. Fue directo a las puertas, y Morgana se sobresaltó al ver cómo Cian se arrastró por debajo del marco. No supo decir si la apertura entre la puerta y el suelo era ancha o si la forma de Neil era bastante pequeña... Aunque, era un gato, al final de cuentas, y estos animales eran por naturaleza flexibles y escurridizos.

El grupo se acercó silenciosamente a las puertas. Sin embargo, en el momento en que lo hicieron, quedaron descubiertos.

Morgana se sintió ansiosa y muy nerviosa. ¿Y si alguien los veía? Eso bastaría para echarlo a perder todo.

Un nudo se formó en su garganta, y se obligó a empujar el miedo y la angustia de su mente. No necesitaba eso. Lo que necesitaba era absoluta concentración.

Las grandes puertas del Palacio Real no fueron lo que Cian abrió para ellos, sino unas puertas más pequeñas (y programada para permitir su rápido y eficaz uso) que se encontraba en el centro de las enormes.

Cuando la puerta izquierda se abrió ligeramente, de ella emergió nuevamente Cian en su forma de gato. Y el grupo atravesó rápidamente la distancia que los separaba del umbral de entrada.

Morgana contuvo la respiración hasta que por fin hubo llegado hasta las puertas, y solo suspiró con alivio cuando las cerraron detrás suyo y ahora estuvieron en el interior del Palacio Real...

¿Y cómo era este sitio? Bueno, para comenzar, era sencillamente enorme, como hecho para un gigante en lugar de para un humano.

Era vistoso también, sin lugar a dudas, y simplemente impresionante.

Y eso que solo alcanzaba a ver un extenso y enorme pasillo.

Morgana se quedó perpleja al ver el interior. El pasillo ya mencionado era abrumadoramente amplio. El suelo bajo sus pies estaba cubierto por una gruesa alfombra carmín, y las paredes eran azules, como si estuvieran hechas de hielo puro y fino (tuvo un vago dejá vú de cuando en el restaurante Gold pasaron la película de Frozen), y estas resplandecían como si tuvieran brillo propio. Del techo colgaban candelabros de oro que iluminaban su alrededor con tanta fuerza que parecía que no había techo, sino un reluciente sol que alumbraba todo.

En resúmen, era impresionante.

Morgana parpadeó varias veces, admirando el sitio y observando que el pasillo tenía pequeñas mesas pegadas a sus paredes, y estas sostenían vasijas con flores en su interior... Y esta flora era sencillamente una que ella nunca había visto; era anaranjada con un tono azulado en la punta de los pétalos, mientras que estos tenían la forma de diminutas gotas de agua con motas moradas.

Fascinante. Solo esa palabra podría describirlo todo, pero incluso eso se quedaba corto.

Pero Morgana no tardó en rememorar la razón por la que estaba ahí y se forzó a alejar la mirada.

—Auguste —susurró Cian, aunque su tono bajito no evitó que su voz resonara levemente en las paredes como un eco. Él permanecía en forma de Neil (quizá para ahorrarse el tener que transformarse una y otra vez), y a Morgana le resultaba extraño ver al gato hablar con la voz de él—, llévanos al final del pasillo.

El niño no rechistó, y volvieron todos a tomarse de las manos.

Esta vez, el cambio fue menos notorio. Morgana se alivió al ver que habían cortado la abismal distancia que había entre la entrada y las nuevas puertas que dirigían hacía quién sabía dónde.

¿Cuál era la necesidad de tener tanto espacio si igualmente no iba a utilizarse de nada? No iba a negar que no lo comprendía. Pero tampoco le importaba, y solo por ello dejó de pensar al respecto.

Cian saltó hacia delante, volviendo a atravesar la puerta por debajo.

En cuestión de instantes, ya la había vuelto a abrir, y ellos cruzaron al otro lado, notando que Cian había regresado a su forma humana original.

Morgana no pudo evitar sospechar de que todo estuviera yendo bastante bien.

No era que se quejara... Oh, por supuesto que no se trataba de eso. Sino que simplemente le resultaba extraño que no hubiera problemas, que no hubiera guardias ahí a pesar del número que Ágata había aseverado que había.

¿De verdad el granch había resultado en tan eficaz distracción? No, honestamente, dudaba que fuera eso.

Pero, entonces, ¿de qué se trataba si no era así?

Morgana se forzó a no pensar en eso. Quería creer que todo estaba bien. Tenía que estarlo.

Cuando cruzaron al otro lado, sus sospechas crecieron.

Detrás de las puertas al final del pasillo había un enorme lugar. El techo era tan alto como una casa de dos pisos, y en el centro del mismo estaba construido un círculo de cristal a través del cual se proyectaba la luz del sol posando afuera en el cielo. A ambos costados de la enorme habitación, había dos largas escaleras que se conectaban en medio de todo, dejando a la vista un balcón y múltiples puertas que dirigían a destinos desconocidos.

El suelo también era cubierto por la misma alfombra del pasillo, y la misma subía por las escaleras. En las paredes junto a las escaleras había altos ventanales que filtraban la luz natural, y en el centro de todo había una silla.

Y en ella estaba sentada un misterioso chico.

El joven no podía ser mayor que Morgana, o así lo calculó ella. Sin duda, él tenía cierto atractivo, su piel era pálida y lucía delicada, así como su cabello era blanco como la nieve misma; era albino, sin lugar a dudas. Estaba vestido con ropa similar a la que Morgana había visto en otros en Allwer: llevaba una camisa blanca y una capa marrón que cubría sus hombros.

El desconocido, que hasta ese momento tenía su vista fija en el suelo, alzó la cabeza. A pesar de la distancia que los separaba, Morgana podía ver que los ojos del chico eran claros y profundos... Y sus pupilas se dilataron en terror cuando los vieron.

Morgana no sabía quién era ni tampoco por qué se vio tan asustado cuando su mirada cayó sobre ellos.

Sin embargo, todo se volvió claro de golpe cuando, a su lado, Jessica de pronto dijo:

—Thiago.

Morgana se quedó anonadada.

¿Ese chico se trataba del hermano de Jessica? ¿Era a quien habían venido a rescatar supuestamente?

No lo entendía.

Quizá nada tenía sentido.

O tal vez lo tenía y simplemente Morgana no estaba destinado a comprenderlo.

Thiago pareció temblar, y el miedo en su mirar se volvió más palpable y evidente.

—Váyanse de aquí —exhaló mientras un par de lágrimas asaltaron sus ojos.

¿Qué estaba sucediendo?

En eso, una voz irrumpió en el sitio.

—Vaya, tal parece que han cumplido con su misión bastante bien.

Era un tono extraño, eso era evidente. Como un siseo y una manera de hablar bastante peculiar, incluso aun teniendo el collar de Todas las Lenguas que se suponía que traducía todo idioma a su lengua natal. Morgana se estremeció al darse cuenta de que la voz era femenina y resonó en las paredes de todo el sitio.

Volvió su mirada en busca del origen de quien había hablado, y se quedó estática al observar que, en efecto, se trataba de una mujer.

No había reparado en ella antes, pero ahora la veía a la perfección. Ella era rubia y su cabello llegaba hasta su cintura. Estaba de pie unos escalones arriba del suelo en las escaleras, con su brazo apoyado sobre el barandal y sus ojos (cuyo color Morgana no era capaz de descifrar) fijos en ellos.

La chica volvió su mirada hacia Jessica, esperando hallarla tan confundida como ella... No obstante, no era así. La niña tenía su mirada clavada en el suelo, y se sobresaltó cuando ella murmuró:

—Hemos cumplido con nuestra parte. Deja ir a Thiago ahora.

¿Qué?

Morgana parpadeó varias veces, sin ser capaz de comprender lo que Jessica había dicho.

Alzó la cabeza, mirando de nuevo a la extraña mujer. Apenas si halló la fuerza suficiente para despegar sus labios y preguntar:

—¿Qué demonios es esto? ¿Qué está sucediendo?

Los labios de la desconocida se curvaron en una amplia sonrisa. Una macabra y desagradable sonrisa.

—Lo que sucede, cariño —contestó ella, empleando un tono empastado de suavidad, pero sonando como una serpiente de lengua afilada—, es que ustedes dos han permitido que estos niños los engañaran.

Morgana no contestó al instante, incapaz de creer lo que oían.

Miró a Cian, Auguste, Jessica y a Ágata, buscando el más mínimo rastro en sus caras que dijera que la mujer erraba y mentía. Sin embargo, no hubo nada.

Los niños no hablaron, sino que permanecieron impasibles, sin mostrar ni una sola emoción.

—¿Ella dice la verdad? —murmuró Dimitri, desconcertado e incrédulo.

Jessica apretó sus puños con fuerza, tensando su mandíbula y a duras penas respondiendo:

—No teníamos opción. Teníamos que hallar la manera de salvar a nuestros hermanos.

—¿A cambio de qué? —cuestionó Morgana, a pesar de que ya tenía la idea en la punta de la lengua, pero no se atrevía a decirlo o siquiera pensarlo.

—A cambio de traerlos hasta aquí. —Jessica habló en un hilo de voz, y un par de lágrimas se acumularon al borde de sus ojos—. Lo siento. Era lo único que podíamos hacer...

—No lo entiendo —dijo Dimitri, y sonaba sincero. Sus ojos estaban clavados en Jessica y parecían querer comprender sus palabras, mas no podía hacerlo.

Morgana se sentía igual, sin embargo, pronto la rabia la llenó por completo y apretó sus puños con fuerza, clavando sus uñas en las palmas de sus manos.

—Dejad que yo les explique en ese caso —dijo la mujer, descendiendo los últimos escalones que quedaban y deteniéndose desde lejos, colocando sus manos detrás de su espalda—. No soy de GEASP, por si se lo preguntan, o al menos ya no. Les ofrecí a estos niños la salida de liberar a sus hermanos si me llevaban a ustedes hasta a mí, así que bueno, no hay necesidad de saber sumar dos más dos para saber que han sido traicionados. —Se encogió de hombros con obvia indiferencia—. Ambos fueron manipulados por estos... niños, solo para cumplir su objetivo de salvar a su familia. Porque en el fondo, todos actuamos por motivos egoístas, y esto es lo que nos impulsa a todos, ¿cierto?

Morgana pestañeó con fuerza, tratando de controlar su irregular respiración y el temblor en sus piernas.

—¿Por qué? —fue lo único que pudo preguntar sin desear romper a llorar o maldecir... O quizá ambas al mismo tiempo.

La sonrisa de la mujer se ensanchó.

—Si se los dijera, perdería toda la gracia —contestó—, además, no tienen que saberlo. No es necesario. Después de todo, mi único objetivo aquí es simple: acabar con ustedes. Es por eso que les pedí a ellos que os trajeran.

—Entonces, ¿nunca hubo una médium que les dijera que debían buscarnos? —preguntó Dimitri. Su voz se oía rota, y su rostro estaba pálido como la cera, cubierto por un leve tono efermizo verde.

—No, cariño —dijo la mujer, repitiendo el mote que había usado con Morgana—, solo les di a ellos a quiénes debían buscar y el lugar en dónde hacerlo. Aunque debo admitir que el ataque del granch y su escape de GEASP fue todo real... Pero de ahí en adelante, lo demás fue solo teatro. Incluso los Guardianes... Después de todo, solo quería que ellos los hallasen para tener algo con que tener entretenidos a los militares de GEASP.

Jessica alzó la mirada, perpleja.

—¿De qué hablas? —cuestionó, anonadada.

—Oh, ¿no sé los dije? —inquirió la mujer, arqueando ambas cejas—, los seguí de cerca cuando ustedes fueron llevados por los Guardianes, por lo que no me costó descubrir su base... Por cierto, ellos sí que tenían una terrible seguridad. Y luego, solo informé a GEASP de su escondite. Al final de cuentas, no quería tenerlos aquí molestando para lo que va a ocurrir.

Los pensamientos de Morgana rápidamente se dirigieron hacia Sella, Linet y todos los demás que vivían en la Raíz. No las conocía demasiado, apenas si unas horas.

Sin embargo, eso no evitaba que el saber que ahora podían estar en peligro la mortificara. ¿Qué haría GEASP si tuviera la ubicación de la Raíz?

En cierto modo, era evidente... Los grupos alborotadores rara vez tenían un final feliz durante una tiranía.

Y la idea de que la Raíz estuviera en peligro le resultó horrible... Y un nudo afloró su garganta, haciendo que le fuera difícil a Morgana respirar.

Tantas cosas estaban ocurriendo tan rápido que le costaba seguir el paso.

Quería que todo se detuviera.

—Pero tú... —intentó decir Auguste, aunque a media oración se calló, haciendo claro que había hablado por impulso. Y bajó la cabeza, apretando los labios.

—Oh, no se preocupen —ronroneó la mujer una vez más—, no estarán aquí el tiempo suficiente para sentirse culpables por lo que les ocurra a los Guardianes.

—Basta, detente —jadeó de pronto Thiago, que no había dicho nada hasta ese momento. Morgana lo miró, observando que el chico parecía bastante enfermo, y aunque estaba de pie, sus piernas flaqueaban con fuerza, apenas si logrando sostener el peso de su cuerpo—, deja ir a mis hermanos.

—Dije que te liberaría a ti —comentó la mujer, ladeando la cabeza—, nunca prometí nada de dejarlos ir a ellos.

Jessica abrió sus ojos de par en par, mientras que sus pupilas se dilataban en confusión y angustia.

—¿Qué dices? —cuestionó; su voz se escuchó hueca y apagada, cargada de incredulidad—, tienes que dejarnos ir, nosotros...

—¿Ustedes qué? —inquirió la mujer, alzando ambas cejas y entrecerrando levemente los ojos—, ya han cumplido con su parte. Ya no los necesito más, así que si quiero deshacerme de ustedes, eso haré. —Se encogió de hombros, como si no fuera la gran cosa y, mirando a Morgana y Dimitri, añadió—: Y en cuanto a ustedes, me gustaría decir que su destino no será el mismo, mas eso solo dependerá de ambos... Si son lo suficiente fuertes para sobrevivir.

Morgana pestañeó con fuerza, sintiendo una sensación de vacío en la boca de su estómago y un amargo sabor inundar su paladar.

—¿Sobrevivir a qué? —preguntó, pero inmediatamente se dio cuenta de que en realidad no quería saberlo.

En lugar de responder, la mujer les dio la espalda, empezando a subir los escalones hasta alejarse de ellos, sin decir ni una palabra.

Entonces, ella lanzó desde arriba una pequeña esfera gris y grande.

Y esta se extendió hasta volverse un gran y horrible monstruo.

.

Chan, chan, chan...

Díganme, ¿se esperaban esta traición? Espero que no, porque era parte del plot twist de este libro JAJAJ, aunque obviamente no será el único en la saga, así que váyanse preparando para más.

Y además, ¿tienen teorías de quién es la mujer rubia? 👀

Pues si no tienen les recomiendo que la recuerden, porque es un personaje bastante importante y esencial en toda la saga ;)


Hasta la próxima 😎

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