Capítulo 20. La virtud de la paciencia.
Para el momento en que la noche cayó y el cielo pasó de haberse tornado azul a morado, Dimitri estaba intranquilo y ligeramente asustado... Nótese el énfasis en el "ligeramente".
Se habían acercado ya lo más posible a las enormes murallas que rodeaban el Palacio Real, y vaya sí eran todo un gran espacio, tanto como de dos canchas de fútbol, y probablemente más. Las murallas estaban hechas de piedra y losas que reflejaban la luz de la noche y las Fases, las cuales iluminaban la oscuridad con su tenue brillo. Había guardias que aguardaban delante de la entrada principal, y para acceder a ella debían cruzar un pequeño puente de madera, así como una cancela de gruesos barrotes de hierro que impedían el paso.
Sin embargo, no era necesario cruzar por todo eso, en especial si su expedición al interior del Palacio debía ser furtiva sobre todo lo demás. Por lo que Auguste, según aseveró él, ya había visto lo suficiente para poder hacer que ellos se transportaran al otro lado de la cancela.
Jessica, por otro lado, había utilizado su gran y aguda visión para poder descifrar el número de guardias que protegían el palacio. Ella había contado treinta. No obstante, todos habían decidido que su número debía ser mayor.
Dimitri, si era honesto, no entendía cuál era su papel o parte en todo eso. Después de todo, Jessica, Auguste, Ágata y Cian parecían saber lo que hacían... Y, tal como ellos habían mencionado, sus habilidades, lejos de ser útiles para la protección o el ataque, eran idóneas para el espionaje.
Seguía sin saber qué era lo que debía hacer ahí, o si acaso realmente tenía un lugar, siendo que no tenía magia como los habitantes de Allwer, e incluso si así fuera, no tendría en lo absoluto control de ella.
Bueno, ¿qué se le iba a hacer?
Pese a ello, también era lucha de Dimitri, considerando que debía encontrar la manera de sacar de ahí a Den y Sarah... A las dos personas que menos tenían razones para inmiscuirse en ese problema. Debía liberarlos a toda costa, porque ninguno de los dos merecía estar ahí. No eran como Dimitri, que había elegido estar en Marzaba.
Soltó un suspiro. Él y los demás habían regresado al restaurante de antes, habiendo cenado ya y mirando por la ventana.
Ya era de noche, sin lugar a dudas. Sin embargo, no podían hacer nada... No sin el granch.
—¿Creen realmente que Thiago venga con nosotros? —preguntó de pronto Morgana, sentada a su lado y con su barbilla apoyada sobre el dorso de su mano.
Dimitri la observó en silencio. Luego, volvió su mirada hacia Jessica para medir su reacción, que únicamente fue fruncir el ceño y titubear.
—Por supuesto que vendrá con nosotros —contestó, apretando los labios en una fina línea recta.
—¿Confiará fácilmente en su palabra? —inquirió Morgana, arqueando ambas cejas.
—Él lo hará —dijo Ágata en esta ocasión, sonando segura.
—¿Eso es una afirmación de tu habilidad?
Ágata dudó.
—Bueno, no...
—Entonces, como dije antes —continuó Morgana, mirando a Jessica—, deberíamos tener un plan de repuesto, en especial si debemos escapar sin su hermano para reagruparnos.
Jessica tensó la mandíbula y su rostro se sonrojó. Parecía molesta, aunque al menos hacía el intento de contener la irritación que sentía.
Dimitri sintió que Morgana estaba yéndose a una zona delicada, por lo que intervino, diciendo:
—Ya pensaremos en algo de acuerdo a lo que suceda, ¿no?
Morgana volvió su vista hacia él, mirándolo sin responder.
Dimitri desvió su atención a su regazo, arrugando el entrecejo y pensando en esto.
—¿Así que no tienes ninguna idea de cómo acabará esto? —cuestionó su hermana en dirección de Ágata tras quedarse callada por unos momentos.
La niña pareció pensarlo por unos momentos, y finalmente negó con la cabeza.
—No —murmuró, pasando una mano por su cuello y pareciendo encogerse un poco—. No puedo controlar mi habilidad, sino que surge de forma aleatoria... Lo siento.
—No te disculpes —masculló Jessica—, no es tu culpa. Y ya lo he dicho yo: todo saldrá bien. No tenemos de qué preocuparnos.
Dimitri no estaba seguro de que así fuera. Al final de cuentas, no tenían ninguna garantía.
Solo tenían la sensación de estar haciendo lo mejor.
Soltó un bostezo, volviendo sus ojos hacia el techo del restaurante y preguntándose de forma vaga qué había sido de Sella y los otros Guardianes. ¿Habían pasado el resto del día desde que ellos se fueron para reconstruir lo que el granch había destruido? Suponía que sí... Aunque no pudo evitar tener la duda de si volvería a encontrarse con ellos.
Por alguna razón, tenía la corazonada de que así sería.
La noche pronto se volvió más profunda, y el dueño del restaurante acabó por correrlos de ahí.
El grupo vagó por las silenciosas y apagadas calles de Allwer. Estas eran iluminadas por faroles delgados que alumbraban varios metros a la distancia. No había gente a su alrededor, y la que había era escasa, lo que hizo suponer a Dimitri que la mayoría ya se había ido a dormir.
¿Cómo sería vivir en ese lugar? Tener una familia y haber crecido en ese mundo, sabiendo desde siempre y con profunda certeza que la magia era real y que existían razas y criaturas diferentes a la de los humanos.
Bajó la cabeza, observando a Neil, que caminaba a su lado sin tener problemas en seguir su paso. El gato tenía sus ojos fijos en el frente y se movía con agilidad y lentitud.
En eso, el animal volvió su mirada hacia él... Realmente mirándolo directo a los ojos.
Dimitri se sobresaltó un poco, observando el azul del iris de los ojos de Neil, que era intenso y profundo... Quizá demasiado para pertenecer a un animal.
O incluso a un humano.
Sintió un escalofrío recorrer su vértebra y tragó saliva con dificultad, parpadeando varias veces y sintiendo alivio cuando al final Neil volvió sus ojos hacia el frente.
¿Qué había sido eso?
—Dimitri —llamó Morgana, caminando contigua a él e interrumpiendo bruscamente sus pensamientos. Delante de ella estaba Auguste, y más allá Ágata y Jessica—, si el plan falla, quiero que me prometas que saldrás de ahí cueste lo que cueste.
Dimitri se sorprendió por aquellas palabras repentinas.
—¿Eh? —fue lo único que pudo emitir.
Morgana suspiró.
—No quiero promesas falsas como las que me has hecho antes —volvió a decir ella, no con tono recriminatorio o con intención de hacerlo sentir culpable, sino sonando seria—, sino una real. Dimitri, si algo sale mal, quiero que te vayas de ahí, no importa lo que eso implique.
¿Qué era lo que su hermana le pedía? Dimitri la miró por unos momentos en silencio, confundido. A pesar de haberla oído a la perfección, seguía sintiéndose como si no hubiera escuchado en lo absoluto su voz... Como si no quisiera entenderla.
—Yo... No creo que pueda prometer algo así —contestó. Dado que el aire le parecía demasiado tenso y serio, decidió agregar con ligero tono de humor—: Y tú lo dijiste, yo no suelo cumplir mis promesas, así que, ¿para qué molestarse?
Morgana meneó la cabeza en lo que parecía ser desaprobación.
—¿Alguna vez te paraste a pensar en por qué siempre quiero protegerte? —preguntó, y cuando Dimitri no contestó al acto, ella continuó hablando—: Eres mi única familia, Dimitri, lo único que tengo... E incluso si llegáramos a descubrir que nuestros padres, por alguna razón, están vivos, no me importaría. Seguirías siendo mi única familia, ¿y sabes qué? Me parece que la familia debería protegerse mutuamente, y eso quiero hacer... Así que, por favor, solo promete seriamente que si hace falta, podré contar con que te irás.
Dimitri la observó detenidamente, notando que la mirada de su hermana estaba fija en el suelo y que el ritmo de su paso había menguado levemente. Auguste se había adelantado un poco, tal vez previendo que ellos querían conversar en privado.
—¿Tan poca fe tienes en nuestro plan? —inquirió, arqueando ambas cejas.
—Solo sigo creyendo que estamos en un lugar que no nos corresponde —respondió Morgana con sinceridad—, y sé que no podré convencerte para que te quedes al margen de todo, por lo que solo te pido que hagas esta promesa. —Ella tragó saliva, quedándose callada por unos momentos y dudando—. Si algo te sucediera, Dimitri, yo no podría perdonarme...
Dimitri sabía que ella hablaba en serio, y eso lo incómodo un poco. Ellos nunca intercambiaban este tipo de asuntos, ni tampoco solían decirse lo mucho que se importaban o querían. Tal vez porque no era necesario no porque no les gustaba.
A decir verdad, a veces le daban ganas de soltar una risa en momentos así, pues la tensión le parecía bastante exasperante.
De cualquier manera, él era consciente de que Morgana no le dejaría en paz hasta que él hiciera esa promesa... Y la hiciera de corazón. Así que soltó un profundo suspiro. Con tanta seriedad como pudo reunir, acabó por decir:
—De acuerdo... Lo prometo, Morgana.
Ella entrecerró los ojos, ladeando la cabeza levemente.
—¿Qué es lo que prometes? —cuestionó, presionándolo para que lo dijera.
—Que huiré si es necesario —masculló Dimitri.
"Como un cobarde", agregó, pero eso ya no lo dijo en voz alta.
Morgana asintió, satisfecha con sus palabras.
Y entonces, la noche entera cayó sobre ellos.
Habían pasado horas desde que Cian los había dejado. El grupo terminó por regresar a la antigua plaza que habían visitado, y se sentaron en las bancas, admirando el paisaje oscuro que se extendía ante ellos. Dimitri cabeceó un par de veces, y acabó por quedarse dormido.
No soñó con algo en particular, pero tampoco le agradó su sueño. Había sido amargo, quizá una corazonada de lo que les aguardaba en el Palacio Real.
Cuando volvió a despertar, se quedó pensando por unos momentos en dónde estaba. Aunque, por supuesto, los recuerdos no tardaron en llegar hasta él.
Quizá, después de todo, su mente y cuerpo seguían sin acostumbrarse del todo a estar en Marzaba.
Sí. Era extraño.
El cielo era de color rosa para cuando Dimitri abrió los ojos, y se encontró con que se sentía bastante descansado. Bueno, dormir le había hecho bien. Sin duda, también había evitado tener que esperar de forma abrumante por la hora del ataque.
Al mirar a su alrededor, observó que el resto del grupo estaba despierto, aunque no activo, sino sumido en sus pensamientos.
Jessica soltó un gran bostezo y, con un tono de voz lo suficiente alto como para que todos ahí le oyeran, comentó:
—Sino mal recuerdo, el límite del regreso del granch está muy cerca.
—¿Qué tan cerca? —preguntó Morgana.
Dimitri notó que su hermana tenía un par de ojeras remarcando sus ojos, y se preguntó si ella había logrado dormir un poco o si la incertidumbre de no saber lo que ocurriría la mantuvo despierta.
—La última vez, el granch se retrasó aproximadamente dos horas —contestó Auguste, pensativo—, así que basándonos en eso, es probable que tengamos que esperar unas tres para que emerja a su estado original.
—Pero solo es una hipótesis, ¿no? —inquirió Dimitri, nervioso—, esta vez podría ser puntual.
—Es verdad —concordó Jessica—, no podemos dar por hecho. Uh, ¿les parece si repasamos el plan? —Los demás asintieron con la cabeza, y ella prosiguió—. En el momento en el que el granch salga, lo lanzaremos lo más lejos y Auguste nos llevará a los alrededores del Palacio Real... Una vez ahí, Cian se encargará de encontrarnos y nos dirigirá a dónde se encuentra Thiago. Por supuesto, tendremos que tener sumo cuidado y me haré cargo de usar mi habilidad para cruzar por donde no haya personas... Y entonces, encontramos a Thiago, hablamos con él y le hacemos saber lo que está sucediendo. Nos dirigimos a las Mazmorras y liberamos a Den y Sarah. Y entonces todo acaba bien y regresamos aquí con la habilidad de Auguste.
Sonaba demasiado bien, pensó Dimitri, sintiendo un sabor amargo inundar su paladar. Esgrimió una mueca, alejando todo lo posible los pensamientos negativos de su mente. No era tiempo para eso, decidió, y miró hacia el cielo.
Pensó de forma vaga que, dentro de todo, su mala suerte no había hecho gran acto de aparición... Y deseaba que así se mantuviera, que no interfiriera con el plan.
Y se pusieron en marcha.
Las murallas que rodeaban el Palacio Real estaban cerca de la plaza en donde habían descansado, y se alcanzaban a vislumbrar un par de almenas que sobresalían en su superficie. Pronto, se dirigieron camino allá.
Había un río que dividía el reino del palacio, y por lo mismo, se hallaba el puente ya mencionado anteriormente. Este era grueso y grande; no era levadizo, pero sí estaba muy protegido.
El objetivo era liberar al granch justo ahí, para llamar la atención inmediata de los guardias y desviarlas de ellos. Después de todo, su misión más importante era pasar desapercibidos, ¿no?
Solo era cuestión de esperar.
Dimitri odiaba con profundidad el no tener un reloj a la mano. Oh... Lo bien que le habría venido tener uno. Aunque, si lo pensaba a fondo, quizá eso solo lo había desesperado más.
Tener que ver los segundos pasar sin que nada ocurriera.
Se habían escondido en un callejón que tenía vista diagonal hacia el puente, y estaban más que cerca para poder liberar al granch en el momento que fuera necesario... Bueno, como tal, ellos no lo liberaban, sino simplemente se quedaban ahí segundos después de que la enorme y fea criatura hubiera asumido la forma de la que le habían privado.
El problema era que no tenían control de eso... Y no sabían cuándo ocurriría. Y era irritante esa incertidumbre, o al menos lo era para Dimitri.
—Me estoy poniendo muy ansiosa —murmuró Jessica cerca de él, curvando sus labios en una mueca.
—No debería tardar demasiado —murmuró Ágata.
Dimitri miró a la niña pequeña. ¿Sería que Jessica o Auguste habían conversado con ella como Morgana había hecho con él? A decir verdad, era probable, mas no seguro. Y si era honesto, le habría gustado saberlo.
Ouf, hermanos mayores, ¿quién los entendía? Pensó, suspirando y mirando a Morgana esta vez, que tenía su vista fija en el frente.
Dimitri regresó su vista hacia Neil, el gato. Ya habían decidido (aunque en realidad ni hubo necesidad de mencionarlo, sino que fue obvio) que dejarían al animal ahí... Por razones lógicas, no confiaban en que Neil no arruinara sus planes, por lo que lo más seguro era hacerlo permanecer en ese callejón, esperando por que el animal se quedara ahí hasta su regreso.
—Tal vez podemos hacer esto sin la distracción —dijo Jessica, seguramente diciendo sus pensamientos en voz alta.
—No, ni pensarlo —le espetó Auguste—, si tenemos un plan hay que ceñirnos a él.
Auguste era quien sostenía el núcleo del granch, pues era quien necesitaba tener la reacción instantánea para poder actuar, y los demás ya habían formado un círculo con sus manos... Solo esperando.
—Es verdad —intervino Morgana—, improvisar no hará más que traer problemas.
Jessica suspiró con evidente irritación, pero no agregó nada más. Ella, por otro lado, tenía al pequeño granch en su mano izquierda, teniéndolo aprisionado en su puño y sin siquiera mirarlo.
Y, entonces, por fin ocurrió.
El núcleo del granch brilló con fuerza como una perla, y se disolvió en el aire, arrastrándose por el mismo como el humo de un cigarro hasta adentrarse en el cuerpo del pequeño granch, a quien Jessica soltó en el acto, lejos de ellos y de su círculo.
Dimitri observó con sorpresa que la criatura, tras haber absorbido por completo su núcleo, empezaba a crecer de manera desorbitante.
—Es ahora o nunca —Oyó que decía Auguste.
Cuando el granch, ahora tan grande como la primera vez que le había visto, fijó sus miradas en ellos y corrió en su dirección con su desproporcional cuerpo, su alrededor se esfumó.
Dimitri parpadeó varias veces ante el abrupto cambio de ambiente, pues a pesar de que lo había visto venir y no era la primera vez que experimentaba la habilidad de Auguste, aun así su mente no lo procesó de forma inmediata
Se sintió mareado por unos momentos y un nudo subió por su garganta, mas no se permitió pensar en eso y se obligó a calmarse. Se dio cuenta de que Auguste los había llevado a las afueras del Palacio Real, las cuales eran como un inmenso patio tan grande como cinco veces su escuela.
El césped era cálido y verde, la vegetación estaba bien cuidada y rebosaba de vida. Había pequeñas construcciones cuya función Dimitri no reconocía. Específicamente, ellos estaban detrás de un par de gruesos arbustos, aunque eso no impedía que el paisaje seguía siendo deslumbrante, y el palacio... Bueno, el palacio era simplemente hermoso.
Sin embargo, no tuvo tiempo de admirarlo de manera que correspondía, pues sintió que alguien tiraba de su brazo con fuerza.
Ah, era verdad, se recordó Dimitri. No estaban ahí para un adorable paseo, sino para una importante misión.
—Vamos, debemos esperar a que el granch empiece a causar problemas —susurró Jessica, que era quien tiró de su brazo—, y también a que Cian venga por nosotros.
Morgana, Auguste y Ágata estaban callados, agachados detrás de los arbustos y mirando por lo que había más allá. A diferencia de él, su hermana no se veía particularmente entusiasmada, sino que sus ojos inspeccionaban el sitio con detenimiento, analizando y recordando cada lugar que le era posible ver, de la misma manera en que los demás lo hacían.
De nuevo tendrían que esperar, se dio cuenta Dimitri de mala gana.
Bueno, al menos ya estaban más cerca que antes.
Se sentía nervioso y su estómago era un revoltijo de emociones. Nunca había estado tan cerca de un logro tan vistoso o genial como aquel, y estaba ansioso por que ocurriera, por demostrar de lo que era capaz de hacer, aun si no tenía poderes y habilidades como Jessica, Cian, Auguste o Ágata.
Debía ser paciente, se recordó.
Y esperar.
.
Yep, solo faltan tres capítulos para concluir esta aventura 🧐
Espero que estén tan emocionados como yo 👀 (ya, claro, le estoy hablando a lectores invisibles, pero sigo creyendo que en un futuro habrá alguien que llegue hasta este capítulo...)
De cualquier manera, gracias por seguir leyendo Bv
Hasta la próxima 💞
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