Capítulo 2. Solo son niños.
A pesar de que Dimitri no solía entrar en pánico con facilidad y por lo general tenía una forma de ver la vida con bastante despreocupación, no podía negar que le inquietaba saber que alguien los estaba acechando y siguiendo desde las sombras.
Morgana arrugó el entrecejo al escucharlo.
—¿Cómo lo sabes? —cuestionó ella, y Dimitri escuchó en su voz un tono que oscilaba entre la vacilación y el miedo.
Él señaló con su pulgar hacia atrás, aunque no por encima de su hombro, o sus posibles acosadores podrían haber advertido en su gesto; sino que se aseguró de hacerlo donde no pudiera ser percibido a simple vista.
—Noté que unas personas nos venían siguiendo unas calles atrás —comentó él, rememorando el primer momento en que se percató y torciendo sus labios en una mueca—, pero realmente pensé que no teníamos tan mala suerte como para esto, así que decidí ignorarlo... Sin embargo, ahora que hemos dado la vuelta de nuevo, me di cuenta de que en serio nos seguían.
Dimitri no había visto con lujo de detalle a la gente que les seguía, no obstante, sí sabía que eran más de dos, que estaban encapuchados con una larga túnica marrón y que sus estaturas no le ganaban por mucho a la suya. Podía tratarse de un grupo de estudiantes de su escuela, mas no sabría por qué estarían siguiéndolos... No era como si antes, cuando querían molestarle, se hubieran interesado en tener discreción.
Morgana apretó los labios en una fina línea recta.
—Entremos al restaurante —decretó—, una vez dentro, le contaremos a Den, y si vemos que entran también, entonces nos escondemos y pensamos en llamar a la policía.
Dimitri asintió, y un escalofrío recorrió su espina dorsal ante la idea de estar siendo perseguido por completos desconocidos... Por supuesto, era aterrador, pero también había una pizca de emoción en ello.
Él y Morgana entraron al restaurante por la puerta trasera, procurando parecer calmados para que sus perseguidores no se percataran de su estado de alerta. Al cruzar la puerta y cerrarla con la misma llave con la que abrieron el cerrojo, los hermanos se volvieron hacia el interior del lugar.
La puerta desembocaba en la cocina del restaurante, por lo que un par de deliciosos olores asaltaron la nariz de Dimitri, aunque rápidamente le restó importancia a ello al recordarse (como siempre hacía) que no estaba ahí para comer, sino para trabajar. Siendo de esperar en un restaurante, todo estaba limpio, o al menos lo suficiente como para que Salubridad les permitiera seguir en pie. Había un par de estufas a su izquierda, lavabos a su derecha y despensas que colgaban de la pared.
Se adentraron en la salita, esquivando un par de empleados y otras cosas caídas.
—Me alegra que hayan podido venir antes. —Dimitri oyó la voz de Den a sus espaldas y se giró en su dirección.
Densel Anderson era un hombre alto y con una barba incipiente, su cabello era rojizo y sus ojos de un azul intenso como el mar. Su apariencia resultaba un tanto intimidante a primera vista, pero él era una persona bastante amable y gentil, aunque eso sí, si te metías con su familia o su comida, entonces podías irte despidiendo de esa afabilidad. Más allá de ser el dueño del restaurante, también era el chef principal que manejaba todo.
—Oh, sí, pudimos venir —respondió Morgana, al principio con calma, sin embargo, enseguida su voz se tiñó de nerviosismo—. Por ciento, Den, hay un par de sujetos que estaban siguiendonos cuando veníamos camino acá...
Den abrió sus ojos de par en par.
—¿Eh? ¿Hablas en serio?
—Hum, sí, eran varios, aunque no muy altos —describió Dimitri, jugueteando ansiosamente con las correas de su mochila.
—Eso no está bien —masculló Den, frunciendo el ceño y esgrimiendo una mueca—. No se preocupen, chicos, estaré al pendiente de quién al restaurante y les diré a los demás que estén ojo visor por si ven a alguien merodeando por ahí. De cualquier forma, no vayan a salir a la calle durante su turno.
Morgana y Dimitri asistieron con la cabeza, y Den los despachó de la cocina, diciéndoles como última instancia que si veían algo sospechoso entre los clientes, debían volver de inmediato con él.
Ellos se dirigieron a los vestuarios del restaurante (que quedaban cerca de los baños de los clientes), y se cambiaron con rapidez a sus respectivos uniformes de mesero. El uniforme era bastante simple y correspondía a los colores de la fachada del restaurante: negro y rojo. Solo consistía en una camisa, un chaleco y un pantalón grueso.
Una vez alistados, se dirigieron hacia las mesas, sabiendo de antelación cuáles eran las que iban a atender.
Si era honesto, a Dimitri le aburría demasiado ese trabajo. Es decir, no había nada de emoción ahí, e incluso cuando tenía la oportunidad de atender a un cliente interesante o famoso, enseguida Den o alguien más le reñía y le obligaba a regresar a repartir platos y todo eso.
Aunque no podía negar que sí le gustaba ganar dinero, porque si ganaba dinero podía comprarse las cosas que quería, y vaya sí eso era bastante genial.
A diferencia de Morgana, a Dimitri le gustaba gastar su paga de forma casi instantánea. No podía ahorrrar, pues la idea de ver dinero guardado sin usar le carcomía por dentro, y eventualmente acababa por gastarlo en algo. Por lo general, lo usaba en mangas, libros o mercancía de anime.
Porque para Dimitri, la fantasía, viniera de donde viniera, era algo sorprendente y que merecía su completa atención. Fuera fantasía urbana, oscura o de cualquier clase, fuera fantasía mezclada con ciencia ficción, con humor o romance... A él le gustaba, pues le agradaba la idea de visualizar un mundo diferente al que vivía día a día en donde las probabilidades de lo que podía ocurrir eran tan distintas a las que él conocía.
La fantasía no solo era un escape de la realidad, sino también un escondite y una manera de ver el universo de una forma más amena. Y si bien su hermana podía creer que esto solo le daba alas sobre ilusiones que nunca se harían realidad, a Dimitri le servía para tener los pies en la tierra, porque de una u otra forma, a veces la fantasía reflejaba más de la realidad de lo que uno podría pensar; problemas sociales, de gobierno, abusos, violencia, acoso, etcétera... Irónicamente, la fantasía podía llegar a ser bastante realista, aunque lo era de una manera más agradable al periodico o el noticiero, y eso le gustaba a Dimitri.
Acabó por alejar estos pensamientos de su mente cuando Morgana le empujó con su hombro, mirándole con las cejas alzadas.
—No te preocupes —le dijo ella, mas no sonaba particularmente tranquilizante—, esos tipos que nos seguían ya debieron haberse ido.
Dimitri supuso que su hermana creyó que estaba preocupado al respecto. No la contradijo, y se limitó a asentir con la cabeza.
El día transcurrió de forma normal, o tan normal como podía serlo para ellos. Dimitri también estaba bastante acostumbrado a que ocurrieran cosas aleatorias que tenían el propósito de perjudiciarlos, pero su precavida hermana solía evitar que ocurrieran.
Eran alrededor de las cinco de la tarde cuando Dimitri se dio cuenta de que un grupo de personas había entrado al restaurante. Estaba atendiendo otra mesa, por lo que no les prestó mucha atención, aunque cuando se alejó de ahí para llevar el respectivo pedido a la cocina, se quedó mirando a los nuevos clientes.
Se trataba de un grupo de niños considerablemente pequeños. Los más grandes no podían rebasar los nueve años, y la más pequeña debía tener como cinco. Eran cuatro en total, sin embargo, no había indicios de que sus padres estuvieran cerca... Quizá estaban afuera y cerca de entrar, dio por hecho, y se encogió de hombros.
Dimitri dio media vuelta y se marchó a entregar el pedido. Y solo por curiosidad, regresó a observar una vez más al extraño grupo.
Sus padres o tutores correspondientes seguían sin aparecer, y esto, por alguna razón, lo inquietó un poco. Dimitri decidió acercarse a ellos, a pesar de que no formaba parte de las mesas que debía atender.
—Hum, ¿sus padres están cerca de aquí o algo? —inquirió. No era que le escandalizara ver a un par de niños andando solos por las calles, sino que le resultaba bastante extraño y, a su vez, un tanto familiar.
Una de las niñas, que parecía ser la mayor, alzó la cabeza, mirándole fijamente.
—No, no están por aquí —contestó—, ¿y los tuyos?
Dimitri frunció los ojos, pensando de forma vaga lo cruel que podía ser ese comentario en boca de alguien que supiera que era huérfano.
—No, tampoco —contestó como si fuera lo más evidente en el mundo—, pero yo estoy trabajando. No voy a delatarlos con sus padres o algo así, solo quiero saber si están aquí solos.
—Estamos aquí por ti —aseveró otro de los niños, cuya edad oscilaba entre los siete o seis años.
—¿Qué?
—Cállate, Auguste —le silenció la otra niña en un murmullo..., aunque no lo suficiente bajo como para que Dimitri no pudiera oírla—, lo asustarás si le dices eso.
—¿De qué hablan? —inquirió Dimitri a cambio, alzando ambas cejas y mirando a su alrededor con leve angustia para ver si se encontraba con la mirada de algún adulto que hubiera perdido a sus hijos de vista. Lastimosamente, no lo halló.
La niña mayor, que poseía cabello castaño y ojos verdes claros, se inclinó sobre la mesa, sin dejar de mirar a Dimitri.
—Vinimos solo de paseo —comentó ella con una sonrisa a medias.
Antes de que ella pudiera decir algo más, de pronto oyeron que la puerta del restaurante se abría. Dimitri volvió su cabeza en dirección al lugar, descubriendo que un hombre alto y vestido de negro había entrado. Él se encaminó hacia la mesa en la que se hallaban los niños, y les miró con una mezcla de preocupación y furia.
—Conque aquí estaban —dijo en dirección de ellos, quienes le observaron en silencio, parpadeando varias veces y hundiéndose en sus asientos—, no vuelvan a escapar de esa manera. Casi me dan un infarto.
Ah. Así que ese era su padre, supuso Dimitri, un poco más tranquilo de saber que aquellos niños realmente no estaban andando por las calles de Dallas por su cuenta.
La niña más grande pareció querer decir algo, pero a media palabra se quedó en silencio, bajando la cabeza y mordiendo su labio inferior. La niña más pequeña, que poseía largo cabello rubio y hermosos ojos azules, observó al hombre sin decir nada, y luego volvió su mirada hacia Dimitri, que no supo descifrar lo que sus ojos parecían querer decir.
El hombre entonces pareció reparar en la presencia del chico, y miró sobre su hombro para verlo.
—Lo siento si mis sobrinos le causaron molestias —dijo él con calma, y de nuevo se volvió hacia los niños—. Hay que irnos de aquí, vamos.
Los niños lucieron renuentes, frunciendo sus entrecejos y mirándose entre sí con vacilación.
Dimitri no pudo evitar sentir una punzada de recelo hacia el misterioso hombre. ¿Realmente era su tío? No le veía ningún parentesco con los niños... Aunque, bueno, ¿quién era él para cuestionarlos?
Observó cómo el pequeño grupo se levantaba de sus asientos y comenzaba a caminar hacia la salida. Solo así Dimitri reparó en sus particulares ropas: llevaban extrañas túnicas marrones... Justo como las que vio en la gente que les estaba siguiendo. Y también notó que las estaturas también coincidían.
¿Es que acaso los habían estado siguiendo un par de niños? Sin duda, era raro.
Pero también sintió que había una razón detrás de ello.
El problema de leer constantemente historias sobre fantasía y ficción era ese: siempre presentía cosas que no estaban ahí. Tenía sensaciones o ideas erróneas por su activa mente que siempre se aferraba a que podía ser diferente en un mundo como este.
Mordió el interior de su mejilla, y antes de que pudiera contenerse, preguntó hacia el hombre:
—¿Por qué no se quedan a comer en el restaurante? Tenemos menús infantiles y nuestros precios son bastante accesibles.
Dimitri no tenía la intención de que ellos se quedaran y gastaran su dinero en el restaurante, sino más bien lo que pretendía era tener la oportunidad de observarlos más de cerca y por más rato, al menos lo suficiente como para asegurarse de que aquel hombre no era tan sospechoso como lo planteaba su mente.
—Eso, queremos quedarnos —aseveró la niña de cabello castaño, parpadeando varias veces y mirando con desafío al hombre.
—No podemos —reiteró él, lanzándole a Dimitri una fugaz mirada molesta—, tenemos cosas por hacer. Así que más les vale venir conmigo ahora antes de que hayan problemas.
¿Eso era una amenaza? ¿La forma en que la niña castaña le estaba mirando justo ahora era una llamada de auxilio? Dimitri no entendía nada, y sabía que era riesgoso involucrarse con ese hombre si resultaba ser el verdadero tío de aquellos niños... Sin embargo, ¿y si realmente no lo era? ¿Y si lo que estaba presenciando era un intento de secuestro? Quizá los niños les habían seguido a él y a su hermana en busca de un sitio donde esconderse.
Pero también era probable que solo estuviera imaginando cosas y problemas donde no los había.
Apretó los labios, sintiéndose acorralado ante no saber qué hacer. Si los dejaba ir y al día siguiente se enteraba de la desaparición de cuatro niños con las descripciones de los que veía ahora, entonces sabría que había sido su culpa... ¿Qué haría un protagonista de una de sus historias de fantasía? No era como si fuera uno de ellos, pero le parecían un ejemplo suficiente para seguir.
Los protagonistas seguramente actuarían de inmediato, ¿no?
Dimitri pestañeó con fuerza cuando sus pensamiento se desvanecieron de golpe y comprendió que que los niños y el hombre ya se habían ido.
Oh, así que había tardado demasiado en decidir qué hacer.
Curvó sus labios en una mueca y no se atrevió a asomarse por la puerta a ver si los alcanzaba... Al final de cuenta, ¿qué podía hacer? Decidió consolarse con el pensamiento de que el hombre probablemente sí era el tío de aquellos niños.
—Oye, Dimitri —llamó una voz a sus espaldas, y él la reconoció como la que pertenecía a Joel, otro de los meseros que también trabajaba ahí—, ¿está todo bien?
Dimitri asintió con la cabeza sin girarse a mirarlo.
—Sí, no es nada. —Le restó importancia al asunto con un ademán de mano y continuó trabajando.
No dejó de mirar hacia la ventana en una que otra ocasión, pensando que volvería a ver a los niños entrar por la puerta. No obstante, eso no volvió a ocurrir.
Cuando el reloj dio las siete de la noche, Morgana y Dimitri abandonaron el restaurante, habiendo concluido su turno laboral y despidiéndose de Den y de los demás empleados. Por fortuna, esa tarde no habían tenido grandes problemas que involucraran su mala suerte, y si quitamos lo que había ocurrido con los niños y el misterioso hombre, Dimitri podía decir que había sido un buen día.
No le había contado a su hermana acerca de los extraños niños, y dejó que ella pensara que la gente que les había estado siguiendo se había marchado, lo que en cierto modo era verdad... Aunque eso no evitó que, cuando estaban ya afuera en el callejón listos para emprender su marcha hacia su orfanato, Den les llamara, dejando lo que estaba haciendo y saliendo por la puerta trasera para encararlos.
—Pensándolo bien —dijo él—, creo que mejor debería llevarlos a su orfanato. No sabemos si la gente que les seguía realmente se habrá dado por vencida, además, ya está oscuro afuera y ustedes son un par de imanes para los problemas. —Antes de que Morgana abriera la boca (probablemente para descatar su oferta) Den agregó—: No aceptaré un no como respuesta.
—¿Y qué hay del restaurante? —inquirió Morgana, sin lucir en lo absoluto entusiasmada por la idea de ir en auto hacia algún lugar.
Den se encogió de hombros.
—Pueden estar unos veinte minutos sin mí —contestó con una sonrisa.
Los tres salieron del restaurante, deteniéndose delante de la acera, debajo de la cual se hallaba estacionado un volkswagen vento 2019 de color blanco. Den sacó las llaves de su uniforme blanco, y encendió el auto. Morgana y Dimitri se sentaron atrás, y Den, obviamente, se quedó en el asiento del conductor.
—No te pongas así de nerviosa, Morgana —dijo Den, mirando a la chica por el espejo retrovisor—, no va a pasar nada solo porque te subas a un auto.
Morgana estaba realmente pálida y, en lugar de responder, se colocó el cinturón de seguridad, acción que imitó Dimitri con leve recato.
Den encendió el motor, empezando a conducir por las silenciosas y vacías calles de Dallas.
—¿Y cómo les ha ido en la escuela? —preguntó él, con la intención de iniciar una conversación para que el trayecto fuera más ameno.
—Bastante mal —contó Dimitri, dado que Morgana lucía bastante distraída como para participar en la charla—, aunque me alegra que ya esté por acabar el año.
—Vas para octavo grado, ¿verdad? —preguntó Den, y Dimitri asintió con la cabeza—, vaya, ya casi estás en la secundaria, ¿no te emociona?
—No lo sé. La gente en mi escuela no es la más agradable del mundo, así que no sé qué tan bueno sea entrar a la secundaria.
—Para mí fue una gran experiencia. El secreto está en disfrutar cada clase y club... Deberías unirte a un club, son la mejor forma de hacer amigos...
Den calló de golpe cuando entonces una explosión resonó cerca en las calles.
Había sido como el ruido de un disparo o un petardo, pero Dimitri sabía cómo se oían los dos, así podía darse cuenta de que no se trataba de eso... No, había sido más como un abrumador sonido metálico.
Ninguno pudo hablar o hacer alguna conjetura silenciosa al respecto, pues de pronto, Den giró bruscamente el volante del auto, haciendo que el transporte derrapara contra el suelo con poco control.
No consiguió frenar a tiempo, y el auto se estampó contra un poste, sacudiendolos con violencia hacia delante y causando un profundo dolor en el cuello de Dimitri.
—¡Oh, maldición! —soltó Den, molesto, y luego volvió su mirada hacia la calle de la que se habían apartado.
—¿Qué ocurrió? —cuestionó Morgana, quitándose el cinturón de seguridad y asomándose por la ventana cerrada.
—Algo se cruzó en mi camino —masculló Den, frunciendo el ceño—. Iré a ver de qué se trata. Ustedes quédense aquí.
Dimitri no dijo nada, hundiéndose en el asiento y mordiendo su labio inferior con fuerza. Observó que Den tomaba de la guantera un arma que trató de agarrar con discreción, aunque igualmente le fue bastante evidente la acción.
No tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo y, si era sincero, no estaba seguro de querer saberlo.
.
Oh, estoy tan emocionada... ¡Ya va a comenzar lo bueno!
Mientras tanto, ¿quiénes creen que son los niños que estaban siguiendo a Dimitri y Morgana?
Spoiler alert: ya los conocen 😌
Además, vaya, no recordaba lo mucho que amaba a Den hasta que releí el capítulo tiempo después 🤧
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