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Capítulo 16. Desayuno en la Raíz y algo más.

Dimitri siempre había odiado la clase de educación física y el concepto general de tener que hacer ejercicio.

Simplemente... lo odiaba.

No había otra palabra.

Sabía que nada iba a ser fácil estando en Marzaba... Pero, ¿hacer ejercicio? Eso no había sido una de las cosas que había contemplado al viajar a otro mundo.

Sella ya le había puesto a hacer calentamiento y, a decir verdad, eso bastó para dejar exhausto a Dimitri. Sin embargo, cuando Sella mencionó que comenzarían a entrenar con armas, él se puso de pie de un salto (pues se había tumbado en el suelo por unos largos momentos), entusiasmado.

—¿Podré aprender a usar una espada? —inquirió, olvidándose temporalmente del cansancio del que antes se estaba quejando.

Sella arqueó una ceja. Ella casi no había hablado con Dimitri, y lo poco que le decía eran instrucciones a secas. Incluso él llegó a preguntarse si acaso había hecho algo mal para que Sella se notara tan irritada... aunque luego se recordó que Linet había comentado que así era ella. Entendió que así fuera, porque también sabía que Morgana solía comportarse de esa manera con los desconocidos.

—¿Quieres aprender a manejar una espada? —preguntó Sella, cruzándose de brazos.

Ahí estaba de nuevo: esa mirada inquisitiva y analizadora que le ponía los pelos de punta a Dimitri.

—Bueno, sí —contestó, pero no mencionó que su deseo se debía más que nada a la idea de que todos los protagonistas de una aventura genial portaban una espada.

Sella soltó un suspiro.

—Podemos probar con eso —respondió—, pero de momento no podrías sostener una espada con ese cuerpo tan débil que tienes.

Dimitri no se sintió ofendido con el comentario, ya que era consciente de que sus palabras eran verdad.

—Así que te evaluaré con una de las espadas de madera con las que suelen jugar los niños que vienen aquí a veces —continuó diciendo Sella, pensativa—, te mostraré algunas técnicas básicas y veré si tienes potencial. Si es así, podremos hacer un entrenamiento más riguroso para mañana.

A Dimitri no le gustó cómo sonaba eso.

Y resultó que al parecer una persona promedio que nunca en su vida había hecho tanto ejercicio y no había desayunado podía desmayarse con tales prácticas.

Sí, Dimitri no pasó más de media hora de haber sostenido la espada de juguete (que era de madera y apenas más larga que su brazo) antes de caer inconsciente sobre el suelo.

Más que ser doloroso, resultó vergonzoso.

Dimitri solo permaneció inconsciente por unos minutos y, cuando despertó, vio a Sella mirándole de pie a un lado suyo, con sus ojos entrecerrados y sus ojos llenos de una emoción que no supo descifrar.

—No sé cómo esperas tener un progreso de esa manera —fue lo que le dijo la mujer con leve tono despectivo.

Dimitri suspiró, sin encontrar la fuerza necesaria para ponerse de pie.

—Lo siento —murmuró—, es solo que no acostumbro a hacer ese tipo de cosas.

Bueno, eso y que también había que admitir que había estado ocupado haciendo imágenes mentales de cómo se vería haciendo algunos movimientos de espada al estilo Star Wars.

—Sí, eso se nota desde lejos —masculló Sella, cruzándose de brazos—. De cualquier manera, resultaría peligroso continuar si no sueles entrenar. Así que nos detendremos por ahora, igual los demás también lo harán.

Dimitri asintió con la cabeza, curvando sus labios en una mueca y reuniendo toda la energía que le quedaba para poder ponerse de pie. Una vez que lo consiguió, miró a su alrededor, notando que el Centro de Entrenamiento ya estaba más lleno, aunque las personas ahí no parecían reparar en su presencia.

Sacudió la cabeza, siguiendo a Sella cuando ella abandonó el Centro de Entrenamiento. Cuando estuvieron en el pasillo, Sella le comentó:

—Tus amigos ya no deben demorar demasiado en salir también. Por el momento, te daré unos momentos para que puedas bañarte y cambiarte. Te daré ropa nueva... porque, honestamente, la tuya es demasiado rara.

Dimitri frunció el ceño.

—Tu ropa es la que es rara —replicó, aunque en un tono bajito, pues a decir verdad, Sella le daba cierto miedo.

Caminó por los pasillos en compañía de la mujer.

Y se quedó en profundo silencio.

.

Dimitri, luego de que se hubiera bañado (y descubierto que las duchas en Marzaba sin duda no eran iguales a las de su mundo) y puesto una ropa completamente diferente a la suya, se dirigió junto a Sella hacia el comedor.

Resultó que ella le había dado un conjunto de ropa que le daba el aire a un cosplay muy bien hecho. Era ropa relativamente simple; consistía en una camisa carmín que le quedaba más grande de lo que le habría gustado y unos pantalones marrones. Al menos Sella le permitió mantener sus zapatos.

Dimitri se sintió un poco extraño con aquel conjunto de ropa nuevo, e incluso tuvo la rara sensación de que iba camino a una especie de convención... Como si en realidad aún no hubiera procesado del todo lo que estaba pasando.

No bajaron por las escaleras que con Linet subieron, sino que Sella le guio por los pasillos hasta detenerse delante de unas amplias y grandes puertas de mármol.

De forma vaga, Dimitri se preguntó qué tan grande era ese lugar.

—No es tan espacioso como parece —dijo de pronto Sella, y Dimitri se sobresaltó al darse cuenta de que lo había cuestionado en voz alta—, en esta Raíz y en muchas más existen encantamientos que dan la ilusión de que es muy grande. Sin embargo, es para tener la ventaja en caso de tener enemigos infiltrados.

Dimitri asintió con la cabeza, rascando su cabeza y apretando los labios en una fina línea recta.

Entonces, Sella empujó una de las grandes puertas, haciéndole una seña para que cruzara. Dimitri obedeció, atravesando el umbral y observando el amplio sitio que había más allá.

El comedor, tal y como había mencionado Sella, era una sala repleta de mesas (a lo sumo, eran unas treinta) y también de personas que iban y venían. Todas ellas estaban ataviadas de ropas similares a las que usaba ahora Dimitri, aunque tal vez tenían tonalidades más oscuras y opacas.

—Tus amigos están por allá —le dijo Sella, señalando con su cabeza hacia delante y, acto seguido, dio por media vuelta y se marchó del comedor.

Dimitri la vio irse, volviendo su vista hacia la dirección que ella había indicado. No tardó en encontrar a su hermana y los demás en el grupo sentados en torno a una mesa circular. En su centro, había una especie de bol repleto de comida, a la vez que habían platos y cubiertos por cada lugar junto a su silla, que eran ocho en total.

Se acercó a ellos sin pensarlo dos veces, tomando asiento junto a Morgana.

Su hermana reparó en su presencia casi al instante y le observó de soslayo.

—Me contaron que te desmayaste, ¿estás bien? —inquirió ella. Su mano estaba apoyada sobre su mentón y su cabeza ladeada hacia la derecha.

Morgana también vestía una ropa diferente a la de antes. Tenía una blusa color morado, su cabello ahora recogido en dos trenzas (como solía peinarse) y pantalones similares a los suyos.

—Eh, sí, no fue nada —contestó Dimitri casi al instante, sintiéndose que sus mejillas se sonrojaban ante la vergüenza de haberse desmayado.

—¿Seguro? —inquirió Cian, que estaba un lugar a su izquierda, pues era Ágata quien estaba contigua a Dimitri, y luego estaban sentados Jessica y Auguste—, te veías bastante pálido.

El niño no parecía haber preguntado por preocupación, sino por simple intriga.

—Que sí —insistió Dimitri.

El grupo de niños también vestía distinto a su peculiar uniforme gris de antes, aunque los cuatro habían conservado sus capas marrones.

—¿Verdad que este sitio es bastante genial? —preguntó Jessica, cambiando de tema y tomando una pieza de comida del bol, que parecía ser una pierna de pollo (o eso supuso Dimitri)—. Me parece que fue una suerte habernos encontrado con ellos.

Morgana se rio.

—¿Encontrarnos? —repitió con aire de burla—, si no mal recuerdo, ellos nos sedaron y nos trajeron acá. Si hubiéramos dicho algo erróneo, ellos mismos admitieron la probabilidad de que nos hubieran matado.

—Es claro que eres una total aguafiestas —soltó Cian, meneando la cabeza con desaprobación. Acto seguido, agregó—: Por cierto, ¿a ustedes cómo les fue en las evaluaciones de entrenamientos?

—Yo no pude hacer mucho —murmuró Auguste con cierto desánimo—, como mucho pude demostrar mi habilidad dos veces y eso fue todo... Además de que nunca he sido bueno en las demostraciones físicas.

—Al menos no te desmayaste —se rio Cian, mirando de reojo a Dimitri, quien le vio con deje molesto.

—Hey, no te burles —le defendió Jessica, aunque sus ojos también tenían cierto atisbo divertido—, no todos podemos tener una buena resistencia...

Dimitri puso los ojos en blanco, suspirando y decidiendo que no les haría caso. Se inclinó hacia delante, tomando algo de comida del gran bol y acomodándola en su plato, a la vez que comenzaba a comer, demasiado hambriento como para siquiera pensar en quedarse mirando.

Miró a su alrededor por curiosidad, ladeando la cabeza y observando que algunas de las personas que se encontraban sentadas en las mesas que le rodeaban parecían estar invocando una magia similar a la que Linet les había mostrado. Pero no la usaban como ataque, sino como algo natural, que era parte de ellos y que solo no les molestaba mostrar.

Dimitri miró a sus espaldas. Entonces, se sorprendió al darse cuenta de que ahí, a varios metros de distancia y sentada en una esquina, estaba Sella. Pues diferente a lo que lo que había creído, ella no se había ido.

La mujer tenía sus ojos fijos en ellos sin perderse ningún detalle de sus movimientos.

Era obvio, se dio cuenta, ella aún no confiaba por completo en ellos... Y supuso que tenía sentido. Dimitri regresó su mirada hacia su plato, torciendo sus labios en una mueca.

¿Cuánto tiempo se quedarían en ese lugar? ¿El suficiente para que Sella dejara de desconfiar en ellos? ¿O quizá Jessica se cansaría de esperar mucho antes y haría que todos ellos se marcharan sin darles la oportunidad de conocer a los demás Guardianes?

Soltó un suspiro, pasando una mano por su cabello y preguntándose si realmente llegaría un momento en el que volverían a su mundo... No, ¿por qué pensaba eso? Se suponía que aquella experiencia era una aventura y no una de la que deseara irse así de rápido. Después de todo, no era como si tuviera un verdadero hogar al que volver.

Sin embargo, a pesar de eso, no podía negar que estaba empezando a extrañar Dallas, a los otros niños en su orfanato y muchas otras cosas en su mundo... Solo un poco, pero lo suficiente como para que notara ese vacío en su pecho.

Sacudió esos pensamientos de su cabeza con tanta firmeza como logró reunir, enfocando su atención en la conversación que ahora se estaba desarrollando en su mesa.

—¿Alguna vez se han encontrado con alguien de otra especie que no sea humana como las que mencionó Linet? —había preguntado Morgana a nadie en particular, con sus ojos fijos en su plato vacío y jugueteando con un tenedor.

Cian fue el que respondió, diciendo:

—No directamente, pero hemos ido a Nevagh, y básicamente ese es el reino de los Elfos. Aunque, como ustedes, también conocimos a los granch, pero fuera de eso, no, no hemos tenido más encuentros así.

Dimitri alzó una ceja, curioso.

—¿Los granch no se consideran una especie diferente? —preguntó.

—No del todo —contestó Auguste, y enseguida procedió a explicar—: La leyenda más popular dice que los granch fueron creados como guardianes por los hechiceros, pero que su hechizo falló y resultó en las criaturas que nosotros conocemos... De hecho, esa es la razón por la que se sienten atraídos hacia la magia y los objetivos que fijan se basan en eso. Ni siquiera los hechiceros pudieron destruirlos, y lo único que pudieron hacer fue crear una manera de detenerlos temporalmente.

Dimitri pensó en esto, recordando al granch que habían conocido antes y que Cian derrotó.

Y luego, súbitamente, se le vino un pensamiento a la mente.

—Espera, tú te llevaste contigo la forma del granch pequeño, ¿cierto? —preguntó Dimitri, mirando a Cian y arqueando ambas cejas con intriga.

Por unos momentos, el niño le miró con confusión.

Y luego, sus ojos se abrieron de par en par y sus pupilas se dilataron en horror.

—Oh, maldición —fue lo único que dijo en un hilo de voz, pasando una mano por su rostro y soltando una profunda exhalación.

Morgana le miró, alarmada.

—Pero está contigo, ¿no? —cuestionó ella, arrugando el entrecejo.

Para su desgracia, Cian negó con la cabeza.

—Lo guardé en el bolsillo de mi pantalón —explicó—, pero cuando me cambié me lo quité... Así que ahora no tengo idea de dónde puede estar.

—¿Cómo es posible que te hayas olvidado de que tenías al granch contigo? —inquirió Jessica, ensanchando los ojos y palideciendo levemente.

—Nadie lo recordó —señaló Ágata, saltando a la defensa de Cian.

—¡Sí, pero era él quien lo tenía! —insistió Jessica, sacudiendo varias veces la cabeza—. Esto es muy malo.

—¿Por qué? Todavía falta para que el granch vuelva a la normalidad, ¿cierto? —comentó Dimitri, principalmente porque no quería recurrir al pánico de forma instantánea.

—No, para nada —contestó Auguste, que también se veía asustado—, pusimos al granch en su estado suspendido cuando estábamos en su mundo, y se supone que eso dura un día en Marzaba, es decir, veintiséis horas... Pero, considerando que estuvimos tres horas en su mundo, vinimos a Marzaba cuando eran alrededor de las seis de la mañana y ahora mismo deben ser las siete y media, no debería tardar mucho en transcurrir el paso... No, pensándolo bien, debió haber ocurrido antes, aunque muchos dicen que el plazo del día no siempre es exacto y depende de cómo se sienta el granch...

Dimitri no estaba seguro de entender todo lo que había dicho Auguste, pero asumió que era malo.

—Entonces, ¿básicamente dices que el granch podría volver a su forma natural en cualquier momento? —preguntó él, parpadeando varias veces.

Auguste asintió con la cabeza, evidentemente nervioso y tensando la mandíbula.

Claro, ¿por qué no iba a suceder algo como eso?

Morgana se puso de pie de un salto, apoyando las palmas de sus manos sobre la superficie de la mesa.

—Debemos hacer algo —dijo ella, ansiosa—, o incluso pueden interpretar el ataque del granch como un movimiento de sabotaje interno.

—En ese caso, debemos movernos de inmediato —concordó Jessica, levantándose también de su silla y mirando a su alrededor con cierta discreción—. Sin embargo, debemos mantener la calma o solo conseguiremos llamar la atención.

—La ropa fue llevada al cuarto de lavandería —comentó de pronto Ágata, mirando a los demás como si fuera lo más obvio del mundo.

—¿Lo sabes por tu habilidad? —preguntó Dimitri, sorprendido.

—No, por lógica —respondió la niña, encogiéndose de hombro con aire de indiferencia—. Además de que acompañé a Aster al cuarto de lavandería cuando ustedes entrenaban.

—¿En dónde está? —cuestionó Cian, frunciendo el ceño y haciendo evidente que la desesperación comenzaba a abrirse paso por su cuerpo.

Ágata lo pensó por unos momentos.

—No estoy del todo segura —dijo—, es bastante sencillo perderse por la Raíz. Pero puedo preguntarle a Aster, ella nos ayudará sin pensarlo.

Cian maldijo por lo bajo, rascando ansiosamente su cuello y poniéndose de pie.

—No disponemos de tanto tiempo —suspiró, irritado, aunque Dimitri no supo si era por sí mismo o por la situación—, tenemos que actuar ahora y asegurarnos de que ese granch no actúe por su cuenta.

Ágata se levantó de su asiento.

—Iré por Aster —prometió—, no tardaré. Quizá el granch permanezca en su forma actual por unos minutos más.

"Quizá" Esa palabra no sonaba en lo absoluto agradable, ni tampoco garantizaba nada.

Dimitri jugueteó con sus pulgares en ademán nervioso, viendo de reojo cómo Ágata se internaba entre las diferentes mesas que habían a lo largo del comedor para ir en busca de la dichosa Aster.

—No iremos todos a investigar al granch —murmuró Jessica—, y ya estamos llamando la atención con nuestras reacciones, así que habrá que sentarnos hasta que Ágata vuelva.

Morgana y Cian obedecieron, aunque ninguno lució convencido de tener que dejarse caer sobre sus lugares.

—Yo iré a buscar al granch —dijo Cian con certeza y sin dejar lugar a dudas—, fue mi culpa no haber recordado que lo tenía o no haberlo dejado en el Reino de Nadie...

—No fue tu culpa —le tranquilizó Auguste, frunciendo levemente el ceño—, estábamos ocupados pensando en otras cosas y, en todo caso, es culpa de todos nosotros.

—No quisiera admitirlo, pero cualquiera pudo haber recordado a ese bastardo —murmuró Morgana, que era algo así lo más cercano a la manera en que ella consolaba.

Cian sacudió la cabeza, pasando una mano por su cabello y luciendo realmente nervioso.

—Seguro que el granch puede esperar unos minutos —dijo Dimitri, porque podía imaginarse lo culpable que debía sentirse Cian en ese momento—, y de cualquier manera, recuerda que fuiste tú quien logró atraparlo en primer lugar.

—Exactamente —contestó Jessica con una suave sonrisa sobre la comisura de sus labios.

Entonces, Ágata volvió acompañada de la mujer a quien le encomendaron la evaluación de la niña. Ella era algo mayor y más grande que Sella, sin lugar a dudas. Poseía rizos castaños y un par de ojos azules.

—Amigos, ella es Aster —presentó Ágata, tomada de la mano de la mujer—. Aster, ellos son mis amigos.

Aster abrió la boca para decir algo.

Sin embargo, antes de que ella pudiera hacerlo, de pronto un ruido similar a una explosión resonó en todo el lugar.

Dimitri se quedó congelado, completamente desconcertado y sintiendo un nudo apretarse en su garganta.

—Oh, no —soltó Cian, consternado y con su rostro adquiriendo un leve color verdoso.

Sí, había que coincidir con las palabras de Cian.

Oh, no.

.

Honestamente, también me pasaría lo de Cian. Es tan fácil que me olvide de las cosas que hasta me da miedo JAJAJA 😭🤧

¿Ustedes suelen olvidar cosas importantes también o son afortunados y tienen buena memoria:(?

Bueno, eso es todo por hoy. Hasta la próxima 🤙

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