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Capítulo 12. Los Guardianes.

Dimitri no sabía con exactitud en qué momento había perdido la consciencia ni la razón.

Solo había sucedido.

La oscuridad invadió su mente y visión segundos antes de que siquiera pudiera procesar lo que había ocurrido.

No soñó con nada. Quizá porque el sedante o lo que fuera que hubiera sido usado para dormirlo lo impidió.

Y Dimitri apenas si sintió que estuvo dormido por unos segundos antes de despertar.

A pesar de ello, tuvo la inmediata sospecha de que había estado inconsciente por mucho más tiempo. Su cuerpo se sentía adormecido y pesado, como si sus huesos estuvieran hechos de acero. No abrió sus ojos tan pronto como recuperó la consciencia, sino que se quedó en su mismo lugar, agudizando su oído y tratando de comprender en dónde se hallaba.

¿Acaso alguien lo había secuestrado? Y si era así, ¿por qué razón lo haría? Comenzó a pensar que tal vez el grupo de ellos, junto a su hermana, Jessica y los demás había llamado la atención... Un grupo de niños seguro que lucía de lo más vulnerable.

Dimitri frunció levemente el ceño y se atrevió a abrir los ojos, pero al instante se encontró con que una venda cubría la mitad de su rostro. Por otro lado, había una cuerda que ataba sus muñecas a su espalda y tobillos, y rápidamente cayó en la cuenta de que había otra rodeando su pecho.

Hizo una rápida conjetura de que estaba en una silla, a juzgar por lo que era capaz de percibir, y estaba atado a ella... ¿Morgana, Jessica o los otros estarían también ahí? Lo más probable era que sí. Y se preguntó qué habían hecho con Neil, o si acaso el gato había huido.

Dimitri decidió entonces susurrar:

—¿Hay alguien ahí?

Se sorprendió cuando obtuvo una respuesta casi inmediata.

—¿Dimitri? —Era la voz de Auguste, que sonó dubitativo y no muy lejos de él. Quizá estaba a un par de metros a su derecha, o así lo calculó Dimitri.

—Sí, soy yo —contestó él, arrugando aún más el entrecejo y ladeando un poco la cabeza para poder escuchar al niño mejor—. ¿A ti también te pusieron una venda en los ojos?

—Sí... No puedo ver nada y también estoy atado. ¿Crees que los demás estén aquí?

Dimitri lo pensó por unos momentos, pues no había señales de que su hermana, Jessica, Cian o Ágata se hallaran en ese lugar.

—Tal vez lo están —contestó—, tal vez aún no despiertan o los pusieron en otro lado. —De pronto llegó a él una idea repentina y agregó—: ¿Puedes usar tus saltos espaciales desde aquí?

Escuchó que Auguste titubeaba.

—Sí, podría hacerlo —dijo él—, pero no pienso hacerlo sin mis hermanos.

Dimitri sabía que esa era la forma en que se refería a Jessica, Cian y Ágata. Supuso de forma vaga que tenía sentido que no deseara abandonarlos. Pero igualmente insistió:

—Lo mejor que podrías hacer es salir de aquí y buscarnos para poder liberarnos... No sabemos quiénes nos hayan secuestrado o lo que sea, aunque dudo que sea gente amable que casualmente secuestra niños.

Auguste gruñó por lo bajo, todavía en desacuerdo ante la idea de Dimitri.

—Si nos quedamos sin opción entonces me iré —murmuró—, mientras tanto me quedaré aquí y no aceptaré lo contrario.

Dimitri dio por hecho que era lo mejor que obtendría de él, asintiendo a pesar de que era consciente de que el niño no podía verlo.

Unos momentos después, un par de pasos se oyeron a lo lejos, resonantes y haciendo eco sobre la superficie por la que caminaban. Oyó casi al instante el deslizamiento de algo duro y metálico (probablemente una puerta), y los pasos se hicieron más notorios.

No. Ahora estaban justo delante suyo, comprendió Dimitri, tratando de no entrar en pánico.

¿Morgana estaría bien? Oh, deseaba que sí. Se sentía muy idiota por haber discutido con ella como lo había hecho, pues la idea de que le hicieran algo a su hermana le resultaba horrible... Y la idea de que ella pensara que no apreciaba sus cuidados y algo le ocurriera con esa última idea era mucho peor.

Dimitri mordió el interior de su mejilla con fuerza, decidiendo que no valía la pena estresarse con pensar en eso. Debía mantener su mente lo más tranquila posible para poder descifrar y entender lo que estaba ocurriendo ahí.

Sin lugar a dudas, había una persona delante suyo, y la suposición se volvió confirmación cuando los pasos se detuvieron y una voz habló, diciendo:

—Ustedes no son de Marzaba. ¿De dónde provienen?

La voz era femenina; parecía pertenecer a una mujer joven, pero no tanto. Tal vez de una edad entre los veinticinco y los treinta.

Dimitri pensó en su pregunta y apretó los labios en una fina línea recta, sin estar seguro de si debía responder, por lo que esperó a que Auguste dijera algo, pero el niño se quedó en silencio, y él también.

—La próxima vez que lo repita no seré tan amable —siseó la voz femenina de nuevo, esta vez con un deje amenazante—. No crean que tengo problemas en torturar a un par de niños...

Dimitri se tensó al oírla. ¿Torturar? No, eso no estaba en sus planes. La sola idea bastó para abrumarlo y se encogió en su lugar, esperando que Auguste dijera algo... Sin embargo, solo hubo silencio.

Oyó cómo la mujer chasqueaba la lengua con molestia, y luego dijo:

—De acuerdo, no digan que no se los advertí.

—Espera —intervino de pronto Auguste antes de que la mujer agregara algo más—. No queremos problemas con ustedes. Solo estamos de paso.

Dimitri se alivió de que la interrumpiera, aunque vagamente se preguntó con qué tipo de tortura trabajaba la mujer... Por obvias razones, no quería descubrirlo ni en ese momento ni nunca.

—¿Ah? ¿Solo de paso? —repitió la mujer. Dimitri no supo si su tono era pensativo o recriminatorio—, ustedes estaban buscándonos si mis informantes no los malentendieron.

—¿Buscándolos...? —preguntó Dimitri a cambio, sin estar seguro de a qué se refería.

Por otro lado, escuchó que Auguste soltaba un respingo de sorpresa.

—¿Ustedes son los Guardianes del Reino del Caos? —cuestionó él con una voz que fluctuaba entre el desconcierto y la emoción.

La mujer bufó.

—El título en sí es muy largo —contestó, pensativa—, solamente somos los Guardianes. No han respondido mis preguntas y estoy empezando a cansarme.

—Venimos del mismo mundo del Gobierno que llevó a Marzaba a la catástrofe —informó Auguste casi sin pensar.

Quizá no debió haber comenzado con eso, pensó Dimitri cuando supo que la mujer se había quedado en silencio... En un frío y tenso silencio.

—De acuerdo —dijo ella tras quedarse callada por unos largos minutos—. Entonces más les vale que me den una buena razón para no matarlos a ambos y al resto de su grupo en este instante.

Dimitri tragó saliva, comenzando a ponerse muy nervioso.

—No estamos con el Gobierno —contestó Auguste tan tranquilo como pudo, pero aun Dimitri pudo escuchar la casi imperceptible duda en su timbre de voz—. Venimos para liberar a Marzaba.

—¿Por qué? —demandó saber la mujer, hablando con un tono autoritario y frío.

—Porque... nosotros estuvimos con ellos y sabemos todas las horribles cosas que hicieron con nuestros hermanos y Marzaba. Queremos reparar eso. Los estábamos buscando porque necesitamos una manera de llegar a nuestro hermano que ahora comanda Allwer...

—¿Su hermano? ¿Hablas del muchacho sin honor que ascendió al trono mediante el derramamiento de sangre y provocó que Allwer perdiera su integridad como reino?

La manera en que lo había dicho había sido cruel y gélida, y Dimitri se preguntó qué había ocurrido... Lo que realmente había pasado y lo que Thiago había hecho para posicionarse como el rey de Allwer. Sabía muy poco al respecto, y en el fondo deseó tener más conocimiento sobre estos hechos. Jessica y los demás no le habían dado detalles... Tal vez no habían querido asustarlo a él y a Morgana con ellos.

Tal vez no les contaron tanto como debieron hacerlo.

Dimitri sintió un nudo en su garganta ante aquel pensamiento y se estremeció, cuestionandose si en verdad quería saberlo.

—Mi hermano no es consciente de lo que hace —contestó Auguste, y se oyó seguro de lo que decía, sin ningún rastro de duda—. Él también está siendo utilizado y manipulado por nuestro Gobierno como un chivo expiatorio... El verdadero enemigo está más arriba, escondido entre las filas de soldados que han rodeado toda Marzaba y cuya base se esconde en el Reino de Nadie. No tengo la intención de ser parte de ellos ni tampoco seguir siendo uno de sus peones. Al igual que ustedes los Guardianes, mis hermanos y yo queremos ayudar a restaurar el orden natural de Marzaba. Y sé que sabes que no estoy mintiendo, y que también que deberías darnos al menos una oportunidad de probar mi palabra.

Dimitri se quedó sorprendido al escuchar aquel discurso de Auguste. No había titubeado ni se había trabado al hablar (como probablemente le habría ocurrido a él), sino que se mantuvo calmado y sereno de una forma que un niño común no podría haberlo hecho.

Es que esa era la cosa: Auguste no era un niño común. Y tampoco lo eran Jessica, Cian y Ágata.

Y eso era verdaderamente desgarrador.

—¿Y jurarías por tu vida que lo que has dicho es verdad? —inquirió la mujer con lentitud, como si siguiera pensando en lo que había dicho.

—Sí, lo haría —contestó Auguste casi al instante, y hubo un aire de desafío en su voz—, e incluso lo haré justo ahora: te juro por mi vida que estoy diciendo la verdad.

Oh, eso parecía bastante serio, pensó Dimitri, abrumado y sin atreverse a decir nada. Se tensó cuando escuchó una vez más los pasos de la mujer y, unos momentos más tarde, Dimitri cayó en la cuenta de que le habían quitado la venda.

Tardó unos momentos en adaptar su visión al sitio en el que se hallaba, parpadeando varias veces, sorprendido. Estaba en el centro de una habitación gris y pequeña. La única iluminación provenía de una ventana a sus espaldas que filtraba unos pálidos rayos anaranjados. No había ningún otro mueble u objeto en el cuarto, y la puerta al otro extremo de donde Dimitri se hallaba era de un metal que lucía oxidado y sucio.

A su lado, observó que estaba Auguste, sentado y atado justo como él. Al niño también le habían quitado la venda. Ahora sus ojos escaneaban la habitación con interés e intriga.

Entonces, Dimitri reparó en la mujer que les había hablado antes.

Como había supuesto en un inicio, ella era joven, con una edad que oscilaba entre los veinticuatro a los veintiséis años. Su cabello era rubio y recogido en media coleta. Sus ojos eran azules como el zafiro y su piel bronceada, como si pasara mucho tiempo bajo el sol. Tenía una mirada penetrante y dura, y Dimitri supo que no deseaba ver a aquella mujer alguna vez enojada.

Súbitamente, recordó que ahí no se hallaban ni Morgana ni los otros. Pestañeó con fuerza, preguntando casi sin pensar:

—¿En dónde están los demás?

La mujer se encogió de hombros, entrecerrando levemente los ojos con recelo.

—En otras habitaciones —dijo—, los separarmos para interrogarlos de dos en dos. —Clavó su mirada en Auguste y agregó—: Volveré en unos momentos para hablar con ustedes.

No agregó nada más. Eella simplemente dio media vuelta, abrió la puerta y despareció más allá, volviendola a cerrar y dejándolos en un profundo silencio.

Dimitri suspiró, tensando sus ataduras para confirmar qué tan firmes estaban. Luego, volvió su mirada hacia Auguste.

Observó que el niño tenía sus ojos fijos en el suelo, con el ceño fruncido y los labios apretados en una fina línea recta.

Antes de poderse contener o siquiera pensar con claridad, Dimitri preguntó:

—¿Thiago realmente llegó a matar personas?

Auguste alzó la cabeza y lo miró a los ojos, evidentemente sorprendido por la interrogante. Parpadeó varias veces y su entrecejo se arrugó aún más.

—Él no hizo nada de eso —murmuró, aunque Dimitri detectó cierta duda en sus palabras—. GEASP hizo la mayor parte del trabajo sucio. A Thiago le mintieron y le dijeron que solo debía controlar a Allwer para que nada se saliera de control... Él ni siquiera sabe lo que ha ocurrido, y lo han mantenido en la oscuridad a propósito, usándolo para que Allwer sienta resentimiento por él y crea que es el culpable de todo..., porque así GEASP no se involucra si llega a haber una rebelión contra Thiago. Por eso debemos salvarlo antes de que algo así ocurra.

Dimitri asintió con la cabeza, aunque no pudo evitar pensar en eso; en que quizá Jessica, Cian, Auguste y Ágata en realidad no estaban pensando en salvar Marzaba, sino a sus hermanos... Que sus razones en el fondo eran más egoístas de lo que aparentaban ser.

Sin embargo, no le dio importancia, porque sabía que el asunto no era de su incumbencia. Además de que comprendía la desesperación de aquellos niños por salvar a los jóvenes con los que se habían criado y a quienes consideraban sus hermanos. Supuso que si él y Morgana se hallaban en una situación similar, Dimitri haría lo necesario por salvarla...

Sí, porque ella seguía siendo su hermana, sin importar lo estresante que llegara a resultarle por su constante sobreprotección o la manera condescendiente con la que solía tratarlo. A veces, Dimitri pensaba que Morgana había desarollado una especie de dependencia a él, porque no tenía a nadie más, y porque ella, a diferencia de Dimitri, no se había aferrado a ningún tipo de historia de fantasía para sobrellevar su soledad, sino que siempre permaneció con los pies en la tierra... Con pesimismo y desconfianza hacia el mundo que constantemente trataba de transmitirle.

Así era Morgana, y de vez en cuando esa actitud le resultaba exasperante a Dimitri, pero le daba igual. La quería siendo de esa manera. Y más allá de porque fuera su hermana, la quería porque era la única persona que estaba a su lado.

Dimitri se sintió ansioso al pensar en eso. Deseó poder encontrarse con su hermana de una buena vez.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos de forma abrupta cuando la puerta de la habitación volvió a abrirse; de ella emergió la mujer de antes.

—O son muy buenos mintiendo y se han puesto de acuerdo para contar una sola versión —dijo ella cuando se detuvo delante de Dimitri y Auguste— o ustedes hablan con la verdad y entonces pueden sernos de utilidad.

Auguste miró a la mujer a los ojos con seriedad.

—¿Acaso mi juramento no bastó? —inquirió, arqueando ambas cejas.

—Los juramentos que no son de sangre pueden romperse —contestó ella a cambio con cierto deje de indiferencia—, pasa todo el tiempo. Pero por el momento vendrán con nosotros.

La mujer se acercó a Dimitri, empezando a desatar sus ataduras, aunque no tardó en añadir:

—Si se les mete el impulso de idiotez de querer atacarme les garantizo que la pagaran bastante caro.

Dimitri no dudó que así fuera. Masajeó sus muñecas cuando finalmente estas estuvieron libres, y él acabó por desatarse los tobillos. Cuando no hubo nada que lo retuviera, se puso de pie, estirandose un poco y preguntándose en silencio cuánto tiempo había permanecido inconsciente en ese lugar.

—Mi nombre es Sella —comentó la mujer cuando acabó por liberar a Auguste. Acto seguido, dio un par de pasos hacia atrás, colocando sus manos detrás de su espalda—, aunque, como seguro sospechan, ese no es mi nombre real, pero es como pueden llamarme. Ahora, síganme y más les vale no intentar nada raro. El lugar entero está repleto de otros Guardianes que no dudarán en usar la fuerza bruta en ustedes si así lo amerita la situación, lo que no sucederá si lo que dicen es verdad.

Auguste y Dimitri asintieron con la cabeza. Ambos fueron detrás de Sella cuando ella emprendió una marcha fuera de la habitación.

Al cruzar el marco de la puerta, Dimitri observó que al otro lado había un largo y extenso pasillo. Tuvo la amarga sensación de que estaban en una especie de prisión, pues en el pasillo se veían con claridad puertas similares a la de la habitación en donde instantes atrás se hallaban. Dimitri mordió el interior de su mejilla al percibir una corriente de aire frío cruzar por su cuerpo, y un escalofrío recorrió su espina dorsal.

Al poco rato de haber empezado a caminar por aquel largo pasillo, se le ocurrió preguntar:

—Ahora que lo recuerdo, yo tenía un gato y una mochila conmigo antes de que nos secuestraran... ¿En dónde están?

Sella, que caminaba al frente con decisión y firmeza, le miró de soslayo.

—El gato huyó antes de que pudiéramos tomarlo —contestó ella con cierto tono neutral—, y tu mochila y todo objeto de valor que ustedes llevaban consigo se encuentran en otra habitación. Cuando hayamos decidido que no representan ningún peligro se los devolveremos.

Dimitri no respondió, sintiéndose algo decepcionado al descubrir que Neil había huido... Es decir, era lo más lógico, pero saber que probablemente no volvería a encontrarse con el animal le hizo sentir una punzada de tristeza.

Aunque este sentimiento se evaporó de su mente casi al instante de que se hubieran detenido en una habitación.

Sella les hizo entrar. Dimitri observó que esta estaba vacía y sin ninguna silla o mueble a la vista. Este cuarto era más amplio que el anterior, aunque también más frío.

—Los otros Guardianes a cargo de su grupo se encargarán de traerlos —dijo Sella sin mirar a ninguno y permaneciendo con una expresión seria e inescrutable en su semblante.

Dimitri sintió un cosquilleo en la boca de su estómago al pensar que por fin vería a Morgana... Oh, se suponía que estaba enojado con ella por su discusión, ¿cierto? ¿Y si ella seguía estando enojada por lo que él le había dicho?

La idea lo hizo sentir mal, sin embargo, este pensamiento desapareció cuando oyó que un par de pasos se aproximaban por el pasillo.

Y Dimitri solo esperó.

.

Bueno, vamos bien Bv

¿Les ha agradado Sella?

Porque ella será importante en un futuro... Y también los otros Guardianes. No es spoiler, solo es para que presten atención 🤙

En fin. Hasta la próxima.

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