Capítulo 11. Discusión de hermanos.
Morgana estaba realmente furiosa con su hermano.
Oh, ya decía ella que no debió haber apartado su mirada de Dimitri... ¡Lo conocía mejor que nadie! Y por lo mismo sabía lo fácil que era que su hermano mudara su atención a otro lugar y se perdiera en lugares como aquel.
Porque no era la primera vez que ocurría algo así. Para nada. Morgana aún recordaba con claridad la ocasión en que Dimitri, cuando solo tenía diez años, se perdió en un festival de la escuela de Morgana, y también recordaba lo horrible que ella se sintió al encontrar a su hermano, un par de horas después, completamente despreocupado mientras ella había estado desesperada por hallarlo.
Sí, a veces le exasperaba tener a Dimitri como hermano. Le hacía la vida más difícil de lo que debía ser... Y no, eso no significaba que no lo quisiera, porque sí lo quería. Solo significaba que deseaba que el chico fuera más maduro y consciente de lo que les rodeaba.
Morgana soltó un suspiro de irritación al mirar a su lado y darse cuenta de que Dimitri ya no estaba. Debió haberle tomado de la mano como hacía cuando eran más pequeños, pensó. Luego maldijo por lo bajo, frustrada.
—¡Auguste! —llamó al niño, pues era el que estaba más cerca. Él la oyó y se detuvo, haciendo que Jessica, Ágata y Cian, que estaban más adelante, también frenaran su paso y la miraran. Morgana no tardó en agregar—: ¡Dimitri se ha perdido!
Jessica se abrió paso entre ellos, deteniéndose delante de Morgana y mirando a su alrededor con el ceño fruncido.
—¿Hace cuánto que no está con nosotros? —inquirió, rascando su cabeza.
—No deben haber pasado más de unos minutos —contestó Morgana, pues había verificado cada cuánto si Dimitri estaba a su lado o no.
—Entonces, deberíamos esperar unos momentos para ver si puede regresar por su cuenta a nosotros —contestó, Jessica, arqueando ambas cejas y señalando con su cabeza hacia su lado izquierdo—. De cualquier forma, ya hemos llegado al puesto que buscábamos, así que no nos moveremos de aquí.
Morgana quería debatir y decirle que lo más sensato era ir en busca del idiota de su hermano, pero enseguida se dio cuenta de que eso solo aumentaría las probabilidades de que ella también se perdiera... Y eso no era lo más ortodoxo. A regañadientes, aceptó la propuesta de Jessica, aunque agregó en silencio que si Dimitri no aparecía en los próximos minutos, se lanzaría a gritar su nombre por toda la multitud.
Soltó un suspiro y se volvió hacia Jessica, que había puesto a ponerse en marcha. Junto al grupo, Morgana se acercó a lo que parecía ser una especie de puesto como los que ella había visto en mercados comunes en Dallas.
Sin embargo, rápidamente notó que había una gran diferencia entre este puesto y los que ella había conocido.
Para comenzar, su vendedor tenía un ojo negro... Realmente negro, con todo y pupila y retina. Era escalofriante. Se trataba de un hombre cuya edad resultaba difícil de adivinar, que poseía piel aperlada y una mirada intrigante. Su otro ojo, el que no estaba oscuro, poseía un iris color azul, que estaba clavado en ella con curiosidad.
Delante del misterioso hombre, que estaba sentado en el suelo, yacía una manta extendida hacia ellos, sobre la cual había un grupo de collares que identificó iguales a los que tenían Jessica y sus amigos.
Cian fue el primero en acercarse, señalando uno de los collares y diciendo:
—Nos gustaría obtener dos de esos, por favor.
El hombre respondió en un idioma que le era por completo desconocido a Morgana. Ella rápidamente perdió el interés en lo que sucedía, decidiendo que no valía la pena intentar descifrar la conversación con solo entender una parte de ella. Curvó sus labios en una mueca y rascó ansiosamente la palma de su mano.
—Iré a buscar a Dimitri —dijo finalmente hacia Jessica, hablando en un tono algo bajo para no interrumpir la conversación entre Cian y el vendedor de collares—, al cabo ya sé en dónde están ustedes. Si no lo hallo de inmediato volveré.
Jessica pareció notar que Morgana no estaba dispuesta a negociar el tema, pues asintió con la cabeza, aunque no sin evitar lucir algo preocupada.
—De acuerdo —dijo—, pero no te alejes mucho del puesto.
A Morgana le supo irónico que eso se lo dijera una niña a la que casi le doblaba la edad, sin embargo, no discutió y se encogió de hombros, dando media vuelta e internándose en la multitud.
Hizo una nota mental del lugar en donde se localizaba el puesto de collares, asegurándose de no dar vueltas innecesarias para evitar perderse.
Y entonces, comenzó a gritar el nombre de su hermano, esperando que él pudiera oírle en medio de ese ruido babelico que los rodeaba.
Finalmente, dio con su hermano.
Él estaba de pie, con sus ojos fijos en una pared vacía. Sus pupilas estaban dilatadas en sorpresa y sus labios entreabiertos.
Morgana puso los ojos en blanco, poniendo una mano en su hombro para llamar su atención y haciendo que Dimitri se sobresaltara por el súbito contacto.
—¿Pero qué rayos estás haciendo? —espetó ella, preguntándose si su hermano siquiera era vagamente consciente de que no debió haberse separado de ellos.
Dimitri parpadeó varias veces, como si estuviera procesando un evento muy extraño y confuso. En sus brazos, Neil soltó un maullido cuyo significado Morgana no supo descifrar.
Ella suspiró con exasperación.
—Deja de hacer el tonto y dar vueltas por ahí —dijo con seriedad—, tienes la culpa de que hayamos venido, así que al menos ten la decencia de comportarte, ¿quieres?
Su hermano frunció el ceño, probablemente mosqueado ante el tono que Morgana había empleado.
—No me hables como si fuera un niño pequeño —masculló él con fastidio.
Morgana arqueó una ceja.
—Disculpa —contestó—, pero, ¿quién fue el que se perdió en los primeros minutos de que entraramos a este sitio?
—No me perdí —aseguró Dimitri, y señaló con su barbilla al gato que sostenía—. Neil huyó y tuve que seguirlo, y luego me encontré con una señora muy rara que desapareció en el aire....
—¿Eh? ¿De qué estás hablando?
—Te lo acabo de decir. Había una mujer que supo que no era de aquí..
Morgana le miró, molesta.
—¿Y por qué hablaste con alguien desconocida? —cuestionó con aire recriminatorio—, ¿es que no entiendes que estamos en un condenado mundo que es completamente diferente al nuestro?
—Eso ya lo sé —soltó Dimitri, chasqueando la lengua con exasperación y arrugando aún más su entrecejo—. ¿Por qué siempre asumes que no lo sé? Deja de tratarme con condescendencia, puedo cuidarme solo.
—Ya, claro, como si no te hubiera salvado el pellejo miles de veces en el pasado sin que te dieras cuenta.
El enojo de su hermano parecía ir cada vez más en aumento, no obstante, también crecía la rabia de Morgana.
En serio, ¿por qué su hermano debía ser tan irritante?
—¿Y es que solo lo haces para restregarmelo en la cara en momentos como este? —inquirió Dimitri. Quizá se habría cruzado de brazos si no fuera porque sostenía a Neil—. Es molesto que en cada momento quieras cuidar de mí... Sí, yo vine aquí por voluntad propia, y si cada cinco minutos vas a decirme que por mi culpa estás aquí, entonces tal vez no debiste haber venido en primer lugar.
Morgana bufó al oír sus palabras, apretando los puños con fuerza y tensando la mandíbula, haciendo que la vena en su cuello se marcara en la superficie de su piel.
—¿Cuándo piensas darte cuenta de todo lo que en mi vida he hecho ha sido por ti? —replicó ella—, y si te cuido es porque te conozco y sé cómo puedes ser. Si vine aquí fue por eso, por nada más, y es molesto que ni siquiera puedas verlo...
—¡Pues nadie te lo pidió, Morgana! Entiendelo. Nunca te he pedido que cuidaras de mí.
—No necesitas hacerlo, ¡lo hago porque eres mi hermano!
—¡Pero no eres mi madre!
Al escucharlo, Morgana sintió como si le hubiera caído un cubo de agua fría.
Más allá de lo que había dicho, lo que le había herido fue la forma en que él lo dijo: con aire despectivo y frustrado, con los puños enroscados y la mirada llena de exasperación.
No hubo mentira en su tono; había sido brutalmente honesto.
A Dimitri nunca le gustó que Morgana cuidara de él. Pero no tenía que gustarle, pensó ella, y solo se molestó más al pensar que si sus estúpidos padres nunca los hubieran abandonado, ella no tendría esta carga... Esta forma en que debía hacerse siempre cargo de todo.
—Tienes razón —murmuró ella, mas no dejó entrever la manera en que le habían herido las palabras de Dimitri... Con todo lo que había hecho por él—, no soy tu madre, soy tu hermana. Y si ya no quieres que cuide de ti en este maldito mundo entonces por mí bien, haz lo que se te venga en gana, pero después no vengas a quejarte conmigo de los resultados.
Lo había dicho; había sido con una frialdad que ella ni siquiera sabía que era capaz de proferir.
No esperó a ver la reacción de su hermano antes de girarse y buscar el camino de regreso con Jessica y los demás. No tuvo que mirar por encima de su hombro para saber que Dimitri le seguía, y tampoco le importó.
Su hermano estaba siendo un malagradecido, ¿cierto? No importaba cuánto se preocupara Morgana por él, pues al final del día siempre resultaba que el sentimiento no era recíproco... Porque a Dimitri le era indiferente, porque su hermano era un idiota que odiaba que alguien le dijera qué debía hacer, porque él era alguien que, por alguna razón, soñó toda su vida con ser especial... Y ahora estaban en ese mundo extraño y nuevo. Tal vez eso fue la gota que colmó el vaso para su hermano.
De cualquier manera, Morgana no quería tener que soportar eso.
Si de ella dependiera, volvería a Dallas... Oh, pero sabía que incluso si tuviera la oportunidad no sería capaz de abandonar a su hermano, a ese tonto que en el fondo seguía queriendo. Muy en el fondo.
Morgana meneó la cabeza, frustrada ante el pensamiento de que probablemente esa ridícula aventura aún tenía mucho por delante para poder acabar.
A ella no le podía importar menos saber algo de sus padres. En n realidad, su única motivación en Marzaba en ese momento era salvar a Den y Sarah de lo que fuera que GEASP había hecho con ellos.
Sí. Lo demás no le importaba. No podía serle más indiferente.
Con esto en mente, finalmente dio con el puesto que había dejado hacía solo un par de minutos atrás. Al parecer, Cian había concluido la compra que le vio hacer antes, pues ahora sostenía dos de los collares de Todas las Lenguas.
—Hey, qué bueno que encontraste a Dimitri —comentó Jessica con una sonrisa.
Morgana no respondió, cruzándose de brazos y sin siquiera dedicarle una mirada a su hermano.
Auguste arqueó ambas cejas con aire de curiosidad y duda.
—Uh, ¿están enojados? —preguntó, vacilante.
Nuevamente, no hubo una respuesta por parte de los hermanos Ocasaki.
Cian titubeó, pero acabó por entregarles un collar a Morgana y Dimitri, que lo tomaron por inercia.
Morgana se ató el collar al cuello sin pensarlo, haciendo que el broche encajara sin problemas y jugueteando ansiosamente con la superficie de la gota que colgaba.
Unos momentos más tarde, sintió una leve presión contra sus oídos, y ella pestañeó con fuerza, apretando los labios y sorprendiéndose cuando, de pronto, su alrededor pareció volverse más claro.
Sin embargo, no se trataba de lo que podía ver, sino de lo que oía. Súbitamente, las conversaciones y barullo a su alrededor cobró sentido. Comprendió que quizá el que no lo tuviera antes le había estresado tanto.
Es decir, las conversaciones seguían sin ser del todo entendibles (como lo sería estando en el centro de cualquier multitud), pero Morgana alcanzó a captar palabras que entendía y le eran conocidas.
El collar de Todas las Lenguas realmente funcionaba... ¿Es que acaso eso era magia? No iba a negar que, en todos los sentidos, eso era sorprendente.
—Wow —exclamó su hermano a su lado, desconcertado—, ¿cómo es que funciona esto?
—Es algo así como la magia —explicó Jessica, encogiéndose de hombros—, pero más complejo que eso.
—¿Es magia como en Harry Potter y eso?
—No conozco eso que nombras, sin embargo, doy por hecho que no es así...
—¿Cómo es posible que no conozcas Harry Potter? —Dimitri se oyó incluso más sorprendido que cuando preguntó por lo del collar—. Es la saga más popular que cualquier cosa.
Jessica volvió a encogerse de hombros.
—No era como si nos hubieran dado a leer libros en las instalaciones GEASP —comentó Cian, frunciendo el ceño—. Pero, fuera de eso, la magia aquí funciona en base al didalnio.
—¿No dijeron que ese fue el material que usaron en ustedes para darles poderes? —inquirió Morgana, alzando una ceja.
—Sí, exactamente —contestó Auguste, pensativo—. Sospechamos que fue por eso que hubo la conexión del portal con Marzaba. Aquí todos los humanos nacen con didalnio, a excepción de unas pocas personas, y, por lo tanto, la población entera posee dones que en nuestro mundo serían imposibles de tener. A pesar de eso, no hay gente con habilidades como las nuestras, es decir, no son exactas, sino más bien generales.
—Se refiere a que no tienen cosas como telequinesis o saltos espaciales —intervino Jessica—, y es más como magia, que se basa en los elementos naturales con muchas variantes. También hay categorías de niveles para la gente que sabe controlar el didalnio mejor que otros...
—Y deberíamos hablar de eso en otra parte —murmuró Cian de pronto—, aquí ya estamos estorbando el paso.
Morgana miró a su alrededor, dándose cuenta de que tenía razón y ya algunos los estaban fulminando con la mirada por no moverse.
Suspiró, yendo detrás de Cian cuando él empezó a seguir a Jessica con la intención de salir de ahí. Dado que era más sencillo volver que avanzar hasta el final (que supuso que tardaría en llegar) todos dieron media vuelta y regresaron por donde habían venido.
En todo el trayecto, Morgana no le dirigió la palabra a su hermano, pues seguía bastante molesta por la discusión que habían tenido (y su orgullo no le permitía ser la que cediera a disculparse), pero Dimitri tampoco le habló, y eso estuvo bien para ella.
En el proceso de salir del Mercado de las Aves, Morgana pudo apreciar con mayor interés que realmente Jessica y Auguste habían sido honestos sobre la magia en ese lugar... Había algunas personas que creaban fuego o agua en sus manos, otras que balanceaban platillos sobre sus cabezas controlando aparentemente el aire, incluso vio a una mujer curar la herida abierta en la rodilla de un niño que lloraba a mares en el suelo.
Era sorprendente y alucinante sin lugar a dudas. Quizá Morgana no habría creído lo que veía sino fuera porque al menos Jessica y los otros le habían ayudado a prepararase para ese tipo de cosas surrealistas.
Jamás creyó que alguna vez vería en persona algo como eso, y a decir verdad, no estaba de qué significaba ese pensamiento.
Cuando finalmente estuvieron fuera del Mercado de las Aves, Morgana se alivió al ver de nuevo las calles abiertas y menos pobladas y, por ende, ruidosas.
Avanzaron un par de calles que no se molestó en contar o analizar. El grupo volvió a detenerse en lo que parecía ser una amplia plaza.
El suelo estaba compuesto de losas que brillaban como el oro y la extensión del lugar era larga y extensa. Subieron por tres escalones antes de llegar a la superficie superior y, al estar ahí, Morgana avistó un par de árboles bien cuidados y en jardineras, además de una estatua de una persona que no conocía y una fuente que la rodeaba.
El agua brotaba de la boca de una mujer que había sido tallada en piedra, y se perdía entre borbotones que reflejaban la luz del cielo... El cual, hasta ese momento, Morgana cayó en la cuenta de que tenía un sol como el que ella conocía. No estaba segura del porqué le sorprendía descubrir eso; solo lo hacía.
El grupo se sentó en torno a la fuente. Ahí conversaron con Morgana iniciando la charla con lo que más le importaba:
—¿Cómo hallamos a estos Guardianes del Reino del Caos y cómo hacemos que nos ayuden?
Como dijimos antes, su prioridad era encontrar a Den y Sarah, y por lo tanto, regresar a casa, pero para eso debía acabar con esa locura. Por obvias razones, mientras antes ocurriera eso, sería mejor.
—Según entiendo —comenzó diciendo Jessica con gesto pensativo—, ellos suelen hallarte, no uno a ellos.
Genial. Eso no decía absolutamente nada.
Morgana suspiró, apoyando sus palmas sobre la superficie caliente del concreto que conformaba la construcción.
Miró de reojo a Dimitri, que había metido la mano al agua de la fuente, echándole un poco a Neil en el proceso, quien lució completamente molesto por el gesto y erizó su pelo en fastidio.
Morgana volvió su mirada al frente.
Y de pronto sintió un pinchazo en su cuello.
Había sido imperceptible al inicio, pero después se volvió doloroso e imposible de ignorar.
Morgana abrió la boca, dispuesta a decir algo, quejarse o al menos exclamar... Sin embargo, no lo hizo.
Porque en ese momento sus extremidades empezaron a adormercerse. El dolor en su cuello se esfumó por completo, y las esquinas de sus ojos se oscurecieron.
Y así, lenta pero progresivamente y sin posibilidad de cambiar lo que ocurría, Morgana cayó inconsciente, con su rostro chocando contra una de las losas en el suelo y sus ojos cerrándose sin poderlos forzarse a permanecer abiertos.
De hecho, ella en el fondo culpó a su mala suerte de lo que fuera que estuviera pasando.
.
Si tienen hermanos, ¿alguna vez han discutido con ellos? 🤔
Yo no, o al menos no seriamente... creo...
Bueno, eso es todo, gracias por leer. Hasta la próxima 👌
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