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Capítulo 10. El Mercado de las Aves.

Dimitri quiso preguntar más cosas cuando Cian mencionó a los supuestos Guardianes. Sin embargo, él no parecía dispuesto a explicar nada ni hizo amago de quererlo hacer, por lo que optó por quedarse en silencio.

—Ya les diremos todo lo que necesiten saber cuando lleguemos a Allwer —le dijo Jessica, como leyendo la inquietud en él—. Mientras tanto, no podemos quedarnos por más tiempo.

Los demás asintieron con la cabeza, volviendo a formar el círculo necesario para que Auguste usara su habilidad. Dimitri, que sostenía al gato, le tendió su antebrazo a Morgana, que lo tomó con su mirada fija en el suelo.

Al cerrar el círculo, Dimitri decidió cerrar sus ojos en esta ocasión, pues la idea de marearse de nuevo por ver su entorno alterado no le agradaba en lo absoluto. Aunque eso no evitó que sintiera una especie de tirón en la boca de su estómago y, cuando abrió sus ojos, cayó en la cuenta de que ya no se hallaban en la costa junto al Abismo de los Granch, sino en un lugar completamente diferente.

Se trataba de un callejón oscuro y con olor a humedad, que no era muy diferente a los callejones en Texas... De hecho, si le hubieran dicho que habían vuelto a Dallas lo habría creído de no ser porque el extraña cielo rosado seguía posando sobre su cabeza.

Dimitri parpadeó varias veces, mordiendo el interior de su mejilla y sintiendo un leve dolor en su sien que decidió ignorar.

Bajó la cabeza hacia Neil, el gato, observando con sorpresa que el animal no lucía alterado por el viaje, como había creído que sucedería en un inicio. En cambio, Neil saltó al suelo, sacudiendo su cola en el aire y agitando sus bigotes.

—¿Así de fácil hemos llegado a Allwer? —inquirió Dimitri con curiosidad, echando un vistazo a su alrededor.

Morgana, a su lado, bufó.

—¿Es que no recuerdas a esos horribles granch? —soltó, arrugando el entrecejo—, ¿eso fue fácil para ti?

Dimitri se encogió de hombros, volviendo su vista hacia Cian y preguntando:

—¿Quiénes son los Guardianes del Reino del Caos?

Cian carraspeó con la garganta y pensó en una respuesta durante unos instantes.

—Podemos decir que son un grupo revolucionario —contestó, rascando su mejilla—. En realidad, en todo el tiempo que llevamos aquí no los hemos visto jamás. Solo sabemos que existen y viven en Allwer...

—¿Eh? ¿Entonces planean aliarse con un grupo que ni siquiera conocen? —cuestionó Morgana, molesta.

—Ellos ya deben saber que nosotros huimos de GEASP —explicó Auguste con un tono de suave, siendo consciente de la manera en que Morgana podía alterarse—, y si lo saben también sabrán que haremos lo necesario para salvar a Thiago, lo que en cierto modo coincide con sus intereses.

—Pero, ¿por qué se llama el Reino del Caos? —preguntó Dimitri, arqueando ambas cejas.

—No estamos muy seguros —respondió Jessica en gesto pensativo—. Si no mal recuerdo, es por una leyenda relacionada con la fundadora de Allwer... Y hacía siglos que a Allwer no se le llamaba así. Supongo que el que Thiago viniera, usurpara el trono y sometiera a todos a su poder hizo que decidieran volver a llamar a Allwer el Reino del Caos. Y el nombre de este grupo revolucionario solo agregó la denominación de Guardianes.

—Suena más como un grupo que protege Allwer —masculló Morgana, poco convencida.

—Hey, yo también pensé eso —dijo Cian con una sonrisa a medias—, pero si vieras las cosas que han hecho sin duda no pensarías eso.

—¿Qué habilidad mencionaron que poseía Thiago? —preguntó Dimitri, ladeando un poco la cabeza.

—Telequinesis —respondió Auguste—, su poder está más desarrollado que el nuestro, y lo más grande que él puede mover con su mente son 90 kilos, además de que puede descontrolarse con sus emociones. En general, Thiago es uno de los más peligrosos en GEASP, y fue por ello que le dieron Allwer, el segundo reino más grande en toda Marzaba.

—¿Cuál es el primer reino más grande y cuántos reinos hay en Marzaba? —inquirió Dimitri con curiosidad.

—El más grande es Nevagh —contestó Jessica, alzando seis de sus dedos para poder contar con ellos—. En total hay seis reinos: Nevagh, Allwer, Libeth, Treuz, Ehorker y el Reino de Nadie, que es de donde nosotros huimos.

Morgana frunció levemente el ceño.

—¿Y qué hay de los idiomas? —indagó ella—, ¿hablan una lengua distinta aquí?

Cian chasqueó la lengua, sacando una fina cadena de plata que yacía alrededor de su cuello. De ella colgaba un símbolo en forma de gota de agua dividido en cinco partes con pequeñas inscripciones que no se alcanzaban a ver desde su lugar.

—Este es un collar de Todas las Lenguas —comentó él; Jessica, Auguste y Ágata mostraron uno igual—, como su nombre dice, permite comunicarte con cualquier persona aun si no habla tu idioma. Es verdaderamente útil en Marzaba, pero su desventaja es que si lo pierdes te quedas incomunicado.

—Les compraremos uno igual en el Mercado de las Aves —dijo esta vez Jessica—. De ser por mí, nos habríamos anticipado y comprado dos antes, pero en ese momento no pudimos ir hacia el Centro de Allwer y tuvimos que huir rápido... De cualquier manera, ya irán entendiendo todo mejor cuando lo vean en persona. Aún nos queda algo de dinero de la última vez que vinimos, así que eso debe bastar. Vamos.

Jessica dio media vuelta y comenzó a caminar con seguridad y certeza junto a Ágata. Cian y Auguste las siguieron de cerca; Morgana pareció dudar, pero al final también se fue. Dimitri, por otro lado, miró un poco a su alrededor antes de decidir ir detrás de ellos, notando que el cielo rosado ya se había aclarado un poco y asegurándose de que Neil los estaba siguiendo.

Abandonaron el callejón y pronto se internaron en unas amplias calles. Estas no eran muy distintas a las que Dimitri conocía en su mundo, aunque habían algunas obvias diferencias, como lo eran las losas azules que componían el suelo o las construcciones de los edificios, los cuales eran pequeños y en cierto modo sencillos, pero con colores extravagantes y aires excéntricos.

Como era natural, habían aceras y una calle dedicada al cruce de transportes que, según observó, consistían en carruajes lujosos que eran arrastrados por animales cuadrúpedos parecidos a los caballos... Aunque estos eran plateados, con dos colas y un hocico más corto.

Por otro lado, la gente que caminaba por la acera estaba ataviada de prendas muy extrañas en opinión de Dimitri. Era como estar en una convención de anime o cómics, pues las personas llevaban desde túnicas coloridas hasta peinados peculiares; joyas confusas y objetos raros, como amuletos rojos y tiaras de oro.

No había gran multitud en las calles, pero la cantidad de personas que había era suficiente para hacerlo sentir un tanto abrumado.

Allwer, sin lugar a dudas, no era un sitio como Dallas, ya que tenía ese aire surrealista y fantástico. Dimitri no iba a negar que se sentía emocionado por estar ahí. Después de todo, ¿cuántos tenían la oportunidad de visitar un lugar así?

No entendía del todo qué papel cumplía en todo el problema que seguía a Jessica y los otros, y probablemente aún no había procesado lo que esto implicaba. Sin embargo, de momento se sentía entusiasmado y no dejaba de mirar a su alrededor, a las calles, al cielo y a cada persona que caminaba contigua a él.

Era increíble, pensó; sencillamente genial.

—Dimitri, presta atención al frente y deja de llamar la atención —masculló de pronto Morgana con un tono de molestia y exasperación.

Él parpadeó varias veces, enfocando su mirada en el frente y dándose cuenta de que su hermana le veía con el ceño fruncido y estaba tirando de la manga de su abrigo.

En ese momento, Dimitri reparó en un particular detalle: lo mucho que él y Morgana sobresalían. Su aspecto y ropa lucían extraños en ese lugar, siendo como un par de esferas en un mundo de cubos. Además, no ayudaba el que Dimitri mirara a todos lados como un turista (es decir, lo era, pero el hacerlo tan evidente debía resultar raro) y, al ver a su alrededor, pudo darse cuenta de que estaba recibiendo algunas miradas de gente que pasaba a su lado y le observaba con un aire de confusión e intriga.

Dimitri bajó la cabeza, apresurando su paso y conteniéndose a seguir explorando con su vista aquella extraña ciudad, o pueblo... En realidad, ni siquiera tenía la total certeza de dónde estaban o cómo funcionaba la geografía de Allwer.

Miró hacia los demás, viendo a Jessica que encabezaba el grupo y caminaba con un aire de confianza y seguridad. Supuso que quizá ella ya se había acostumbrado a todo eso... Aunque la idea de que así fuera le pareció un tanto rara.

Siguieron caminando por aquellas calles, cruzando otras y virando por unas más. Entonces, se detuvieron al llegar al pie de una calle más extensa a las anteriores, en la que había una aglomeración de una considerable cantidad de personas.

De lado a lado, había un arco de piedra en el que rezaban unas palabras en un idioma que le era por completo desconocido a Dimitri. Eran como signos similares a los jeroglíficos, pero más extraños y confusos, incluso con signos de puntuación que no lograba analizar.

Sin embargo, no intentó entenderlo y rápidamente desvió su mirada a otro lugar.

Cian esbozó una ancha sonrisa cuando dijo:

—Bienvenidos al Mercado de las Aves.

—Y por si se preguntan —agregó Jessica—, no se llama así porque vendan aves, sino por la cantidad de personas que suelen venir aquí y cruzar.

Dimitri concedió que el nombre parecía bien puesto y se encogió de hombros.

—Antes de entrar —continuó diciendo Jessica, alzando su dedo índice en señal de advertencia—, en ese lugar van a encontrarse con muchas personas, la mayoría querrá estafarlos seguramente, porque suelen intentarlo con todos los turistas, así que procuren no hablar con nadie ni tampoco nos pierdan de vista, ¿de acuerdo? Y, sobre todo, no toquen nada que no sea suyo o podemos meternos en muchos problemas.

Morgana asintió, seria, y miró a Dimitri, como diciéndole que debía hacerlo.., acto que imitó a regañadientes. ¿Realmente su hermana aún pensaba que iría a meterse en problemas? ¡Él podía comportarse si la situación lo ameritaba! Y sabía que así era.

Curvando sus labios en una mueca, Dimitri se inclinó y tomó al gato Neil, que los había seguido todo ese trayecto sin rechistar, en brazos, acariciando su cabeza y oyendo un maullido como respuesta de él.

Cruzaron por debajo del marco con las inscripciones raras y se internaron en la multitud de personas. Dimitri se quedó junto a Morgana, que caminaba detrás de Auguste y Ágata.

El grupo, que ahora estaba dividido en una fila de dos, empezó a moverse hacia delante, abriéndose paso entre la densa multitud. En serio, ¿por qué había tanta gente? ¡Comenzaba a ser irritante!

Dimitri tragó saliva, parpadeando varias veces y tensando la mandíbula.

Se sintió un poco mareado, pues el bullicio que yacía en torno a él no lo ayudaba en lo absoluto. No solía ser una persona que saliera demasiado de casa, así que aquel cambio de ambiente lo confundía en gran medida.

Mordió el interior de su mejilla, sobresaltándose cuando Neil bajó de sus brazos en un instante. Dimitri maldijo por lo bajo y trató de agarrarlo, pero el gato se escabulló lejos de él y empezó a zizaguear entre las piernas de la gente, desapareciendo de su vista.

El chico frunció el ceño, mirando con preocupación hacia Morgana, que no había reparado en que él se había detenido... Bueno, solo iba a buscar a Neil. No iba a perderse, ¿cierto? Así que no era necesario que le avisara a su hermana que iba a separarse del grupo.

Con esto en mente, Dimitri se alejó, yendo en dirección a donde había visto a Neil irse mientras empujaba a algunas personas en su camino para poder abrirse paso. Su estatura no jugaba a su favor, y constantemente era empujado por otros. Sin embargo, persistió en su tarea de buscar al gato.

Empezó a desesperarse al darse cuenta de que la multitud que lo rodeaba parecía ser eterna.

Y soltó un suspiro de alivio cuando finalmente halló a Neil.

El gato se había detenido al pie de un puesto, que era uno de los muchos que se hallaban a las orillas de la extensa calle y que eran la razón de que hubieran tantas personas ahí.

Dimitri observó que el puesto era sencillo y consistía en una mujer anciana y con un turbante sobre su cabellera rubia, quien estaba sentada detrás de una mesa cubierta por un manto carmín.

La mujer se veía seria y, delante de ella y encima de la mesa, había una bola de cristal de color rosado que poseía un intenso brillo. Dimitri se le quedó mirando por unos momentos, dándose cuenta de que la mujer también le veía a los ojos. Luego apartó la vista, incómodo.

Recogió a Neil del suelo, avergonzado de que el gato se hubiera escapado de esa manera y mirándole con aire levemente molesto. El gato solo le miró en silencio como respuesta, agitando sus bigotes.

Lo cierto era que sería muy fácil abandonar al animal, pues parecía ser la solución más sencilla, pero la sola idea le parecía cruel e inhumana a Dimitri, y se rehusaba a siquiera pensarlo... Además, tenía la leve sospecha de que el gato era más inteligente de lo que aparentaba. En silencio se preguntó si quizá se había escapado hasta ese lugar por algún motivo...

No, eso no tenía sentido. Solo era un gato. Y ese puesto no era en lo absoluto especial. Tal vez Neil solo se sintió abrumado de la multitud y decidió correr.

—Niño, acércate si quieres saber tu fortuna —habló la mujer de pronto. Dimitri se asustó, ya que no había esperado que se dirigiera a él.

—No, gracias —contestó, nervioso y meneando la cabeza. Hizo amago de dar media vuelta para poder reunirse con Morgana y los demás.

Sin embargo, antes de hacerlo, la mujer volvió a hablarle, esta vez diciendo:

—Tú no eres de aquí, ¿cierto?

Dimitri se tentó a preguntar cómo era que lo sabía, pero rápidamente recordó que todo en él indicaba que no pertenecía a Marzaba, así que asintió con la cabeza.

—Es verdad —murmuró, empezando a incomodarse bajo la fija mirada de la mujer y recordando vagamente que, cuando era niño, su hermana solía repetirle con esmero que no hablara con extraños.

—Vienes del mismo mundo que el nuevo Rey —respondió ella. Dimitri comprendió que no era una pregunta, sino una afirmación, y volvió a asentir—. Es raro... A pesar de que no vienes de Marzaba, tampoco emites el aura de los otros humanos. No eres como ellos.

Dimitri no supo cómo tomarse esto, frunciendo el ceño.

—Vine aquí porque al parecer una médium dijo que mi hermana y yo podíamos ayudar a Marzaba —comentó, dubitativo—, quizá algo de eso tenga relación con lo que usted dice.

¿Por qué estaba hablando con esa mujer? No lo entendía. Tal vez era su extraña túnica y el turbante en su cabeza lo que llamaban su atención, o tal vez simplemente sentía curiosidad sobre ella... De cualquier manera, ya sabía que tardaría un rato en volver a encontrar a su hermana y que ella ya debió haber advertido en su ausencia, así que supuso que daba igual.

La mujer le miró con aire de recelo y sospecha al oír sus palabras.

—Tu destino es incierto —dijo ella, entrecerrando los ojos—, y hay algo oscuro que impide revelar tu aura.

Dimitri le observó, sorprendido.

—O sea, ¿usted realmente puede ver eso de las auras y la fortuna? —preguntó, ladeando levemente la cabeza.

Había conocido a supuestas adivinas antes, todas ellas falsas y sin ningún grado de verdad, pero aquella mujer sin duda era diferente... Y tenía sentido, pues, al final de cuentas, ya no estaban en su mundo, sino en Marzaba, y ahí existían otro tipo de reglas.

La mujer chasqueó la lengua con atisbo de molestia, claramente sin hacerle gracia que lo preguntara.

—Solo los pobres idiotas mentirían sobre algo que no pueden hacer —replicó, volviendo su mirada hacia Neil—. En cuanto a tu animal de compañía, quizá quieras revisar de quién se trata. No es cualquier criatura, después de todo.

—¿Qué quiere decir? —inquirió Dimitri, arrugando el entrecejo y sin estar del todo seguro de si quería saberlo.

Una sonrisa se coló sobre la comisura de los labios de la mujer.

—Me temo que es algo que tendrás que descubrir por tu cuenta —contestó, encogiendose de hombros en ademán de indiferencia y dando unos golpecitos con su índice a la bola de cristal—. Mientras tanto, te recomiendo que tengas extremo cuidado en este mundo, porque no siempre la gente que dice ser tu aliado será quien te ayude a enfrentar las más grandes adversidades.

Dimitri arqueó una ceja, abriendo la boca y dispuesto a hacer más preguntas, pero se vio interrumpido cuando escuchó muy a lo lejos que una voz gritaba:

—¡Dimitri! ¡Dimitri!

No le costó reconocer la voz como la de Morgana.

Volvió su mirada vagamente hacia el sitio de donde provenía la voz de su hermana. Entonces, se le ocurrió un pensamiento repentino, girando su cabeza de nuevo hacia la mujer.

—Es verdad, ahora que lo pienso, ¿cómo es que usted ha hablado conmigo y me ha entendido si yo no...? —Se quedó colgando a media oración cuando la sorpresa y desconcierto inundó su cuerpo entero.

Dimitri abrió sus ojos de par en par, por poco y no soltando a Neil.

Después de todo, la mujer y el extraño puesto ya no estaban.

Era como si, simplemente, ella nunca hubiera estado ahí y, en su lugar, solo había un espacio vacío en medio de otros dos puestos.

Dimitri restregó sus ojos, perplejo, y parpadeó varias veces.

¡La mujer realmente había desaparecido!

.

A diferencia de Dimitri, les recomiendo nunca hablar con extraños si se pierden en un lugar con mucha gente...

Es malo, a menos que sean potenciales personas que puedan sacarlos de Latinoaméri- Es broma, es broma. No se vayan con nadie aunque les prometa irse a un país de primer mundo o capaz y amanecen sin sus dos riñones <3

Bueno, en fin. Hasta la próxima :^

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