Capítulo 1. El principio del fin.
“¿No tengo suerte de haber sobrevivido a tanta mala suerte?”
—Ashleigh.
"Mala suerte".
Sí, esas dos palabras podían describir a la perfección la trágica vida cotidiana de Morgana.
No era como si ella fuera supersticiosa y creyera de lleno en eso. Sin embargo, tampoco podía ignorar por completo la evidente relación que existía entre los desastres que sucedían a su alrededor y la constancia con la que lo hacían.
En la escuela, a Morgana le tenían múltiples apodos, unos eran simples y poco originales como "Manos de mantequilla" o "Chica problema", y otros eran más hirientes como "Caso perdido" y "Sin remedio". También había quienes rumoreaban que seguramente solo causaba la mayoría de los accidentes que le sucedían para llamar la atención... Aunque, en realidad, había un apodo por el que ella y su hermano Dimitri eran conocidos por mayor parte de la sociedad escolar de la que eran parte; y este era "Los Hermanos Tragedia".
No podía decir que estaba injustificado, porque no lo estaba. Si era honesta, tenían verdaderos motivos para ser llamados así.
Para empezar, ella y Dimitri eran huérfanos. Eso ya decía mucho de ellos de la suerte que el destino les había dado, ¿no?
Sus padres no murieron en un incendio, un accidente automovilístico o algo parecido, sino que solo se esfumaron, desaparecieron y los abandonaron. Ni siquiera los registraron; se limitaron a dejarlos en la calle como un par de perros a los que ya no sentían ánimos de cuidar. O quizá solo fue que se dieron cuenta que dos niños eran mucha responsabilidad.
No obstante, esto no era más que el inicio del insondable historial que constataba la mala suerte que tenían.
Cuando Morgana tenía tres años, el orfanato en el que vivían se incendió. Afortunadamente, nadie murió, mas fue bastante extraño que la catástrofe ocurriera cuando ella y Dimitri eran los únicos en el interior del edificio (y de milagro no murieron en ese entonces)... Y luego de eso, los desastres no cesaron.
La mala suerte a cuyo liderazgo se sometían no siempre llegaba a esos extremos. A veces solo causaba que tropezaran con cosas que no había en el suelo, que las correas en su mochila se rompieran justo al ir a la escuela, que se enfermaran cuando hacía buen tiempo, que lloviera justo cuando tenían planes... y ese tipo de cosas.
Aun así, la gente les rehuía como un río a una piedra y, gracias a esto, ni Morgana ni Dimitri habían sido adoptados en todos su tiempo de vida, que no era demasiado.
Ella tenía quince años, y su hermano trece... O eso creían, porque no tenían la certeza de cuál era la fecha de sus cumpleaños, ni la edad con la que sus padres les abandonaron, así que todo era una suposición que solo podían hacer en base a lo cómo los registraron.
También era una chica bastante común, o eso intentaba ser. Su aspecto no sobresalía demasiado... Bueno, eso era una mentira a medias. Su cabello era azabache y completamente ordinario, pero si hablamos de sus ojos, ahí la cosa se complicaba, porque su iris no era común ni mucho menos. Después de todo, ¿alguna vez han conocido a alguien con el iris amarillo? No color miel o caramelo, sino genuino amarillo que brillaba como el oro.
Pues Morgana poseía ojos así, y también su hermano. Su piel era más pálida de lo usual y su estatura baja para el promedio de una adolescente y un preadolescente estadounidenses. En resumen, no eran las personas más comunes del mundo... Pero ella y Dimitri procuraban no destacar.
Oh, y vaya sí era difícil cuando siempre, al final del día, algo malo ocurría a su alrededor.
La chica soltó un hondo suspiro, relajando sus tensos hombros y acomodando la mochila a su hombro. Justo estaba saliendo de la escuela, cabizbaja y con sus ojos fijos en el suelo.
A decir verdad, no tenía amigos. O mejor dicho, nadie quería acercarse a ella por temor a que su mala suerte fuera contagiosa. Eso no era del todo malo, pues en general no la molestaban... Solo la evitaban, y eso estaba bien para ella; o de esto se esforzaba por convencerse.
La personalidad de Morgana solía ser tranquila y no se metía en problemas a menos que se viera arrastrada a ello, porque su lema era "Vive y deja vivir", y mientras la situación no la afectara, no metería sus manos en ella. Eso sí, tenía una forma de responder bastante mordaz con la gente que consideraba desagradable y podía ser voluble ante la mención del futuro.
Fuera de eso, prefería mantenerse a la distancia y pasar desapercibida, porque todo siempre dependía de eso.
—Señorita Ocasaki —llamó de pronto una voz.
Morgana alzó la cabeza, frunciendo levemente el ceño al ver que su profesora de historia se encaminaba hacia ella. Su rostro lucía imperturbable y llevaba ese aburrido aspecto de siempre.
"Ocasaki" era el apellido que les habían designado a Morgana y Dimitri, dado que así se llamaba el orfanato que se incendió cuando eran pequeños. Sus nombres, por otro lado, les habían sido conferidos por parte del director del orfanato de ese momento, quien les nombró de la forma más aleatoria posible.
—Uh, ¿qué sucede? —preguntó la muchacha, arqueando ambas cejas y mirando a la profesora Anderson con deje aburrido.
—Es solo que me he dado cuenta que tus notas en mi materia han estado... decayendo un poco —comentó ella a cambio, y a pesar de que su tono era suave, había cierto aire intimidante en ella.
Morgana curvó sus labios en una mueca.
Últimamente había estado bastante distraída de la escuela, pues su trabajo como mesera y sus deberes en el orfanato no eran la mejor combinación para que pudiera concentrarse en sus materias escolares... Además, debía confesar que sacar buenas notas no era su prioridad número uno ni tampoco su deseo.
—Hum, supongo —respondió con leve indiferencia que no fue capaz de disimular.
La profesora Anderson dudó.
—Sé que no llevas la vida más normal del mundo —dijo con tono pausado, como cuando explicaba algo en clase—, pero creo que deberías esforzarte en la escuela, en especial si quieres continuar tus estudios en la Universidad.
Morgana no logró contener que sus labios soltaran una risa con connotación de burla.
—Aunque quisiera ir a la Universidad no podría pagarla —respondió, encogiéndose de hombros. Hizo una efímera pausa y, como última instancia, agregó—: La educación superior no siempre es para todos.
—Si te esforzaras, podrías obtener becas importantes —continuó diciendo la profesora Anderson como si no le hubiera oído. Honestamente, ella siempre solía meter la nariz en asuntos que no le incumbía, aunque razones no le faltaban—, no puedes renunciar a tus estudios porque sea difícil o complicado.
—Claro que puedo —replicó Morgana, dándole la espalda—, pienso terminar los años que faltan por ahora, pero ir más allá de eso sería absurdo y hasta innecesario. Solo necesito mi certificado de la educación media para que alguien me contrate... ¿La Universidad? Es otra cosa. Quiero decir, sabes lo que dicen de mí los demás, ¿no?
La profesora arrugó el entrecejo.
—¿Hablas de esa supuesta mala suerte? —inquirió, y Morgana asintió con la cabeza—, pues dudo que realmente creas en eso, ¿o lo haces?
—No lo hago —admitió la chica—, sin embargo, tampoco puedo negar que el universo quiere complicarme la vida. Será que hice algo malo en una vida pasada...
—No digas tonterías. Las vidas pasadas no existen, ni tampoco la mala suerte.
—Ya, eso dígaselo a cada cosa con la que sale mi día a día. Es un dolor de cabeza.
Su maestra suspiró con pesadez.
—De cualquier forma —empezó, suavizando su tono de voz—, para cualquier cosa estoy aquí para ti.
—¿Por qué?
—Porque soy tu maestra, y por ello debo estar al pendiente de lo que pasen mis alumnos. Además, tú sabes que esa no es la única razón.
—Pues será la única que se preocupe por nosotros. Ni siquiera veo que al director le importemos.
—Morgana —Usó un aire más serio al decir su nombre—, solo tómalo en cuenta, ¿de acuerdo? Si necesitas ayuda para pasar la materia o ser escuchada por alguien objetivo, puedes contar conmigo.
Morgana asintió a medias, pero no tardó en restarle importancia a sus palabras y regresar su mirada al frente.
Qué maestra tan insistente, pensó, sacudiendo la cabeza en desaprobación. No era como si la profesora Anderson le cayera mal, tal vez su desagrado hacia ella venía más por la materia que ella impartía (en serio, ¿a quién podía gustarle la historia? Era aburrida), mas tampoco era como si le gustara del todo.
Eventualmente, lo sucedido pasó a segundo plano en su cabeza y se enfocó en lo que sucedía. Al abandonar la institución de su escuela, se dirigió a las calles de la ciudad. Ella y Dimitri vivían en Dallas, Texas, y era un sitio bastante agradable en su opinión, a menos que no te guste ver armas por todos lados y vivir con un clima que solía ser caluroso y asfixiante.
Morgana no tuvo que caminar demasiado a través de las calles, pues la escuela de Dimitri le quedaba bastante cerca. Su hermano iba a octavo año, por lo que solo le quedaba un curso más para empezar a asistir a la misma secundaria de Morgana, y no era como si ella estuviera muy entusiasmada con esa idea.
La hora de salida de su hermano era antes que la suya, por lo que, cuando llegó a su escuela, se encontró con que él ya la estaba esperando.
Morgana tenía la costumbre de ir en busca de Dimitri, y le tenía la estricta regla de que no podía irse sin ella. No se trataba de que las calles en Dallas le parecieran sumamente peligrosas o algo similar... Sino era porque no confiaba del todo en su hermano.
Gracias a sus constantes tragedias, Morgana había aprendido a ser una persona cauta y paciente. Nunca cruzaba una calle si no estaba 100% segura de que no había ningún auto a la vista (y vaya si por poco no le llegaron a ocurrir accidentes por no hacerlo), y siempre miraba a su alrededor antes de caminar por la acera.
No obstante, Dimitri no era como ella.
Su hermano era demasiado soñador y absurdamente creativo. Tenía esa extraña obsesión por la historias de fantasía y ficción, así que su mente solía estar en todos lados menos en donde debía estarlo.
Así que no, Morgana no confiaba en que Dimitri realmente cruzara la calle como ella le había dicho mil veces que debía hacerlo. Incluso lo había atrapado tratando de cruzar la calle como si fuera inmortal.
Soltó un hondo suspiro y se detuvo delante de él. Dimitri estaba esperándola en una de las bancas que yacían afuera de la escuela, cuyas rejas que protegían el patio interno ya habían sido cerradas.
Al principio, su hermano no reparó en su presencia, pues su atención estaba fija en un nuevo manga que se había comprado la semana pasada con el dinero que había ahorrado... Morgana no entendía por qué Dimitri gastaba su dinero en ese tipo de cosas.
—Hey, ya he llegado —le llamó, arqueando ambas cejas y pateando su pierna con su pie suavemente para llamar su atención.
Dimitri alzó la cabeza.
—Mañana tenemos un viaje escolar —comentó él de pronto, balanceando sus pies sobre la banca—, ¿puedo ir?
Morgana frunció el ceño.
—No, ¿es que te has olvidado de lo último que ocurrió cuando quisiste ir a un viaje así? —inquirió.
—Los animales se soltaron porque el dueño no cerró bien la jaula, ¡fue casualidad, no mala suerte! —insistió su hermano, curvando sus labios en un mohín de disgusto.
—De todas formas no irás. Quién sabe qué podría suceder mientras estás allá.
—El viaje es en Manhattan, no pasará nada, además, ¡necesito ir! Escuché que hay una tienda de anime bastante buena allá.
—¿Solo quieres ir por eso?
—Por supuesto. No es como si tuviera amigos para querer ir con ellos o algo así.
Morgana se dejó caer sobre la banca al lado del chico, mirándolo con seriedad.
—Lo siento, pero aun así sigue siendo peligroso que vayas —reiteró—, no creo en la mala suerte, sin embargo, sin duda hay algo que está mal con nosotros...
—Quizá si dejaras de preocparte por todo sería más fácil.
—Si dejara de hacerlo, probablemente ya te habría arrollado un auto.
Dimitri se encogió de hombros, rehuyendo su mirada al suelo. Morgana sintió una leve pizca de compasión... Solo un poco, no la suficiente como para permitir que su hermano menor se lanzara a un potencial peligro que podía dejarlo lisiado o incluso peor.
—Dimitri —suspiró ella—, sé que es difícil, pero así es cómo vivimos... No voy a dejar que vayas a ese viaje, pero puedo prometerte que algún día iremos a Manhattan, y visitaremos New York y buscaremos todas las tiendas de anime que quieras.
Su hermano le miró de reojo.
—¿De verdad? —preguntó—, ¿y también harás cosplays conmigo e iremos a una convención de anime juntos?
Morgana puso los ojos en blanco.
—No presiones —contestó, cruzándose de brazos—. Entonces, ¿eso significa que realmente me escucharás y no te vas a escabullir por la noche para ir al viaje?
Dimitri le miró, ofendido.
—¿Cómo te atreves a pensar que yo haría eso? —cuestionó, llevando una mano a su corazón con dramatismo—, eso hiere.
—También me hirió que te fueras como un idiota en Halloween para visitar un hospital abandonado.
—¡Quería ver si encontraba fantasmas!
—Y qué bueno que te alcancé antes de que te fueras, o con tu suerte los habrías visto y te habrían arrastrado a un sótano.
Dimitri se rio entre dientes.
—De acuerdo, tienes razón —dijo, y una sonrisa creció en la comisura de sus labios—, te prometo que no me voy a escabullir ni nada.
—Más te vale —masculló Morgana—, o si no, colorearé todos tus mangas.
—No serías tan cruel.
—¿Quieres comprobarlo?
Su hermano negó con la cabeza varias veces. Él y Morgana se pusieron de pie, empezando a caminar por la acera y sin decir una palabra más entre sí. Al llegar a una esquina, Morgana se aseguró de que la calle estuviera por completo despejada, y luego, cruzaron.
—Por cierto —empezó diciendo ella—, acabo de acordarme que ayer Den me dijo dijo que debíamos llegar una hora antes para cubrir a Vanesa, así que no tendremos tiempo de ir al orfanato.
Densel (o Den, para acortar) era el dueño del restaurante en el que trabajaban como meseros... Normalmente, la gente no solía contratar a adolescentes de su edad (y menos de la edad de Dimitri), pero Den estaba al tanto de su situación como huérfanos a los que nadie quería adoptar, por lo que les había dado la oportunidad de trabajar ahí y ganarse el dinero suficiente para empezar a independizarse del orfanato.
El plan de Morgana a futuro era simple: ahorrar tanto como fuera posible y, después, buscar un apartamento en donde vivir con su hermano. Tenía la intención de que para entonces ella ya hubiera acabado la secundaria, así que podría dedicarse a trabajar a mayor tiempo en el restaurante y quizá buscarse otro empleo.
No era como si ella no tuviera visiones diferentes o incluso sueños. Claro que los tenía. De hecho, desde siempre había tenido esa hermosa ilusión de ella dedicándose al arte y al dibujo, tal vez como diseñadora de una importante empresa de cómics o algo así de genial. No obstante, sabía que solo era eso: un sueño. No podía hacerlo realidad; no porque no tuviera iniciativa, sino porque el mundo en el que vivía no era tan placentero y agradable, y su suerte tampoco ayudaba nada.
De cualquier forma, Morgana se conformaba con el futuro que idealizaba. Incluso tenía la esperanza de que, si Dimitri quería continuar sus estudios en la Universidad, ella le ayudaría a hacerlo, pues pensaba que sería mejor si al menos uno de los dos podía alcanzar su meta.
Sí, Morgana había aprendido a resignarse a que no podría tener todo en la vida. Eso estaba bien, ¿no? Era una superviviente en un mar de gente que siempre velaba por sus propios intereses... En especial porque sabía que sus padres eran un buen ejemplo de estas personas egoístas.
El restaurante "Gold" estaba a un par de cuadras de donde vivían, y si bien podían haber tomado un taxi o algo así, Morgana todavía no confiaba del todo en estos transportes, en especial cuando, hacía dos meses, un autobús en el que viajó se estrelló contra un poste al esquivar un perro (por fortuna, nadie resultó herido, aunque el perro parecía bastante consternado por haber estado al borde de ser atropellado).
—Morgana —le llamó Dimitri, caminando a su lado con sus ojos fijos en el cielo—, si pudieras tener un superpoder, ¿cuál sería?
Ella fingió pensarlo, pero en realidad no le importaba.
— No lo sé —contestó, un tanto indiferente—, tener buena suerte sería bastante genial.
Dimitri frunció el ceño.
—No, hablo de un superpoder genial —insistió—, ya sabes, como volar o ser invisible... ¿Sabías que justo estoy leyendo un manga sobre una Academia de Héroes? Es bastante intrigante cómo el autor maneja las habilidades y los personajes también son muy buenos, aunque todavía no entiendo cómo surgen algunas poderes, a los que les llaman "Quirk", por cierto...
Morgana había dejado escuchar lo que su hermano decía. Simplemente perdió el interés, bueno, eso y que dejó de entender lo que le decía Dimitri, porque cuando él solía emocionarse hablaba bastante rápido y, por conscuente, a veces trastabillaba con sus propias oraciones, lo que causaba que llegara a ser imposible seguir el hilo de sus palabras.
—Quisiera cambiar mi respuesta —le interrumpió Morgana a Dimitri cuando finalmente llegaron a la calle en donde se encontraba su restaurante—, si puidera elegir un superpoder, sería hacer que te callaras.
Dimitri le dirigió una mirada molesta, y Morgana sonrió con burla, volviéndose hacia su lugar de trabajo.
El restaurante Gold tenía el mismo aburrido eslogan que el cartel de Dallas de bienvenida: "Grandes cosas ocurren aquí", y quizá era así, porque la vida de Morgana siempre era un suplicio.
No era un restaurante muy amplio ni tampoco tenía otras cadenas. De hecho, era bastante familiar, y se llamaba Gold por el apellido materno de Den.
Físicamente, la fachada del local era oscura y carmesí mientras que las letras de "Gold" colgaban desde lo alto en amarillo. Ahí se tenía un menú bastante simple, y en realidad, no había mucho por decir al respecto. Solo era un restaurante común que rara vez estaba abarrotado de gente. Aunque tampoco solía estar vacío.
Antes de que Morgana y Dimitri cruzaran hacia la puerta trasera, que se hallaba en el callejón contiguo a la construcción, este último frenó su paso, tensando su espalda.
—Morgana —llamó, y ella le miró con leve fastidio, pensando que volvería a molestarla con alguna pregunta similar a la de antes.
—¿Qué sucede? —espetó ella, aunque su irritación menguó cuando observó que su hermano tenía un semblante muy serio y levemente más pálido de lo usual.
Dimitri dudó antes de seguir hablando, pasando una mano por su cuello mientras curvaba sus labios en una mueca, y entonces, dijo:
—Uh, creo que nos están siguiendo.
...
¡Hola a todos! ¡Espero que les haya gustado este primer capítulo y comienzo de esta genial historia en la que tengo planeadas tantas cosas!
Como dato curioso repentino, debo admitir que tenía ganas de escribir sobre un personaje como Dimitri desde hacía tiempo... Por fin mis conocimientos de friki podrán ser útiles 👀
¿Qué expectativas tienen de esto? Espero que muchas, porque yo estoy emocionada con este proyecto.
Bueno, mientras tanto los dejo. Hasta el próximo capítulo ^^
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