SIETE: Piensas con el pene
A Charlotte, sabiendo lo problemático que podía ser Wallace a veces, le sorprendió enormemente que él no opusiera resistencia para quedarse atado al Santuario mientras la misión de Erika terminaba, pues Archibald le había pedido que lo mantuviera entretenido a como diera lugar para que no sintiera ningún deseo de escapar y ella creyó que tendría que manejarlo de otra manera. La enfermera contaba con un par de cosas que podían distraerlo bastante de manera pacífica y afortunadamente pudo dejar de lado otras que habrían necesitado un poco de la violencia que tanto detestaba.
—Ja, ja. Mírate, ¡aun estás temblando! —exclamó Charlotte.
—¿Es así como lo sienten las mujeres? —ella asintió, luego acomodó sus gafas y se levantó del sillón.
—No todas las veces, pero sí. Es lo que se supone que debe pasar. El que experimentan los hombres es relativamente corto y en mi opinión no se ve ni se oye tan... estético.
—¿Por qué sabes tanto sobre esto?
—Porque antes de convertirme en Aquilae, cuando vivía en Wrexham... era prostituta.
La galesa decidió usar la curiosidad del muchacho a su favor y lo expuso a un Artificium Capital que le estaba causando muchas cosas, tanto así que él comenzó a asustarse en cierto momento. Dicho artefacto creaba reacciones neurológicas relacionadas con el sexo y ella habría deseado poder tener algo así en su época de juventud en lugar de usar su cuerpo para darle placer a los hombres.
El Loto de Astarté se valía de lo que la persona deseaba en un amante y alteraba sus sentidos, creaba en su cabeza un espejismo de alguien que existiera y le fuera atractivo, y producía en su mente todas las sensaciones de una relación sexual con esa proyección. Podía ser fácilmente un instrumento de tortura si era utilizado con la gente equivocada.
—Estabas pensando en alguien, Wallace —dijo la enfermera—. Alguien que te gusta más que el hermano de Erika. ¿Dónde la conociste?
—Aun no lo hago —dijo él—, pero si llego a verla... creo que no voy a poder negarme a lo que quiera pedirme.
—Qué tierno. De verdad te gustaría enamorarte de alguien así, ¿o es porque la imaginaste encima tuyo causándote todo lo que acabas de sentir?
—¿Mi respuesta importa?
—Creo que al final no... tú piensas con el pene y esos sentimientos tienden a mezclarse a medida que pasa el tiempo —respondió Charlotte—. ¿Qué percibiste de ella?
Wallace respiró hondo. Sus sentidos podían haberse alterado, pero jamás iban a olvidar la esencia de la mujer que para él era la más bella de la Tierra. Las probabilidades de cruzarse con alguien así eran bajísimas, pero aquello no le impedía a él soñar a una chica como esa.
—Tiene el cabello negro y los ojos marrones, no es británica —dijo el Aquilae—. Vi pecas en su rostro, su piel es muy clara... ¡y huele a flores! No sé específicamente a cuáles, pero jamás me cansaría de ese olor.
—Así que el olor a flores te excita... voy a tener que dejar de usar agua de rosas entonces.
—Charlie, no es lo mismo: tú eres como la tía que nunca tuve. Pero ella... es como darle agua a alguien que está a punto de morir de sed y cree que lo que le están ofreciendo no es real. Es como una ilusión, un milagro. ¿De verdad existe alguien así de especial?
—El Loto de Astarté es el mejor casamentero que conozco. Me sorprende oírte hablar así, resultaste ser todo un romántico. Si alguien que no te conociera bien te oyera hablar, pensaría que usas la cabeza para algo más que sostener tu sombrero.
—Para ti soy solo un perchero... pero sabes que soy un perchero muy atractivo que aparte es bueno peleando.
—Lo que digas —replicó ella luego de una risita—. Cuando encuentres a esa chica deberás presentármela.
—Tendría que irme de Inglaterra para conocerla, no lo veo tan sencillo.
—Lo sé, por ahora esa chica perfecta tendrá que esperar a que yo pueda soltarte. Ya vengo, traeré algo de comer para ti.
Charlotte aprovechó que Wallace no podía escapar para bajar a la cocina y hacer el desayuno. Un par de minutos más tarde aparecieron Apple y Archibald y saludaron a la enfermera antes de entregarle unas cuantas frutas como regalo.
—Charlotte, ¿ya le preguntaste por el tal Dankworth que lo busca? —la pelirroja asintió.
—Él va a pensarlo dos veces cuando quiera usar su nombre real en las peleas clandestinas.
—Así que eso es lo que ha estado haciendo para conseguir dinero... interesante —dijo Archibald—. ¿Por qué no se me ocurrió antes?
—No estará pensando usted en hacer algo así, señor Amery. —dijo Apple mientras miraba al Aquilae Magister con curiosidad. Él negó con la cabeza.
—Lo habría hecho hace unos quince años, pero ahora hay cosas que se me dan mucho mejor que ir golpeando gente por dinero. Además no sería justo con mis oponentes, no puedo retirar mi Artificium Menor como lo hace mi hijo.
Archibald puso su mano en la zona del hígado, indicando que ahí estaba el artefacto que lo protegía. Al ver y entender aquello, Apple alzó las cejas sorprendida.
—¿Es posible escuchar esa historia ahora?
—Claro que sí, no es la primera vez que voy a contarla. Charlotte, puedes traer un poco más de té, ¿por favor?
Catherine May Harper tenía tantos pretendientes como dedos en sus manos, y cuando cumplió quince años la mitad de ellos habían sido rechazados por Colton y Audrey, sus padres, por el simple hecho de que no pertenecían a la Cofradía de Aquilae. Era entendible, ya que sus habilidades mágicas no podían estar al alcance de cualquier humano del común y la prioridad era guardar con sus propias vidas ese gran secreto.
Cuatro de los jóvenes restantes, aparte de ser cofrades, pertenecían a familias muy adineradas de Inglaterra y podían darle un futuro sin penurias a la bella chica de ojos grises y cabello del color de las avellanas. El quinto era un Aquilae bastante elocuente, astuto y con habilidades de combate muy útiles que constituían la envidia de sus compañeros. Sin embargo, a los ojos de los Harper, una mancha mínima empañaba aquel prontuario: era huérfano y no tenía dónde caer muerto. Por eso planeaban descartarlo de inmediato como un potencial esposo para su hija, cosa que a ella le pareció absurda.
Por alguna razón Catherine lo encontraba bastante agradable, así que le pareció maravilloso invitarlo a su fiesta de cumpleaños para pasar un poco más de tiempo con él. Sus dos hermanos tampoco veían reparos en aquello, y cada vez que podían, le daban al par de jóvenes unos cuantos minutos de privacidad para que pudieran conversar un poco.
Después de bailar un par de canciones, ambos se retiraron a uno de los balcones de la casa para tener un breve momento a solas sin que los padres de Catherine estuvieran revoloteando por ahí, y haber tomado esa decisión salvó sus vidas. Aun no estaban lo suficientemente bien entrenados para deshacerse de un Serpens, y mucho menos de uno que estuviera desquiciado, armado y dispuesto a armar el caos en una fiesta llena de Aquilae.
Afortunadamente los disparos que hizo Callum Watson no alcanzaron a nadie en la primera ráfaga, a lo que Archibald y Catherine decidieron entrar de nuevo a la casa para verificar si todos en la fiesta se encontraban ilesos. Pero la segunda serie que hizo su hermano Gideon sí alcanzó a alguien que, en un principio, por el subidón de adrenalina, no se dio cuenta de que había una bala dentro de su cuerpo, creyó que la sangre que brotaba era de otra persona, y estuvo a punto de colapsar de cuenta de aquel proyectil al hígado.
Solo cuando vio en el suelo su sombrero de copa, el que en ese momento era su Artificium Menor, Archibald Amery se percató de que esa sangre era suya, la bala estaba alojada en su vientre y, al ponerse en medio, había salvado la vida de la joven a quien pretendía.
Aquel acto de valentía fue rápidamente igualado con la agilidad mental de Catherine quien, al ver que el chico que le gustaba estaba a punto de desangrarse, corrió con su madre y le rogó que hiciera algo para evitar la muerte de un Aquilae joven: Audrey era una cofrade sanadora, así que al ver que el muchacho había evitado la muerte de su hija por acción de un Serpens, puso las manos en su cuerpo y convirtió la bala en un Artificium Menor que detuvo la hemorragia en segundos. En agradecimiento por haber salvado la vida de la menor de los Harper, Colton le dio su bendición a Archibald para tomarla en matrimonio, justo como Catherine quería.
—Cat nunca dejó que me sacaran la bala, así que ahí está... protegiéndome siempre. Es una pena que no haya podido defender a mi amada una vez más cuando ya habíamos formado una familia.
Apple había oído aquella historia con tanta atención, que suspiró profundamente cuando Archibald terminó de contarla. Ya entendía por qué él aun seguía guardándole luto a su esposa, le debía la vida.
—¿Alguna idea de por qué Watson detesta tanto a su familia?
—Porque somos Aquilae, nada más —él se encogió de hombros—, muchos Serpens querían asesinar a mi hijo cuando era niño y no pudieron, él me tendió una trampa y cuando caí en ella me costó mucho entender que la muerte de Cat no fue culpa mía.
—Lo siento mucho, señor Amery.
—Gracias, Apple —él le dedicó una sonrisa leve—. De verdad espero que el plan de Erika funcione, no pueden morir más Aquilae jóvenes por culpa de ese canalla.
Erika fingía divertirse cada vez que estaba disfrazada de Apple y tenía a Callum Watson cerca, pero sabía que tendría que cuidarse bastante desde aquella cena que terminó de manera abrupta y nefasta. Saber que los Serpens no confiaban ni en su sombra fue bastante descorazonador, pues con los Aquilae sucedía todo lo contrario: valoraban la lealtad más que cualquier otra cosa y si se encontraban por primera vez con otro cofrade, sabían que podrían fiarse de él sin importar las circunstancias. Era lo que les habían enseñado desde siempre.
"Sangre fría, Aquilae. Eres un hilo en la gran mortaja que cubrirá a los Serpens y ninguno de nosotros es más importante que otro."
Y hablando de Serpens, esa mañana fue la primera vez que un solo comprador se llevó toda la carreta de manzanas de Apple en cuestión de minutos. No era difícil deducir el quién ni el porqué, pues el mismo Callum Watson se aseguró de que todos en la Plaza de Trafalgar supieran acerca de su poder adquisitivo. A cambio, él exigió que la irlandesa pasara el día con él, pues sin mercancía para vender, ya su día de trabajo había terminado exitosamente.
La situación se vio muchísimo más ostentosa cuando el Serpens ordenó que uno de sus carruajes se llenara con todas las manzanas de la carreta, haciendo que entre varios de sus sirvientes tuvieran que ayudar a llevar las frutas dentro. Erika tuvo que hacer un esfuerzo enorme para aguantarse la risa ante la pintoresca escena, pues no podía olvidar que, a pesar de que podía ser un gesto bastante romántico, viniendo de Callum Watson se tornaba macabro.
—Señor Watson, perdón por irme anoche de manera tan repentina, el señor Becker me...
—No se preocupe por él, señorita Daly —interrumpió el Serpens—, ya no va a representar una molestia.
—¿Qué significa eso? —preguntó Erika simulando ingenuidad, casi segura de saber la respuesta.
—Lo envié al campo. No necesita saber más.
"Pobre, se fue al Campo de Asfódelos. Lo siento mucho por él", pensó Erika y trató de disimular su repulsión con una sonrisa inocente.
—Espero que allí él pueda seguir trabajando para usted, señor Watson.
—Claro —el Serpens dirigió los ojos hacia la joven—, hará una labor excelente.
Los dos carruajes que movilizaban a Callum Watson y su comitiva recorrieron un breve tramo alejándose de la Plaza de Trafalgar lentamente, y mientras la rubia miraba por la ventana del vehículo que compartía con el Serpens, él no le quitaba los ojos de encima, fascinado con su apariencia. Su hermano Simon estaba en lo cierto cuando decía que el aura de la clase trabajadora le atraía de manera inexplicable, y aunque Erika Strauss nunca perteneció a aquella población, no le costó mucho aprender a comportarse como tal, pues su profesor de dramaturgia siempre le enseñó que debía adaptarse a cualquier papel que le dieran.
Esa preparación estuvo a punto de dar frutos cuando logró plasmar terror en sus ojos al ver por la ventana que uno de los caballos del carruaje que llevaba las manzanas comenzó a moverse de manera errática. Algo lo había asustado y el pobre muchacho que manejaba el vehículo no logró contenerlo de manera apropiada, por lo que corrió varias calles sin control, haciendo que el caballo del carruaje de Callum Watson también se alterara. Solo pudieron detenerse al borde de uno de los muelles del río Támesis, justo en el momento preciso en que el joven ayudante del Serpens logró frenar para evitar un gran desastre.
El hecho de que Watson estuviera acompañado de Apple en su carruaje evitó que reprendiera a otro de sus hombres de la única manera que él conocía, usando violencia desmedida y haciendo berrinche como si fuera un niño de pésima crianza. También le dio a Erika una idea que, si salía bien, tal vez no tendría que untarse las manos de sangre, y todo con una simple frase que en la cabeza de la germánica encendió su creatividad y su capacidad para divertirse a costa de un Serpens que tarde o temprano mordería el polvo. Dependía de ella elegir el método.
—Mocoso estúpido, ¿quieres matarme de un susto?
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