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Capitulo 2.

Eydis se levantó temprano esa mañana, mucho más temprano de lo normal. En realidad solo durmió un par de horas. Y es que...¿Como permanecer dormido cuando las paginas de ese libro lo llamaban incansablemente?...No se podía. Deseaba leer mas, conocerlos, empaparse de esas vidas que a su parecer, eran extraordinarias.

Con algo de sueño aún, por no decir bastante, él deambulo por su pequeña cocina, revolviendo las alacenas hasta encontrar un tarro de hojuelas secas, y un bote con leche de Yupa, único mamífero que la daba,nhaciéndola difícil de conseguir y muy cara. Lo cual Eydis podía permitirse por su buen pasar económico, legado que le dejo su bien amado padre.

Se sirvió aquello en un cuenco,ny se acerco a su pequeña mesa en la sala. Antes de sentarse, acomodó todo en perfecto orden, cual era su costumbre  y su forma de ser al mismo tiempo, y luego comenzó a degustar aquello despacio, mientras se dirigía al capitulo dos. Comenzaba a perderse nuevamente en ese libro, cuando una ligera punzada en su estomago le trajo la suficiente incomodidad para distraer su atención de este. Duró solo unos segundos, y él atribuyó ese malestar a lo que estaba consumiendo, creyéndolo tal vez añejo, o en mal estado. Por esto dejo el desayuno de lado, iría mas tarde en busca de provisiones, y continuó con lo que hacia dejándose arrastrar a esos relatos que ya tenían tanto su curiosidad, como su imaginación completamente  atrapadas.

Unos 500 años A.C. ( Tiempo de los profetas antiguos)

La maldición que soltó Luzbell retumbó en las regiones celestes.

-¿Pero qué diablos quiere?-dijo alzando su voz con la misma furia que teñía su encendida mirada negra-¿Cuál es su precio?...Toda criatura lo tiene.

Siriel alzó una de sus manos pidiéndole con un gesto que se tranquilizara, antes de seguir explayándose sobre el tema en cuestión.

-Mi Señor, él...no quiere nada. Intenté todo, le ofrecí infinidad de cosas...hasta posiciones en nuestro reino futuro y nada. Su posición parece inquebrantable.

Luzbell masculló un insulto mientras apretaba con fuerza los puños.

Era determinante, ese mensaje no podía llegar a su destinatario. Habían estudiado la senda que venían trazando ese grupo de ángeles, y solo él, el altivo Príncipe de Persia, podía retrasarlos cuando estos pasaran por su reino, mientras él se ocupaba de destruir al receptor de aquella celestial misiva. Pasarían por sus narices, pero él estaba empecinado en no intervenir, repetía que su posición era neutral, que aquella no era su guerra, que no quería inmiscuirse.

El principie de Persia era un demonio, no como ellos a quienes se les llamaba así por ignorancia, sino uno verdadero. Uno que se escapó del mismo infierno, único en vencer al poderoso Abadón, antes de abandonarse al exilio en la tierra. Vivía en las las alturas, en un formidable castillo erigido por él, el cual era invisible a los ojos de los hombres, pero evidente a los de los espirituales. Se había autoproclamado príncipe, y al residir sobre  territorio persa, conjugó su título para marcar sus dominios. Había crecido en estos miles de años, era muy poderoso, muy fuerte, le servían seres del universo entero, y los mismo ángeles de Dios, al no percibirlo como enemigo (pues nunca se interponía con los designios de los Cielos) lo habían dejado ser.

Luzbell había enviado a sus más fuertes guerreros para intimidarlo. A Hariel y Yasiel, junto con los más fieros de su ejército. Pero estos no movieron un ápice su decisión. Los supo peligrosos, pero no les temió. Luego fue el turno de Graciel, él como ninguno, poseía el don del convencimiento, le mostró la conveniencia de pactar con ellos, de ser su aliado, sus beneficios postreros, pero este no se dejo tentar por aquellas propuestas, siguió impávido en su postura.

Siriel era el último, su consejero, quien antes había llegado a acuerdos casi imposibles, anexando a su causa partidarios poderosos, pero este falló también, y eso era lo que acababa de exponerle, haciendo bullir su sangre de frustración.

Debían detener a los ángeles, debían detenerlos como fuera.

-Mi Señor-volvió a dirigirse a él, Siriel- Fracase en mi cometido, pero recabe un dato que quizás tú,  con tu formidable inventiva, pueda serte de utilidad.

Luzbell frunció el ceño y lo apuró a explicarse.

-Veras...Este ser posee todo, riquzas,poder, estabilidad, fuerza militar, por eso no se ve inclinado a favorecernos, pero hay algo en él que busca continuamente ser satisfecho. Es un ser de extrema lujuria, en los pocos días que estuve en su reino, vi decenas de jóvenes y hermosas mujeres pasar a su alcoba y salir de ellas marchitas, tal parece que es la magnitud de su deseo insaciable. Somos ángeles, no hay belleza en el universo que supere la nuestra, empezando por la tuya, por supuesto. Envíale a alguien irresistible, alguien que se le niegue hasta que perdiendo la cordura, acceda a nuestro petición.

Luzbell lo miró y una pequeña sonrisa apareció en sus labios, esa que brotaba de él naturalmente cuando se deleitaba en algo que le parecia acertado.

-Buen Siriel...Como siempre, eres un instrumento útil, nunca me fallas. Es una estrategia buena, sencilla y básica, pero si es bien usada, diestra para darnos lo que necesitamos.

Los siete se reunieron esa noche en consejo. La última en entrar fue Lumiel, y la forma en la que vestía dejó a los otros con la boca abierta. Su escultural silueta femenina estaba ceñida solo a una pequeña túnica tan carmesí como su cabello, una que apenas alcanzaba a cubrir sus muslos, que dejaban ver tanta piel como su escote que casi exponía el total de su generosos senos. El cabello lo llevaba suelto, se podía apreciar que lo había cepillado hasta hacerlo brillar como una llama ardiente al rojo vivo.

Lujuria, la definiría, su solo imagen era pecaminosa.

-¿Y bien?-les preguntó ella, no porque dudara de su apariencia, ni del efecto que esta tenía, sino más bien para alimentar un poco más a su descomunal ego.

- Te ves mortal-le halagó Hariel, quien en esa área era casi un experto- Por ti matarían o morirían...Supongo que esto es parte del plan-.

-Así es-le confirmó Luzbell-Una parte...una de tres, supe por Siriel de ciertos gustos de nuestro esquivo demonio, femeninos y carnales, Lumiel sera una ficha en nuestro juego...,pero no la única.

Luego Luzbell le hizo una seña a Graciel, quien asintiendo se levantó de su lugar.

Poco después volvió a entrar, y no se encontraba solo.

Su cabello negro cual noche mas oscura había sido ensortijado hasta caer sobre su espalda desnuda en delicados bucles. Su mirada estaba retocada con tintes, delineando sus ojos, y trayéndole profundidad a su mirada esmeralda, logrando que sus iris fueran dos piedras preciosas que hipnotizaban. Solo una lazo delgado sostenía su pequeña túnica de un blanco casi transparente recubierto de pequeños diamantes. 

 Era Pilly-kabiel , y no lo era, era una visión de sensualidad casi profana .

-¿Que hace Pilly-kabiel vestida así?-era Hariel, y a nadie le sorprendió su queja.

-Ella será la segunda ficha-le respondió Luzbell, haciendo un gesto con su mano algo despectivo.

La había solicitado por que la sabia muy bella, pero su presencia apenas podía soportarla.

-No-dijo Hariel,y si, eso tambien lo esperaban- No lo hará, ella no esta para eso.

-¿Y yo si?intervino Lumiel ofendida-¡Muerete Hariel!

-Lo haré-los interrumpió Pilly, y luego lo repitió, mirándolo-Lo haré, no soy más ni menos que nadie, y estoy dispuesta a hacer lo que se deba para obtener nuestra victoria.

Por ti, pareció leerse en sus palabras, pero eso no lo dijo.

-Pero tú eres...eres...-titubeó Hariel. Él sabia bien que Pillly era pura-No sera así, no de esta manera.

-Si puedo evitar con mi cuerpo que se derramé más sangre, lo demás me resulta irrelevante-aseguró ella.

Hariel calló, y bajó la mirada. Tenia los labios tensos, estaba en completo desacuerdo.

-¿Y quien es la tercera?-preguntó Qirel, en cierta forma para calmar los ánimos.

Luzbell se puso en pie y alzó una mano. Su magia oscura se activó,y comenzó a rodearlo de un halo negruzco e impenetrable.

Los caídos se miraron unos a otros con desconcierto, solo Siriel estaba seguro de lo que a continuación verían.

La magia se diluyo lentamente,y pudieron volver a observar a su comandante Supremo frente a ellos.

La completa palidez de su rostro había sido rota por el toque rosado de tintes cosméticos en sus mejillas, sus labios se veían rojos e invitantes por el mismo producto, húmedos y delicadamente redondeados. Su cabello estaba trenzado de lado, alcanzando uno de sus muslos con sus hebras luminiscentes. Traía una túnica intensamente negra, contrastante con su piel tan blanca, larga, rosando el suelo, pero con una atrevida abertura en una de sus piernas que las mostraba atrevidamente, esbeltas y largas.La espalda la llevaba descubierta, inmaculada.Y sus ojos, con un cada vez mayor esfuerzo, eran tan celestes como dos majestuosos topacios.

Todos se quedaron sin palabras.

No se había transformado en mujer, solo vestido como una, pero nadie sospecharía que este no era su género, pues lo llevaba con tal sensualidad y temple que no daba lugar a dudas.

Él era la tentación, y  de ella se había vestido.

-¡Demonios!-exclamó Hariel,y luego como acostumbraba bromeó-Mi señor...Luzbell ¿Quieres casarte conmigo?

Todos se rieron a la par de él. Menos las dos mujeres que casi en simultáneo rodaron los ojos.

-Lo pensaré- respondió Luzbell, fingiendo timidez.

Luego Lumiel con su voz sonora exclamó mirando a Pilly.

-Esta es una mojigata, puede verse aún con todo y atuendo, no va a elegirla-dijo, y después señaló a Luzbell-Pero si lo elige a él...Voy a cortarme las venas.

Todos rieron nuevamente, esta vez las dos mujeres también.

Menos de una hora después estaban listos.

Abdi-Xtiel uso sus poderes para doblar el sello, contaba con poco tiempo. La arena de un figurado reloj había comenzado a descender.

"Las tres" se posicionaron en la brecha, dispuestas a entregar el cuerpo mismo por conseguir su meta.

Antes de que lo traspasaran una mano sostuvo la de Pilly-Kabiel.

-Eres la mas bella, lo eres para mi...Pero ellas tienes sus maneras y trucos, seguramente elegirá entre las dos, pero si no lo hace, si se atreve a querer tocarte, avísame-le dijo tendiéndole una piedra pequeña y blanca, una tratada con la magia de Abdi-xtiel-Tengo una igual, me alertara si me envías un pedido de auxilio. Por favor, si sucede algo, hazlo, él no va a robarte tu pureza. Ya has perdido demasiado por seguirme.

Pilly-kabiel se conmovió,bno era el momento, sino se permitiría unas lagrimas.

Solo asintió, aún sabiendo que no la usaría.

Cruzaron. Llegaron al reino de las nubes, cuando recién amanecía.

Un enorme camino construido en zafiros se extendía desde el inicio de los dominios del príncipe, hasta la puerta misma de su castillo.

Lo recorrieron llevándose miradas absortas, maravilladas, suspiros y unos cuanto comentarios de los guardias, que no podían creer los que sus ojos veían. 

Al llegar ante las formidables puertas de acero, se les preguntó su nombre.

No mintieron, eran Pilly, Lumiel y Luz...tres ángeles que deseaban tener una audiencia con el príncipe de aquel reino.

Fue casi instantáneo su permiso de entrada. Eran fuertes, no le temían a nada, y mucho menos a tres increíblemente hermosas ángeles, las supusieron inofensivas.

Ellas caminaron por el pasillo dorado observando la altísima cúpula sobre sus cabezas, y las imágenes gargolianas plasmadas en las paredes de granito.

Al llegar al trono lo vieron. Las miraba profundamente con sus ojos negros, apoyando su mentón en uno de sus puños, el cual descansaba el brazo sobre la posadera de aquel real asiento.Tenia la piel morena, rasgos arábicos, un atractivo disfraz para un demonio antiguo, uno en verdad excelente.

-Su majestad-habló Luzbell, sin denotar su género con su aterciopelada voz suave-Somos, como verá, tres ángeles enviadas de las regiones celestes para hacerle una encarecida petición, que esperamos usted, en su infinita gracia, nos conceda.

El soberano sonrió, una sonrisa felina, hambrienta. Se puso en pie con lentitud y bajó el par de escalones que lo mantenían erigido sobre ellas.

Al llegar abajo las admiro, una a una. La morena le pareció sobrenatural, exquisita, y virgen, podía sentirlo, un fruto no mancillado entregado para su disfrute. La pelirroja era demencial, fuego puro, carnalidad, sexo ybelleza ardiente, creyó que seria participe de sus perversiones, la reconocía  parecida a si mismo.Y la rubia ¡oh la rubia! Nunca vio nada como eso, no creyó que existiría quien se le pusiera a la par. Despertaba la avidez, la necesidad, el descubrimiento. Era fatalmente bella, una incomparable preciosura.

Ángeles...Nada podía igualarse a ellos.

Las miró de cerca, con aire de superioridad y ninguna muestra de respeto. Tomó unos mechones rojos y aspiro su aroma, delineo la suavidad de la mejilla morena,y rozo uno de sus dedos en la piel del brazo de la platinada,no podía creer que su piel brillara de esa manera.

-¡Hizo bien su líder en enviarlas!-dijo al fin,luego de examinarlas detalladamente- Debió empezar con esta propuesta. Títulos,Beneficios,tesoros,no me interesa...pero el regocijo de la carne,si..,y se que de ese me darán excesivamente.

-No fuimos enviadas con ese fin-le aclaró Luzbell,y Lumiel al escucharlo frunció el ceño. No estaba entendiendo nada.

El príncipe rió suavemente, y se dirigió a él,pues parecia ser la voz entre ellas.

-¿No?..¿No son sus atributos ofrecidos a mi persona para que detenga a la comitiva angelical?-inquirió-¿No son mi pago?

Luzbell sonrió, pero por dentro ya lo detestaba.

-No-le contradijo-Su majestad se equivoca,y nos ofende...Los nuestros,por su negativa, se verán obligados a dar pelea a las huestes,como usted sabrá,por los anteriores emisarios enviados,no podemos escapar mas de unos cuantos de las regiones celestes,y por poco tiempo. Prevemos una derrota,pero no por eso permitiremos la entrega de esa correspondencia. Nosotras,fuimos enviadas para rogar su asilo,pues entre los nuestros somos especiales,y ellos quieren resguardarnos de todo contraataque o ofensiva...¿Entiende su majestad nuestro requerimiento?...Solo rogamos por su benevolencia.

El soberano frunció el ceño. No era lo que esperaba. No es que fuera bueno intuyendo el proceder de esos seres,siempre le habian parecido tan enigmáticos, como sorprendentes.

-No es necesario que rueguen-les dijo retrocediendo unos pasos-Tienen mi benevolencia. Pueden quedarse como mis huéspedes los días que quieran,las cuidare eficazmente, podría decir,personalmente.

Luzbell entendió claramente la indirecta, pero no demostró en su tez maquillada mas que agradecimiento.

-Nuestra gratitud completa es para usted,su misericordia sea loada,alteza,gran príncipe de Persia-.

Las condujeron a tres habitaciones,contiguas,hermosas,con intrincados detalles de herrería en los muebles,y cortinajes de seda,de colores radiantes y vivos.

Era tarde esa noche, y el príncipe sentía que se volvía loco. Tenia a metros a las tres mujeres mas esplendidas que pudo apreciar cualquier ojo,y él estaba ahí, solo, derrochando concupiscencia,presa de un frenesí sexual mucho mayor al que alguna vez tuvo.

Dejando de lado la cordura,salió de sus aposentos, y caminó por los pasillos. Estaban muy cerca de él,hacia lo había ordenado,por eso el  llegar a las alcobas de las ángeles,solo le tomo unos minutos.

Observo detenidamente las tres puertas.

La morena,castidad.

La pelirroja, lujuria.

La rubia,misterio.

¿Que escogería?¿Que le gustaría probar?...Porque lo haria,si fuera necesario a la fuerza.

Opto por una,si era sincero consigo mismo,la primera vez que fijo los ojos en su hermosura supo que seria la primera.

Abrió la puerta sigiloso y calmo,por lo menos por fuera. La vió descansando. Su vestido negro reposaba en un taburete,y se la veía con una ligera prenda translucida en un tono crema.

Era alucinante. Perfecta.

Caminó hacia el lecho,se sentó en el procurando no despertarla. Corrió de su rostro unas hebras blancas que caían en este con sutil encanto. Sintió el inmenso deseo de probar su piel ,de morder sus labios,de profanar su cuerpo. El ligero toque la despertó y lo miró con sus enormes ojazos celestes con una mezcla de sorpresa y temor,que enardeció sus anhelos.

-Se...Señor...¿Que hace aquí?...No es correcto-le dijo Luzbell titubeante. Era tan perfecta su actuación, que no dudo en felicitarse.

-Te admiro...pero ya lo hice mucho,ahora necesito saciarme de ti, Luz-le susurró,y Luzbell recordando a alguien que le decía así,pero con afecto y no con lascivia,sintió un súbito hueco hendirse en su pecho.

-¿Que dice?-se incorporó Luzbell, asiendo las sabanas para cubrir su cuerpo-Esto es completamente inapropiado...Por favor ,retírese de mi habitación, ha confundido sus derechos sobre mi persona.

Pero el príncipe no tenia la mas mínima intencion de hacerlo. Por esto se abalanzo hacia él,y lo atrapo en un lúbrico abrazo,cargado de la pasión que le desbordaba. Luzbell forcejeo,o eso le hizo creer,si quisiera realmente resistirse, esto le seria tan fácil como alzarlo del cuello y quebrarselo en dos, en un segundo.El demonio ataco su cuello con besos ansiosos, mientras tomándolo de su pequeña cintura lo apretaba contra su cuerpo.

Sus inmorales manos descendieron lentamente por su cadera,por sus muslos,entre ellos,ascendiendo lento nuevamente,hasta que estas se encontraron con algo que no debió estar allí.

Lo soltó en el acto mirándolo receloso, y lleno de sorpresa.

-¿Tú...?-fue lo primero que dijo.pero en esas dos palabras la pregunta fue evidente.

Luzbell ya libre del acoso anterior se sentó en la cama,apoyando su espalda en el respaldo de ella, lo miro a los ojos.

Asintió en respuesta.

-¿Pero como puede ser...?No lo pareces...eres tan bella...tus labios,tu rostro,tu brillante piel-decía,y este último detalle, logró en su mente conectar todos los puntos.

Brillaba,como una estrella...esa estrella...Luz...Luzbell.

-¡Eres Luzbell!...el arcángel rebelde,la estrella de la mañana,el lucero del alba-le dijo al fin comprendiendo-.

-Eres un derroche de perspicacia-se burló él,y el otro lo miró duramente.

-¿Porque lo hiciste de esta manera?¿Porque no viniste tú en un comienzo?...Con esa belleza tuya me hubieras convencido de hacer lo que fuera-le dijo comenzando a recuperarse de la impresión de su hallazgo.

-Porque no creí que fueras tan obstinado...Te ofrecí todo lo que tengo-le dijo acompañando sus palabras con el  movimiento leve de uno de sus hombros.

-Quizás no todo-susurró el príncipe,y Luzbell supo que lo tenia donde lo quería-Sabes Luzbell...no me van los hombres,de ninguna raza,pero tú...contigo haria una excepción.

-¿Si?-inquirió él en un siseo-¿Detendrás a las huestes celestiales por mi?¿Me darás el tiempo que necesito?

El demonio lo miro escudriñándolo de los pies a la cabeza,estimaba su valor.

-¿Cuantos días?-le preguntó solamente.

Luzbell sonrió, con ese gesto tan suyo.

-Veintiuno-le contestó.

El otro rió y negó con la cabeza.

-Así que me pides que de la orden a mis hombres de detener a los ángeles por veintiún días...veintiuno...¿Sabes lo que me costaría eso?¿Cuanto perdería?-le preguntó acercándose a él,para hacerle una ultima pregunta-¿Lo vales?

Luzbell lo miró por un momento mas,luego tomo el borde de la túnica pequeña que vestía, y la paso lentamente por su cabeza. Obsequio los ojos del príncipe con la imagen completa de su desnudez,una perfección que el otro nunca había visto,y él lo sabia.

El demonio hecho hombre trago saliva,su pulso galopó como un semental liberado,su cuerpo se estremeció ante lo que veía.

-Debí elegir a la pelirroja-murmuró vencido- O tal vez a la morena.

-Pasa la noche conmigo-lo retó Luzbell-Y mañana no recordaras que te parecia bonito de ellas.

El príncipe rió despacio,sin dejar de observarlo por un momento.

Pero el golpe de gracia aún no llegaba,y Luzbell quiso dárselo de una buena vez,el tiempo lo apremiaba.

Se acostó sobre la cama boca abajo en una pose tan erótica e incitante que oyó suspirar al demonio,y después oyó también sus pasos acercándose, se detuvo a su lado,una de sus manos delineo su espalda,y la otra corrió su cabello a un lado para susurrarle.

-Eres un maldito bastardo...¿Siempre obtienes lo que quieres no es así?

Luzbell sonrió,no,no era así,pero quiso en su respuesta mentirse, y mentirle.

-Siempre.

Un nuevo suspiro del príncipe, y un segundo después su ávido cuerpo sobre el suyo.

Luzbell despacho a Lumiel y a Pilly-kabiel al día siguiente.

Lumiel entró a las regiones celestes vociferando que no se cortaría las venas, solo porque la noche anterior se la había pasado muy bien con dos guardias.

Pilly-kabiel al llegar recibió el abrazo mas aliviado y apretado que recordaba haber recibido. Era el de su amigo, el de Hariel,y ese gesto bien valía el temor que tuvo en ella todo ese tiempo, uno que nunca compartiría con nadie.

Luzbell fue amante del demonio por toda una semana. Era bueno en la faena,no podía quejarse, aunque su continua irreverencia, lo exasperaba.

Ese día debía volver, el día siete después de su partida. El tiempo se había acabado. Desde su habitación en el reino presenció la resistencia de las fuerzas del soberano, las muertes tanto de ángeles como de soldados de razas indistintas. Su príncipe estaba tan encaprichado con él, que casi no reparaba en las bajas.

Pero el espectáculo había llegado a su fin, no podía quedarse todos los días que duraría esa oposición, debía marcharse,pero...esperaba a alguien,sabia que vendría, era tan predecible.

Y lo fue. Mientras Luzbell se retiraba vestido cual fémina, de la misma manera en la que entró, lo vió a lo lejos. Comandaba refuerzos que habian venido a asegurar que se completara la tarea.

El cabello rojizo le brillaba bajo el sol del atardecer, sus manos esgrimían con destreza su espada, a la vez que gritaba ordenes a sus subordinados. Luzbell siguió avanzando, la contienda se desarrollaba a solo unos metros, pero nadie parecia reparar en la ángel que se marchaba lentamente. Hasta que él la vio, o lo vio, y Luzbell también. Fue un instante,y luego Miguel quitó la mirada,pero al segundo frunciendo el ceño la volvió a posar en él, lo había reconocido.

Siguió mirándolo mientras se acercaba al portal que Abdi-xtiel ya había abierto. Luzbell volvió su mirada a él antes de entrar,Miguel solo negó con la cabeza con pesar,y él algo irónico le soplo un beso.

Veintiún días se opuso el Príncipe de Persia y su ejercito, a las huestes del Creador...veintiún días de resistencia...comprados al precio de su piel.


























































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