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Capítulo 1.

Hola...Aún antes de dar por terminada mi historia,En el principio,he querido subir el primer capitulo de esta,Crónicas  Angelicales, para que vayan viendo de que se trata,y por supuesto,si les gusta.

Al que llegue a esta historia,sin haber leído las que le anteceden primero,les aconsejo empezar por, En el refugio de sus alas,seguir con Mercenarios,y por último,con la que nombre arriba,En el principio.

Sin mas,les dejo el comienzo...Espero que les guste,y como siempre,muchas gracias por leer.

Eydis tomó el grueso volumen, y lo depositó en su sencilla mesa de teca, suavemente, con sumo cuidado, y hasta con algo de devoción.

Sonrió y soltó el aire que contenía a intervalos, aún sin darse cuenta, pues era mucha su emoción.

Él, un joven venusino, común y sencillo, uno más del montón podría decirse (si lo fueran, pero no, su raza era muy reducida ) tendría el privilegio de posar sus ojos en aquel libro...era un sueño, uno que aún no se creía.

Los originarios de Venus, seres como él, pacíficos y serenos, de contextura física muy delgada y alta, de piel violácea y ojos saltones, tenían un propósito en su vida, una casi única finalidad, transmitir a su progenie la sabiduría adquirida. Y esto no era tan sencillo como parecia, pues no había mujeres entre los suyos, sus hijos no eran engendrados a través de ningún acto sexual, o interacción física, crecían de ellos naturalmente al llegar a cierta edad, una equivalente a su traspaso a la adultez. Germinaban en sus vientres durante un año entero, para luego abrirse al llegar el tiempo del alumbramiento, para traer una nueva vida a ese mundo hirviente, al rocoso y ardiente Venus.

A Eydis no le faltaba mucho para eso, por eso encerrado en un autoimpuesto confinamiento, pasaba sus días y horas en una contemplativa búsqueda del saber y del conocimiento, uno que llegado el día le traspasaría a su pequeño. Y se había instruido en diversos temas, desde filosóficos e históricos, hasta astrologícos y sentimentales. Pero este libro, que uno de los extranjeros que abundaban en su mundo le había conseguido, era superior a todos. Lo había escrito un tal Ciclio, antiguo Centinela del Creador, y actual mensajero de este, luego de un consecuente correctivo a sus actos de desobediencia y de su consiguiente reconversión. Este texto detallaba la vida de esas criaturas que tanto le fascinaban, los ángeles de los Cielos, y no solo lo que él (Ciclio) vio a la distancia, sino debido a el poder que le fue otorgado, los pensamientos y sentimientos que al vivírlos, los protagonistas experimentaron. El antes Centinela lo escribió como un descargo emocional para tener sosiego del peso de estos, en su nueva vida, no lo compartió con nadie, y solo una vez le confió de el a un mercenario llamado Ulka, que moraba en Venus, y quien viéndole un provecho económico a tal revelación, la expuso a sus pares mostrando estos desinterés, contrariamente a él, que desde aquel día padeció una anhelante curiosidad de perderse en estas historias angelicales. El pago que le dio a Ulka fue de 10.000 Sahayes, piedras preciosas muy valiosas que crecían en las recónditas cuevas de su mundo, este a su vez le dio algo en pago por este al tal Ciclio, aunque nunca le revelo que fue.

Y hacia solo minutos atrás, su puerta recibió dos golpes que anunciaban a un visitante, y este era para su completa dicha, el mercenario. De ojos color turquesa, cabello oscuro y acicalada barba, el fornido y apuesto hombre traía ese gran ejemplar de tonos ocre en sus manos. Y no venia solo, a su lado una impactante pelirroja de alas extrañas y pose altiva, lo acompañaba.

-Soy Lumiel, antes arcángel, antes caída,ahora...libre-se presento con ironía-Quizás leas algo de mi en esas paginas. Te pido algo ¿Eydis?...no te escandalices-.

Eydis se ruborizó, lo que se vio en su piel como un creciente morado, no estaba acostumbrado a dialogar con féminas, y mucho menos con ángeles, como los que deseaba descubrir en paginas inofensivas, y no cara a cara.

Si ella era una muestra de su raza...¡Por el espacio sin fin de las galaxias! Ellos serian asombrosamente bellos.

-Lumiel...lo abochornas-le regaño suavemente Ulka, aunque en la mirada que le dedicaba se podía leer un sentimiento de afecto sincero-Bien tómalo Eydis. Estoy a tu servicio, como siempre-.

Luego de decirle esto el mercenario le entrego el libro, a la vez que tomaba de su mano el morral con las piedras. Él le agradeció y se despidieron.

Los vio cuchichear y abrazarse al cruzar su jardín de flores de volcán...los siguió con la mirada admirando las alas de aquella mujer, hasta que se perdieron de su vista.

Y ahí estaba. La ansiedad lo dominaba,y el corazón le latía raudamente.

Lo abrió...eran muchas paginas. En la primera y a lo alto, se leía.

-De lo que vi,sentí y entendí. Pequeños fragmentos de grandes vidas, sin orden, pues la vida no lo tiene, solo presume tenerlo. No para juzgar, comprender o justificar, no para aprender, atesorar, o anhelar,solo para saber,pues el conocimiento es poder, y ese poder puede abrir nuestro entendimiento a muchas cosas-.

Ya el inicio lo dejaba sin palabras...¿Saber?...si eso quería, Eydis quería saber, y claro esta, este saber compartirlo.

Con una sonrisa en sus labios comenzó por el primer capítulo.

Miguel, uno de los arcángeles del Creador, observaba todo a su alrededor. La dulce voz del Padre le había dado la bienvenida horas atrás, diciéndole quien era, como se llamaba, y cual era el propósito eterno que tendría su vida. La sintió en su ser, en sus pensamientos, en lo profundo de su pecho, y este conocimiento le trajo una inconmensurable paz. Atisbo a otros como él que recién despertaban, se acercó hasta ellos, intento tener una comunicación, pues las palabras ya habitaban en él, aunque aún le llevaría un tiempo terminar de dominarlas. Su vida le emocionaba, parecia haber tanto para ser y hacer.

Uriel, uno de los doce que se encontraban en ese marmolado patio celestial, le invitó a acompañarlo a conocer las estancias donde residirían. Él, creyéndola una buena idea, asintió y comenzó a caminar tras sus pasos cuando escuchó una voz.

Cerró los ojos deleitándose en ella. No conocía muchas, solo las de los pocos ángeles que conoció en ese comienzo, pero esta era especial, única.

Lo traspasaba, lo mecía,lo arrullaba y elevaba. Era sentida,na las palabras que entonaba en esa excelsa melodía, se oían tan puras, tan sagradas.

Abrió los ojos y buscó al interprete con un sentimiento recién conocido y experimentado, desesperación,ny a este se le sumo otro nuevo al verlo por primera vez, el sentirse maravillado.

Era,¿cómo describirlo?...Sublime, esa palabra en su recién armado archivo mental le venia perfecto.

Él, ese que cantaba divinamente, era sublime. Estaba arrodillado en el suelo, apoyando una de sus manos en el, y con la otra acariciando el rostro de otro ángel que yacía acostado. Tenia el cabello blanquísimo, lacio, y tan largo que rosaba sus muslos. Le pareció esplendido, enigmático, como si guardara algún secreto que revelaría solamente a quien se dignara tocarlo. Su rostro era un sinónimo de la gloria misma, rasgos tan suaves y admirables....una belleza inquietante, eso debía ser pues a él así lo tenia, inquieto. Sus ojos eran una mirada a todo lo celestial, y Miguel poco conocía de esto,habiendo nacido hace horas, pero estaba convencido de que ese majestuoso celeste encerraba la esencia de todas las cosas.

Mientras cantaba, sonreía. Y Miguel conoció el significado de la palabra capricho, cuando quiso que esa sonrisa lo iluminara a él solamente.

Oyó que Uriel lo llamaba, que le preguntaba si iría con él, pero él, se encontraba abstraído dentro de una ensoñación lúcida. Arrobado en lo mas profundo de su ser por tal despliegue de singular belleza...debía saberlo...¿quién era él?.

-Miguel...Realmente deseo conocer nuestros aposentos...¿vendrás conmigo, o no?-le habló algo más alto Uriel, y él despertó de aquella dimensión alterna, en la que aun no sabia que se perdería el resto de su vida, incontables veces.

-Si...si, si-le respondió moviendo la cabeza, como queriendo que aquella exquisita imagen cayera de ella, pero tonto de él, esa ave podía alzar las alas por un momento, pero indefectiblemente volvería, pues había hallado un nido en sus pensamientos y un hogar en su pecho.

Lo miró una vez mas antes de partir. Notó que aquel otro ángel que antes yacía, se incorporaba y miraba al otro extasiado. Miguel no comprendió el total de la escena, pero entendió en parte que el despertar de aquel, se debía a el insistente y melódico llamado de ese ángel que lo había encandilado.

Los días pasaron, y él fue conociendo poco a poco a los demás ángeles. Llegado el día décimo, ya conocía a todos, o casi, pues uno le faltaba, y quiso la fortuna que justo fuera aquel de quien más quería saber.

Era de tarde, y Hariel, el último en despertar, y con quien había creado un lazo casi instantáneo, le llamó por su nombre al encontrarlo tan ensimismado.

-Miguel...¡Miguel a los Cielos!...¿Estas ahí, o de nuevo estas ausente? Me siento ignorado...¿Podrías responderme, o al menos asentir con la cabeza?-bromeó aquel, y Miguel sonrió y llevo su completa atención a su nuevo amigo.

-Lo siento...solo pensaba en...-se detuvo, por alguna razón le daba vergüenza.

-¿En...?-lo alentó Hariel.

-Bueno, no se como se llama. Lo vi una vez, y me pareció extraño no volver a verlo, solo eso-dijo como restándole importancia, aunque la tenia, y mucha.

-Oh, descríbemelo.Creo que conozco a todos-le instó el otro ángel-.

-Uhmm-pensó él...¿Describirlo?¿Como se describe la suntuosidad del firmamento? ¿O el esplendor de los Cielos que habitaba?-No lo se...es...tiene el cabello largo y blanco...es...lindo, eso creo.

Se sintió tonto al decirle lindo a alguien de tal esplendor, pero le apeno nombrarlo como lo pensaba, lo sentía incorrecto.

-Luzbell-dijo sin dudarlo Hariel-¿Lindo?. Luzbell es bellisimo. Por lo que dicen lo mas hermoso que creo nuestro Dios-.

Miguel asintió algo ruborizado, no dudaba en que lo fuera.

-Si...él...Luzbell-dijo y sus labios saborearon su nombre por primera vez, le supo a deleite, sabia a embeleso total.

Poco después salieron al patio. Tenían sus respectivas tareas, y ese día comenzarían a entrenar, pues ellos serian los primeros, los que guiarían a los miles que seguían naciendo.

Afuera hallo a Uriel, él le agradaba mucho, era alguien asombrosamente educado y singularmente dulce.

-Buenas tardes Miguel...¿Ya tienes asignados tus horarios?-le preguntó él al verlo-.

-Si-contestó Miguel, y quiso seguir hablando, pero una imagen le hurto las palabras, y dicho sea de paso,la tranquilidad, el equilibrio y la elocuencia.

Era Luzbell, y venia hacia ellos. 

Caminaba de cierta manera...con cierto contoneo que atrapaba la mirada y tan sutilmente que sus delicados pies no parecían tocar el suelo. Era un exhibición de virtud, de encanto...¡Cielo santo! Él era belleza derrochada, una hermosura rebosante, excedida.

-Luzbell-murmuró, y su acompañante lo escuchó.

-¿Así se llama?-le preguntó viendo donde él veía-Es un nombre bonito, significa Luz bella, el mio es Luz del Señor...Tampoco suena mal¿no crees?.

Miguel negó con la cabeza, sin poder quitar la mirada de Luzbell, quien estaba ya tan cerca...

Y al fin llego. Con el movimiento tenue de las nubes etéreas,bcasi no llegando, sino fluyendo, así de ligero era él.

-Buenas tardes-les dijo, en un susurro tímido, y al tenerlo tan cerca, Miguel se sintió desvanecer. Pensó que se deshacería, que sus átomos se desprenderían y saldrían flotando a habitar otras tierras, andando sin rumbo por los siglos de los siglos.

Uriel dijo un cortes buenas tardes, pero a él no le salio el saludo formal, ni un hola, ni nada.

Luzbell lo miró a los ojos...era demasiado. Mantener con la suya esa mirada serena y cándida, de aun no descubiertas tonalidades celestes, e iris que encandilaban a sus ansiosos verdes...era demasiado.

-Soy Miguel-dijo ¿Quien se lo había preguntado?...se sintió tonto, no supo que decir, y solo le salió una pregunta-¿Y quien eres tú?-

Y aunque sonó solo a curiosidad, su pregunta no significaba eso.

Él preguntaba, quien era ese que se había hecho soberano de sus pensamientos, mandando a callar a la sensatez mientras invadía su mente de melenas plateadas, sonrisas solo suyas, y caderas que se mecían con el poder de marcar la cadencia de sus latidos.

Derecha, izquierda...tic tac, tic tac...Iba a enloquecer.

-Soy...-comenzó aquel ángel cautivador, pero se detuvo al ser interrumpido por Uriel.

-Es Luzbell-exclamo Uriel a viva voz, dejándolo en evidencia de su conocimiento-Recién me lo dijiste tú¿No lo recuerdas?.

Miguel miró a Uriel rogándole que se callara en el tiempo, hace dos segundos, y a Luzbell con vergüenza, una muy profunda.

-Miguel ¿Porque preguntas mi nombre si ya lo sabes?-le inquirió con una sonrisa que a él se le antojo traviesa-.

-Yo...-dijo Miguel, solo eso. La peor presentación del mundo.

¿La primera impresión es la que cuenta?

Se escondería por un tiempo, y la próxima vez lo haria mucho mejor.

-Uhmm-dijo Luzbell y se acercó mas a él, tanto que el aroma exquisito de su piel empapo sus sentidos, y luego agrego-Sabes que creo...que quien pregunta algo que sabe, proyecta hacer algo que no debe...Miguel...¿Que es eso que no debes hacer?-.

Miguel miró sus labios húmedos, su cabello ondeando suavemente con la brisa, sus brillantes ojos claros...y no, no supo que no debia hacer...pero con el correr de los años, tendría  la respuesta.

-No debías enamorarte Miguel-susurró Eydis, al concluir el capitulo-Pero con lo poco que leí lo entiendo...No enamorarte de él, te era imposible.
































































































































































































































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