Capítulo VI: Baile de prejuicios
En voz de Zack
El mismo día de la noticia, preparé una maleta con cosas necesarias para un par de días. Darrell tenía ya lo suyo preparado, como lo imaginaba. Aun estaba un poco molesto, pero fingía estarlo aun más, solo para mi querido y traicionero novio.
Le pedí a Ruben y a Dante que me acompañasen como guardaespaldas. Ellos gustosamente aceptaron y fue un gran alivio, ya que tendría a conocidos cerca para no sentirme tan solo. Mi hermano quería ir, pero había misiones que cumplir y necesitaba que él estuviese disponible como segundo vicecapitán, para dar las órdenes junto con Jack.
Tras estar preparados, hice un portal hasta Volterra, la Ciudad Dorada y capital de la Región Oeste. Pertenecía al dominio Spiegel y estaba justo al borde del desierto. Podría pensarse que serían difíciles las condiciones de vida allí, pero al estar posicionada justo antes del desierto, no resultaba tan malo, aunque sí muy caluroso. De esa región se producía todo el vidrio y la sal del reino. Allí estaba un buen número de artesanos de cristal y creadores de bellos espejos. También era un importante centro de abastecimiento para los viajeros que se adentraban al desierto en busca de tesoros ocultos o que viajaban a Rakka, la Ciudad Oasis y dominio del ducado Arenas.
Los cuatro nos alojamos en un hotel que había reservado el duque para los invitados de otras ciudades. Luego de esperar un par de horas, todos nos preparamos para el baile.
Me sentía un poco incómodo con la situación y Darrell lo notaba. Durante todo el tiempo permaneció cabizbajo y casi no hablábamos. Aunque ya no estaba tan molesto con él, decidí dejar que pensara que sí por un tiempo más.
—¡Apresúrate, Ruben! —gritó Dante—. El carruaje ya va a llegar.
—S-sí, ya terminé —tras una larga espera apareció el chico. Se había tardado mucho en colocarse su túnica—. No me gusta este color y es incómoda, ¿Por qué no puedo usar la túnica que normalmente uso?
Ciertamente lo entendía. Era una gran prenda color negro, con mangas más largas y amplias de lo que él acostumbraba a usar. Tanto él como Dante tenían que llevarlo puesto ya que era una norma. Oficialmente ellos no van con otro fin que no sea protegerme, por lo que no es necesario usar ropa de gala como los demás invitados. Era algo tonto, pero teníamos que regirnos por las reglas.
—Primero, es una fiesta de gala, así que no puedes llegar con lo que “usas normalmente”. Segundo, vamos de guardaespaldas, por lo que es necesario el uso de una túnica negra para identificarnos como tal. Y tercero, deja de quejarte. La modifiqué para que no fuese calurosa e incómoda —finalizó su explicación.
A diferencia de sus atuendos monótonos, Darrell llevaba puesta una túnica blanca con bordes plateados. Tenía en el lado izquierdo del pecho un broche argento con forma de hoja de laurel que representaba al ducado Rosewald. Debajo de éste estaban seis condecoraciones otorgadas a lo largo del tiempo con el Escuadrón Ceniza y tenía botones plateados que cernían la túnica a su cuerpo. Realmente se veía hermoso.
Yo por mi parte llevaba puesto una túnica cerrada color gris azulado. Debido a que no se me permitía usar un gris absoluto, tuve que conformarme con el sutil tono de color. Los bordes eran blancos y justo al final de la túnica había adornos que parecían enredaderas de color azul oscuro. No estaba mal, pero prefería la monotonía del gris. Mis zapatos eran del mismo color gris azulado que el resto de mi atuendo.
Tras esperar por un par de minutos, la carreta llegó a nuestra búsqueda. Era dorada y parecía tener incrustaciones de gemas preciosas por todos lados. Los asientos eran de terciopelo rojo y en vez de ser manejado por magia, era arrastrado por caballos blancos. Realmente era demasiado extravagante para mi gusto.
—¿Zack, estas bien? —preguntó mi amigo. Parecía que mi actuar relajado no lo había engañado.
—Sí, por supuesto. Solo me preocupa un poco la reacción de la gente con mi llegada —confesé.
—Tranquilo. Si llegan a meterse contigo, usaré mis hilos de furia para ponerlos en su lugar —aseguró, al mismo tiempo que dejaba a la vista unos hilos rojos unidos de la punta de sus dedos.
Yo reí por su actuar—. Pues espero no llegar a eso.
—Yo también estaré para defenderlo. No dejaré que nadie le falte el respeto —dijo mi novio.
—No —espeté. Él me miró un poco sorprendido—. Estás representando al ducado Rosewald, así que tienes que abstenerte de causar disgusto con los aristócratas y mantener un perfil educado. Nuestro padre te lo pidió, recuerda.
—L-lo sé… —dijo cabizbajo. Verlo así terminó con ablandarme el corazón y decidí acariciar su rostro. Desde la conversación del día anterior, no había tenido ningún gesto amable con él.
—No pensemos en lo malo que no ha ocurrido. Yo trataré de mantener un perfil bajo y no causar problemas. Tu solo alza la mirada orgullosa —le dije con voz suave y sonriente. Él esbozó una sonrisa que envolvía con alegría en su rostro.
—Gracias —dijo, tomándome de la mano—. Gracias por acompañarme en esto.
—B-bueno… e-estamos juntos así que es normal. Y-y no te confundas, sigo molesto contigo —intenté volver a mi papel de disgustado, pero obviamente no me creyeron. En cambio, solo rieron por mi patético actuar.
Tras unos minutos llegamos a la gran mansión del duque Spiegel. Por fuera era imponente y lujosa. Muy diferente a la mansión Rosewald. Al pasar por la gran puerta dorada nos encontramos con un jardín interior con altas palmeras y otras plantas, alrededor de fuentes danzantes. Los pilares que sostenían el techo parecían hechos de mármol blanco y había todo tipo de esculturas que adornaban los pasillos. Las luces blancas y amarillas reflejaban en los candelabros dorados y otros artefactos del mismo color. Envolvía todo con una calidez que atosigaba.
—Todo brilla más de lo necesario —dijo mi estudiante—. Mis ojos se van a derretir con tanto resplandor.
—No hables, Ruben. Los guardaespaldas no están para conversar ni criticar —Dante lo reprendió.
—S-si, disculpen.
Justo para pasar al salón donde estaban congregadas, había una mujer con un vestido verde muy elegante, parecía mayor y junto a ella había una chica mucho más joven. Estaba seguro que se trataba de la esposa e hija del duque Spiegel. Inmediatamente me puse nervioso y sutilmente me aferré fuertemente al brazo de mi chico.
—Buenas noches, señora Spiegel —saludó—. Vengo en representación de mi padre. Es un placer para mí asistir a tan importante evento.
—Bienvenido, joven Darrell. Ya es todo un hombre —dijo la mujer. Aun no parecía captar mi presencia—. Indira, él es el hijo del duque Eugene Rosewald. Joven Darrell, ella es mi hija menor Indira.
—Le agradezco enormemente que nos honre con su presencia —dijo la chica. Era bastante bonita. Su cabello era totalmente liso y de color dorado como todo lo que la rodeaba. Su vestido era azul y sobre su cuello colgaba un collar con un espejo circular minúsculo como dije. Percibí magia en él e inmediatamente supe a quien pertenecía. La chica me observó con sus ojos marrón claro, esperando educadamente mi presentación.
Justo en ese instante observé al rostro de la señora y ésta me miraba con aire sombrío. Era obvio que ya sabía quién era yo. Tragué fuerte y aparté la vista de esa mirada punzante.
—Él es mi pareja, Zack… —Darrell iba a presentarme, pero decidí detenerlo.
—Disculpen que mi presencia les resulte incómoda —hice una ligera reverencia. Mostrando el mayor respeto posible. No sentía arrepentimientos por lo que había hecho, pero eso no significara que debía ser indiferente ante su familia. Después de ser mi enemigo, Semion también era hijo y hermano de alguien—. Le ruego que no piense en esto como un insulto a su familia.
—¿Puede explicarme entonces qué significa la presencia del asesino de mi hijo en mi casa? —espetó la mujer mayor, con la voz vacilante pero contundente.
—Vengo como pareja de Darrell Rosewald. No es mi intención causar problemas en tan importante momento para su familia —le aseguré. Lancé una rápida mirada a la chica. Parecía absorta con la revelación de mi identidad, también sostenía su collar con bastante fuerza.
—Puede pasar, señor. Pero entienda una cosa, aquí en mi casa no es bienvenido y no espere respeto de nuestra parte —aseguró ella. No refuté nada, no tenía ningún derecho. Solo nos limitamos a continuar hacia el salón—. Joven Darrell, debería considerar con quien se empareja. Después de todo, usted es hijo único, ¿cierto?
Eso fue como echarle limón a una vieja herida. Sin embargo, ninguno dijo nada al respecto en ese instante. Ya demasiado había sido plantarse ante la madre y hermana de Semion.
—Lo siento, Zack —musitó mi amigo. Estaba cabizbajo y claramente afectado con lo que dijo la mujer.
—No tienes razón para disculparte. Es normal que reaccione así ante mí —le dije.
—Pero no es justo que solo tú cargues con la culpa. Yo fui quien lo mato, mi furia hizo que acabara con su vida —aseguró—. Si tan solo lo supieran, tal vez no te tratarían así…
—Pero fui yo quien decidió cargar con la toda responsabilidad. Mis decisiones fueron las que nos llevó a aquella situación. Tú agitaste los hilos, pero yo fui quien dispuso las piezas para que eso ocurriese. No te sientas mal por mí.
—Yo… está bien —aunque dijera eso, sabía que no quedaría tranquilo. Lo conocía bien y sabía que las injusticias lo afectaban mucho.
Un mayordomo nos escoltó hasta una mesa solo para nosotros. Estaba llena de todo tipo de aperitivos dulces y salados. Aunque quisiera que mi amigo y estudiante compartiesen la mesa conmigo, ya teníamos suficiente con la mirada penetrante de muchos aristócratas que nos vieron llegar a Darrell y a mí tomados de la mano. Si los “guardaespaldas” se sentaban en la mesa, como si fuesen aristócratas, estaríamos echándole más leña al fuego.
A medida que transcurría la ceremonia, las miradas punzantes y malos comentarios mermaron hasta ser inexistentes. La gente centró su atención en la fiesta y en los jóvenes que se estaban comprometiendo. Darrell se alejó de mi, más que nada para dirigir la atención de la nobleza lejos de mí. Sin embargo, me empezaba a sentir muy solo.
—Me duelen los pies —se quejó Ruben—. Desearía sentarme por cinco minutos.
—Discúlpame, Ruben. Si fuese por mí, estarían compartiendo conmigo en esta mesa —me excusé.
—Lo sé, profe. No se disculpe —dijo—. Estos nobles son demasiado quisquillosos con sus reglas.
—Así es. Pero pronto harán los anuncios de los futuros esposos y después eso nos podremos ir —aseguré. El chico soltó un suspiro de resignación.
—Oye Zack, en la mesa al lado de la fuente hay un hombre de aspecto sombrío no ha dejado de mirarte desde hace tiempo —me informó Dante. Disimuladamente lance la vista en la dirección que me señaló mi amigo.
Me encontré con la fija mirada de un hombre de treinta y tantos años. Estaba vestido con una túnica negra y su aura misma era igual de oscura. Ni siquiera Samuel emitía tanta oscuridad como ese hombre. Pero antes que pudiera segur informándome, un disturbio proveniente de donde estaba las personas bailando llamo nuestra atención.
Alguien se estaba haciendo paso de entre la gente con mucha brusquedad. Al haber quitado a empujones a las últimas personas, pude ver de quien se trataba y ambas miradas se encontraron. Vi su expresión iracunda y al aproximarse hacia mí con esos gestos agresivos, sabía lo que vendría.
Hola, hola mis amigos. Espero que hayan disfrutado de la lectura. Yo aún estoy en cama por el covid, se me dificulta respirar un poco y aún no tengo gusto ni olfato, pero poco a poco voy sintiendo la mejora.
¿Que opinan del capítulo y que creen que vendrá en el siguiente? Me intriga saber sus respuestas.
Nos leemos en la siguiente actualización y cuidense mucho del virus. Yo me cuidaba bastante y fíjense, no fue suficiente.
Chao, chao.
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