Capítulo XXVIII: Arlequín
Una semana después
No hay mejor mascara que aquella que usamos todos los días, encarando al cruel destino, fingiendo aceptación y regocijo de nuestra suerte. Nadie sospecharía de aquel que muestra sus sentimientos, por más dulces o amargos que sean. Pero oculto tras esa transparencia existe un mar de intrigas. No existe otra manera tan buena de ocultar los sentimientos que con sentimientos en sí. Podría ser tan efectivo, que hasta el propio corazón podría terminar por creerlo.
Nosotros estábamos dispuestos a cualquier cosa. Gritarle al mundo lo que aborrecíamos de él. Iríamos en contra del propio destino. Pero antes de todo eso, nuestra identidad tenía que estar oculta. Nadie podría saber de nosotros, nadie conocería de nosotros. Solo sabrían cosas ficticias, personalidades fingidas, vidas artificiales. La única realidad era entre nosotros mismos.
Yo observaba desde mi ventana el panorama crepuscular detrás del gran árbol de Ipsy. Miraba más allá del horizonte y me preguntaba a mí mismo: ¿Todo será como antes? Pero inmediatamente me respondía con negación. Nada sería como antes. Antes creía que nadie en el mundo era tan malo, que la bondad existía más que el odio. Pero la realidad se mostraba de muchas maneras, algunas más dolorosas que otras. Esos aristócratas que se creen dueños del mundo me quitaron mi futuro. Arrebataron con brusquedad la máscara sobre mis ojos que me privaba de ver la realidad de este mundo roto.
Las personas buenas terminan siendo heridas por aquellos desgraciados que solo piensan en sí mismo. No existe justicia para aquellos inocentes que caen por la mano de los poderosos, solo reciben el olvido.
Ante todos aparentaba amabilidad. Sonreía a aquellos a mí alrededor. Pero en realidad quería gritar de furia y dolor. Todos los sentimientos que había estado ocultando se estaban revolviendo en mi interior, como bestias salvajes contenidas en una jaula.
—El atardecer se ve muy bonito desde aquí —dijo mi hermano, acercándose hasta quedar a mi lado.
Él era un poco más alto que yo y un poco más fornido. Pero aparte de eso, compartíamos muchos rasgos. Su voz transmitía cierta preocupación. Aunque era entendible, lo que pasaría dentro de unas horas llevaría nuestras vidas al límite.
—Así es. De vez en cuando lo veo. Mirarlo me hace olvidar por un rato todas las cosas que he pasado —le aseguré—. También me hace recordar los días que estuvimos todos juntos. Aunque no fueron muchos.
—Esto que vamos a hacer va a ser muy peligroso —dijo él—. Pero una vez que estemos allí, no habrá marcha atrás.
—Lo sé. Aunque creo que en este punto no ya no hay tiempo para retractarse. Lo bueno de todo es que estaré contigo. Hace tiempo ni siquiera sabía que tenía un hermano. Y ahora, estamos mirando el atardecer —lo abracé e hice que nuestros cuerpos estuviesen más juntos—. Me hubiese encantado tener más momentos así cuando era un niño. Hubiese sido de mucha ayuda tener a alguien con quien hablar.
—Cuando esto pase, podremos recuperar esos momentos. Me contarás más cosas sobre ti.
—No hay mucho que decir de mí. Solo era un chico huérfano en una casa ajena. Sirviendo como sustituto de hermano a un chico desprovisto de amigos, que terminó por convertirse en un amor que nunca será.
—Yo creo que hay mucho más. Tal vez debería hablar con ese tal Darrell y preguntarle —aseguró, con un tono gracioso—. Estoy seguro que aunque no te correspondía, veía mucho más en ti que lo que tú ves. Yo lo veo, los demás chicos también. Eres amable e inteligente, nos diste esperanza cuando el destino nos lo quitó todo. Arriesgas tu vida por alguien que hace poco conoces. Dante hacía unas semanas no paraba de llorar, ahora tiene otro semblante. Está esperanzado por encontrarse con Tom otra vez y eso es gracias a ti.
Realmente sus palabras me estaban mostrando cosas que no había notado hasta ahora.
—Nunca he sido bueno viendo mis virtudes. Cuando me miro al espejo solo veo una maraña de errores.
—Pues para eso estoy yo... todos nosotros. Seremos ese espejo que te gritara lo valioso que eres —luego de esas palabras me abrazó por completo. Se sentía bien, muy cálido. Me gustaba estar así. Si por mí fuera, podría pasármela así por siempre.
Tomé el sombrero de punta que había sobre mi cama y me la coloqué. Era igual al de la primera y única vez que fui a una misión de mi tío Evan.
Miré a mi hermano de pies a cabeza. Llevaba una túnica celeste con bordes blancos, hecha por Dante. Ésta poseía unas mangas grandes que llegaban a la mitad de su antebrazo. Debajo corría otra manga azul, ajustada a sus brazos que llegaba a su muñeca. Estaba abierta, así que llevaba una camisa celeste con botones blancos, cuyas mangas ajustadas pertenecían a ésta; y un pantalón blanco con diamantes azules dibujados a cada lado de las piernas. Traía puesto un cinturón azul que cargaba el estuche blanco de su grimorio. Su cabello estaba igual que el mío, no estaba peinado, solo caía hacia la frente, cubriéndola casi por completo. Su tonalidad blanca combinaba perfectamente con ese atuendo. En una de sus manos llevaba una máscara blanca, sin rasgos. Solo unos alargados agujeros para los ojos y un ovalo celeste en el centro de la frente. Ésta era para ocultar nuestros rostros. En la otra mano llevaba su arco con que disparaba sus flechas mágicas.
Mi vestimenta se componía básicamente de una única gris, con mangas del mismo largo que las de mi hermano y carcomidas en ellas y la parte inferior de la túnica. Debajo de ésta llevaba una camiseta y un pantalón que me llegaba hasta las rodillas, del mismo color y estilo gastado. La piel expuesta de mis piernas y brazos era cubierta por vendas, como una momia. Esos vendajes llegaban a cubrir hasta mi cuello. Mi rostro era lo único descubierto, por los momentos. Mi mascara era muy parecida a la de mi hermano. Con la excepción que era negra y con una gota gris bajo el ojo izquierdo. Con el sombrero gris de aspecto gastado ya tenía todo mi atuendo listo.
—Vamos, los demás deben estar esperándonos —dije, tomándolo de la mano.
Acompañado uno del otro, bajamos hacia la sala de la casa. Allí se congregaban todos mis amigos, listos para lo que sería el acto más arriesgado de nuestras vidas, hasta ese momento.
Gasper estaba vestido con una túnica azul oscuro, lleno de trazos circulares de distintos tamaños. Sus mangas eran amplias y llegaban hasta las manos, cubriéndolas un poco. Estaba totalmente cerrada, así que no podía ver lo que llevaba debajo. Su máscara era blanca y tenía una estrella de cuatro puntas azul en la mejilla derecha.
Danna estaba vestida de forma feroz, como siempre. El rojo y amarillo era lo más destacable de su túnica, más corta que todos, que llegaba un poco arriba de las rodillas. Solo poseía un pantaloncillo muy ajustado apenas más largo que su túnica. Su capucha era grande y de color rojo con amarillo. Al igual que Gasper, su túnica era cerrada, por lo que tampoco se le veía lo que llevaba debajo. La máscara de Danna era blanca, igual que todas las demás, con un dibujo de un triangulo naranja encima del ojo derecho.
Samuel estaba todo de negro. Túnica, mangas, capucha, todo era del mismo color. Lo único blanco era su máscara, con una luna menguante azabache en su mejilla izquierda.
Connor estaba vestido de marrón con líneas doradas en las mangas que asemejaban a unas enredaderas. No tenía mangas largas ni tan vaporosas como las de la mayoría, éstas eran más pequeñas y llegaban hasta sus codos. Debajo llevaba una camisa larga color dorado, con cuello de tortuga y mangas que terminaban por cubrir el resto de su brazo. Un pantalón largo que terminaba en unos zapatos delicados del mismo estilo que el resto de la vestimenta. Su máscara llevaba en su mejilla izquierda dos triángulos unidos que formaban un reloj de arena abstracto.
Jack era el más destacado de todos, además de mí. Su túnica era blanca, con lunares de todos los colores. Sus mangas eran las más grandes de todos y tenía que plegarlas un poco para dejar a la vista sus manos. Estaba abierta y bajo esta llevaba una camisa y pintados con los mismos lunares. En su cintura colgaba su estuche color morado con su grimorio. Y sobre su cabeza había un sombrero blanco de punta y grandes alas, similar al mío, pero sin la punta doblada y más grande; con lunares morados y un largo lazo del mismo color amarrado en la base del cono. Su máscara blanca poseía un aro violeta debajo del ojo derecho.
El creador de todos nuestros atuendos estaba vestido de forma más reservada. Su túnica morada oscura era unicolor, a excepción de una de sus mangas que era blanca. Poseía una capucha grande con lo que parecía unas grandes orejas de conejos hechas de tela y un par de botones cosidos que asemejaban a ojos. Llevaba sobre su espalda una mochila pequeña y cuadrada hecha de madera. Suponía que dentro llevaba a su marioneta. Aunque me sorprendía que pudiera caber en un lugar tan pequeño. Su máscara poseía en medio de la frente tres líneas paralelas e inclinadas a la izquierda, de color negro.
Cada símbolo en las mascaras representaba nuestras habilidades. Nuestros atuendos vistosos nos darían un nombre por el que seríamos conocidos luego. Eso representaba nuestra naturaleza. Un arlequín en busca romper las cadenas impuestas por designio del destino.
—Nos vemos realmente bien —aseguró Jack. Escaneando cada atuendo, incluyendo el propio—. En serio te esforzaste Dante.
—Gracias. Usé mucho poder mágico para crear cada vestuario. Y ustedes fueron los que me dieron las ideas para hacerlas.
—Parecemos un grupo de circo —declaró Samuel.
—Y tú eres el bufón mayor —le dijo Gasper. Todos reímos.
—Gracias chicos, por estar conmigo en esto —hablé—. Sé que esto es una locura, y aprecio mucho que, aun sabiendo que nuestras vidas estarán en riesgo, se mantengan a mi lado.
—No es nada. Nuestro deber es rescatar a Tom para estar nuevamente todos juntos —dijo Connor—. No quiero perder a nadie más.
—Yo tampoco —se incluyó Danna.
Cada uno recalcó su invariable decisión de seguirme en esta misión que nos llevaría a un futuro incierto. Una vez hecho, seriamos enemigos directos del reino y nuestras cabezas pasaran a tener un precio. Pero habíamos hecho todo con cuidado. No había ningún cabo suelto que pudiera delatar nuestra identidad.
Los que nos conocían, solo sabían de nosotros lo que habíamos planeado que supieran. Nuestras identidades reales no existían en la mentalidad de la gente de esa ciudad. Éramos tan normales como todos los demás. Eso era un gran punto a nuestro favor.
En suma, planeamos todo con exhaustivo detenimiento. Gracias a los datos a los que tenía acceso en mi trabajo con el señor Haizea, pude trazar la ruta menos vigilada hacia la sede del Escuadrón Celeste. Gracias a que copié los hechizos de un usuario de Magia de Espacio, podía abrir portales a lugares donde había estado antes. Y por mis constantes visitas a Comondor, podía llegar muy cerca de nuestro objetivo.
—Bien, andando —les dije, al mismo tiempo que abría un pasadizo hacia un callejón poco transitado de la ciudad del ejército.
Era el momento por el que habíamos estado entrenando todo este tiempo. Le mostraríamos al mundo de lo que éramos capaces.
Hola queridos lectores (si es que hay alguno :'v) espero que hayan disfrutado este capítulo. Quería avisarles que próximamente estaré publicando una nueva historia titulada El pintor de los malditos. Tendrá un tinte más oscuro de lo que estoy acostumbrado y será la primera vez que utilice a vampiros como personajes principales. No es de mis criaturas favoritas, pero me sentí inspirado y quiero saber cómo resulta.
No la publicaré aun ya que no me quiero saturar con las actualizaciones. Pero cuando este libro esté en su etapa cumbre (que se está asomando por el horizonte) lo subiré. Mientras tanto les daré una sutil muestra de lo que viene.
Díganme que opinan y si estarían dispuestos a leerla. Esperaré con ansias sus comentarios.
Sin más que decir me despido, nos vemos en próximas actualizaciones.
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