Capítulo XXI: Historias
El trayecto de regreso a la academia fue bastante lento, en comparación a la salida en la mañana. Pese a las quejas de mis compañeros, mi tío decidió ir así para no causarle incomodidad a Elijah, aunque éste insistió varias veces que estaba ya bien. Pero era mejor así, lento y seguro. Tan tranquilo que Samuel terminó dormido.
Los hechos que acababan de ocurrir aun estaban rondando en mi cabeza. La adrenalina y la emoción todavía corrían por mis venas. Deseaba aprender mucho más sobre mi magia y mejorarla.
Los hechizos que había copiado me servirían más adelante. Además que si seguía participando en esas misiones, podría encontrarme con magias raras que me serían muy útiles.
Inclusive pensaba en imitar la magia de Darrell. Si pudiera tan solo usar esos hechizos, no habría necesidad de copiar otros hechizos. Me quedaría únicamente con ellos. Además que así me sentiría más cerca de él, aunque estuviese muy lejos de mi alcance.
La idea de pasarme por la mansión Rosewald tanteaba mi mente en ciertas ocasiones. Luego de vivir con ellos tanto tiempo, no era de extrañar que me sintiese así. Los extrañaba mucho.
Pero luego recordaba mi papel en ese lugar y las cosas que me atormentaron, y aun me atormentan en mis momentos de soledad. Aun me dolía pensar en esos últimos momentos que pasé con mi querido Darrell. Mi corazón roto y lastimado tardaría en sanar, y estaba seguro que aunque pasaran los años, quedarían las cicatrices eternas.
Sin embargo, estaba consciente que tarde o temprano tendría estar frente a frente a Darrell y Amelia, casados. Eso no era algo que cambiaría con unos días de ausencia. Ya el destino había hablado.
—Zack... ¡Oye Zack, responde! —escuche de repente.
—O-oh, lo siento. Estaba pensando —me disculpé con el pintor.
—Me doy cuenta —se burló—. Te pregunté sobre los hechizos que aprendiste.
—Hubieron pocos que me llamaran la atención. Pero si me quedé con algunos que nos podrían ser de utilidad. Como ese hechizo de ocultación de Magia de Neblina —les comenté.
—Tienesh razón —balbuceó Tom, mientras masticaba un trozo de manzana—. De sheguro será muy útil.
—Todos ellos estaban muy sorprendidos cuando te vieron usar varios elementos. Nunca se imaginaron que existiera una magia así —comentó Danna.
—Eso es cierto, seguro pensaron que eras algo así como un hechicero supremo capaz de usar cualquier elemento que quisiera —aseguró Jack.
Aunque me gustaba que me elogiara con sus comentarios sobre mi magia. Había algo que me preocupaba.
—¿Ocurre algo? —indagó mi hermano.
—Es que... no me parece muy seguro mostrarles a todo el mundo mis habilidades. Digo... me gusta que reconozcan mis habilidades, antes todo el mundo se burlaba de mí por no poseer ningún talento. Pero mientras más lo pienso, creo que es mejor usar hechizos de un solo atributo durante las misiones. Así no llamaría tanto la atención y sería menos riesgoso.
A decir verdad, me preocupaba que los rumores sobre mis habilidades lleguen a los oídos equivocados y todos terminen en peligro por mí. En todas partes existían personas poderosas y avariciosas que, por poseer a un mago hábil, son capaces de hacer cualquier cosa. Eso nos lo había comentado el señor Eugene, cuando vio el potencial de Darrell. Le pidió que mientras fuese joven e inexperto, usara su magia con mucha prudencia. Ese consejo también pudiera hacerlo mío.
Todos parecieron pensativos con lo que dije. No entendían totalmente mis palabras, pero al menos eran convincentes para ser tomadas en cuenta.
—Estoy de acuerdo —intervino mi tío, mientras hacia un gesto reflexivo—. Hay personas poderosas que reclutan jóvenes que muestran mucho potencial. Se aprovechan de cualquier cosa para convencerlos y terminan como sus esclavos. Hay varios duques y otros aristócratas que hacen eso. El hecho de tener un sirviente poderoso no es ilegal en sí, pero a veces recurren a métodos bastantes cuestionables para convencerlos. Desde promesas increíbles, hasta amenazas a familiares.
—Vaya, no sabía nada de eso —dijo Tom.
—Yo si... —aseguró Jack, cabizbajo y con aire afligido. Algo muy extraño ya que él es el más alegre de todos nosotros.
—Oh, cierto. Tu... —Danna no terminó su frase, parecía ser un asunto delicado para el pintor.
Yo simplemente observaba con intriga. Jack levantó su rostro y me miró.
—No es una historia muy agradable —confesó, mostrándose desinteresado, como si el tema no fuese la gran cosa. Aunque segundos antes parecía afectarle—. Yo vivía en Abis con mi madre. Ella trabajaba de decoradora en las mansiones de los ricos de Avior. Todos los nobles conocían su trabajo y la solicitaban mucho para que ella fuese a adornar sus fiestas. Cuando recibí mi grimorio comencé a trabajar con ella. Yo la ayudaba a pintar murales únicos y bellos para las noches de baile de las familias aristócratas. Estas pinturas eran capaces de transmitir un realismo casi fantástico. También usaba mi tiempo libre para refinar mi Magia de Dibujos. Pensaba que con ello nuestro estilo de vida iría mejorando, ya que nuestro negocio crecería. No solo dependeríamos de las decoraciones, sino que también venderíamos cuadros —parecía extrañar esos días. La añoranza en sus ojos no se podía ocultar—. Un día, mientras hacíamos un trabajo, surgió una disputa entre unos guardias de la ciudad. No entendíamos porque discutían, pero nos preocupaba que dañaran las pinturas que aun no habían secado. Mi madre intentó calmarlos, pero a cambio, uno de ellos la golpeó. En ese momento intervine y utilicé uno de mis hechizos y logré contenerlos sin ningún esfuerzo. Ese día fue el inicio de mi pesadilla. El duque para el que estábamos trabajando vio mis habilidades y quedó maravillado. Luego de ese día, comenzó a insistirle a mi madre para que accediera a dejarme en su casa como su sirviente. Mi madre se negó rotundamente en cada ocasión. En un principio fue cortés en cuanto a su petición, pero a medida que pasaban los días, se fue volviendo más y más agresivo —a medida que contaba su historia, parecía que se le estaba haciendo más complicado narrarla. Le aseguré que si no quería continuar, estaba bien. Pero el insistió en continuar—. Una noche estábamos caminando en la plaza central de Abis, mirando las luces de la ciudad flotante. De un momento a otro, todo se oscureció por una bolsa de tela sobre mi rostro. Después de eso fui atado y cargado por alguien. Lo único que podía hacer era escuchar los gritos de mi madre apagándose. Cuando por fin quitaron la bolsa de mi cabeza, me encontré en lo que parecía ser una mazmorra mugrienta. Estaba encerrado y no podía utilizar magia para escapar. Estuve allí solo durante unas horas, cuando vino alguien a donde estaba, esa persona era el duque. Aseguró e insistió que no tenía nada que ver con esto y que me ayudaría a salir. Era obvio que todo era obra suya, yo no era tonto. Cuando salimos, me llevo a su casa y me dio ropa limpia. Insistí que quería ver a mi madre, pero él aseguró que no podían encontrarla. Así que me tenía que quedar allí hasta que apareciera. Así pasaron los días y las semanas. Un día escuché una conversación entre dos mujeres de la cocina, hablando sobre un cadáver que encontraron en un canal de desagüe de Abis, aseguraban que era una decoradora que accidentalmente se había caído allí. En ese momento supe que era mi madre.
—E-es horrible. Lo siento mucho —le dije. Entendía perfectamente lo que estaba sintiendo.
—Yo no creía que hubiese sido un accidente. Así que fui hasta el estudio del duque y lo enfrente para que me dijera la verdad. Él simplemente rió y me dijo que ahora yo le pertenecía y haría lo que él quisiera. A partir de ese día me obligó a entrenar día tras días, durante horas, muchas veces sin comer ni beber nada. No me permitía salir fuera de la mansión. Y cuando acababan el entrenamiento, me quitaba mi grimorio y lo escondía para que no pudiera intentar escapar. Me colocó en una habitación sin ventanas y cerraba la puerta con llave. Ni siquiera podía hablar con otras personas. Estaba totalmente aislado.
—¿Cómo lograste huir de allí?
—Poco a poco me fui resignando a la idea que permanecería allí por siempre. Así que comencé a realizar todo tipo de trabajos para ese duque durante todo un año. Lo que me fue dando libertades poco a poco. En un punto ya no me quitaba mi grimorio ni me encerraba en un cuarto sin ventanas. En una fiesta que hizo el duque para celebrar el asenso de su hijo, casualmente me encontré con el profe Evan. Me comenzó a hablar de cómo acogía a chicos y les daba un hogar. A partir de ese día, me imaginaba como sería mi vida fuera de ese lugar, viviendo en ese sitio que me había descrito. Así que sigilosamente me las ideé y logré escapar en un descuido del duque. Luego duré semanas a la intemperie, hasta que lo encontré y le conté mi historia. Él me aceptó inmediatamente y bueno, ya lo demás es obvio —sonrió tras terminar su relato.
—Vaya. Fue realmente intenso todo lo que viviste —aseguré—. Me alegra que pudieras llegar hasta mi tío.
—Fue una verdadera coincidencia —declaró el tío Evan—. Me sorprendió mucho saber de su historia. Por suerte, ya es alguien adulto que es capaz de defenderse por sí mismo.
—Claro, si el duque Spiegel vuelve a aparecer frente a mí, lo usaré de brocha para mis cuadros —dijo él con determinación.
Todos lo apoyamos. En ese instante, Samuel salto del asombro por el repentino escándalo.
—¿Ya llegamos? —miraba confundido hacia todas partes.
—Falta poco, aunque espero que lleguemos antes que esa tormenta —dijo mi tío, mientras miraba hacia el cielo. En el horizonte se veía como las nubes grises se estaban acumulando y acercando hacia nosotros.
—Yo no tengo una historia trágica como la de Jack o la tuya —aseguró Tom—. Mi vida no ha sido mala en ningún aspecto.
—Me imagino, hijo único del duque Ampere de la Región Sur ¿qué tan mala podría ser? —se burló Danna.
—No seas cruel. No tengo la culpa de haber nacido allí —se quejó.
Al poco tiempo de haber llegado, supe que Tom era el heredero del ducado Ampere. Su padre era amigo de mi tío Evan, así que por protección le pidió que cuidara a su único hijo. Ahora que lo pensaba, era lo mejor, tomando en cuenta la tensa relación que hay entre la Región Sur y la corona. Aunque de ese tema no habíamos escuchado absolutamente nada. Debido a lo remoto de nuestro hogar, las noticias apenas y llegaban.
Tom a pesar de vivir entre la aristocracia, no parecía ser arrogante como sus similares. Al contrario, se podría decir que era tan vulgar como cualquiera de nosotros.
—Recuerdo que cuando llegó, parecía un gatito en un lugar nuevo. Observaba todo con temor y apenas hablaba —aseguró Danna entre risas.
—¡E-eso no es cierto! —dijo Tom avergonzado.
—Oh, yo lo recuerdo —intervino Samuel—. Siempre llevaba puesto un sombrerillo ridículo y su peinado era perfecto —lo escaneó de pies a cabeza—. Realmente has cambiado, ahora pareces un salvaje. Dante ha hecho un buen trabajo.
—¡I-idiotas! —se giró, con el rostro enrojecido. Todos reímos.
En esos breves momentos, la lluvia comenzó a caer, leve como una caricia de las nubes. Mi tío decidió hacer el mismo truco que hizo cuando me llevó a la casa la primera vez. Envolvió las ruedas con agua y elevó un poco el carruaje para que los baches no lo afectasen.
Un fuerte trueno desde los cielos nos hizo brincar por el susto. Yo observé al camino hacia la casa. El viento frio, acompañado de minúsculas gotas, se sentía extraño. Parecía indicarme algo, aunque no entendía que. Tal vez solo fuese mi imaginación, pero esa sensación me inquietaba.
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