Capítulo II: Sin nombre
Aunque fuese una magia mediocre, no me importaba. Solo darle un nombre era suficiente. Le callaría la boca a aquellos que se burlaban y proclamaban con alegría mi falta de atributo.
Levitando frente a mí, estaba por fin mi grimorio. Mostrándome su cubierta con patrón de rompecabezas gris medio —a excepción de unas cuantas piezas de tonalidades más claras u oscuras— junto a un sutil resplandor grisáceo pálido. Sentía la necesidad de abrirlo y al fin romper con la agónica intriga. Debelar el atributo de mi magia y mostrárselo a todos.
A simple vista, podría ser Magia de Neblina, o tal vez Magia de Cristal. Pero su raro patrón de rompecabezas agregaba más intriga. Su grosor era considerable, lo que significaba que poseía gran numero de hechizos.
—¡Vamos, ábrelo! —dijo a mi lado el señor Eugene. Por su tono de voz, pude deducir que estaba emocionado. Se escuchaba igual que hace un año cuando Darrell recibió el suyo.
—A fin sabremos cómo llamar a tu magia —comentó Darrell a mi lado.
—Si —tragué fuerte a medida que el libro se acercaba hasta mis manos—. Estoy nervioso.
—Yo también. Aunque no sea yo quien reciba grimorio...
Las palabras de mi amigo fueron interrumpidas por el estruendo causado por los primeros hechizos de todos aquellos que recibieron sus grimorios. Pude apreciar como bolas de fuego y agua se alzaban hacia el cielo, también fuertes ventiscas y rocas voladoras. Todos estaban demostrando su potencial al máximo.
—Este año hay muchos jóvenes talentosos —dijo de repente el señor Eliot Bonnet, quien caminaba junto a su hijo, Royd. Un chico arrogante, frívolo y narcisista. No le importaba pisotear a quien sea con tal de conseguir diversión. Yo era el principal blanco de ataque en la academia o en casa de los Rosewald—. Una nueva camada ya ha conseguido sus grimorios.
Ambos se observaron entre ellos luego que miraron que yo tenía grimorio. Parecía que tenían una conversación telepática, que concluyó en una especie de concierto.
—Estoy muy feliz de haber recibido mi grimorio. Aunque tenía una sospecha de cuál sería mi atributo, igual me sorprendí al descubrir que soy un usuario de Magia de Arena —dijo el chico con arrogancia.
—Que bien, Royd. Es un muy buen atributo —le dijo el señor Eugene—. Estábamos por saber cuál es la magia de Zack.
—Entonces, vamos a verla —era obvio que su interés era para burlarse de mí. Pero no me importaba, ya que con mi grimorio le cerraría la boca.
Hice que el libro levitara hasta quedar a una distancia justa entre él y yo. Posicioné mi mano a unos centímetros por encima del grimorio y dejé circular la magia.
Con mucha lentitud la cubierta se movió, dejando a la vista la primera pagina, él primer hechizo. En ese momento, cinco pares de ojos estaban encima de mi libro, incluyendo los míos. Mi frente sudaba, al igual que mis manos. Cuando la primera pagina estaba completamente a la vista, mi corazón dio un vuelco. Estaba en blanco.
—¿Qué pasa? —indagó mi amigo.
—N-no hay nada —a duras penas pude gesticular las palabras.
—¿Qué? No entiendo.
Moví la hoja para dar paso a la siguiente página, pero era el mismo resultado. No había ningún hechizo. Pasé a la próxima, y luego a la siguiente de esta. Pero el resultado era invariable. No estaba entendiendo nada.
—M-mi grimorio... está en blanco —dije, aguantando las ganas de llorar.
—Vaya, pero que novedad —escupió Royd. Me giré para verle, estaba a punto de soltar una carcajada, al igual que su padre—. Pero mira el lado bueno, tu grimorio encaja perfectamente contigo.
Tenía razón. Una magia sin nombre para alguien sin nombre.
—Zack...
No quería que intentaran compadecerse de mí. No me lo merecía, el mismo universo me estaba demostrando mi valía.
—Cuñado, aun me cuestiono lo que viste en ese chico como para llevarlo a vivir contigo. Es un total desecho —declaró el señor Eliot.
—Él no es un desecho —confrontó Darrell—. El es mi amigo y no dejaré que nadie le falte el respeto, aunque sea mi propio tío.
—Primo, tú sabes que él no pertenece a nuestro estatus. ¿Por qué te empeñas tanto en aferrarte a algo inservible? —cuestionó Royd.
Mi amigo no dijo nada. Pero con solo mirar su rostro se podía deducir que estaba muy enojado. Una pequeña vena en su mejilla derecha sobresalía cuando se molestaba. En suma, tenía ambos puños a punto de explotar por la presión.
Sin que hiciera algún gesto, su grimorio levitó hasta quedar frente a él. Luego sus páginas se movieron furiosas hasta llegar al hechizo deseado. Su primo sonrió e hizo lo mismo. Aquel grimorio era de un tono parduzco, con un marco más oscuro y un cuadro más claro en el centro. También emitía un brillo amarillento, propio de la Magia de Arena. En cambio, el grimorio de Darrell era hermoso, de un color azul pálido, adornado por unas elegantes líneas ondeantes de color plata y en el medio una equis formada por dos cruces invertidas. Su brillo era una rara mezcla de blanco y azul.
—Magia de... —antes que siguiera continuando, su padre se interpuso entre él y su primo.
—Hijo, recuerda que no siempre podemos arreglar las cosas con solo un hechizo.
—Pero...
—Sé lo que tratas de hacer, pero no es la forma —Darrell bajo su rostro y su grimorio se cerró con ello. Luego giró su cabeza para observar al par de nobles. Tenían una mirada victoriosa que no se molestaban en disimular—. Ustedes deberían sentir vergüenza por su comportamiento. Zack está bajo mi protección, así que cualquiera que le falte el respeto, tendrá problemas conmigo —padre e hijo no mostraron importancia a la advertencia—. No querrás que mi financiamiento a las minas se acabe en este punto tan crítico, ¿o sí?
El señor Eliot se puso rígido, como si hubiese recibido una patada en sus partes nobles. Parecía que no esperaba esas palabras tan contundentes del señor Eugene. Trago fuerte y pasó su dedo entre su camisa y su cuello.
—V-vamos, cuñado. No deberías ponerte así. S-son simples juegos entre chicos —trató de excusarse, intentando parecer bromista y carismático.
—Cualquier falta de respeto a un miembro de mi familia no es un juego para mí —se acercó hasta nosotros y con un sutil gesto, nos indicó que camináramos en línea recta—. Vamos a casa, tengo un regalo que darte —se dirigió a mí.
—P-pero... Eugene.
—Luego hablaremos, Eliot —sin más, poco a poco dejamos al par atrás—. No soporto a los nobles. Son tan arrogantes, que piensan que el universo dejará de funcionar sin ellos. Y por eso se creen superiores al resto.
—Papá, también somos nobles —le recordó su hijo.
—Sí, pero no ando por ahí humillando a otros, simplemente por no pertenecer a la misma clase social.
—Siento mucho que tuviera que discutir con el señor Eliot. Es mi culpa —musité.
—No te disculpes, Zack. Ellos son los que deberían disculparse por tener ese comportamiento.
Me mordí la lengua. Sí que tenía la culpa. Si hubiera conseguido un grimorio de verdad, habría podido demostrar que estaban equivocados. Pero en cambio, fui "bendecido" con un grimorio inútil y una magia sin nombre.
Aunque, ¿qué más podría pedir alguien como yo? Era perfecto para mí. Alguien sin un pasado, sin familia, sin habilidad y sin futuro. Una pieza sobrante en el perfecto engranaje del mundo. Algo sin valor que va navegando sin rumbo por el infinito de la nada.
Ahora que lo pensaba. Era ridículo aspirar a convertirme en algo más allá de mis propios límites.
Muy en el fondo de mi corazón, ocultándose de la razón, existía una pequeña esperanza que él se fijara a en mí, luego que recibiera mi grimorio. Que idiota fui.
El destino parecía ser un trastornado psicópata. Luego de mostrarme una salida a la libertad y llenarme de esperanzas. A pasos de salir, arrancó mis alas sin piedad solo para ver cómo me retorcía impotente. No cabían dudas de que él era cruel.
—No importa que habilidades tengas. Sabes bien que siempre serás mi hermano —aunque sus palabras estaban llenas de comprensión, me dolían como agujas finas penetrando mi cuerpo. Mi anhelo no era ser querido como un hermano.
—Gracias —le dije, para mantener esa mascara que me había puesto hacía ya mucho tiempo. En un principio me sirvió para mantener en secreto mis sentimientos prohibidos, pero luego me acostumbré a usarla siempre que quería ocultar mis verdaderas emociones.
Pero han habido momentos en los que la línea entre mi actuación y mi verdadero yo desaparece por completo, dejándome sin poder diferenciar uno de otro. Ni siquiera poseía una verdadera personalidad.
Pensar en todo ello, me hacía cuestionar mi propia existencia.
¡Buenas tardes o noches, o mañana! Aquí les dejo el segundo capítulo de esta historia. Espero que les haya gustado.
¿Qué opinan? Me encantaría leer sus comentarios.
También los invito a pasarse por mis otras historias disponibles en mi muro.
¡Nos leemos luego!
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