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Etapa VII : Separación

Gruesas gotas caían por el follaje, sumadas al tormentoso viento, haciendo de aquel bosque una gélida tumba.

Geraldine trató de erradicar esas ideas, extendiendo sus brazos hacia el frente, quitando cuanta rama se le cruzara; huyendo aterrada, sintiendo su helado cuerpo desgarrarse a cada paso que daba.

Aracné se lo había gritado:

"¡CORRE!"

La conocía muy bien; tanto, que jamás le hubiera dicho eso, de no ser realmente necesario. No la estaba sobreprotegiendo, sino que buscaba dejarla con vida.

Aun así, por un paso suyo, oía diez más. No podía evitar el reflejo de girar su cabeza, observar su desolado alrededor, reflejando el escenario más macabro que pudiera imaginar.

Tenía su piel bañada en sudor frio, sus ropas tan mojadas que parecían estar hechas de un rasposo metal; sus ojos derramaban lágrimas sin cesar, confundiéndose con la lluvia. Seguía sintiéndolo cerca, cada vez más a su alcance; los pulmones pedían auxilio, carentes de oxígeno.

Sin embargo, la adrenalina podía más, al pensar en cómo se vería ahora: más alto, fuerte. . . implacable, macabro, cual bestia infernal. Como un atemorizante espectro, deformándose en algo siniestro, cuando recordaba el último intento. Ésa vez, que intentó degollarla.

Algo duro se incrustó en su pierna, obligándola a apoyarse en el inmenso pino que tenía frente suyo, oyendo cómo se acercaba cada vez más. Quiso retomar su huida, y una sombría voz la detuvo, al tiempo que algo se adentraba entre sus cabellos. Dejándole una dolorosa herida, se dio la vuelta, resignada a enfrentarlo.

La pelinegra estaba dejando todo, en esa distancia que la separaba de su amiga. Exigía a sus extremidades, concentrando sus sentidos en la más mínima pista de rastro, en medio de la espesura.

Recordaba en esos momentos, sin saber bien el por qué, la manera en la que debían adistrarse los canes policiales: serían fieles, siempre que recibieran estrictas órdenes y cariño.

Al acabar esa extraña premisa, se vió frente a una criatura inpensable como humana; para ella, únicamente igualable al perro custodio del mismísimo infierno. Y estaba a punto de atacar salvajemente, apuntando con una daga, a su querida amiga.

Consiguió llegar a tomarlo de la muñeca, separarlo por un momento producto del tacto entre ellos, e indicarle el camino a su única hermana. Pero Geraldine no se rendiría, por lo que se aferró a su brazo, obligándola a correr juntas, una vez más.

Era una sensación agotadora, y por sobre todo, dolorosa. Porque Gera lo sabía, ni bien divisaron la carretera, que la pelinegra vería hacia atrás. Lo haría, lo vería de nuevo, y la perdería;

ésta vez, para siempre.

— Aracné, prométeme, que no me soltarás. . . —

Antes de poder contestar, la joven pelinegra divisó, detras de su amiga, a escasos metros de donde estaban, una profunda y demandante mirada. La de un feroz depredador.

Los ojos del asesino se clavaron en los suyos, indicando una clara y firme petición

—  Geraldine. . . perdóname —

*11/09/2019 pronto subiré el capítulo final

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