Su madre por quintésima vez la había menospreciado, siendo que no era nada agradable desayunar con un desconocido distinto cada día; pero esa mañana había cruzado el límite. 

Había insultado la memoria de su padre, la persona más importante para ella. 

Por ese entonces, sólo se levantó en silencio para preparar su mochila de viaje, cuidando que todo estuviera en orden. Y la mañana que partió, la pelinegra cuidó especialmente en llevar dos pequeños paquetes consigo, para luego saltar la valla del jardín trasero y dirigirse a tomar el micro. 

El transporte la llevaría a un campamento ambiental, junto a otras 19 personas incluídos los 4 organizadores del mismo, y su mejor amiga que la esperaba en la fila del bus. 

  —¡Aracné, aquí estoy!- 

  —Geraldine. . . - 

 A causa de la voz apagada, la chica enseguida comprendió el mensaje: algo había ocurrido, pero conociéndola imaginaba que pronto haría pagar con creces tal ofensa, con lo cual la abrazó afectuosamente 

  —Quédate tranquila, ya esta hecho. . . - 

 —No olvides que estoy para lo que necesites, y sea lo que fuere se lo tiene merecido; eres una buena persona que siempre la ha ayudado, no guardes culpas - 

  —Gracias, amiga - 

Luego de subir y sentarse al fondo, la joven morena comenzó a tomar fotos apenas vió el verde follaje, que parecía tragar el vehículo en su profunda espesura. Sin embargo,  la mente de Aracné divagaba en el último presente que le dejó a su progenitora; utilizando sus costumbres en contra suya, de una manera sigilosa pero que sólo ella podía haber recreado. 

De tal manera, la mujer cayó frente al retrato de su difunto marido. Se imaginó claramente a su hija, con sus opacos ojos en las penumbras de aquella sala, contemplando el peso de tantos pecados. 

El sorpresivo golpe final, cortó las cuerdas con las que tantas veces la había lastimado, cargando una frívola ira.  

  —Ése es tu castigo, por dañar a mi tesoro - 

Sumida en sus pensamientos, bajo el viaje nocturno, se colocó los auriculares con lentitud. Pero, la nostalgia pesaba tanto en sus lagrimales que Aracné dejó caer el aparato, despertando a Geraldine. Por la mirada interrogante de su amiga, ella sólo contestó en un susurro 

  —La canción era hermosa, pero evocaba recuerdos tristes en mí. . . - 

Gera quiso consolarla, cuando al levantar el celular vió su foto en el fondo de la pantalla, donde habían salido juntas a un parque 

  —El collage te quedo muy bonito, adoro esta fotografía - posando su mano en el hombro de la joven, aclaró —Y con respecto a eso, deja de culparte. Se ahogará en su vino barato, como de costumbre. . . - 

—Y el responsable será quizás el próximo invitado que llegue a esa casa. Porque, después de todo, estoy de viaje hace rato; y el cianuro de potasio es muy eficiente - 

Quién diría que, en esa premeditada venganza con dueña y sin responsable, apareciera un tercer  elemento sin identificar. . . 

¿Aún?