8: Ella
Se arrepiente de haber aceptado la propuesta; no importa que haya sido por el resto del grupo, no importa que su identidad vaya a permanecer en el anonimato, lo que importa es que no quiere estar ahí, en la discográfica Hirano Records, esperando para grabar la nueva canción de Ame. ¿Así sin más, sin ensayar? ¿Tanta fe tienen en ella?
La presión que le atenaza la boca del estómago se vuelve insoportable por momentos; tanto, que le dan ganas de llorar para aliviar la tensión. Yuuichi prometió no aparecer, pero, ¿y si el productor decide que tiene que estar presente para supervisar el trabajo? No, Risa quiere pensar que hizo esa promesa a sabiendas de que podría cumplirla. Quizás sea mucho suponer, pero Yuu jamás se la juega con la música.
La joven se levanta del sofá y se aproxima a la ventana para distraerse contemplando la calle e imaginando las vidas de la multitud que transita las aceras, pero un dolor tirante en el costado le arranca un gemido. Inspirando hondo, Risa se endereza con cuidado y masajea la zona lastimada con movimientos suaves y circulares. Justo en ese instante, la puerta de la salita de espera se abre y entra su padre acompañado de Takeru, el guitarrista del grupo. Sonriente, el chico la envuelve en un cálido abrazo.
—¡Cuánto tiempo! —exclama—. ¿Qué tal todo? Tu padre nos ha contado que has empezado a estudiar en un colegio con mucha clase.
<<¿Clase? Sí, eso está claro que no le falta>>.
—Todavía me estoy adaptando, es un cambio muy grande —responde la joven, intentando que la incomodidad no asome a su voz. Parece que lo consigue, puesto que Takeru le rodea los hombros con el brazo y ambos siguen a Masaru hasta el estudio de grabación, donde Hiroshi, el batería, y Mamoru, el bajista, la reciben con una entusiasta bienvenida. Para su alivio, no hay ni rastro de Yuu.
—¡Hola! —saluda el tipo que hasta el momento trasteaba con una enorme mesa de mezclas—. Así que tú eres la chica de la voz celestial, Serizawa Risa. Es un placer. Yo soy Genji, así, sin formalidades; aquí todos somos una familia, al menos con Ame, otros grupos son un poco... Bueno, ya sabes cómo va eso de ser famoso, ¿no? En fin, puedes empezar cuando quieras —se apresura a concluir ante la severa mirada que le lanza Masaru—. ¿Estás nerviosa? ¿Necesitas unos minutos?
Risa niega con la cabeza y respira hondo; sí que está nerviosa, pero sabe por experiencia que la espera siempre lo empeora. En Kioto sus amigos nunca entendieron que se ofreciera la primera cuando había que hacer presentaciones ante toda la clase; ellos preferían fingir que eran invisibles y esperar, acompañados de una angustia creciente, a que el profesor leyera sus nombres.
Si estuvieseis allí con ella y le preguntaseis, Risa no sabría cómo describiros la sensación de encontrarse dentro de la famosa sala acolchada de los estudios de grabación, delante del mítico micrófono, frente al cristal a través del cual Ame, Genji y Masaru la observan, expectantes, y con los enormes cascos de turno tapándole las orejas; diría que es como estar aislada del mundo exterior, ya que no oye nada, pero sin estarlo realmente porque ve la sala al otro lado del cristal.
—Cuando quieras, Serizawa —le llega la voz de Genji a través de los cascos.
La joven pone la hoja con la letra en el atril y le hace una señal. En realidad, no la necesita, se la sabe de memoria, pero los nervios son traicioneros y prefiere no confiarse demasiado.
Cuando la hermosa melodía inunda sus oídos, su cuerpo se relaja al instante y Risa se deja acunar por el suave mar de notas. La canción habla de desamor y de culpa, de resignarse y continuar adelante, pero sin poder olvidar aquello que se ha perdido. Es profunda y real, no la típica balada triste con estrofas mediocres y comerciales; consigue que todo en su interior se remueva y afloren los recuerdos, pero se sobrepone y continúa cantando hasta que vuelve a hacerse el silencio. Solo entonces abre los ojos y observa, complacida, a los ocupantes de la sala contigua: ellos también han vuelto a recorrer senderos de su mente que creían olvidados.
Risa sonríe y coge aire, a la espera del veredicto.
—No tengo palabras —murmura Genji con los ojos húmedos—. ¿Por qué no te dedicas a esto de forma profesional? Eres mil veces mejor que todas esas crías aficionadas que llegan aquí con sus aires de grandeza y creyéndose divas.
—Gracias, pero prefiero una vida tranquila y únicamente mía.
Takeru, Mamoru y Hiroshi estallan en una alegre carcajada. Su padre dice algo, que el micrófono de Genji no capta y a lo que Takeru asiente, y abandona el estudio.
—Parece ser que Ame tiene una agenda bastante apretada esta semana —le aclara Genji, que se ha percatado de su ligero fruncimiento de ceño—. Bueno, vamos a hacer alguna prueba más, ¿vale?
♫♪♫
—De todas las versiones, me quedo con la primera —comenta Mamoru, tras dar un trago a su taza de té.
—Y yo —secunda Hiroshi—, creo que es en la que Risa ha estado más natural porque ha cantado tal y como sentía la canción. ¿Tú qué opinas, Takeru?
Los cuatro están tomando un descanso en la salita en la que Risa ha tenido que esperar cuando ha llegado a la discográfica. A pesar de que la decoración tiende a la frialdad e impersonalidad del minimalismo, predominando el blanco y el negro, la presencia de sus tres amigos de la infancia impregna la estancia de calidez. La joven está muy feliz de volver a verles.
—¿Takeru? —insiste Hiroshi, dándole un suave codazo para devolverle a la realidad.
Su amigo, que se encuentra reclinado hacia un lado en actitud despreocupada, pestañea y clava sus iris de ébano en Risa, que se encoge ante la intensidad de su mirada.
—Levántate —ordena, seco.
Hiroshi se le queda mirando con el mismo gesto confuso que Mamoru y Risa tienen pintado en la cara. ¿Qué mosca le ha picado? ¿Por qué de repente está tan adusto?
—¿Qué pasa? —se preocupa Mamoru, levemente intimidado. Los pómulos altos y marcados de Takeru y sus ojos casi negros le confieren un aspecto imponente cuando se pone serio, más aún cuando se enfada.
Takeru no responde, continúa con la vista clavada en Risa, y en sus labios comienza a esbozarse una mueca de impaciencia. Viendo que no tiene opción, la joven obedece y se queda súbitamente quieta, como un animal deslumbrado por los faros de un coche, cuando el chico tira del faldón de su camisa y lo dobla hacia arriba. ¿Cómo se ha dado cuenta? Siempre ha sido muy avispado, pero ella ha tenido todo el cuidado del mundo a la hora de disimular los pinchazos de dolor... o eso creía.
<<A lo mejor no he sido lo bastante rápida antes...>>
—¡Risa! —exclaman Mamoru y Hiroshi, asustados, al ver el feo cardenal que tatúa su costado.
—¿Quién diablos te ha hecho esto, Risa?
Ella se muerde el labio, incapaz de contestar; lo único que desea en esos momentos es desaparecer.
—Por favor, no se lo digas a Yuu —implora casi en un sollozo, temerosa de lo que el joven pueda llegar a hacer si se entera. Su ex novio nunca ha sido de los que se callan y lo dejan correr, siempre la defendía de las burlas de los otros niños cuando eran pequeños; Yuuichi era como el clásico príncipe azul que se enfrenta a mil peligros para salvar a la princesa, era su Link, aunque a ella no le pegase el papel de Zelda.
Takeru relaja la expresión y la envuelve en un protector y paternal abrazo.
—Perdona mi rudeza —se disculpa, acariciándole el pelo con ternura—, pero le prometimos a Naoki que cuidaríamos de ti; además, sabes que siempre has sido como una hermana para mí. ¿Quién ha sido? —insiste con más suavidad—. Por favor, dínoslo.
Risa se separa del joven y se vuelve a sentar. A su lado, Mamoru le toma la mano entre las suyas y aprieta con suavidad para infundirle ánimos, para decirle con ese mudo gesto que cuenta con todo su apoyo. Ella cierra los ojos y se toma unos segundos para ordenar las ideas.
—Hay un chico en mi instituto que tiene locas a todas las chicas —comienza a explicar, vacilante—, y que era el novio de la presidenta del Consejo de Estudiantes... Al menos, hasta que yo llegué, según tengo entendido.
>>La cosa es que esa tía me ha puesto en su lista negra porque dice que ando tras el chico en cuestión, que no es cierto. Resumiendo, él la ha dejado y ella se ha cogido un rebote tremendo y ha ordenado a sus secuaces que me hagan la vida imposible. —Risa suspira—. Esto ha sido obra de un trío de chicas que me han tirado balones cuando la clase de gimnasia ha terminado y nadie las veía... Me ha tocado recoger el material y... bueno, me han acorralado.
—¿Y no te has quejado a la dirección del centro? —pregunta Hiroshi, extrañado—. No puedes permitir que continúe, Risa, el acoso escolar siempre va a peor. No te creas toda esa basura de que la indiferencia es la mejor opción.
La chica frunce la boca con disgusto y desvía la mirada hacia la ventana.
—Es la hija de un político, seguro que tiene a toda la plantilla de profesores y a la dirección compradas. De todas formas, se gradúa este año, así que solo tendré que aguantar hasta marzo.
—¡¿Hasta marzo?! —exclama Mamoru con los ojos desorbitados—. ¡Risa, estamos en septiembre! Además, ya has oído a Hiro: ignorarla no te va a servir de nada.
—Hay un punto que no me termina de encajar —interviene Takeru, que ha vuelto a tomar asiento junto a Hiroshi—: si dices que todas están locas por ese chico, ¿por qué la ha tomado contigo? De estar interesada, no serías la única.
—Eres como un halcón —bromea la joven, en un vano intento por relajar la tensión que impera en el ambiente—. Sí, el chico me miró más tiempo del socialmente educado y la presidenta se enteró, vino a dejarme las cosas claras y yo no me callé. Lo siguiente que sé es que él la dejó poco después y ahora ella piensa que es por mi culpa. ¡Es un colegio de chiflados, en serio! —Suspira y se inclina hacia la mesita para coger su bebida. ¿En qué estaba pensando su padre cuando la matriculó allí? Su anterior colegio era privado, sí, pero con alumnos de clase media, ¡el mundo de los ricos le queda grande!— En fin, ¿qué tal vosotros? ¿Es cierto que te has echado novia, Takeru?
El aludido pone los ojos en blanco.
—Es una chica que conocimos en una fiesta de la discográfica. Se pasó bebiendo y decidí acompañarla en el taxi para asegurarme de que llegaba bien al apartamento, pero no sucedió nada. Era simpática, aunque infantil.
—Te van a atosigar con ello en las entrevistas de esta semana —comenta Hiroshi, burlón. Su amigo hace un gesto de disgusto, pero no responde.
—Y si yo permanezco en el anonimato, ¿cómo vais a hacer el videoclip?
—Estudio y una modelo que grabe alguna escena con Yuu —responde Mamoru. El estómago se le encoge y Risa siente un leve mareo—. ¡Ella está completamente descartada! —se apresura a añadir el joven al adivinar sus pensamientos.
Ella es Yaizawa Mika, la idol en ciernes con la que Yuu incumplió su promesa. Como estrella femenina adolescente, es modelo, cantante y actriz de series románticas. Lo último que ha llegado a los oídos de Risa es que iba a intentar meterse en el mundo de los seiyū, las personas que ponen voz a los anime.
—¿Risa?
Mamoru se inclina hacia su amiga y vuelve a cogerle las manos.
—Estoy bien —responde la joven con el rostro tenso—, estoy bien siempre y cuando esa zorra de Mika se pudra.
Idol: significa literalmente ídolo, y son jóvenes que se han hecho famosas gracias a su belleza; suelen trabajar como cantantes, actrices, modelos o en programas de televisión. El término también sirve para los hombres, pero es más común en mujeres.
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