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30: Aquel paso de peatones


Eiji siempre se había negado a conocer al grupo porque el hecho de ver a chicas gritando como locas en mitad de la calle, cada vez que ponían alguna de sus canciones en los paneles publicitarios, dio pie a que se formara una idea equivocada acerca del tipo de música que Ame compone: no son canciones prefabricadas para adolescentes, poseen cuerpo y dicen cosas muy interesantes acerca de la vida y del mundo en general; además, el estilo es masculino y no el pop-rock que tanto vende y del que tan asqueado está. Le recuerdan a Coldrain, aunque sin tantos guturales y con un estilo más melódico.

Sonriente se vuelve hacia Risa, que observa el escenario con intensidad, y un peso muerto le cae en el estómago al pensar que el motivo es Yuuichi, hasta que se percata de que la expresión de la joven es la de alguien que tiene algo en mente. Durante un instante, siente el impulso de preguntárselo, pero con el ruido no le va a oír, así que, diciéndose a sí mismo que lo averiguará más tarde, devuelve su atención al concierto.

Eiji está disfrutando tanto con la música que no es consciente de que la actuación ha llegado a su fin hasta que el público empieza a gritar que toquen la balada. Entonces cae en la cuenta de algo que le pone nervioso: ¿dónde está Risa?

La joven ha desaparecido de su lado en un parpadeo. Escruta la multitud, pero no ve su vestido verde ni su melena suelta. En el escenario, Ame parece a punto de marcharse. Preocupado y convencido de que su amigo no habrá sido tan imbécil como para perderla de vista, se vuelve hacia Atsushi, pero una repentina ovación devuelve su atención al escenario y hace que la boca que se le abra de par en par: Risa ha sustituido a Yuuichi, y, ahí arriba, con los focos iluminándola y ese vaporoso vestido, parece una criatura feérica.

El público enmudece cuando Takeru rasga las cuerdas de su guitarra y las primeras notas surcan el aire. Poco después, la cristalina voz de Risa sumerge a todos los presentes en un dulce hechizo del que no son conscientes.


♫♪♫


No ve nada, solo formas difusas que se balancean a los pies del escenario; intenta enfocar la vista, pero todo está borroso. El calor de los focos se hace notar con intensidad, ¿cómo puede Hiroshi aguantar pegándole a la batería durante tanto tiempo seguido sin desfallecer? ¡Incluso bebiendo agua con regularidad, la cantidad de líquido que debe de perder en forma de sudor ha de ser tremenda!

No creía que fuera capaz de hacerlo, pensaba que, llegado el momento de la verdad, su cuerpo se paralizaría y los pies se quedarían pegados al suelo; sin embargo, ha recordado que es muy probable que Naomi y más alumnos de su instituto se encuentren entre el público y eso le ha proporcionado las fuerzas necesarias para dar la cara. Después de que su secreto saliera a la luz y la balanza se inclinase hacia la admiración, ¿qué más da que ahora sepan que es ella la que pone voz a la última balada de Ame? El empeño de Naomi por hundirla la ha hecho salir a flote. ¿Quién hubiera dicho que le debería algo a esa niña de papá?

Risa sonríe cuando, en la parte instrumental que hay a mitad de canción, Takeru y Mamoru se le acercan, uno por cada lado, y le plantan un par de besos en las mejillas. El público ruge, encantado con el tierno e inesperado gesto. Risa no puede explicarlo con palabras, la sensación de libertad que te proporciona el subirte a un escenario y cantar para cientos de personas que sabes que están ahí por ti es indescriptible. No le extraña que gran parte de los cantantes acaben creyéndose dioses.

La canción termina y el público grita, enfervorecido; quieren más, pero el concierto ha llegado a su fin. Sin saber muy bien lo que hacer, Risa contempla cómo Mamoru y Takeru dejan sus instrumentos a un lado y se despiden, sonrientes. Ahora que las luces están fijas y los nervios han pasado, las siluetas difusas adquieren la forma de personas y comienza a distinguir caras: la mayoría desconocidas y otras tantas familiares, aunque solo sea por habérselas cruzado en los pasillos del instituto; siempre ha tenido buena memoria para los rostros.

Una repentina chispa de maldad la obliga a buscar a Naomi entre la multitud; quiere ver su expresión, pero no la localiza. No puede haberse ido ya, lo más seguro es que se esté lamiendo las heridas en la sombra para no darle el gusto de verla consumirse de rabia.

La joven se sobresalta al sentir una presencia a su lado que se adueña del micrófono y le rodea la cintura con el brazo. Las chicas estallan en chillidos de emoción y se apresuran a sacar sus teléfonos móviles para bombardear a Yuuichi con fotos. Instantáneas en las que también saldrá Risa...

<<Despídete del anonimato, querida Risa... Adiós, Anonimato>>.

—¡Dad un fuerte aplauso a Serizawa Risa —exclama Yuuichi—, nuestra sirena y la chica que hasta ahora había sido un misterio!

La joven se contiene para no hacer una mueca cuando su ex novio la llama sirena y saluda al público con una tímida sonrisa.

—Vamos —le susurra Yuu al oído, y, mientras abandonan el escenario por un lateral, las luces se apagan, pero el griterío no muere.

Una vez dentro de la carpa que han habilitado como camerino, Mamoru la abraza.

—¡Ha sido genial, Risa! —exclama, sonriente—. Gracias.

—Sí —Yuuichi le ofrece una botella de agua del tiempo que coge de la mesa—, gracias. La verdad es que no me lo esperaba.

—Ya —Risa se sienta en la primera silla que encuentra y mira al grupo con cara de perplejidad—, yo tampoco. —Suspira—. Bueno, supongo que acabo de traicionarme a mí misma.

—¿Por qué? —inquiere Hiroshi, tomando asiento a su lado, pero Risa se limita a sonreír como si la hubieran pillado en una falta.

Sus amigos y Masaru se reúnen con ellos unos minutos más tarde. Padre e hija se miran en silencio hasta que la joven sonríe y sacude la cabeza, como si se estuviera recriminando el no haberlo visto venir.

—Gracias, papá.

El hombre inclina la cabeza, y a Risa le parece ver un atisbo de sonrisa, pero es tan fugaz que lo más probable es que lo haya imaginado.

—¿Tenéis hambre, chicos? —pregunta, mirando a los amigos de su hija, que asienten un tanto desconcertados.

—En cuanto el parque se despeje y podamos alcanzar los coches, nos vamos de cena —informa Takeru, y Erika es incapaz de contener el grito de emoción.

El lugar al que Ame les lleva a cenar es una elegante izakaya que suelen frecuentar. Risa frunce el ceño, extrañada, ya que en esta clase de locales es habitual consumir bebidas alcohólicas y ellos todavía no tienen la edad mínima para beber. Otro detalle que le llama la atención es que el bar esté vacío; sin embargo, al ver la enorme sonrisa con la que el dueño les recibe, las piezas del puzle encajan en su mente.

—Os he preparado una de las habitaciones privadas por si acaso —comienza a explicar el hombre mientras les guía por el local—; aunque el cartel de la puerta diga bien claro que la izakaya está reservada durante unas horas, siempre hay algún cliente que intenta colarse, y no sería bueno, ni para vosotros ni tampoco para mí, que os vieran bebiendo alcohol sin haber cumplido los veinte, ¿verdad?

—El señor Ichida es el suegro de Hirano —le explica Hiroshi a Risa, que, sentada en el tatami, observa, con cara de perplejidad, la puerta que el hombre acaba de cerrar. —Hirano es el dueño de la discográfica para la que trabajamos —añade, volviéndose hacia los amigos de la joven.

—¿Tenéis una relación cercana con vuestro productor? —inquiere Atsushi, con las cejas enarcadas, mientras llaman a la puerta y una camarera entra, trayendo consigo los oshibori.

—Bueno —Yuuichi le da las gracias a la mujer con una sonrisa—, ¿habéis oído hablar de Silver Tears?

—Mi madre suele decir que el día que se separaron fue el peor de su vida —comenta Erika—. Estaba enamorada del guitarrista. —A Risa se le cae la toallita en el regazo, pero se las arregla para que parezca que ha sido torpeza—. ¿Qué pasa?

Los miembros de Ame están haciendo vanos esfuerzos por aguantar la risa y Erika les mira incómoda, convencida de que ella es el motivo.

—Hirano era el batería —continúa Yuuichi, con los ojos clavados en la joven—, mi madre la vocalista y el padre de Risa, el guitarrista.

Muerta de vergüenza, la chica se tapa la cara con las manos.

—Por favor, dime que bromeas —murmura, y todos se echan a reír.

En las izakaya los platos están pensados para compartirse entre varios, así que lo normal es pedir un poco de todo e ir picando mientras se bebe cerveza o sake. Los chicos optan por la cerveza y, solo al final de la cena, que transcurre de forma amena y desenfadada, Yuuichi pide una botella de sake para celebrar que Risa se haya dado a conocer. Todos están un poco borrachos, pero nadie pone objeciones.

—Yo tengo una pregunta —anuncia Nagisa, y alza su vasito de cerámica para reclamar la atención del resto—. Lo que dijisteis en aquella entrevista sobre el nombre del grupo, ¿es cierto u os estabais quedando con la presentadora?

Los cuatro jóvenes sueltan una carcajada.

—Es cierto —responde Hiroshi, aún riendo—, Risa es una testigo fiable.

—Fue de esas escenas que merece la pena conservar para la posteridad —sonríe la joven y procede a contarles a sus amigos lo que sucedió.

Estaban en el garaje de Takeru, el lugar donde el grupo ensayaba en sus comienzos, y, de repente, Hiroshi se levantó de un salto y gritó: <<¡Tíos, que todavía no tenemos un nombre!>>. La situación fue tan cómica que, en lugar de enfadarse por el sobresalto, todos se echaron a reír y decidieron que era momento como cualquier otro para bautizarse oficialmente. Dijeron un montón de bobadas y, cuando de pronto comenzó a llover a cántaros, fue como si el cielo les hubiera dado la respuesta. Los cuatro exclamaron: <<¡Llueve!>>, y ahí nació el nombre del grupo.

—A Hirano no le gustaba, ¿os acordáis? —sonríe Mamoru—. Dijo que era el clásico nombre para un grupo de pop adolescente, y entonces, Yuu, le soltaste que o lo tomaba o lo dejaba, y se le cambió la cara por completo.

—¡Es que ese tío es imbécil! —exclama Hiroshi con disgusto—. No me extraña que Masaru no le aguante.

—Ni Masaru ni mi madre porque, gracias a él, Silver Tears se fue a la mierda.

—¿Por qué? —interviene Eiji, curioso.

Yuuichi le lanza una mirada sombría y toma aire, no obstante, es Risa quien contesta:

—Estaba enamorado de Megumi, pero ella no le correspondía y él se convenció de que tenía algo con mi padre, así que, cuando ya no lo pudo soportar más, dejó el grupo y heredó la discográfica de su familia. Silver Tears intentó buscar otro batería, pero Hirano debía de tener un don especial porque no conseguían que la música sonase igual, de modo que... —La joven hace un desenfadado gesto de impotencia—. Se acabó.

—Sabes que no andaba del todo desencaminado, ¿no? —Risa se atraganta con el sake y, tras reponerse, mira a su ex novio con los ojos como platos. El joven esboza una sonrisa a camino entre la perplejidad y la burla—. ¡Venga ya, Risa! ¿No sabías que tu padre y mi madre estuvieron saliendo en el instituto?


♫♪♫


El momento en el que al fin pone un pie dentro de la limusina constituye un alivio para Risa y una decepción para sus amigos, que se lo estaban pasando en grande; sobre todo Erika. Risa también estaba disfrutando, no obstante, la revelación de Yuu la ha dejado mal cuerpo porque induce a preguntas que no se quiere plantear, pero que flotan a sus anchas por su mente. Por otro lado, su ex novio no dejaba de lanzarle miradas calculadoras a Eiji, y la joven estaba cada vez más tensa y temerosa de que el chico se diese cuenta y le enfrentase.

—¿Estás bien?

—¿Eh?

Risa da un respingo de sorpresa al percatarse de que acaban de entrar en el vestíbulo de su edificio; iluminado con luz artificial, les muestra su cara más tétrica.

—¿Es por lo de tu padre y la madre de Yuuichi? Sucedió hace mucho, ¿no? Y lo importante no es con quién saliera en su adolescencia, sino quién fue la definitiva.

<<Ese es el problema... Que nunca la hubo>>.

—Sí, es cierto, pero... —Suspira y pulsa el botón del ascensor—. No sé, choca bastante.

—Ojalá pudiese decir que te entiendo, pero no conozco a ninguna de las antiguas novias de mi padre.

—¿Y te quejas? —exclama la joven, mirándole como si acabara de afirmar que la Tierra es plana y que los planetas y el sol giran a su alrededor.

Eiji suelta una carcajada y Risa sonríe, de nuevo sintiendo la misma calidez que la invadió la tarde que él la tomó de la mano para cruzar aquel paso de peatones.

Izakaya: bar o restaurante japonés tradicional.

Tatami: estera japonesa hecha de paja de arroz recubierta de bambú.

Oshibori: toallita, caliente o fría, que sirve para lavarse las manos antes de comer.

Sake: en occidente se conoce como "vino de arroz", pero, en realidad, la palabra sake significa "bebida alcohólica" y no se obtiene siempre del arroz; esto último depende de la región de Japón en la que uno se encuentre.

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