24: Momento oportuno
Risa alza la vista de su diario cuando oye el sonido del timbre. Solo puede ser Eiji, que le trae los apuntes que Erika ha tomado para ella. <<Es un encanto>>, piensa mientras escucha a su padre abrir la puerta y dar la bienvenida al joven.
—Está en su habitación. Pasa.
La chica sonríe al distinguir, con perfecta claridad, los vacilantes pasos de Eiji de los de Masaru, firmes y rápidos. Segundos después, su padre llama a la puerta y se asoma.
—Tienes visita... ¡Risa, haz el favor de taparte!
—Pero si ya estoy bien...
—Que te haya bajado la fiebre no significa que estés curada. —Masaru suspira y se aparta para dejar pasar a Eiji—. En fin, a ver si a ti te hace caso.
—Así que eres una enferma terrible —bromea el joven cuando se quedan solos.
—Estoy bien —replica Risa, señalando la silla del escritorio con un gesto del brazo. Eiji sonríe y toma asiento.
—Tu padre tiene razón, no deberías confiarte.
Tras poner los ojos en blanco, la joven deja el diario a un lado y se echa una pequeña manta por los hombros. Azul, suave, calentita, de su madre... A pesar de que la ha lavado varias veces, aún le sigue oliendo a ella y todavía se le humedecen los ojos.
—¿Risa?
Se sobresalta; durante unos instantes había olvidado la presencia del muchacho. Avergonzada, se limpia las lágrimas y carraspea.
—Me traías los apuntes de Eri, ¿no?
—Eh... ¡Sí! Sí. —Incómodo, Eiji abre la mochila y busca el cuaderno en el que ha metido las hojas que le ha dado su amiga—. Te los ha copiado, así que... —las manos le tiemblan al tendérselos— puedes quedártelas.
—Gracias...
Perpleja por su repentino nerviosismo, Risa sigue la mirada de Eiji y deja escapar el aire en un suspiro trémulo.
—Por eso pegué a aquel chico, porque llamó prostituta a mi madre —confiesa mientras contempla la foto de Lucía—. Falleció hace unos meses. Un... accidente.
—Lo siento.
—Tranquilo. En fin —Risa deja los apuntes en la mesilla—, será mejor que descanse un poco.
♫♪♫
Sus mejillas están ligeramente ruborizadas y tiene aspecto de no haber dormido bien; lo más probable es que la fiebre regresara por la noche. <<Debería haberse quedado en casa descansando>>, piensa mientras salen del edificio. Ella no parece muy comunicativa (lo cual entiende) y él no sabe qué decir después de la visita de la tarde anterior. <<¡Di algo para que la situación no sea tan incómoda!>>.
Carraspea.
—Encontré al chico que me comentaste.
Risa le lanza una vaga mirada de soslayo y asiente. Eiji desvía la vista, sintiéndose violento porque ella no parece demasiado interesada en mantener una conversación. <<Tal vez sea porque aún está enferma, o tal vez...>>
—¿Estás bien? —tantea.
Se dio cuenta de que había algo raro en la forma en que Risa pronunció la palabra <<accidente>>. Tampoco le pareció que la chica que le saludó desde el sofá fuera de la familia, pero no va a ser él quien saque el tema, no lo considera adecuado.
—Cansada.
—¿Por qué no te has quedado durmiendo?
Cuando Risa vuelve a mirarle, Eiji siente una descarga eléctrica desde la nuca hasta los talones; durante un instante algo cercano a la ternura ha brillado en las pupilas de la muchacha, aunque bien podría habérselo imaginado. Sobre todo, teniendo en cuenta lo que dice a continuación:
—Es irreal... como si le estuviese sucediendo a otra persona o como si soñara. Es así la mayor parte del tiempo, ¿sabes?, hasta que, de repente, la atmósfera se vuelve densa y gris y me oprime. —La voz de la joven se vuelve más monótona con cada palabra pronunciada, haciendo estremecer a Eiji—. Sencillamente, un día no regresó a casa. Estaba hablando con ella por teléfono cuando... —Cierra los ojos y vuelve a abrirlos muy despacio—. Ahí empezó la sensación de irrealidad, en el funeral; no cuando me enteré ni cuando la policía me interrogó. No. En el funeral, donde yo era una marioneta... —Inspira profundamente y suelta el aire poco a poco—. Continúo siéndolo...
Risa da un respingo y se vuelve hacia Eiji al notar el cálido tacto de su mano en el hombro. El chico tiene el rostro descompuesto.
—Está bien, Risa —susurra—. Está bien.
Ella asiente y vuelve a sumirse en su mutismo mientras que él trata de apartar de su mente lo que la joven acaba de confesarle. ¿Qué diablos pasó para que la policía tuviera que interrogarla?
♫♪♫
Protegida de entrometidas miradas ajenas por los cristales tintados de la limusina, espía a la masa de estudiantes que atraviesa el arco de entrada. Está buscando a alguien concreto y cuando la ve llegar en compañía del actual presidente del Consejo, sus dedos se crispan y un silbido de basilisco escapa de sus labios. Sabe que debería darle igual porque el siguiente otoño se marchará a estudiar moda a París y hubieran tenido que romper, pero esa maldita mestiza le ha robado unos meses que podrían haber sido preciosos, y ha de pagar por ello. No solo eso, también ha conseguido que la echen del Consejo de Estudiantes, y luego está lo que sacó en claro de la historia que aquella chica le contó.
—Pero se acabó, Serizawa —murmura mientras abre la portezuela y se apea—. Deberías haber tenido más cuidado.
Con una sonrisa triunfante, Naomi se aproxima al grupito y se para un par de metros por delante, fingiendo que les acaba de ver. Le cuesta mantener la compostura ante la mirada de odio y asco de Eiji. ¡Y pensar que no hace tanto sus manos la acariciaban y sus labios la hacían arder!
—Serizawa, ¿podemos hablar?
—¿Ahora?
—Ya que ayer no viniste, sí, ahora. A solas —remarca como si la joven fuera corta de entendederas, al ver que sigue plantada en el sitio.
—No va a ir contigo a ninguna parte —interviene Atsushi antes de que Risa eche a andar en pos de Naomi, y Eiji se maldice en silencio por no haberlo dicho él.
El desasosiego de la ex presidenta se acentúa; ¿también lo ha atrapado a él? ¿Cómo? Ella lo intentó el primer año y solo cultivó desprecios e indiferencia, así que se convenció de que Tanabe era incapaz de sentir algo profundo por alguien que no fuera él mismo.
—Estaré bien.
Naomi la conduce hasta el aparcamiento, vacío salvo por un grupo de chicos que fuman a escondidas, aunque están demasiado lejos como para oír su conversación. Risa se fija en que el cuerpo de la ex presidenta se tensa durante unos instantes al percatarse de la presencia de los jóvenes, pero no tarda en sobreponerse.
—Serizawa... Risa. —Naomi se vuelve hacia ella y esboza una sonrisa desagradable—. Hija de Serizawa Masaru, antiguo miembro del famoso grupo Silver Tears y actual mánager de Ame, ¿no es cierto?
Pálida y sintiendo que las piernas le fallan, Risa se apoya en la pared para no caer desplomada. Naomi sonríe con malicia y saca pecho, disfrutando cada segundo de su pequeña victoria.
—¿Cómo...?
—¿Que cómo lo he sabido? Bueno, podría no haber tenido importancia el hecho de que el día de la grabación estuvieses tan calmada mientras todas nos moríamos de los nervios por verles, pero resulta que un pajarito escuchó una conversación muy interesante que tuviste con Tanabe y... En fin, me dio qué pensar, así que investigué... a mi manera, claro, porque tu padre es una persona muy reservada.
La joven apenas la escucha porque su mente está bloqueada. Alguien la escuchó hablar con Atsushi sobre Yuu. <<Pero no le mencioné directamente, ¿no? Nos peleamos en el pasillo... ¿Cómo es que nos oyeron? ¡Todo el mundo debería haber estado en el jardín! ¿Acaso Naomi mandó espiarme? ¡No, qué ridículo! ¿Quién sería tan imbécil de perderse la estancia de un grupo famoso en su instituto por algo así? Pero, a ver, ¿qué fue lo que dije?>>
—Llegaste aquí con aires de diva —está quejándose Naomi mientras juguetea con su melena—; todas las mestizas os creéis mejores que las japonesas, todas pretendéis imitar nuestra elegancia y fragilidad naturales, pero todas dais grima.
Risa pestañea, recuperándose de golpe. <<¿Pero esta tía de qué va? ¿Quién se ha creído que es? ¿Y llama fragilidad natural al hecho de andar a propósito con los pies hacia dentro? >>
—Si nos prefieren, por algo será, ¿no crees? La única que da grima aquí eres tú, tratando de utilizar tu belleza como moneda de cambio...
—¡¡Cállate!! —Durante un instante, Naomi parece a punto de abofetear a Risa, pero se contiene en el último segundo y respira hondo—. Tienes hasta la semana que viene para dejar a Eiji si no quieres que tu secreto salga a la luz, ¿te ha quedado claro? Hasta el lunes. Y más te vale darme la respuesta que espero.
Satisfecha, la ex presidenta se aleja por donde ha venido, dejando a Risa con el desayuno en la garganta. ¿Qué va a hacer, dejar a sus amigos de lado para protegerse? Pero son lo único que la ata a la cordura en ese infierno... <<Nagisa dijo que, si sabía jugar mis cartas, podía sacar provecho de la situación —trata de calmarse—, pero Naomi ha admitido estar guardándose un as en la manga... No puede ser lo de Yuu, juraría que no le mencioné, pero, ¿qué entonces? ¡No quiero que vuelva a repetirse lo de Kioto!>>
No sabe cuánto tiempo permanece apoyada en la pared, intentando pensar sin éxito, pero al regresar a la zona delantera del edificio, la encuentra vacía, al igual que los pasillos. Con un suspiro abatido, deja caer los hombros y se cambia los zapatos con rapidez; su profesor de historia no es una persona precisamente amable, y está segura de que buscará la forma de humillarla delante de sus compañeros por su retraso.
Está tan apurada por llegar a clase que no ve al joven que la espera cerca de las escaleras hasta que él pronuncia su apellido. Un escalofrío le baja por la espalda al reconocer la voz; el chico de la enfermería tenía razón, aunque no esperaba que la buscase dentro del instituto. Despacio, se da la vuelta para encararle.
—Me expulsaron —dice, luchando por mantenerse firme y resuelta, por no demostrar el miedo que le contrae las tripas—, ¿qué más quieres?
—Recibiste la expulsión mínima y se rumorea que ahora formas parte del Consejo junto con esas dos patéticas a las que llamas amigas. —El muchacho ladea la cabeza y deforma sus finos labios en una sonrisa cargada de desprecio—. Con razón Saito está que echa humo... Parece ser que Sonohara es muy... hábil, aunque tú eso ya lo sabes, ¿verdad?
—¿Qué quieres? —vuelve a preguntar la joven, y, en esta ocasión, la voz le tiembla.
—Lo que quiero es llevarte a un sitio apartado y hacer contigo lo que me apetezca... Fotos incluidas, claro. No vamos a permitir que solo tú y yo lo sepamos, ¿no?
El terror es tal que, al intentar huir, Risa olvida que sigue en mitad de las escaleras y tropieza, golpeándose la rodilla en la caída. Su agresor suelta una carcajada burlona y da un par de pasos hacia ella.
—Eh, oye, aquí no, que podrían pillarnos...
—Exacto, podrían —afirma una voz masculina a su espalda.
El chico da un fuerte respingo y sus piernas empiezan a temblar al tiempo que su rostro pierde el color. Risa respira aliviada y se incorpora hasta quedar sentada y abrazada al pasamanos. Su salvador es uno de los chicos que estaban fumando en el aparcamiento, un muchacho alto que desprende cierto aire de peligro a pesar de sus amables facciones.
—Ta-Takeda... yo...
—¡Lárgate! —le espeta el recién llegado—. Y más te vale olvidarte de futuras venganzas, ¿queda claro?
El chico asiente con fervor y echa a correr escaleras arriba. Takeda le tiende una mano a Risa, que le observa con una mezcla de asombro, agradecimiento y miedo. Al ver que no va a reaccionar, el joven la toma por la muñeca y la levanta con delicadeza.
—Ya está. No tendrás que volver a preocuparte por él nunca más. Además, su plan hacía aguas por todas partes, pero nunca ha sido muy inteligente, que digamos.
—Gra-Gracias... Takeda.
—No hay de qué, Serizawa.
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