
13: Casting
La mañana del lunes amanece fría, como un presagio del invierno que seguirá al otoño y llenará Tokio de blanca pureza. Será el primer invierno de Risa en esa ciudad nueva y tan diferente de su amada Kioto. Quién le iba a decir que terminaría echando de menos a los hombres que por la noche hacen la ronda recordando a la gente que han de tener cuidado con los fuegos (ya que allí muchas de las casas son de madera); también añora sus románticas calles adoquinadas y flanqueadas por comercios de arquitectura tradicional; la tranquilidad que se respira en contraste con el organizado caos de Tokio... Además, su hermano se marchó ayer por la noche, de modo que la sensación de pesar es aún mayor de lo que debería.
Con un suspiro de nostalgia, la joven se despereza y se permite remolonear unos instantes más antes de levantarse a desayunar. Al ver a Suzume hurgando en la nevera, sus labios se fruncen en una mueca de disgusto.
—El tuyo es el de abajo.
La mujer se vuelve y la saluda con fingida simpatía.
—Estaba buscando la leche —explica con un mohín infantil—, pero no la veo.
—Se habrá gastado —dice Risa, encogiéndose de hombros, mientras enciende la cafetera—. Apúntalo en la lista de la compra y luego me paso por el konbini.
—¿Seguro que no hay? ¡Es que no me puedo tomar el café solo!
Risa suspira con hastío y abre la nevera para buscar la dichosa leche ella misma; su madrastra es capaz de tenerla delante de las narices y no verla, pero, tal y como ha predicho, se ha terminado.
—Hazte un té —sugiere con indiferencia.
Suzume chasquea la lengua.
—Me compraré un café de camino a la agencia —resopla mientras se pierde por el pasillo. Risa se aguanta las ganas de reír. <<En lugar de veintiocho, parece que tenga quince años>>.
—¿Qué pasa? —Masaru entra en la cocina con la camisa a medio abotonar—. ¿Cómo es que todavía no te has vestido?
—No hay leche.
Risa le tiende el café que acaba de hacer y tira el envase de la cápsula antes de poner una nueva. Esa clase de cafeteras están demasiado de moda; en su opinión, las de presión hacen mejor café, pero, según su padre, son sucias y ruidosas. A Risa las cápsulas le parecen caras, pero, para Masaru, eso es algo secundario. <<Por lo menos, me salí con la mía en la marca>>, piensa, satisfecha.
Esa mañana hay un revuelo especial en el Instituto Q. Risa teme que alguien la viera el viernes en compañía de Eiji, Atsushi y Shinobu y haya corrido la voz, pero nadie le hace caso mientras atraviesa el jardín y se cambia los zapatos frente a su taquilla. En los pasillos se respira una ansiedad impaciente que la inquieta.
—¡Voy a ir esta misma tarde! —exclama una chica al pasar por su lado.
—¡Y yo! —responde su amiga y ambas se echan a reír como tontas.
<<¿Qué demonios está pasando?>>
La inquietud da paso a la sorpresa al encontrarse a Erika fuera de clase sin la compañía de Nagisa. La joven está apoyada contra la pared y, por la forma en la que deja caer la cabeza y los hombros, algo le preocupa. Algo grave.
—¿Eri? ¿Por qué no estás dentro?
Ella la obsequia con una mirada de ojos muy abiertos y su voz tiembla al preguntar:
—¿No has visto el mail?
—¿Qué mail?
—El que nos ha enviado el director esta mañana.
—Nada me motiva a meterme en el correo del instituto, y menos tan temprano —resopla Risa, sacudiendo la cabeza como si pensara que al señor Tajima le falta un hervor. Erika intenta sonreír, pero está demasiado nerviosa y las comisuras le tiemblan.
—Nos quiere ver en su despacho ahora. Supongo que te haces una idea del motivo.
Risa traga saliva y asiente; lo último que pretendía era que su amiga se metiese en problemas por su culpa.
El director las recibe con una amable sonrisa que descoloca a ambas jóvenes. ¿Dónde está la mirada severa y decepcionada que esperaban?
—Tomad asiento, por favor. Intentaré ser breve para que no perdáis mucho tiempo de clase. —El señor Tajima junta las manos sobre el escritorio y observa a las chicas con gravedad—. Bien, doy por hecho que sabéis por qué estáis aquí, ¿me equivoco? —Ambas niegan—. Entonces, vayamos al grano: me gustaría escuchar vuestra versión de los hechos, si sois tan amables. ¿Serizawa? Empecemos por ti, por favor.
La joven se toma unos instantes para organizar sus ideas y comienza a hablar, la vista clavada en el escritorio de madera de cedro y las manos retorciéndose en su regazo.
—Como ya sabe, hace unos días unas compañeras me atacaron después de la clase de gimnasia.... —El director asiente—. Bien, pues la ayuda de Sonohara y de Tanabe no fue vista con buenos ojos por el resto de alumnos, que me tomaron por cobarde y chivata. Yo pensaba hacer oídos sordos, creí que se terminarían cansando, pero el viernes, mientras iba a clase, un chico insinuó que... —Risa vacila, pero se fuerza a decirlo—: Llamó prostituta a mi madre y yo respondí pegándole un puñetazo. Él me derribó y empezó a estrangularme... —La joven se gira hacia su amiga, que mantiene la vista clavada en sus rodillas—. Entonces Erika intervino.
El señor Tajima vuelve a asentir y se quita las gafas para limpiarlas con un pañuelo que se saca del bolsillo. Sus ojos son realmente pequeños sin el aumento artificial de las lentes.
—¿Por qué esa reacción tan visceral, Serizawa? Acabas de afirmar que estabas dispuesta a hacer caso omiso de las burlas hasta que cesaran.
Risa respira hondo.
—Pero mi madre murió hace pocos meses, señor director.
El hombre no sabe qué decir. Por su parte, Erika levanta la cabeza con brusquedad, la rabia transformando sus dulces y aniñadas facciones, casi como si se tratase de otra persona.
—¡Tendría que haberle pegado más fuerte! —sisea.
Risa le lanza una mirada cargada de cariño. No es, ni mucho menos, lo que aparentaba en un principio. Ahora entiende por qué los otros alumnos las llaman excéntricas y las dan de lado, y se alegra muchísimo de que Erika y Nagisa sean sus amigas; incluso ha de admitir que los chicos también le caen bien, aunque Atsushi y su superioridad moral la saquen bastante de quicio.
—Él no lo sabía, Eri, me lo dijo porque llevo escrito en la frente que mis orígenes son humildes. Señor Tajima, le ruego que exculpe a Erika y me cargue a mí con su falta; yo la metí en problemas y asumo las consecuencias.
—¡Risa...!
El director esboza una media sonrisa suspicaz.
—Espero que no estés intentando acumular tres faltas graves para recibir la expulsión definitiva.
—¿Alguna vez se ha dado el caso?
El señor Tajima la obsequia con una mirada entornada y, acto seguido, suspira como si todo el peso del mundo recayera sobre sus hombros, que parecen anchos y fuertes por efecto de las hombreras.
—La verdad, Serizawa, es que me encuentro en un grave dilema. Verás, la familia del chico al que golpeaste hace generosas donaciones al centro y quiere que ambas recibáis un justo castigo, pero ha sucedido algo que me impide castigarte. —Risa frunce el ceño, confusa, pero el director no da más detalles—. Creo que me veo en la tesitura de pedir la opinión del Consejo de Estudiantes.
<<Para que ellos se coman el marrón y usted pueda lavarse las manos>>, piensa, furiosa, pero entonces cae en la cuenta de algo, y su ira se congela, transformándose en un escalofrío que le baja desde la nuca hasta los pies.
—No puede dejarlo en manos de Naomi, señor Tajima; intentará perjudicarnos todo lo que pueda.
El director esboza una sonrisa breve.
—Saito ha sido destituida —afirma, y a Risa le parece detectar una mezcla de orgullo y alivio en su tono de voz.
—¿Eh? —<<Así que Eiji ha cumplido... ¿Cómo lo habrá hecho?>>— Pero si la presidenta ya no está...
—Serizawa —el señor Tajima se recoloca las gafas, que se le han resbalado por el puente de la nariz—, créeme cuando te digo que pretendo que el castigo os sea lo más leve posible; las dos sois de corazón noble.
Entonces lo entiende: el director no es más que un monigote en manos de las familias ricas que controlan el instituto con sus donaciones, pero el Consejo de Estudiantes va por libre, y, dentro de ese selecto grupo, está Eiji.
♫♪♫
—¿Qué os ha dicho? —pregunta Nagisa, y la impaciencia que se cuela en su tono sorprende a Risa. Por supuesto, sabe que su amiga posee emociones, pero las gestiona con una eficacia envidiable.
Dado que el aula está vacía y tienen cosas de las que hablar, han decidido comer allí mismo, alrededor del pupitre de Risa.
—Que lo deja en manos del Consejo de Estudiantes y que Naomi ya no es la presidenta, lo cual es un inesperado golpe de suerte. Le pediré a Eiji que influya en el resto para que a ti no te castiguen, Eri.
—¡Pero no es justo! Era plenamente consciente de las consecuencias, Risa, no puedes cargar con toda la culpa.
—Tranquila, no será mi primera falta grave y a mi padre le va a dar igual. —<<Hace tiempo que me considera una carga>>, añade para sí mientras despega los palillos. Sus amigas la observan, expectantes, y ella siente un ligero pinchazo en el corazón al recordar ambos incidentes—. La primera fue porque me peleé con una chica que perseguía descaradamente a mi antiguo novio y la segunda... —<<Tan suaves que sentía que flotaba>>—. La segunda fue porque nos pillaron enrollándonos y lo calificaron de <<conducta indecente>>.
Erika deja caer la cabeza contra la palma de su mano y pestañea despacio; solo le falta suspirar y sonreír como una boba mientras mira al techo. Risa cree que está fantaseando con haber vivido la escena en su propia piel hasta que la joven pregunta:
—Todavía le quieres, ¿verdad? ¿Cortasteis porque te tuviste que mudar?
<<Cortamos porque me engañó con una de mis mejores amigas>>. Risa se apresura a cambiar de tema al sentir que los ojos se le humedecen en exceso.
—¿Por qué está todo el mundo tan excitado?
Erika hace un gesto de fastidio, claramente molesta por no poder cotillear sobre uno de sus temas favoritos, y mira a Nagisa, que frunce el ceño, confundida.
—¿Es que no revisas el correo? —Risa pone los ojos en blanco—. Veo que no. Pues si lo hubieras hecho, sabrías que Ame van a grabar parte de su nuevo videoclip en nuestro instituto, y por eso han organizado un casting para elegir a una alumna como modelo.
—¡Besar a Yuuichi! —exclama Erika, extasiada.
—¡No te imagines tanto! —la regaña Nagisa.
—¡Vale, vale! Pues me conformo con pedirle un autógrafo en el concierto que darán en dos semanas. Iremos, ¿verdad? No he visto que haya entradas a la venta, pero es al aire libre...
A Risa sus voces le suenan muy lejanas; de repente, hace mucho frío y calor al mismo tiempo...
Cuando abre los ojos se encuentra tumbada en el suelo, con la mochila como almohada y las piernas en alto. Es una postura un tanto indecente porque la falda le resbala por los muslos, pero solo están sus amigas para verla; ambas a su lado, mirándola con ansiedad. Sin embargo, la preocupación da paso al alivio al ver que ha despertado.
—¡Qué susto! —exclama Erika—. Entonces, ¿no voy a buscar al sensei?
—Solo ha sido un bajón de tensión —niega Nagisa en un tono que evidencia que es la tercera o cuarta vez que lo repite.
—Lo siento... —Despacio y con la ayuda de Erika, Risa se incorpora hasta quedar sentada—. ¿He estado mucho rato inconsciente?
—Unos minutos. —Nagisa le tiende el bentō a medio comer y Risa contiene una arcada—. Termínatelo, necesitas recuperar fuerzas.
<<¿Cómo se les ha ocurrido algo así? No, ha sido cosa de Yuu... Pero, ¿por qué? ¿Y por qué papá lo ha permitido...? —Le tiemblan tanto las manos que apenas es capaz de utilizar bien los palillos—. ¡Claro, por eso el director no podía castigarme! Pero si lo deja en manos del Consejo de Estudiantes...>>
—¿Risa? —Erika le sostiene la cabeza al tiempo que lanza una fugaz mirada hacia la puerta—. No te irás a desmayar otra vez, ¿verdad?
♫♪♫
—Pero todavía no se ha establecido un nuevo Consejo.
—Lo sé. —El señor Tajima le hace un gesto a su interlocutor para que tome asiento—. Solo te necesito a ti, no quiero que ciertos detalles se sepan. ¿Vas a ocupar el antiguo cargo de Saito?
—Pensaba cedérselo a Maki, pero dice que necesita un poco de tiempo, así que, sí, seré el presidente hasta que me gradúe.
El director suspira.
—Tiemblo al pensar en lo que se me va a venir encima cuando el señor Saito me rinda cuentas, pero las pruebas de chantaje que me has facilitado hablan por sí solas.
Eiji sonríe, la capacidad de manipulación de Maki es tan admirable como temible, pero, a diferencia de Naomi, ella es una persona noble que pretende mejorar el instituto; sin embargo, ha tenido que hacer cosas de las que se arrepiente, como ordenar a esas chicas que pegasen a Risa. A Eiji le va a llevar un tiempo perdonárselo.
—Era lo correcto.
—Sí, desde luego. —El señor Tajima se aclara la garganta—. Bueno, vayamos al asunto que nos concierne, que me sabría mal estar robándote tiempo sin que hayas comido: por un lado, tengo al padre del chico, banquero, presionando para que Serizawa y Furano reciban un castigo ejemplar. —El hombre hace una pausa y Eiji asiente, indicándole que puede continuar—. Bien, por el otro lado, el padre de Serizawa es el representante de Ame, el grupo que hará que nuestro instituto gane en prestigio, ¿comprendes?
Eiji tarda unos instantes en salir de su estupor. ¿El padre de Risa promociona a Ame? Ahora entiende el motivo de que el señor Tajima solo se lo haya confiado a él, y también se reafirma en la decisión que tomó con Maki cuando quedaron para que la joven le entregase las pruebas que había estado acumulando contra Naomi.
—Ya veo: teme que el señor Serizawa retire su oferta si su hija es expulsada, pero tampoco puede ignorar a la familia del chico agredido.
—Exacto.
Eiji suspira y se pone en pie.
—No se preocupe, señor Tajima, mañana le comunicaré mi decisión.
♫♪♫
<<No me puedo creer que lo haya hecho —piensa Risa mientras recorre los pasillos del supermercado en busca de la leche para Suzume—. Bueno, tampoco es que me hayan dejado opción, pero no importa porque no estaré allí cuando llegue el día>>.
Tras coger la leche y alguna cosa más, Risa se pone a la cola y espera pacientemente a que la mujer que tiene delante pague. El cajero, un joven no mucho mayor que ella y que parece ser nuevo, a juzgar por la torpeza con la que se maneja, no le quita los ojos de encima, y Risa se siente profundamente aliviada cuando por fin abandona el konbini y echa a andar en dirección a su casa.
—¿Has comprado leche? —le pregunta Suzume en cuanto la oye llegar. Desde el recibidor le llega el sonido del televisor, sintonizado en un programa de cotilleos sobre famosos.
—¿Cómo sabes que soy yo? —contesta la joven, irritada—. Podría haber sido mi padre.
—Masaru no llega tan pronto —replica su madrastra con suficiencia.
—Mi padre depende de la agenda de Ame. ¿Quieres hacer el favor de bajar el volumen?
La mujer estira tanto el brazo para alcanzar el mando del televisor que está a punto de caerse del sofá. Sacudiendo la cabeza, Risa deposita la bolsa de la compra sobre la encimera y empieza a sacar las cosas para guardarlas en la nevera y en los armarios.
—Sabía que eras tú porque, por desgracia para ti, no has heredado ni pizca de la educación y elegancia naturales que posee tu padre.
Masaru llega media hora después y, para irritación de Risa, saluda al entrar. Suzume le lanza una mirada burlona, pero la joven la ignora y se concentra en el estofado que está preparando.
—Eso huele bien —comenta Masaru mientras se sirve un vaso de agua—. Por cierto, ¿qué hacías antes en la Hirano Records? No me digas que te has apuntado al casting.
Risa se vuelve hacia su padre con brusquedad y le clava su mirada de pantera.
—¿Por qué me he tenido que enterar por mis amigas? ¿Y por qué lo has permitido?
Masaru suspira con cansancio y se apoya en la encimera, junto a su hija.
—No me apetecía discutir contigo por nada. —La muchacha se vuelve hacia él, boquiabierta, pero el hombre continúa hablando antes de que tenga tiempo de protestar—: Ya sé lo que vas a decir: que soy más que su mánager, y es cierto, pero trabajo y vida personal no pueden ir de la mano, Risa.
—Pero sabes por qué lo hace Yuu.
—Sí, y por eso contaba con que fueras lo bastante inteligente como para no apuntarte al casting.
—No podía decirles que no a mis amigas —replica la joven con los labios apretados.
—Risa —Masaru clava en sus ojos una mirada seria en la que la muchacha ve titilar un brillo de decepción—, no caigas en el eterno e infantil error de engañarte: podías haber dicho que no, pero no has querido.
Konbini: tienda de conveniencia que abre las veinticuatro horas.
Bentō: ración de comida para llevar.
Sensei: es un título honorífico que se emplea con profesores, médicos, políticos y otras figuras de autoridad. También sirve para expresar respeto por una persona que ha alcanzado cierto nivel de maestría en una determinada habilidad, de modo que puede usarse con novelistas, poetas y maestros de artes marciales.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro