Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

11: Las apariencias engañan


El director expulsó temporalmente a las tres jóvenes con efecto inmediato, pero Naomi sigue controlándolo todo desde su trono en la tercera planta. ¿No dijo Eiji que sabía cómo hacerla caer? Han pasado dos días, ¿a qué demonios espera? Es lo que Risa se pregunta una y otra vez mientras recorre los pasillos del instituto e ignora los comentarios y las miradas burlonas. No ha visto a Nagisa ni a Erika en la entrada; probablemente ya estén en clase.

—Apesta —se queja una voz femenina en su oído.

—¡Es un bebé! —exclama otra chica y varias más la corean con llantos fingidos.

Risa se contiene para no apretar el paso; si creen que los insultos no la afectan, tal vez se cansen y busquen otro blanco al que acosar. A fin de cuentas, solo quieren destacar y sentirse poderosas hasta que encuentren otra cosa que les llame más la atención. Sin embargo, hay un insulto que no puede ignorar:

—¡Eh, mestiza! —grita un chico—. ¿Qué hizo tu madre para que te permitieran matricularte?

La joven se detiene y se da la vuelta, tensa. Una cosa es que se burlen de ella, pero por nada del mundo va a permitir que insulten a su madre. El muchacho, que está riendo su propio chiste junto a su público, no lo ve venir, razón de que sus ojos se abran como platos cuando acusa el puñetazo. Las risas enmudecen de golpe y parte de los presentes escapa a sus respectivas aulas.

—Me parece que te has hecho más daño tú del que me has hecho a mí —se burla el chico cuando se repone de la impresión—. ¡No se pega un puñetazo con el pulgar dentro de la mano, estúpida!

—No vuelvas a meterte con mi madre.

—¡Y ahora me amenaza! ¿Habéis visto? —En un fugaz movimiento que Risa es incapaz de prever, el joven la derriba y le rodea la garganta con una mano—. Diré lo que quiera y a quien quiera, ¿te queda claro? Así que si tu madre es una puta...

Su agresor cae a un lado, echo un ovillo y gimiendo de dolor, cuando, de repente, alguien le propina una fuerte patada en la entrepierna. Risa boquea y se incorpora hasta quedar de rodillas. Entonces una mano entra en su campo visual y ella la acepta en un acto reflejo.

—Gracias... ¿Eri?

 La joven parece a punto de abofetearla.

—¡¿Estás loca?!

—¿Perdona?

Contrariada, Erika sacude la cabeza y la conduce a clase, indiferente a las miradas de asombro que las rodean.

Durante el resto del día sus amigas se muestran un tanto taciturnas. Risa piensa que es porque están disgustadas con ella, pero no se arrepiente, volvería a hacerlo. Sin embargo, después de haber sido humillado por dos chicas, no cree que al joven le queden ganas de buscar la revancha.

—Vamos a que te miren la mano —dice Nagisa cuando terminan de comer—, creo que está un poco hinchada.

Kanata se muestra muy sorprendido al escuchar el motivo de la visita.

—Desde luego, carácter no te falta. A ninguna de las dos —añade mirando a Erika. Acto seguido, comienza a examinar el pulgar de Risa.

—Ha sido una estupidez. —Las tres chicas se sobresaltan al escuchar una voz masculina procedente de una de las camas. No pueden ver a su dueño, ya que la cortina está cerrada—. Pocos hombres aceptarían una derrota así.

—No está roto —diagnostica el sensei mientras echa a andar hacia el armario de los medicamentos—, pero...

—Entonces, le volveré a pegar —asegura Risa, desafiante—. Ahora ya sé qué no debo hacer y tengo más confianza.

El joven responde con un ruidito despectivo.

—No lo entiendes, ¿eh? La próxima vez esperará a que estés sola y tal vez lleve compañía. —Risa traga saliva y se sobresalta cuando Kanata le coge la mano y aplica una crema antiinflamatoria y calmante en la zona lastimada—. Eres un patito que quiere hacerse un hueco entre los cisnes, pero ellos solo aceptan cisnes.

—Pero el patito feo resultó ser un cisne.

Ruido de sábanas rozando la tela y después un pie se apoya en el suelo, instantes antes de que la cortina se abra y muestre a un chico de primer curso que tiene un tobillo vendado y cara de exasperación.

—Podrías haberme pedido que te abriera —le regaña el sensei.

—No estoy apoyando el pie malo —replica el joven, sin apartar los ojos de Risa—. El patito feo se creía pato pero nació cisne. No es tu caso; tú no has nacido en el seno de una familia rica y eso a la gente de por aquí no le gusta. Tampoco ellas —añade, señalando con la cabeza a Erika y a Nagisa, que observan al muchacho con disgusto la primera e indiferencia en el caso de Nagisa—. Lo que intento decirte es que si te dejas arrastrar por su juego, perderás.


♫♪♫


Erika se apoya en una columna, colindante a los lectores de tickets, y, en busca de Risa, escruta los rostros de la multitud que se aproxima. Divisa a la joven hacia el fondo, pero ella no las ve porque está pendiente de encontrar su pase en el bolso.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunta sin mirar a Nagisa, de pie a su lado.

—Procurar que no se meta en más líos.

—Lo dices como si ella los buscase.

—Tampoco los evita. ¿No te recuerda a nadie?

Erika le lanza una rápida mirada entornada y luego se deshace en una sonrisa risueña dirigida a Risa, que ya ha encontrado su bono y está apunto de pasarlo por el lector.

—¿Llego tarde? Lo siento, es que todavía no me arreglo bien con las líneas.

La boca de la estación les da la bienvenida a Kabukichō, el famoso barrio rojo de Shinjuku, que conserva el nombre a pesar de que el teatro kabuki que iba a edificarse en los años cuarenta no se construyó. Risa se alegra de no tener que recorrer las calles sola; por lo que ha visto en internet, no es un lugar peligroso, pero la zona norte está llena de locales de entretenimiento adulto controlados por layakuza, y pisar su territorio la incomoda.

El barrio es un mar de luces de neón de todos los colores y las tres adolescentes no tardan en camuflarse entre la multitud de barcos que navegan a la deriva. Bares, clubes, love hotels, varios host club... Risa se fija en los jóvenes vestidos de mayordomo que van de un lugar a otro a la caza de clientas y en las chicas ataviadas con un disfraz de maid que hacen lo mismo con los hombres. El primer día que quedó con Erika y Nagisa, la más cotilla de las dos la puso al día de los rumores de su instituto, entre ellos uno que aseguraba que varios alumnos trabajan en los host club.

—¿Trabajar? —se sorprendió Risa—. ¿Para qué?

Erika se encogió de hombros y Nagisa comentó que la mayoría de los rumores no son ciertos, pero había una casi imaginada sonrisa en sus labios cuando lo dijo.

El portero que vigila la entrada de la discoteca frente a la que se detienen no es especialmente robusto, pero el aura de peligro que desprende lo compensa con creces; todos se encogen ligeramente al pasar por su lado y nadie se atreve a mirarle a los ojos. Cuando les llega su turno, Erika se saca tres pases del bolso y se los tiende con una sonrisa dulce; acto seguido, las tres chicas le muestran sus documentos de identidad, y a Risa le sorprende que el hombre no ponga ninguna pega al hecho de que son menores de edad.

Después de dejar las chaquetas en el ropero, ambas jóvenes la conducen hasta una sala donde están pinchando música techno. Tanta gente en la pista crea la ilusión de que es más pequeña de lo que realmente es. A Risa nunca le han gustado las discotecas, prefiere divertirse en el karaoke o en las salas de recreativos. Se le escapa una sonrisa al recordar el eterno pique con Yuuichi porque pocas veces la ganaba, pero el aleteo en su estómago se convierte en un doloroso pinchazo. Al igual que le sucede con la mayor parte de sus recuerdos de infancia.

—¡Me parece que no han llegado aún! —grita Erika para hacerse oír por encima del ruido.

Desde lo alto de la pasarela en la que se encuentran, Nagisa otea la pista y señala un grupo de sofás situado en un lateral, en lo que debe de ser la zona VIP. Antes de que Risa tenga tiempo de descubrir quiénes los ocupan, sus dos amigas la empujan escaleras abajo y, una vez más, se abren paso entre la multitud. Entonces la música cesa y, al igual que todo el mundo, la joven busca la mesa de mezclas. El corazón se le detiene en el pecho, pero un tirón de la manga la devuelve a la realidad al mismo tiempo que la música comienza a sonar de nuevo.

—¡No te quedes atrás! —grita Nagisa.

Aún sin poder creerse lo que acaba de ver, Risa camina tras sus amigas hasta los sofás, donde las cosas terminan de mejorar: Eiji y Atsushi están sentados con un par de bebidas sobre la mesita auxiliar. Ambos jóvenes saludando alegremente a Erika y a Nagisa, Shin consiguiendo que todo el mundo vibre... No puede estar pasando, es una horrible pesadilla de la que está a punto de despertar para descubrirse a salvo en su cama y sonreír con alivio...

—¿Estás enfadada? —pregunta Erika antes de tomar asiento en el segundo sofá.

—Sabía que pasaba algo raro —Risa suspira y se deja caer a su lado—, pero no me imaginaba esto.

No está enfadada, solo incómoda y confusa. ¿Por qué no se lo contaron desde el principio? ¿Por qué le advirtieron contra Eiji? Erika dijo que si se le acercaba, se buscaría problemas con la presidenta... ¡Claro! ¿Cómo no lo vio antes? Su amiga especificó bien claro <<dentro del instituto>>.

—Te explico: Nagisa y Atsushi se conocen desde niños porque eran vecinos. Nagisa y yo no tardamos en hacernos amigas, al igual que Atsushi y Shinobu durante su primer año; sin embargo, no sé por qué, pero dentro del instituto fingíamos no conocerles. —Erika se encoge de hombros—. Eiji apareció dos semanas más tarde de empezar el curso y se buscó problemas antes de que terminara el mes, pero los detalles mejor te los da él. Lo importante es que Naomi enseguida se encaprichó de él, y nosotras seguimos con nuestro juego para ahorrarnos líos con esa bruja. Y eso es todo, ¿estás bien?

—Sí... —responde Risa sin mucha convicción, no se puede creer que tuvieran que llegar a tales extremos. Por otra parte, su relación con ambos jóvenes no ha empezado bien y la situación le resulta muy violenta.

—¿Seguro que no estás enfadada?

—¡Es sencillamente ridículo! —Risa suelta un bufido y hace un gesto despectivo con el brazo—. ¿Qué esperas que pase ahora, Eri? ¡Lo que ha sucedido esta mañana ha sido por su culpa!

—He oído que le pegaste —comenta Atsushi, ladeando la cabeza—. Te creía más inteligente, Risa.

—Eh, no eches más leña al fuego, ¿quieres? —interviene Eiji—. Vamos a aprovechar que Risa está aquí para empezar de nuevo. —El joven le regala una cálida y amistosa sonrisa—. Desde el momento en que te juntaste con Eri y con Nagisa pasaste a formar parte del grupo y había que protegerte..., aunque los métodos no fueran de tu agrado. Seguro que ya te has dado cuenta de que el Instituto Q tiene sus propias reglas; deja que los veteranos tiremos de los hilos.

Risa resopla y se reclina en el sofá.

—Me gusta valerme por mí misma, no soy ninguna damisela en apuros.

—¿Seguro? —Atsushi hace una mueca de dolor cuando la joven le pega una patada en la espinilla—. Tu criterio deja mucho que desear.

—Dijo el que me puso en evidencia porque no pudo aceptar que le llamase tonto. Yo nunca insulto a la ligera.

Atsushi inspira entre dientes, su penetrante mirada taladrando la de Risa, que no pestañea. Eiji hace ademán de ir a mediar, pero Nagisa y Erika niegan con la cabeza. El chico asiente y se mantiene al margen.

—Está bien, reconozco que me pasé... Lo siento —se disculpa para sorpresa de sus amigos.

—Eri me aconsejó desconfiar de todos los alumnos del instituto salvo aquellos que ella y Nagisa me presentasen... —La joven sonríe—. Supondré, entonces, que las apariencias engañan.

Erika demuestra su alivio con un sonoro suspiro y se pone en pie.

—¿Me acompañas a por algo de beber? —le pregunta a Nagisa—. ¿Qué te traemos, Risa?

La muchacha quiere ir con ellas, pero ha comprendido que pretenden dejarla a solas con los chicos a propósito, así que pide un té helado y las observa marchar con un repentino y creciente nerviosismo.

—Relájate, Caperucita, que no vamos a saltar sobre ti. ¿Ya se te han bajado los humos?

Ella esboza una sonrisa forzada y desvía la mirada. Al verle con unos vaqueros y una elegante camisa roja, de nuevo siente esa falsa impresión que la invadió la primera vez que se cruzó con Eiji en los pasillos del instituto: puede que fuera un efecto de la luz o que influyese el mensaje que acababa de recibir, pero le pareció ver a Yuu.

—Así que eres de Kioto —comenta Eiji, tras propinarle un codazo en las costillas a su amigo, que se echa a reír y exclama que es demasiado tímida.

—Sí, me tuve que mudar por el trabajo de mi padre —explica la joven, sin muchas ganas de entrar en detalles.

—Yo parecido. A mi padrastro le nombraron director ejecutivo de una empresa farmacéutica aquí, en Tokio, así que hubo que hacer las maletas. —A Risa se le revuelve el estómago al escuchar la palabra <<farmacéutica>>, pues su madre se dedicaba a los mismo, aunque desde el campo de la investigación médica—. Como bien ha dicho Eri, empecé tarde mi segundo año por un problema con el papeleo de la inscripción. Luego me hice amigo del imbécil que está sentado a mi lado porque, después de partirnos la cara por una chica, decidimos que no merecía la pena y nos fuimos a tomar algo a la cafetería más cercana.

Risa sonríe y se vuelve hacia la pista de baile, llena de jóvenes que saltan y disfrutan al ritmo de la música.

—No te gusta mucho hablar sobre ti, ¿verdad? —adivina Eiji.

—Hay cosas de las que prefiero no hablar.

No pretendía ser brusca, pero se trata de una parte de su vida que aún no ha aprendido a asimilar y con la que, en consecuencia, le es prácticamente imposible convivir. Es un dolor que jamás cesa, una culpa que nunca se borra, un peso que permanece dentro del corazón para siempre.

Risa vuelve a desviar la vista y se concentra en la música que inunda la sala; es fluida y vibrante, cada canción se funde con la siguiente como si fueran una única pista.

—Tiene talento —se escucha decir.

—Lleva en ello desde la secundaria —explica Atsushi, tras lanzar una rápida mirada hacia la mesa de mezclas, donde Shinobu está completamente concentrado—, siempre ha sido su pasión, aunque, últimamente, rivaliza con la de escribir.

—¿Y no le critican por ello? No sé, como es el pasatiempo de los niños ricos...

—Si tus padres han costeado la matrícula sin problemas, por algo será —replica Atsushi, acompañando la intención con un burlón arqueamiento de ceja.

Risa le obsequia con una mirada acerada, a punto de lanzar uno de sus cuchillos, pero se da cuenta a tiempo de que el chico tiene razón y de que su mordaz comentario sobraba.

—Lo siento, no os estaba incluyendo, pero sé cómo funciona. En Kioto estudié en un colegio privado donde la gente competía por ser el mejor de la clase y no por quién tenía más dinero; ni siquiera el colegio masculino al que asistió mi hermano era tan horrible como el Instituto Q, y eso que no era precisamente un paraíso... —La joven guarda unos instantes de silencio antes de concluir—: Naoki tuvo que mirar al abismo, ¿sabéis? Pero yo no quiero llegar a ese punto.

Eiji sonríe e intercambia una mirada cómplice con Atsushi.

—Pues déjate conducir por los que ya hemos mirado.

Host club: local donde hombres jóvenes ofrecen compañía a las mujeres a cambio de dinero. Es importante matizar que no se trata de prostitución, las mujeres pagan por conversar un rato con hombres cuyo trabajo es escucharlas y hacerlas sentir queridas.

Kabuki: teatro tradicional japonés caracterizado por el drama y un maquillaje elaborado.

Love hotel: son hoteles a los que las parejas acuden para mantener relaciones sexuales.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro