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3. Thawing

Goteo.

Era lo único que escuchaba, un molesto e insistente goteo que taladraba su cabeza.

Al principio era como si lo hubieran privado de sus demás sentidos. Pero después de un rato, al goteo lo acompaño una niebla blanca saliendo de su boca, regresándole la vista.

Un frio que calaba sus huesos, regresándole el sentir.

Y su olfato regresó finalmente, con un aroma a amapolas rojas...

Roier despertó con un sobresalto, necesitó unos segundos para darse cuenta de que de nuevo era solo producto de su imaginación, en realidad estaba en su hogar, aunque nuevamente se había quedado dormido en el sofá en lugar de su cama.

Una cosa era que Roier insistiera en pasar las noches en su propia casa en lugar del gran castillo, pero si Cellbit se diera cuenta de que además no dormía en una cómoda cama seguramente lloraría.

Nunca se lo había contado a nadie, pero el extraño sueño era recurrente. Comenzó meses atrás, pero a pesar de haberlo vivido tantas veces, la idea seguía aterrorizándolo.

Un vistazo a la ventana, y al sol empezando a asomarse en el horizonte le hizo ver que no valía la pena intentar volver a dormir. Estiró sus brazos y su mirada cayó en el suelo, donde en algún punto de su pesadilla el anillo se había resbalado de su dedo.

Se le quedó observando un minuto, ya lo había ajustado un par de veces, al punto incluso que le llegaba a lastimar, pero el muy maldito siempre encontraba la forma de salirse de su dedo las mañanas que le seguían a ese sueño perturbador.

Se agachó un poco a recogerlo y colocarlo de nuevo en su lugar, hizo una mueca al ponerlo en su sitio ¿siempre había pesado tanto?

Horas más tarde, y con el sueño y sabor amargo que le dejaba ya detrás, un sonriente Roier caminaba sin destino fijo por la Isla. Cellbit y compañía tenían unos días de haber regresado de una pequeña misión y desde entonces el brasileño estaba recluido en su estudio. Siempre le dejó muy claro a Roier que podía visitarlo en cualquier momento, pero el castaño prefería dejarlo ser, nunca le gustó ser una molestia en realidad.

Foolish estaba algo raro desde ese entonces, aunque tratara de ocultarlo, era solo dejar de mirarlo y su vista se perdía. Bad definitivamente lo estaba evitando. Pero quien realmente le preocupaba era Jaiden.

Tan pronto regresaron, Jaiden desapareció del asentamiento.

Y Roier se hubiera vuelto loco de no ser porque sabía exactamente donde podía encontrarla. Es solo que, de nuevo, él no quería ser una molestia. Definitivamente algo le molestaba a su amiga, y aparentemente necesitaba un tiempo en su santuario para pensar las cosas.

Quizás fue por eso que, después de pasar un tiempo en las Favelas con Forever, Roier se sorprendió enormemente al encontrarse a Jaiden sentada en el banco frente a su casa.

- ¡Eh! Jaiden, ¿Cómo estás? - preguntó con cautela.

La chica tardó un poco en responder, pero finalmente alzó la mirada, la falta de sueño reflejada en su rostro, pero no en sus ojos. Ahí solo veía determinación.

- Roier... ¿puedes venir conmigo?

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Desde la muerte de Bobby, había pocas cosas que pudieran perturbar a Jaiden. Sin duda, una de las que más le sorprendió fue cuando Cucurucho comenzó a aparecer frente a ella con información y pequeñas misiones.

Lo primero que supo es que él no era el único “Cucurucho” en la Isla, pero aparentemente sí era el único que quería ayudarles. Y honestamente Jaiden no entendía qué es lo que trataba de decirle, o de mostrarle.

A los ojos de cualquiera, la situación era muy extraña. No se sorprendió al saber que todos en la Isla desconfiaban de ella.

Claro, todos menos Roier.

Roier siempre estuvo ahí para ella, siempre la defendió y cuidó, incluso cuando Bobby murió y técnicamente no había nada que los atara más. Y fue el mismo quien poco a poco logró que el resto de los isleños volvieran a confiar en ella.

Por eso se sentía tan mal cuando al regresar tuvo que guardar el secreto. Un secreto que podía ser el parteaguas de todo por lo que había pasado Roier. El no hizo más que cosas buenas por ella, y Jaiden se lo pagaba ocultándole una verdad que sin duda lo cambiaría todo.

Y Jaiden lloró toda esa noche, y toda la mañana siguiente. Y no dejó de llorar hasta que Cucurucho apareció de nuevo frente a ella.

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A Cucurucho nunca le agradó Spreen en realidad.

Mientras el portaba un elegante color blanco, el híbrido era todo lo contrario a él, solo podía relacionar su pelaje oscuro a la maldad.

Porque ellos eran lo correcto.

Ellos eran el bien.

Sin embargo, las órdenes de la Federación se volvían poco a poco más excéntricas. Lo que pasó de ser simples tareas de investigación sobre los nuevos habitantes de Isla Quesadilla pronto escaló en espionaje, secuestro y en algunos casos “limpieza”, una forma elegante de llamar al lavado de cerebro, realmente.

Lo notó antes de que fuera tarde y consiguió alejarse del chico castaño que llamó su atención para evitar que este fuera herido.

Y es que Roier tenía algo que lo hacía diferente. El no juzgaba, e incluso trató de incluirlo en todo lo que hacía, poco a poco fue abriéndose más a él.

Su único defecto, era Spreen.

Al principio la idea de utilizar al demonio para controlarlo y lograr separarlos parecía buena, pero no contaba con todo lo que provocaría.

Y definitivamente no contaba con que el tal Spreen se mostrara tan arrepentido, aun sabiendo que no estaba en sus cinco sentidos.

Claro, seguía siendo un bruto sin clase, pero fue ahí cuando notó que Spreen no era tan malo como pensaba...

Por eso esa fatídica noche que finalmente lo capturaron, cuando lo vio de reojo mirar con nostalgia esa flor roja como si de Roier se tratara, Cucurucho tomó una decisión.

Debía ser cauteloso, dirigirlos a la sala de criogenización, alertarlos de que la Isla no era lo que parecía.

Pero honestamente, no pensaba que Roier no iría a la primera expedición.

Y cuando sus superiores se dieron cuenta, Cucurucho fue sometido a la limpieza.

Ellos eran lo correcto.

Ellos eran el bien.

...

Pero Cucurucho ya hacía mucho que no era uno de ellos.

Días después estaba frente a Jaiden una vez más, agotado y lastimado, pero antes de que la chica pudiera preguntarle que le había pasado, le entregó un libro. Las mismas coordenadas, y una única instrucción.

“Tiene que saber. Lleva a Roier. Espera por ello.”

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Lo primero que sintió Roier al entrar, fue frio.

No solo en el ambiente, también dentro de sí.

Un frío que el conocía bastante bien, pues lo experimentaba casi cada noche.

Jaiden lo guio por la oscuridad de la extraña sala. Si bien Roier no se consideraba exactamente del tipo valiente, había pocas cosas que realmente lo asustaran, aun así, una gran parte de él quería salir corriendo del lugar.

- Este es el lugar que vinimos a investigar... -comenzó Jaiden con voz baja, casi susurrando – Sé que trayéndote a ti quizás estoy yendo contra los deseos de todos, pero... - se volvió a mirarlo – Cucurucho y yo creemos que tienes que saber lo que en realidad pasó...

- ¿De qué habl--? - Las palabras de Roier murieron en su garganta cuando se detuvieron frente a una especie de cápsula incrustada en la pared.

Celeste.

Frío.

Gélido.

Y rojo.

- Spreen... - suspiró, su aliento formando una niebla blanca frente suyo.

Estaba seguro de que Jaiden le estaba explicando algo, pero honestamente no podía entender la mayoría de lo que le decía, solo logró descifrar palabras sueltas: “capturado”, “congelado”, “meses”...

- ¿Lo entiendes? él no se fue, Roier... no fue su elección... no fue la elección de nadie...

Solo entonces Roier se permitió mirar alrededor, sintió su pecho oprimirse al reconocer a Mariana y Missa, ¿cómo pudo pensar siquiera que lo habían abandonado?

¿Cómo pudo pensar siquiera que Spreen lo había abandonado?

Con una leve sonrisa Roier llevó su mano izquierda a tocar el frio cristal que lo separaba del híbrido, el solo contacto hizo que el anillo en su dedo comenzara a quemarle. Por el frío. O por alguna otra razón...

Un ruido detrás suyo los hizo girarse, Roier pronto posicionándose frente a Jaiden en caso de que tuviera que protegerla de algo.

La pared detrás de la consola se abrió, mostrando una cuenta atrás de menos de dos minutos.

- Eso... no estaba aquí cuando vinimos –Jaiden pronto entendió a que se refería Cucurucho con “Espera por ello”

Una tenue alarma acompañada de algunas luces rojas llenó la habitación. Jaiden se acercó a la consola, intentando descifrar algo de lo que se mostraba en la pantalla.

Pero Roier solo oía un goteo, derritiendo de poco a poco no solo las cápsulas, sino también esa barrera de hielo que su corazón había colocado alrededor del recuerdo de Spreen.

5...

4...

3...

2...

1...

"Descongelamiento completado."

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Al abrir los ojos, Spreen vio su propio reflejo en los ojos de Roier.

Lo primero que sintieron, fue frío. Un frío que congelaba el pasado, en tonalidades azules.

Lo siguiente fue rojo. Suspendido en el tiempo, en forma de amapola. Y una calidez, que daba paso a un nuevo futuro.

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Escribí esto en tiempo record basado en el mini evento del sábado lol

Gracias por leer 🩷

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