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Capítulo 9

El silencio imperturbable inundó la pequeña habitación que, a pesar de estar cerca de las montañas nevadas, se mantenía agradablemente cálido y, por sobre todo, hogareño. Daba la impresión de haber estado habitada en todo momento.

Mientras Amy intentaba, apacible, limpiar las heridas del inconsciente joven pelirrojo, Cassandra continuaba de pie apoyada sobre el marco de la puerta, observando un punto fijo en el piso impecable de loza blanca, sin saber por dónde comenzar a ordenar sus pensamientos.

Aquel viaje de reconocimiento personal se convirtió, de la nada, en algo más peligroso de lo que jamás imaginó.

¿Hombres lobo? ¿Un tipo reptil? ¿Qué demonios estaba pasando? Pero, por sobre todo ¿Que otras criaturas estarían tras estos chicos?

—¿Cómo esta?

Escucha de pronto la voz de Sandu, quien ingresaba por su lado a la habitación sin esperar realmente una respuesta.

—Lo limpie lo mejor que pude... ¿Qué más puedo hacer?

Cuestiona Amy, levantándose para ceder su lugar al trigueño, observando como este molía en un mortero grande de piedra unas cuantas hierbas que no lograba reconocer.

—Por ahora es más que suficiente, gracias ¿el cachorro?

—Aquí... no quiere separarse de mí, quizás tiene frío...

Al responder, la rubia desabotona su abrigo nuevamente, dejando ver al bebe lobuno mientras este, al sentirse nuevamente desprotegido, comienza a gemir levemente al tiempo que olisquea el ambiente y a los presentes en el cuarto, ya reconociendo sus aromas.

En silencio, y notablemente más relajado, Sandu prosigue aplicando aquel ungüento artesanal de hierbas que acababa de moler sobre las heridas más profundas del pelirrojo. El procedimiento no dura más de un par de minutos donde, luego de vendar las zonas afectadas; el abdomen y su cuello, se levanta y toma el mortero junto a los restos de las vendas y gasas ensangrentadas para deshacerse de estas.

—Necesito tirar esto lejos de la cabaña o el aroma podría atraer a los rastreadores.

Comenta al notar la mirada inquisitiva de la pelinegra, la cual en todo ese momento no se había movido en lo más mínimo.

—¿Qué tan lejos? —Cuestiona en voz baja, sorprendiendo al albino por la poca agresividad con la que habló.

—Varios kilómetros... dependiendo de la dirección del viento.

—¿Demora mucho?

—Unos 10 minutos cómo máximo.

Ante la respuesta Cassandra posa su mirada preocupada en Amy, obteniendo una sonrisa afable como respuesta por parte de esta, al igual que un leve asentimiento de cabeza.

Bufando, pero igualmente sonriendo por la indulgencia de su hermana, salió del cuarto arrastrando a un confundido Sandu, esperando obtener algunas respuestas en ese corto, y aparentemente inofensivo, viaje.

Encontrándose sola en la habitación, sin contar el joven desmayado y el adormilado cachorro, la sonrisa de la rubia se desvaneció con rapidez, dando lugar a una expresión desamparada, temerosa y, en su mayoría, preocupada. Se sentó junto al pelirrojo para acariciar con sumo cuidado su rostro durmiente.

Su atención es captada entonces por el despertar de pequeño cachorro, quien se removió entre las ropas de la chica para tomar algo de oxígeno y olisquear tanto a ella como en dirección al pelirrojo

Posiblemente sentía en él un aroma familiar y parecido al propio.

Dejó salir un largo suspiro esperando así que las emociones negativas salieran de su mente y cuerpo, permitiendo al cachorro que siguiera reconociendo el aroma del joven inconsciente y, uniendo sus manos con fuerza, cerró los ojos unos instantes para murmurar.

—Estaré bien... estaremos bien...

—Deberías decirlo con mayor convicción.

La voz desconocida le provocó brincar de la cama, tomando lo primero que vio como arma para defenderse de cualquiera que intentara hacerle daño: en su lamentable caso, unas pequeñas tijeras para cortar el vendaje. Pero en el momento exacto que posó su mirada en la persona frente al ventanal del cuarto, sus ganas de gritar y pelear para defenderse, abandonaron su cuerpo por completo.

—Eres una criatura más fuerte de lo que cualquiera podría pensar.

Con ojos cerrados, demostrando una eterna serenidad y sabiduría, se encontraba frente a ella el ser más hermoso que jamás había visto en toda su vida.

Un hombre de al menos dos metros, piel caucásica, cabello largo y liso cómo el carbón se acercó a paso lento, procurando no invadir el espacio personal de la joven, quien se miraba realmente sorprendida, y ciertamente incómoda, por su perfecta presencia. Con cuidado, se inclinó frente al joven inconsciente, sin ser notado por el cachorro que ahora se encontraba cómodamente durmiendo muy apegado a su salvador. observó un poco donde se encontraba vendado y, dejando salir un pequeño suspiro junto a una solemne sonrisa, se vuelve a incorporar.

—Realizó un gran trabajo.

Comenta más para sí mismo que para la rubia, quien intentaba con todas sus fuerzas no quitarle la mirada de encima. El hombre misterioso, al voltearse a su dirección aun con su sonrisa y ojos fielmente cerrados, agrega.

—¿Lo sabías? Él nunca había realizado un ungüento de Brypinna antes, sólo lo leyó del libro de herbología que está en la biblioteca.

—¿Bry... Qué?

Cuestiona Amy sin saber realmente que decir, el hombre la hablaba con una extraña familiaridad, y con una ansiedad reprimida que normalmente lo tienen personas sin mucho contacto social.

—Oh... Lo siento, por supuesto no eres de aquí. La Brypinna es una hierba medicinal que ayuda a eliminar el veneno y a mejorar la habilidad sanadora del cuerpo.

—¿Veneno?...

Sin saber realmente qué más hacer al respecto, todo aquello ya la estaba abrumado demasiado, la rubia se sienta nuevamente en la cama, intercalando su vista entre el cuerpo del pelirrojo y el hombre que si bien procuraba darle su espacio para asimilar la situación en totalidad, se mantenía quieto en su posición sin intenciones de abandonar el cuarto.

En el momento exacto que lanzaba un exhausto suspiro con la intención de cuestionar la presencia de aquel extraño en el lugar, escucha como la puerta de la cabaña se abre de golpe, seguido por el griterío de aquella voz que tanto conocía.

—¡VOY A MATARTE!

—No es mi culpa que no vistas ropa abrigada.

—¡NO ME DIJISTE QUE IRÍAMOS A LA PUTA MONTAÑA!

—Pensé que era algo obvio... Considerando dónde estamos...

—... Te lo juro... voy a disfrutar tu muerte.

—Me lastimas.

En el interior del cuarto, escuchando toda esa absurda discusión, Amy no puede evitar sentir vergüenza al saber que, en ese momento, se encontraba alguien más escuchando la inmadura disputa. Sin embargo, el hombre simplemente parece disfrutar de la situación.

—Es bueno ver que Sandu se divierte.

—¿Se está divirtiendo? —Cuestionó la rubia olvidando por un momento que se encontraba junto a un total desconocido.

—Considerando que por décadas ha estado rodeado únicamente de libros... espero que sí se esté divirtiendo.

—¡Amy! ¿Estás bien?

Escucha la estruendosa voz de su hermana segundos antes de que ésta ingresara a la habitación con una expresión cargada de preocupación, la cual en solo segundos, cambió a una de extrañeza.

—Estoy bien... Sólo estaba con... ahm... Perdón ¿Cúal es su nombre?

—Detiam, es de verdad un placer poder hablar con usted, pequeña dama.

—El placer es mío...—Responde con cortesía junto a una pequeña sonrisa pasando por alto, una vez más, su incomodidad por ser llamada de esa manera— Su nombre es Detiam, ha estado haciéndome compañía... Supongo que conocido de Sandu —Al mirar nuevamente en dirección a la puerta, y notar como tanto Sandu, quien acababa de llegar, cómo Cassandra le miraban con extrañeza, cuestiona— ¿Qué pasa? ¿Por qué me miran así?

—Amy... ¿En serio estás bien?

Interroga la pelinegra acercándose con cuidado a la más baja, tocando su cara, cabeza y frente en busca de alguna lesión. En tanto, el trigueño decide responderle a la rubia mientras paseaba su mirada por la estancia.

—Señorita Amy... no hay nadie más en la habitación.

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