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Capítulo 7

"—¡Cassandra lo hizo otra vez! Gritó un niño de no más de diez años, corriendo por un pasillo hacia donde se encontraba la directora del establecimiento.

La mujer, una anciana de setenta y cinco años, ya habiendo visto y soportado los problemas que acarrea sobre su espalda la violenta niña de ojos extraños, soltó un suspiro cargado de agotamiento y sacó su teléfono para marcar a la única persona que parecía encontrarle un lado dulce a esa aterradora criatura.

Mientras, escondida en el baño de niñas, una joven Cassandra de 9 años, cubierta de lodo y con una mirada penumbrosa en sus orbes heterocromáticas, se abrazaba a sus piernas, sintiendo como la rabia aún navegaba en su infantil corazón.

Se sobresaltó cuando escuchó unos ligeros golpes en la puerta, poniéndose alerta en caso de tener que volver a pelear con alguno de sus estúpidos compañeros de clase. Pero todo ese instinto de supervivencia desapareció al escuchar esa dulce y gentil voz.

¿Cassy? Preguntó con cuidado la niña rubia mientras abría la puerta del baño, como temiendo asustar a la pelinegra ¿Estas bien? Papá viene en camino... la directora lo llamó. Agregó con pesar al ver la expresión amarga de la niña.

Genial... Masculló molesta, una vez más decepcionará a Caleb, la única persona en el mundo junto a Amy que no pensaban que era una causa perdida, que no pensaba que era un error. Un monstruo.

Ese simple pensamiento provocó que sus ojos, si bien seguían expresando molestia, se llenaran de cálidas y molestas lágrimas.

No llores... Amy se arrodillo frente a la pelinegra, brindándole un reconfortante abrazo Él no se enojara contigo... lo sabes, él nunca se enoja con ninguna de las dos.

Pero le prometí que no volvería a pelear... y lo hice. Jadeaba entre un desconsolado llanto, correspondiendo el abrazo de la rubia.

Entonces... Se escuchó una voz masculina, suave, pero ligeramente grave, desde el umbral de aquel cuarto cubierto de loza blanca, provocando un agradable eco. Ambas jóvenes se voltearon a verle con sorpresa, la pelinegra con vergüenza, sin embargo éste sólo les miraba con una afable sonrisa iluminando su rostro ¿Por qué golpeaste a ese niño?

Porque... Comenzó sin ser capaz de mantener la mirada del hombre, su infinita amabilidad sólo le hacía sentir más culpable. Observo los violáceos ojos de su hermana, cuando esta le tomó gentilmente la mano, brindándole un poco más de valentía para continuar Empujó a Amy... comenzó a decirle fenómeno y a molestarla... me enoje y... y... le pegue en la cara.

Le rompiste la nariz, de hecho Comentó el hombre con aspecto demasiado joven para su edad acercándose a paso lento a las pequeñas. Se incó frente a éstas y acarició sus cabellos con suavidad mientras ambas le miraban con arrepentimiento Tranquila, yo me encargaré desde aquí.

¿No estás enojado? Cuestiono la rubia mirando al hombre de cabello liso, castaño oscuro y largo hasta los hombros, ojos miel y piel ligeramente bronceada, esperanzada de que no regañara a Cassandra por su culpa.

¿Por qué lo estaría? Responde con otra pregunta, risueño, volteando a ver luego a la pelinegra- Lo hiciste para defender a nuestra querida Amy ¿verdad? Ante los frenéticos asentamientos de ambas niñas, no pudo hacer más que reir con ternura Entonces, no me enojaré contigo si me prometes algo... y esta vez no quiero que rompas esta promesa ¿de acuerdo?

¡Si! Lo que sea, cumpliré lo que me pidas. No decepcionará a su padre, él era la luz de su vida, así como ellas lo eran para él.

Satisfecho con la actitud de su pequeña luchadora, y acariciando la mejilla de esta, cubierta por lágrimas secas, pide.

Siempre protege a tu hermana."

—Jamas... —Sentencia la pelinegra con sus ojos brillantes por la ira y la aversión de que aquella criatura haya tenido la osadía de intentar lastimar a una de las personas más importantes en su vida— Toques... a mi hermana.

En el momento exacto que Sandu llega donde Amy y el lobo pelirrojo, Cassandra, dominada por la furia, brinda un fuerte golpe con su puño disponible en la mandíbula entreabierta del lobo gris, estampando su cuerpo en la corteza de un árbol cercano. El impacto fue tan fuerte que el árbol crujió, amenazando con partirse en dos en cualquier momento. Pero la criatura fue lo suficientemente ágil como para esquivar el siguiente golpe.

—¿Estás herida? —cuestiona Sandu a Amy, sin prestar demasiada atención a cómo la pelinegra intentaba propinarle golpes a diestra y siniestra a ese escurridizo licántropo, sin permitirle en ningún momento acercarse a la rubia.

—E.Estoy bien... pero... está sangrando mucho... —A pesar del terror, y de sus manos temblorosas, no dejó de presionar la herida en el cuello del canino, intentando detener la hemorragia sin resultado alguno.

Aquel lobo le había salvado la vida, no permitía que muriera ahí. Y por alguna razón, aquel pelaje le recordaba a alguien. Cierto ¿donde estaba...?

—Rayos... —Masculló al ver el cuerpo desmayado del lobo. Reemplaza las manos de la chica con las propias, otorgándole aún más confusión cuando de sus dedos comenzaron a crecer unas garras blanquecinas, al igual que la piel de sus antebrazos se torna escamosa y dura cómo la de un cocodrilo. Estaba por gritar de horror en el momento que nota como la sangre dejaba de salir a gorgones del cuerpo del lobo, deteniéndose en el acto por el estupor Con una voz un poco más rasposa de la normal, Sandu saca a la chica de sus pensamientos— ¿y el cachorro? ¿el cachorro está bien?

Amy sólo asintió al tiempo que se desabotonó su chaqueta para enseñarle al pequeño, sollozando por el frío que comenzó a sentir de pronto, y aferrándose aún más al pecho de su protectora. El suspiro de alivio de Sandu fue cortado por el rugido bestial a sus espaldas.

Ambos miraron con atención como el lobo se abalanzaba contra Cassandra con agilidad, logrando hundir sus colmillos en el antebrazo de la alta.

La pelinegra, sin perder un segundo en el dolor de la mordida, agarra el animal de sus fauces, obligándole a soltarla sin demasiada dificultad. Aquel acto de fuerza física contra la potente mandíbula de un lobo de su estirpe sorprendió a los presentes, exceptuando a Amy.

Ningún humano podía ser tan fuerte.

Propinándole una certera patada en el estómago, Cassandra logra que el lobo la soltara, lanzandolo un par de metros de distancia. La pelinegra se dispone a acercarse nuevamente a su oponente pero siente un leve entumecimiento en el brazo afectado.

Se mira la mordedura unos instantes, con el ceño fruncido, para luego formar en puño su mano y continuar avanzando como si nada. El lobo le mira impresionado, con sus ojos desorbitados. No lo entendía, a estas alturas, el brazo de la chica debería ser inservible.

—¿Qué rayos eres? —Cuestiona el lobo de forma defensiva, alejándose unos pasos de la extrañamente poderosa chica. Pero al escucharle hablar, ésta se detiene, con sorpresa expresada en su rostro— No eres humana.

Dicha sentencia cayó como balde de agua helada a la pelinegra, comenzando a brotar desde su interior el ardiente tan conocido calor de la ira.

—¿Y tú qué mierda sabes? —Cuestionó Cassandra, hostil, bajo la atenta mirada de Sandu y Amy, esta última viéndole con un dejo de preocupación.

—No hueles a humano... —Afirma este, despojándose de su forma animal. Mostrando a un hombre de aparentes 40 años, calvo con algunos tatuajes en su brazo izquierdo y pecho. Amy estaba horrorizada, confundida e intrigada, al igual que Cassandra, pero ésta lo lograba disimular muy bien. Plantó su mirada en la pelinegra, exhalando una risa cargada de burla— Hueles como el diablo... Cómo un monstruo.

Aquellas palabras provocaron que los músculos de Cassandra se tensaran, que desviara la mirada por unos leves segundos, murmurando más para sí misma, pero siendo escuchada por el súper oído del cazador.

—No soy... un monstruo.

Amy, saturada de emociones en ese momento, observaba con una mezcla de terror, rabia y confusión toda la escena. Sus manos cubiertas con la sangre del lobo de pelaje rojo aún temblaban. Pero, y a pesar de todo, el temor no era lo que predominaba en su interior en ese momento.

—¡Tú eres el monstruo! —Bramo con fuerza, llamando la atención de los demás por unos momentos— Un maldito y asqueroso asesino.

—Oh, preciosa... —Sonríe el hombre lobo desviando la mirada hacia la rubia, provocando un desagradable escalofrío en ésta— Todos lo somos... pero ella... —Señala a Cassandra con audacia, obteniendo un pequeño gruñido de su parte— Es la peor clase.

Fue en ese preciso instante, que se escuchó a lo lejos un fuerte pero lastimoso aullido.

El hombre lobo desvió levemente la mirada en dirección al sonido, al tiempo que su pedante sonrisa se desvanecía de su rostro. Su manada estaba en problemas.

¿Quién rayos se atrevía a interponerse en su camino? ¿y como rayos fue capaz de herir a su líder?

Emitiendo un grave gruñido, regresa su mirada a su contrincante, maquinando una manera de quitársela de encima de manera rápida y efectiva, para luego otorgarle su atención a la humana de cabellos claros y ojos de extraño color, emocionado por cómo estos brillaban de coraje.

Recibiría respuestas a sus interrogantes luego de acabar esa molesta batalla. Su prioridad era asesinar al alpha y, de paso, probar un bocado de esa apetitosa chica humana.

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